Cena de negocios
Daniela descubre que le excita estar con su pareja y un compañero de empresa.
Cena de negocios.
Los ojos de Pablo, su pareja, la desnudaban mientras recogía la mesa. Su cuerpo voluptuoso se recortaba a contraluz bajo el vestido blanco camisero que contrastaba con el bronceado de su piel , era una de las ventajas de tener pileta en el edificio, poder tomar el sol desde principios de noviembre. Al agacharse a meter la vajilla en el friega platos las nalgas quisieron romper la pollera y sus pechos generosos se mostraron en parte por el escote. No sólo la devoraba con la mirada su novio, también Roberto , su nuevo socio , parecía querer comérsela.
Daniela había bebido, aunque no demasiado, pero se sentía flotando, todo había estado muy bien, y ella había sido una deliciosa anfitriona. Pablo había montado una cena para festejar su nuevo trabajo, un trabajo que se había buscado él, nadie se lo había regalado y en el que además iba a ser parte de la compañía. La cena había sido con los dos socios de Buenos Aires con sus respectivas parejas y Roberto, el de Mendoza, que había venido solo. Ella , era la más joven aunque la única que tenía un emprendimiento, con su madre y una empresaria española, donde diseñaba y creaba un colección de carteras y cinturones de lujo que acaban de lanzarse y estaban teniendo un éxito impresionante.
La ventaja del nuevo piso, el antiguo del marido de su madre, era que permitía recibir y organizar reuniones como la de aquella noche , que había sido un éxito, como comprobó cuando se fueron marchando las parejas invitadas. Se había quedado Roberto, tomando la última copa, antes de que Pablo le llevara a su hotel.
Los hombres habían entrado en la cocina para sacar hielo del frigorífico, Pablo aprovechó para tocarle el culo, de forma apenas disimulada, la joven se estiró orgullosa, los pechos turgentes tensaban el vestido, dejando ver su canal al haberse desabrochado parte de los botones. Se notaba deseada , le gustaba y excitaba.
-¿ Qué quieren que les ponga para beber?- les preguntó con voz mimosa, como imaginaba era la de una camarera de club.
- Nos puedes servir unos camparis con naranja. Te esperamos en la terraza, ya hemos llevado los vasos y el hielo.
Daniela en una bandeja colocó la botella de Campari y puso el jugo de naranja que sacó de la heladera en una jarra de cristal.. Añadió una botella de vodka y fue hacia el balcón. Los hombres estaban sentados en un sofá grande desde el que se veían las luces en la noche porteña , delante estaba la mesita con la cubetera del hielo, allí al dejar la bandeja se inclinó y la prodigiosa delantera de la mujer quedó prácticamente a la vista de los dos hombres que se quedaron sin respiración ensimismados en las tetas maravillosas. Las miradas de ambos la devoraron mientras les servía primero la naranja y después el Campari.
Yo voy añadir un poco de vodka , ¿ quieren?.
Yo me apunto – contestó el mendocino.
Siéntate acá con nosotros- Pablo se movió dejando espacio para Daniela entre ellos.
Se sentó, brindaron. Se dejaron caer sobre el respaldo, se notaba empotrada. Era una extraña sensación, por un lado de señora , de dueña de la casa, por otro protagonista de un juego donde ella era el objetivo de la lujuria de su novio y de su compañero de empresa.
Pablo le pasó la mano sobre los hombros, la atrajo la hacia él , le besó mimoso en la oreja mientras le musitaba:
- Sé amable con él.
Daniela se quedó de piedra, no acababa de entender lo que le estaba diciendo su novio, que la volvió a besar, pero en el cuello, recorriéndolo con su lengua lasciva. Sus grandes pechos se agitaron con la respiración profunda que no pudo reprimir.
- Ya sabes ...sé ...mi mujer...obediente, complaciente, una buena anfitriona.
