Celebración de aniversario

En un local de intercambio, Quim, yo y unos amigos, celebramos nuestro aniversario de una forma diferente al resto de las parejas.

Esto ocurrió hace ya algunos años. El día de nuestro aniversario Quim y yo decidimos ir a celebrarlo a un local de intercambio que en ocasiones frecuentábamos para añadir algo de variedad a nuestra vida sexual. Aquella noche, en el coche, de camino al restaurante donde comenzamos la velada, me comentó:

— Anaïs cariño, creo que esta noche vas a disfrutar como nunca lo has hecho hasta ahora .

— ¿Qué me tienes preparado esta vez? Después de lo del parador, no sé si fiarme de ti — le contesté.

— Ya verás, es una sorpresa. Es el mejor regalo de aniversario que se me ha ocurrido

Después de cenar, nos acercamos dando un paseo hasta el "pub". Llegamos alrededor de las doce. El local es un sótano, en él hay muchas mesas iluminadas con velas, un escenario al frente y una barra a la entrada. Quim y yo nos dirigimos hacia ella y le pedimos un par de "Manhattan" al camarero. Estaba bastante concurrido, habrían siete u ocho parejas, y unos cuantos hombres solos, conforme cruzamos la puerta, me sentí el centro de atención, ya que gracias al ejercicio me conservo muy bien, tengo un cuerpo magnífico y un cabello fino y sedoso, que suelo llevar teñido de rubio o pelirrojo. La verdad, es que ya estaba cachondísima. Mis pezones se marcaban como dos balas afiladas bajo la fina tela de mi vestido y mi vagina se había puesto a plena producción, expulsando una humedad incipiente.

Aquella velada llevaba puesto un vestido de una sola pieza, color blanco hueso que resaltaba el color tostado que había tomado mi piel. Se trataba de un vestido corto, ajustado a mi cuerpo, que me permitía lucir un más que generoso escote, con la espalda descubierta y una apertura en el muslo. El conjunto era muy entallado así que había tenido que renunciar al sujetador para poder embutir mis pechos en el sucinto top. Debajo, por supuesto, para no desentonar no llevaba braguitas y aquel conjunto hacía las delicias del público del local.

Quim y yo estuvimos un cuarto de hora tomándonos nuestra copa acodados en la barra, examinando al resto de los parroquianos. Al cabo de un rato, llegó un grupo de mujeres que parecían conocer a todo el mundo. En un momento dado, mi marido me comentó divertido apuntando al otro extremo de la barra:

— ¡Mira, el chulo del bar!.

Me preguntó si me gustaba. Se trataba de un hombre de unos treinta y poco años. Era el típico tío que se cree un regalo de Dios para las mujeres y que te mira con aires de suficiencia. Sin embargo, aquella noche a mí me parecía que estaba para comérselo y ya le había echado el ojo hacía un buen rato, así que fui sincera y le respondí que sí.

Quim se encaminó hacia él, se presentó y ambos se pusieron a charlar animadamente mientras me miraban, así que ya supuse cual iba a ser mi regalo esa noche: un trío con otro hombre. Aunque no era ninguna sorpresa, ya había participado en algunos. Así es como inició Quim en la vida de las parejas liberales. En esta ocasión, al imaginar la fiesta que nos íbamos a montar entre los tres me puse cachonda como una perra en celo.

Transcurridos un par de minutos ambos se dirigieron hacia mí. Quim me presentó al caballero, se llamaba Julio, era alto, moreno, su cuerpo era perfecto, como esculpido por la mano de un artista, sus ojos color miel me miraban con picardía. Él y yo nos saludamos con dos besos y nos encaminamos los tres hacia la zona de reservados. De camino al lugar, nuestro nuevo amigo ya me había puesto la mano en el culo y apretado con fuerza. Debía estar evaluando la mercancía que iba a disfrutar.

Cuando entramos al reservado nos sentamos en la cama, yo me situé en el centro y cada uno de ellos a un lado. Para romper el hielo empezamos a preguntarnos acerca de naderías, sobre el trabajo y cosas triviales mientras ellos, iban acariciando mis muslos y yo los de ellos, hasta que mi marido se levantó y dijo:

— ¡Hasta ahora, pequeños! Voy a ver si consigo una botella de champagne y vuelvo enseguida.

