Cerda 28, parte III

El animal es usado y humillado repetidamente de diversas formas y en variadas ocasiones.

Era un día soleado, de los típicos que la primavera ofrecía durante el mes de abril.

El la llamaba “cerda”, “montón de mierda”, “animal”, “puta mierda”, nunca “mi cerda”, “mi animal”, porque no era “su” cerda, no, no le pertenecía, no era de su propiedad, simplemente se limitada a usarla, a abusar de ella, a humillarla cuantas veces le apetecía, como y donde quería y ella se dejaba hacer.

Había sido una decisión propia la que la llevó a esa situación. En ningún momento había sido coaccionada o amenazada de forma alguna para caer tan bajo como para tener la realidad que ahora mismo tenía. Era lo que ansiaba, era lo que perseguía y Él se lo había proporcionado, sin compensación ni obligación alguna por su parte, “simple uso y abuso del animal”... eso precisamente es lo que hubiese puesto si hubiesen firmado algún tipo de contrato al uso.

Pero no era así, él tenía pleno derecho sobre ella y ella estaba arrastrada a sus pies para intentar conseguir algún tipo de atención o dedicación por su parte.

Desde su última salida a la playa cuando tuvo la ocasión de ser “cruzada” con ese perro, no había pasado gran cosa en su día a día, todo muy normal y cotidiano.

Por las mañanas nada más levantarse, Él la meaba para marcarla como suya, aunque no lo fuera y ella se sentía orgullosa de ese hecho, a falta, de momento, de cualquier otra marca permanente. Ese gesto simbólico le bastaba para imaginar que le importaba, aunque sólo fuera por interés.

Para Él en cambio, su único estímulo para dicha acción era la de no gastar papel higiénico ya que tras la meada ella le limpiaba la boca con ahínco y ¿por qué no? estaba bien eso de empezar el día con una semi-mamada. Ya que disponía de un animal a su servicio, debía aprovecharlo en todas sus facetas y su boca era una de sus mejores facetas.

Ese día tenía pensado algo diferente para el animal, había invitado a unos amigos a una barbacoa en la terraza de casa, así que la cerda debería esmerarse en que todo estuviera preparado para tal efecto y cuidar cada detalle para que tanto Él como los invitados estuvieran a gusto y no les faltara de nada. De nada en ningún aspecto y ella lo sabía.

Cuando se lo dijo al animal, a este se le iluminaron los ojos... no podría asegurarse si de pánico por una nueva experiencia con derroteros desconocidos o por la alegría de poder servirle de nuevo más allá de la rutina diaria.

En cuanto lo supo, estuvo toda la mañana trasteando en la cocina, preparando todo lo que debería subir a la terraza para no dejarse nada y poder economizar los viajes, ya que era consciente de que nadie la ayudaría, que tendría que subirlo todo sola y recogerlo todo sola al terminar. Pero le gustaba serle útil, se sentía bien y realizada siéndole útil.

Sabía, era consciente, que se aprovechaba de ella, que la utilizaba, pero ella se dejaba hacer, había caído tan bajo, que cualquier capricho que Él pronunciara era un objetivo a cumplir para ella.

La mañana fue extraña, ya que en ningún momento le prestó demasiada atención, salvo un par de veces que le palmeó el trasero y le estrujó los pezones cuando pasaba por la cocina cómo por casualidad.

A mediodía tuvo todo preparado para que la barbacoa diera comienzo.

Vivían en un piso que les permitía acceder a la terraza situada en la azotea de forma fácil y cómoda en donde podían libremente dar rienda suelta a sus juegos, en donde la cerda podía ser atada en un rincón y olvidada sin temor a que ocurriera nada extraño, lo más, que algún vecino chismoso la viera, pero ya estaban acostumbrados... lo extraño era que no hubiesen avisado ya a la Policía, pero eso no le preocupaba. Sabía que llegado ese momento, el animal saldría airoso de la situación y le exoneraría a Él de cualquier responsabilidad.

