Celebramos nuestro aniversario

Mi esposa me hace un buen regalo...se llama Rosi

Es viernes por la tarde y avanzo rápido por la autopista que sale de la ciudad en dirección a la costa. Vamos a pasar el fin de semana mi esposa y yo solos, sin críos y en un hotel coqueto y agradable que hemos contratado por internet.

A los pocos kilómetros recorridos Susana me pide que entre en un área de servicio próxima para ir al lavabo. Ella sabe que me molesta tener que parar durante los viajes si no es imprescindible ya que se alargan innecesariamente.

En esta ocasión ella no parece tenerlo en cuenta. Su insistencia enturbia el buen clima con que hemos comenzado esta escapadita los dos solos para celebrar nuestro aniversario.

Detengo el coche justo en frente de los aseos, ni tan siquiera la acompaño y la espero en el coche. Cuando veo que tarda me impaciento y me disgusto, no estamos empezando bien nuestra ansiada espadita. Al fin la veo acercarse con aire tranquilo y despreocupado. Eso me exaspera y más cuando veo que vine charlando con una chica desconocida que porta una bolsa de viaje en la mano.

— Cariño, vamos a llevar a esta chica. Va al pueblo de al lado de donde vamos y no tiene quien la lleve— me dice.

Me sorprendo un poco, seguro que he puesto cara de extrañeza al oír a mi esposa tal cosa. Mi mujer un poco desconfiada para con los desconocidos, por lo que esta actitud tan abierta me ha dejado descolocado. Enseguida ella me corrige y trata de aclararmelo

— No pongas esa cara. Tampoco nos vamos a retrasar tanto, y a Rosi le vamos a hacer un gran favor—

Vaya, la chica ya tiene nombre y parece que han tenido tiempo para hablar y acordar el viaje a no se dónde.

— Venga, venga… subir de una vez, que se nos va a hacer de noche aquí mientras charlamos— le apremio.

Mientras se acomodan le echo una miradita a la tal Rosi y compruebo que es una chica muy guapa. Es alta y bastante delgada, pero donde debe haber curvas las hay, así que no le falta de nada.

Por el retrovisor puedo verle la cara, es realmente bonita. A pesar de su juventud tiene unos marcados rasgos femeninos, unos ojos grandes y profundos, una nariz chiquita y una boca apetitosa.

Mientras conduzco ellas se ponen a charlar muy amigablemente. Me entero que Rosi está estudiando cuarto de derecho, que pasa toda la semana en la ciudad y que el fin de semana vuelve al pueblo donde vive su familia. De refilón también nos enteramos de sus aficiones y un poco de su vida privada (no tiene pareja!). Salgo de la autopista y me encamino hacia su pueblo que coge de paso hacia el hotel.

Susana, mi esposa, sugiere que venga con nosotros hasta el hotel ya que hoy hay prevista una fiesta en la que habrá baile y muchos chicos guapos para ella. Esto me vuelve a incomodar pues lo que se planeaba como una escapada los dos solos se va a convertir en un fin de semana corriente, con baile de pueblo e invitados desconocidos.

Conozco a mi mujer, cuando se le pone una cosa en la cabeza… sé que no voy a conseguir nada, prefiero no oponerme y que ellas lo decidan. Llegamos al hotel y mi mujer se encarga de recoger las llaves mientras aparco el coche.

Cuando finalmente llego a la habitación las encuentro a las dos dentro del baño. Se las oye reír y hablar en voz alta. Parece que se lo están pasando muy bien. Después de un buen rato de espera salen las dos como si se presentasen a un pase de modelos.

Durante el viaje yo venía distraído y sin fijarme en Rosi. Ahora al encontrármela de frente, vestida para una fiesta, maquillada y peinada me parece una mujer monumental. Ya sabia que la chica estaba muy rica y era muy guapa, pero lo que tengo delante es un monumento… elegante y atractiva como una modelo.

