Cenas, fiestas y cosas de la vida (Cap. 4)

Cap. IV – Aitor

Cap. IV – Aitor

Néstor seguía visitando a sus hijas cada tarde, intentaba de alguna manera recuperar el tiempo que no les había prestado toda la atención que se merecían, los primeros días fueron un poco duros, las niñas no estaban todo lo receptivas que a él le hubiera gustado, pero día a día se las fue ganando con paciencia y amabilidad. Cuando cobró el primer sueldo del que pudo disponer de todo el dinero ganado sin los gastos de la residencia, les hizo un regalo de cosas que sabía que les hacía ilusión, solo el detalle de cómo abrían los paquetes con una sonrisa le dejó embelesado, que lo abrazaran y besaran dándole las gracias culminó sus expectativas, que Blanca y Nuria, sus hijas, volvieran a quererle como a un padre atento.

Aitor, ex surfista vasco, viajaba en su furgoneta para pasar un tiempo en la casa de su amigo José Antonio, se conocían de hacía muchos años, desde pequeños que veraneaban juntos y empezaban a hacer sus primeros pinitos con la tabla de surf. Más tarde le había acompañado a alguna de las competiciones, él ya era un reconocido deportista y por las noches habían tenido juergas muy sonadas en aquellos tiempos.

Cuando José Antonio se casó con Vero cada uno se dedicó a su vida, ahora con el tiempo los dos estaban establecidos, Aitor retirado de las competiciones tenía con su hermano un pequeño negocio en el país vasco, José Antonio hizo crecer su empresa y ganaba lo suficiente para tener una vida olgada.

Aitor se planteó el viaje sin prisas, dando algunos rodeos para surfear en algunas de las playas que sabía que la gente lo hacía y tenían buena fama, una vez que salía de su pueblo después de unos cuantos años dedicados al negocio, quería aprovechar para hacer algo de turismo antes de llegar al destino, su hermano se cuidaría de todo mientras él no estuviera.

No se había casado, le gustaban demasiado las mujeres como para dedicarle su vida a una sola, en sus tiempos de surfista profesional había follado mucho, tenía toda la pinta del típico surfista, pelo rubio ondulado, más corto que antes pero todavía con media melena, ojos claros y piel morena por el sol. Seguía practicando cada día con su grupo de amigos, al medio día antes de comer, era la hora que se juntaban en el mar viejas leyendas como él y jóvenes con aspiraciones, jóvenes a los que le gustaba ayudar con sus consejos para que consiguieran sus objetivos. Los fines de semana se encontraban en un bar propiedad de uno de la pandilla, decorado con motivos surferos como no, las juergas eran sonadas, cuantas noches salía de allí bien acompañado para su casa, la edad no le permitía competir a la altura de los más jóvenes en el agua, en conquistar mujeres y follar sí que se mantenía a la altura o más.

Paró en una famosa playa con su vieja furgoneta, bajó, abrió la puerta corredera central y se desnudó sin ningún problema, una familia que pasaba en aquellos momentos le vio el culo, el marido, quejándose de la indecencia a la vez que empujaba a sus hijos para que no miraran, la mujer, mirando de reojo con una sonrisilla mientras Aitor le guiñaba un ojo y se giraba para que le viera la polla, siempre había sido un poco exhibicionista.

Se puso el traje de neopreno dejándose la parte de arriba colgando por detrás, agarró la tabla soltándola de su soporte en la parte trasera y con ella debajo del brazo se dirigió a la playa, en la orilla, mojó la tabla y se puso la parte de arriba del neopreno. Estuvo surfeando un buen rato conociendo gente de la zona, algunos de los chicos más jóvenes aficionados lo reconocieron, eso propició que cuando acabó le pidieran algún autógrafo y le invitaran a una cerveza en el chiringuito, a su propietario también le gustaba surfear, en pleno verano con la playa llena de gente cada día no podía hacerlo, como todavía no era temporada alta estaba esperando para hacerlo al cerrar el local, estuvieron un rato hablando, le invitó a una segunda consumición y se quedó solo en un lado sentado en una mesa, disfrutando de las vistas de la playa bebiéndose una cerveza fría.

En la mesa de al lado un grupito de chicas reía, giró la cabeza y se encontró con la mirada de una de ellas.

CHICA: Surfeas muy bien.

AITOR: ¿Me has visto?

La chica movió su silla y se puso más cerca de él.

