Cenas, fiestas y cosas de la vida (Cap. 19)

Cap. XIX – Decisiones.

Cap. XIX – Decisiones.

Néstor y Lisa seguían llevando su particular relación, él estaba un rato cada día con sus hijas, cuando las dejaba en la puerta de su casa bajaba Lisa y hablaban un rato, algún día salían, cenaban en el apartamento de Néstor y tenían mucho sexo, Lisa ya lo conocía y con él se podía abandonar totalmente dejándole que le hiciera lo que él quisiera, las caricias, los besos, todo le llegaba muy adentro. Ella sabía que se querían con locura, pero tenían dos cosas que superar, que él consiguiera perdonarla por sus encuentros con José Antonio y aclararse con lo que fuera que tuvieran con Vero.

Carmen y Juan llevaban algunas semanas follando cuando querían por la tarde, Antonio desaparecía y los dejaba en paz, Carmen estaba intranquila, no era normal lo que estaba haciendo su marido desde que ellos “legalizaron” su relación, lo habían hablado varias veces con Juan, Antonio nunca fue hombre de ir por ahí solo y últimamente aprovechaba que ellos se veían para salir. Juan lo habló con él tomando la cerveza de después del trabajo, le dio una excusa poco convincente, así que también intentó hablar con él Carmen un día durante la cena.

CARMEN: Antonio cariño, últimamente te veo raro, haces cosas que antes no hacías, ¿te pasa algo, hay  alguna cosa que me quieras contar?

Antonio le miró los ojos pensando, Carmen notaba que dudaba en decirle algo, finalmente se limpió la boca con la servilleta.

ANTONIO: Sabes, cuando os vi teniendo relaciones a Juan y a ti, me vino un pensamiento a la cabeza, que teníais demasiada complicidad…

CARMEN: Cariño no…

ANTONO: Déjame acabar Carmen, no estoy seguro si antes follabais a mis espaldas o no, tampoco me interesa, yo quería provocar lo que está pasando, Juan es un buen hombre que no sabe disimular, se le nota que siente algo por ti, y a ti se te ve muy bien con él. Lo que te quiero decir es que…

Paró de hablar pensativo, miraba a su mujer dudando.

CARMEN: Dímelo Antonio, por favor.

ANTONIO: Hagamos una cosa, quedemos para cenar el viernes y os lo explico todo a los dos.

Antonio miró a Carmen a los ojos, ella no le apartaba la mirada mirando fijamente los suyos, le vio una sonrisilla, desde luego no parecía que estuviera disgustado, todo lo contrario.

CARMEN: De acuerdo, lo hablamos los tres juntos.

Se dieron un piquito y siguieron haciendo vida como si no hubiera pasado nada, al menos Carmen sabía que alguna cosa tramaba su marido, ese viernes lo sabría.

Julio llevaba muchas semanas separado de Amanda, las primeras las pasó en la casa de sus padres donde nunca se encontró realmente a gusto viviendo con ellos, no le gustaba que se metieran en su vida y en aquella casa eran constantes las preguntas, si dieran un premio a las personas más cotillas sería para sus padres seguro, en cuanto pudo se alquiló un apartamento para él solo.

Otra cosa que tenía clara era la separación con Amanda, ni una sola llamada, ni un solo mensaje de ella preguntándole como estaba, ni el más mínimo interés, el día que se fue del apartamento que compartían ella estuvo muy educada, pero a partir de allí no quiso saber absolutamente nada de él. Después del disgusto inicial, una vez más tranquilo, pudo pensar con claridad, estaba seguro que a Amanda le fue muy bien lo que pasó, encontró la escusa perfecta para alejarse de él, en esos momentos le pareció que había pasado una eternidad desde aquel día, la última vez que la vio.

Estaba a punto de entrar a la cocina para hacerse algo para cenar, los últimos días había recuperado las ganas de volver a cocinar, siempre se lo había pasado bien haciéndolo y desde que su mujer le dijo que abandonara el piso conyugal no lo había vuelto a hacer. Llamaron a la puerta, era muy extraño porque nadie a parte de sus padres sabía que vivía allí, tal vez un vecino pensó, la abrió y se quedó con la boca abierta.

