Cenas, fiestas y cosas de la vida (Cap. 3)

Cap. III – Gloria y Julio

Cap. III – Gloria y Julio

Julio vivía en un pequeño piso con su mujer Amanda, llevaban muchos años casados y una buena convivencia, no habían tenido hijos y llevaban una vida tranquila. Él era funcionario con un horario de mañanas, ella trabajaba en una empresa todo el día, se despedían por la mañana y no se veían hasta la noche, puede que por eso él se aficionara a la cocina, para pasar el rato y no aburrirse.

Una tarde cocinando algo para la cena de aquella noche, miraba por la ventana cuando vio en el edificio de delante a una mujer retirando la ropa del tendedero, le llamó la atención su cara seria, pensó que aquella mujer no hacía pinta de ser feliz en su vida, debía de hacer poco tiempo que vivía allí porque no recordaba haberla visto antes. Prestó atención a los fogones y cuando volvió a mirar ya no la vio, cocinaba y de tanto en tanto se le escapaba la mirada a una ventana que parecía que era su habitación, a aquella hora el sol le entraba y se podía ver perfectamente dentro, acabó de preparar la cena y se fue a sentar en el sofá para esperar a Amanda.

Al día siguiente que era sábado volvió a ver a la vecina, hablaba con una niña adolescente sonriendo y parecía contenta, pensó que debía ser su hija, entonces entró un hombre donde estaban ellas y las dos se pusieron serías escuchando lo que les decía, desaparecieron todos de su vista. Por lo que pudo observar en los siguientes días entendió que era un matrimonio con una hija, cuando ellas estaban juntas se les veía reír y hacer bromas, pero cuando estaba presente el padre todo era seriedad en sus caras, algo no le gustaba en aquel hombre.

Nunca supo si fue por el aburrimiento de estar solo en casa o porque era un cotilla de puta madre, pero empezó a pasar cada vez más tiempo espiando a los vecinos, bajaba la persiana de la cocina dejando un resquicio por donde mirar sin ser visto. Vio que la mujer a primera hora de la tarde iba vestida con unas mallas de hacer deporte, desaparecía un buen rato, no se notaba ninguna actividad en casa y después de esperar un rato Julio se iba a hacer la siesta.

Cuando volvía a mirar, la veía con su hija hasta que llegaba el padre y desaparecían todos, suponía que debían ir al salón y la cocina que daban a la otra parte del edificio, detrás estaban las habitaciones y un pequeño balcón que era donde tendía la ropa. A veces la niña no estaba, el marido le acariciaba la espalda y se metían en la habitación bajando la persiana, era el único momento que la bajaban, pensó que sería para follar porque al poco rato la mujer en albornoz la volvía a abrir para ventilar la habitación.

Dedujo que a primera hora de la tarde ella se iba a correr o caminar por eso lo de las mallas, así que una tarde, bajó a la calle con la intención de esperar delante de la entrada de su edificio para verla salir, disimuló un rato en la calle y la vio de cerca, era una mujer más bien bajita con el pelo rizado que le caía sobre los ojos, miraba al suelo como no queriendo cruzar miradas con nadie, llevaba una camiseta larga que le tapaba el culo y tal como pensaba se dirigió a un parque cercano para caminar. Julio volvió a su casa para esperar que regresara, se puso cómodo mirando por la ventana.

Al rato vio movimiento en la habitación que siempre tenía la persiana levantada, entró ella seria mirando el móvil, se sentó en la cama y parecía escribir algo, se levantó dejando el móvil en la mesita de noche, se quitó la camiseta y las mallas dejándolas encima de la cama, después el sujetador quedándose en braguitas, a Julio se le abrieron los ojos como platos, coño, pues está mejor de lo que parecía pensó, miró por los armarios de espaldas a él, pensó que tenía un buen culo, salió de la habitación, él siguió esperando sin perder ojo de la ventana, al rato volvió a entrar totalmente en pelotas, al través del cristal pudo verle el vello púbico, las tetas y el culo, se agachó y se puso unas bragas, una camiseta y un pantalón de chándal. A Julio le dio mucho morbo, tanto que cada día estaba enganchado a su ventana de la cocina mirando la casa de la vecina.

Cuando llovía hacía gimnasia en la habitación, con el buen tiempo la hacía en braguitas y sujetador, a esas alturas Julio se colocaba una silla delante de la ventana con la persiana bajada, los ojos le llegaban justo a la rendija por donde poder mirar sin ser visto.

