Cena fin de curso
Un profesor es seducido por una alumna suya durante la cena final de curso. Unos bailes muy sensuales terminaron en un auténtico polvazo en el coche de la alumna.
En primer lugar me gustaría presentar a los protagonistas de esta historia. Me llamo Manu y trabajo como director y profesor en Talleres de Empleo. Tengo 30 años, una vida laboral muy plena y muy enamorado de mi novia con la que tenemos planes de boda en un futuro próximo. La otra protagonista es una de mis alumnas, se llama Mirtha y desde el primer día que la ví me sentí totalmente atraido por su poderío físico. Procedente de un país de Europa del Este, una chica alta, larga melena rubia, unos pechos bien puestos y unas piernas de escándalo que te llevan a quedarte embobado en su perfecto trasero. Ella tiene 35 años, casada y con dos hijos.
Tras las presentaciones, pasamos a la noche de autos, los cuales sucedieron hace 15 días. Con el final del curso académico y con las buenas calificaciones obtenidas por gran parte del alumnado, muchos de ellos propusieron realizar una cena de final de curso con el fin de celebrar sus aprobados y despedirnos después del gran ambiente y amistad que habíamos entablado durante el curso.
La cena tuvo lugar un viernes por la noche. Aprovechando el calorcito del verano, quedamos en una terraza para tomar unas cañas y de allí irnos a cenar al restaurante donde habían reservado mesa. La cena transcurrió con normalidad y la nota destacada es que bebimos abundante vino, el cual hizo que perdiéramos la verguenza y los presentes se sinceraran con sus compañeros, contando todo lo que les había supuesto el citado curso. Durante la cena, no pude dejar de observar a Mirtha la cual vino con un ajustadito vestido de verano con un buen escote y la falda le llegaba poco más abajo de su precioso culo, así que entre el vino y sus vistas, mi calentura fue subiendo.
Terminada la cena, decidimos irnos todos juntos a uno de los bares de moda de la localidad para tomar unos chupitos y unas copas. Al día siguiente era sábado y nadie tenía prisa por marchar a casa. En cuanto llegamos al bar, una de las alumnas pidió una ronda de chupitos para brindar por sus aprobados y, seguidamente, la primera ronda de copas. El alcohol iba haciendo sus efectos y la temperatura seguía subiendo. Mientras los hombres nos quedamos pegados a la barra del bar charlando sobre el Mundial de fútbol mientras saboreábamos la primera copa, las mujeres se pusieron a bailar al son de las canciones del verano. Fue en este momento cuando terminé por sentirme totalmente atraído por Mirtha, ya que sus bailes eran totalmente cautivadores y no podía dejar de mirar como meneaba su trasero en ese apretadito vestido mientras crecía un bulto en mi entrepierna. La cosa se estaba poniendo interesante y la noche acaba de empezar.
Tras la tercera ronda de copas, acompañada cada una con su respectiva ronda de chupitos, el alcohol hizo que los hombres nos uniéramos a las chicas y comenzamos a bailar con ellas. Mi objetivo estaba claro, bailar con Mirtha, aunque me hice el interesante y fue ella la que vino a buscarme para bailar juntos. Me comentó que asistía a clases de Cubaa y que si quería, esa noche, intercambiabamos los papeles y ejercía de profesora de baile. No me lo pensé y acepté encantado. Comenzamos bailando bastante separados, pero con cada canción, la cosa iba calentándose más y Mirtha se rozaba cada vez más conmigo. En los primeros roces actué con cautela porque no quería que notase mi bulto en la entrepierna, pero conforme fueron sucediéndose los bailes y las canciones a la vez que aumentaba el nivel de alcohol y calentura en nuestro cuerpo, los roces de su culo contra mi entrepierna se hicieron cada vez más evidentes. Sin darnos cuenta, eran más de las 3 de la madrugada y el bar en el que nos encontrábamos nos indicó que iba a cerrar, por lo que decidimos cambiar de garito mientras la mayoría decidieron irse a casa debido a la borrachera que llevaban.