CHICA: Estábamos tomando en el sol ahí delante, no hace falta entender mucho para darse cuenta que tú dominas.

Aitor movió la silla para ponerse casi delante de ella.

AITOR: Bueno, tengo un poco de práctica con esto del surf, ¿y tú, cómo te llamas?

Se miraban a los ojos con una sonrisilla, los dos sabían que si querían podían pegar un buen polvo, era la típica cara y sonrisa de, “Te comería ahora  mismo”, sin disimulos.

CHICA: Me llamo Inés, ¿y tú?

AITOR: Aitor.

CHICA: ¿Vasco?

AITOR: Sí, donde están las mejores olas para surfear.

INES: Yo estoy de vacaciones unos días con unas amigas.

AITOR: Sois muy jóvenes, o me lo parece a mí.

INES: ¡Eh!, que tengo diecinueve y en este país puedo hacer lo que quiera.

AITOR: Vale, tranquila, no quería ofenderte, solo que no estoy acostumbrado a que chicas tan jóvenes y guapas establezcan conversación conmigo.

INES: Tampoco eres tan mayor, o te mantienes muy bien, no sé.

Le daban el último sorbo a la cerveza los dos mirándose a los ojos. Aitor pensaba, esta chica podría ser mi hija, pero que buena que está la cabrona, me parece que le voy a tirar la caña a ver si pesco. Inés, a la que siempre le habían atraído los hombres maduritos, veía en él a un espécimen muy atractivo para la edad que debía tener, a ella le iba a costar dar el paso, pero si él lo daba se lo follaba vivo.

AITOR: ¿Estáis en un hotel o algo así?

INES: No, estamos en la casa de una de ellas, nos ha invitado unos días aprovechando el puente festivo.

AITOR: Yo duermo y lo hago todo en mi furgoneta.

Se miraban a los ojos intensamente.

INES: Como buen surfero, vida errante, loca, de fiesta y sexo desenfrenado.

AITOR: ¿Quieres verla?

INES: Por supuesto.

Los dos tenían muy claro a lo que iban a la furgoneta, se levantaron, Inés se despidió de las amigas cogiendo su bolso, la miraron con una risilla, ellas también sabían a lo que iban. Llegaron a la furgoneta y Aitor abrió la puerta lateral.

INES: ¿Siempre la dejas abierta?

AITOR: No tengo nada de valor y me ahorro tener que ir con las llaves arriba y abajo.

Inés echó un vistazo dentro, vio en la parte trasera una cama de buenas dimensiones para ser aquello tan pequeño, miró a Aitor que se estaba quitando el neopreno quedándose en pelota picada.

INES: Vaya, que prisas.

AITOR: De prisa ninguna, tengo que dejar secar el neopreno antes de meterlo en la furgoneta.

Inés miró a los lados, vio que no había nadie por los alrededores y se acercó a Aitor, él le pasaba una mano por detrás de la cintura y ella se la apoyaba en un hombro, se miraban a los ojos justo antes de que los labios se juntara, primero un pequeño roce, después un piquito, se abrían para acoger el del otro en medio acariciándolo suavemente con la lengua, y por fin se encontraban las lenguas retorciéndose entre ellas aumentando el calor de sus cuerpos.

Aitor subió la mano de la cintura a la espalda estirando del hilillo  desabrochándole el sujetador del bikini, colocó bien a Inés contra la furgoneta poniéndose él delante intensificando los besos mientras su mano le recorría el cuerpo para acariciarle una teta, Inés le pasaba un brazo por el cuello y con la otra mano le agarraba el culo apretándoselo, Aitor separó los labios mirándole a los ojos.

INES: Buen culo, sí señor.

AITOR: Y buenas tetas.

A Inés se le escapó una risilla y se metió en la furgoneta, Aitor entró detrás cerrando la puerta de un tirón, la furgoneta era lo suficientemente alta como para poder moverse bien, no de pie pero casi. Inés se estiró en la cama y Aitor la besó recostándose a su lado, ella le agarraba la polla pajeándola, le gustaba ese control que tenían los maduritos, los chicos de su edad en ese momento tenían la polla tiesa a punto de reventar, sin embargo a Aitor se la iba a tener que trabajar para ponérsela dura. Aitor pensó que Inés era joven pero experta en el tema, que le agarrara la polla y lo pajeara denotaba una seguridad en ella sabiendo lo que hacía, sonrió pensando que había tenido la suerte de encontrar una chica de ese nivel en todos los aspectos, era justo lo que a él le gustaba, jóvenes y que sabían lo que hacían, a veces le había tirado los tejos alguna que luego tenía que enseñarle unas cuantas cosas para salir airoso del encuentro, eso no le gustaba nada, él ya no estaba para tener que enseñar nada a nadie.

