Cena con mi amante y mi marido

Shashi se anima a invitar a Boro, su amante virtual, a su casa para cenar con su marido y todo se descontrola

Hola mi nombre es Shashi y todo comenzó por una App y luego por whatsapp conociendo a un morochón soltero de 35 años de mi misma ciudad, llamado Boro, con el cual empezamos a entrar en confianza intercambiando enseguida historias de sexo y fantasías sin que mi marido Juan se entere. Precisamente, una de mis fantasías era la de estar con una persona de tez más oscura dado que yo soy rubia, de cabellos ondulados y piel rosada, bien culona. Con Boro pasamos unos dos meses chateando casi a diario hasta que el tono de nuestras charlas comenzó a subir, desde contarle que soy multiorgásmica hasta llegar al punto de que me hiciera pedirle que por videitos me enseñe su pija y se masturbe varias veces. Cuando lo hizo, comprobé lo que contaba en sus historias de cómo se cogía mujeres y las hacía gozar como locas. Un pedazo moreno de unos 20 cm. bien erecto que terminaba en una cabeza grandota rosada como los labios de mi vagina, bastante venoso. Aproximadamente un tercio más grande que la de mi marido. Ese mismo día se masturbó frente a mí, pero no le pude enseñar nada aunque moría de ganas de hacerlo y estaba chorreada de húmeda, porque mi marido andaba revoloteando cerca, aunque él ya tenía fotos mías desnuda, con las que se estaba tocando. Al momento de acabar se contuvo las ganas, para mi sorpresa, y me dijo que no iba a descargar su leche sino era directo en mí así se muriera de ganas. Eso hizo que me vuelva más loca y le dije que yo tampoco iba a gozar ni un orgasmo más si no fuera con su pija. Nos llamábamos “mi puto y mi puta” hacia un tiempo. Esa misma noche mi marido quiso cogerme pero no podía defraudar a mi amante y aunque mi concha acababa casi sola, lo reusé y empecé a pensar lo que haría en mi cabeza.

Al día siguiente temprano, cuando fui a mi trabajo, le envié un mensaje a Boro diciéndole que no aguantaba ni un día más y que esa misma noche fuera a mi casa a cenar que yo sabía qué iba a hacer. Al mediodía me escribió preguntándome qué íbamos a decir y charlamos bien sobre eso. Quedamos en decir que era un viejo amigo de la infancia, mío y de mi hermano mayor, ya que era 8 años más grande que yo, y que nos habíamos vuelto a encontrar en la calle por casualidad. Le avisé a mi marido en el almuerzo que iría nuestro invitado sin detallarle mucho la cosa y por la tarde me preparé bien para la noche con una minifalda negra y una remerita fucsia escotada. Me puse mi portaligas negro también haciendo juego con mi tanga más pequeña que apenas se ve entre mis grandes nalgas y me dejé el cabello suelto. Preparé unos aperitivos previos y alrededor de las 20:30h llegó mi esposo al departamento, subiendo con Boro charlando para mi sorpresa. Lo había conocido por las fotos de internet y se le había acercado diciéndole que me buscaba, abajo en la entrada. Cuando me vio reímos; besé a mi marido casi ignorándolo, quien fue a dejar sus cosas y Boro me tomó de la cintura con sus manos inmensas rozando mis tetas con sus pulgares sutilmente. No era muy alto, apenas unos centímetros más que yo, y mido 1,64cm. Casi de la misma altura que mi marido con el cabello bien cortito como rapado. Miró por sobre mi hombro a Juan y vio que entraba en la pieza con lo que me introdujo su lengua en mi boca con un beso apasionado y me agarró de las nalgas. Yo me mojé toda sintiendo ese tremendo bulto entre mis piernas, le susurré en voz baja que me siga la corriente, y me dijo que sentía su pene húmedo también. Rápidamente mientras simulábamos hablar, bajé la mano y le tomé el miembro semi erecto sobre su pantalón y se lo acaricié un poco, notando una pequeña mancha oscura de humedad en la tela. Me dijo, “mi puta estás hermosa, te cojo acá enfrente a tu marido” y nos reímos.