GLORIA: ¿Cómo estás Julio?

Julio seguía mirándola con los ojos muy abiertos en silencio, sujetando la puerta con la mano.

GLORIA: ¿No me vas a dejar entrar, si quieres me voy?

Julio se sacudió la cabeza reaccionando.

JULIO: No, no, perdona, entra, entra, es que no te esperaba, no esperaba a nadie, nadie sabe que estoy aquí, ¿y tú cómo lo has sabido?

Gloria había entrado al salón mirándolo mientras dejaba el bolso encima de un mueble.

GLORIA: Tus padres saben que estás aquí.

JULIO: Los únicos, ¿cómo has hablado con ellos?

GLORIA: He hablado antes con Amanda, ella me ha dado el teléfono de tus padres.

A Julio se le volvieron a abrir los ojos como platos sorprendido.

JULIO: ¿Has hablado con Amanda, te ha cogido el teléfono?

GLORIA: Sí, sin ningún problema.

Julio se sentó en el sofá, no entendía nada, que Gloria estuviera allí, que hubiera hablado con Amanda, que llamara a la casa de sus padres para saber donde estaba, todo era muy raro. Entonces miró a Gloria.

JULIO: ¿Y para qué querías saber donde vivo?

Gloria veía que lo había sorprendido y se le escapaba la risilla, sabía que tenía que decirle algo al respecto.

GLORIA: He llamado a Amanda para saber cómo estaba ella y como estaba lo vuestro.

Se puso seria de golpe, bajó la cabeza y parecía que estaba a punto de ponerse a llorar, Julio le cogió de la barbilla levantándole la cabeza.

JULIO: ¿Qué te pasa Gloria?

GLORIA: Que no tengo a nadie con quien hablar, necesito hablar con alguien, explicarle mis cosas, mis problemas. Lo siento Julio, tú eres la única persona en la que he pensado, por eso he llamado a Amanda, quería saber cómo estaba lo vuestro, si podía acercarme a ti sin problemas, ella me ha dicho que estabais totalmente separados.

Julio se lo confirmaba con la cabeza.

JULIO: Si quieres hablar, soy todo oídos.

Gloria le explicó toda la historia con Ramón, como hacía muchos años que buscaba amantes para luego explicarle a su marido sus encuentros sexuales, todo, se lo explicó todo y como habían acabado, ella pensaba que él la quería, pero a la hora de la verdad, cuando tuvo que  elegir, escogió separarse que vivir como una pareja normal, le dejó claro que él necesitaba encontrar a una mujer que le pudiera proporcionar esas dosis de morbo, sino no le compensaba vivir con alguien.

GLORIA: He pasado un tiempo sola para pensar en todo, y ¿sabes una cosa?

Se miraron a los ojos, ella con ganas de seguir hablando y él de escuchar lo que tenía que explicarle.

GLORIA: Yo no quería liarme contigo, intentaba hacer mi vida sin encontrar a ningún amante, si Ramón quería me buscaba tíos para el momento y listo, como pasó con Aitor. Pero es que, contigo fue diferente, aquellos largos paseos al principio, las conversaciones que teníamos, ¿tú sabes el tiempo que hacía que con un hombre no había podido hablar de cosas normales?

Julio se lo negaba con la cabeza escuchándola atentamente.

GLORIA: Años Julio, años, como te decía contigo fue diferente, no un aquí te pillo aquí te mato que estaba acostumbrada, hablamos mucho, tú intentabas conquistarme y me gustaba, ya sé que solo buscabas un buen polvo, pero lo hiciste de una manera tan diferente a lo que estaba acostumbrada que me sorprendió. Después vino el encuentro con Amanda, yo sabía que tú eras su marido, la había visto a ella en el balcón tendiendo la ropa algún fin de semana, ya me di cuenta que cuando nos vio juntos sospechó algo. Y de otra cosa me di cuenta, el día que te echó de su casa antes me llamó, se hizo la ofendida, ¿pero sabes una cosa?, a mí no me la coló, no estaba enfadada, sinceramente Julio, creo que le hicimos un favor para que ella pudiera tomar una decisión que ya tenía tomada desde hacía tiempo.

