Cerda 28, parte I

Humillación y abuso de un animal entregado y arrastrado.

Estaba oscuro, la cerda 28 estaba atada con una correa sujeta a su collar, de una argolla en el techo del salón. Era una cerda, estaba sucia de los restos de comida de la noche anterior y de restos de semen con los que él había tenido a bien regarla. Su aspecto era asqueroso, no era de extrañar que él no quisiera esa noche compartir cama con ella, ni tan siquiera la hubiese dejado dormir en el suelo, a sus pies.

El aspecto repugnante se acompañaba de un castigo que duraba 24 horas, consistía en que cada vez que a él le apeteciera mear, ella debía irse a su rincón, ponerse de rodillas y abrir la boca para que él pudiera mearla donde mejor le pareciera, en su puta cara, en sus ubres, sobre su espalda, en su culo... incluso en su asquerosa boca.

O sea que aparte de sucia y oliendo a semen, la cerda 28 estaba meada en su rincón ya que él se había levantado a media noche con la vejiga llena y había descargado sobre ella sin siquiera encender la luz para poder ver donde apuntaba. Era como si se hubiese dirigido directamente al baño y sin levantar la tapa hubiese meado.

A la mañana siguiente su despertar fue el mismo que lo último que recordaba antes de coger el sueño, notó un caliente chorro sobre su cuerpo y una voz que decía “la boca” y acto seguido, se incorporó y recibió su meada en la boca. Él la obligó a tragárselo y la cerda no tuvo opción, lo hizo. Luego le acercó su polla para que se la limpiara, algo que ella agradeció sobremanera y de buen grado, lamiéndole los pies al finalizar la limpieza.

Había llegado a esa situación por voluntad propia.

No tenía dueño, pero admitía que él la utilizara desde hacía un tiempo.

Había aceptado ser degradada de mujer a animal, de animal a montón de mierda.

Admitió ser utilizada, admitió que se abusara de ella, todo sin recibir nada a cambio, salvo la atención de él, quien por otro lado, no tenía interés alguno en ella, salvo el hecho de que se divertía a su costa y en su puta cara.

Pero eso no era relevante, ella había accedido a que se le retirara cualquier derecho que tuviera en el pasado y aceptar que su único objetivo en esta vida era el de servir, ser útil y molestar lo menos posible.

No tenía dueño porque nadie quería hacerse cargo de ella, él no la quería. ¿porqué iba a comprometerse con aceptar a un animal baño su abrigo cuando podía obtener de él las mismas cosas que si fuera suyo? Era un animal estúpido, idiota e imbécil. Él lo sabía y era uno de los motivos por los que no tenía intención alguna de que formara parte de su propiedad.

Sus quehaceres cada mañana eran muy similares a no ser que se le ordenara algo distinto... limpiaba su rincón con ahínco para desinfectarlo y evitar la acumulación de malos olores, le preparaba el desayuno y era encerrada en la mini-terraza que había junto a la cocina mientras él desayunaba.

Sólo entonces era conducida de la correa y a cuatro patas a la terraza, depositada en el centro de la misma y limpiada a chorro con agua procedente de una manguera colocada a tal efecto.

El agua estaba fría, salía con presión y dolía al contacto con la piel, pero era la única ocasión en todo el día en donde disponía de agua para poder adecentarse y intentar que él no sintiera vergüenza de ella ante terceros.

Hacía frío y no se le permitía secarse con prenda alguna, por lo que se la dejaba atada en la terraza hasta que se secara con el viento para luego ir a por ella y bajarla de nuevo a casa.

Era una cerda, era muy cerda... tenían que salir... la cerda 28 siguió las órdenes de vestimenta que había recibido, nada de ropa interior, el menor número de capas posible y accesible en todos los agujeros y ubres... se puso una camiseta, una falta y sandalias, sin sujetador ni tanga por lo que sus agujeros quedaban a su merced.

Salieron de casa no sin antes quitarle la correa, no solía llevarla cuando salía de casa, pero sí el collar que permanecía casi las 24 horas agarrado a su cuello. A él le gustaba de vez en cuando agarrarla por una de las argollas que tenía y recordarle que no era más que un puto animal asqueroso y rastrero a su merced y que podía hacer con él lo que quisiera, mientras le escupía en su asquerosa cara.

