Cena de empresa

Ya sabemos cómo suelen ser las cenas de empresa: todo empieza con una cosa muy formal a la que da algo de palo ir y en las mejores ocasiones acaba con una borrachera en la que haces cosas que al día siguiente preferirías no haber hecho o al menos no recordar, como chupársela a tu compañero.

Tengo que admitir que los heteros (o supuestos heteros) me dan bastante morbo y algunos de mis amigos comparten esto y otros no. Poco antes de estas navidades tuve una ocasión bastante excitante de darle rienda suelta a ese morbo mío durante una de muchas cenas de navidad. Se trataba de la cena de empresa. Ya sabemos cómo suelen ser: todo empieza con una cosa muy formal a la que da algo de palo ir y en las mejores ocasiones acaba con una borrachera en la que haces cosas que al día siguiente preferirías no haber hecho o al menos no recordar.

Pues bien, mi cena de empresa se hizo a mediados de diciembre y estaba invitado todo mi departamento, es decir, unas 40 personas. Se alquiló la sala de eventos de un restaurante y el plan era una cena de empresa, sin más. Llegué un poco tarde, a eso de las ocho y media, vestido muy elegante con traje y todo de negro. Si bien la vestimenta formal no es obligatoria, sí es lo que más abunda en las cenas de mi empresa. La gran mayoría de la gente ya había llegado y estaba tomándose una cerveza mientras nos esperaban a los últimos. Yo me senté donde pude, al lado del señor con el que comparto oficina y otro chico joven que apenas conocía.

Tengo que decir que si de por sí ya me resultan las cenas algo más bien pesado, el hecho de no poder sentarme con quienes mejor me llevaba y a quienes más conocía aumentó mi incomodidad en la situación e hizo que anhelara el final de la cena desde bastante pronto. La noche me sumergió en una ronda de conversaciones que difícilmente se desviaban de cuestiones de trabajo hasta ya finalizada la cena, cuando alguno de esos hombres que me rodeaban, ya algo bebido, sacó el tema del sexo. Me quise llevar las manos a la cabeza entre comentarios sobre sexo hetero, pues esperaba el momento en el que me preguntaran algo a mí. Pero ese momento no llegó. Si bien no suelo hablar abiertamente de mi sexualidad en el trabajo la mayoría de mis compañeros se imaginan que soy gay, aunque lo olvidan fácilmente en este tipo de contextos.

El chico nuevo, Matías, sentado a mi derecha, empezó a compartir algo de su vida privada. Contó cómo había conocido a su mujer y se había enamorado. Fue entonces cuando los otros interlocutores empezaron a agujerearle a preguntas para que revelara algo de su vida sexual. Lo hacían compartiendo ellos también anécdotas de sus parejas o ligues a cambio. Así que Matías reveló algún episodio morboso de sexo en el coche, e incluso llegó a detallar una felación que había recibido una vez por dos chicas. Yo escuchaba atento mientras bebía ya mi cuarto o quinto tercio de cerveza. Matías me empezó a parecer muy atractivo en su chaqueta gris y sus pantalones vaqueros blancos. Tendría unos 28 o 29, piel oscura, nariz convexa con un toque árabe y ojos negros. Iba recién afeitado, dejándose ver unos labios blanquitos y finos. Su cuerpo era más bien delgado y mediría no más de 1,70.

La comida ya se había acabado y algunos empezaron a irse, pero yo fui uno de aquellos que con la ayuda del alcohol disfrutaba cada vez más de la joven noche. Fui rotando de silla, integrándome en otras conversaciones y tras empezar a beber cubatas acabé apuntándome a buscar una discoteca con otros nueve o diez. Curiosamente las mujeres se habían ido todas y me tocaba aguantar todo un grupo de hombres borrachos y en celo como yo, pero heteros. Encontramos una discoteca y comenzamos a bailar. Al rato dos se estaban liando con alguna chica y yo seguía en el grupillo bailando.

Al cabo de un rato fui al baño y con la borrachera ya me cortaba poco. De forma bastante descarada me fijé en el pollón del tipo que tenía al lado, de piel oscura, grueso y prometedor; cuando de repente le escucho decir en forma de burla:

  • ¿Te mola mi rabo o qué?

