Cena de Navidad
Una aburrida cena de empresa pega un vuelco tras recibir un sms de una caliente universitaria.
Este relato
me lo envió un amigo al que “inspire” ligeramente. Lo dejó sin terminar, por lo
que el final y los algunos retoques son míos.
Espero que
os guste. ;)
Cómo
cambian las cosas en un momento.
Ocurrió
en la típica cena de empresa, en Navidad, un miércoles por la noche. Como se
puede suponer poco ambiente, la gente se marcha pronto pues al día siguiente
hay que trabajar... En fin, la verdad es que no lo pasamos del todo mal, buena
cena en un sitio elegante y después unas copas por ahí. Sólo una pega, a la una
y media de la mañana ya todo el mundo quiere retirarse, somos pocos en la
empresa, la gente tiene que madrugar y ya se sabe, si es que están todos
un poco mayores, aunque algunos sólo ronden los cuarenta. Yo como el más joven
de la oficina tenía ganas de juerga aunque sólo fuera un rato más, así que me
puse a pensar. Mis amigos no estaban por ahí ese día, por no decir que la mayoría
viven fuera, así que me temía que tocaría irse a casa como los demás.
Me
gusta de vez en cuando hacer llamadas perdidas a algún amigo cuando estoy de
fiesta, para darles un poco de envidia más que nada. Otros días son ellos los
que lo hacen, cosas de colegas. También me gusta hacer lo mismo con alguna
chavala que me gusta. Tenía desde hace poco el teléfono de una chica que conocí
por medio de otros amigos, una madrileña. Se llamaba Alejandra, muy guapa la
verdad, estaba estudiando allí en la universidad, sospechaba que con esa chica
tenía posibilidades de llegar a algo en un futuro no muy lejano así que le di
un toque. Ya lo había hecho más veces y de noche siempre tenía el móvil apagado
así que eso hice. Imaginé que como otras veces al día siguiente lo leería y me
mandaría un mensaje del estilo de: "¿Qué tal juerguista, lo pasaste bien
anoche?”. Eso me encantaba.
Mi
sorpresa fue que tenía el móvil encendido, me preocupé un poco, no quería
que se hubiese despertado por ello y le pareciera mal. En fin, a los cinco
minutos recibí un sms que decía: “Ven hasta mi casa, te espero”.
Me
quedé de piedra, lo que llega a cambiar una noche de repente. Le contesté que
estaría allí en unos veinte minutos y que le daría un toque al llegar a su
portal. Sabía el número del portal, pero no el piso. Por supuesto fui para allá
como un caza, estaba algo lejos, tenía que ir andando y eran las dos de la
mañana, hacía un frío importante y al día siguiente había que trabajar temprano,
pero en un momento así eso no importaba.
Al
llegar le di un toque y rápidamente me abrió la puerta de la calle. Subí y ahí
estaba ese pedazo de mujer. Un metro sesenta y cinco más o menos, muy buen
cuerpo y una mirada felina que transmitía más erotismo que la de cualquier
mujer que conociera. Me recibió con un pijama de pantalón corto y tirantes, si
no estaba ya bastante caliente, eso me
subió la temperatura aún más. Nos miramos serios los dos, creo que lo dijimos
todo con una simple mirada, ella me deseaba y yo más aún a ella. Me dio dos besos
y me dijo que fuéramos a una pequeña salita que tenía.
Tenía
un cuerpo perfecto, a fecha de hoy no he visto unos pechos mejor puestos
que los suyos, con su camiseta de tirantes y sin sujetador le resaltaban unos pequeños
pezones. Tenía una piel perfecta, morena pero no demasiado, lo suficiente, no me
apasionan las que se pasan con el sol o los uva.
Me
quité la cazadora y nos sentamos a hablar un poco. Durante unos minutos le
conté lo que habíamos cenado, como lo habíamos pasado y, en fin, todas esas cosas.
Me considero bastante divertido y estaba claro que hacía reír a esa chica pero
estaba seguro que esa mirada, esos ojos verdes azulados querían mucho más, sin mediar
palabra se acercó a mi y nos besamos apasionadamente, estuvimos así un buen
rato, me gustaba esa chica, me hubiera conformado con eso y con menos, pero tal
como iba la noche sabía que aquello iría a más.
A
continuación me dijo al oído que fuéramos a su habitación, fue casi un susurro,
pero suficiente y para colmo parecía que se acababa de perfumar. Olía muy bien,
a una mezcla de crema hidratante y colonia. La verdad me ponía cada vez más. Entramos
en su habitación y encendió la luz de una pequeña lámpara, una luz muy suave,
perfecta para un momento así. Pensé que era un tío con suerte, no todo el mundo
tiene una diosa en frente y dispuesta para la acción, pero al mismo tiempo
estaba un poco preocupado, bueno, más bien tenía un sensación como de
exigirme al máximo.