Inés cerraba los ojos cuando Aitor le atrapó entre sus labios un pezón, se lo chupaba con paciencia a la vez que le acariciaba suavemente con la mano la otra teta, se los puso duros en un momento, se volvieron a besar, él estiró de la braga del bikini quitándosela, Inés se daba la vuelta metiéndose la polla en la boca abriendo las piernas para que él pudiera meterse en medio y atacarle el coño, con las primeras pasadas de lengua alrededor del chocho, su olor, viendo que estaba mojadito de excitación y las maniobras de Inés con la boca, le pusieron la polla todo lo tiesa que podía tenerla.

Empezaban a gemir, Aitor le succionó el clítoris y ella levantó la cabeza abriendo los ojos gritando de placer, Inés se dio media vuelta subiéndose encima de él, le agarró la polla y le miró los ojos.

INES: ¿Tienes un condón?

Aitor le sonrió abriendo un pequeño hueco sacando una caja que le dio a Inés, mientras ella la abría él pensó que era uno de los inconvenientes de follar con una extraña, aunque aquella chica no tenía pinta de tener ninguna enfermedad, y si la tenía ya era tarde, porque le había metido todos los morros en el coño sin miramientos, probablemente era por precaución de no quedarse embarazada.

En ese momento Inés ya le estaba acabando de poner el condón, apretando la mano hacía abajo rodeando su polla para desplegarlo hasta el final, le miró los ojos moviendo el culo para ponerse encima dirigiendo la polla a la entrada de su vagina, se fue dejando caer poco a poco hasta sentarse encima de la piel de Aitor que gemía suavemente al notar el coño de Inés caliente y lubricado, ella cerraba los ojos apoyando las manos en el pecho de Aitor, moviéndose lentamente abriendo la boca por donde se le escapaban pequeños gemidos de placer.

Estuvieron en esa postura un ratito, ella casi llega al orgasmo cuando Aitor la giró poniéndose encima, le abrió las piernas todo lo que pudo, se sujetó con las manos en la cama y con el cuerpo erguido movía sus caderas penetrándola profundamente, Inés le agarraba el culo con una mano y con la otra le acariciaba el pecho. Inés pensaba que la había hecho cambiar de postura justo cuando estaba a punto de correrse, eran las cosas que le gustaban de los hombres maduros, sabían cuando era el momento de hacer las cosas, ahora seguía más excitada con las piernas muy abiertas sintiendo como la empotraba contra la cama.

En esos momentos Aitor se la metía con golpes secos y duros que le hacían gritar de gusto, ni le llegó a pasar por la cabeza que estaban en una furgoneta en medio de un parking de playa con más coches alrededor. Se miraban a los ojos, los dos sabían que habían entrado en un ritmo que les iba a llevar al orgasmo sin remedio, Aitor le acarició la cara con una mano y ella le agarró el dedo pulgar con la boca chupándolo como si fuera una polla, gimieron a la vez la penetraba con más fuerza, gritaron, Inés levantó un poco sus caderas para que se la metiera más profundamente y le apretó el culo con fuerza, Aitor sabía que se iba a correr, con el primer grito del orgasmo bajó un poco el ritmo moviéndose para acompañarla a ella, los dos gritaban, ella se agarraba a su culo y la espalda apretando las manos, él iba llenando el condón de leche en cada embestida, el fuego se fue apagando y las respiraciones fueron volviendo a su ritmo.

Se miraban estirados de lado en silencio, Aitor se había quitado en condón tirándolo en un recipiente que tenía para la basura. Inés le pasaba la mano por el pecho y él le acariciaba el pelo por la nuca.

INES: ¿Cuándo te vas?

AITOR: No tengo prisa, hoy o mañana, siempre viajo a mi ritmo.

INES: Yo me voy mañana, estaba pensando si saldrías a cenar conmigo esta noche.

AITOR: ¿Y tus amigas?, no se enfadaran.

INES: Sabemos que cuando una de nosotras encuentra un oportunidad, como yo hoy contigo, la tenemos que aprovechar, ellas se lo pasaran bien juntas sabiendo que yo también estaré disfrutando.

