Cerda 28, parte Ii

Continuación del relato anterior, en donde una cerda es utilizada en lugares públicos y privados. Se aceptan sugerencias, comentarios y ideas de todo tipo, así como insultos, humillaciones y comentarios soeces hacia la que escribe.

Las horas que acontecieron entre la frase “mañana en el mismo lugar, a la misma hora” y el momento en que se dirigieron de nuevo hacia la playa junto al faro se hicieron etermas.

La cerda 28 no pegó ojo en toda la noche.

Muchas fueron las situaciones que pasaron por su mente en relación a la posible interpretación y consecuencia de esas palabras, pero fuera lo que fuese lo que imaginaba, la situación final siempre era la misma, ella, un montón de mierda cualquiera, humillado y vejado sin contemplación y sin miramientos.

Esa noche se le pasó por la cabeza el cuestionarse su situación, su día a día.

¿ porqué admitía que él la tratara de esa forma ?

¿ cómo había llegado a esa situación ?

¿ porqué no se había negado a tantas y tantas cosas que la habían llevado sin remedio a su situación actual ?

¿ dónde estaría su límite para agradarlo, obedecerlo y serle útil ?

¿ era necesario soportar todo lo que estaba soportando para estar con él ?

Cuando su mente llegó a esta última pregunta la respuesta inmediata fue SÍ, vale la pena, es necesario, es obligatorio hacer cuanto sea posible para que él sea más feliz, tenga una vida más placentera...

SÍ, porque lo que ella necesitaba era alguien que le recordara diariamente que no era más que un vulgar montón de mierda sin valor alguno, un montón de escoria sin derechos, un montón de despojos sin salida alguna en este mundo más que la de satisfacer a terceros de cualquier forma, en cualquier ocasión y en cualquier momento.

Amaneció mientras la convicción de que su razón de existir era la de servir se asentaba una vez más en su cabeza.

Se dio cuenta que al ver los primeros rayos de luz en el exterior, ansió su meada... esa noche no la había meado de madrugada y necesitaba una muestra de atención por su parte. La última caricia que recibió de él antes de dormirse, fue una sonora bofetada como forma de darle las buenas noches y una profunda carcajada de burla por su parte. Definitivamente, ella no le importaba nada, pero él era casi tan necesario para ella como el respirar, por lo que ansiaba, aunque fuera su meada, para poder estar cerca de él.

Y él no la defraudó, cuando salió de la cama lo primero que hizo fue mearla... en esta ocasión en su cara y sobre su pelo mientras ella mantenía la boca abierta por si deseaba mearle en la boca. Pero se entretuvo en mojarle el pelo con la orina de toda una noche. Mientras la orina caía por su pelo hasta su cuello y sus patas delanteras, una enorme sonrisa se había instalado en su cara. Era imbécil... además de meada, feliz... eran raros estos montones de mierda.

Él castigo de mearla de forma continua durante 24 horas había acabado, pero él volvió a hacerlo esa mañana como si el castigo continuara... ¿quizá se establecería como algo habitual?

A ella no le importaría, es más, lo deseaba, deseaba serle útil, aunque fuera de wc.

Deseaba que él la necesitara, que la echara de menos, aunque solo fuera para mearla.

Su situación era terrible vista desde fuera, pero ella era feliz si conseguía hacerle feliz a él.

No hubo comentario alguno en relación a la posible excursión a la playa y ella estuvo expectante durante toda la jornada.

A mediodía parecía que iban a salir, pero al final hubo un cambio de planes y se quedaron en casa para comer, así que ella tuvo que adoptar el mode montón-de-mierda-chacha y encargarse de hacer la comida para él.

Se decidió por un plato de pasta con el que sabía que acertaría sí o sí. A él le encantaba la pasta.

Su lugar durante la comida era junto a él, en la cocina, a cuatro patas y en el suelo, sin molestar.

Le sirvió la comida, dispuso todo lo necesario sobre la mesa y cuando él se sentó, ella se arrodilló y esperó a que él disfrutara comiendo.

Fue una comida amena ya que él se entretuvo en jugar con el móvil mientras comía y atender una llamada que le hicieron. Debió de ser alguna de sus amigas, ya que cuando atendió la llamada separó la silla de la mesa y abrió las piernas.

Ese gesto le indicaba al montón de mierda que debía meter su cabeza entre sus piernas y olisquear, como un vulgar animal.

Él la cogía de la cabeza y la llevaba al rincón de su entrepierna que mejor le parecía, la cogía del pelo y apretaba su puta cabeza contra su polla para que se impregnara de su olor.

En un momento de la converación, la apartó y se colocó bien la polla que había crecido ligeramente debido a los roces con la cabeza del animal. Cuando tuvo la polla en su sitio, alargó un pie y lo señaló sin dejar de hablar por teléfono.

El montón de mierda bajó más aún la cabeza y, humillada e hundida se dedicó a lamerle los pies.

