Centro de gravedad

Portador de un cuerpo con el centro de gravedad en su sexo, ingrato poseedor de la sustancia química que al mezclarse con mi mirada, provoca la reacción húmeda y rígida en mis adentros.

Portador de un cuerpo con el centro de gravedad en su sexo, ingrato poseedor de la sustancia química que al mezclarse con mi mirada, provoca la reacción húmeda y rígida en mis adentros.

Colección de virtudes y olores, brazos inflados cual pan con levadura.

Jorge camina hacia mí. Mira el sabor que me provoca, ritmos cardiacos creciendo.

Perfecta V que sus hombros y cintura tienen, que tantas veces he soñado apretar con mis piernas. Pecho moreno, con atribulados pelos que mi imaginación me indica que pican, como deben de picar sus puntas y falanges, esos pulgares gruesos que aprisionan el vaso que lleva, ese índice que me apunta, ese medio que ya siento en mis cavernas.

El sillón bajo, a la altura precisa para distinguir una cordillera, que su mezclilla resalta y con hambre me he de comer.

Brazos rígidos, con el punto perfecto de negro, que no da asco por el largo, ni invita a voltear por la escasez.

Sonrío y me sonríe. Mirada lánguida y taciturna, que ve el futuro de lo que sucederá.

Hombre compartido, entre sus múltiples amigos, su esposa, sus tres hijos.

Desinhibido libador, que conforme pasa el grado etílico, se desprende de las caricias familiares y busca, desde madrearse o platicar de sexo.

La distancia se comprime, escaso margen para yo pensar.

¿Porqué tan solo mi Ray? (gutural voz, que alarga la o y el doble sentido, dirige mi Jorge)

¿Porqué tan bañadito mi giorch? (acompaño la respuesta a un bien dirigido cierre de ojo y sonrisa)

Pos pa ver quien quiere olerme. (Confrontación de mirada, acompañado de un breve gesto manual en su región pélvica)

Mi gusto perverso me delata, dejo de ver sus ojos y veo su mano, que suplicante atesora el valor de las palabras.

Nunca me ha gustado decirle Jorge, le va mas el mote del "giorch", personaje del rodaje particular en mi cinematógrafo personal.

Libre pensador heterosexual, piensa que mi presencia lo ofende, que mis miradas lo dañan y sobrio no alcanza a comprender, que un hombre entero haga que se le pare la verga de solo verme. Que en nuestra camaradería de trabajo, él haga bromas de putos con los demás, pero no conmigo. Que yo haga bromas de putos con los demás, pero no con él.

Extiendo mi mano de camarada y él extienda su brazo que unido a mi mano, hace el primer contacto. Químicas varoniles que se encuentran y trascienden la mano y lo dejan pendejo, que el leve frío de su palma, se encuentre con el calor benéfico de mis dedos.

Conste. Expreso al jurado, él se me acerco, él quiere identificar el promisorio beneficio de mi compañía. Yo no pretendo nada, que quede en actas.

Se sienta a mi lado, con calma, como para acomodar la poderosa reacción que le he provocado.

Y la Juana, te dejo por otra verga. ( Compañera aficionada a la música electrónica y a los grandes pitos, confidente de peda, buena para ligar y poseedora de dos buenas tetas. ) Expulsa mi Giorch

Sepa, se perdió o se fue. ( Atisbo en mi cuba, como para poderla encontrar ahí. Mientras su pierna, acolchonada de pelos y músculos, se paraleliza en la mia)

Ja, jra (guturaliza), se me hace que ya le están vaciando la calentura.

De que hay confianza, la hay. Cambia de mano su vaso y dirige su mano a mi rodilla, bajando un poco los nudillos para advertir que si tengo músculos.

El simple toque hace que pulse mi putería. Guío mi mano a su cuello 18 y medio, sabedor de lo que le ha dicho a su mejor camarada, al que me chinga y chinga. De que el Giorch, quiere conmigo, que mi simple piel cálida, le provoca lo que ninguna mujer. Confesión después de varios pomos, hecha en mi ausencia.

Hoy viernes 13, fiesta de cumpleaños, en casa de la chingada, por lo lejos. Veo que cierra los ojos, engolosinándose en el toque. Disfrutando el breve masaje que le doy.

Pinche Ray, estas bueno para anunciarte. "masaje relajante".

Pinche Giorch, estas bueno … para la peda, cabrón.

