Cena a ciegas.

Los ojos vendados. Tumbada sobre una mesa. El cuerpo es un mantel...

CENA A CIEGAS.

La propuesta es descabellada. Como siempre. Sé que te pondrás nerviosa.

No avanza el reloj. Impaciente. Intranquila.

Suena el portero automático. Cuatro veces. Suave, largo, largo, suave. La “X” en código Morse. Sonríes. La puerta de la calle entreabierta. Llego puntual.

Estás tal y como hemos hablado. Desnuda, sentada en el borde de la cama. Solo unos zapatos de tacón.

Te beso. No puedo evitarlo.

Ni me resisto. Ya sé que es inútil. Tengo que tocar tu cuerpo. Manosear tus tetas. Sobarlas. Magrearlas. Agarrar con ansia tus glúteos.

Cuando te pego a mi cuerpo, notas como mi pene ya está excitado.

Tu coño también. Me lo dicen mis dedos al entrar en ti. Me lo dicen tus jadeos. Y eso que solo han sido unas suaves caricias.

“Te voy a follar”... No es una amenaza. No.

Rápido. Casi sin tiempo. Mi polla tiene que entrar en ti. Te dejas recostar y elevas los brazos por encima de tu cabeza. Cubres tu cara con los codos.

¿Harás luego lo mismo? Mi polla ya ha entrado en ti. Y empujo con suavidad… hasta el final… Jadeas…

Tengo que follarte. Tengo que seguir… Sé que aun no puedo usar tu coño… pero tengo que follarte… Me quema el deseo.

Y encima tú me lo pides… Y susurrando me lo sugieres… Lasciva… Soez…  Como a mí me gusta oírlo… Métemela en la boca… quiero chuparte la polla….

Retiras la piel con delicadeza descubriendo mi capullo… Le lames con toda la lengua… le rodeas y juegas con la puntita de la lengua, donde se siente el sabor dulce...  Cuando gimo la introduces en tu boca… la ensalivas. Una de tus manos juega en el coño. Y me lo dices. Jadeando me dices que te estás tocando, que te estás acariciando el coño, que te estoy convirtiendo en una guarra… y que te gusta serlo…

Con la otra sujetas mi pene por la base. Solo lo sacas de la boca para pedírmelo… Fóllame la boca…. No esperas respuesta. Tu boca rodea mi glande.

No te importa que mi mano rodee tu cabeza. Ronroneas cuando acaricio la nuca. Tu mano se acelera. Me gusta ver cómo te masturbas… No creo que pueda retenerme…

Ahora eres tu quien lo quiere oír… ¡pídemelo!…  Y lo hago… Una vez. Dos. Las que hagan falta. Hasta le lo suplico… Voy a correrme en tu boca…

Noto como tiemblas… Y el primer chorro se escapa incontenible.

Casi es la hora… Me vuelvo mientras te pones las medias y el liguero. Una tontería, pero el ritual es el ritual.

Vendo tus ojos. Unos segundos. Mucho tiempo no tengo. Me quedo mirándote. Ahora toca la bata.

Suena el timbre. Nos han sobrado escasamente cinco minutos.

Los saludos. Las presentaciones. El nombre es de mentira. Inventado. El de él no importa. Ya sé que no te lo esperabas. Antes de que digas nada escuchas cómo la ofrece. En vez de una botella de vino o el postre la ha traído a ella.

Y ella no dice nada. Te lo susurro al oído. También está desnuda. La ha desnudado completamente antes de entrar, en el ascensor o en el descansillo. No importa.

Una mano femenina se interna bajo la bata. Te palpa. Tú harás lo mismo. Tocarás su pecho desnudo. Pellizca sus pezones, te sugiero. Luego te dirijo hacia el coño. Peludo. Lo contrario que el tuyo.

Se sientan. Vuelve a sonar el timbre. Tú estás de pie. Callada. Inmóvil. Solo bebes cuando te acercan el vino a tus labios. Tinto. De aroma intenso. Un crianza dirías. Cogen tu mano para que sujetes la copa.