Me
cogió las manos y las llevó a sus pechos, eran perfectos, firmes, grandes y
duros, los acaricie por encima de su camiseta, pero sólo durante un momento, ya
que no me pude resistir a la tentación de sentir mejor esos pechos perfectos. Le
quité la camiseta de tirantes y empecé a acariciarlos con suavidad, a juguetear
con sus pezones que estaban duros y erectos. Me agaché, se los besé y chupé,
los abarcaba con mi boca. Al mismo tiempo empezaba a oír sus suspiros, cosa que
me excitaba aún más, deseaba hacerle el amor como nunca antes a ninguna otra
chica, pero al mismo tiempo sabía que tenía que seguir excitándola con los
preliminares. No había prisa, lo otro ya llegaría y cuanto más tardara más
excitados estaríamos y más disfrutaríamos.
Le
di la vuelta y mientras le seguía acariciando los pechos con una mano, con la
otra empecé a acariciarle los muslos y ese culo perfecto que tanto me ponía, al
principio por encima del pantalón y después por debajo de él. Al final decidí
quitárselo, quedándose ella con un minúsculo tanga rojo que hacía que se le
transparentase su sexo. Empecé a acariciarla por debajo, pero sin quitárselo,
así me parecía más excitante, le iba metiendo los dedos más y más profundo pero
despacio y muy suavemente. Ella a la vez me acariciaba la polla de arriba a
abajo, nuestra respiración era cada vez más fuerte, estábamos tremendamente
excitados, queríamos ir a la cama y hacer el amor salvajemente, pero al mismo
tiempo no queríamos dejar de hacer lo que estábamos haciendo.
Yo
mientras tanto seguía acariciándole su sexo, había llegado ya hasta el fondo,
ya notaba el aumento de tamaño de su clítoris y también que estaba cada vez más
húmeda. Podía sentir el aroma a mujer, aun mezcla de olores, de sus líquidos y
de sus perfumes. En definitiva, olía a sexo.
En
su habitación había un espejo, así que sin sacarle mis dedos la llevé hasta él
y le dije:
-
Quiero que nos veas en el espejo a los dos y me respondas.
-
Si, ¿qué quieres que te diga? - me contestó.
-
Eres mi reina, pero quiero que me digas quien te ha dado más placer en tu vida.
-
Tuu… - contestó con la respiración entrecortada por el placer que estaba
experimentando.
-
También quiero que me digas quien es tu dueño.
-
Sólo tu mi amor....
-
Y quiero que me pidas lo que quieres que te haga.
-
Lo que quieras, hazme lo que quieras y yo te haré todo lo que me pidas.
Escuchar
todo esto me hacía excitarme aún más, cosa que pensaba que era imposible. A
estas alturas además vernos a los dos en el espejo y verla a ella gimiendo, a
veces con los ojos cerrados y otras veces con una mirada que transmitía una
mezcla de enfado y pasión, me hacía volverme loco. Tengo que reconocer que lo
que más me excita de ver en una mujer a la hora de hacer el amor no son sus
pechos, ni su piel, ni su sexo, si no su cara de placer y oír sus gemidos. Esa,
por lo menos, es mi opinión.
Me
empecé a quitar la ropa ayudado por ella, todo sin dejar de besarnos y
acariciarnos. Habíamos entrado en una dinámica de salvajismo de la cual no
íbamos a poder salir, de ese modo al final parecía que en vez de ayudarme a
desvestirme, en realidad lo que hacía era arrancarme la ropa. Me quedé como
ella, sólo con la ropa interior, ya podíamos sentirnos la piel mutuamente.
De
repente ella me llevó a una esquina de su habitación, se puso de rodillas apoyándose
ligeramente en la pared, me bajó el gayumbo y empezó a chupármela. Al
principio despacio y sólo en la punta para poco a poco aumentar el ritmo y
metérsela casi entera, al mismo tiempo que se ayudaba con la mano.
Yo
cada vez estaba más excitado, sentía que el corazón me latía a mil, cada vez
gemía más fuerte. Esperé que las paredes fueran sólidas, porque vaya recital
les íbamos a dar a los vecinos. Le pedía que siguiera, que era mi diosa, que
nadie me había dado semejante placer y que nadie más me lo daría, y por cada
cosa así que le decía, ella aumentaba el ritmo y la fuerza hasta llegar casi a
hacerme daño, aunque no me importaba. Yo empezaba a acariciarle el pelo, la
cara y los pechos y también iniciaba una especie de movimientos pélvicos de
modo que al poco tiempo estaba literalmente haciendo el amor con la boca de
aquella diosa.
Estuvimos
así un montón de tiempo, quizá veinte minutos, no lo recuerdo. De repente
decidí que ya iba siendo hora de corresponder a mi diosa Alejandra con lo mismo
que ella me había hecho. Le aparté suavemente la cabeza, la llevé a su cama, la
acosté boca arriba y empecé a besarla en los labios, después en el cuello, para
seguir bajando por esa maravilla de pechos los cuales chupé y besé a conciencia.
Seguí por su vientre hasta que llegó el momento clave.
Al
llegar a su tanga se lo quité con la boca y empecé a acariciarle su vagina como
le había hecho anteriormente, le metía los dedos cada vez con mayor fuerza y
rapidez y le preguntaba cosas como:
-
¿Te gusta que te haga esto?
-
Sii… Mi amor, sigue…
-
¿Te gustaría que te lo hiciera con la lengua?