Julio confirmaba con la cabeza.

JULIO: Yo pienso lo mismo, encontró la escusa para separarse de mí. ¿Sabes que no se ha interesado para nada de cómo estaba?, ni un triste mensaje.

Julio dejó caer la espalda en el sofá, Gloria apoyó la cabeza en su hombro.

GLORIA: Bueno, ya sabes lo que dicen, mejor solo que mal acompañado.

Se hizo un silencio.

JULIO: ¿Tú crees que podríamos hablar de vez en cuando?

GLORIA: ¿Me estás pidiendo una cita?

JULIO: No sé, una cenita, hablar un rato, distraernos, ¿cómo lo ves?

GLORIA: Eres muy buen hombre Julio.

JULIO: ¿Te quieres quedar a cenar?

GLORIA: No tengo nada mejor que hacer, mi hija está con mis padres y ya es mayor.

Julio le acarició una mano, ella levantó la cabeza mirándose a los ojos.

JULIO: ¿Tú crees que si nos vamos conociendo, podría nacer algo entre nosotros?

GLORIA: ¿Por qué te crees que estoy aquí?

Los labios se juntaron con suavidad, acariciándose, Gloria se fue subiendo encima, Julio le acariciaba la cara sin prisas, las lenguas se entrelazaban, ella empezó a llorar.

JULIO: Gloria, ¿por qué lloras mi niña?

Le caían lágrimas por las mejillas mirándole a los ojos, aquellas caricias sin prisas por desnudarla y follarla, la ternura que le estaba demostrando le hacían llorar, se había olvidado lo que era eso, estaba acostumbrada a que el cariño se lo dieran follando, y muchas veces de forma salvaje.

GLORIA: Eres muy tierno, me gustan tus caricias y mimos, no estoy acostumbrada.

Julio le pasó la mano por la nuca acercando su cabeza apoyándosela en el hombro, la abrazó, Gloria se sintió bien, comprendida y aliviada. Estuvieron un rato abrazados sin decir nada, Julio notaba el chichi de Gloria por debajo de la falda y la ropa interior sobre su polla, sin poder evitarlo se le puso tiesa, ella levantó la cabeza mirándole los ojos, él le hizo una carita de inocente pidiéndole disculpas, Gloria sonrió.

Se fue colocando frotándole la polla con su culo, Julio miró para arriba, le soltó el botón del pantalón y le bajó la cremallera, le metió la mano por dentro de los boxes y le agarró la polla  pajeándola lentamente, se besaban, se entregaban las lenguas. Gloria se levantó, se metió las manos por debajo de la falda y se bajó las bragas, volvió a sentarse encima de él cogiéndole la polla para metérsela lentamente, Julio suspiraba, hacía demasiado tiempo que no follaba ni había pensado en hacerlo.

Se fueron moviendo muy lentamente, sintiendo cada roce de sus sexos, se miraban a los ojos, se besaban, se acariciaban, para Julio era volver a sentir el cariño de una mujer, para Gloria recuperar sensaciones haciendo el amor, no follando sin tregua, poniéndole sentimiento que era lo que ella estaba buscando, se había cansado de tener sexo solo como le gustaba a su ex marido.

Se fueron excitando juntos, él le había desabrochado los botones de la camisa y separado el sujetador, le acariciaba las tetas con una suavidad que se le ponían los pezones duros, ella le había quitado la camiseta acariciándole el pecho y la cara. Subía la excitación gimiendo los dos suavemente, Gloria se movía más rápido empezando a correrse y él la siguió al momento, bajó el ritmo sintiendo cada lechazo dentro de su coño, se quedaron abrazados, quietos, ella con la cabeza en su pecho sintiendo el corazón como latía. Él le pasó el brazo por la espalda y ella se apretó más a su cuerpo besándole el pecho.

Cenaron con tranquilidad, hablando de sus vidas hasta ese momento, sin prisas, Gloria estaba descubriendo a un hombre tranquilo, muy cariñoso y atento, le estaba encantando lo que descubría de Julio, su conversación, sus gestos, la mirada limpia a los ojos. A Julio se le acumulaban los pensamientos, aquella misma tarde no tenía ni idea de cómo acabaría la noche, Gloria físicamente le gustó desde que la vio por primera vez, por eso su obsesión al principio, después la juzgó demasiado rápido, pensaba que era una especie de ninfómana perdida cuando vio como se había tirado a Aitor en aquella cena, el tiempo diría si ella era como la veía aquella noche o como pensaba que era. Cuando se despidieron…

GLORIA: ¿Nos veremos pronto?