Mi mujer me observa maliciosamente sabiendo que me cuesta disimular la impresión que me ha causado. A pesar de todo no parece importarle lo mas mínimo, es más, creo que esta contenta por ver que la chica me ha encantado.

Durante la cena las dos charlan como buenas amigas y me incluyen en sus comentarios como si fuese algo a compartir entre ambas. Me siento un poco incomodo pues la atracción física que siendo por la chica es enorme, sin embargo estoy junto a la mujer que amo, la madre de mis hijos y se supone que hemos venido hasta aquí para celebrar nuestro aniversario.

Después de cenar todavía quedan una hora para que empiece el baile. Salimos a pasear. Se colocan una cada lado y se cogen de mi brazo. Me siento el hombre más feliz del hotelito. Mi esposa, Susana, quiere volver a la habitación para coger una chaquetita pues siente un poco de frío.

Al llegar vemos que sobre una mesita hay una botella de cava en la cubitera y tres copas. Halagamos el detalle del hotel y nos servimos unas copas. Rosi y Susana se sientan en una especie de diván y yo enfrente en un cómodo sillón dispuestos a disfrutan de la bebida mientras hacemos tiempo para que empiece el baile.

Mi mujer me sorprende haciendo que un tirante del vestido de Rosi caiga por un hombro y que quede uno de los pechos casi al descubierto. Me mira para comprobar que me gusta lo que veo, y a continuación entre las dos hacen que el vestido de la chica quede arrugado sobre la cintura de esta.

Quedan a la vista unas preciosas tetas. Mi mujer se las acaricia suavemente y me las muestra sin reparos. Rosi se levanta del asiento y se desprende del vestido. Lleva una braga tanga que apenas cubre el triángulo delantero, y deja a la vista un culo espectacular.

— ¿te gusta el regalo que nos hacemos para nuestro aniversario? — pregunta mi mujer con un tono intencionadamente malicioso.

— Es estupendo, y habiéndolo elegido tú estoy seguro que es el apropiado, cariño— le respondo sin dar crédito a lo que sucede.

Sin duda, la chica tiene un cuerpo estupendo y parece ser que Susana ha tenido mucho cuidado al elegirla, cubre con creces mis fantasías sobre cómo debe ser el otro vértice del triángulo amoroso que aparentemente vamos a protagonizar.

Rosi se exhibe durante unos instantes ante nosotros. Cuando recibe nuestra aprobación, se arrodilla frente a mi mujer y busca debajo de su falda un conejito caliente para calmar. Susana se levanta y deja caer el vestido al suelo. Lleva una ropa interior de fantasía que le sienta estupendamente. Me encanta ver a mi mujer tan sexy y con ganas de jugar.

Las dos se funden en un abrazo muy especial, acariciándose delicadamente al tiempo que con mucha intención. Ver como entre ellas se meten mano me resulta muy estimulante. Después de unos minutos de juego, y que mi esposa se haya desprendido del sujetador, vuelven la mirada hacia mí y vienen en mi busca.

Me dejan en medio de las dos, y no se a quién atender. Ambas me meten mano, me acarician y frotan sus cuerpos con el mío semidesnudo. Beso a una y a otra, le toco el culito alternativamente o les chupo los pezones sin saber a ciencia cierta a quien se lo hago.

Por fin, veo a mi mujer con gran excitación que me da un beso inmenso en la boca. Por debajo siento que me desnudan y me sacan la polla de su refugio. Una mano menuda y delicada me baja el pellejo y se frota con mi capullo.

Luego siento como una boca aterciopelada me envuelve el capullo dándole la humedad que deseaba para aliviar su tirantez. Me siento desfallecer de gusto y me vuelco en caricias hacia mi mujer. Rosi me da unos meneos extremadamente lentos, apretando mucho el puño alrededor de mi polla y titando tanto del pellejo hacia abajo que el capullo se dobla hacia abajo estirado por el frenillo.

Cuando esta en máxima tensión, me pasa la lengua, y luego engulle toda la punta. Con esta intensidad en las caricias me voy a correr enseguida, el placer es muy grande.

