Celebrando mi cumpleaños - parte 1

Decido celebrar mi cumpleaños torturando y haciendo sufrir a mi amante cibernético, dominándolo y usándolo como objeto sexual sin importarme su sufrimiento.

13:00

Hoy es mi cumpleaños… no es ni más ni menos especial que otro día, simplemente mi cumpleaños. Por eso, y cansada de la monotonía, hoy me voy a hacer un autoregalo. Llevo tiempo planeándolo y finalmente me he decidido.

No me costó mucho convencerle. Le envié las instrucciones por mail, aceptó el trato y cerramos el acuerdo: Una noche en mi apartamento a mi plena disposición. Sería la primera vez que le vería pero estaba segura que sería un éxito. Muchas horas de conversaciones y de ideas intercambiadas lo aseguraban.

Tiene que llegar a las 17, coger la llave de debajo de la alfombra y acceder a mi piso. Una vez allí, desnudarse y atarse los tobillos y las muñecas con unas esposas. Previamente debe amordazarse con un pañuelo introduciéndose las braguitas que le he dejado sobre la mesita del comedor. Tampoco podrá ver nada porque como toque final la máscara de cuero con los ojos tapados se lo impedirá. Debe esperarme tumbado en el sofá a que yo llegue media hora más tarde, a las 17:30. Lo que él no sabe es que no llegaré a esa hora, sino que lo haré a las 21:00. Eso provocará su desesperación y agobio que me servirá para disfrutar aún más de lo que tengo pensado para él.

Hoy estoy estupenda. Me he vestido con una blusa de escote generoso, colores pastel claritos y con un sujetador negro que se intuye claramente desde lejos. Una falda beige por encima de las rodillas y zapatos de tacón marrón oscuro. Mi tanga también es negro, a conjunto, con la peculiaridad que en la parte delantera no lleva el típico triángulo de tela semitransparente sino un hilo con tres perlitas lo suficientemente grandes como para estar acariciándome constantemente mis labios menores y estimulándome el clítoris sin molestarme.

Esta mañana no me he duchado. Sé que le gusta los olores corporales femeninos y estoy convencida que serán una arma más para doblegarle. La excitación me envuelve a medida que se acerca el momento. Son casi las 17, está a punto de llegar. En unos minutos será todo mío.

18:30

Llamó a mi casa. Sé que no contestará nadie. El teléfono suena y suena. Finalmente salta el contestador y oigo mi propia voz invitándome a dejar un mensaje. Tras el pitido me pongo a hablar:

* Hola guapísimo. Espero que hayas obedecido y cumplido con mis normas tal y como te dije. Ahora mismo llevarás casi una hora y media tumbado en el sofá, sin poder ver ni gritar. No podrás moverte fácilmente ni pedir ayuda a nadie. Así te quería tener… atado esperando mi llegada, anhelando sentirme cerca. Reconozco que llego tarde pero… Lo siento, corazón, era parte del plan. Aún tardaré un poco más en llegar. No te desesperes. Un besazo y hasta luego.

Cuelgo el teléfono desde la oficina. Sonrió y noto la excitación creciente en mi entrepierna. Mis pezones se endurecen solo de pensar lo mal que lo estará pasando. Lo tengo en casa, atado de pies a cabeza, incomunicado y muy excitado. Mi mano se desliza por debajo de mi falda y con los dedos hago rodar las bolitas de mi tanga. No tardo en notar que están bien húmedas. Me llevo mi dedo índice y medio a la boca y saboreo mis propios flujos. Se de uno que se va a hartar de ellos esta noche. El calor me envuelve y los casi 30º de temperatura provocan que el sudor se apodere de mis rincones más oscuros y recónditos. Se de alguien que va a tener que lavarme de pies a cabeza con su lengua. Ahora mismo me iría al baño a masturbarme pero no… me aguantaré para correrme varias veces en su cara, en su pecho, en su espalda… o cuando me lo folle sin parar varias veces.

21:05

Abro la puerta de casa. Las luces están apagadas. Como es lógico a las 17 no era necesario abrirlas. Dejo mi bolso colgado en la entrada, las llaves en el recibidor y entro en el comedor lentamente acompañada por el sordo ruido de mis tacones sobre el suelo cerámico. Por un segundo me sorprendo… no le veo en el sofá. Enciendo la luz asustada pero rápidamente una sonrisa se dibuja en mi cara: está tumbado entre el sofá y la mesita, boca abajo. El teléfono en el suelo, lejos de la base inalámbrica. Oigo murmullos. Veo sus pies atados con las esposas. Me ha obedecido… buen chico.