AITOR: De acuerdo, quedemos para cenar.

En el lugar y hora pactados Aitor la veía venir, se había puesto una minifalda y una blusa que lo iba a llevar por el camino de la amargura hasta poder comérsela entera, como le podían rebotar las tetas de aquella manera tan majestuosa sin que se le salieran de su sitio, Inés le acarició la cara cuando llegó a su altura, cenaron en una bonita terraza. Mientras cenaban, Aitor, hombre sobre los cuarenta y algo, aunque todo el mundo pensaba que tenía menos años, pensaba en las razones para que una joven como Inés se pudiera fijar en él.

AITOR: Dime Inés, ¿por qué has querido salir conmigo?, puedo entender lo de esta mañana, un calentón lo tiene cualquiera, pero querer que nos volvamos a ver esta noche me tiene intrigado.

Inés le miraba sin darle importancia a la conversación.

INES: Porque me gustas, me apetecía, yo que sé, porque puedo.

AITOR: Es que podría ser tú padre, no sé si lo has pensado, seguro que por aquí podrías haber salido con el chico que te hubiera dado la gana.

INES: Que pesaditos os ponéis los hombres con la edad, me gustáis maduros, no me gustan los chicos de mi edad o un poco más mayores, se creen que lo saben todo cuando no se enteran de nada, se dejan impresionar, los llevo por donde quiero cuando quiero, la mayoría como no están a la altura buscan cualquier excusa y desaparecen. Y otra cosa, no saben follar duro, están esperando a ver que pueden o no pueden hacer, en fin, son un desastre, me gustáis más hechos, más seguros, como tú.

AITOR: Caramba, parece que lo tienes claro.

INES: Tan claro como que esta noche te voy a reventar, lo de esta mañana ha sido un aperitivo, cuando acabemos de cenar me vas a demostrar si estás a la altura o no, quiero follar hasta que amanezca o te de un ataque cardiaco, porque con estas edades ya se sabe.

Inés se moría de risa y Aitor estaba encantado de haber conocido a una chica tan joven y tan madura a la vez.

Acabaron la cena y en la furgoneta buscaron una bonita y solitaria playa en las afueras para aparcarla, pasaron a la parte posterior, Aitor se le tiró encima besándola, sus manos le acariciaban la cintura y ella la cara, esas manos no tardaron en moverse de sitio, las de él buscándole la blusa para quitársela, llevaba toda la noche mirándole aquellas tetas escondidas con ganas de tocárselas, las de ella sobándole la polla por encima del pantalón. A Inés no le gustaba perder demasiado el tiempo, quería sentir la polla de Aitor en su mano, como crecía y se ponía dura mientras ella se la apretaba.

Aitor seguía ofuscado comiéndole los pezones, no podía creer que pudieran ser tan grandes, los sentía en su boca duros mientras los succionaba suavemente. Inés que seguía agarrándole la polla con una mano con la otra le apretaba la cabeza a la vez que jadeaba, esa era una de las cosas que le gustaban de los hombres experimentados, sabían que presión tenían que hacer para darle placer, esa boca y esa lengua comiéndole los pezones le estaban mojando el tanga de lo cachonda que la estaban poniendo.

Estiró de su camiseta quitándosela, él le desabrochó la faldita y se la quitó, ella le bajaba la cremallera de la bragueta con prisas para quitarle los pantalones, Aitor ayudó a quitárselos con la ropa interior quedándose en pelotas, le agarró el tanga por los lados y de un tirón salió volando, le abrió las piernas y se tiró literalmente a comerle el coño, Inés apoyó con fuerza las manos en la cama abriendo mucho los ojos dando un buen gemido, aquella lengua recorriéndole los rincones de su sexo la ponía ciega de placer, sabía donde pararse, donde meterla, donde sacarla y qué hacer para tenerla en un grito constante del gusto que sentía, tan fuerte era que se acabó corriendo antes de lo que pensaba.

Aitor se incorporó también sorprendido por la corrida de Inés, antes de poder decir nada le había agarrado la polla pegándole unos chupetones tremendos, miraba y pensaba, ¿cómo puede meterse la polla tan adentro esta criatura?, se va a ahogar, y así parecía por las arcadas y los sonidos guturales que salía de su garganta. Otra cosa era como se la estaba poniendo, tiesa a punto de reventar y ensalivada por todas partes, la saliva caía a la cama escapándose entre los dedos de Inés que le agarraba la polla estrujándosela.