Una de las veces que me la chupa, siento como si me pinchasen con cientos de pequeños aguijones. Al principio quedo sorprendido, pero luego me encanta sentir esta doble sensación de picazón y de dulzor. Rosi ha tomado un sorbo de champan en la boca y sin tragarlo se ha puesto mi polla dentro. Las burbujitas explotando junto a mi capullo producen este efecto tan extrañamente placentero.

Rosi me deja para dedicarse a mi mujer. Se acerca a ella con un cubito de hielo en la mano. Hace gotear su mano sobre el pecho de Susana. Yo recojo con la lengua las gotas después de dejarlas resbalar unos centímetros.

Rosi roza con el cubito encima de los pezones de mi mujer haciendo que estos se pongan duros y tiesos. Luego me deja que los chupe, con lo que se alterna el frio del hielo con el calor de mi boca. Rosi recorre todo su cuerpo con el cubito dejando un rastro de agua fría que yo voy recogiendo con la lengua.

El recorrido pasa por entre los pechos, hacia un costado, debajo de los brazos, estómago y vientre, para luego empezar en otro punto. El vientre de mi esposa sube y baja descontrolado cuando trata de mantener la compostura y luego una gota de agua fría la sorprende en otro sensible rincón.

Rosi me da a beber un trago de champan en la botella, luego se lo da a mi mujer y por ultimo ella. Acerca la boca de la botella al vientre de mi mujer, justo debajo del ombligo, separa un par de dedos la cinturilla de la braga y deja caer un chorrito de líquido que al caer moja los pelos de mi mujer, las bragas y termina por gotear por la parte interior de sus muslos.

Mi mujer se estremece al sentir el frio liquido correr por sus partes íntimas. Yo me lanzo con avidez a recoger con la lengua el champan que se escurre por sus piernas. Luego le chupo las bragas para extraer el líquido sobrante. Sorbo con ganas hasta tirar de los labios de su vulva hacia mí.

Rosi repite la operación echando una nueva ración en “esta copa tan sofisticada”. Susana se vuelve a estremecer al sentir el frio en contacto con su ardiente chochito, y yo trato de recoger todas y cada una de las gotas sorbiéndole cada rincón con mucho cuidado. Le bajo las bragas y le chupo los pelos y en medio de la rajita, donde todavía quedan restos de champan.

Mi mujer se echa sobre la cama acomodándose para dejar su coño bien expuesto. Rosi echa un chorro de cava en el ombligo de Susana dejando que burbujee, yo tomo un sorbo en la boca y la acerco hacia su chochito. La pongo de forma que el líquido envuelve el clítoris de mi mujer y así ella también siente el picoteo de las burbujas.

Los dos estamos como locos, excitados por las nuevas sensaciones y por el nuevo morbo descubierto junto a Rosi. Esta toma un cubito nuevo y lo hace gotear justo encima del clítoris de mi mujer, yo quiero chupar, pero no me deja. Antes lo restriega a lo largo de los labios, luego los abre para descubrir la conchita de mi mujer. Pasa el hielo por un lado de la perlita y luego por la otra sin detenerse.

— Toma prueba tú— me dice poniéndome el cubito en la palma de mi mano.

Me parece una idea excelente y repito lo que acabo de ver hacer a ella.

— No, no... sin dejar el hielo parado ¿quieres que se le cogele? — me reprende.

— No, no... cuidado sobre el clítoris solo deja caer las gotas derretidas, no lo pongas en contacto directo— me corrige.

— Cuando creas que ya se ha enfriado bastante, le devuelves el calor con tu boca y tu lengua. ¡Vamos hazlo! —

Siguiendo fielmente las indicaciones de Rosi estoy poniendo al borde del clímax a mi mujer, que no deja de gemir y retorcerse de gusto. Mientras disfruto jugando con el chocho de Susana, Rosi ha tomado posición en mis bajos y está masajeando con delicadeza mi troncho.