Cuando faltaban poco más de veinte minutos para la una del mediodía sonó el timbre por primera vez... era la rubia, a tenor de la voz que se oyó tras la puerta.

Era una puta, muy puta, así le gustaba llamarla a Él. Era una de sus amigas, una zorra de mucho cuidado que quería cazarlo y lo estaba demostrando una vez más apareciendo más de media hora antes de lo que se la había invitado.

Ella no podía hacer nada, la rubia era superior a ella, por muy puta que fuera, era superior a una sucia cerda a cuatro patas.

Cuando la rubia entró, el animal estaba a cuatro patas junto a Él. Ella disfrutaba burlándose de la pobre cerda a la menor ocasión que tenía. Ese día no fue diferente, lo primero que hizo cuando entró, aparte de plantearle un morreo en todos los morros a Él fue enseñarle un rotulador negro, de esos indelebles que se usan para las pizarras y le propuso marcar al animal simplemente porque sería divertido, humillante y porque le parecía gracioso.

Él sonrió, movió su mano derecha hacia la cerda y le dijo “tu misma, a ver esa creatividad”.

Una enorme sonrisa se plantó en la cara de la puta mientras destapaba el rotulador y se arrodillaba junto al animal. Le ordenó girarse y ofrecerle el trasero. La cerda obedeció, Él así lo quería y así debía ser. Sumisamente se dio la vuelta y le ofreció el trasero que ella utilizó para escribir algo en cada uno de sus nalgas.

Cuando él observó el resultado al regresar del dormitorio donde había dejado el bolso de la rubia, lo que salió de su garganta fue una profunda carcajada de burla... “¿le has pintado un 28 en el culo?”. Así era, ese era su nombre oficial, cerda28 y ahora mismo lucía un enorme 2 en la nalga izquierda y un 8 en la derecha. Debería lucir así durante todo el día, probablemente durante más tiempo porque esos rotuladores indelebles, sobre la piel, aunque sea de los animales, tardaba en desaparecer.

Como la rubia había venido antes de hora, Él la acompañó al sofá en donde se dedicó a conversar animadamente con ella bajo la atenta mirada del animal a cuatro patas desde el extremo del salón, para no molestar, pero controlando para no perderse nada.

Como quien no quiere la cosa, cada cierto tiempo la mano de Él aparecía en los senos de ella, intentando averiguar lo que había más adentro y a la par, la falda de ella cada vez estaba más arremangada sobre sus caderas.

Cuando la rubia consiguió tener la mano de Él en su entrepierna y una teta fuera, llamaron a la cerda.

El animal obedeció presuroso, con la única finalidad de estar más cerca de Él y poder establecer algún tipo de barrera entre Él y la puta.

Cuando estuvo a sus pies, se dedicó a lamerle los zapatos... era lo único que podía hacer sin permiso.

Él la cogió del pelo y le levantó la cabeza con fuerza mientras le decía “¿te gusta mi amiga?”, ella respondió que sí y se ganó un sonoro bofetón. Ambos rieron, les pareció gracioso... la cerda sabía que respondiera lo que respondiera no acertaría y así fue.

“¿ te gusta su olor a hembra?” le dijo mientras cogía su cabeza y la hundía en el coño de la puta. El animal balbuceó algo ininteligible al tener la boca pegada a la entrepierna... Él la llamó animal imbécil  y le ordenó que satisficiera a su amiga.

Mientras la cerda se afanaba en complacer a la invitada separando con su lengua los labios vaginales, Él apretaba su cabeza contra el coño mientras se burlaba de su ineptitud y de que tenía un animal que valía entre poco y nada, más bien nada. Mientras tanto la rubia empezaba a emitir sus primeros jadeos. Cuando eso ocurrió Él soltó la cabeza de la cerda y se limitó a palmearle la cabeza mientras le decía, “bien cerda, bien”. La cerda se afanó en seguir con su labor mientras internamente una enorme satisfacción la embargaba al haber recibido de él una ligera caricia.