El ataque primario de su mano en mi pierna y secundario, de mi mano en su cuello, ha surtido efecto, pero de retirada. Quita su mano, se aleja unos centímetros, quito mi mano y vuelvo a hipnotizar mi cuba. "Puta madre", grito en mis adentros. Se levanta y me hiere con su "voy al baño".

El Charlie, o sea, su mejor amigo, el que chinga y chinga, de que el Giorch quiere conmigo, aparece en el pasillo, me ve y se acerca. Gordo y bueno para el chisme.

Que pedo, mi Ray. ¿Ya cayo?

Pinche Charlie, deja de chingar con eso, no soy puto, ni el Giorch.

Pinches tus dientes, te digo que ya pedo, mi Giorch me dijo que casi se viene cuando lo tocas.

No mames y no me hagas encabronar.

Si mamo, pero te va a costar.

Ni que estuvieras tan bueno.

Pos ya te dije, mi Giorch es bien putote, me consta.

Putote tu Papá. Ya no estés chingando.

Pos tu sabrás.

Estas últimas palabras, de este duelo de ofensas, me dejan perplejo. Que pinche afán del Charlie de decirme cosas. Cosas que me molestan y me orillan a pensar en algún pinche juego o en alguna puta apuesta que traen estos.

Pero si fuera apuesta, cuantos de la oficina estarán apostando que yo soy puto.

Gente bailando, las buenas con los feos, los guapos con las feas. Música norteña para bailar de pegadito. Gente compactada viendo el baile. Gente a mi alrededor disfrutando del baile y de la crítica.

Me siento pedo y molesto. El Charlie es objeto de mis críticas mentales, pinche panza, rozándole las buenas chiches a la chaparrita buenona de la oficina. Ahí está el cotonete, por lo flaco, lo rizado del pelo y lo mugroso. Ahí esta, bailando con la Señora García, la escultural y liposuccionada Señora García, jefa de las secretarias.

Siento una mirada y volteo exactamente para comprobar que el Giorch esta loco por mis nalgas. Ya pedo, ni se da cuenta de que se está acariciando el pene y viéndome la espalda baja, tal vez imaginando que se sentirá.

Tengo un conflicto, si es cierto lo de la apuesta o si es cierto que en verdad lo vuelvo loco de lujuria. Cachondo le tomo a mi cuba y me acerco a él. Se hace pendejo ahora viendo el baile. Desapercibidamente ataco. Mis dedos se introducen en su manga, ahora si cabrón, acaricio su rígido bíceps y toco los mechones calientes y llenos de sudor.

Arremeto.

Que pedo guey, ¿quieres ganar la apuesta?

Mirada alcoholica, directa y en mis ojos. Mirada de interrogación, ineludible estandarte de su desconocimiento.

Apuesta, pos si yo no se bailar.

Río de buena gana, eso si, sin dejar de acariciarle la pelambre húmeda de su axila.

O es buen actor o no sabe de que pedo le estoy hablando. El ritmo ha cambiado, favorito de las masas, el rock and roll, el rock de la cárcel, cárcel de tu olor y de tu calor. Se deja acariciar, gotas caen en mis dedos, mi calor y la estrechez de su manga corta, azul y húmeda.

Nuevamente cierra sus ojos y observo su enegrecida cara, su barba es de dos días. Sus pestañas chinas y su frente surcada. Su mano que baja hasta su hebilla y acomoda, soba su pene.

Mi mano sale de su cálido encierro y se limpia la humedad en su espalda. Rígidas bordean sus músculos, culminan en el cinturón.

Abre los ojos y su mirada me reta. Sus dientes, antes sonrientes, ahora demuestran coraje de saberse descubierto. Siento el coraje y hago espacio entre los dos.

Volteo para hacerme el pendejo, viendo como los fornidos hacen trisas a las ligeras. Siento las miradas al jefe, de la concurrencia, que sin hacer mella, vuelven al espectáculo. Estamos en la última fila del show. No hay nadie detrás, muchedumbre por delante y a los lados.

Hay viene la plaga, inunda el lugar. Así como su mano izquierda, toma mi hombro derecho y me acerca. Sonrío, el peligro ha terminado. Imaginen, madreado por el empleado.

Esa mano, cachonda y fría, baja poco a poco y se deposita en mi cinturón. Traigo una polo blanca, de esas de caballito y jinete en el pecho. Hurga el pulgar y se ubica entre el cinturón, la polo y mi miedo. Los otros cuatro dedos ven para abajo. Su palma rueda entre el comienzo de mis nalgas y la espalda. Las cuatro puntas de su extremidad alternan los toques a mi pantalón.