Le deshizo el moño, el pelo quedó suelto, de una manera instintiva agitó la cabeza. Estaba más hermosa, una leona que no sabía qué hacer, le miró a los ojos. Había una mezcla de orgullo, de alegría y lujuria en ellos.
Daniela estaba muy nerviosa, pero al tiempo se dio cuenta que se iba excitando, era una situación nueva, algo que nunca pensó que pudiera ocurrir, es más comprendió que era un paso importante en su relación de pareja con Pablo, el hombre de su vida. Decidió ponerse en sus manos, entregarse al juego que él quería, sabiendo que no habría marcha atrás.
- Ayúdame...por favor- le musitó casi en un gemido de entrega.
Pablo retiró el brazo que le rodeaba el hombro, al hacerlo la besó ligeramente en los labios, empujándola hacia atrás, de modo que quedara apoyada en el respaldo del sofá. Le acercó el vaso con la bebida, mientras Daniela daba un trago, su novio aprovechó para abrir el vestido dejando al desnudo su torso, apenas cubierto por el corpiño color carne. Siempre había sabido que tenía unas tetas fuera de serie, grandes, duras, con pezones como conos de helado y que ahora excitada se marcaban orgullosos bajo el nido de abeja del sujetador. Cerró los ojos. Oía como respiraba ansioso Roberto. Sabía que debía esperar y esa espera le ponía más y más caliente, al tiempo que estaba decidida a jugar a lo que quisiera Pablo, que le abrió el broche de la prenda dejando libres sus senos.
Notó el frío de la noche y supo que los pezones estaban erectos, era una tensa espera para recorrer el camino que Pablo debía guiarla. Volvieron a darle de beber, seguía con los ojos cerrados, pensó que querían que estuviera más liberada, y lo estaba, iba a hacer lo que nunca había hecho y quería seguir, pero debía dejar que le indicaran qué .
Pablo la giró ligeramente, de modo que Roberto pudiera ver bien sus tetas, y entonces … Pablo tomó su mano y la colocó sobre le entrepierna de su invitado. Sintió la polla dura bajo la tela del pantalón. Se quedó quieta, con los dedos rodeando el bulto de la verga. Su novio le abrió la falda del vestido, mientras le lamía el cuello. Solo le quedaron dos botones en la cintura, estaba semidesnuda, le faltaba el aire por la excitación que la invadía.
- Sácale toda la leche...cariño.
Daniela empezó a acariciar la polla del mendocino, lo hacía deslizando la mano a lo largo de toda ella, muy despacio. Comenzó a abrir y cerrar los dedos que agarraban el miembro viril. Pablo le lamía el cuello, llenándolo de saliva y babas.
- Abre los ojos.- le ordenó, al tiempo que empezaba a acariciar sus muslos desnudos.
Lo hizo levantando el telón de sus pestañas y posando su mirada en Roberto con modos de ingenua de cine. El tipo estaba casi congestionado, no quitaba los ojos de sus pechos, admirándolos como si no hubiera visto una delantera tan prodigiosa. La situación, el sobeteo de sus muslos la excitaba mucho, iba a seguir con el paso siguiente, pero quería que fuera su pareja el que se lo ordenara, que no hubiera en el futuro problemas, ella hacía lo que él le pedía.
Pablo...¿ Qué hago?- preguntó en un gemido, girando el rostro e intentando besarle en la boca.
¡Hazle una buena mamada, como vos sabes!- le contestó excitado devorando luego sus labios.
Sus dedos hábiles abrieron el pantalón del invitado, metió la mano y sacó la pija dura, en alto. Era una polla gorda, sonrío para sus adentros, pero mucho más corta que la de su novio. La sujetó con el tridente del pulgar, índice y corazón, tiró hacia abajo para dejar el glande libre. Era un ciruelo oscuro, azul violeta.
