Cenas, fiestas y cosas de la vida (Cap. 11)

Cap. XI – Reflexiones.

Cap. XI – Reflexiones.

Juan conducía, no en muy buenas condiciones por cierto, intentaba pensar y reflexionar como se había llegado aquella noche a aquel extremo, el alcohol que había tomado no le dejaba pensar con claridad, no recordaba cómo había empezado todo, ¿Fue por el juego que propuso su amigo?, bueno, eso era otra cosa, ¿Seguiría Antonio pensando que era su amigo y compañero después de ver como se follaba a su mujer delante de sus morros?, claro que el cabrón se había corrido tres veces aquella noche mirándolos, el tío de excitarse se excitó, la última vez ya ni se le puso tiesa, se la cascó vete a saber cómo y consiguió correrse.

Aparcó el coche cerca de su apartamento. ¿Y Carmen, seguiría queriendo ser su amante?, seguro que sí, puede que a partir de ese momento no se tuvieran que esconder tanto como antes.

Mientras subía en el ascensor recordó cómo pasó la primera vez, fue en una de las primeras cenas con un grupo de amigos, estaban tomando algo después de cenar y él se despidió de los demás, ya había aguantado toda la noche a las parejitas, en aquel momento como ahora el único que estaba solo era él, recordaba como Carmen le pidió que la acompañara a su casa, Antonio se lo estaba pasando muy bien y ella ya tenía suficiente aquella noche, su marido no le puso ninguna pega, al revés, le insistió para que la acompañara, le asaltó otra duda, ¿Sabía entonces Antonio las intenciones de su mujer?, en aquel momento no se lo pareció.

Cuando paró el coche delante del portal de su casa, apareció la pregunta,

¿Quieres subir un rato y tomamos algo?, así hablamos un poco, le dijo Carmen.

Ya le pareció raro en aquel momento que se lo ofreciera, su respuesta fue lógica, si estábamos en un local tomando algo y te querías ir, ¿por qué me ofreces lo mismo?

Porque ya estaba cansada de tanta gente y la música tan alta, pero aquí en casa, tranquilos, podríamos hablar un rato antes de irnos a dormir, fue su respuesta.

Menuda excusa que le dio Carmen, y él que cayó como un pardillo, subiendo en el ascensor le veía el sujetador entre los botones de la camisa, que buenas tetas había tenido siempre, y que calentón tenía él en aquel momento harto de hacerse pajas en la soledad de su apartamento, entraron en el piso, Carmen dejó el bolso en la entradita, le hizo pasar al salón y allí comenzó todo, ella le preguntó que le parecía y él le contestó que la veía preciosa, como la había visto toda la noche.

Sin decir palabra Carmen se le tiró encima besándolo, él le desabrochó con prisas cada botón de la camisa, le apartó el sujetador y apareció delante de él algo espectacular, unas tetas maravillosas, la de veces que había soñado y masturbado pensando en ese momento, en esas tetas, como debían de ser, eran grandes y turgentes, con un pezón enorme, se volvió loco comiéndoselas, y más loco cuando ella le comió la polla, la estiró en el suelo, le quitó una pata del pantalón y las bragas dejándoselas colgando de la otra pierna, el se acabó de bajar sus pantalones y la ropa interior, y así, ella en el suelo con las piernas abiertas, una pierna desnuda y la otra con los pantalones y las bragas puesto, la camisa abierta y las tetas saliéndole por encima del sujetador, y él con los pantalones y calzoncillos en los tobillos sin quitarse la camisa, se la folló, follaron como animales, devorándose uno al otro, descubrió lo sensual y excitante que era Carmen, como se corrió clavándole las uñas en la espalda por encima de la camisa, y como le llenó el coño a lechazos mientras le amasaba una de sus preciosas tetas con una mano.

Entonces llegó lo que no se esperaba, Carmen le dijo que le había preguntado que le parecía la “casa”, no ella, el tío se equivocó, pensó que le preguntaba como la veía de guapa y él le soltó que preciosa sin pensárselo dos veces. Salió corriendo guardándose la polla, justo igual que aquella misma noche.