Me sorprende cuando se introduce mi polla en la boca que está llena de trocitos de hielo. El choque térmico es impresionante. Antes que empiece a sentir frío, se retira y me la menea apretando fuerte con la mano.

Mi cerebro no sabe dónde atender pues me gustan las dos cosas. Por una parte ver como mi esposa resiste a duras penas mis chupetones alternados con toques de frío, o dejarme llevar por las caricias sobre mi pene.

Cuando ya estoy al borde del clímax mi mujer ondula su cuerpo, alza las caderas, se aplasta los pechos con sus manos, gime, se retuerce y me suplica que se la ponga dentro. Acepto encantado, me olvido del calor de los meneos de Rosi y de su fría boca, para ir al encuentro de la conchita de mi mujer que esta impaciente por recibirme.

Me pongo encima en la postura típica del misionero. Se la clavo lentamente hasta llegar a tope. Extiendo los brazos y pongo todo mi cuerpo tenso como si quisiera hacer flexiones pectorales. Solo entramos en contacto en la zona genital.

En esta postura empiezo a mover mi cuerpo. Sin sacar la picha ni un milímetro, muevo mis caderas en todas direcciones, presionando con mi estaca en las paredes de su vagina hasta hacerla gemir de placer.

Mi mujer pone sus manos al final de mi espalda justo donde empiezan mis glúteos manteniéndome bien pegado a ella. Rosi no sabe estarse quieta y como lo que le queda más accesible son mi huevos, los coge con la mano y juega con ellos.

Hace gotear un cubito en la raja del culo, y también lo restriega por mis muslos. Siento las gotas de agua deslizarse sobre la piel, y como luego se mezclan con los flujos de la conchita de mi mujer. Cuando pone los cubitos en los testículos siento ganas de volverme y decirle que se esté quieta, pero luego me doy cuenta que lo único que hace es alargar, y alargar un placer inmenso.

Susana empieza a jadear con fuerza y con voz entrecortada me ordena que bombee con fuerza para culminar en un orgasmo apoteósico. Trato de tomármelo con calma, y bombeo despacio. Si me precipito, seguro que me voy a correr de inmediato. Mi esposa se empeña en que quiere más ritmo y me exige a gritos que le de con todas mis ganas. Durante un instante dudo, luego me pongo a bombear rápido.

Rosi me aparta de un empujón impidiendo que culmine con una corrida sin retorno. Ocupa mi lugar entre las piernas de mi mujer, le mete dos dedos cruzados (como cuando los cruzamos para desear suerte), y empieza un mete y saca rotando su antebrazo que satisface los deseos de mi mujer.

Por el movimiento de su mano, bien parece que está atornillando sobre la conchita de mi esposa. Esta no deja de gemir y culear de gusto. Las dos parecen sincronizarse muy bien, y después de varios minutos de suspiros y gemidos de placer se quedan inmóviles y jadeando.

— Chupale la rajita con cuidado, ahora es cuando más dulce está— me dice Rosi mostrándome el chocho de Susana abierto de par en par.

Obedezco con presteza y lleno de lujuria. Me quemo los labios al ponerlos sobre los suyos y arranco un gemido que sale del último rincón de su corazón. Después de conseguir su magnifico orgasmo, Susana se vuelca en conseguir el mío a toda costa, sin prisa pero tratando que sea inolvidable.

Le hago ver que estoy a punto y que enseguida me vendrá. Entonces reparamos en Rosi, nos ha ayudado a tener el mejor regalo y ahora parece separada de nuestro disfrute. Inmediatamente convenimos que nos he justo que ella solo este como una simple espectadora. Nos volvemos hacia ella y la apresamos entre los dos. Le acariciamos el cuerpo y le metemos mano buscando sus puntos sensibles. Tiene unas curvas turgentes y firmes, sobre todo me gusta tocarle las nalgas y a ella parece que le encanta sentirse deseada de esta manera.