Se pudo escuchar en la noche las palabras de Aitor, “Te voy a follar hasta reventarte”, y las de Inés, “Empótrame sin miramientos pedazo de cerdo, fóllame duro”. Abrió las piernas todo lo que pudo, él se acomodó en medio, se cogió la polla y la apuntó en la entrada de la vagina, Inés le miraba con los ojos brillantes, la fue introduciendo suavemente hasta el final, ella cerraba los ojos sintiendo como se abría paso rozando sus paredes vaginales, Aitor la sacó hasta la punta dando un golpe de caderas pegándole un pollazo tremendo, fuerte y seco, ella abrió los ojos dando un grito tremendo, le fueron siguiendo uno detrás de otro, a Inés se le ponían los ojos en blanco agarrando con fuerza la sabana.

Aitor enloquecido seguía sin descanso penetrándola una vez detrás de otra a golpes secos y duros, los dos gritaban, ella levantaba las caderas en cada penetrada para sentirla lo más profunda posible, pasada de vueltas por el placer gritaba…

INES: Sigue, sigue duro cabrón, me corro, me corro, sigue…

Él al oírla apretaba más el ritmo hasta ver como se corría con los ojos en blanco, girando el cuerpo de un lado al otro, al acabar, Inés estaba boca arriba, con las piernas abiertas jadeando, miraba a Aitor a los ojos, le gustaba que la follaran duro, por eso prefería hombres de cierta edad que tenían la confianza en ellos mismos para hacerlo, pero lo de aquella noche era diferente, aquel espécimen tenía una forma física fuera de lo común para su edad, por no hablar del aguante sin correrse.

Estaba con sus pensamientos cuando Aitor la agarró por la cintura girándola, le subió el culo apoyándola en la cama por las rodillas,  a cuatro patas la volvió a penetrar de un pollazo tremendo, el alarido de Inés se escuchó por toda la playa.

AITOR: ¿Quieres que te folle duro zorrita?, vamos pídemelo, pídemelo.

INES: Reviéntame el coño cabrón, reviéntamelo a pollazos si tienes huevos.

Aitor volvió a enloquecer follándola por detrás a cuatro patas, los golpes que le daba en el culo con su cuerpo eran pa matarse, poco le debió parecer a ella que fue moviendo acompasada el culo llevándolo atrás en cada penetrada haciéndolos durísimos, si alguien hubiera pasado por allí en aquel momento se hubiera asustado de los gritos que daban, mezcla de placer y lujuria que les hacía follar como salvajes, los cristales de la furgoneta chorreaban del calor generado dentro. Un último alarido de Inés marcó el inicio de su última corrida, su cuerpo cayó sin fuerza encima de la cama, se notaba el coño destrozado de tanto roce.

AITOR: ¿Ya está?, ¿no puedes más?

INES: Eres un hijo de puta, ya sé como os gusta correros a los cerdos como tú.

Se giró agarrándole la polla, le miró a los ojos y se la metió en la boca pegándole unas succiones tremendas, Aitor tuvo que sujetarse en las paredes de la furgoneta para no caerse.

INES: Te vas a correr en mi boca y en mi cara, como a ti te gusta, ¿verdad pedazo de cerdo?

Aitor la veía tan salida de sí que se estaba poniendo como una moto, se lo estaba follando con la boca a un ritmo de locos, después de varias entradas y salidas apretándole los huevos con una mano dio un grito, ella le sujetó la polla con fuerza succionando lanzándole el primer lechazo dentro de la boca, el segundo también, los demás se los tiró en la cara mientras le salía la leche por la boca abierta, resbalándole por el cuello cayéndole encima de las tetas.

Descansaron estirados uno al lado del otro mirando el techo de la furgoneta.

AITOR: ¿Cómo puedes ser tan buena con la poca edad que tienes?

INES: Bueno, ya soy mayor de edad, para muchas cosas.

Rieron y se fueron a bañar en el mar desnudos, unos cuantos besos y caricias dentro del agua para acabar durmiendo juntos hasta el día siguiente. La dejó donde ella le dijo y siguió su camino hasta el próximo destino, mientras conducía una sonrisa le atravesaba la cara, sexo nunca le había faltado, pero de aquella manera y con una chica tan joven era la primera vez que le pasaba.