En ese instante me di cuenta de que era Matías y me quise morir de la vergüenza, pero al mirarle me di cuenta de que estaba tan borracho como yo y no se lo estaba tomando nada en serio. De hecho parecía que ni se había enterado de que realmente lo que había estado haciendo era mirarle el rabo. Salimos del baño y a la media hora decidí que era hora de irme. Me despedí con abrazos de compañeros a quienes nunca había dado la mano y salí por la puerta. Justo iba a girar por la calle de al lado cuando vi que en frente estaba sentado Matías fumándose un piti solo. Decidí despedirme de él también y acabé sentándome a su lado.

Matías: Y entonces, ¿tienes novia? No has hablado mucho en la cena.

Yo, riéndome: que va.

Matías me mira con cara de extrañeza y continúa la conversación: Pues eres guapo, ¿cómo que no?, ¿te molan los tíos o qué pasa?

Yo: pues este, sí - admití.

Matías, algo perplejo pero sin cortarse: ¡ ostias! Vale... cuando me miraste la polla en el baño lo pensé. Pero en realidad creí que esta noche habías estado ligoteando con Ana, la del departamento. Pues cuenta algo, ¿tienes novio? No contaste ninguna anécdota sexual.

Yo: que va, no tengo. Pues no sabría que contarte - mentí.

M.: pues cuenta alguna situación en la que te lo has pasado bien.

Mientras yo intentaba resistirme, él insistía.

Yo: pues no se me ocurre.

M.: Venga ya, no seas tan introvertido. Te la habrán chupado alguna vez en un sitio público o así. Aquí o todos contamos algo o nadie. Yo ya conté mi parte en la cena.

Yo.: Bueno sí, hace un tiempo me la chupó uno deprisa en un parque público entre arbustos y luego llegó gente y él no se pudo correr.

M. Buah, ya ves. Es como aquella vez que estaba con las dos tipas comiéndome el rabo y pasaba gente muy cerca y nunca supe si nos vieron. Que te la coman es lo mejor.

Yo.: sí, da mucho morbo.

M. Bueno tío, es hora de irse pa casa ya, ¿no?, ¿me acompañas a coger un abrigo al coche y luego pillamos el metro juntos? Que yo así mejor no conduzco.

Le acompañé a una calle más apartada y menos iluminada al coche. Al caminar me di cuenta de lo borrachos que estábamos los dos, que si bien caminábamos rectos, nos costaba bastante. Cuando llegamos Matías me invitó a sentarme en el asiento del copiloto para evitar el frío y se encendió un porro mientras seguía insistiendo en hablar de sexo. Tras fumarnos el peta se hizo un momento de silencio en el que nos quedamos mirando al frente. Los cristales del coche se habían empañado.

Matías empezó a desabrocharse el pantalón: Buah, me aprieta un poco... no veas qué noche. Ha estado bien, ¿viste cómo se estaban liando esos dos con unas chicas? Ya verás en la oficina el cachondeo que habrá. Pero bueno, esos al menos follan porque mi mujer está con los padres y yo me voy a quedar con toda la calentura.

Yo ya pasaba y también solté cualquier cosa mientras le miraba el paquete de reojo: ya ves, al menos ligaron .

M.: Oye Aitor...

Yo.: ¿sí?

M. Dejaste a aquel chico que me contabas sin correrse. Podrías chupármela a mí para devolverle el favor a alguien, ¿no?

No me lo pensé dos veces y me coordiné con mi borrachera para empezársela a mamar a Matías, mi compañero de empresa, el cual ya se había sacado su polla del pantalón por completo. Matías suspiró con vicio y colocó una mano sobre mi nuca para ayudarme con la mamada. ¡Qué deliciosa me estaba pareciendo! Tendría unos 16 centímetros erecta, con lo que podía comérmela casi entera. Lo único que estorbaba era chuparla de lado mientras estaba sentado en el coche, y el largo vello púbico de Matías. Todo lo demás parecía un plan perfecto para terminar la noche.