Hacemos que se tumbe sobre su espalda y nos deje jugar con ella. Mi esposa se concentra en las caricias sobre el torso y los hombros. Yo me dirijo hacia su joven coñito. Lo tiene parcialmente depilado, solo mantiene un pequeño triangulito de pelos bien recortados. El resto de su entrepierna está perfectamente rasurada, por lo que invita a pasar la lengua como por encima de un cucurucho de nata.

Con los dedos índice y medio colocados formando una uve (signo de la victoria), le acaricio simultáneamente los labios de su vulva pasando la yema por encima desde arriba hasta abajo. Rosi suspira profundamente empezando a disfrutar de nuestras atenciones.

Me mojo el dedo índice y se lo meto en la vagina manteniendo la palma de la mano hacia arriba. Lo muevo como si estuviese convocando a otra persona (el gesto de “ven aquí”). Estiro el dedo y luego lo recojo para llegar a frotar en la parte interior de su clítoris.

Poco a poco su vagina se humedece y el dedo se mueve con mas facilidad. Con la otra mano le cojo con sumo cuidado entre el índice y el pulgar su perlita.Froto ambos lados y sin descubrir su clítoris se lo estimulo sin tocarlo directamente. Rosi es especialmente sensible en esta zona y se esta volviendo loca en medio de esta doble estimulación.

Sus gemidos se dejan oír con claridad. A mi mujer y a mi nos complace mucho ver como se caracola de gusto y se deshace en jadeos.

— Hazle “la mariposa”. Veras como le encanta— me sugiere Susana, mientras le acaricia los pechos rodeándolos con sus manos delicadamente.

— Creo que ninguno de nosotros va a olvidar fácilmente este día— le digo mientras me coloco entre las piernas de Rosi.

Le guío para que las ponga en alto, las rodillas dobladas y ampliamente separadas. Yo me pongo delante dándole frente y sentado sobre mis talones. Pongo las dos manos unidas por las palmas como si fuese a rezar. Cruzo los dedos de una mano con los de la otra menos los índices.

Parece que empuño una pistola con los dedos índice haciendo de cañón. Los pongo delante de su vagina y aprieto lentamente para que los vaya tragando. Empujo hasta que los pulgares quedan abrazando el clítoris.

Llegado este momento, froto lentamente las manos una contra otra como cuando queremos calentarnos las manos. Los dedos índices entran y salen alternativamente, los pulgares rodean el clítoris y lo llenan de atenciones. El resto de la mano se mueve con movimiento parecido al aleteo de una mariposa.

Susana se acerca a mirar como lo hago. Le agrada ver como mis dedos hacen gozar de esa manera a nuestra compañera. Esta palmea sobre la cama y aprieta el puño agarrándose a las sabanas, incapaz de contener su orgasmo.

— Follatela cariño, ella lo esta deseando y tu creo que también... — me apunta mi mujer, después de cogerme la polla que se mantiene dura como una piedra.

— Si... si... me apetece mucho... —

Le levanto las piernas, las pone extendidas al aire en forma de aspa. Su coño queda justo delante de mi. Me acomodo y se la clavo hasta que mis huevos tropiezas con sus nalgas.

Empiezo lento, pero la emoción es tan intensa que ya no me puedo contener por más tiempo. Bombeo con ganas y energía hasta que Rosi se pone a gritar que ya le viene. Entonces la saco tembloroso y mi esposa me da unos meneos rápidos y certeros que dejan paso a una corrida sensacional.

Me muero de gusto y pierdo la cabeza. Me dejo caer sobre la cama extasiado. Las dos mujeres se abrazan a mí por ambos costados. Noto sus húmedas entrepiernas pegadas a mis muslos, y sus pechos aplastados en mis brazos. Sus bocas me susurran cosas agradables al oído y sus manos juegas con mis tetillas y pelos del pecho.

Les agradezco mucho sus caricias pero no les puedo corresponder, estoy atolondrado e ido. Esto debe ser la antesala del paraíso. Sin duda mi querida esposa ha sabido elegir muy bien nuestro regalo de aniversario. Me había parecido que empezaba mal, sin duda estaba equivocado y solo acabamos de empezar.

Deverano.