Llegó a su habitación y se tiró en la cama como un saco de patatas, a peso, le venían a la cabeza las imágenes de Carmen a cuatro patas, como entraba y salía su polla follándosela, como miraba Antonio sin pestañear corriéndose una vez detrás de otra, estiró un brazo abriendo el cajón de la mesita de noche, sacó las bragas robadas que en su momento le regaló Antonio y se las puso en la nariz, ya no olían a nada, recordó las de aquella noche, aquellas sí que olían, ya lo creo, olían a su coño, al coño que le volvía loco cada martes y  jueves, se enrolló las bragas en la polla y se hizo una paja, limpiándose con ellas cuando acabó, giró la cabeza y se durmió.

Por la mañana se despertó Carmen al lado de Antonio, él la miraba sonriendo.

Carmen le preguntó si se lo había pasado bien la noche anterior.

Hacía años que esperaba poder ver lo que vi ayer, y espero volver a repetirlo, tú necesitas mejor sexo que el que te doy yo cariño, no soy tonto y lo sé, prefiero que sea con él que con cualquier otro que te busques, le contestó Antonio.

Carmen le sonrió y le besó los labios, se levantó y se metió en la ducha tranquila, en algún momento llegó a pensar que Antonio los había descubierto, no era así. Enjabonándose le vino también a la cabeza la primera vez con Juan, como se equivocó de lo caliente que estaba, claro que ella no estaba mucho mejor que él, ya harta de pajearse vio aquella noche una oportunidad, solo faltó que le dijera que estaba preciosa para tirarse encima de él y follárselo.

Su estrategia del día anterior había dado resultado, con Antonio ya no tendría que disimular, oficialmente Juan era su amante.

El domingo por la noche llegaron las niñas a casa, se encontraron a su padre sentado en el sofá con los pies encima de la mesita tomándose un anís, a su madre estirada a su lado con el coño escocido de tanto follar, con la cabeza en el regazo mientras él le acariciaba el pelo, lo del coño no lo sabían las niñas, pero de tenerlo lo tenía.

LISA: Chicas, dejar las cosas y prepararos algo para cenar, estoy cansadísima y me voy a meter en la cama.

Néstor se levantó para darles un beso a sus hijas y despedirse, Lisa lo acompañó a la puerta, le besó los labios despidiéndose.

LISA: Hasta mañana animal, hay que ver cómo me has dejado el chumino.

Néstor le sonrió, la volvió a besar.

NESTOR: Hasta mañana cariño, duerme bien.

Le agarró el culo antes de irse y se despidieron los dos con una sonrisilla.

Lisa les dio las buenas noches a sus hijas que estaban trasteando en la cocina y se fue a su habitación, se desnudó y se miró el culo en el espejo, lo tenía colorado con algunos dedos de Néstor todavía marcados, se puso el camisón y se metió en la cama. Reflexionaba, ¿Cómo podía haber cambiado tanto Néstor?, antes no se hubiera atrevido a darle aquellos azotes en el culo con la mano abierta, una sonrisa le apareció en la cara, lo cierto era que le había gustado, igual que le había gustado que la tuviera con las piernas abiertas todo el día y casi toda la noche, como se la folló, madre mía, no le dio un respiro, el cabrón hacía que se corriera y él prefería no hacerlo para mantenerse caliente y excitado, cuando se recuperaba volvían las caricias, sus labios recorriéndole todo el cuerpo, la ponía a mil otra vez y volvían a follar, follaron en todas las posturas, ella había perdido la cuenta de las veces que se llegó a correr, él lo hizo en tres ocasiones, pero que corridas, pegaba unos lechazos impresionantes.

Lo había visto tan seguro de sí mismo, tan enamorado de ella, tan atento y, y, que carajo, tan buen follador, se la había follado tan intensamente, sin dejar que le bajaran las ganas, tuvo el día y medio más intenso sexualmente hablando de toda su vida, le dejó el chumino destrozado, pero valió la pena, desde luego si de algo no se podía quejar es que Néstor no la complaciera sexualmente.

El lunes cuando llegó Amanda al trabajo guardó el móvil en el bolso para no verlo en todo el día, cuando salió lo miraba mientras iba a buscar su coche, tropecientos mensajes de Julio y unas cuantas llamadas, la mayoría también de Julio y una de Lisa.

Entró al coche y le dio al contacto para llamar por el manos libres.

JULIO: ¿Amanda?

AMANDA: Sí, soy yo, mira, siempre he sido sincera contigo, así que ahora también lo voy a ser, quiero estar sola, al menos de momento, estoy bien así, no me lo había planteado antes pero estos días me he encontrado muy a gusto, me vuelvo a reencontrar conmigo misma y quiero seguir así.