Apago la luz, la penumbra me gusta más. Me acerco por detrás y le veo desnudo, con las esposas en los tobillos, las manos con las otras esposas a la espalda, encajado entre la mesa de pino de roble y el sofá de 3 plazas. En la cabeza la máscara negra, gemidos ininteligibles. Levanta los hombros intentando llamar mi atención. Sabe que estoy aquí. Está nervioso, lleva casi 4 horas atado.

* Hola Waldo. Por fin nos vemos las caras… aunque eso precisamente no va a pasar de momento. Bien por ti, me has obedecido en todo, aunque no has podido aguantar tumbado en el sofá. Está claro que al oír mi voz has intentado contestar sin éxito.

Sin miramiento alguno paso por encima de él, clavando mis tacones en sus gemelos, parte trasera de sus muslos y nalgas. Grita, aunque apenas se oye. Me acomodo en el sofá y mantengo mis tacones sobre él: Uno en su glúteo izquierdo y apoyo la planta de mi zapato sobre su nuca devolviéndole el rostro sobre la alfombra.

* Verás… hoy es mi cumpleaños y tú eres mi regalo. Voy a disfrutar de ti y contigo toda la noche. El límite será mi resistencia. Llevo varios días esperando este momento y dudo que pueda dormir en toda la noche. La carga de adrenalina que recorre mi cuerpo será suficiente para gozar de una larga sesión de sexo hasta caer extenuada al amanecer.

Acabada mi declaración de intenciones presiono más en su culito. Los músculos de las piernas se tensan, sus manos buscan mi zapato para apartarlo, pero no lo consiguen. Mi otro pie presiona aún más hasta que el aliento empieza a faltarle. Me siento más al borde del sofá para poder transmitir más fuerza a mis piernas. Finalmente me levanto y mantengo el equilibrio sobre mi alfombra humana. Sigue protestando, pero se da cuenta que no llegará a ningún lugar haciendo eso.

De nuevo paso por encima de él para salir por la parte de delante. Coloco el teléfono y la base en su sitio y voy a abrir una botella para servirme una copa de vino. Pongo música de Roy Orbison y cierro los ojos disfrutando del momento.

Tras servirme me acerco de nuevo donde está mi presa. Con mi pie le hago saber que quiero que se de la vuelta, que se ponga boca arriba. Le ayudo separando un poco la mesa. Está atrapado entre el sofá y el fornido mueble, quedando la mitad de su torso fuera de ambos objetos. Coloco mis zapatos a ambos lados de su cabeza y voy bajando lentamente hasta sentarme sobre su pecho. Noto como se sorprende por notar un peso sobre él, pero no se mueve, asume su rol de sumiso de momento. He procurado que mi falda no quede atrapada por mi trasero. La máscara de cuero tiene dos orificios para respirar. También pueden sacarse los parches para los ojos y la boca, pero de momento seguirán ahí un buen rato.

Lentamente, y al ritmo de la música, dejo que mi pubis se acerca a su cara hasta sentarme prácticamente sobre su cuello. Con mis zapatos evito que pueda mover la cabeza y, esforzándose en respirar, inhala los fuertes en intensos aromas que desprendo por la excitación y después de un duro día de trabajo. No le queda más remedio que emborracharse del olor intimo de mujer, de la que ahora mismo le tiene dominado y completamente entregado. Intenta ladear la cabeza, pero se encuentra con la dura piel de mis zapatos, además de sentir el olor a cuero y sudor que desprenden. Disfrutando del espectáculo tomo un sorbo de vino y lo saboreo viendo al pobre desgraciado sufriendo y luchando por sobrevivir. Miro por encima de mis hombros y observo, alagada, que una importante erección apunta hacia mi. Está caliente, muy caliente. Eso me gusta.

Dejo la copa de vino sobre la mesita y, apoyándome en ella y el sofá desplazo mis pies hacia atrás, apoyándolos sobre su pecho. Que quito los zapatos y los dejo sobre su polla. Mis rodillas quedan justo por encima de su cabeza. De momento no dejo caer mi peso sobre él del todo, le observo entre mis muslos, respirando agitadamente, esperando mi siguiente paso. De nuevo con mi copa en la mano me siento sobre mis propios pies y mi coñito queda justo sobre su cara. La nariz encajaría perfectamente en mis labios si no fuera por las perlas que se bañan en líquido de excitación. No tardo ni dos segundos en separarlas con mi dedo y dejar que, ahora sí, esos orificios queden tapados por mi húmeda carne. No puede respirar por la boca, tan sólo por la nariz. Si me dejo caer unos milímetros más dejará de hacerlo. Mientras tanto por sus fosas nasales entran cantidades incontables de partículas de sudor, flujo…  No puedo evitar rozarme con su rostro, dejar que mi clítoris note la fría piel de la máscara de cuero estimulándolo más de lo que ya lo ha hecho él sólo gracias a mis pensamientos durante todo el día.