Decidió acabar pronto, quería saber qué iba hacer luego Pablo. La estaba tratando como una puta contratada o como una esclava, y ella no lo era. Le amaba, se daba cuenta que era una prueba, que no podía haber dicho que no, pero que no debía animarse, y si lo hacía , tendía que disimularlo, porque estaba muy caliente, excitada, pero no se le debía notar.
Bajó la cabeza hasta que su lengua quedó a la altura del cipote, lamió su jugo. Al girar para poder hacerlo, sus nalgas chocaron con la polla de Pablo, estaba pétrea. Cuando se metió la polla de Roberto en la boca para chuparla, empezó a mover despacito el culo. Le gustaba sentir la verga enorme de su novio contra ella.
Fue un trabajo rápido, mover los dedos pajeando y usar los labios para apretar el ciruelo, sabía que el mendocino iba a explotar pronto.
- ¡ Me voy a correr!- casi gritó.
Daniela hizo amago de sacar la pija de la boca, pero la mano de Pablo sujetándola se lo impidió.
- Traga todo – le ordenó.
Obedeció , siguió masturbando y chupando hasta que llegó la explosión. La leche del hombre le dio en el fondo del paladar, con la verga dentro se tragó el semen. Fue entonces cuando pudo volver a erguirse. Ricardo parecía feliz , no dejaba de devorarla con los ojos, recreándose en sus tetas majestuosas.
No sabía cómo iba a seguir la noche. Estaba dispuesta a todo. Había demostrado que aunque era muy joven, sabía ser una viciosa obediente, sin pudores ni vergüenzas.
- Ricardo, te llevo al hotel.- dijo Pablo levantándose. Ricardo le imitó. Ella se quedó sentada con el vestido abierto un poco cortada, sin acabar de entender.- Vuelvo enseguida.
Fueron hacia la puerta , el invitado abrochándose el pantalón. Daniela les vio irse. Necesitaba pensar en lo que había pasado. Juntó en un solo vaso los restos de las bebidas y lo fue bebiendo intentando tranquilizarse. Apoyó la espalda en el sofá, abrió las piernas, dejó que la brisa de la noche refrescara sus pechos desnudos y su concha empapada. Estaba caliente, el haber vuelto loco y comido la pija al socio de su novio, delante de él y encima siendo Pablo el director de escena, que también estaba cachondo, porque había notado como tenía de dura la polla que se restregaba contra su culo en el asiento, era una realidad: hervía de deseo y lujuria.
Cuando oyó la puerta, se levantó y fue a recibirle como estaba, los pechos desnudos, el vestido semiabierto con solo dos botones y la bombachita, sobre las sandalias de taco alto. Pablo la miró y se abalanzó sobre ella, no dijo nada, sola le devoró la boca con la suya insaciable. Las manos la recorrieron el cuerpo, sobre la tela , por la carne ardiente. Daniela notaba la verga dura apretada a su pubis, quería ser suya, que la tomara y se sacaran aquella terrible calentura que les poseía.
El hombre agarró la tanga y tiró hacia abajo, ella le empujó separándole , y rápida bajó la prenda que quedó en el suelo, luego se tumbó esperando al macho. Pablo se desabrochó el cinturón y el pantalón y de un golpe los dejó con el calzoncillo a la altura de los muslos, y se lanzó sobre la joven que le esperaba con las piernas abiertas. La penetró de un golpe clavando su enorme polla hasta el fondo. Daniela sintió que se llenaba, el golpe en el fondo de su vagina y chilló.
- ¡ Cógeme! - fue un grito salvaje , de hembra en celo. Estaba tan caliente que apenas le notó dentro comenzó a venirse.
Pablo se movía rápido , ansioso, loco de deseo , sin ocuparse del placer de su novia, sólo buscaba su estallido de lujuria. Daniela estaba en un orgasmo largo, poderoso que tuvo su cumbre cuando él descargó su leche. Se quedaron abrazados.
Este relato es parte de la serie Marisa y Santiago.
La autora agradece los comentarios y acepta ideas para el devenir de los diferentes personajes de esta colección de historias.