Se llegó a obsesionar hasta el punto que la siguió, descubriendo al supermercado al que iba a comprar, pensó que allí podría tener su primer contacto, entró a comprar algunas cosas para poder seguirla, cuando salió a la calle se le ofreció para ayudarla a llevar las bolsas al coche, lo miró desconfiada, él le explicó que la había visto tender la ropa, que eran vecinos, pero la mujer no le hizo mucho caso llevando ella sus bolsas desapareciendo con el coche. Julio pensó que la idea no había sido muy buena, tal como estaban los tiempos nadie se fiaba por muy buenas intenciones que llevaras, así que pensó en otra estrategia.

Un día que vio que estaba en el balconcito salió el también con la excusa de recoger alguna prenda de su tendedero, la primera vez que lo hacía en su puta vida, disimuló y vio que ella le miraba, se giró y la saludó con la mano ligeramente, ella no le dijo nada pero se le escapó una sonrisilla, pensó que se debía de acordar cuando se ofreció para llevarle la compra, que le sonriera le daba esperanzas, siempre hacía una cara de amargada la pobre.

La siguiente estrategia fue saber por dónde caminaba el día que lo hacía, la única manera de saberlo era siguiéndola y así lo hizo. Confirmó que salía de su casa con las mallas, dio un rodeo casi corriendo para cruzarse con ella en medio de su caminata de cara, de lejos la miró, ella también lo hizo y al cruzarse se saludaron, él con un: “Buenas tardes vecina”, ella le sonrió y le contestó un: “Buenas tardes”.

Eso dio pie a que la siguiente salida él fuera detrás de ella, se puso a su lado y la volvió a saludar aprovechando para hablarle del buen tiempo que hacía. Por primera vez ella le habló, le contestó y se interesó por si hacía mucho que vivía en el barrio, entablaron una corta conversación y Julio para no agobiarla se despidió muy educadamente, giró una calle que daba a un camino que se adentraba en una montaña donde la gente salía  a hacer deporte, ella siguió su caminata por el pueblo.

Al día siguiente Julio volvió a salir a caminar y “curiosamente” se volvió a encontrar con ella, era muy raro que saliera tantos días seguidos, pensó que lo hacía por él, sino a que venía cuando sabía que no lo hacía varios días seguidos. Ese día caminaron juntos un buen rato, estuvieron hablando del recorrido que hacía cada uno, él le explicó que iba por la montaña, que era más distraído hacerlo por el medio de la naturaleza que por el pueblo, ella le contestó que algún día tendría que probarlo, antes de girar y separarse Julio se presentó, se enteró que ella se llamaba Gloria y se despidieron con una sonrisa.

La siguiente tarde él salió al balcón, miró y la vio en el suyo, Gloria le hizo un gesto preguntándole si saldría a caminar, Julio le enseñó que llevaba puestos los pantalones cortos y la camiseta, ella le sonrió y le hizo un gesto con la mano preguntándole si se encontraban en la calle.

Gloria le explicó que estaba casada y que tenía una hija que era lo más importante de su vida, él le habló de su situación y cuando llevaban un rato caminando le preguntó si se animaba a acompañarlo por su recorrido, le miró los ojos y le dijo que le encantaría conocer algún camino, que ella siempre lo había hecho por el pueblo por miedo a ir sola por la montaña. Julio muy amablemente se ofreció para acompañarla siempre que quisiera, ese día se dio cuenta de algunas miradas y gestos que delataban que ella se lo pasaba bien. Cuando acabaron se despidieron hasta el día siguiente a la misma hora, Julio pensó que estaba claro que algo había, por lo menos le caía bien.

Después de varios paseos, porque lo suyo era más bien un paseo que hacer ejercicio, ella se fue soltando explicándole cosas de su vida, tal como él pensaba con su marido no se llevaba muy bien, le tenía algo de miedo por su carácter y su prioridad era defender y cuidar de su hija. Una tarde ayudándola a subir un desnivel en el camino, caminos que se conocía de cuando salían a caminar con su mujer, le ofreció la mano, fue el primer contacto físico, Gloria se la agarró con fuerza y le miró a los ojos antes de soltársela.

El seguía espiando su ventana cuando regresaban, la veía desnudarse, buscar en braguitas por los armarios hasta que se las quitaba y como se vestía después de ducharse, empezó a masturbarse mirándola.

Amanda que llegaba cansada de estar todo el día fuera de su casa se fue dando cuenta de algunos detalles, las cenas no eran tan elaboradas, parecían hechas con prisas, Julio estaba más callado y las conversaciones no eran como antes, había intentado averiguar algo sutilmente sin resultados.

Lo que la acabó de convencer de que algo pasaba fueron los dos últimos sábados, Julio la llevó a la cama y la folló con una pasión que hacía mucho tiempo que habían perdido, sus relaciones se habían convertido en algo más sentimental, más tranquilas y relajadas, tenían la costumbre de hacerlo el fin de semana que era cuando ella estaba descansada, lo hacían con tranquilidad, como la mayoría de matrimonios que ya llevaban unos años juntos.

