Cena de cumpleaños

Laura cumple años y Andrés le ha preparado una cena sin pretensiones.

Ya era la hora de cenar, Laura y Andrés se preparaban una ensalada con todo lujo de detalles. Era una noche cálida de junio y una ensalada de gourmet parecía la opción más sugerente.

-. Esta mañana he discutido con Marga.- Dijo Laura interrumpiendo el lavado de lechugas

-. ¿ Y eso?.- Preguntó Andrés interesado

-. Ella me decía que si algún día tenía una hija, no le importaría que se casara con un negro, un musulmán o un chino.

-. Ya, y ¿tú que le has dicho?

-. Le he dicho que si un tengo tengo una niña, crece y me trae un novio negro que lo tendría que respetar porque los padres y las madres somos así, pero que no me gustaría. Sé que no hoy día está mal visto, pero tengo que ser sincera. Algo así como los de "Adivina quien viene a cenar esta noche", ¿recuerdas la película?

-. Si claro.

-. Como se llamaba el padre. Como se llamaba el padre.

-. El actor era Spencer Tracy

-. ¿Seguro? ¿No era James Stewart?

-. Spencer Tracy

-. Pues yo creo que era James Stewart

-. ¿Apostamos? Interrumpió Andrés.

-. ¿Qué nos apostamos?

-. ¿Lo de siempre?

-. Venga, va, lo de siempre.

Y cerraron la apuesta con un apretón de manos.

Dos semanas después.

Laura llegó a las ocho de la tarde a casa. Andrés y Laura vivían en una agradable casita a las afueras, con su piscina, su jardín y sus plantas a veces poco cuidadas. La costumbre es que llegara de trabajar a partir de las nueve, ya que en su despacho siempre "la liaban" a última hora, pero aquel día de tórrido julio era su cumpleaños, el trigésimo cuarto cumpleaños de Laura y se había "escapado" de su costumbre.

Siendo un miércoles mal día de celebraciones con amigos o familia habían acordado algo sencillito, en pareja.

Andrés llevaba ya una hora preparando una cenita de gourmet. A ambos les gustaban poquita cantidad pero mucha calidad. Cuando Laura llegó a la cocina, sin haberse quitado todavía los zapatos vio con asombro que se estaba preparando una cena espectacular de olores y colores variados pero en cantidad que difícilmente podrían comerse entre los dos.

-. Hola cariño.- interrumpió Laura a su chef.- está todo precioso, pero me parece que te has pasado preparando cena.

-. Hoy es tu cumple, y eso solo pasa una vez al año. Además tenemos invitado sorpresa.

-. No sabía nada, ya me podías haber avisado.

-. No pegues voces que está en el salón. Le he puesto a mirar fotos para entretenerse.

Laura no pudo evitar la tentación y se asomó con aire furtivo para ver quien era su invitado.

-. ¿Quién es? ¿Le conozco?

-. Es Juanjo

-. Juanjo, no conozco ningún Juanjo.

-. Compañero mío de la escuela.

Laura volvió a asomarse.

-. Ah! Ya sé quien es, ¿el tío ese que estaba tan buenorro?

-. El buenorro, ese mismo.

-. No sabía que fuera tan amigo tuyo.

-. Y no lo es, mandó ayer un email a todos los compañeros de la escuela contando que se marcha a Canadá a un proyecto de investigación de energía solar. Este trabaja para la ingeniería número uno en energía solar y le contesté que si podíamos vernos antes de que se fuera. Si hay alguna novedad en ese campo quiero ser el primero en aplicarlo aquí en España. Este compañero es un fichaje, y como me salga bien la jugada podemos hacer cosas muy interesantes.

-. Y en vez de quedar en un bar a tomar unas cañas le invitas a cenar el día de mi cumpleaños.

-. Si es que se va mañana, no tenía mucho tiempo, así se me ocurrió invitarle a cenar, pero ni le he dicho que era tu cumple ni nada.