Una vez terminada la llamada, fue separada con una patada y un “déjame comer, animal de mierda”. El montón de mierda se separó sin rechistar y se dispuso de nuevo a cuatro patas a su lado.

Cuando ya quedaban pocos tallarines en el plato, a él no se le ocurrió otra cosa que coger uno por un extremo y enseñárselo al animal quien evidentemente abrió la boca para alcanzarlo.

Le pareció gracioso porque se tronchaba mientras lo hacía. Repitió la operación con todos los tallarines que quedaban en el plato, consiguiendo que al finalizar el montón de mierda tuviera la cara llena de salsa boloñesa y estuviera juguetón y hambriento, así que mientras leía las noticias en el lector de RSS instalado en su móvil, se sacó la polla para que el montón de mierda pudiera tomar su postre.

No se levantó de la mesa hasta que el animal consiguió ordeñarlo completamente y vaciarle toda la leche acumulada consiguiendo que se relamiera y diera constantemente las gracias hasta que se le mandó adecentar la cocina mientras él descansaba después de una dura mañana de relax.

La tarde transcurrió tranquila y cuando faltaba poco más de una hora para el atardecer, la mandó vestirse con un vestido y sandalias y se encaminaron hasta el coche sin más comentarios.

Sus únicas palabras fueron, “a la playa de ayer cerda, vamos a por tu merienda”.

El viaje a ella se le antojó largo ya que él no pronunció palabra alguna, estaba absorto en sus pensamientos, quizá recordando a la mujer que le llamó durante la comida, quizá maquinando una nueva humillación para la basura que tenía a su lado.

Llegaron, aparcaron junto al faro y se acercaron a la playa andando. Él disfrutaba haciéndola esperar y ansiar los acontecimientos que desconocía.

Mientras se acercaban a la orilla vieron a un hombre paseando a un perro que de lejos pareció ser el del día anterior.

En esta ocasión había más gente en la playa, alguna que otra familia con niños y un par de adolescentes haciendo el gamberro en una esquina.

Él se acercó al hombre del perro y se saludaron. Ella iba detrás, rezagada y esperando instrucciones.

Aparte del vestido de verano y las sandalias que llevaba en ese momento en la mano, lo único que adornaba su cuerpo era el collar de perro que llevaba al cuello.

Él la llamó con un silbido como se llama a un animal y ella se les acercó cautelosamente.

Ellos estaban ya sentados cuando ella llegó a su vera.

La hicieron sentarse, con el culo directamente sobre la arena en medio de los dos, más concretamente delante del hombre y de espaldas al mar.

Las únicas palabras que salieron de su boca fueron “le perteneces durante 1 hora, obedécele”.

No daba crédito a lo que acababa de oír, ¿la había vendido? ¿alquilado? ¿cedido? Su cabeza daba vueltas y no encontraba el porqué, el motivo... cuando oyó las primeras palabras del otro hombre lo entendió... no valía nada, era un animal desprovisto de valor alguno como para protegerlo, además no era la primera vez que él le decía que era un animal público y ahora estaba a punto de ser completamente consciente de ello.

El hombre la obligó a sentarse delante de él, dándole la espalda y en esta ocasión mirando al mar.

El montón de mierda obedeció.

Él empezó a sobarle las ubres sobre el vestido pero pronto metió las manos dentro de él para palpar y apretar más a gusto. No podía excederse demasiado ya que no estaban solos y había niños jugando en la arena, pero tras el vestido el terreno era todo de su propiedad, al menos durante una hora.

El montón de mierda fue acomodándose mejor al cuerpo del extraño para que le fuera más cómodo maniobrar y retorcer sus pezones, por lo que se vió en la obligación de abrir  ligeramente sus piernas.

En esas que el hombre digo “abre las piernas, lo más que puedas” y ella obedeció, subiéndosele el vestido y dejando sus agujeros, ya mojados, al aire.

Sin que ella fuera consciente de cómo pasó, él hizo un gesto a su perro, que deambulaba cerca de ellos y sin querer darse cuenta el animal estaba metido entre sus piernas y con el hocico muy cerca de su agujero.

Mientras sus grandes manos retorcían su pezón derecho y apretaban su ubre izquierda, animó al perro a lamer la entrepierna de la zorra que tenía entre los brazos, mientras ella le dirigió a él una lacónica mirada de auxilio para evitar males mayores. Él la ignoró, estaba absorto contestando unos whatsapps probablemente de alguna de sus putas.

El perro sacó su lengua y acercó su hocico a los agujeros del montón de mierda, pero sin atreverse a entrar en contacto. El hombre, al ver que el animal no se decidía ordenó a la cerda que acercara su culo a su boca... ella obedeció, acercó su entrepierna a la boca del animal y este lamió por primera vez. Puede decirse que le gustó, porque desde ese momento no paró de hacerlo durante un buen rato.

