Celebrando la victoria

El futbol tiene un carácter homo erótico innegable, que mejor manera de celebrar la victoria de tu equipo que echando un polvo con tu mejor amigo.

23/06/12

22 horas aproximadamente.

Grandes dilemas del ser “urbano”: ¿Por qué los machos se abrazan como niños cuando su equipo consigue meter un gol? Será porque su lado “homo” sale a relucir al contemplar como su equipo “sodomiza” la portería del equipo rival o será un sentimiento primitivo de sentirse identificado con alguien poderoso… Sea  lo que sea, los abrazos y arrumacos de mis amigos tras el gol de Xabi Alonso sacan a relucir mi lado “no homo” y en lugar de excitarme o despertar en mí sentimientos libidinosos, me hacen sentir incómodo. Y si hay alguien entre mis amigos quien me hace levantar todas las barreras de golpe, es mi incondicional amigo Ramón.

Ramón es como mi hermano. Nos conocimos en la escuela y  seguimos manteniendo nuestra amistad hasta el instituto, ni las novias posesivas  y  ni mi “vida secreta” fueron capaz de conseguir  que aquella amistad se marchitara. Es más, con el paso de los años creo que se hizo hasta más fuerte.

Yo con Ramón desde hace más o menos un año mantengo una libidinosa relación, ¡sí, es lo que estás pensando!: hemos follado. Aunque  nuestros encuentros se han limitado a tres ocasiones: Octubre, febrero y Abril (Los tengo memorizado como si fuera la tabla de multiplicar). Te mentiría si te dijera que para mí han sido únicamente  tres polvos, pues por mucho que yo intente negármelo, estoy empezando a sentir algo por Ramón… Y me da miedo… ¡Mucho miedo!

Desde nuestra última vez lo he evitado como gato al agua al agua fría. Intentando siempre no coincidir  con él  para evitar tentaciones. Quien quita la piedra…

Pero como una especie de depresión ha visitado mi vida, ahí ha estado mi Ramoncito para echarme una mano. Me ha sacado a dar una vuelta y me ha cuidado dándome toda la amistad y cariño de la que él es capaz. ¡Eso sí!, con los pantalones subidos y la churra encerrada bajo un cinturón de castidad con siete candados. Y es que estando él  casado y con la amistad que nos une, lo mejor es dejar el sexo aparcado por siempre jamás…

Por eso ayer, sabiendo que me encontraba solo en casa,  me propuso venir a ver el partido de la Eurocopa de España-Francia. Como dijo de quedar con toda la peña, no me pude negar.

Pero en este momento, sentir su cuerpo pegado al mío tras el primer gol de Xabi Alonso, me ha dejado claro que él echa de menos tanto nuestros furtivos encuentros como yo.  El muy cabrón, de la manera más solapada, ha rozado su paquete contra el mío… Es lo que tiene el fervor futbolístico, saca nuestros más bajos y oscuros instintos a relucir.

Una vez finaliza la primera parte, como buen anfitrión me decido a sacar el segundo piscolabis. Los  colegas se acercan por las cervezas a la cocina y me dejan preparando las improvisadas tapas. Es curioso cómo han avanzado los derechos de la mujer en los últimos años. Ninguno de mis machistas amigos hace ademan de ayudarme con el condumio, lo que me deja  cristalino que en casa no hacen ni el huevo.

Aunque la postura de mis amigos, me parece de “rostro de cemento”, dado que  Oscar es de lo que no tiene medias tintas y  a la más mínima de cambio pone tierra de por medio. Para no estropear la velada, decido guardarme  mis clases educativas donde no da el sol y prosigo poniendo los trozos de queso en el plato.

Mientras corto unas rodajas de caña de lomo recibo la visita de Ramón, quien  con la excusa de echarme una mano pasa de manera obscena su paquete por donde termina mi espalda.

Su acto me desconcierta, más por el temor de  ser observados por algunos de los bebedores de cerveza que pululan por el salón que por  otra cosa. Está claro, mi Ramón tiene unas cuantas cervezas de más y está descontrolando un poquito. ¡Mucho diría yo!