-. Bueno, pues cenita rápida y ni copas ni nada, que estoy muy cansada y no me apetece estar de palique hasta las tantas.

-. Vale, prometido, anda ve al salón y salúdale, ahora voy yo, que no quiero que esto se me pase.

Laura salió pisando fuerte de la cocina para ser oída y se adentró en el salón como si de una modelo profesional en pasarela se tratara.

-. Hola Juanjo, soy Laura.

-. Hola Laura, ya sé quien eres, me ha estado enseñando Andrés fotos vuestras.

-. Ya veo que te tiene aquí abandonado, mirando fotos de nuestros viajes.

-. Pues si, pues si.

Juanjo parecía algo tímido. Guapo, alto, pero con un toque algo infantil. El típico empollón que no deja de ser empollón hasta que se muere. Laura le miraba con aire de superioridad. Ella era ejecutiva de una multinacional. Idiomas, MBA, y una actitud brillante en su carrera profesional le habían catapultado hasta la cima, aunque esa cima podría ser rebasada en cualquier momento si aceptaba alguna de las ofertas de incorporación a la competencia.

-. Andrés me ha dicho que te vas a Canadá.

-. Sí me voy el lunes, espero que no haga mucho frío.

-. Creí entender a Andrés que te ibas mañana.

-. No, no, el lunes. Todavía tengo tiempo de hacerme las maletas.

-. Yo conozco la parte Oriental. Es espectacular.

-. Yo voy a Montreal. Allí tenemos la sede.

-. Vaya, pues es una gran ciudad. ¿Conoces algo de Canada?

-. No, todavía no he ido. Pero no creas, no tengo muchas ganas. Lo único por que allí es el mejor sitio para investigar, pero me va más el calor de Málaga.

-. Jajajajjajaa, ya veo.

-. La cena está servida.- Interrumpió Andrés.- Cariño, te he dejado encima de la cama ropa más cómoda por si quieres cambiarte.

-. Lo siento Juanjo, pero tengo que cambiarme. Estos zapatos me están matando.- Y con el mismo aire de modelo de pasarela abandonó el comedor en apenas cinco zancadas.

Andrés invitó a sentarse a Juanjo a la mesa.

-. Siéntate aquí. La cena ya ves que es un poco informal, picotea lo que te apetezca.

-. Gracias. Tienes una mujer estupenda. Además tiene pinta de ejecutiva.

-. Si, es estupenda. He tenido muy buena suerte, es trabajadora, seria, formal y además guapa.

-. Guapa no, guapísima.

-. ¿De verdad te lo parece?.- Preguntó Andrés.

-. Pues claro. Es un bellezón.

-.Y desde tu punto de vista, ¿crees que tiene un cuerpo bonito?

-. Pues claro, tiene un tipazo.- Y de pronto Juanjo comenzó a ponerse rojo, pigmentándose como los tomates maduros..- Bueno, perdona, quería decir.

-. Jajajajajaja, perdona Juanjo, te he puesto en un aprieto, no era mi intención. Te has sonrojado.

-. Eres de lo peor.

-. Tranquilo, que estoy acostumbrado a que digan piropos a Laura.

-. Cariño, ¿puedes venir un momento al dormitorio?.- Voceó Laura

-. Voy!. Respondió Andrés. Perdona Juanjo, seguro que no se puede quitar alguna cremallera.

Andrés salió del salón y tocó la puerta del dormitorio.

-. Pasa, pasa, ¿Qué es esto?.- Preguntó Laura

-.¿Qué es esto, qué?

-. Lo que me has dejado encima de la cama.

-. Ah!, esto.

-. Si, esto.- recalcó Laura señalando con el dedo un picardías negro poblado de trasparencias.

-. Esto es lo que te he preparado para que te pongas en la cena.

-. Estas de coña, ¿verdad?

-. No, no lo estoy. Esto es lo que te vas a poner, y vas a salir al comedor, con tus mejores taconazos y este tanguita que te he comprado esta mañana. Me ha costado un dinero, así que no me hagas esperar mucho más.