Da un sorbo de valentía y ahora quita el pulgar, introduciendo toda la mano en mis pantalones. Para que hacerla de pedo, me esta acariciando burdamente, la nalga izquierda.

Noche de fiesta y noche de valientes. Valientes dedos que hurgan cada vez más abajo y cual vil macho, buscan el culo.

Ahora soy yo el que cierro los ojos, apreciando el color de su mano, adentro de mis placeres.

Todo mundo con la vista en el baile, ha cambiado, ahora es todo un mambo. Comienza el conteo, mi mano atraviesa de mi cuerpo a su parte frontal. No la palma, sería muy atrevido, el dorso palpa su acariciable intimidad. Dorada anatomía, el hueso de mi muñeca, atisba a sentir la dureza involuntaria. Sus dedos, junto con mi ropa interior se encuentran plácidos, disfrutando mi ojete.

Termina el baile, hay que aplaudir la tanda. Cada quien hace lo suyo, yo como puedo tomo el vaso con mi boca y aplaudo. Él, solo me voltea a ver.

Suplicante, me dice.

Dame un raite a Tlane.

Ahorita. (digo pendejamente yo)

Ahorita. (dice él, abandonado en la orden)

Salgo de la casa sin despedirme, sabe donde está mi coche, porqué el del Charlie y él, quedo a un lado, llegamos juntos. Y ahora que pedo, la cavernosa voz de mi conciencia me dice.

Prendo el coche, prendo el radio, prendo un cigarro. Inhalo y me trato de tranquilizar. Calle obscura, focos apagados. Tres nudillos pegan en la ventana y abro los seguros.

Viene con un six para no perder la peda, un acomodo incómodo en el asiento, será por la hinchada erección y una nueva sonrisa hacia mi.

No deja de aparecer en mi mente la famosa apuesta ficticia o verídica. Considero válido alejarme de la zona y arranco el coche. Veo en los retrovisores sombras de gente subiéndose a otros coches.

Su voz, grave y engrosada por el alcohol ordena.

Dale para Cuernavaca, hay moteles chingones en la carretera vieja, no hay pedo.

No contesto, salgo del encierro automotriz y aligero el paso hacia Tlalpan.

Siento como su mano, se entrelaza con la mía y la dirige a su entrepierna. Nuevamente mi dorso hace lo suyo y palpa la agresiva arma. Ruego a Dios, que no haya pedos, ni alcoholimetros en el trayecto. Bonita noche en el tambo. Benditos coches automáticos, despego nuestras manos y las dirijo hacia mi entrepierna. Se resiste y me acuerdo que sería demasiado que me acariciara a mí.

Calle obscura que resplandece con un letrero que dice motel, se hace el dormido y pago la entrada. Cortina blanca con rayas azules y un 17 en la entrada. Estaciono y me bajo a cerrar el telón.

Oscuridad de las 2 de la mañana. Tiento el calor de mi coche y un cabrón que abre la puerta. Me voy de mi lado, respiro grava en el pavimento y una alma atrás de mí, que en cuanto pego mi mano al barandal de la escalera, me toma de mi cinturón y me empuja en la escalera.

Ay, digo yo. Él solo me abraza por detrás y pega su cuerpo, junto con el six en mi ombligo, diferencias de altura por la escalera. Sigo el ritmo de subir y la sanguijuela, pegada a mi trasero, bamboleándome hacia delante.

Me detengo en el dintel y me aprisiona su cuerpo. No me puedo mover. Creo que si lo dejo seguir haciendo esto, se va a venir de la impresión.

No me deja prender la luz. Me da miedo. Casi me avienta dentro, casi me caigo. Cierra la puerta. Su respiración y su falta de dialogo me espantan. En que se convertirá, es mi presentimiento.

Oigo el sonido de una lata abriéndose, un sorbo y un buscarme para que tome de ahí mismo. Esta frente a mí. Su respiración lo delata. La mano aprisiona mi brazo, se acerca y un nuevo sorbo en su boca. Busca con la lata mi boca y me lleva a una pared. Suplica sin palabras que lo beba. Alzo mi cara y el baja mi chamarra, fuertemente. Se oye la lata vacía correr de este espectáculo.