Instintivamente  busco con la mirada a mis cinco amigos, pero  por lo que se ve Manuel está contando un chiste verde de los suyos y tiene a todos pendiente de él, con lo cual lo que sucede en la cocina se la trae al fresco. Al comprobar que no hemos sido descubiertos me siento más tranquilo y cariñosamente le digo a Ramón:

—¿Ya estas borracho?

—“Matao” a pajas es lo que estoy… ¡No veas como echo de menos esos ratitos nuestros!

Parece claro que mi amigo está dominado por el espíritu de la cebada malteada. Pues si no es así, no hay explicación alguna para la barbaridad que acaba de soltar. Por otra parte, hay un dicho popular que dice que solo los niños, los viejos y los borrachos dicen la verdad…

Le pongo una de esas “caras mías”, con la cual intento dejarle claro que no es el sitio, ni el momento… Pero él no desiste y me dice:

—Si quieres cuando termine el partido y si España le gana a Francia. Me quedo y celebramos la victoria.

Su  descarada insinuación hace que un estado de nervios se apodere de mí y, al cortar la chacina,  estoy hasta a punto de rebanarme un dedo.

—Bueno, bueno...  Después lo hablamos, pues me parece que como no te deje tranquilo… La noche la acabamos en urgencias.— Ramón me dice esto con una de sus sonrisas de niño travieso pintada en el rostro y abandona la cocina.

Me fijo levemente en su espalda, ¿Cómo se puede estar tan bueno? Porque el tío no es que sea lo que se dice muy guapo (Aunque tampoco es feo)…Es más,  creo que el no tener unos rasgos de acuerdo con los cánones de belleza establecidos quizás lo doten de mayor atractivo. Aunque  tengo claro que lo que más me pone él es ese carisma suyo de macho duro.

El partido termina (¡Cómo no!), con la victoria de España sobre Francia (¡Te debo una Xabi Alonso!).

Pero si algo tiene Ramón  es que  un hombre de palabra…Tras los merecidos cubatas de la victoria. Mis colegas se van marchando uno a uno...  Los primeros son Oscar y Jaime, me parece a mí que para celebrar la victoria de la roja con sus “santas esposas”. Pepe y Manuel se hacen un poco lo remolones, pero solo lo justo. Quien parece que no se va de aquí ni con agua caliente era “Ervivo” que está dispuesto a beberse el manso, menos mal que a Ramón le da por insinuarle  que nos ayudara a recoger. ¡No he visto más pronto que se le han quitado las ganas de tomarse otro cubata!

¿Has deseado alguna vez tanto una cosa, que te ha dado miedo hacerla realidad? Pues así estoy yo ahora mismo. Mi lado oscuro y perverso me exige que me lance sobre mi acompañante y le quite toda la ropa. Y en el otro lado del cuadrilátero, mi educación cristiana (por mi culpa, por mi tremendísima culpa) me recuerda la multitud de cosas en la vida que son pecados, y esta es una de ellas.

Su mano con total descaro tira de la mía y se la coloca sobre su paquete. Es sentir bajo mis dedos la ardiente y enorme verga y mi cuerpo se estremece por completo. ¡Cuánto he echado de menos esto!

Aparto mi mano como si su entrepierna me quemara. A continuación lo miro reprobando su acción, el percibe mi gesto y me dice en un tono cercano a lo chulesco:

—¿Qué pasa? ¿No te apetece?

Un silencio tenso se abre entre los dos. Tras un momento frio e intenso mis labios se abren, frenando con un poco de  raciocinio la pequeña locura que hemos creado.

—¿Y mañana cuando ya dejes de estar eufórico por los efectos del alcohol? ¿Qué? … Otra vez a sentirse culpable y a evitarnos, porque tú y yo sabemos que esto que hacemos es inapropiado.

Mis palabras son como un electroshock para Ramón, se queda unos segundos sin saber que decir, ni que hacer…Su inesperada reacción, me deja sin palabras.

