Cena de confraternización

Una mujer tímida

PRIMERA PARTE

Actualmente es muy frecuenta nuestro caso, por aquello de la comodidad y facilidad que ofrecen las nuevas técnicas. Me explico: Georgina y yo trabajamos para la misma editorial, pero no nos habíamos visto nunca, aunque sí leído; (debo aclarar que yo trabajo para varias, pero de intereses y temas totalmente distintos, por lo que no hay problema de incompatibilidad). No quiero decir que los autores ligados a una editorial se conozcan todos, ni antes ni ahora, pero actualmente que ni siquiera sueles pisar las instalaciones, porque todo se hace a través de e-mail e internet, mucho menos.

Pero las editoriales, o mejor sus jefes o dueños, también tienen sus caprichos, y a la nuestra se le ocurrió, vaya usted a saber por qué, que sería conveniente organizar una cena de confraternización a la que acudiesen todos sus autores. Naturalmente podían ir acompañados. Siendo los que nos pagaban, difícilmente se podía declinar la invitación. De forma que un sábado, a eso de las nueve de la tarde, nos encontramos unas cuarenta personas en un conocido restaurante de Madrid.

La primera hora se fue en darnos a conocer y a asociar nuestros nombres a nuestros seudónimos, pues en una publicación como aquella nadie, o casi nadie, firmaba sus trabajos con su nombre real.

Así me enteré que Georgina era, para mí y hasta entonces, Andrea Deseosa. Me presentó a su acompañante como su marido. Yo había ido solo.

Nos sentamos, y tras unas palabras del responsable de la reunión; la jefa; empezaron a servir las viandas, aunque casi todos parecían prestarle más atención a las bebidas.

Georgina se había sentado a mi lado, y al otro tenía al marido, pero era normal que hablase más con un compañero recién conocido, que con él, con el que podía hacerlo siempre.

-Me gustas lo que escribes –Me dijo-, resulta muy excitante.

-Y a mí tu trabajo, pareces una chica muy lanzada.

-Que va, sólo en mis escritos, en realidad soy bastante tímida.

-Vaya. Pues no lo pareces.

No tardó mucho en demostrar que tenía yo más razón que ella. Me cogió en la mano y la puso en uno de sus muslos por debajo de la falda. Se lo acaricié.

-Sube –Me susurró.

Cuando lo hice me percaté de que no se había puesto bragas. ¡Joder con la timidez! Como era lo que se esperaba de mí, empecé a tocarle el coño. Noté que empezaba a tener pequeños estremecimientos.

Como era mi mano derecha la que estaba implicada en el juego, y de zurdo no tengo nada, de vez en cuando debía subirla para, por ejemplo, poder beber algo. Cuando lo hacía me miraba con ojos suplicantes para que siguiera.

Al cabo de unos quince minutos de toqueteo, noté que apretaba los muslos contra mi mano y que tenía que hacer grandes esfuerzos para no gemir, pues sus labios temblaban. Se estaba corriendo. Poco después retiraba ella misma mi mano de su entrepierna.

Me limpié la mano con la servilleta y traté de empezar a comer algo.

-Supongo que te habrás puesto muy cachondo –Dijo en voz muy baja.

-Pues mira, sí.

-Comprendo que no te puedo dejar así. Voy al baño, me das un minuto y vas tú. Trataré de descargarte y aliviarte.

Lo hice. Me estaba esperando en el servicio de señoras con la puerta entreabierta, me hizo señas de que pasase.

-Ven, el de mujeres siempre es más discreto para estas cosas que el de hombres.

Me metió en uno de los retretes que se podía cerrar desde dentro con pestillo, se sentó en la taza con la tapa puesta, me puso ante ella y desabrochándome la bragueta me sacó la polla y se puso a mamármela.

Al poco sentí que me corría y traté de apartarme, pero no me dejó. Quiso que derramase todo mi esperma en su boca y se lo tragó sin un aspaviento.

-Oye, esto no ha pasado nunca ni volverá a pasar –Me advirtió-. Soy una mujer felizmente casada y no quiero problemas. Me ponen cachonda tus historias y quería hacer lo que he hecho imaginándolas, pero nada más.

-De acuerdo.

-Vuelve a la mesa, yo lo haré después.

Nos despedimos todos después de cenar, ya bastante tarde, y regresé a mi casa. Desde luego que cumplí mi promesa, pero eso sí, una historia parecida a esta, cambiando nombres y un poco la situación, fue uno de mis siguientes trabajo para la editorial, que como habréis adivinado, se dedicaba a la publicación de revistas porno con fotos y relatos.