Hice lo que pude desde el asiento para hacerle una mamada placentera a Matías, el cual estaba flipando en colores. Su polla parecía tan dura que me dio la sensación de que aún estaba aumentando de tamaño. Cada vez notaba algo más grueso en la boca que casi resultaba difícil comerse. Mientras se la lamía quise desabrocharme el pantalón y empezar a hacerme una paja, pero cuando paré un segundo para hacerlo, el cabrón no me dejó y me empujó hacia su nabo con un "sigue, sigue, que ya me corro. ¡Cómo la chupas!". Así que volví a meterme su polla en la boca y a seguir el ritmo cada vez más acelerado que me marcaba con sus manos, mientras la punta de mi nabo estaba a punto de salir por debajo de mi pantalón.

Entregado a la mamada, comencé a sentir las venas de Matías explotar, su pene vibrar y su respiración pararse mientras yo ayudaba la situación comiéndosela con rapidez y tocándole los huevos. Entonces Matías se corrió al grito de: "siii, chúpala, trágatela, sigue, sigue, sigueee", mientras mi boca se llenaba de su semen templado.

Una vez que le había sacado hasta la última gota y a Matías ya ni le apetecía que siguiera enganchado a su polla, la cual estaba perdiendo dureza, me aparté e intenté nuevamente hacerme una paja socorrida. Pero Matías se abrochó el pantalón rápidamente y con voz de borracho me dijo: Vámonos tío, que es super tarde.

¿En serio me iba a dejar así? Escondí como pude mi polla en el pantalón, aunque era más bien difícil disimular la erección, y salí del coche. Caminamos hacia el metro y tuvimos que esperar unos 20 minutos hasta que llegara nuestra línea. No hablamos mucho, estábamos borrachos y cansados, con la diferencia de que yo además tenía un pajote pendiente y estaba con ganas de tirarme cualquier cosa que se moviera, no pudiendo dejar de mirar a Matías de reojo. Llegó el metro y nos subimos. Mi parada estaba bastante antes que la de Matías y cuando me dispuse a bajarme, él también saltó del tren y me empezó a acompañar.

Yo: ¿Qué haces? - Pregunté extrañado.

M.: Acompañarte a casa para que no tengas que ir solo - me contestó mientras yo le sonreía imaginándome un polvazo en mi dormitorio.

Yo.: No hay mucho que acompañar, es aquí ya.

M.: Bueno pues me voy.

Yo.: ¿Quieres subir a casa? - Le dije mientras habría la puerta y entraba en el portal, y como medida socorrida para que se quedara y me quitara el calentón.

Pero Matías no parecía tener intenciones de subir a mi cuarto. Entró al portal y me dijo: chúpamela otra vez, ¿no?

Le invité nuevamente a subir pero no quiso, así que volví a hacer otra de esas cosas arriesgadas y descontroladas que uno hace borracho y cachondo. Le desabroché su pantalón, le saqué la verga que apenas le había chupado hace una hora y que volvía a estar dura y empecé a chupársela a oscuras en el portal. Y esta vez sí, mientras estaba de rodillas delante de él comiéndosela pude empezar a pajearme con cuidado para no correrme demasiado pronto. Esta vez la situación fue bastante más violenta, pues teníamos aún más prisa al estar en un portal, ¡mi portal!

Matías emitía suspiros de placer y se estaba empezando a poner guarro: Así, venga, más rápido. Chúpala. Muy bien. Cómetela entera como antes que me voy a correr ya . A su vez me seguía guiando con su mano y se agarraba su propio pene con la otra para que entrara derecho a mi boca. Fue una mamada rápida que me sirvió para quitarme el calentón. Mientras Matías literalmente usaba mi boca para sacarse los últimos chorros, todavía ayudándose con unos dedos para masturbarse, yo me estaba corriendo con un placer inmenso. Chorros de semen, acumulados de esta mamada y de la anterior, brotaban por mi pene para llenar el suelo. Esta vez Matías no se cansaba, seguía metiéndome la polla en la boca para que siguiera mamándole toda gota.

Con suerte nadie entró durante ese evento. Matías se largó para su casa y yo, tras limpiar algo el lugar de los hechos, me subí a casa a dormir como un niño.

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