Celos - por Scherezade
Un grupo de autores de TR hemos decidido escribir una serie de microrelatos como ejercicio. Esperamos que sean del agrado de los lectores.
Desde el día que Paca vino a trabajar con nosotros supe que me iba a crear problemas. Lo sabía, pero la necesitaba demasiado para negarle el trabajo. Teníamos un bar, no muy grande, solo ocho mesas, pero servíamos comidas y generalmente siempre estaba lleno. Yo me ocupaba de la cocina, y un par de camareras en turnos partidos, junto con Carlos, mi marido, se encargaban de servir a los clientes. Ya desde el primer día Paca comenzó a coquetear descaradamente con mi marido. La puerta de la cocina tenía una ventana que daba al bar y yo los veía todo el día juntos, ella sobre él, sobándolo y dejándose sobar. Los celos me corroían y más de una vez me había quejado de las confianzas que Paca se estaba tomando. Carlos siempre me decía que era una celosa, que veía cosas donde no las había y que entre ellos no había nada. Una noche, ya tarde, me fui a dormir porque al día siguiente comenzaba a trabajar a las seis. Ella seguía allí, pero yo no podía quedarme más tiempo y no sabía que hacer, no podía dejarlos allí y marcharme tan tranquila. Mi cabeza maquinaba a todo trapo. Yo quería saber todo lo que pasaba en mi ausencia y tuve una idea. Teníamos un teléfono que se comunicaba directamente con el piso, y para ello solamente había que marcar tres ceros. Con disimulo lo hice así, poniendo un palillo después para que el teléfono quedase descolgado sin que ellos pudiesen darse cuenta. Corrí a casa para descolgar y escuchear todo lo que allí se hablaba. Casi me duermo... bueno, sí, me dormí un rato arrullada por los sonidos del bar, con el teléfono en la almohada y mi oreja pegada intentando percibir algo. Me desperté sobresaltada, el silencio era total, parecía que el bar estuviese cerrado, pero mi marido no estaba a mi lado. Apreté mas el auricular a mi oído y escuché con más atención. Creí oír un gemido, sí, era un gemido y la voz de mi marido de fondo que decía: ¿Así, te gusta así?. No lo pensé dos veces y saltando de la cama tal como iba bajé al bar. Entré por el almacén, sin hacer ruido, y los vi. Estaban detrás de la barra, desnudos, tumbados sobre la tarima del suelo, en posición invertida. Mi marido le comía el coño mientras la muy puta se zampaba su polla. Sus gritos y gemidos me apuñalaban. Estaban tan entusiasmados que no me oyeron llegar. Salté sobre ellos presa de un ataque de nervios, golpeándolos e insultándolos, mientras ellos, sin acabar de desengancharse, no sabían como parar los golpes que yo repartía sin tregua. Esa noche me separé por primera vez de mi marido