—Perdona tío… —Sus palabras suenan apagadas pero llenas de sinceridad. —Te tengo tanta confianza, que a veces se me olvida que esto es cosa de dos. ¿De verdad piensas, que si quiero estar contigo es porque estoy borracho?

Mi otorgante silencio hace que en su rostro se pinte la desilusión.

—¡Pues estás equivocado! —Prosigue dando muestra de estar un poco enfadado- Sí, quiero volver a estar contigo… Es porque me apetece. ¡No sabes la de veces que me he tenido que pajear, recordando las veces que te he follado!

Sus palabras medio me convencen, el “por mi culpa, por mi grandísima culpa” deja de tintinear en mi cerebro. Pero como no las tengo  todas conmigo de que el alcohol no tenga protagonismo en sus actos, propongo posponer un poco el momento de placer tan largamente esperado.

—¡Vale, me has convencido! ¿Qué tienes que hacer mañana por la mañana?

—A eso de las doce, tengo que llevar a Elena y las niñas a un cumpleaños…Pero una vez las deje en el sitio… Por lo menos dos horas de libertad tengo. ¿Por?...

—Pues cuando las deje... Te vienes para acá... Así te cojo fresco, que después de tanto tiempo te quiero en plena forma. — Mis palabras pierden  toda cautela y se lanzan por el terraplén de la poca vergüenza.

—¡Venga vale!- La cara de Ramón se transforma en la de un niño travieso que se ha salido con la suya.

Poco después lo acerco a su casa en coche, aunque apenas hablamos de banalidades,  hay una complicidad  entre los dos que se puede cortar; el momento tan largamente esperado está a horas vistas.

Nos despedimos con un fuerte apretón de mano.

—A las doce y media más o menos estoy en tu casa.

—Todo depende de ti —Le contesto con cierto retintín.

De camino a casa y mientras escucho un tedioso comentarista en la radio, mi mente analiza el paso que me dispongo a dar. Pero mi vida lleva dos meses en una especie de “stand-by” y si no es Ramón, será otro el que se encargue de romperme el corazón en mil pedazos. Y en el caso de mi amigo, sé que al menos me ayudará a recoger los trocitos del suelo.

Una vez traspasada la frontera del deseo. Quedaba prepararse para el gran momento. Llevo dos meses  sin catar el sexo en compañía. ¡Miento!, ha habido  por ahí un pequeño escarceo con un comercial catalán, con quien  había coincidido otras vez anteriormente. Pero para de contar.

He dejado tan cerrada la puerta de compartir mi cuerpo que incluso me llegué a comprar un consolador negro,  al que bauticé con el nombre de “Lenny” por Lenny Kravitz. Pero soy tan patético que nunca le he echado cojones para usarlo (Tampoco en estos dos meses, acompañado todo el día por la “señora tristeza”, es que haya estado sobrado de ganas).

Tras una relajante ducha me meto en la cama. La inquietud en forma de inseguridad empieza a recorrer todos y cada uno de los poros de mi piel. Hasta que caigo en la cuenta de que tras quince días sin ser penetrado,  Ramón (con lo que se gasta) me puede  destrozar. Porque todo hay que decirlo, el catalán muy bueno en la cama y todo eso,  pero de polla normalito.

Es solo imaginar el vergajo de mi colega y la libido se me pone a mil. Sin querer la imagen de “Lenny” asalta mi mente… La ocurrencia de utilizarlo para facilitar el trabajo de Ramón, me parece en este momento una idea cum laude.

A pesar de la calentura que tengo, nunca he podido masturbarme sin estimulación previa. Así que junto con el lubricante, una toalla y “Lenny”, me traigo el portátil. Nadie me puede negar, que Internet para recolectar paja es el mejor campo…

Como siempre he sido hombre más de imaginar, que de mirar. Busco la página que me aconsejo JJ, un amigo mío: Todo Relatos. En ella, más de una fantasía recreada por algún que otro autor, había concluido en una muy buena masturbación.