Mirtha se me acercó diciendome al oído con una sensual voz que conocía un local que seguro que estaba abierto y que podía seguir con sus clases de bailes. Notar su respiración en mi oreja y el mensaje que me dio hizo que mi paquete luchara por ser liberado de la presión. Yo acepté encantado puesto que la calentura que llevaba había que calmarla de alguna manera y seguro que mi "profe" de baile sabría como. Del grupo de la cena habíamos quedado 5 personas (entre ellos, Mirtha y yo) a los cuales pusimos la excusa de que también nos íbamos a casa para seguir con nuestra juerga al margen de ellos. Tras deshacernos de ellos, enseguida llegamos a la discoteca para seguir con nuestros bailes. Pedimos la copa que iba con la entrada y continuamos con nuestros bailes, ahora mucho más calientes puesto que ya no teníamos conocidos alrededor. Mirtha se fue rozando de manera más descarada y yo fui pegándome cada vez más a ella, mientras la muy pícara me fue conduciendo con los bailes hacia una zona más apartada y un tanto oscura, donde acabamos de desatar la pasión. A medida que íbamos bailando le fui tocando el culo por debajo del vestido y viendo su aprobación, comencé a besarle por el cuello cada vez que con sus bailes se quedaba de espaldas a mi, restregaba su trasero contra mi abultado paquete y con sus manos, cogía las mías para pasarlas por encima de sus pechos. Mi calentura era brutal y creo que el deseo de los dos era aliviarlo de alguna manura. Comenzamos a besarnos y Mirtha me sugirió en el oído que la acompañara al baño. Una vez en el reservado, no aguanté más y tras cerrar la puerta, la empotré contra la pared y comenzamos a enrrollarnos desenfrenadamente mientras las manos de ambos no paraban de sobar las partes del otro. Poco a poco, fui descendiendo por sus pechos, levanté un poco su vestido, hice a un lado su precioso tanga y comencé a lamerle su "chochito" mientras sus manos agarraban mi pelo para que no me levantara de allí. Tras una buena faena y debido al calentón previo que llevábamos, Mirtha no tardó en venirse en mi boca mientras contenía como podía sus gemidos para no ser descubiertos. Tras su brutal orgasmo, era mi turno. Me agarró del pelo, me pegó un buen morreo y me empujó hasta la taza del bater, donde hizo que me sentara y, tras casi arrancarme el pantalón, comenzó a chuparme la polla a la vez que se ayudaba con su mano para pajearme. Alternaba las lamidas del glande con las caricias de mis huevos, para después tragársela por completo mientras no apartaba su mirada ardiente de la mía, llenas ambas de deseo y lujuria. Igual que le pasó a Mirtha, no tardé en venirme en su boca, ya que el calentón que llevábamos era de campeonato. Tras recomponernos del esfuerzo y arreglarnos la ropa, volvimos a la disco.
Pedimos una nueva copa para recuperar energías y volvimos a la pista de baile. Me dí cuenta que se estaba haciendo tarde y le sugerí a Mirtha marcharnos de allí para continuar con lo que habíamos empezado en el baño, así que decidimos ir a buscar su coche. Salimos de la localidad en busca de algún camino donde perdernos y dar rienda suelta a nuestra pasión. Mirtha conducía y yo iba en el asiento del copiloto, así que en cuanto se desvío hacia un camino rural, me quité el cinturón, me giré hacia su asiento y una de mis manos se introdujo por debajo de su vestido para comenzar a acariciar su clítoris, primero por encima del tanga y ya después directamente a la vez que le introducía un dedo en su empapado chocho. También conseguí sacarle un pecho para chuparle un pezón mientras la estaba poniendo muy cachonda con mi faena en sus partes bajas. Al poco rato de circular por el camino, Mirtha encontró una zona arbolada y detuvo el coche para abalanzarse sobre mí y castigarme por la gran excitación que le había causado mientras conducía. Me bajó los pantalones mientras yo me quitaba la camiseta para estar más cómodo y se abalanzó de nuevo sobre mi polla la cual estaba preparada para un nuevo asalto. Tras unos buenos lametones, Mirtha se quitó su vestido y se montó sobre mi para cabalgarme, pero debido a su gran estatura y que estábamos en el asiento del copilo, no teníamos mucha acción para poder follar al ritmo que nos pedía nuestra calentura, por lo que decidimos salir fuera del coche.
Ya fuera del coche, Mirtha se abrió apoyó sobre el capó, se abrió de piernas y me abalancé sobre ella comenzando una intensa follada a la vez que nos besábamos desenfrenadamente y chupaba sus pechos. Estuvimos un buen rato en esa postura hasta que mi flamante alumna me avisó que le venía un nuevo orgasmo, circunstancia que aproveché para aumentar el ritmo y proporcionarle un inmenso placer rodeándome con sus piernas y apretándome contra ella a la vez que me agarraba del pelo y gemía escandalosamente. Cuando se recompuso, me agarró de la mano, se apoyó en el lateral del coche y, abriéndose de piernas a la vez que arqueaba su cuerpo hacia el coche, me pidió que la penetrara por detrás culminando así una noche de auténtica lujuria, calentura y pasión. En esta situación y lo caliente que iba no aguanté mucho rato y terminé dentro de ella. Tras recuperarnos un poco, nos metimos dentro del coche para recuperar nuestras ropas y descansar un poco mientras empezaban a aparecer los primeros rayos de sol, así que decidimos volver a nuestras casas, esperando poder volver a repetir en otra ocasión ya que el feeling entre ambos fue brutal.