Aquellas dos últimas veces él estaba diferente, más activo, más excitado, casi consigue hacer que se corriera comiéndole el coño, algo que no había conseguido nunca, le llegó a pedir que le comiera la polla, a ella eso nunca le había gustado y no le puso mucho entusiasmo, pero él,       había rejuvenecido sexualmente, como cuando follaban en un viejo coche de novios. Sus pequeñas alusiones a su fogosidad tuvieron como respuesta palabras que no la convencieron, algo pasaba por la cabeza de Julio y lo tenía que descubrir.

Los paseos y conversaciones con Gloria seguían su curso, aquel día ella se había puesto una camiseta más corta que dejaba ver las mallas por completo, Julio podía ver las marcas de unas braguitas que seguro que las había visto con ellas puestas en su habitación, intentaba adivinar cuales de ellas serían, Llegaron al desnivel del camino habitual, él le ofreció la mano y ella se la agarró mirándole los ojos, al subir hizo como que se caía y Julio la agarró por la cintura, ella cruzó sus brazos alrededor del cuello de él quedándose abrazados en medio de un camino solitario mirándose a los ojos.

Los labios se juntaron con pasión, la agarró por el culo levantándola apartándola del camino, se adentraron en el bosque sin dejar de besarse, ella le metía la mano por dentro del pantalón apretujándole el culo y él le amasaba las tetas parapetados detrás de unos matorrales y algunos árboles, Gloria se apoyó en un árbol con un tronco ancho, Julio le levantó la camiseta bajándole el sujetador, le comía las tetas con fiereza, ella empezó a gemir sensualmente sujetándole la cabeza mientras los pezones se le ponían duros como piedras.

Se devoraban las bocas a la vez que se metían las manos por dentro de la ropa, él le acariciaba el coño con un dedo por dentro de las bragas y ella le agarraba la polla pajeándolo, salían chispas de la pasión que le ponían, Gloria se agachó bajándole los pantalones y la ropa interior, le agarró la polla y se la metió en la boca haciéndole una mamada que hacía que Julio gimiera, le comía la polla con una profundidad y una fuerza que le hacían temblar las piernas.

Pensó que si seguía así se iba a correr allí mismo, la levantó apoyándola de nuevo en el árbol, se arrodilló pegándole un tirón de las mallas y las bragas, bajándoselas ayudándole a sacar un pie para que pudiera abrir las piernas, se fijó en las bragas y como había sospechado ya la había visto en su habitación con ellas puestas, metió la cabeza en medio lamiéndole el coño, notaba el hinchado clítoris con su lengua que se la pasaba por encima como si quisiera sacarle brillo, ella gemía apretándole la cabeza.

Se levantó, la giró, Gloria sacó el culo apoyando las manos en el árbol, se la apuntó en el agujerito del coño y se la metió de un pollazo con los nervios que hizo que ella casi se comiera el árbol, sonó un alarido seco por el bosque seguido de unos gemidos y gritos de placer hasta que se corrieron llenándole el coño a lechazos, una corrida larga y abundante que le sacó hasta la última gota. Al separarse a Gloria le cayó del chocho el semen al suelo manchándole las piernas, Julio con los ojos cerrados le venían mil pensamientos, lo bien que se lo había pasado, la traición a su mujer, que pasaría a partir de ese momento.

Un beso en los labios de Gloria lo devolvió a la realidad, se sonrieron y volvieron al camino después de limpiarse mínimamente con un pañuelo de papel.

A partir de ese momento los encuentros sexuales se fueron sucediendo, por lo menos un par de veces semanales, salían a caminar casi cada día aunque no siempre tenían sexo, lo que sí había eran arrumacos, besos y algunos tocamientos, lo suficiente para que el día que follaban lo hicieran con pasión desenfrenada.

Pese a los intentos de disimular de Julio, Amanda se dio cuenta que algo estaba pasando, el sexo semanal había decaído, pasó de mucha pasión y ganas a ser insulso, a él lo notaba cansado, sin ganas, cumplía con lo justo y se quedaba dormido.

Él se daba cuenta, por eso se hacía el dormido, para no tener que dar explicaciones, de lo que tenía ganas era de que pasara el fin de semana y follar el lunes con Gloria, a lo salvaje, en medio del bosque, ella sí que conseguía ponérsela tiesa a reventar, hacerle sentir tanto placer, excitarle tanto que se corría como cuando era adolescente, lo había rejuvenecido.