Al entrar en las novedades “gay”- la cabra siempre tira al monte-el título de un relato llama mi atención: “Padre e hijo”. Está bastante bien escrito, el sentimiento de culpa que emana del joven “Elio” me hace sentirme identificado con él, tanto que me meto en la historia y mi morcillón hermano pequeño se pone mirando al techo.

Tras la “edificante” lectura, el deseo se apodera de mis sentidos. La incestuosa relación se va borrando de mis pensamientos, para dejar paso a quien ha originado mi ferviente estado: Ramón.

En mi mente se recrea todos y cada uno de nuestros anteriores encuentros, el recuerdo está tan vivo que los siento como si pasara hoy.

Mi polla parece fortalecerse tanto más pienso en él. Un apagado deseo nace en mis posaderas, como si  faltara algo en su interior, como si estuvieran incompletas.

En este momento  el partido de la Eurocopa parece que se juega sobre mi cuerpo y los jugadores de futbol son mis enloquecidas hormonas. Me comporto como un puto autómata y  un movimiento reflejo sigue a otro, como si formara parte de un comportamiento aleccionado.

Impregno mis dedos con lubricante. El primero, acostumbrado a traspasar aquella libidinosa puerta, pasa sin contemplaciones. El segundo tampoco da muchos problemas. El tercero también consigue superar la prueba, pero una pequeña  y dolorosa punzada me hace recordar aquella canción de Celia Cruz: “No hay cama “pa” tanta gente”.

Con tres dedos acomodados en las paredes de mi esfínter, comienzo el ritual del “meteysaca”. A la vez que el forcejeo de mi mano se vuelve más contundente, mi ojete se dilata en mayor medida.

Evito por todo los medios tocar mi verga, pues no quiero correrme sin haber cumplido mi cometido.

Con el terreno preparado, engraso con lubricante el negro proyectil. Lo colocó en la puerta de la hirviente portería, a pesar de que el arco de entrada es bastante amplio, el tiro choca contra el larguero.

Vuelvo a apuntar, esta vez la puntería es inmejorable. Al sentir como el extraño objeto entra en mis entrañas, todos mis sentidos gritan al unísono: ¡Gooool! ¡Gol de Samuel E’too!

Una vez consigo introducirlo del todo. Pongo todos y cada uno de mis sentidos  en  la acción de “auto-follarme” con el enorme dildo.

La sensación que tengo al auto penetrarme con el remedo de pene es extraña. Es como si alguien me poseyera pero de la forma y modo que yo quiero, marcando el ritmo que me da más placer y pecando sin marcar mis límites, como tocado por el diablo.

Con “Lenny” metido hasta la base, me incorporó un poco y comienzo a masturbarme… Unos pocos minutos después, una mancha blanquecina indica el final del placentero partido.

Mientras limpio los fluidos de mi cuerpo con la toalla, una morbosa idea corrompe mis pensamientos: ¿Y si me dejo “Lenny” metido un rato, para que mi agujero coja holgura?

El caso es que durante el rato que hago tiempo haciendo tiempo para cumplir mi propósito, tan agotado como estoy, Morfeo me pega un puñetazo y me tumba de golpe.

24/06/12

10:15 (más o menos)

Me despierto con un fuerte dolor de vientre. Tengo encajado el consolador en el orificio de mi ano. Me lo saco despacio, procurando por todos los medios no llenar las sabanas.

Poco después, tras atender la llamada de la naturaleza. Me pego una buena ducha.

Con mi cuerpo enjabonado y el agua cayendo sobre él. Me percato de algo que me presuponía: me acosté guarro, pero  me he levantado aún peor. Mi primera reacción es comprobar el estado de mi culo: dilatado  y dispuesto a ser atravesado. Hasta por el vergajo de Ramón.

