Celeste y Paula en la playa

Ambas pasarán un día de playa muy divertido.

El día era brillante con tanta luz del sol, aunque solamente fueron unos pocos minutos ya que las nubes cubrieron el infinito cielo que se extendía ante ellas. Celeste y Paula acudieron a la playa para pasar el día aprovechando el descanso de las clases. Sombrilla, crema y toalla ya puestos en una zona alejada de la multitud con sus niños. Ambas posaron enseguida con sus cuerpos cubiertos unicamente por el pequeño bikini que dejaba algo a la imaginación.

Charlaron largamente sobre algunos temas mientras bajo el frescor que arrojaba la sombrilla se tomaban una bebida bien fría. Algunos que paseaban por la zona miraban de manera discreta, eran tan jóvenes y atraían a tanto chicos como chicas. Ellas con sus pezones duros y ellos con sus ajustados bañadores.

—Mira aquel chico...siento pena por él—en la lejanía, un joven tímido era molestado por dos más altos que él y más duros. Cuerpos trabajados en el gimnasio y ceñidos bañadores.

—Es mono...—comentó Celeste—pelo corto, cuerpo delgado y debe tener nuestra edad.

Los matones no pararon de empujarle y darle algún que otro golpe. Ellas no quisieron entremeterse pero más tarde, se vieron dentro del meollo.

Mientras descansaban sobre sus toallas, escucharon algunos pasos. Eran los tres chicos, el tímido estaba asustado y les miraba suplicando que cesasen. Se quedaron a unos metros y el chico se acercó temeroso.

—Ho-hola—saludó tartamudeando—esto...esto...—miró a los otros.

Las chicas se acomodaban el pelo. Sabían que iba a pasar porque conocía a esa clase de personas, mejor dicho, perdedores.

—¿Qué necesitas?, ¿te has perdido?, ¿te han robado?—preguntó Paula.

—No...esto...me preguntaba si...¿tendríais sexo conmigo?—ambas se miraron la una a la otra y soltaron unas pequeñas risas.

Escucharon las risas de los chicos que se tapaban la boca con la mano. Celeste le dio un pequeño codazo a su amiga quien asintió.

—De acuerdo—dijo—está bien.

El chico se puso rojo como un tomate y los otros dos cesaron las carcajadas mientras se miraron el uno al otro. Celeste se levantó y lo tomó del rostro para besarlo. Había sido un flechazo y el chico, que estaba paralizado, se dejo llevar.

—Se que te están obligando a ello, tranquilo, yo me hago cargo—le susurró al oído.

Lo agarró de la mano y se volteó a su amiga.

—Voy a esas rocas de ahí atrás, vuelvo enseguida—dijo para que vigilase sus cosas.

—Muy bien—respondió.

Ante la incrédula mirada de los dos, fueron hasta las rocas siendo seguidos por ellos. El chico que estaba siendo llevado le dijo su nombre, Agustín. Cuando estuvieron apartados, ella bajo el bañador del chico dejando a la vista un monísimo pene más largo de lo pensado. Unos huevos caían y una pequeña mata de pelo adornaba su hombría.

—¿Qué tenemos aquí?—dijo sacudiendo su polla mientras sonreía.

El escote que quedaba a la vista del chico cuando ella se puso de rodillas lo encendió aún más. Se la metió de golpe tragándose hasta la base haciendo que gimiera como un perro y se llevase las manos a la cabeza.

Los matones se deshicieron de su bañador y comenzaron a pajearse tranquilamente viendo el escenario, cuando acabase con el chico, ellos irían después. Sus dos miembros morcillones, algo pequeños se levantaron mientras sus pelotas colgaban libremente.

El chico apenas tenía experiencia en el tema, ninguna más bien. Comenzaron sus piernas a temblarle mientras sentía como ella le succionaba toda la virilidad. Finalmente, el joven dejo escapar un intenso chorro que llenó por completo su boca. Celeste tragó su semen y limpió con su lengua la glande mientras se iba volviendo flácida.

—Eres maravillosa—aquel comentario la enamoró por completo.

—Gracias—dijo deslizando su pequeño top y dejando ver sus precios pechos a la vista de este quien fijo la vista en ellos.

Escucharon un grito ahogado cerca. Al voltearse, vio como ambos hombres salieron de su escondite caminando lentamente y de manera extraña. Ella sonrió al ver a su amiga con los escrotos de los dos bien sujetos desde la base, ejerciendo una firme y fuerte presión que hacia que abrieran sus bocas y tuvieran unas caras de miedo.

—Ahora vuelvo cariño—dijo en tono suave.

El chico se apoyó en las rocas, le faltaban fuerzas después de haberse corrido de semejante manera en la boca de la chica. Celeste se acercó a ambos con una gran sonrisa.

—Gracias por cuidar mis ''cosas''—dijo ella agarrando los huevos de los dos. Los palpó un rato hasta que se quitó el top que llevaba y se agacho. Ninguno comprendía que iba a hacer hasta que ató el escroto del más mayor con su top. Luego le quitó el suyo a Paula.

—¿Me lo prestas?—preguntó ya desde el suelo soltando una pequeña risa.

El chico desde las rocas tuvo una erección al ver a ambas en topless. Paula incluso las meneó para el deleite del joven mientras se echaba a reír no sin dejar de hacer presión. Cuando Celeste se puso en pie tras repetir la operación, vieron que cada escroto estaba bien atado y encima, como eran algo largos, la tira de los bikinis se unían haciendo una especie de cuerda entre ambos sacos escrotales.