Entra otro hombre. De nuevo los saludos. Las presentaciones. Tiene la voz más ronca.

Por fin nos sentamos. La mesa está preparada. No has descuidado detalle.

Desabrocho tu bata. La abro desde atrás. Tú lo sabes. Incluso con los ojos vendados puedes ver la cara de deseo de los hombres. Incluso puedes ver como sus pollas se endurecen. No lo intuyes, lo sabes. Es más, sientes el calor de sus miradas. Te están comiendo con sus ojos. Sabes que están devorando tus tetas. Tu coño.

Te hago girar en redondo. Te exhibo.

El de la voz ronca dice algo de tu culito. Vuelvo a girarte. Se supone que estás de espaldas. Una mano aprieta tu nalga. Es fuerte. De dedos largos. Algo áspera. Un azotito. Ahora te manosea. Dibuja tu culito. Solo le detiene los elásticos del liguero. Incuso se mete entre las nalgas y roza tu sexo. Otro azotito.

Me dejas que te maneje. Que te muestre. Te hago pasear alrededor de la mesa. Todos, los hombres y la mujer, te hemos tocado.

Se acerca la hora. Suavemente te coloco al borde de la mesa. Te reclino y te coloco. Te acomodo. Estás tumbada sobre la mesa. Sigues con las medias y el liguero.

Con lentitud vamos colocando la comida sobre tu cuerpo. Eres mesa y mantel al tiempo. El tacto es desconcertante. Algo caliente. Y a su lado algo frio. Viscoso. Templado. Cremoso. Pastoso. Suave.… La sensación, el tacto es distinto cada vez. Algunas sensaciones son muy agradables. Otras cosquilleantes. Otras te dan escalofríos…

La charla no para… Ni te importa. Solo te relajas y disfrutas tratando de gozar, de disfrutar, de sentir cada vez que algo roza tu piel… de aislar esas deliciosas sensaciones…

Los palillos chinos van apoderándose de la comida y de vez en cuando, pellizcando morbosamente la piel, sin dolor. Otras se rozan. O simplemente presionan creando mil sensaciones distintas, miles de escalofríos.

Y esos dedos que te tocan…. Si… los que juegan en tu coñito. No sabes ni cuánto tiempo llevan allí. Jadeas. Los muslos se han abierto un poco sin que nadie se lo pidiese. Un dedo índice dibuja el contorno de tus labios. Prueba el camino que hay entre ellos. Hurga. Busca no sé qué. Se mete en la gruta… Jadeas cada vez más fuerte.

La comida tiembla sobre tu cuerpo.

Despacio, perezosa elevas los brazos por encima de la cabeza. Cubres tu cara con los codos. Como si no quisieras que veamos que te gusta, que el placer se refleja en tu cara… Sonrío.

Esta guarra es capaz de correrse. Lo ha dicho el que trajo a la mujer. Casi no ha abierto la boca en la cena y ahora lo hace para llamarte guarra.

Un líquido denso cae sobre tu pecho. Baña tu pezón. ¿Caramelo líquido?¿Miel? Resbala por un lado… casi llega al sobaco. Y una lengua le lame desde abajo hasta arriba impidiendo que caiga a la mesa. Una vez y otra… la lengua lame tu seno. Juega con tu pezón. Le muerde con suavidad… Jurarías que la lengua es de ella. Te cuesta creer que un hombre conozca también esas zonas tan sensibles.

La respiración es más profunda. Y sin quererlo se va a acelerando… Y esa lengua no se cansa. Los dedos tampoco.

El ruido del cajón. Sabes que estoy abriendo el de los juguetes. Si los que te mandé comprar por internet. En otro momento te hubieras muerto de vergüenza. Te hubieras puesto de mil colores. Ahora no te importa.

Y será el plástico quien te penetre, quien te haga gozar.