-
Sii... Por favor…
Sus
jadeos se habían convertido hace rato directamente en gritos, le dije entonces:
-
Vas a ver como hago que te llegue sin necesidad de hacerte el amor.
-
Sii... Por favor, quiero que me hagas correr - me dijo.
A
sus órdenes. Acerqué mi boca a su sexo y empecé a besárselo y chupárselo
despacio, aumentando el rito lentamente y empezando a introducirle la lengua. Llegué
hasta el clítoris sin dificultad. Lo notaba cada vez más húmedo pero a mi me
gustaba el sabor. Muchos chicos hacen esto a sus parejas pero sólo para recibir
ellos lo mismo, conmigo era distinto, a mi me gustaba hacerlo. También notaba
como ella se acariciaba los pechos, cosa a la cual yo le ayudaba. Ella hacía
unos movimientos pélvicos cada vez más fuertes y sus gritos de placer cada
vez eran mayores. Le dije que cuando le viniera me avisara pero yo no iba a
dejar de chuparle su sexo hasta que no llegara, era cuestión de amor propio. Al
cabo de unos seis o siete minutos, me dijo:
-
Sigue, sigue… Sigue mi amor… Ya me viene, ya, ya…. Aaahh...
Una
de dos, o era la persona que mejor fingía del mundo, o acababa de tener un
orgasmo único, pero la cosa no iba a acabar ahí. Yo no había llegado aún y
sabía que ella estaría encantada de ir al final. Nos faltaba el plato
fuerte, la cogí en brazos, la acosté en la cama boca arriba y le abrí las
piernas con suavidad. Acerqué mi miembro a su vagina ya terriblemente
húmeda y la penetré como si no hubiera mañana.
Aquello
se convirtió en un recital de gemidos, gritos y orgasmos. Ella no paraba de
pedir más y más y de tener un orgasmo tras otro. Yo le seguía el ritmo como
podía, ya me había corrido una vez, pero no quería que eso acabase, bueno, ni
yo ni ella. Tras haber pasado por unas cuantas posturas, la volvía a tener
frente a mí a cuatro patas. De nuevo ese fantástico culo frente a mi. No puede
resistirme a darle unos cachetes mientras le rozaba el ano con mi polla,
haciéndole entender que también deseaba penetrarla por ahí, aunque no tenía
mucha esperaza, la verdad.
Seguí
frotándole el culo durante un rato más, y para mi sorpresa, Alejandra se mostró
mucho más receptiva de lo esperado. No sólo se dejaba hacer, sino que también
ejercía un poco de presión, como buscando que la atravesara con mi polla. Así
que no lo dude ni un instante y empecé a lubricar ese culito con mis dedos,
utilizando su abundante flujo.
El
primer dedo entró fácil, y con él se escaparon unos cuantos suspiros de su
boca. Le está gustando, pensé, voy a follarle el culo a esta diosa, soy un
hombre muy afortunado. Empecé un moviendo de mete saca a la vez que la
masturbaba y sus gemidos se empezaron a hacer notables. Metí un segundo dedo
sin mucha complicación y seguí dilatándole el ano, preparándolo para ser
follado en un instante.
-
¿Estás preparada? Le pregunté.
-
Siiii… Métemela ya, por favor… Párteme en dos, mi amor…
Escucharlo
fue la gota que colmó el vaso. Si ya me moría por darle por el culo, con esto
me descontrolé. Saqué rápidamente los dedos, y sin darle tiempo a reaccionar le
metí media polla del tirón. Ella se quejó, pero enseguida empezó a disfrutar.
No me lo podía creer, estaba sodomizándola sin ningún tipo de cuidado y ella
sólo podía gemir. Y como gemía. Los vecinos debían de estar alucinando, aunque
no era eso lo que me preocupaba en ese momento.
Yo
estaba en la gloria, iba a correrme en cualquier momento, pero no podía
permitir que eso pasase. Quería seguir disfrutando de ese culo más tiempo así
que se la saqué y me quedé tumbado en la cama. Pero ella quería más, y no estaba
dispuesta a parar ni un instante. Me dio un largo beso mientras ella se seguía
tocando analmente y acercó de nuevo mi polla a su culito, preparándose para
cabalgarme.
Y comenzó a metérsela. Verla encima de mí, como se acariciaba el clítoris y los
pezones, como se la metía hasta el fondo, como gemía de puro placer. Todo eso
fue demasiado. Me corrí dentro de ella, y lo hice como no recuerdo haberlo
hecho nunca. Ella estaba encima mío, temblando de placer mientras la llenaba
las tripas de mi leche.
Estuvimos
un buen rato así, hasta que mi polla se puso flácida y terminó saliéndose sola.
Ya era muy tarde, así que hice un amago de levantarme, pero ella me lo impidió.
Se recostó a mi lado, apoyó su cabeza en mi pecho y cerró los ojos. Yo hice lo
mismo y ambos caímos rendidos al sueño.
Espero que
les haya gustado. Sigan comentando y votando para ver en que puedo mejorar. Y
los que quieran pueden agregarme a mi e-mail: alex_cna@hotmail.com