Llegaron al parking para coger el coche... la cerda haría de chofer... su lugar estaba bien en el maletero, bien haciendo de chofer... en esta ocasión tocaba conducir.

En cambio, antes de partir se le ordenó ponerle la polla dura a quien se aprovechaba de ella. Se arrodilló delante de él, que había echado para atrás el asiento delantero y se dedicó a lamer y mamar la polla. Él decidió que una cerda como ella debía ir enseñando sus ubres, así que se las sacó por el escote de la camiseta y las manoseó mientras ella se trabajaba la polla.

Cuando ésta estuvo dura, él la apartó de un manotazo y le ordenó partir.

Pusieron rumbo a ninguna parte y acabaron en la playa que había junto al faro.

Él había ido sobando las ubres del animal durante la mayor parte del camino, así que su polla, si bien no estaba dura del todo, se encontraba todavía morcillona.

Cuando llegaron a la playa él buscó un lugar para sentarse y ponerse cómodo mientras disfrutaba del mar, de las olas y el paisaje. Ella permanecía a su lado, a cuatro patas y esperando instrucciones... cuando él se hubo sentado cómodamente en una roca donde podía reposar la espalda y disfrutar del mar, se abrió la bragueta y dijo “acaba lo que has empezado montón de mierda”. A la cerda le faltó tiempo para meterse entre sus piernas y empezar su trabajo, que no era otro que complacerle en cualquier cosa, en cualquier momento y de cualquier forma.

Él mientras tenía al animal entre las piernas, cogió su móvil e hizo varias fotografías al mar, le gustaba el mar, el ruido, las olas... ya que tenía el móvil fuera, hizo también un par de fotos a la cerda que le comía la polla para poder enviársela a cualquiera de sus amigas, para así humillarla un poco más, para así hundirla y que todos supieran que él abusaba de una cerda como quería y cuando le apetecía. Ella no dijo nada, se dedicaba a hacer su trabajo lo mejor posible.

La playa estaba desierta cuando llegaron, pero en un momento dado apareció un hombre paseando a su perro... les echó una mirada, se llevó la mano a la cabeza y siguió a lo suyo pero sin dejar de lanzarles miradas furtivas. Para humillar más a la perra, como estaba a cuatro patas y con el culo apuntando al mar, a él se le ocurrió levantarle la falta para que ese buen hombre que paseaba al chucho pudiera contemplar el trasero del montón de mierda.

Y así ocurrió, el hombre recorría la playa de lado a lado pasando de vez en cuando delante de ellos y observando como la cerda 28 estaba mamando una polla mientras su culo era objeto de cualquier mirada ajena a la estampa.

Una de las veces en que el hombre pasó a su altura, él obligó a la cerda a abrir más las piernas para que aquel desconocido pudiera ver sus agujeros.

El hombre, al ver que no paraban, que se insinuaban y que parecía todo lo más normal del mundo, cogió a su perro y se encaminó hacia ellos.

Los dos hombres se saludaron cortésmente, mientras la cerda, humillada y roja de vergüenza continuaba con su trabajo. El paseador de perros no pudo evitar que su perro, al que llevaba atado de la correa, acercara su hocico a la entrepierna de la cerda. Iba a disculparse, cuando él le hizo señas de que lo dejara, que no pasaba nada, incluso llegó a decirle que le dejara hacer, que lo que tenía entre las piernas era simplemente un montón de mierda que merecía ser humillado y ultrajado incluso por un perro.

El perro olisqueó e incluso dio varios lametones al agujero de la cerda justo en el momento en que él se corría en su puta boca. La cerca 28 hizo varios movimientos para conseguir no desperdiciar nada de lo que saliera de su polla y el perro se asustó y se apartó.

El desconocido permaneció de pie, observando, boquiabierto y empalmado.

Cuando él se recompuso y se puso en pie, entabló una breve conversación con el desconocido... de la cual lo único que la cerda llegó a oír fueron murmullos y risas...

Silbó al montón de mierda y éste se apresuró a seguirle hasta el coche, dejando la pobre desconocido con la boca abierta y desconcertado.

Ya en el viaje de regreso, la cerda fue sobada y humillada recordándole que había sido lamida por un perro y se le indicó que mañana en el mismo lugar, a la misma hora habría más... desconociendo la cerda                 a que se refería exactamente... más exhibición como hoy... sería utilizada por el desconocido que hoy se había limitado a mirar... sería montada por el perro...