JULIO: Pero yo te quiero, eres el amor de mi vida…

AMANDA: Un amor al que has traicionado, no sé qué motivos te llevaron a ponerme los cuernos, la verdad es que tampoco me importa ahora, deja de enviarme mensajes y de llamarme, lo único que me interesa es seguir viviendo yo sola.

A Julio le empezó a temblar la voz, la oía tan segura de lo que estaba diciendo que le rompió toda esperanza de poder volver con ella.

JULIO: No puedo vivir sin ti mi amor, por favor.

AMANDA: Sí que puedes, te los has demostrado a ti mismo, has podido liarte con la primera que te lo puso un poco bien, quédate con Gloria.

JULIO: Vamos Amanda, sabes que con Gloria no hay ningún futuro.

AMANDA: Ni conmigo tampoco, haz tú vida y olvídame.

Amanda colgó y Julio se quedó roto con el móvil en la mano, toda su vida, toda su estructura vital que  había tenido hasta ahora, se le desmoronaba, se caía a pedacitos igual que se rompía su corazón, si hasta ese momento se sustentaba por una brizna de esperanza por volver con su mujer, a partir de esa llamada todo se iba a la mierda y él también.

Reflexionó, un solo error, una sola vez que le falló a su mujer, siempre la apoyó en todas sus decisiones, siempre estuvo a su lado cuando lo necesitó, nunca le negó nada para tenerla contenta, un simple error, grabe eso sí, lo reconocía, se dejó llevar por la idea de mejorar su vida sexual, por la novedad o por saber si todavía era capaz de conquistar a una mujer, el error más grande de su vida, si hubiera hablado con Amanda, intentado buscar algo de pasión, algún juego que les revitalizase su vida sexual, cualquier cosa antes que traicionarla, no fue capaz de evaluar las consecuencias y ahora no se podía quejar, tenía que respetar su decisión. Por la reacción de Amanda parecía que ella también tenía algo dentro guardado, aprovechó su error para echarlo de casa, para alejarlo, en ningún momento vio una posibilidad de una reconciliación como pasó con  Lisa y Néstor, ellos querían arreglar las cosas y les iba bien el intento, pero a él, a él le taparon todas las puertas y ventanas, lo dejaron sin esperanza, sin la más mínima posibilidad, ¿Amanda estaba esperando una oportunidad y él se la dejó a huevo?

Mientras conducía, pensando en la conversación con Julio le devolvió la llamada a Lisa, hablaron un rato, solo quería saber como estaba, no le hizo falta hablar mucho para que su amiga se diera cuenta que estaba bien, tenía las cosas muy claras y así lo transmitía.

Pero Amanda internamente hacía examen de conciencia, porque sabía que no había sido totalmente sincera, tantos años haciendo lo mismo, trabajar, casa, trabajar, casa, sábado, polvete vacio sin pasión, casi sin ganas, una gestión más de la semana, follar el sábado porque tocaba. Ella nunca fue muy activa sexualmente, de hecho en ese momento estaba sola para hacer lo que quisiera y no se le había pasado por la cabeza buscarse un buen polvazo, no lo necesitaba, para ella no era importante.

Lo que si fue importante era salir de aquella maldita rutina, cada día lo mismo, las mismas conversaciones, los mismos menús cada día de la semana, el polvo de los sábados, como llegó a odiar aquellos momentos con su marido en la cama, abrirse de piernas o ponerse encima de él sin ningún interés, solo para que él aliviara su instinto animal.

Ella sabía que había jugado sucio, nunca le dijo nada, nunca buscó una conversación adulta para solucionar las cosas que no le gustaban, dejó pasar el tiempo asqueada por la vida que tenía, y entonces se le presentó la solución delante de los morros, Julio cometió un error, sí, solo uno, pero suficiente para darle la vuelta a su vida, alejarlo de ella y no dejar que nunca más volviera a estar a su lado, no fue sincera, lo sabía, ni con ella misma ni con él, si hubiera sido valiente hacía mucho que le habría dicho el asco que le daba verlo desnudo encima suyo, que tenía que pensar en otras cosas para no vomitar mientras follaba con él, como le horrorizaba que le comiera el coño, aunque una vez estuvo a punto de hacer que se corriera,  que odiaba verlo en la cocina, que no le gustaban sus platos, que le mentía cada vez que él le preguntaba inocentemente como le había salido esa comida que durante toda la tarde había cocinado para ella, tenía que haber sido valiente y decirle que era una mierda de cocinero.