-. ¿Y qué te hace pensar que voy a obedecer?.- Dijo Laura con voz entrecortada

-. Vas a obedecer por que perdiste una apuesta. El que pierde la apuesta tiene que obedecer. Spencer Tracy hizo aquella película y además, qué mejor película que "Adivina quien viene a cenar esta noche" para perder una apuesta con un amigo que viene a cenar esta noche.

-. Vamos a ver, .- dijo en tono enfadado Laura.- pierdo una apuesta y quieres que casi aparezca en bolas delante de un amigo que tampoco es muy amigo tuyo. Tú estás un poco enfermo y no creas que me hace gracia. Esto que es, ¿que te pone cachondo que otro me vea en bolas? ¿Te da morbo poner cachondo a tu amigo a mi costa? ¿Y yo qué, no has pensado si a mí esto me parece humillante?

-. Ponte el tanga, el picardías y los tacones. Estamos tardando mucho. Cumple tu apuesta. Y por supuesto, quiero que estés arrebatadora, quiero que Juanjo te desee, que solo pueda poner los ojos en ti, que babee, que quiera follarte encima del cuenco de la ensalada. Tómate tu tiempo, es una cena fría. Yo voy a acompañar a nuestro invitado.

Laura, se sentó en la cama. Estaba cansada de un agotador día de reuniones, de llamadas, de informes y no llegaba a comprender que pretendía Andrés. Hoy estaba diferente, asustaba un poco. Por un momento le convenció la idea de salir con el picardías, pero rápidamente su mente volvió a un vestido discreto, cómodo y elegante de verano.

Se levantó y llegó hasta el vestidor, abrió su impecable armario donde se colgaban en un orden exquisito todos sus vestidos. Buscó el vestido azul y dorado, le apetecía algo fuera de lo común. Al encontrar el vestido, lo tomó con una mano pero su mirada se volvió hacia la cama. De pronto algo le recorrió la espina dorsal, de arriba abajo, sintiendo cómo de pronto le invadía una sensación de curiosidad, morbo y mala hostia. Una mezcla un poco extraña, pero que conseguía que su cuerpo fuese cogiendo temperatura hasta notar como su pecho se ponía incandescente.

-. ¿Qué demonios le pasa a Andrés? -.Pensó Laura mientras volvía y se sentaba en el borde de su cama.- Es Andrés el que quiere que salga así al salón. No sé si me quiere poner a prueba o si hay otra apuesta por medio.

Lo cierto es que su cuerpo estaba temblando de la excitación, mirando aquellas prendas que se posaban junto a ella, sobre la colcha de su cama.

Mientras pensaba en la extraña situación que le había planteado Andrés, en una tesitura que no sabía a donde le llevaría, comenzó a desvestirse. Primero los zapatos. Sintió un gran alivio e instintivamente se masajeó ligeramente sus pies ya desnudos. Después el cinturón que cerraba la chaqueta blanca de un traje de lino con corte puro y elegante, sobrio y entallado, grandes solapas, dejando ver un top de raso blanco. Después la chaqueta, y tras la chaqueta el top dejando sus pequeños pechos al descubierto. A Laura no le hacía falta llevar sujetador y en verano se negaba a llevar una prenda que se le hacía incomoda.

Su piel estaba perfectamente bronceada a estas alturas de verano y resaltaba más si cabe con el blanco impoluto de sus prendas.

Al levantarse para poder quitarse la falda, vio su cuerpo reflejado en el gran espejo que habitaba su dormitorio. Vio unos pechos pequeños, dorados por el sol siempre amable de Lanzarote, la forma de gota de agua hacía que encajasen de manera exquisita con el resto de su anatomía. Unos pezones de tono claro, pequeñitos, en singular sintonía con el pecho que lo portaba y con un lunar junto al pezón izquierdo que remataba la sensualidad del reflejo.