Juan le invitó los aperitivos mientras estaban sentados en el sillón del comedor viendo tele y yo estaba en el baño secándome un poco el flujo de mi concha. Al salir vi que Boro apenas miraba a mi marido y no me sacaba la mirada de encima. Le hice un gesto sexy con mi lengua y me introduje el dedo del medio en mi boca. Boro se mordió los labios y preguntó en voz alta si necesitaba ayuda. Antes de responderle Juan se adelantó diciendo que yo lo tenía todo controlado lo cual me dio rabia, pero él lo ignoró diciendo que iba a ayudarme igual y se metió en la cocina conmigo. Cuando entró me volvió a besar introduciéndome su ancha lengua en mi boquita carnosa, y bajó lamiéndome el cuello e intentó meter su mano y bajarme el top y el corpiño para lamerme un seno, pero mi marido habló justo y no lo dejé. “Puta, dame esa teta…” me dijo salvaje por lo bajo y yo le contesté que después. Simulamos hablando alto y riendo, le dije que me ayudara a poner la mesa y me subí a un banquito de cocina para alcanzar los platos y copas e ir pasándoselas, levantando mi colita casi en cuatro, y cada vez que venía a la cocina se acercaba un poco más a mis nalgas, hasta que se agachó un poco con su cabeza y me miró por debajo de la mini acercándose hasta olerme el culo descaradamente. Pude ver como se manoseaba el bulto que empezaba a notársele bastante a pesar de que su pantalón era suelto.

Al momento de cenar, Juan se sentó un poco más alejado, casi mirando únicamente el fútbol americano en la televisión y Boro y yo nos quedamos bien cerca, solos de un lado. Mientras comíamos y hablábamos, me empezó a acariciar la pierna muy despacio por debajo de la mesa. Yo lo veía fijo comiéndomelo con la mirada, y el desgraciado le preguntaba a mi marido sobre el partido mientras subía más y más su mano, hasta que llegó a acariciarme el clítoris cobre la tela de la tanguita. Mis pezones estaban en punta y mi vagina más húmeda imposible. De repente mi marido se animó con el partido y sus comentarios festejando a su equipo, y Boro aprovechó para introducirme dos dedos directo en mi concha, bañándoselos por completo con mis jugos. Casi parecían la pija de mi marido y sentía q me estaba cogiendo ahí mismo. No aguanté más la calentura y comencé yo también a acariciarle sobre el pantalón su pene grueso que no paraba de crecer, imposible de ocultar si se tenía q parar. Ya sin casi disimulo frente a mi marido y sin hacer mucho ruido, nos acomodamos más cerca y sentí como mi vagina era violada por esos dedos enormes, acabando un orgasmo casi inmediatamente. El muy puto con su otra mano se bajó la cremallera del pantalón para que yo metiera mi mano, y al mismo tiempo que lo hice, se olió los dedos y se los relamió, y yo toqué su miembro bastante rígido entendiendo que no llevaba ropa interior, el muy puto, a lo que todo eso me provocó acabar otra vez. Intenté hacerle retroceder poniéndolo nervioso y agarré su pedazote con toda mi mano que no se llegaba a cerrar, y lo saqué del pantalón dejándolo al descubierto por debajo de la mesa. Pero el atrevido solo se recostó un poco más para taparse y me miraba fijo oliéndose la mano. Allí pude comprender bien el tamaño de esa cosa enorme y comencé a pajearlo suavemente, dejando al descubierto la cabeza rosada casi a unos centímetros de mi boca. Dejé caer un hilo de saliva bañando su pijota y continué pajeándolo viendo cómo se escapaba un poco de pre semen del glande.