Agustín se echó a reír porque era una situación muy cómicas. El más grande al verse humillado le dijo de todo al chico y cuando trato de ir a por él, sintió un fuerte dolor en su vientre y cayó al suelo. Eso hizo que la ''cuerda'' que tenía atada tirase de los huevos del otro con fuerza y haciendo que gritase de gran manera antes de caer.

Al quedarse a cuatro patas y boca abajo para agarrar sus huevos, ambas chicas ya estaban de rodillas en la arena sujetando sus escrotos. Tiraron hacia atrás aprovechando la retaguardia y las piernas abiertas de los chicos que fueron ordenados de que no hicieran nada más que apoyar las manos en la arena o de lo contrario se despedirían de sus amigos. Obedecieron con lo que pudieron ya que estaban sin fuerzas.

—¿Os gusta la música?—preguntó. Ninguno dijo nada ante esta extraña pregunta—¿os gusta o no pedazo de basura?. Ambos respondieron que sí. —Así me gusta.

Celeste se miró con Paula, tuvieron una mirada cómplice. De pronto empezaron a azotar las pelotas de los chicos con las palmas.

—Me encanta golpear la pandereta—dijeron mientras repetían los golpes uno tras otro ante los lloros y gritos de los chicos que lloraban de rabia e impotencia.

Con el paso del tiempo, ambas pelotas se fueron tornando de un color rojo, luego algo azul y finalmente morado. Los chicos suplicaron que cesasen de una vez entre un largo llanto. Ambas decidieron darles un poco de descanso y justo ahí dieron un golpe más fuerte antes de estallar en carcajadas. Agustín al ver el panorama su polla no se había encogido, sino todo lo contrario, seguía dura y continuó con la paja viendo aquel espectáculo antes de terminar de nuevo.

Ambas se levantaron mientras los chicos mantenían aquella postura y en ese instante les dieron a la vez una tremenda patada que les hizo ver las estrellas a ambos. Tras unos pocos segundos, perdieron el conocimiento. Agustín se subió su bañador y se acercó con temor. Celeste agarró su brazo y tiró hacia ella. Luego, le dio un beso y se besaron con lengua de manera apasionada.

—Anda, deja aquí a estos capullos y vamos a nuestro sitio—dijo ella con una sonrisa.

—¿No queréis vuestro top?—preguntó.

—Tenemos otro y ese era viejo. Anda, que necesito recuperar fuerzas—respondió ella.

Paula se agarró del otro brazo del joven y fue como si fuera un semental, sostenido por dos pedazo de mujeres que tenía para él solito. Para sorpresa de ambas, les dio un beso en la frente a cada una haciendo que se ruborizaran.

El chico se sentó entre media de ambas mientras era besado o acariciado. Cualquiera que pasaba sentía envidia del joven ante tal situación.

Ambos chicos fueron encontrados y llevados al hospital donde fueron atendidos. Sus huevos lograron salvarse aunque el estado en el que se encontraban tardarían mínimo un mes.

Años más tarde...

Celeste estaba con Agustín en la cama, ambos completamente desnudos mientras la joven cargaba un dildo en su cintura y follaba el culo de su novio. Lo hacia lentamente, a veces más rápido, pero siempre disfrutando del momento al igual que el joven que descubrió el placer del sexo anal gracias a su pareja. Ella movía en círculos su cintura o daba largas embestidas. Los gemidos de ambos se escuchaban por toda la habitación de la casa. El chico mordía la almohada o dejaba escapar el placer de su boca.

—¿Te gusta cariño?—le dio unos besos en la mejilla.

—Si, disfruto mucho de esto—la cara que puso le hizo encenderse y aumentar tanto el ritmo, que a a continuación el chico se corrió fuertemente, manchando la toalla que ponían sobre la cama.

Al cabo de un rato estaban tumbados en la cama, sudados, agotados y mirándose el uno al otro mientras se daban algún que otro pequeño beso dejando salir una sonrisa.

Los años pasaron y muy pronto tuvieron una hija a la que llamaron Alba. Todo era felicidad y Celeste radiante gracias a la familia que había formado con Agustín. Estaba completamente enamorado del joven que le daba todo lo que necesitaba.

—¿Si?—preguntó Celeste por teléfono mientras miraba la cuna.

Era de la policía, Agustín había sido asesinado en una pelea callejera. Unos jóvenes que ya tenían antecedentes eran los culpables, le habían asestado ocho puñaladas que le llevaron a la muerte. Cuando lo encontraron, estaba aferrado a su billetera con una foto de él con su hija y ella. Había evitado el robo que le costó la muerte.

Los primeros días de Celeste fueron llenos de lágrimas que se unieron junto a los de su hija. Al mirarla, vio que estaba sonriente, ajena al asesinato de su padre. Pronto esa tristeza se convirtió en ira y juró venganza contra los culpables. Pidió ayuda a su amiga para descubrir quienes eran exactamente estos macarras. Pronto en su habitación tenía una pizarra con fotos y más datos.

Transcurrió un mes y dejó a su hija con su amiga Paula. Se vistió de manera algo provocativa, con una falda, camiseta de tirantes sin sujetador para que se marcasen sus pezones y unas cosas más en el bolso, pero sobretodo un cuchillo. Antes de salir, miró la foto de su marido, en ella sonreía feliz de posar juntos.

—Voy a darles un verdadero infierno—sus ojos estaban inyectados en sangre.

Y salió en busca de venganza.