Cerda 28, parte V

Al animal se le desposee de todas sus propiedades... de forma voluntaria...

La situación del animal era muy precaria... sin acceso al dinero, sin posesiones materiales, sin derecho a decidir... todo se lo había arrebatado Él, o más bien dicho, todo se lo había cedido ella por voluntad propia.

El animal, por pura definición no es inteligente, las cerdas son animales, las cerdas no son inteligentes. Era un simple silogismo de los que se enseñan en cualquier clase de filosofía.

Era sencillo, eran palpable, era latente.

Él le había hecho un buen día unas preguntas muy sencillas, a las que ella contestó con sinceridad... esas preguntas, que posteriormente fueron repetidas en numerosas ocasiones, preguntas y respuestas que habían desencadenado en la entrega total y absoluta de cualquier bien material que ella poseyera.

Fue un día en que Él la repudió, la echó de su lado... ella rogó, suplicó, de rodillas, arrastrada y entregando su último ápice de dignidad... Él se lo dijo claramente, “no te quiero como esclava”, ella sugirió quedarse a sus pies como su perra... Él le dijo que no tenía nivel para ser su perra... ella imploró quedarse a sus pies, sin más, sin ser siquiera de su propiedad, simplemente quedarse a su vera... Él le dijo que había una única forma en que ella pudiera quedarse cerca de Él... ella aceptó, sin siquiera saber cual era la figura que le correspondería de ese día en adelante... “sólo puedes quedarte como montón de mierda”... ella sonrió, “acepto!”, aceptaba, claro que sí, se quedaría a sus pies, bajo la suela de sus zapatos, pero estaría junto a Él, aunque fuera como un vulgar e insignificante montón de mierda sin valor.

Pero había más... las concesiones no habían acabado... se quedaría como montón de mierda, pero no sería de su propiedad... había sido muy claro... ella arqueó las cejas... “serás de uso público” dijo... entregada, ningueada, infravalorada, deshumanizada y para más inri sin dueño, sin nadie que te proteja, simplemente junto a alguien que te utiliza a su antojo cuándo, dónde y como desea.

Pero aceptó... ser un animal público tampoco tenía que estar tan mal, la parte positiva es que estaría a sus pies, eso era lo más importante y pequeños detalles como el de pertenencia, eran irrelevantes cuando se llegaba a esta situación.

Había sido muy claro, o eso o nada... sabía que ella cedería, que no le quedaba ya autoestima para rebelarse y que podía más su deseo de entrega y de complacerle que cualquier rastro de sentido común que pudiese haber tenido antaño.

Una vez planteada la situación contractual entre ambos, Él llevó la conversación hacia otros derroteros que le interesaban con la única finalidad de humillar y degradar al animal.

Las personas son inteligentes, los animales no.

Las personas piensan, los animales siguen sus instintos.

Las personas tienen propiedades, los animales no.

Las cerdas son animales.

Las cerdas no pueden tener posesiones.

Si voluntariamente había cedido su cuerpo para su uso y disfrute, ¿qué sentido tenía no hacer lo mismo con las posesiones materiales?, al fin y al cabo, ¿para qué las necesitaba un montón de mierda como ella?

Era muy sencillo, todo se resumía de forma escueta... Él podía hacer lo que quisiera con ella, así como también con sus propiedades.

Podía follarla, dejar que la sobaran, vender su coche para comprarse un capricho o usar su casa con cualquiera de sus amigas delante de las narices del propio animal.

Las propiedades que un animal venido a montón de mierda tuviera o tuviese, pasan a ser propiedad de la persona que abusa de él. No tiene sentido que un montón de mierda disponga de coche, tenga una casa o ahorros en el banco.

Automáticamente Él pasaba a tener dos casas, dos coches y un montón de dinero extra a su disposición.

Ahora bien, todas las reparaciones, mejoras, acondicionamientos y demás de las propiedades recientemente adquiridas pasaban a correr a cargo del animal.

Él disfrutaba de los placeres mientras que las obligaciones seguían ligadas al animal.

En una ocasión las órdenes recibidas fueron claras, ponte algo ligero, nos vamos a tomar algo... ella se puso un vestido de verano, con estampados azules en la parte superior y de color blanco en la parte inferior... sin ropa interior... hacía tiempo ya que no se cuestionaba ese aspecto, salvo cuando el animal estaba en celo, que era cuando se arrastraba a suplicar poder usar un simple tanga.

En verano el típico collar de cuero con tachuelas era demasiado llamativo, pero como no se puede confiar en los animales y Él no se fiaba en absoluto del que tenía consigo, éste se substituía por una fina cadena de acero inoxidable que se mantenía intacta incluso soportando meados y entrar en contacto con agua del mar.

Llegaron al parking y el tramo que separaba la última puerta de acceso hasta el coche la cerda lo hizo a cuatro patas. Estuvo a punto de tropezar con su propio vestido, así que Él la ayudó a que sintiera más íntimamente su situación de animal doméstico... le cogió la parte baja del vestido, levantándosela por encima de la cadera, para que no la ensuciara ni tropezara, dejando sus agujeros a la vista de cualquier persona que pudiera entrar por la puerta que acababan de dejar atrás.