No pudo evitar subir las manos y acariciar los pezones que se iban poniendo duros por segundos. Se sentía como una cría que descubre el placer por primera vez. De nuevo bajo las manos hasta su cintura. Desabrochó la falda y la dejó caer, dejando totalmente al descubierto su cintura de muñequita barbie, sus largas piernas y un tanga de algodón blanco que sintió la necesidad de bajar lentamente, descubriendo poco a poco un sexo perfectamente depilado, suave como el de una quinceañera.

Frenó su deseo de pasar un dedo por su clítoris, y en ese momento de cordura, vio claro que deseaba hacer lo que Andrés le había propuesto. Casi podía notar sus piernas temblando de la excitación, apenas tenía saliva que tragar y sus pezones estaban tan duros y tan sensibles que podrían cortar cristal.

Cogió el tanga que Andrés le había dejado encima de la cama, se sentó en una esquina del colchón y se inclinó ligeramente para empezar a vestírselo despacio, observando como sus pies pasaban rozando la delicada tela de esa exquisitez, disfrutando sus hermosos encajes, sus hermosas insinuaciones. Se incorporó suavemente para poder encajarlo en su posición prevista, notando como se introducía ligeramente el hilo que servía para "tapar" sus nalgas.

Era un tanga maravilloso, estrecho, elegante. Le hacía unas piernas más largas y delgadas si cabe. Sus encajes y transparencias hacían casi visible su sexo, dejando poco a la imaginación del hombre que pudiera deleitarse con aquella visión.

Laura se cuidaba mucho, no solo haciendo deporte, con su alimentación estricta, sino que se cuidaba integralmente. Habitualmente acudía al fisioterapeuta y jamás le encontrarías nada de vello sobre su cuerpo, siempre estaba perfecta tanto vestida como sin ropa. A pesar de que el tanga era algo estrecho en el triangulo que ocultaba su sexo, no había un atisbo de vello.

Una vez hubo retocado hasta tres veces la posición del tanga en su cuerpo, cogió el picardías. Se vistió con él, de nuevo despacio, disfrutándolo y se dirigió al enorme espejo de su dormitorio para ver qué como le sentaba esa prenda.

Era un picardías negro, transparente, con unas formas que le hacían ser la distinción en prenda intima. Era la perfección de la insinuación, del dejar ver, de la incitación a la sensualidad máxima, era la elegancia hecha deseo.

Sus pechos podían verse sin ninguna dificultad, ocultando de manera precisa, casi milimétrica las excitadas y endurecidas aureolas.

Su largo llegaba hasta casi las rodillas, y su corte era tal que un pequeño cierre a la altura del pecho era lo único que le hacia no dejar al aire toda la belleza del cuerpo desnudo de Laura.

Laura ya estaba preparada para salir de su dormitorio y dirigirse al comedor, donde Andrés y Juanjo reían recordando anécdotas de los viejos tiempos.

Antes, y para darse un toque de distinción buscó su perfume favorito para ponerse unas gotas. Tomó con delicadeza la esencia de La Prairie y se puso la dosis justa en el cuello. Los aromas frutales y a maderas verdes envolvieron su cuerpo rápidamente. Ya que se había decidido sería con todo lo mejor disponible. Andrés quería tener a la mujer más espectacular del mundo y vaya si la iba a tener. Y además estaba dispuesta a disfrutar del juego, aunque ni siquiera estaba segura de cómo reaccionaría Andrés al compartir miradas con Juanjo.

Su respiración comenzó a agitarse y de nuevo sintió que no podía tragar saliva. Cerró los ojos como si fuera a tirarse de un puente haciendo bungee-jumping, suspiró una vez más y con paso firme salió del dormitorio, apagó la luz y se dirigió al salón, sin saber qué ocurriría o si Andrés tenía pensado algo más que esta situación tan violenta como morbosa.

Según caminaba hacia el comedor se vio de nuevo reflejada en un espejo colgado en la pared del pasillo y pudo ver a una espectacular mujer. Se paró un segundo más para observarse, ya no había vuelta atrás.

-. Bueno chicos, ya estoy lista. Vaya Andrés que mesa has puesto, está todo para comérselo.- Laura había entrado con paso firme y decidido al salón.