Tras decir eso salió del privado, y nos dejó solos a Julio y a mí. Los dos nos miramos y Julio dijo:

— ¿Qué hacemos? ¿Le esperamos?

— ¿Para qué vamos a perder más tiempo? Yo no sé tú, pero yo estoy tan caliente y cachonda que me hierve la entrepierna — repuse yo

Antes de que acabase tan poética frase, él ya se había lanzado a devorar mi cuello como un vampiro hambriento. Nos pusimos de pie, y empezó a acariciarme todo el cuerpo, mientras yo iba frotando su miembro, rígido como una columna de acero. Él retiró los tirantes de mi vestido y éste cayó al suelo en un suspiro. Me quedé completamente desnuda frente a él. Julio empezó a acariciarme los senos mordisqueando de vez en cuando mis pezones. Sus manos no paraban de recorrer cada centímetro de mi cuerpo, introduciendo de vez en cuando alguno de sus dedos en mi vagina empapada.

—Mis dedos se resbalan en tanta miel... nunca había tocado un coñito tan mojado— me dijo en el oído.

Yo llevé las manos hacia atrás para acariciar su cuello y levantar al mismo tiempo mis pechos ávidos de caricias. Él continuó deambulando con su lengua por todo mi ser, deteniéndose en mis senos, en mi entrepierna, parecía un perro rastrero registrando a su captura.

De pie, desnuda frente a él, le dirigí hacia mi felpudo. Él, ágil de mente, lo captó enseguida y se arrodilló delante de mí como un penitente. Casi no me dio tiempo a separar las piernas cuando me lo encontré devorándome el conejito como si se tratara de la última cena de un condenado a muerte. Para facilitar la labor y evitar que se ahogase con mi pelambrera separé mis labios. Entonces, una vez que todo estuvo bien a la vista, su lengua comenzó a trabajar con facilidad. Se separó por un momento y recorrió con un dedo la franja de vello y haciendo la curva hacia adentro de mis labios mayores para encontrar el mojado y duro botón de mi clítoris. Resbaló en su humedad mientras yo abría aún más las piernas para darle un mejor acceso

Me dio la vuelta y recorrió mi columna vertebral en todo su largo, introdujo sus dedos y su lengua en mi coño y en mi ano, deleitándose en el rico volcán de chocolate que le ofrecía. Yo me retorcía de placer, cuando él percibía que mi respiración se iba acelerando e iba a llegar al clímax, se retiraba unos segundos y luego volvía a retomar su trabajo.

Aproveché una de estas paradas para encararme a él nuevamente. Mis manos desabrocharon ávidas de sensaciones sus pantalones, el cinturón y todos los botones. Introduje la mano dentro y su polla saltó como un resorte. La tomé con la mano, acariciándola, sopesando, notando el flujo que salía por la punta del glande y que me mojaba la mano, haciendo más fácil resbalar sobre ella. La agarré con fuerza y empecé un suave movimiento de subida y bajada descapullándola por completo. Me puse de rodillas y dejé que sintiera mi aliento sobre su glande de engullirla entera de un solo bocado.

Empecé a chupársela como si de un caramelo se tratara, entrando y saliendo de mi boca mientras con una mano masturbaba el grueso tronco que sobresalía de la O que formaban mis labios. De vez en cuando, la sacaba de mi boca y me dedicaba a masturbarlo frente a mi cara, acariciando tan solo su capullo con mi lengua. Julio gemía y gemía y yo sólo esperaba que vaciara sus pelotas en mi garganta. Estuvimos así unos minutos, hasta que mi marido entró en la habitación, con la botella de cava en la mano y acompañado de otro hombre. Quim sonrió al ver mi expresión de loba hambrienta mientras gozaba de la tranca de Julio.

— ¡Vaya veo que ya has destapado tu regalo! A ver qué sabes hacer con tres pollas para ti sola. Esta vez no estarás atada, tendrás que inventar – Dijo mi marido

La sola idea pode disfrutar de tres pollas para mi sola, casi hace que llegara mi primer orgasmo. Quim adivinó en mi cara de viciosa, que aquel regalo me había encantado de veras.

Sin sacarme el caramelo que ya tenía en la boca, con un gesto les indiqué a mi marido y al otro hombre que se acercaran.