Me voltea contra la pared. Alza mi playera y violentamente me la quita. Un breve tiempo de por medio y oigo que otra ropa cae y no es la mía. Cual cama hindú, los pelos de su pecho pican mi espalda. He sido sumiso todo el tiempo, no me vaya a madrear.

Muevo mi cuerpo en sus púas, alzo mis nalgas hacia él. Simulo la penetración que se avizora. Mi fuerza cabrona contra su fuerza imponente. Busco el aliento con mi cabeza, no logro separarme. Toma mis manos y las sube a la pared. Sigue violento, como queriendo encontrar porqué le gusto tanto.

Ya que odia mi delantero, safo una mano y desabrocho mi cinturón, abro el pantalón y caen a mis rodillas. Él imita el movimiento y con una mano desabrocha el suyo.

Ropa otrora interior, se vuelve exterior. Un leve olor a sudor acompaña sus brazos. Una sola barrera nos impide completar el acto.

Es su erección, fiel presagio que le encanto.

Basta, hago tremendos esfuerzos para voltearme, casi lucho con sus fuertes manos. Logro tomarlo de una mano y donde me imagino está la cama, cae. Sus pies siguen en contacto con mis piernas. Libero mi pantalón y el suyo. Seguimos en interiores, no hay que engolosinarse.

Se que está acostado, piernas juntas y calcetines puestos. Comienzo a lamer sus piernas, sus rodillas. Su mano se aprisiona de mi pelo y me jala para arriba. Huelo su orín, mezclado con almizcle, de líquido transparente en su trusa ya húmeda. Lamo sus vestidos huevos. Abro mi boca y los engullo, uno a uno.

El indicador es la intensidad del jalón de pelos que me da, cada vez que hago algo que lo vuelve loco. Hincado, entre sus piernas, me deposito en su miembro erecto pegado a su cuerpo, mi nalgas se mueven en torno de él.

Me inclino y lamo el pelo de su pecho. Me da un jalón de pelos y me ubica en su cara. Momentos de indecisión. Una mano en mi cabeza, otra acariciando mis nalgas. Oigo un ay, callado y me jala hacia él. Estampa su sello en mi cara. Lenguas entrelazadas, cuerpos distendidos, que placer.

Muerde mis labios, con daño, con coraje. Mi bigote es rechazado, soy posisionado a su lado, casi rechazado. Y en un momento está todo su cuerpo sobre de mí. Verga contra verga. Pecho contra pecho, abdomen contra abdomen. Me sigue aprisionando.

Muerde mis pechos, mi ombligo y me quita los calzones.

Sube mis rodillas a su pecho y mi deseo aprisiona. Su verga entre mis nalgas, todavía vestida con su trusa de viejito.

Establece sus poderosas manos, debajo de mis rodillas. Siento el lametón en mi orificio. Siento sus mordidas en mis nalgas, su saliva bajando de su boca en mi culo.

Su fuerza y su brazo no dejan que baje mis piernas. Amor cabrío. Su frente en mis huevos. Baja su truza y se abalanza.

Direcciona su magno bastón en mi cerradura. Es castigo por mi atrevimiento.

Ahogamos nuestros gritos y la oscuridad plena, taciturna.

Venga el Rey.

Primer dolor, de saberse penetrado, mancillado, culeado.

Cada esfuerzo, acompaña su resuello, Mis piernas ahora alrededor de su cuerpo. Como te soñé haciendo esto. Como me castigas. Como me la metes. Como me gusta.

Abre su boca.

Así, así.

Como puede alcanza mi boca y me besa. Como puede me la mete más adentro.

Me atrevo.

Métemela cabrón, métemela.

Ignición y el pistón entra y sale.

Me la mete toda y me la deja toda. Toca algo que me hace desvariar. Es violento, tardío.

Me vengo entre su ombligo y el mío. Pegajosa inquietud ya salida.

Grita y me inyecta su lefa. Saca y se vuelve a venir. Permanece y se queja, vuelve a meter y otra vez siento como viaja su especie en mi culo. Cae rendido y pegado a mí.

Continúo aprisionado y solo se despega un poco, sin dejarme de penetrar y me deposita a un lado. Se pega a mi espalda. Continúa un breve esbozo de penetración y dureza.

Vil crudeza, crudeza vil. Entrelaza mi mano y la lleva a mi pecho. Su barbilla descansa y me da un beso en el cuello.

No podía ser de otra manera.