Ella apretó el paso todo lo que pudo para que eso no ocurriera y en un abrir y cerrar de ojos estuvo frente a su coche. Bueno... el de Él.

Esperaba la orden de ponerse en pie y conducir, como solía pasar, pero en esa ocasión lo que se encontró sin esperárselo, fue con la puerta del maletero abierta... Él dio unas palmadas sobre la tapicería del coche como cuando se indica a un perro dónde tiene que ir... “¿a qué esperas?”... fue todo lo que salió de su boca... la cerda asió sus patas y como pudo entró en el maletero colocándose de tal forma que Él pudiera cerrar la puerta sin problema.

Eso sí, antes de cerrar la puerta, Él procuró que sus agujeros estuvieran al descubierto con una finalidad muy sencilla... la boca debía tener el espacio suficiente para acomodar un bozal y su culo fue perforado por un plug de considerable tamaño. Entonces sí, entonces cerró la puerta y se olvidó de ella.

Allí estaba ella, penetrada por el agujero posterior y con una mordaza para evitar gritar o llamar la atención de transeúnte alguno, en su propio coche, en la parte de atrás, como un vulgar objeto olvidado, como las bolsas de la compra que dejas en la parte de atrás y sacas al llegar a casa.

El coche arrancó... desconocía el destino, Él no había soltado palabra... de todas formas, no era asunto suyo, Él no tenía porque dar explicaciones y mucho menos a una cerda como ella.

Estaba incómoda, penetrada... al tener la lengua trabada por la mordaza, la cantidad de saliva era ya importante y se acumulaba en un charco sobre la moqueta del maletero.

Se le clavaba la cadera en el suelo al estar de lado, por lo que tras un trecho de viaje, al ver que no se paraban y al no estar atada de pies ni de manos, se las arregló para descansar su espalda en el suelo y doblar las piernas sobre el torso ya que el espacio era reducido. Esta posición hacía que la polla de plástico que tenía en el agujero se le clavara más adentro... al menos ahora no tenía que preocuparse de que se le saliera...

Sin esperarlo, el coche se detuvo con un movimiento brusco que obligó al animal a protegerse con las pezuñas delanteras para no lastimarse.

Se oyeron voces en el exterior, Él estaba hablando con alguien... eran unas voces femeninas... no identificaba a las mujeres, no las conocía... éstas se alejaron, la suya también se hizo más tenue... el animal agudizó el oído... al cabo de unos momentos regresaron... seguían siendo ruidos sin identificar, pero se distinguían 3 tonos de voz... ruido de puertas... varias... risas... motor en marcha... movimiento...

No sabía a ciencia cierta lo que había pasado, pero el resultado era que ahora mismo en el coche eran 4, tres personas y un animal... Él, dos mujeres y un animal, ella...

El trayecto estaba siendo fluido, parecía que circulaban por carretera asfaltada y no por camino... oyó música... más risas... silencio... alguien subió el volumen del reproductor cuando sonó un clásico de Seguridad Social... gritos, cantos, más música, más risas...

Entraron en un camino de piedras, dejando el asfalto de lado, obviando la civilización.

El trayecto fue corto hasta que se detuvieron, pero los golpes que el pobre animal se llevó encerrado en el maletero, debido al mal estado del camino fueron considerables. El espacio era reducido y sus extremidades ya empezaban a molestar al no poder cambiarlas de posición con facilidad.

Esperaba que al haberse detenido por segunda vez se dignaría a abrirle la puerta para que pudiera estirar las patas, pero tras unos minutos detenidos y ver que nada ocurría, se temió lo peor... no iba a sacarla.

Muchas eran las preguntas que se agolpaban en la mente del animal, pero una era la que sobresalía... ¿acaso se avergonzaba de ella?

Apagaron la radio... unos segundos de silencio... rebuscaban algo en la guantera... ruido mecánico... empezó a sonar música chill out... de relax... de las que te ponen en Ibiza cuando contemplas la puesta de sol desde la playa.

¿Qué significaba ese cambio? ¿qué estaría pasando en el coche?

Silencio... voces casi inaudibles... asientos que se desplazan... algún que otro quejido... risas... roces de ropa que sobra... más risas... choques de lenguas en contacto...

¿!?!?!Iba a follarse a las busconas esas en su coche?!?!?!

Todo hacía presagiar que así iba a ser,... es más, que así estaba siendo...

Jadeos... comentarios obscenos sobre tamaños y formas... carcajadas... que si cómemela mientras yo te chupo y ella me lame... que si dámelas mientras se la meto en la boca... que si chúpala mientras os observo... que si cómele la boca mientras te meto mano...

En un momento en que no se lo esperaba el animal empezó a notar unos acompasados golpes que se propagaban al maletero desde la parte posterior del coche, junto a unos jadeos a juego... los jadeos cesaron, los empujes continuaron... ahora el sonido era el de dos bocas enlazadas, gemidos ahogados...