Noto como sufre, como se retuerce. Atrapo su polla bien dura con mi zapato, la obligo a tirar hacia atrás en posición bien incómoda para que aún lo pase peor, para que tenga claro que la que manda soy yo, que está en mis manos y él no será más que un objeto a mi merced.

De vez en cuando le dejo sin respiración durante unos segundos… los suficientes para que se aterrorice y desespere por una brizna de aire (y no puro, precisamente). Luego me separo y le dejo recuperar el aliento. Cambiando de posición y dejando que sean ahora mis nalgas las que cubran sus tapados ojos, sus orificios tomen aire directamente de mi culito y su lengua anhele, estoy segura, degustar mi coñito… inicio la tortura en su duro miembro. Le masturbaré lentamente durante horas y no le permitiré llegar al orgasmo.

En el cajón de la mesa tengo un lubricante muy adecuado para mis intenciones. Previamente le ato la base de la polla con una goma para el pelo para evitar que pierda su dureza pase lo que pase. Mis pies siguen impidiendo que pueda separar su cara de mi trasero. Nota todo el peso de mi culo en su cara y el olor, aunque diferente, no deja de ser bastante molesto y perturbador. Con las manos a la espalda y los pies atados poco puede hacer para evitarlo.

Unto la palma de mis manos en lubricante, los esparzo bien y luego, apuntando hábilmente, suelto otro más sobre su dura polla. Se estremece por el frío. Sin esperar más empiezo un suave movimiento de masturbación a lo largo de su miembro. No muevo su piel, como hacen los chicos para masturbarse con más eficiencia. Dejo que mano se deslice arriba y abajo del tronco gracias al material resbaladizo que va adquiriendo temperatura a menudo que mi mano recorre todos los rincones de esa dura vara con venas que se hinchan por momentos.

No me entretengo más que con 5 o 6 movimientos rápidos y luego paso a estimularle la cabeza del pene: El glande. Con la yema de mis 5 dedos lo intento arrancar suavemente una y otra vez. Alterno de nuevo con masturbaciones rápidas y estimulación de la parte trasera del glande, la que queda justo frente a mi vista. Es la parte más sensible, lo sé y él me lo ha dicho muchas veces. La tortura está siendo descomunal, lo noto por sus movimientos inútiles. La falta de espacio y mi peso sobre su cara y pecho le impiden tener posibilidad alguna de escapar. Con la otra mano le acarició los testículos y le estimulo al mismo tiempo. Sentir como suelta el aire por su nariz sobre mi coñito me pone a mil. Solo con eso sería capaz de correrme si me concentrara un poco más pero ahora tengo otro tema que me ocupa: Llevarle a puertas del orgasmo una y otra vez sin concedérselo.

El vino va subiendo a mi cabeza, se me ocurren más y más formas de torturarle. La música se introduce en mi interior envolviéndome y llevándome a un estado de estasis. Así, con su respiración, los roces esporádicos a mi clítoris con mis propias bolitas de porcelana, su polla dura como una piedra en mi mano latiendo y rogando por correrse y su cuerpo atado debajo de mi alcanzo mi primer orgasmo de la noche. Suave pero no por eso poco intenso. Gimo sin reprimirme y dejo caer mi cuerpo hacia atrás ocultando completamente su rostro bajo mi culito. Su vida dependerá del tiempo que tarde en reaccionar y darme cuenta de que no puede respirar. El final de la canción le salva la vida, reacciono y me levanto no sin esfuerzo para recuperarme del orgasmo. Me tumbo en el sofá para disfrutar del momento y disfruto de la respiración a mil por hora para recuperar el aliento que no puede salir de su boca. Con el pie sigo jugando con su polla, acariciándola con mi planta y masturbándole torpemente, lo que me asegura que difícilmente se va a correr, pero… demasiada excitación le lleva a tener un orgasmo que le mancha incluso la máscara con su semen blanco y espeso, por no decir como queda mi pie de pringoso.

A pesar de mis braguitas en su boca oigo sus gritos en el momento del orgasmo. Lo ha disfrutado y era evidente que lo necesitaba. Ahora, antes de proseguir con su tortura sólo le queda hacer una cosa: Le quitaré la tapa de la boca, las braguitas y deberá limpiarme el pie hasta dejarlo completamente libre de su semen. Será una manera más de humillarle y mostrarle cuál es su lugar esta noche en mi apartamento.