Dicen que el que espera desespera. Mas mi impaciencia estaba vestida de incertidumbre, confío mucho en Ramón, pero quien me dice a mí que todas sus ganas de estar conmigo anoche no fuera desinhibición vestida por el señor “guaitlabel” y que esta mañana al levantarse se lo ha pensado mejor y me ha dejado aparcado, hasta la próxima borrachera.

De ser así, llamará para decirme algo…

Las doce y media y  la puntualidad de Ramón es milimétrica. (Como siempre).

No deja de sorprenderme como el alcohol saca a relucir la parte más escondida de los seres humanos. Si ayer se mostraba chulesco y hasta un poquito “kamikaze”. Hoy mi amigo aquí presente está hasta un poquito avergonzado, como si la culpa por engañar a su mujer pesara más que el  deseo que late en sus cojones.

Sin dilación lo hago pasar al dormitorio, donde he creado previamente un ambiente propicio. Intento besarle en los labios, pero él, educadamente, me ofrece su mejilla.

Es evidente que si yo no tomo la iniciativa. Nos pueden dar las uvas. Sin siquiera meditarlo, le meto mano a su paquete. ¡Joder, el cabrón viene empalmado a más no poder!

—¿Quién se va a comer esta polla? —Le digo armándome de toda la desvergüenza que soy capaz de lucir.

—¡Tu culito, cabrón, tu culito! —Dice agarrando fuertemente mis glúteos entre sus rudas manos.

En menos tiempo que se santigua un cura loco, Ramón abre su bragueta y saca fuera a su “bestiajo”, el cual no para de babear líquido pre seminal, dándole a su glande un aspecto netamente apetitoso.

Me siento como el hambriento a quien  le dan de comer el más exquisito manjar. Sin dudarlo, me lo meto en la boca. Al principio con suavidad, para concluir de manera frenética.

Al tiempo que yo calibro la dureza de su miembro entre mis labios, mi amigo comienza a soltarse el pelo, sacando a relucir el Ramón que a mí más me gusta. Prueba irrefutable de ello es que me baja las calzonas y comienza a cachetearme el culo.  Es sentir sus dedos sobre mis glúteos y el pulso se me acelera como un bólido de carreras.

—¡Tienes mejor culo que mi mujer! —Me dice mientras golpea mis nalgas de forma desmedida —¡Te la voy a meter hasta los huevos!

De siempre he sido de la convicción de que el tamaño no importa. Esta  tonta teoría mía pierde todo su sentido con el cipote de Ramón. Con él: ¡El tamaño sí importa!

No puedo negar que ver ese enorme aparato en todo su esplendor, hace que mi sangre bulla desenfrenadamente. Pero una  cosa es lo que mi mente calenturienta sea capaz de elucubrar y otra bien distinta, es llevarlo a la práctica.

Si he tenido que preparar con esmero mi ano para  evitar no ser lastimado. A la hora de realizarle una mamada  pasa tres cuartos de lo mismo. Aún a estas alturas  cuando intento meterme su nabo, totalmente en la boca, las arcadas me visitan. El cipote de Ramón y hacer un garganta profunda, siguen siendo dos términos incompatibles para mi persona.

Tras unos deliciosos diez minutos disfrutando del exquisito manjar. Siento como sus dedos intentan atravesar mi ojete. Al comprobar la facilidad con que estos accede a su interior. Mi amigo no puede reprimir una burda observación:

—¡¿Tú has estado follando?!... ¡Este culo está muy abierto!

—No— Le digo apartando levemente su nabo de mis labios.

—¿Entonces?

Por un momento me encuentro en la disyuntiva de si contarle la verdad o no. ¡Pero de perdidos al río…! Una vez le cuento brevemente “mi polvo con Lenny”, el rostro de mi amante parece iluminarse por la lujuria y sus ojos parecen querer salirse de sus cuencas.

Es tal su  curiosidad, que Ramón me pide que le enseñe el juguetito sexual.

Aunque no me hace mucha gracia,  dejo de mamar su polla y tras localizar  el oscuro consolador, se lo pongo en las manos para que lo vea.