La rubia no tardó mucho en correrse en el morro del animal, el cual fue obligado a lamer y limpiar toda su entrepierna para que le fuera menos molesto el andar por lo cachonda y mojada que estaba.

A partir de ese momento fue justo cuando los invitados empezados a llegar bien en solitario bien en grupitos hasta que estuvieron todos. El último en llegar fue un amigo de la infancia pasado de rosca y ya algo contento como efecto de las cervezas que se había tomado en el bar.

En esa ocasión la cerda estaba más bien de adorno ya que cual película americana, fueron los hombres los que se dispusieron delante de la barbacoa con la carne y el amigo achispado fue el que se encargó de las bebidas para tener libre acceso a ellas sin problema.

La barbacoa estaba empezando a animarse, el tiempo pasaba entre comida, bebida, risas y conversaciones hasta que alguien comentó que el animal suelto por la terraza molestaba, ya que al estar en el suelo, andando a cuatro patas, a veces no se le veía y podías tropezar.

En seguida una mano enganchó una de las arandelas del collar que llevaba al cuelo y sin mediar palabra lo llevó hacia uno de los grilletes que había en la pared del que colgaba una correa más bien corta. Una vez atado, la movilidad del animal era más bien escasa, pero eso a nadie le importaba, ya que el problema de que el animal molestara había desaparecido.

La cerda fue olvidada y como sacada de la escena por todos los participantes.

Permanecía atada junto a la pared observando el ir y venir de gente desde la barbacoa hasta la mesa y viceversa. En uno de esos viajes a alguien le pareció gracioso tirarle las sobras que contenía el plato que tenía entre las manos, diciéndole “anda come, montón de mierda, que no se pueda decir que no te alimentamos”... la carcajada conjunta fue espectacular. Mientras, el animal se vió obligado a bajar la cabeza a ras de suelo y acercar con la cabeza los restos de comida hacia sí para a continuación ir lamiéndolos y chupándolos para aprovechar lo que quedara comestible... sabía que probablemente sería la única comida que probaría.

Mientras ella intentaba encontrar algo de carne entre lo que le habían lanzado, el interés dejó de centrarse en ella y se reunió de nuevo en la conversación que mantenían en la mesa.

Cuando la comida tocaba a su fin y alguien empezó a acumular la comida sobrante así como los restos de comida en un recipiente para un hombre gordo pudiera llevárselos para sus perros, a Él se le ocurrió una idea.

Pidió que desataran al animal y lo llamó a sus pies mientras cogía los restos de una chuleta medio mordida en su mano.

El animal llegó a su lado y permaneció con la cabeza baja.

“¿cuál es tu lugar?” le preguntó, a lo que ella respondió, “a tus pies, bajo la suela de tus zapatos” Inmediatamente y para hacerle notar que había acertado, levantó su pie izquierdo y se lo puso sobre la cabeza apretándola contra el suelo... “exacto, este es tu lugar”... “entonces come”, le dijo tirándole la chuleta que tenía en la mano.

El pobre animal tuvo que hacer grandes esfuerzos en poder moverse teniendo la cabeza pisoteada contra el suelo para poder alcanzar el trozo de carne, pero al final lo consiguió.

La situación era incómoda, inhumana (por algo era un animal) y tremendamente forzada, ya que le obligaba a tener el culo en pompa, las ubres colgando y la cabeza en el suelo y pisoteada.

Mientras estaban alimentando al animal, a alguien se le ocurrió la idea de azotarle el trasero mientras el animal estaba apretado bajo los pies de la persona que lo utilizaba, “ya que de ese modo no se movería” dijo alguien.

Hubo risas y más palmadas al ritmo de la música que sonaba en cada momento en el altavoces.

Mientras Él cogía una hamburguesa para poder dársela a la cerda, oyó a uno de sus invitados comentar el buen trasero que tenía su animal, así como lo apetecible y follable que era.

Se giró y sin quitar el pie que mantenía al animal comiendo a ras de suelo preguntó “¿quieres usarla?”, el invitado, un hombre de mediana edad y de buen ver contestó afirmativamente mientras sus ojos se enrojecían mitad por el deseo que la invitación le provocaba, mitad por el exceso de alcohol consumido.