Sin levantarme de allí y acomodándome nuevamente, le dije a mi marido que no había alcanzado a hacer un postre, y adrede le dije a Boro si le gustaba el helado, mientras él se metía como podía su pedazo en el pantalón. Respondió que sí, que le encantaba y lo miré a mi marido con la mejor cara de ternura insinuándole que vaya a traer. Pensé que se iba a reusar diciéndome que no me iba a dejar sola con ese tipo, pero me dijo que esperara que ya terminaba el partido, y se levantó y volvió al sillón. Nos levantamos también y le dije a mi puto que me ayude a levantar la mesa, y se ofreció amablemente a lavar los platos. Apenas si podía caminar con ese enorme pedazo semi erecto colgando. Charlábamos en la cocina mientras yo iba y venía con las cosas y de mala, cada vez, me ponía detrás suyo, acariciándole la pijota y sus nalgas mientras reíamos. Cuando regresé la última vez con lo de la mesa, el desgraciado tenía su pene afuera de la bragueta mientras secaba unos platos. Yo se lo agarré bien y noté esas venas entre mis dedos, le dije sacada, “no puedo más, mi puto, la quiero lamer toda…” me agaché y la puse frente de mi boca. Sentí ese olor fuerte, nada que ver a la pija de mi esposo, esta era como la de un animal salvaje, mezclado un poco con su semen. Se la lamí un poco y Juan preguntó qué gustos de helado traía desde la sala. Boro se asomó inventándose unos sabores mientras yo le lamía como loca su verga oculta de la visual de mi esposo.

–¡Okey, ya vengo! –confirmó, y cuando cerró la puerta, Boro ya tenía su pantalón en el piso y yo le comía el pedazo escupiéndolo todo.

–Mi puta, te voy a coger ya… –me dijo gozando con su pene tan grande que parecía un brazo. Cada vez que lo metía en mi boca entraba apenas hasta un poco menos de la mitad y sentía como sus jugos chorreaban sin cesar entremezclados con la saliva. Me levantó la mini hasta la cintura mientras, y me comenzó a pajear la concha con sus dedos de pijas, corriéndome la tanguita, lamiéndoselos y volviéndolos a meter suavemente, pasando por mi ano que estaba también súper excitado aunque hacía muchísimo tiempo que mi marido no me lo penetraba.

–¿Te puedo coger por el culo también, mi puta? por favor…  –me preguntó gozando la chupada de los más grandes huevos que tuve en mi paladar.

–Mmm no sé, tenés la pija muy grandota, amor…  –le dije igual, re caliente.

–Bueno pero voy a acabarte un poco, no puedo más… –me dijo. Tenía las bolas demasiado hinchadas y su miembro erecto me llegaba hasta las tetas, estando parada a su lado. Acariciaba sus testículos y le pajeaba la pija con lengüetazos apenas inclinándome un poco.

–Acabá si un poco de tu leche, mirá lo que son tus bolas, no das más, corazón –le dije cachonda.

–Pero voy a ensuciarte toda si acabo acá, vamos al baño aunque sea –me dijo. Y lo llevé hasta allí sin soltarle el enorme pene duro como una roca. En el baño me quité el sostén y la tanga seduciéndolo y haciéndole un bailecito porno, mientras él se masturbaba mirándome. Me senté en el inodoro y volví unos segundos a besarle la pija y a lamérsela mirándolo con mis ojitos verdes y mi cara más de puta imposible, refregándome ese pene y sus bolotas por todos lados, no parábamos de gemir los dos. De pronto su cara se estremeció y ahogando un grito de gozo empezó a largar un chorro que me salpicó la cara, mi ropa y el piso. Olía y sabía fuertísimo, nada que ver al de Juan. Limpié con una toalla mi carita, mis tetas y el charco de semen, y le dije que ahora debía bañarme y cambiarme y nos reímos.

Él quedó sentado en el baño y cuando regresé con un vestidito más cómodo en mis manos, volví desnuda a propósito para que me viera llegar así. Casi de inmediato su pija volvió a estar semi rígida y se la comenzó a sobar.

–Sos terrible mi puta, como me pones a mil… –me dijo con una sonrisa. Me puse de espaldas a él bien cerquita y me abrí a cola mostrándole todo.