Una enorme sonrisa de Laura dejó boquiabierto a Andrés mientras recibía un cariñoso beso en la mejilla. Juanjo por su parte no sabía donde poner los ojos para no ofender. De pronto se había puesto rojo, sus mejillas se encendieron como una chimenea repleta de leña ardiente.

-. Veo que algo ya habéis comido.- Insistió Laura con su sonrisa excitada.- Juanjo, ¿has probado el foi? Es delicioso. Andrés se va hasta un pequeño pueblo de Soria donde lo prepara un señor que debe tener más de 120 años.

Juanjo, debía contestar a Laura por educación, y para poder contestar, debía mirar a Laura. Primero posó sus ojos en sus piernas desnudas y vio con total claridad como se eternizaban hasta el espectacular tanga negro que asomaba tras las transparencias del picardías. Subió nerviosamente la mirada y no pudo por menos que posarla en sus pechos. Sin darse cuenta busco sus pezones, y se maldijo por lo preciso del encaje que tapaba sus aureolas.

-. El foi es excelente..- Tartamudeó Juanjo.- Y el pan está también muy rico.

Andrés no daba crédito a lo que tenía frente a sus atónitos ojos. No pensaba que Laura fuera capaz de obedecerle con la ropa, pero menos aun que estuviera tan a gusto, tan simpática y tan abrumadoramente sensual.

Llevaba con tal naturalidad aquellas dos livianas prendas que parecía que cada noche se pusiera realmente ese tanga y ese picardías para estar en casa.

Andrés notó como su excitación tomaba forma, notó como su deseo y sus celos por las miradas de Juanjo se mezclaban y radiaban una combinación imposible. Su pecho empezó a encenderse y se avergonzó al notar como su pene crecía por segundos hasta no caber en el hueco de su pantalón.

Laura tomó asiento frente a Juanjo, Andrés quedó presidiendo la mesa. Podía ver el cruce de miradas, podía ver como Juanjo levantaba tímidamente la mirada, pero una vez levantada buscaba los pezones de Laura una y otra vez.

En un momento de sobrexcitación Andrés no pudo más y se levantó de la mesa para llevar platos a la cocina.

-. Laura, cariño, échame una mano para recoger la mesa.- Voceó desde la cocina.

Laura sabía que era una excusa, Andrés estaba loco por tener cerca a su amada, pero esa noche también era a su zorra sumisa. Se acercó a la cocina llevando algún plato con la satisfacción de haber hecho lo inimaginable.

-. Veo que has cumplido tu mandato, no me lo esperaba.- Dijo Andrés

-. Perdí la apuesta y he cumplido tu mandato, yo diría con creces.

-. Por ahora vas bien

-. ¿Cómo?

-. He dicho que por ahora vas bien, pero esto no ha acabado

-. Pues no se me ocurre, que más puedo hacer, porque no tengo intención de enseñar nada más.

-. Vas a volver al comedor, terminarás de recoger todos los platos y al acabar recibirás más instrucciones.

Laura obedeció sin rechistar, no imaginaba cual sería el siguiente paso. Quitarse el picardías sería muy fuerte para ella y viendo el carácter de su invitado pensaba que ya no se sentiría tan cómodo. ¿Cuál iba a ser el siguiente paso? El morbo y la excitación dejaron paso a la intranquilidad y al desasosiego. Pero, ¿En qué estaba pensando? Si Andrés le proponía algo con lo que no estuviera de acuerdo, no lo haría y ya está. Una estúpida apuesta no era suficiente para llegar a extremos que no quería. Y si el extremo era enseñarle las tetas a Juanjo, ya podía olvidarse de apuestas y tonterías. El juego ya había llegado demasiado lejos.

Laura terminó de recoger los platos, con las miradas de Juanjo atravesando las transparencias del picardías. Andrés estaba orgulloso.

-. Estás preciosa

-. Si, si, pero a ver que me vas a pedir ahora.