Mientras Ramón se deleita observando a “Lenny”, yo vuelvo a saborear la cabeza de su carajo. Se ve que  la visión del cacharrito lo ha excitado de manera tremenda, pues siento como su verga late descontroladamente entre mis labios al tiempo que vuelve a babear abundante líquido pre seminal.

Preso de la excitación sigo mamando aquel hermoso mástil, de vez en cuando alzo la mirada con la única intención de buscar la complicidad de mi amigo. Él sigue mirando la churra de látex, desde todos los ángulos posibles. Una vez se cansa de observarla, me hace un silencioso gesto para que me incorpore y a continuación, adoptando una pose casi marcial me dice:

—¡Ponte de rodillas sobre la cama!

Mientras adopto la postura solicitada, lo miro de reojo y le digo:

—Si me vas a follar, hazlo con cuidado por favor.

Lo siguiente que hace  es tan inusitado en él, que me deja sin palabras: Comienza a pasear a “Lenny” por la raja de mi culo de un modo rudo y falto de tacto, acompañando el excitante trayecto con alguna que otra cachetada “cariñosa”. Tengo la sensación de que Ramón ha visto todas las películas de “Titan Men” e intenta emularlos ¡Cuántas puertas mentales ha abierto Internet!

Si el remedo de sexo duro al que me está sometiendo me tiene desconcertado. Al escuchar lo que me dice y con el tono chulesco que lo hace, la parte de mí que está  plenamente rendida a sus encantos hasta se excita.

—Hoy vas a tener dos pollas para ti. ¿Cuál quieres primero?

Estaba claro que era una pregunta de cortesía, pues sin darme tiempo a replicar, pone un preservativo al inanimado miembro, coge el tarro de lubricante que tengo sobre la mesita de noche y lo cubre hasta arriba. ¿No hace falta que diga lo que hace después con él?

Mientras introduce una y otra vez el enorme instrumento en mis entrañas, Ramón me recita una compilación de las mayores guarradas que conoce. Estoy tan bien con él, que las barreras morales de lo correcto o no pierden toda su consistencia. Palabras  que en cualquier momento me  pudieran parecer un insulto, en este  preciso momento me parecen un elogio.

Sin dejar de dilatar mi esfínter con el negro proyectil, tira de mi cabeza hacia atrás, abre mi boca de un modo que roza lo brutal, y sin darme tiempo a aceptar o no, me lanza un caliente escupitajo, que atraviesa mi boca hasta la garganta. Ya no hay duda: ¡“Ramoncito” se ha hecho un master en cine guarro! ¡Muy, pero que muy guarro!

Pasan unos cinco minutos, los cuales me parecen tan breves como profundos. La inerte verga, propulsada por la libido de mi amigo, me consigue  llevar a parajes de placer que aun desconocía.

De pronto dejo de sentir la presión del oscuro objeto contra las paredes de mi esfínter. Al poco, tengo una sensación de vacío, por lo que concluyo que  me lo ha sacado por completo.

Me incorporo un poco y al mismo tiempo que curioseo con mis dedos en mi ano ( “¡Joder que dilatado me lo ha dejado!”) , observo a Ramón, el “pobrecito” está tan salido que su rígido cipote no para de babear, por un momento estoy tentado de lamer el exquisito y brillante maná. Pero  mi amigo lo viste con un preservativo talla especial y sin  protocolos de ningún tipo,  me lo mete.

Se ve que “Lenny” ha hecho bien su trabajo. La polla de Ramón entra con una pasmosa facilidad, rápidamente siento como sus huevos chocan contra mi perineo.

Si lo que sentía hace un instante me parecía increíble. El efecto de la verga de mi amante, bombeando toda su lujuria en mi interior al compás que entra y sale  de mi cuerpo, me deja absolutamente fuera de mí.

Movido por el goce que me produce el enorme mástil internándose en mis entrañas, hago ademán de masturbarme… Ramón detiene mis manos con un prudente gesto.