Realmente ella había fallado antes que Julio, pero él se acomodó y no se fijó en esos detalles, ella sí que sabía que él la quería, que tenía sentimientos por ella, que intentaba hacerla feliz, aunque él no se diera cuenta que eso era imposible. Si Julio no se lo hubiera puesto tan fácil como se lo puso, y sobre todo, si Gloria no hubiera sido vecina suya, sí, Gloría la ayudó sin saberlo, se encontraron en una de las cenas de chicas, le dijo que se mudaba cerca de su casa, cuando se enteró de la dirección lo vio claro, Gloria viviría justo delante de su casa, la conocía desde hacía muchos años, estuvieron un tiempo sin verse, cuando se casaron cada una hizo su vida, fue un reencuentro casual, después ella la invitó a una de las cenas de chicas y se fueron viendo de tanto en tanto.

Sabía que a su amiga le gustaban mucho los hombres, puede que hasta demasiado, el problema que tenía era que no sabía cómo hacerlo para que se conocieran, la sorpresa fue que cuando los presentó se dio cuenta que algo pasaba, solo tuvo que pedir permiso en el trabajo una tarde para salir antes y verlos caminar por la calle juntos.

Su amiga y su marido le habían hecho el favor más grande que le podían hacer, le abrieron las puertas a la libertad, a deshacerse de él y encima quedar como una víctima, como una pobre cornuda que las demás cuidarían, como le demostraron en la cena y en las llamadas para interesarse por ella, cuando en realidad pasó lo que ella estaba deseando. Por eso dudó si hacer la llamada por teléfono a Gloria, pero era necesaria para confirmarlo y después disimular su enfado como mujer engañada, así le podría explicar a las amigas lo mal amiga que fue Gloria. Sí, fue verdad que le tocó las narices que Julio follara con ella con más ímpetu pensando en Gloria, un pequeño ataque de cuernecitos sin importancia.

Ella en el fondo sabía que era muy hipócrita con todo el mundo, empezando por Julio que lo tuvo engañado durante tanto tiempo, todo el plan lo tenía pensado a conciencia, sí que el día que lo hecho de su casa lloró un poco, era mucho tiempo juntos y quería dar una imagen de defraudada con él, pero lo hizo sobre todo porque no sabía cómo sería su vida sola en aquel apartamento, ¿Y si después se arrepentía de haberse quedado sola?, con una pocas lágrimas le dejó la idea a Julio que podrían volver, lo que le interesaba si no se hubiera encontrado bien sola, y todavía más, si hubiera vuelto con él porque no podía vivir sola tenía un plan “B”, no le hubiera dejado tocarle un pelo, habría hecho el paripé con él hasta encontrar a otra persona con quien estar mejor, tenía claro que Julio no le servía, para lo único que le serviría era para hacerle compañía hasta encontrar a un sustituto, por suerte se encontró a gusto sola en su casa y lo pudo despedir definitivamente unos días después. Sus amigas sí que tragaron y seguían preocupándose por ella.

Ese mismo lunes Néstor fue a ver a su familia como cada tarde, abrió con sus llaves y entró en el salón, Lisa se levantó del sofá que estaba viendo la televisión para abrazarlo, se besaron, él le tocó el culo con cariño, ella le habló flojito al oído.

LISA: Hay que ver cómo me dejaste el chumino el fin de semana animal, todavía no puedo andar bien de lo irritado que lo tengo.

NESTOR: Eso te pasa por estar tan buena, si no fueras tan guapa no te pasarían esas cosas.

Ella le dio un golpecito en el hombro y se sentaron riendo en el sofá.

NESTOR: ¿Y las niñas?

LISA: En sus habitaciones, acabando las tareas del instituto.

NESTOR: Me gusta que sean tan responsables.

LISA: Sí, en eso hemos tenido suerte.

NESTOR: Porque tú las has sabido educar.

LISA: Bueno, tenemos un pacto, ellas estudian y aprueban y yo no les digo nada cuando quieren salir con sus amigos si llegan a una hora decente.

Él le pasó un brazo por la espalda y ella dejó caer la cabeza en el hombro de Néstor, así estuvieron hasta que salieron las niñas de estudiar, su padre las saludó, hablaron un rato de sus cosas y cenaron juntos. Cuando se despidió de Lisa esa noche le dijo que al día siguiente la llevaría a su apartamento, que le hacía ilusión que viera donde había vivido durante todo ese tiempo.