-. Nada que no desees

-. Entonces voy a vestirme

-. No creo que quieras vestirte.

-. A ver, dime.

-. Le diré a Juanjo que debo ir a casa de mi hermana, que volveré en treinta minutos. Una vez que salga por la puerta tienes diez minutos para conseguir comerle la polla a Juanjo. Después tienes mi permiso para follártelo, pero antes debes comerle la polla, más que nada porque sé que te gustará hacerlo.

Las largas y torneadas piernas de Laura temblaban de excitación. Por un instante se vio arrodillada frente a Juanjo introduciendose en la boca su miembro y lo deseó con toda su alma.

Andrés entró en el comedor, contó la excusa a su amigo y poco después se oyó como se cerraba la puerta de la casa.

Laura miró el reloj de la cocina, eran las 23:35. Tenía 10 minutos para cumplir lo que Andrés le había pedido. Lo deseaba, y Andrés quería ver la escena. ¿Por qué Andrés le habría pedido algo así? Volvió a mirar el reloj, las 23:38, había perdido 3 minutos preciosos.

Entró al comedor. Juanjo estaba mirando fotos sentado en el sofá.

-. Perdona, espero que no te importe que haya cogido las fotos.

-. No, no para nada, ¿que viaje estás viendo?.- Laura se sentó junto a Juanjo.

Al reclinarse para ver las fotos, Juanjo no podía evitar buscar los pezones de Laura.

-. ¿Qué miras?.- Dijo Laura de pronto.

-. La-las fotos.

-. ¿Qué hora tienes?

-. ¿Cómo?

-. Déjame ver.- Laura tomo la mano de Juanjo, eran las 23:41. En cuatro minutos entraría de nuevo Andrés y querría ver a su amada comiéndole la polla a Juanjo.

Quedaba poco tiempo y Laura tomó un atajo. Ya que tenía la muñeca de Juanjo en su mano dirigió su mano hacia su propio escote. Juanjo estaba tembloroso pero no objeto a coger torpemente un pecho de Laura.

-. Sé que me estás mirando los pechos. Solo deseo que compruebes por ti mismo que son naturales, que todo esto es mío.

La respiración de Laura se aceleró y con los nervios obligó al picardías hasta que cedió su pequeño broche. Los pechos de Laura quedaron al descubierto. Sus pezones enormes y duros deseaban ser acariciados.

Juanjo se giro para tomar aquellas maravillosas gotas entre sus manos, pero Laura le rechazó. Cogío por las manos a su amante y le obligó a ponerse en pie. Rápidamente tomó con sus manos la botonera del pantalón y lo desabrochó, con un ligero tirón destapó el pene. Juanjo estaba completamente excitado, su polla lucía salvaje. Tomó de nuevo el reloj de Juanjo, las 23:44. Se arrodilló, y con una suavidad y elegancia propia de las más altas damas se introdujo aquel miembro en su boca.

Sabía que Andrés estaba observando, no sabía como ni donde, pero lo intuía. Notaba su mirada en cada uno de los movimientos de su boca, saboreando aquella polla hasta hoy desconocida. No solo disfrutó sabiéndose observada, el sabor de aquel miembro era distinto, no era Andrés, era delicioso y notar la dureza en sus labios, saber que los gemidos eran culpa de su lengua jugando.

Pasaron varios minutos, aquella mamada estaba siendo tan intensa que ambos se habían olvidado de que Andrés tendría que volver.

Laura estaba humeda, con una mano agarraba el miembro de Juanjo y con la otra se acariciaba los pezones, pero no podía aguantar mucho más. Le daba igual si Andrés aparecía o no, a estas alturas lo que deseaba era ser penetrada. Empujó ligeramente a Juanjo al sofá, que quedó sentado con la polla totalmente erecta.

Laura se acercó y tomó las manos de Juanjo, las puso sobre sus caderas y Juanjo solo tuvo que agarrar los finos hilos del tanga y poco a poco deslizarlo hasta los pies de su anfitriona. Así pudo ver a corta distancia el delicadísimo sexo de Laura, parecía el de una niña, depilado, húmedo, excitado.