La cerda no tenía ni idea de que estaba ocurriendo exactamente, quien se la metía a quien, quien se follaba a quien o quien comía que, pero su imaginación volaba y conforme pasaban los minutos su indignación aumentaba y los celos se enardecían como cohetes imparables.

Estaba intentando imaginar lo que ocurría cuando se oyeron nuevos ruidos de cambio de posición y seguidamente los sonidos propios de Él cuando mete su polla en la boca del animal y le obliga a comérsela hasta que consigue correrse... evidentemente eso era lo que estaba ocurriendo, alguien tenía SU polla en la boca y la estaba devorando. La cerda ardía de deseo de salir del maletero y reclamar su lugar, pero sabía que no podía y aún pudiendo hacerlo no debía ya que su lugar era siempre el que Él quería darle, incluso en su propio coche.

Los gemidos aumentaron, Él estaba cada vez más cachondo, y ella cada vez estaba más ofuscada con su suerte. Avanzaba, se aceleraba... se imaginaba como estaría cogiendo a la buscona del pelo y manejando su cabeza al ritmo que él deseaba, al que le provocaba más placer... ¿o eso sólo se lo haría al animal y dejaría que fuera esa mujer la que marcara el ritmo y le diera placer?

Ella no era nada, era un vulgar montón de mierda al que utilizar a su antojo y así lo hacía él, cuando, como y donde quería. Ella no tenía valor alguno y era muy consciente de ello. La situación en la que se encontraba era la que había elegido por decisión propia y no se arrepentía, pero esos ataques de celos que tenía últimamente la estaban descontrolando.

Él lo hacía adrede, sabía que tenía que hacerlo para domesticarla, para educarla, para conseguir que fuera un animal de provecho, hecho a su medida y a sus necesidades. Total, eso era lo que ella le había pedido mientras se arrastraba humillada... ser un animal a su merced, para satisfacer sus deseos y necesidades, para hacerle la vida más fácil y placentera.

Y se corrió... oyó como emitía ese sonido tan característico y tan suyo, el que emitía cuando liberaba su semen en su boca... pero en esta ocasión no era en su boca, era en... en cualquier otro sitio... las lágrimas cayeron por sus mejillas... por pena de no haber podido ser ella quien le causara ese placer y por rabia acumulada de saberse inferior a cualquier hembra o animal.

Acto seguido se oyeron otros suspiros que la cerda obvió ya que correspondían a las furcias que habían subido a su coche en algún lugar... continuó pensando en Él, esperando y deseando que esas dos cualquiera le hubiesen dejado complacido, que le hubiesen servido correctamente, que le hubiesen hecho las cosas que a él le gustaban...

De nuevo ruido de asientos, risas, de nuevo la música y el motor que se pone en marcha... voces en la lejanía y el animal sumido en sus pensamientos... mal camino y de repente asfalto que continuó un buen rato... el animal se giró como buenamente pudo, intentando encontrar una nueva posición que le permitiera continuar encerrado sin sufrir daños.

Unos quince minutos más tarde, habían sonado 4 canciones, el coche se detuvo de nuevo... puertas que se abren... comentarios en voz baja inidentificables... voces que se alejan... silencio... pasos que regresan... golpes en el maletero... silencio... de nuevo golpes desde el exterior... el animal emitió sonidos guturales desde la mordaza que le cubría la boca... carcajadas de Él... puerta que se abre... música... puerta que se cierra...

El coche se puso en marcha...

No sabía a ciencia cierta que había pasado... dónde habían estado... cuando tiempo llevaba metida en el maletero de su propio coche... con quien había estado Él... quiénes eran esas brujas que le habían dejado seco...

Al poco de un rato, el coche se detuvo de nuevo... la música se paró, la puerta de abrió y se cerró... la puerta del maletero se abrió...

La cerda no se movió, seguía mirando al interior del vehículo y con sus agujeros señalando hacia el exterior... Él alargó la mano a su entrepierna... estaba empapada... “¿veo que mis nuevas amigas te han gustado, eh?... eres una cerda... que asco!”... “por cierto”, le dijo “TU nuevo coche me gusta, lo usaré mucho este verano para ir de caza... si te portas bien dejaré que vengas conmigo... en el maletero, claro está”.

Sin más, la sacó del coche y le quitó la mordaza... su cara y su cuello estaban empapados de saliva y como había apreciado antes, su entrepierna empapada de jugos. El plug del agujero posterior se lo llevó incorporado hasta llegar a casa.

Una vez allí le dijo... “esta noche he invitado a mis amigas a cenar a TU casa, espero que no te importe” y acabó con una enorme carcajada.

Le encantaba recordarle que la había desposeído de cualquier bien materiales que tuviera, que ahora su coche ya no le pertenecía, que su casa ya no era suya y que para ir a comprar necesitaba su permiso para poder usar su dinero.

Esa era su vida desde hacía un tiempo... vida que ella había accedido, había suplicado, había implorado con la única finalidad de servirle... aunque a Él lo único que le interesaba del animal era abusar de él.