Cena en la playa
Después de todo el día en la playa, de ducharnos y ponernos guapos decidimos bajar al pueblo a cenar en un pequeño restaurante junto a la playa.
Después de todo el día en la playa, de ducharnos y ponernos guapos decidimos bajar al pueblo a cenar en un pequeño restaurante junto a la playa.
Tú te has puesto un vestido blanco muy ajustado de tirantes, ligero, que marca todo tu cuerpo. Tus pechos se marcan perfectamente en la tela y los tirantes de tu sujetador se cruzan con los del vestido. Tu culo queda precioso apretadito en la tela del vestido y el tanga que te había visto ponerte no se notaba. Tus piernas librse con el amplio vuelo del vestido. Llevas unas sandalias brasileñas que me encantan porque con ellas caminas como si fueses descalza. Llevas el pelo aún húmedo tras la ducha recogido en un moño. Tu piel morena contrasta con el blanco del vestido.
Yo voy con unos pantalones de lino blancos hasta el tobillo. No me he puesto ropa interior porque me gusta ir libre con esos pantalones. Claro que a tí te gusta casi más que a mi. Una camiseta negra y sandalias completan mi atuendo.
Bajamos andando por las calles iluminadas del pueblo, cogidos de la cintura, mi mano acariciando de vez en cuando tu trasero y tu mano dentro de mi pantalón directamente amasando uno de mis glúteos. Cuando nos paramos para cruzar, en cada calle, nos besamos dulcemente o te pones delante de mí apretando tu espalda contra mi cuerpo y tu culo contra mi entrepierna y yo te abrazo, rozando tus pechos con mis brazos. Mi pene cada vez que haces eso se endurece un poco más. Te encanta meterme mano en la calle. En un semáforo que dura mucho no solo rozas tu culo en mi pene si no que disimuladamente metes una mano y me lo agarras suavemente moviendo ligeramente tu mano de arriba a abajo, descubriendo el glande. Me encanta cuando haces eso.
Llegamos al paseo marítimo y seguimos andando. Decidimos ir por la arena y caminar descalzos. El mar esta tranquilo y charlamos sobre lo que nos apetece hacer mañana, ir a una cala nudista donde nunca había nadie. Caminábamos lentamente abrazados. Tu mano dentro de mi pantalón jugueteando en mi culo y mi mano acariciándote sobre el vestido. Al cabo de un rato tu mano se adentra entre mis glúteos provocándome. Yo me quejo.
-No es justo que yo no lleve calzoncillos, me puedas hacer de rabiar y tu lleves un vestido hasta los tobillos y no pueda ni meterte mano.
Tú te ríes y separándote un poco de mi con un rápido movimiento te deshaces del sujetador. Tus firmes pechos quedan libres debajo del vestido y tus pezones duros por la brisa del mar se marcaban claramente.
-El resto me lo quitas tú- dices con cara de pícara.
Me acerco a ti y te cojo por la cintura. Te beso en la boca y tu me besas húmedamente de vuelta. Mis manos comienzan a subir tu vestido poco a poco. La playa esta vacía y oscura pero nuestras figuras y tu vestido blanco, cada vez más remangado, se ven perfectamente desde el paseo. En pocos segundos mis manos se meten dentro de tu tanguita y juegan con tus glúteos mientras nos besamos, tú con tus brazos al rededor de mi cuello y tú sujetador colgando de tu mano. Voy bajando el tanga hacia tus muslos desnudando tu culo y mis manos dan la vuelta a tu cintura para bajarlo también por delante. Una de mis manos te acaricia el coño mientras la otra deja caer el tanga al suelo. Mi mano se deleita notando la humedad de tu entrepierna. Terminada la maniobra coloco el vestido de nuevo en su sitio, hasta entonces remangado en tu cintura y te digo:
-De momento nada más- ahora tengo hambre y te muerdo el cuello y me separo de ti sonriendo.