Juanjo como buen correspondedor puso su lengua en aquel maravilloso clítoris. Un sabor dulce atravesó su paladar, sin duda era el clítoris más sabroso que jamás había degustado. Laura interrumpió aquella cata con cierta violencia, ya solo deseaba ser penetrada, abrió sus piernas se sentó en su invitado y la polla de Juanjo se introdujo en Laura como un cuchillo caliente en mantequilla.

Juanjo hacía sacudidas profundas pero suaves, intuía que Laura podría correrse en cualquier momento.

-. Cariño, ya me he corrido antes comiéndote la polla, puedes golpearme con más fuerza.- Dijo Laura cuya voz delataba su extremo estado de excitación.

Juanjo no lo dudó, cogió firmemente con una mano la cadera de Laura y con la otra le agarró del pelo, tirando de él con cierta violencia. Laura creía que iba a morir del gusto cuando notó que algo raro estaba pasando.

Alguien se estaba acomodando tras ella, sin duda era Andrés, su perfume le delataba. Escuchó como desabrochaba su pantalón y como se acercaba por detrás.

Notó como un dedo se metía por su culo, no podía creerlo, Andrés le estaba penetrando con un dedo mientras Juanjo era su cabalgadura. Juanjo se acomodó un poco más, y sintiendo su clítoris presionado por Juanjo comenzó a notar como otra polla comenzaba a abrirse paso por su culito. Las manos del que seguro era Andrés separaban convenientemente las nalgas de Laura para que aquel miembro pudiera ir introduciéndose poco a poco.

Laura gritó de placer, los dos hombres pararon al instante.

-. No paréis cabrones, que me he vuelto a correr, no paréis folladme, folladme.

Al instante los dos hombres arrancaron de nuevo sus envestidas.

Juanjo se corrió poco después y el misterioso hombre de atrás al notarlo comenzó también a bombear dentro de Laura.

Los tres quedaron extasiados, sin respiración. De pronto Laura cayó en la cuenta, no sabía quien era su misterioso penetrador.

Se giró una vez que pudo librarse de sendas pollas y vio la sonriente cara de satisfacción de Andrés.

-. Laura, feliz cumpleaños. Recuerdo que un día me dijiste que no querías morirte sin probar esto, yo te dije que me encantaría estar presente.

Laura rompió a reir, se volvió hacia Juanjo.

-. Lo siento Laura, yo también te he mentido. Andrés y yo somos amigos del pueblo. Me llamo Paco, espero que no te enfades.

-. ¿Enfadarme? No creo que muchas mujeres hayan podido disfrutar como yo lo he hecho esta noche. Muchas gracias Paco, no follas tan bien como Andrés pero no ha estado nada, nada mal. Y a ti cariño.- dijo volviendo de nuevo a su amado.- Gracias por este regalo, nunca lo olvidaré y desde ya me comprometo a compensarte de alguna manera, ya veremos cómo.

-. ¿Si me permites un último deseo Laura, con el permiso de Andrés?.- Dijo Paco

-. Pide.- Respondió Laura.

-. Verás, me he quedado con ganas de, de

-. Dime

-. De comerte un poquito más el coño, se que es una tontería, pero me estaba encantando y me has cortado tan de repente que

-. ¿Qué opinas Andrés? ¿Nos das tu permiso?.- Preguntó Laura con voz de gatita.

-. Hoy no te puedo negar nada.- Aclaró Andrés.- Pero dame 1 minuto, que quiero coger la cámara para hacerte un primer plano.

-. ¿Has grabado lo de antes?

-. Claro cariño, ¿que crees que hacía mientras tú te dedicabas a disfrutar? Solo me tienes que prometer que será para visionado exclusivo nuestro.

-. Andrés, cariño, no puedo prometerte eso..- Y diciendo esto, Laura se recostó sobre el sofá, abrió las piernas y esperó con excitación la lengua de su invitado.