–Dale métela toda, bebe… –le susurré tiernamente y me agarró de las nalgas y hundió su cara en mi concha y mi ano, lamiéndolos y metiendo su lengua en ellos. Con un dedo comenzó a pajearme la vagina mientras con su lenguota introducida en mi ano todo sudado lo ponía listo a dilatarse. No paraba de gemir y acabar en su cara y sus dedos. Habré tenido en esos momentos dos orgasmos.

Su pene cuando lo acaricié noté que volvía a escupir unas gotitas de semen y me senté en él poco a poco de frente, mientras me lamía las tetas y nos dábamos masajes de lengua sonriéndonos de gozo. Me aferré bien a su espalda y me hundió esa manguera morena haciéndome acabar casi al acto.

–¡Oh tu pija es enorme! cielo, cógeme despacio, ¿sí? – le pedí, pero mi vagina tan acabada realmente quería todo su trozo adentro. Sentados en el inodoro comenzamos a coger como locos unos minutos. Me puso luego en el aire y me quedé abrazada a él mientras me violaba duro. Su pene estaba blanco con mi flujo y entraba y salía sin parar.

En eso recordé que mi marido ya estaría por llegar y lo detuve a Boro y nos vestimos. Me dijo que se dejaba la pija con mi leche para continuar luego, éramos unos chanchitos, y nos fuimos al sillón del comedor y seguimos jugueteando allí lamiéndonos y besándonos, hasta que sentimos que mi marido llegó con el helado.

–¡Estaba lleno! –dijo enojado.

–Seguro que sí… –le susurré a Boro despacito riéndome, intercambiando miradas de lujuria.

–¡Y parado todo el tiempo!

–Siempre… –le volví a hablar por lo bajo a mi moreno, acariciándole la pija sobre el pantalón mientras Juan volvía de dejar el helado en la cocina. Se disculpó para nuestra sorpresa, lo saludó a Boro y me besó a mí en la mejilla, sin notar que tenía otra ropa y dijo que se iba a acostar, que estaba cansado, que la pasemos bien nosotros. Fue hasta la pieza y entrecerró la puerta. Nosotros nos volvimos a acomodar en el sillón alejándonos de la visual de la puerta y simulamos charlar mientras por debajo del vestidito floreado, Boro me metía sus dedos en mi conchita al aire y mi ano oloroso y se los relamía y los volvía a meter, poniéndolos también en mi boquita.

–Quiero mi pija en tu boca de nuevo y en tu culo, no me voy a ir sin cogértelo –me dijo directo–. ¿Cómo hacemos?

–Esperemos un poco que se duerma y vamos de nuevo al baño o a la cocina –le dije–, acá estamos muy a la vista, bebe.

Pero sin más, me puso contra el respaldo del sillón y sacó su pija como un palo de nuevo y no pude decir que no, cuando me la volvió a pasar suavemente entre mis enormes nalgas y la fue hundiendo en mi vagina caliente y chorreada.

–Te cojo ya, no puedo más, –gruñó– Que me disculpe tu marido si nos ve…

Yo estaba tan puta a esa altura que no me importaba nada, si venia Juan era capaz de decirle que se nos uniera o que filmara y solo me reí, le acaricié la nuca diciéndole que siga, y lo besé. Cogimos así y mi flujo manchó el respaldo del sillón chorreando de placer ya todo sudados, hacía mucho calor en la sala. Luego Boro se sentó con su trozo hinchadísimo y acabado, que yo lo miraba y no podía creer cómo me estaba penetrando esa cosa tan grande mi agujerito. Me agarró de la cintura con sus manotas y me puso de espaldas sobre su pene, dejando mi culito que no paraba de saltar sobre su pija. Me quitó el vestidito sin más, dejándome en bolas en el comedor, cogiéndome como una cerda. Él se sacó la remera y se terminó de bajar el pantalón, apurado, sin dejar de follarme bien duro como me gusta. Boro me pajeaba el ano con sus dedos anchos olorientos cada vez más y yo sabía lo que deseaba. Luego de gozar otro orgasmo así y gritar un poquito levantando los brazos al aire, me percaté de algo que me había parecido ver hacia unos minutos.