“cerda, quieren usar tu puto culo”, fue lo único que dijo, mientras quitaba el pie de sobre su cabeza.

La cerda se acomodó de tal forma que sus hombros y su cabeza reposaban en el suelo y sus manos separaban sus nalgas para dejar a la visa el agujero del culo para que el susodicho interesado pudiera usarlo.

Al hombre, le faltó tiempo para sacarse la polla, arrodillarse junto al animal y trabajarla hasta que consiguió metérsela entera. Entró fácil, era un animal acostumbrado a ser usado por el agujero trasero. Todos sus agujeros tenían una única función, dar placer, por lo que los tres estaban siempre utilizables y disponibles.

Ver al hombre enculando a la cerda mientras esta le favorece la acción hizo que el ambiente se caldeara de tal manera, que los presentes fueron desinhibiéndose hasta conseguir que la barbacoa acabara siendo una orgía con todas las de la ley.

Él se follaba a la rubia desde atrás mientras ella miraba a la calle apoyada en la barandilla.

Una morena estaba arrodillada entre dos maronos con las pollas gordas y erectas e iba de una a otra mientras  ellos se deleitaban pellizcando con sus pechos colgando.

El joven que se había encargado del bar estaba medio sobado en una esquina sin enterarse de mucho.

Otra pareja de homosexuales estaban morreándose junto a la pared donde antes había estado atada la cerda sin molestar a nadie y ajenos a todos.

Cuando el hombre que enculaba a la cerda estaba a punto de correrse, la cogió del pelo levantándole la cabeza lo que obligó al animal a poner sus patas delanteras al suelo y levantar la  parte delantera del cuerpo mientras el follador gemía y gritaba durante el orgasmo.

Cuando se tranquilizó salió de ella y se sentó en una silla a descansar mientras se servía algo de vino que quedaba como celebrando su gran gesta... haber abusado de un animal indefenso.

La cerda observó la escena en su totalidad, era digna de una peli X, nadie hacía caso a nadie y todos se complacían mutuamente... menos el borracho del bar... se acercó a él a cuatro patas y empezó a olisquearle la entrepierna sobre el pantalón. Restregaba su hocico  contra su polla pero esta no reaccionaba, no crecía y el tío seguía medio sobado.

De pronto notó una mano sobre su cabeza apartándola de la polla... se giró... era Él.

Había dejado a la rubia que estaba siendo follada por la boca y por el coño por uno de los gays, que resultó ser bisexual, y por otro de los chicos a los cuales la morena los estaba poniendo a tono antes.

Mirándola desde arriba, como siempre hacía para demostrarle una vez más su superioridad, le dijo “hoy te has portado bien, mereces un premio” y acto seguido le bajó la cremallera al pobre barman y le sacó la polla “toda tuya dijo”.

El animal se abalanzó ante la polla puesta a su disposición sin pensarlo dos veces... empezó a chupar, a lamer y a metérsela y sacársela de la boca con ahínco hasta que al cabo de un rato el chico pareció despertar y antes de ser consciente de la situación, de lo que estaba pasando, de que tenía la polla en la boca de una cerda la cual estaba intentando ordeñarla, simplemente se meó... se meó en la boca de la cerda a la que pilló por sorpresa.

Este hecho generó mucho morbo entre los asistentes, los cuales se fueron congregando a su alrededor, junto a un puto animal meado... meneaban sus cargadas pollas ante su cara... cada vez estaban más desinhibidos y eran capaces de todo... uno a uno fueron meándola mientras se burlaban de ella y la insultaban con palabras soeces y malsonantes.

Se quedó en el centro, hundida, meada, ultrajada, avergonzada, humillada y vencida, pero había conseguido una vez más serle útil, hacer lo que él quería que hiciera, había conseguido que él no se avergonzara de ella lo que la hacía sentir satisfecha de si misma, satisfecha del montón de mierda en que se estaba convirtiendo.