Centro comercial

Como pasarlo bien en un centro comercial. Es difícil de catalogar...

Volvíamos a vernos, era la segunda vez, y aunque en la primera no había pasado nada, sexualmente hablando, sí que nos había quedado a los dos la sensación de que nos gustábamos y nos sentíamos atraídos.

Estaba guapísima y mucho más sexi que el día que nos conocimos. Para esta ocasión, ella se presentó con una falda suelta de vuelo de color azul, con una blusa blanca que dejaba a la vista un precioso escote, rematado todo ello con unos bonitos zapatos negros de tacón.

En mi mensaje para quedar, le había adelantado que quería proponerle una cosa, a lo que ella me respondió con una pregunta..¿morboso? mi respuesta fue un sí rotundo, a lo que ella únicamente contestó …mmmm.

Nos saludamos con dos besos muy castos, al fin y al cabo, estábamos en un Centro Comercial, muy cerca de donde ella vivía. Ni que decir tiene que ambos estamos casados, así que siempre es mejor ser prevenido para  evitar situaciones incómodas.

Mientras nos tomábamos una cerveza en una terraza del Centro Comercial, me miró a los ojos y me preguntó por la propuesta morbosa que quería proponerle.

Le dije que le había estado dando vueltas a la fantasía que ella tenía, y que coincidía con la mía, de hacer un trío con una mujer, y que creía que había encontrado la solución, mostrando inmediatamente un gran interés por mi propuesta.

Mi plan era meternos en un probador de una tienda de moda que había en el Centro Comercial y allí hacernos unas fotografías subiditas de tono, los dos desnudos, en diferentes posturas, para subirlas a alguna página de intercambio de parejas, y aunque en mi imaginación se me habían presentado muchas maneras de continuar con la acción dentro del probador, no tenía mucha confianza en que llegásemos a algo más, al fin y al cabo, se trataba de un lugar público con bastante movimiento.

Nada más contarle la primera parte del plan, fotografiarnos desnudos y haciendo algunas posturas, pidió la cuenta de las cervezas, y nos fuimos en dirección a la tienda, sin cogernos de la mano, pero calentándonos con roces furtivos que los dos deseábamos dar y recibir.

Nos recorrimos la tienda, y después de coger varias prendas para probarnos, tanto de hombre como de mujer, nos dirigimos a los probadores que estaban más apartados. Antes de entrar nos abordó una joven dependienta, guapa y encantadora, indicándonos que ella era la encargada de los probadores.

Nada más cerrar la puerta del probador con el pestillo, nuestras bocas se encontraron, uniendo nuestras lenguas en un beso dulce y apasionado. Empecé a besarle el cuello y las orejas, mientras ella se restregaba conmigo para notar el bulto que se marcaba en mis pantalones.

Al oído le dije si le gustaría que la chica que uniésemos a nuestro juego particular, se pareciese a la dependienta que nos había atendido, respondiéndome con el beso más caliente de los que me había dado hasta el momento.

Bajé mis manos por su espalda, agarré sus nalgas, y seguí bajando hasta meter mis manos bajo su falda, descubriendo entonces un culito duro y suave, y el hilo dental del tanga que llevaba puesto.

Después de un buen apretón de mi "bulto" contra su pubis, nos separamos para cada uno empezar a quitarse su ropa, pero antes de haber prácticamente empezado, nos volvimos a besar, y mientras lo hacíamos, desnudamos cada uno al otro, con pasión, con urgencia, casi con rabia.

Los besos, las caricias, los lametones por todo el cuerpo acompañaron a ese mágico momento de desnudarse. Cada parte del cuerpo que quedaba al descubierto, era recorrido por el otro, como queriendo estudiarlo, conocer su textura, su sabor, su olor.

Para ver como gozábamos, nos colocamos mirando al espejo, sus manos apoyadas, y yo detrás de ella, agarrado a sus caderas. Estaba mojada, empapada, mi verga estaba dura y caliente, encastrada en la raja de su culo. Ella lo echó hacia atrás, y abrió sus piernas, las palabras sobraban, deslicé mi verga y busqué la entrada a su vagina, la humedad era mi guía, pero para asegurar la embestida, me la agarró con una mano y la colocó en la entrada.

Con un leve empujón fue abriéndose paso en su cueva, lentamente iba penetrándola profundamente, hasta que mi cuerpo chocó con el suyo. Tras un instante, empezamos a movernos acompasadamente, mis manos iban a sus pechos, acariciándolos, amasándolos suavemente, entreteniéndome en sus pezones, cuando íbamos despacio, y le cogían su melena y sus caderas cuando le daba duro.

Entraba y salía de ella, se sacaba mi verga, la ponía apoyada en su coño y cerrando las piernas se frotaba con ella, para volvérsela a meter, y así estuvimos durante un rato, empapándonos de sudor, embriagando el ambiente con un fuerte aroma a sexo.

A pesar de hacernos señas con nuestras caras desencajadas por el placer cada vez que se cruzaban nuestras miradas en el espejo, era inevitable no hacer ruido. En uno de esos momentos, ambos nos quedamos en silencio, y empezamos a oír un ruido extraño que procedía de un lugar muy próximo a nosotros. Aquello nos descentró y nos cortó la pasión que se había desatado en el probador, pero al prestar atención, descubrimos que se trataba de gemidos ahogados.