Nuestros cuerpos como forjados por su parte baja, se mezclan en una extraña danza donde el calor, la pasión y el deseo se mueven al unísono. Durante esa porción de tiempo, el resto del mundo se ha borrado de nuestras mentes, solo existimos él y yo.

Sus caderas danzan sobre mi cintura. Su polla se acopla a las paredes de mi ano. Entrar… salir… salir… entrar… ¡Es tremendo como folla este tío!

De repente, la sensual coreografía se detiene como si se hubiera acabado la música.

—¡Tiéndete sobre la cama! ¡Quiero metértela  de lado con las piernas hacia arriba!

Obedezco de un modo que roza lo sumiso, pero tengo que reconocer que su  indecente proposición me encanta más de lo que me debiera.

Ramón se tiende junto a mí, acomoda su pene sobre la raja de mis glúteos, me levanta la pierna izquierda para facilitar el paso, apunta sobre el dilatado agujero y empujando sus caderas, me introduce de golpe su caliente porra.

A pesar de lo violento de su proceder, el dolor es mínimo y   una desmedida emoción recorre todo mi ser. Nuestros cuerpos soldados por la lujuria, rebosan satisfacción por cada uno de sus poros.

Al intenso forcejeo de su cuerpo contra el mío le sigue un momento de quietud.

—Artista, ¡tiéndete sobre la cama…!

El cambio de postura es sumamente placentero. No sé si es por la posición pero tengo la sensación de  como si su miembro entrara aún más adentro.

Abre los brazos, apoya sus manos en paralelo a mis hombros y comienza a moverse sobre mí, simulando unas flexiones de pecho. ¡Que gusto Dios mío!

A pesar de estar subyugado bajo su cuerpo, siento como mi glande mancha mi vello púbico con unas pequeñas gotas de semen.

No sé cuánto tiempo pasa, pues estoy en el séptimo cielo y sin ganas de bajar. De repente saca su polla, se quita el condón y poniéndose de rodillas junto a mi cara, empapa mi rostro con el caliente geiser.

Una vez vacía sus cojones del todo. Escurre las gotas que aún sale de su glande sobre mis mejillas, zarandea su aún empalmado miembro junto a mi cara, para concluir mojando uno de sus dedos en la enorme mancha de semen y, a continuación, meterlo en mi boca.

Mientras saboreo el “agrisalado” manjar, sus ojos se clavan en mí de manera suplicante. Si al llegar a mi casa  estos emanaban pasión, esta ha dado paso a la ternura. Si no lo conociera, creería que me está pidiendo cariño.

—Artista, tú no te has corrido ¿no? ¿Cómo te quieres correr?

Las otras veces que he estado con Ramón, su técnica para hacerme alcanzar el placer ha sido meterme los dedos en el culo mientras yo me masturbaba. Pero si algo estoy descubriendo con mi amigo es que le encanta innovar en el sexo… Su forma de comportarse hoy, ha sido completamente distinta a las anteriores. Así que, olvidando que existe una cosa que se llama recato, le digo:

—¡Quiero que te mees encima de mí, mientras me pajeo!

Mi petición parece que lo coge de improviso,  pero la sorpresa inicial al descubrir que no es el único que visita la página de “Titan men, da lugar a una satisfactoria sonrisa  y sin inmutarse me dice:

—¿Me das una cerveza?

Una vez se la toma, nos vamos al cuarto de baño. Me arrodillo,  dejando que su  polla,  aún bastante tiesa, penda sobre mí. Pasan unos  eternos segundos, en los que  llego a concluir que no va a poder ser, que no  voy a poder a llevar a cabo mi pernicioso deseo.

Cuando estoy a punto de darlo todo por perdido,  una lluvia amarilla cae sobre mi pecho para terminar empapando todo mi cuerpo. Ver el gesto de satisfacción en la cara de Ramón, me empuja a masturbarme frenéticamente. A la vez que me corro, una plegaria llena mis pensamientos: ¡Dios mío, que gane España la Eurocopa!

En dos viernes volveré  con “¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?” en esta ocasión en la categoría de Microrelatos.

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