JULIO: ¿Te ha gustado la cena?

GLORIA: Sí.

JULIO: ¿Seguro?

GLORIA: Sí, estaba muy buena, cocinas muy bien.

JULIO: Venga ya, ¿seguro que te ha gustado?

GLORIA: Que sí hombre, que estaba todo muy bueno.

JULIO: ¿Quieres volver mañana a ver si te gusta como hoy?

GLORIA: ¿Me estás volviendo a invitar a cenar mañana?

JULIO: Me encantaría cocinar para ti.

Gloria le miró a los ojos, pensó que era el hombre más tierno que había conocido nunca. Le acarició la cara, le dio un beso en los labios y le confirmó que al día siguiente volvería para cenar y hablar con él.

El viernes por la tarde Carmen estaba histérica, Antonio se había despedido de ella a media tarde diciéndole que se verían a las nueve y media, hora de la cena, llamó a Juan para que fuera a su casa lo antes posible. Hablaron de las posibles cosas que le podían pasar a Antonio, los dos tenían bastante claro que aquello olía a lio, Antonio debió de conocer a alguna mujer y se preocupó de que ellos se liaran para hacer lo que le diera la gana.

Estaban los dos sentados en el sofá cuando escucharon abrirse la puerta de la entrada, se pusieron de pie, entró Antonio con una sonrisa, se miraban los tres, esperaban que dijera algo, él parecía no tener prisa por hablar.

ANTONIO: Os quiero presentar a alguien, tendremos que poner otro plato en la mesa.

Juan cerró los ojos, pensó que no se habían equivocado, los había engañado a los dos. Carmen se puso la mano en la boca, no se podía creer que su marido Antonio tuviera una amante y ella no lo sospechara.

Antonio giró la cabeza mirando a la entradita.

ANTONIO: Entra por favor.

Entonces entró un maromo impresionante, le sacaba dos cabezas a él, con un tipazo de gimnasio acojonante, mulato y guapo a rabiar.

ANTONIO: Os presento a Alfredo, nos estamos enamorando y creo que es la pareja que necesitaba.

Se agarraron de la mano mirándose a los ojos enamorados, Carmen y Juan los estaban mirando con la boca abierta, pero muy abierta, se quedaron como  dos pasmarotes sin reaccionar, Antonio y Alfredo los miraban sonriendo.

ALFREDO: ¿Siempre tienen la boca tan abierta?

ANTONIO: Te aseguro que no, ¿no sé qué les pasa?

Le contestaba mientras se morían de risa los dos. Juan levantó lentamente la mano señalándolos cerrando la boca.

JUAN: Coño Antonio, mira que había pensado cosas, ¿pero esta?

Carmen seguía sin reaccionar, se le cruzaron todos los cables en la cabeza en un cortocircuito.

ANTONIO: Carmen cariño, dime algo.

Carmen movía la mano de un lado al otro de su cuerpo.

CARMEN: No, no, no puedo, no estoy preparada para hablar.

ALFREDO: Antonio, si quieres nos vamos a cenar fuera.

ANTONIO: No hombre, no te puedes imaginar las ganas que tenían de saber lo que me pasaba, ahora se quedarán tranquilos, ya lo saben.

Juan reaccionó primero.

JUAN: No, perdonar, sentaros, sentaros en la mesa como queráis, voy a abrir el vino y sacar un plato y cubiertos, con Carmen sacaremos la cena…

Carmen estaba a su lado totalmente ida.

JUAN: Carmen, Carmen, reacciona coño.

Le pasaba la mano por delante de los ojos, ella giró la cabeza mirándolo.

CARMEN: ¿Eh, qué?

JUAN: Que nos metemos en la cocina y sacamos la cena.

Le decía mientras movía la cabeza señalándole la dirección de la cocina.