Con algo de esfuerzo, ella se subió sobre mí para ver el probador que se encontraba junto al nuestro, por el hueco que quedaba en la parte alta de la pared que los separaba. Que sorpresa se llevó, cuando descubrió a la guapa y simpática dependienta que nos había atendido, con los pantalones y el tanga en los tobillos, la blusa y el sujetador abiertos, mientras se masturbaba y acariciaba casi de forma convulsiva.

Mientras ella se masturbaba, descubrió a mi chica espiándola, e inmediatamente se detuvo, mi chica se bajó de mí y me explicó lo que había visto. Mi compañera se puso la falda y la blusa lo más rápidamente que puso, y mirando que no la viera nadie, salió del probador en busca de la dependienta que aún seguía dentro del otro probador.

Yo mientras tanto empecé a vestirme, imaginando que aquello era el final de una tórrida tarde de sexo loco, pero de pronto la puerta del probador se abrió, entrando las dos chicas.

Mi chica cerró de nuevo la puerta con el pestillo y me preguntó que qué hacía, y si pensaba que se había acabado,  para inmediatamente plantarme un tórrido beso, sin soltar de la cintura a la dependienta. Se separó, y me preguntó si me gustaba, y antes de que pudiera responder, nos juntó las cabezas para que nos diésemos también un tórrido beso.

Acercando su cara protestó diciéndonos que si para ella no había nada, momento en que nos separamos y empezaron ellas a besarse con un ansia feroz.

No lo dudé y empecé a desnudar a nuestra nueva amiga. Empecé por sus zapatos, los pantalones, su tanga, que dejó a la vista un precioso coñito totalmente rasurado, inflamado y colorado, por el tute que le había dado su dueña minutos antes.

Hice lo propio con mi compañera, aunque sólo me hizo falta quitarle la falda. Empecé a trabajarme aquel par de coñitos que estaban a mi disposición, yo de rodillas entre las dos, mientras ellas no dejaban de comerse la una a la otra. Me abría paso entre los labios de uno de ellos lamiendo, chupando, succionando y mordisqueando sus labios para llegar a pasar la lengua por el clítoris y meterla luego en su interior, introducía el dedo pulgar de una mano en el interior del otro, mientras que mi dedo índice masajeaba la entrada de su ano y le metía la punta suavemente.

Noté como lo que les quedaba de ropa caía junto a mí, y mirando por el espejo comprobé que sus bocas no dejaban de recorrerse los pechos, metiéndose sus pezones en la boca, tirando de ellos, mientras con una mano acariciaban y masajeaban el otro pecho. Alcancé a verles las caras, estaban idas por el placer y la lujuria que habíamos conseguido en aquel pequeño probador.

De vez en cuando, notaba como una o las dos a la vez me cogían por el pelo para apretarme contra su coño, como queriendo que mi lengua las penetrase más profundamente. Noté como las dos se corrían varias veces, mi cara se llenó de su flujo y se apoyaban sobre mí porque sus piernas les fallaban.

Tirando de mi pelo me levantaron, besándome primero nuestra dependienta y después mi chica, saboreando su propio sabor en mi.

Yo no había tenido aún ningún orgasmo, aunque mi excitación no era comparable con nada que hubiera vivido hasta el momento, lo cual era visible en lo tiesa, gorda y brillante que tenía mi verga.

Eso no pasó desapercibido para la dependienta, que poniéndose en la misma postura en la que habíamos estado follando mi amiga y yo, me ofreció su coñito para mi deleite. No me lo pensé dos veces, me coloqué y empecé a metérsela, ya no había vuelta atrás, el desenfreno era total, no reparábamos en ruidos, le daba duro, viendo por el espejo como sus jóvenes pechos se bamboleaban con cada embestida. Mi chica no quiso estarse quieta, así que se colocó entre las piernas de la dependienta y empezó a comernos a la vez mi polla y su coño, iba de su clítoris a mi tronco, me cogía los huevos y volvía a empezar.

Yo no podía más y estaba a punto de correrme, y se lo dije, dándose rápidamente la vuelta, se puso de rodillas junto a mi chica y entre las dos continuaron jugando con mi verga. Mi chica quiso ir más allá, y después de meterse un dedo en su coño bien lubricado, empezó a metérmelo por el ano, quería alcanzar mi próstata, y a fe que lo consiguió.

Sin avisar, empecé a tener un orgasmo brutal, eyaculando varias veces, algunas fuera y otras dentro de las bocas de mis chicas mientras ellas no paraban de chupar y metérsela en la boca. Al final, entré las dos me dejaron bien limpito, para después levantarse, momento que aproveché para darles un beso muy caliente a las dos.

Casi sin decir nada, nos vestimos los tres, buscando las prendas de cada uno en el amasijo en que habían quedado tiradas en un rincón del probador.

El olor que quedó allí era fuerte e intenso a sexo, cualquiera que entrase después de irnos  nosotros, sabría que allí había habido mucho más que palabras.

Cuando salimos del probador, mi chica y yo, nos dimos cuenta que la puerta que había de acceso a todos los probadores estaba cerrada, y que la dependienta sacaba una llave para abrirla, descubriendo en ese momento porque no nos había llamado nadie la atención durante el largo rato que habíamos pasado allí dentro los tres.

Le dejamos a nuestra dependienta las prendas que habíamos cogido para "probarnos" y nos fuimos de allí, no sin antes darnos un pico cariñoso a tres bandas y que nuestra dependienta particular nos invitase a volver cuando quisiéramos, diciéndonos que siempre era un placer atender a clientes como nosotros.

Sin duda, íbamos a repetir...