Lo volvía loco con sus juegos, como cuando sabiendo que él la estaba mirando mientras se desnudaba se paraba delante de la ventana, se tocaba para que la viera, se bajaba un poco las braguitas metiéndose la mano dentro, se masturbaba delante mirando fijamente la ventana medio cerrada sabiendo que él estaba detrás sin perderse detalle. Como le ponía la polla, se hacía una paja volviéndose a correr, claro que después tenía que hacer la cena con prisas y mal hecha por falta de ganas y fuerza, Gloria lo estaba dejando seco.

Una noche mientras cenaba con su mujer.

AMANDA: Julio, ¿estás bien?, siempre hemos sido sinceros el uno con el otro, si pasa algo me gustaría que lo habláramos como hemos hecho siempre.

Julio la escuchó sin mirarle a los ojos, sin quitar la vista del plato, un detalle que no se le escapó a su mujer, confirmó que efectivamente algo le estaba pasando y no se lo quería explicar.

JULIO: No pasa nada cariño, voy un poco más cansado, eso es todo.

Amanda alargó el brazo por encima de la mesa agarrándole la barbilla, le levantó la cabeza mirándole a los ojos, un momento de miradas y silencios, le soltó la barbilla y volvió el brazo a su lugar sonriéndole. Lo conocía demasiado para saber que no era un simple problema de cansancio.

Julio se daba cuenta que su mujer sospechaba algo, pero es que lo que tenía con Gloria era droga pura, lo tenía enganchado, no pensaba en otra cosa esperando que llegara el momento de salir a caminar con ella, en adentrarse en el bosque y dejarse llevar por su instinto animal, besar, oler y lamer para acabar follando como animales. A esas alturas a Gloria la tenía totalmente entregada, todo valía con ella, cualquier postura, sexo anal salvaje o correrse en su boca atragantándola a lechazos en la garganta, estaba redescubriendo un sexo que no se había atrevido a practicar nunca. Gloria era consciente de lo atrapado que lo tenía en sus redes, a ella le gustaba el entusiasmo y la fuerza que le ponía Julio en las relaciones, como estaba dispuesto a todo, le hacía cualquier cosa que le pidiera.

Otra cosa era cuando Julio se duchaba en su casa y se estiraba en el sofá un rato antes de hacer la cena, era plenamente consciente de su infidelidad, de la guarrada que le estaba haciendo a su mujer, una putada que sabía que no se merecía. No pudieron tener hijos y siempre se habían cuidad entre ellos, se querían, pero lo que estaba viviendo en aquellos últimos tiempos le hacía dudar, los sentimientos por Gloria aumentaban, la preocupación por el daño que le haría a Amanda si se enteraba también.

Se levantó del sofá para hacer la cena, le dio un vistazo a la ventana de Gloria sin verla, se entretuvo cocinando. Estaba colocando los cubiertos en la mesa cuando escuchó abrirse la puerta y la voz de Amanda.

AMANDA: Hola, ¿estás en casa Julio?

JULIO: Claro que estoy en casa, ¿Dónde voy a estar?

Se dirigió a la entrada a saludar a su mujer cuando se quedó de piedra, entró Amanda con Gloria y su hija detrás.

AMANDA: Mira a quien me he encontrado, Gloria, una de mis mejores amigas y su hija.

A Julio se le puso la cara de todos los colores sin saber qué hacer, Gloria se acercó y lo saludó con dos besos.

GLORIA: Que marido más guapo tienes, que callado te lo tenías.

AMANDA: Sí que lo es, sabes que Gloria es vecina nuestra, hace poco que se ha mudado a vivir en el barrio.

GLORIA: Sí, vivo hay delante, creo que alguna vez he visto a tú marido en el balcón.

JULIO: Qué, qué casualidad, ¿no?, pues yo no me he fijado mucho la verdad.

Mientras Amanda le daba unas galletas a la hija de Gloria, esta miraba a Julio hablándole flojito.

GLORIA: Así que no te has fijado mucho, ¿eh?

JULIO: ¿Qué coño haces aquí?

GLORIA: Nos hemos encontrado por casualidad en la calle, ya ves, y me ha invitado a subir para saludarte.

Julio muy colorado estaba a punto de contestarle cuando salió Amanda de la cocina con la niña.

AMANDA: Cariño, ¿qué te pasa?, estás muy rojo.

JULIO: Nada, hace calor aquí, voy a servir los platos antes que se enfríe la cena.

GLORIA: Amanda, creo que tienes un marido muy tímido.

Se estaban despidiendo dirigiéndose a la salida y Gloria miraba a Julio con una sonrisilla, él desde la puerta de la cocina se estaba cagando en todos sus muertos. ¿Cómo podía ser tan fría la cabrona?, parecía que había disfrutado poniéndolo contra la pared.

Cenaron teniendo que aguantar la historia de Amanda explicándole desde cuando se conocían con Gloria, aquel encuentro había cambiado algo dentro de él, ya no estaba tan seguro en su propia casa.