CARMEN: Ah, sí, sí.

Juan le agarró el brazo llevándosela, Antonio y Alfredo se sentaban en la mesa hablando de sus cosas, entraron en la cocina cerrando la puerta. Carmen miraba a Juan que no se lo podía creer.

CARMEN: ¿Tú, tú, tú has visto eso?

JUAN: Coño igual que tú, un mulato de la ostia que se a “buscao” el tío.

CARMEN: De eso te hablo Juan, ¿tú sabías que le gustaban los hombres?

JUAN: ¿Qué iba a saber yo mujer?, me ha sorprendido tanto como a ti.

Carmen miraba para el techo con la vista perdida.

CARMEN: Como a mí te aseguro que no, todavía estoy en shock.

Juan empezó a abrir una botella de vino animando a Carmen para que sacara los platos, se sentaron los cuatro a cenar, entre lo animados que estaban Antonio y su pareja y que Juan intentaba darles conversación, Carmen fue entrando poco a poco opinando. Se enteraron que se conocían desde hacía muy poco tiempo, justo cuando Antonio los empezó a dejar solos en la casa.

Antonio les reconoció que siempre le habían llamado la atención los bares de ambiente, pensó que estando ellos ocupados con sus “cosas” él podía ir a uno, a los pocos días conoció a Alfredo, se fueron viendo y algo creció entre ellos. Alfredo por su parte parecía un buen hombre, tenía un empleo bien remunerado, se le notaba en como vestía, y le gustaba el deporte, también se le notaba por el cuerpo imponente que tenía, era educado y mantenía una conversación de manera fluida.

Cenaron, tomaron el postre, una copita  para rematar y Antonio se levantó cogiendo de la mano a Alfredo.

ANTONIO: Bueno chicos, yo me voy con él de fin de semana, espero que os lo paséis bien.

Se despidieron y se quedaron solos Carmen y Juan, se miraron.

CARMEN: Madre mía que sorpresa, se me ha “quedao” el coño seco.

JUAN: Pues tendré que lamértelo más.

CARMEN: Calla guarro, ¿Es que a ti no te ha afectado esto?

JUAN: Mujer, sí, pero que le vamos a hacer, tú sí que pareces afectada.

CARMEN: Juan coño, he estado, estoy casada con él, enterarte que a tú marido le gustan los hombres después de tantos años…

JUAN: Tranquila, es una decisión suya, no podemos hacer nada, respetarla y ya está.

CARMEN: Ya, ya, pero esto me va a costar de superarlo.

Se volvieron a quedar callados.

JUAN: ¿Nos vamos a dormir?

Carmen giró los ojos para mirarlo.

CARMEN: Mejor, mañana será otro día.

Juan durmió, pero a Carmen le costó mucho, no se hacía a la idea. Cuando se despertó Juan vio a su lado a Carmen mirándole la polla, le miró a los ojos.

JUAN: ¿Qué miras?

CARMEN: Chico, es que no me hago la idea de que Antonio esté disfrutando de una de esas.

JUAN: ¿Pero qué dices Carmen?

CARMEN: Que le gusten las pollas, no me hago a la idea, tantos años con él sin sospechar nada y ahora…

JUAN: Bueno, a ti te han gustado toda la vida y no pasa nada.

Carmen se levantó de la cama cabreada.

CARMEN: Es que contigo no se puede discutir en serio coño.

Juan se levantó siguiéndola.

JUAN: Eso, el coño, a mi  me gusta el coño.

Carmen se le encaró.

CARMEN: El coño, el coño, ¿cualquier coño?, como sois los tíos.

Juan se arrodilló delante de ella y le besó la rajita, luego le metió un poco la lengua dentro.

JUAN: El tuyo cariño, el tuyo me vuelve loco.

Carmen le acariciaba la cabeza sintiendo el gustillo que le daba Juan con la lengua.

CARMEN: ¿De verdad cariño?

JUAN: Si no lo sabes ya no me extraña que te sorprendas con lo de Antonio, es que no te das cuenta de nada mujer.

Carmen le dio un golpe con la mano en medio de la cabeza, se giró y se fue en pelotas para el cuarto de baño, Juan la seguía muriéndose de risa.