El hombre no paraba de manosear las ubres del montón de mierda mientras su perro se dedicaba a su entrepierna. De vez en cuando él giraba la cabeza como para comprobar que estaba todo en órden y volvía la vista a su móvil que evidentemente tenía mucho más valor que el asqueroso montón de mierda abusado por extraños.

Las palabras que salían de la boca de ese hombre con suerte, eran del estilo de “¿te gusta puta?” “pero que cerda eres”, “cómo disfrutas, ¿eh zorra?”

Cuando se hubo cansado de esa postura y probablemente de las ya magulladas ubres del montón de mierda y al ver que seguían sin ser los únicos en la playa decidió que tenía que aprovechar de alguna forma la oportunidad que se le estaba presentando para ponerse cachondo aunque no pudiera follarla por el hecho de tener público.

Tumbó al perro junto a su regazo y le acarició para que permaneciera tumbado.

Tumbó boca abajo al animal a su lado también para poder sobarle el culo.

Cuando la cerda 28 esperaba que la situación no pasara de ahí debido a la presencia de niños en los alrededores, el extraño preguntó “¿te gustan las pollas cerda?”

Él contestó antes de que ella pudiera abrir la boca diciendo “las adora, es más, esperaba que una polla fuera hoy su merienda”.

El extraño señalando la polla del perro dijo “así será, no te defraudaré”.

Ella abrió los ojos como platos.

Su cabeza estaba muy cerca del animal tendido y dispuesto.

El extraño ya no era tan inocente a sus ojos, ¿!!¿!¿pretendía que chupara la polla de un perro!!?!?

Su cabeza ardía en pensamientos cruzados, miraba al extraño, le miraba a él, miraba al perro... “hazlo”, fue todo lo que él dijo.

Se acercó al perro reptando sobre la arena hasta llegar al regazo del extraño donde descansaba el perro.

Cuando tuvo la polla del perro a su alcance, lo primero que hizo fue tocarla con los dedos, para ser cual era su textura, su temperatura. El perro se movió inquieto pero el extraño lo tranquilizó.

“Vamos, no tengo todo el día” dijo el extraño.

Ella acercó su boca a la polla y sacó la lengua para lamerla.

El perro no se movía

La polla latía bajo su lengua

La ensalivó

El perro permanecía quieto mientras era acariciado por su dueño

Finalmente no tuvo más remedio que levantar la polla con la lengua y metérsela en la boca

El perro empezó a moverse, a ponerse nervioso

El extraño lo sujetó y lo calmó

“Lame, sólo lame, creo que tu boca no le gusta demasiado”

Y ahí estaba el montón de mierda, humillado y vejado por un puto perro.

Cualquier animal era superior a ella y ella lo sabía, pero lamer la polla de un perro... zoofilia al fin y al cabo... jamás pensó llegar tan lejos, jamás pensó que él permitiera algo así.

Las circunstancias habían hecho que las cosas hubiesen ido de esa forma y él no podía ni quería pararlas. Intervendría si era necesario, pero lamer la polla de un perro no era algo tan asqueroso que un montón de mierda bien educado como ella no pudiera aceptar.

Lamiendo la polla estaba el montón de mierda cuando el extraño dijo “para, ahora me toca a mi”.

Él levantó la cabeza, la playa estaba desierta, sólo ellos la ocupaban,

El extraño dejó marchar al perro y estaba abriéndose la bragueta de los pantalones para liberar una polla ya enorme, cuando él dijo “se acabó tu hora, quizá otro día”.

Al extraño se le desencajó la cara, empezó a decir un montón de “pero es que...”, pero él se mantuvo impasible, tenía una hora y la hora había finalizado, quizá otro día tuviera más suerte, quizá otro día volvieran a encontrarse.

El extraño intentó que se dieran los teléfonos para que le permitiera volver a usarla, le dijo, le prometió que no se arrepentiría si volvía a dejar que abusara de ella, que sabía hacerlo, que era bueno tratando a zorras como ella.

Él no le hacía caso... el extraño insistió en darle su teléfono por si cambiaba de opinión... él dijo que no tenía papel para apuntarlo como intentando quitárselo de encima... el extraño dijo que la cerda podía servir de papel, que le dejaría anotado su teléfono sobre la piel... él accedió.

El extraño escribió su teléfono sobre el trasero del animal junto a su nombre por si los planetas volvían a alinearse y le sonreían.

Él la obligó a llegar al coche desnuda y a cuatro patas ya que esa tarde no había podido exhibirse debidamente a consecuencia de la gente que disfrutaba de la costa al igual que ellos.

Ella lo sabía... estaba maquinando algo... no sabía el que, pero sabía que algo rondaba por su cabeza...

Esa noche soñó con el perro, con su polla, con lo guarra y asquerosa que había sido lamiendo la polla de un perro mientras él no había hecho nada por evitar esa situación... en ningún momento pensó en oponerse a ese tipo de vejación... se dejó hacer una vez más... estaba en sus manos, para lo que fuera, como fuera, donde fuera...