Mi marido estaba escondido detrás del marco de la puerta del dormitorio en el único ángulo donde nos podía ver, mirando cómo me cogía mi moreno. Primero me asusté un poco pero entendí que si estaba ya ahí, que no iría a hacer nada malo. Me propuse darle un buen espectáculo entonces y le ponía caras de putísima mirándolo fijo y sonriéndole sin que mi amante lo note, ya que me supuse se estaría masturbando y disfrutándolo. Comencé a dejar de tapar mis gemidos y me pajeaba la concha de frente a él, con la pija de Boro entrando y saliendo como un hierro de duro, aunque no me entraba aún bien toda en esa pose. Me recosté contra el moreno de espaldas y me tomó de los pechos con una de sus manotas, los agarró a los dos y con la otra me la pasaba por la boca y la cara, llenándome de olor al jugo de mi culo acabado. Le susurré al oído despacito.

–No te asustes mi puto, pero mi marido se está masturbando mirándonos desde la puerta, jajaja…

–Si ya lo vi, jejeje –me devolvió transpirado, riendo. –Le gusta el espectáculo parece…

–¡Amor, ya te vimos, vení! –le dije en voz alta juguetona. Y se acercó a la sala, ya desnudo, con su miembro semi erecto, tocándoselo.

–Vaya, qué buena cogida están teniendo, –dijo riendo– no quería interrumpirlos… ¿puedo mirar aquí sentado? –se acomodó en un sillón bajo de enfrente al grande donde estábamos nosotros con su pija en la mano.

–Tenés una hembra que es una bestia del sexo, mirá el lomazo que tiene, mirá éste culo, éstas tetas, éstas piernas, ésta carita de puta… –le dijo Boro cogiéndome aún y yo me sonreía. Estábamos todos súper putos a esa altura– Así te la tenés q coger ¿ves? ¡Bien duro le gusta! –y comenzó a hacer más rápido el entra y sale, riendo y jadeando, y yo me refregaba contra su cuerpo sudado gimiendo a lo loca ya.

–Él acaba enseguida cuando lo hacemos así rapidito… –reí mirándolo a Juan con su verga ya durísima masturbándose sin parar. Parecía una actriz porno.

–A ver cómo es que dices que tengo que darle… –preguntó mi marido con su pecho colorado de la excitación.

–¡Así mirá, mirá, mirá bien, jejeje! –Y me levantó como una nenita de 10 años, dándome vuelta y dejándome con la colota frente a Juan, comenzó a frotar bien firme mis nalgas y mi clítoris contra su pubis, hundiéndome hasta el fondo su pedazote venoso erecto y yo me excité al límite y empujé mis tetas entre la cara de Boro mirándolo como se masturbaba Juan y gritando extasiada.

–Mirá como me coge esta bestia, amor, mirá su pedazo qué grande y acabado lo tiene de mi lechita… –le dije gimiendo y Juan se acercó y miró más de cerca sin tocar, pero vi que olfateó todo eso casi desenado lamer mi concha y el pene de Boro que hacía estallar sus huevos llenos de semen caliente contra mi cola, todos chorreados de nuestros jugos y sudor.

–Ah, sos una puta tan hermosa, corazón… –me dijo Boro en voz alta para que lo escuche Juan, llenándome la boca con su lenguota y pasándomela por toda la carita. Notó que mi esposo estaba ahí cerca y me mandó de nuevo sus dedos en mi ano que se abrió soltando un chorrito de acabada. Me masturbó duro por atrás mientras con su verga taladraba mi vagina sin cesar y sacó los dedos y se los hizo oler a Juan– Cuando está así es porque quiere una buena follada anal, ¿ves? –Y me metió esos dedos en mi boca sin preguntarme. Yo se los lamí con pasión mirándolo fijo a mi esposo. Todo se había ido demasiado a la mierda y ya no había vuelta atrás; agarré su manota y la acerqué al miembro de Juan.