Tu sonríes, recoges tu tanguita del suelo y me lo metes junto con tu sujetador en el bolsillo. Me coges de la mano y juntos caminamos hacia el restaurante. Al llegar justo enfrente del restaurante nos acercamos caminando por la arena hasta las escaleras del paseo. Allí te sientas en un banquito de azulejos con un lava-pies y abres el grifo para quitarte la arena. Yo me acerco y cogiéndote un pie te ayudo a limpiarlo completamente para termina acercándome y dándote un beso en cada uno de tus preciosos pies. Según terminas soy yo quien me siento y procedo a limpiarme bien los pies de la arena de la playa.
Entramos en el restaurante y nos dirigimos a la terraza que tiene en la azotea. El metre nos ofrece una mesa pequeñita junto a la barandilla, justo sobre el paseo, con la playa justo debajo. La terraza está iluminada con velas y una suave melodía chill-out suena para ambientar. Entre risas y charlas elegimos algo para cenar de entre lo que nos ofrecen en la carta. Para beber un vino blanco Estrisimo Bach muy frio. Durante la velada tonteamos, nos reímos, charlamos.
Ya cerca de los postres noto tu pie rozar desnudo mi pierna, de forma distraída. Poco a poco lo subes hasta mi entrepierna y consigues que mi pene reaccione.
-¿Te apetece jugar?- te digo.
Tu asientes con una sonrisa pícara y no dices nada más, bajando tu pie.
-Vale.
Entonces te recuestas un poco en la silla, bajando tu culo hasta cerca del borde y separas tus piernas. Es claramente una invitación a uno de tus juegos preferidos. Desde las mesas de alrededor nadie diría que tu entrepierna comienza a mojarse sólo de pensar en lo que va a pasar y tu postura no llama la atención, simplemente te has relajado después de la cena. Descalzo mi pie y lo acerco al tuyo, pisándolo suavemente para que sepas donde está. Tú sonríes. Poco a poco voy subiendo mi pie lentamente rozándolo por tu pierna y noto como la separas un poco más según me acerco a tu rodilla, la sobrepaso y estiro mi pierna para rozar con mi pie tu muslo y llegar hasta tu ansiosa entrepierna.
Me encanta sentir tu coñito arregladito con mi pie. Tus rizos recortaditos, la humedad que rezumas, tus labios afeitados. Tú en ese momento cierras los ojos y suspiras. Estás muy excitada solo del morbo que sientes por lo que estamos haciendo. En ese momento el camarero se acerca con la carta de postres. No se fija pero si lo hiciese vería mi pierna estirada entrando en tu vestido bajo la mesa. Sin retirar mi pie apoyado sobre tu entrepierna pedimos unos helados de postre.
En cuanto se va el camarero coloco mi dedo gordo estratégicamente y separo con el tus labios, mojándolo entre ellos y palpando tu entrada. Subo un poco y puedo notar tu clítoris impaciente. Bajo de nuevo y, esta vez mirándome a los ojos, sientes como mi dedo gordo se mete dentro de ti. Suspiras y te retuerces un poco en la silla, casi imperceptiblemente, apretándote hacia mi pie para sentirlo más.
Nos traen lo helados y tu comienzas a saborearlo con la copa en una mano y jugando con la cuchara, lamiéndola como si me lamieses a mi, mientras mi pie sigue jugando entre tus piernas, unas veces acariciándote por fuera, otras veces penetrando todo lo que puede y otras rozando y presionando tu clítoris.
Noto como chorreas de excitación y como poco a poco tu respiración se acelera. Mi pie está empapado de ti. Tu coño palpita y sin esperar más noto como mientras cierras los ojos tu cuerpo se tensa en un orgasmo que te ves obligada a disimular. Tu cuerpo se electriza, mi pie se queda quieto penetrándote hasta donde llega y tus piernas se cierran atrapándolo. Casi se te cae el helado encima. Y yo sigo comiéndome el mío sonriendo. Un chico sentado en una mesa cercana te mira de reojo. Quizás se haya dado cuenta. Le miro y noto como se ruboriza y respira agitadamente mientras sus padres cenan y no se enteran de nada. No debe tener más de 19 años, menos de 20 seguro. Sí, sabe que te acabas de correr y nos mira con envidia. De repente se levanta y se va.