Los dedos… el juguete… Los palillos… Esa lengua que de vez en cuando lame tu pezón…

Mientras, nosotros seguimos comiendo sobre tu piel. Como si no estuvieras, como si no viéramos cómo gozas. ¿Realmente somos tan ajenos a tu placer?. Por primera vez lo piensas. No nos ves. Seguramente estemos ya todos desnudos. Con nuestras pollas duras. Hay una cosa que está clara. Desnudos o vestidos, seguro que estamos excitados. No podemos permanecer impasibles. Y tú eres la causante de nuestro ardor.

Jadeas… Gimes… La comida vuelve a temblar… la crema… esa pasta viscosa… los… ¿fideos?  que caen por tus pechos… algo en el ombligo…. Unos palillos que aprisionan tu clítoris….

¿Llegará el primer orgasmo? Sabes que no vas a poder evitarlo.

Dos fuertes manos tiran de tus tobillos. Te arrastran por la mesa. Hasta el borde. Las piernas se separan… algo roza tu sexo… no son juguetes… ¿los demás estaremos mirando?

La charla sigue tan animada como si tú no estuvieras, como si nadie viera que te están abriendo obscenamente las piernas… o a lo mejor es todo un cuento. Si. Un cuento. Estamos disimulando mientras no perdemos detalles de cómo te abren el coño…. No sabes qué decir ni qué opinar. A estas alturas eso ya no tiene sentido. Solo sabes que estás con el coño abierto…. Expuesta completamente, con el cuerpo lleno de restos de comida…. Tres hombres…. Una mujer….

Retiran el juguete… Al salir se apodera de ti un agradable escalofrío. Tu coñito palpita.

Unas manos se internan bajo las rodillas. Levantan las piernas. Las apoyan sobre su pecho. Te está colocando. Sabes perfectamente lo que vendrá.

¡Qué tonta soy! Piensas. Me va a follar un desconocido y solo se me ocurre pensar que la comida caerá de mi cuerpo y manchará la mesa…

La embestida te saca de tus reflexiones. Inesperada. Brutal ¿inoportuna? Todo tu cuerpo se ha movido. Los pechos han temblado. Has gemido. Casi hasta has gritado.

No es un pene gigantesco. No sabes su forma. Solo que está duro, muy duro.

Una vez… Dos, tres… los empujones se suceden… A veces lentos, otras rápidos. Encima de la mesa no es la postura más ideal para follarte. Pero si es morbosa… Muy morbosa. Y tú eres consciente de lo que te está pasando… Aunque te tapes la cara con los codos… Te están follando encima de la mesa…. Y los demás lo estamos viendo.

Todo el cuerpo baila a su compás. Los demás miramos.

Otro jadeo. Parece femenino.  A lo mejor la mujer no mira… y está siendo usada como tu… O se está tocando mientras te mira... O dejando que otro la toque… O… Es igual. Te da igual.

Sujeta tus muslos. Tira de ti. Mete sus manos bajo las nalgas. Clava sus dedos. Levanta un poco tus riñones… Las penetraciones son brutales. Intensas… Sientes su deseo a través de su pene. Aunque intente ahogar sus gemidos. No podrá parar. Su cuerpo no le obedece. Te lo dice la dureza de su polla.

Los papeles se invierten. El te folla. Pero tú te has apoderado de su él, de su deseo, de su lujuria… Su polla te embiste… Si… te embiste con fuerza… pero el dueño de su cuerpo es tu coño. Es tu coño quien manda… Lo sabes. Lo notas. Sientes esa lujuriosa sensación de poder.

Tus manos ya no tapan la cara… ya no la ocultan. Ya no te avergüenza que veamos cómo gozas… Te gusta. Estás disfrutando. Ni un solo recuerdo de tu timidez. Tus piernas le rodean. Las manos buscan las suyas. Las dirigen a tus senos.

Apenas reconoces tu voz: “Fóllame. Sigue follándome”. Casi hasta gritas. Te sorprenden tus frases. Pero te excitan aun más.

Otro orgasmo se aproxima... En ningún momento imaginaste que una cena a ciegas fuera esto.

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