–Mirá, tus 2 dedos juntos son casi como su pija dura jijiji… –dije re de putita. Juan no paraba de pajearse junto a nosotros mirando la escena caliente y de repente soltó una acabada de su pene sobre el piso. Todos nos reímos incluso Juan, quien se siguió igual tocando.

–Ahora vas a ver como goza mi puta con esta verga por su ano… –le dijo Boro agarrándose el miembro como un mástil, mientras yo estaba en cuatro frente a él y mi marido en el sillón. Me introdujo 3 dedos esta vez y grité sintiendo como se expandía mi agujerito acabadísimo ahora re abierto. Me los metió bien y le acabé de nuevo por la concha y el culo temblando de placer– Hu… qué rica estás mi bebota puta… –dijo Boro y empezó a meterme la cabezota de esa pija, como la de un caballo, gimiendo sin parar de placer y dolor.

–Despacito mi puto, por favor, la tenés demasiado grande para mi anito tan virgen… –pero ya la tenía casi hasta la mitad y entraba y salía suavemente, mientras me masajeaba la cola y mis tetas. Lo mire a mi esposo y le hablé toda transpirada– No sabés lo que se siente, amor… es demasiado grandota…

–Si, veo, veo jajaja –rió excitado– ¿No quieren ir a la cama? Propuso para mi asombro– Estarán más cómodos allí, más en esa pose…

Y Boro sacó su pija de mi cola que chorreaba entre su semen y mi flujo anal, me tomó en brazos llevándome a la pieza y nos tiramos en la cama. Nos pusimos de cucharita, yo con una pierna levantada y Boro detrás de mí hundiendo su caño sin parar como por diez minutos más.

–¿Amigo, ¿cómo haces para coger tanto?  –le preguntó Juan al moreno, acostado a un lado nuestro. Su pija estaba erecta de nuevo.

–Llevamos mucho tiempo calientes con Shashi mostrándonos todo por celular y me vine aguantando las ganas de acabar por unos días… –le confesó mientras sacaba su pija de mi culo y la metía rápido en mi vagina una y otra vez.

Finalmente, Boro me recostó boca arriba e introdujo su pene en mi ano, levantando mis piernas mientras Juan lo ayudaba a sostenérmelas, rapidísimo enloquecido, me taladraba durísimo haciendo retumbar mis gemidos en la habitación. Era impresionante cómo me cogía con todo, pensé que era imposible que me cojan tan deprisa, ya había acabado como veinticinco veces, pero no me secaba, porque cada tanto dejaba salir un poco de esperma caliente y me humedecía toda.

–¡Miren como acabo, miren como acabo todo… Ggoooozzzoooo! –gritó extasiado todo sudado emanando un olor a macho fuertísimo, que mi marido a su lado parecía una chica con pene. Pero en ese momento, se tomó de las bolotas como pelotas de tenis y retiró su pene bestial de mi culo expulsando como una fuente todo el semen hirviendo acumulado y siguió eyaculando como 2 minutos sobre mí hasta llegar a mi cara, abriendo la boca y dejando que entre su jugo hasta mi garganta. Juan también acabó sobre la sábana junto a los dos y nos quedamos recostados los tres en la cama empapada. Luego nos bañamos con Boro, mientras mi esposo cambiaba las sábanas.

–Parece que tu marido se lo tomó a bien… –me comentó enjabonándome toda.

–Si, por suerte… –reímos– por suerte entonces no será la última vez –le guiñé un ojo y me besó.

Desde ese día la relación con mi marido pareció dar un giro de 180 grados. Se mostró muchísimo más atento, amable y hasta me animó a volver a estar entre los tres, cogimos muchísimo más seguido y nos volvimos re pervertiditos hasta hoy. Con Boro mantenemos una relación de amistad y cada tanto o lo visito yo o viene cuando lo llamamos pero siempre estamos en contacto, jijiji…