Cuando terminas de disfrutar todas las sensaciones que recorren tu cuerpo te incorporas un poco en la silla. Me miras, sonríes y me lanzas un beso. Mi pie está apoyado en tu silla, mojado entre tus muslos. Bajas una mano y lo acaricias. Con una servilleta lo secas.
-Me encanta todo lo que me haces- dices.
-A mi me encanta hacerte de todo.
-Ahora quiero que te corras tu.
-Sorpréndeme.
Entonces te ajustas las sandalias y te levantas de la mesa. Te acercas a mí y me das un beso muy suave y húmedo. Acercas tu boca a mi oreja y acariciándome el pecho desde detrás me dices:
-Te espero en el servicio en 5 minutos. No vengas antes. Paga la cuenta y ven.
Y con caminar distraído te vas hacia el servicio. Mientras yo llamo al metre y le pido la cuenta. Después de firmar el recibo de la tarjeta de crédito me levanto y le pregunto por los servicios. Amablemente me indica:
-Al fondo a la derecha, bajando por las escaleras.
Me dirijo hacia allí excitado. Bajo rápidamente y entro en el baño de señoras, becándote. Pero no te encuentro! Entonces salgo y me meto en el de caballeros. Mi sorpresa es mayúscula y mi excitación se duplica cuando te veo de rodillas chupándole la polla a nuestro amigo post-adolescente de la mesa de al lado. Tiene los pantalones por los tobillos, de pie contra la pared, acorralado, los ojos cerrados con cara de susto y de placer al mismo tiempo. Su polla, no muy grande, pero interesante, recibe los halagos de tu boca, tu lengua y tus manos.
-Hola, ¿se puede?- digo.
El chaval abre los ojos y pone más cara de susto aún e intenta zafarse. Tu le sujetas y te metes de golpe su polla hasta la garganta mientras le agarras los huevos con una mano, lo que el disfruta increíblemente y le impide hacer otra cosa que relajarse.
Entonces me bajo los pantalones y saco mi polla dura y húmeda mientras me acerco a ti por detrás. Él me la mira mientras tu sigues chupándole. Te subo el vestido dejando tu precioso culo al aire y me la acaricio un poco a la vez que sobo tu entrepierna con la mano mojando mi mano y moviendo la humedad hacia tu ano.
-¡Si! Métemela en el culo- dices dejando de chupársela pero sin dejar de pajearle.
Sin esperar más coloco mi pene entre tus glúteos, en la entrada de tu estrecho agujero y presiono. Noto como tu cuerpo se relaja para dejarme entrar, y de un único y lento movimiento entierro todo mi pene en tu culo. Tú aprovechas para aumentar la velocidad de tu boca en la polla del chico y yo comienzo a moverme lentamente de dentro a fuera. El chaval está alucinando pero disfruta enormemente.
Conforme tu vas disfrutando mis movimientos en tu culo chupas más y más intensamente y yo con lo caliente que estoy tardaré poco en correrme y llenarte el culo de mi caliente semen, por lo que de vez en cuando paro mis movimientos para alargar el placer. En esos momentos tu descansas tu boca y masturbas al chaval, mirándome a la cara con una sonrisa. Finalmente no aguanto mas y decido correrme en tu culo. Tu notas que acelero mis movimientos y te excitas aún más si cabe y comienzas a succionar como loca la polla del dieciocho-añero. En pocos segundos el chaval comienza a gemir y yo me dejo derramar corriéndome en un largo orgasmo llenándote el culo mientras la corrida del chaval cae por tu garganta.
Entonces te relajas y sueltas la polla del chico. Salgo de tu culo tu te pones de pie con una enorme sonrisa en tu boca. Saco las braguitas de mi bolsillo te ayudo a ponértelas mientras nos devoramos a besos. Sé como te gusta que se mojen con mi semen cuando sale de tu culo. EL chico aun tiembla de placer y del susto, se recompone los pantalones y con un tímido "Gracias" sale del baño.
Y es que es de bien-nacido ser agradecido...