Por cierto, el otro chico no se como se llamaba, tan solo sé, que era castaño, increíblemente alto, aunque de aspecto bastante anodino, nada del otro mundo.

Cuando llegaron el otro chico y mi marido a mi altura me saqué el caramelo de la boca, y empecé a acariciar el paquete de ambos, notaba como los bultos se iban haciendo cada vez más y más grandes, parecía que fueran a reventar los pantalones. Así que les dije:

– Venga, si no queréis romper los pantalones, desnudaros, que no puedo desnudaros a los tres.

En un abrir y cerrar de ojos, ya estaban los tres desnudos, apuntando con sus vergas hacia mi cara, me acerque a ellos de rodillas y me rodearon, la primera que me metí en la boca fue la del chico nuevo, él con sus manos acompañaba el movimiento de mi cabeza, y yo mientras, en cada mano tenia otra herramienta, masturbándolas con mucha tranquilidad, iba pasando de polla en polla, mientras masturbaba las otras dos, a veces cogía dos, y me las intentaba meter a la vez en la boca, pasaba la lengua por sus brillantes capullos, estuvimos así un rato hasta que mi marido tomo la iniciativa y se puso a mi espalda colocándome a cuatro patas sobre el suelo y ensartándome de un solo empujón, ahí fue cuando llegué al primer orgasmo que me recorrió toda la espalda, me sentía muy puta, mientras mi marido me follaba y yo chupaba las otras pollas, pasando de una a otra con solo girar la cabeza, y sentirme así, me encantaba.

Luego Julio se tumbó en el suelo boca arriba. Me acerqué a él y me fui acomodando poco a poco. Noté su punta en la entrada vaginal y como se abría camino dentro de mí hasta tocarme la pared de la matriz. Empecé a trotar sobre sus huevos. Su polla entraba y salía, entraba y salía, salpicando y chapoteando en mi coño. Me la metí hasta el fondo con cuidado, notando como se curvaba para tomar la forma de mi vagina y comencé a mover las caderas.

Al cabo de un rato el otro chico se puso a mi espalda, se arrodilló detrás de mí. Yo tenía los ojos cerrados y por eso no me di cuenta de su maniobra. El muchacho, con cuidado, apoyó su prepucio en mi ojete. Julio, al darse cuenta de lo que pretendía, detuvo momentáneamente sus embestidas. El otro, de una manera casi sádica, comenzó a empujar su polla. Notaba como mi ano gemía, como si se rasgara un trozo de tela. Con la sorpresa, abrí los ojos y me quedé boqueando, casi sin aire y sin poder respirar apenas.

Sin embargo, después del sobresalto inicial que me había cogido desprevenida, no le costó ningún esfuerzo enterrármela toda y empezar a empujar, ya que estoy bastante acostumbrada a que los hombres me la metan por detrás, y no tan solo en un sentido figurado. El chico llevaba el ritmo y Julio y yo, nos dejábamos llevar. Quim, de pie frente a mí, puso su polla entre mis labios para que se la chupara. Poco aguantó hasta correrse mi marido, pero antes de hacerlo, les dijo.

– Mirad, que tenéis que hacerle, porque esto a la muy guarra le encanta.

Sacó su polla de mi boca y empezó a masturbarse frente a mi cara, yo abrí la boca y saqué la lengua para esperar el cálido líquido que me aguardaba.

El primer chorro de leche me dio en toda la mejilla, y con él mi segundo orgasmo, los siguientes chorros ya fueron a parar a mi boca, y empecé a jugar con la leche antes de tragármela y seguí succionando la polla de mi marido, hasta sacarle la ultima gota de semen, después de haberlo dejado seco, se sentó en la cama, pero por lo visto el chico nuevo, había aprendido bien la lección y breves instantes después la saca de mi culo y vino corriendo para soltarme su leche en toda la cara, no tenia buena puntería y no atinaba ninguna dentro de mi boca, así que a cada nuevo chorro que salía, yo pasaba mi lengua por mi cara para tragarme toda la leche que podía, y si no llegaba, con un dedo la acercaba hacia mi boca, en cuanto acabo de correrse, se sentó junto a mi marido y entonces me dedique plenamente a Julio, yo trotaba sobre él, cada vez más rápido, el sudor de mi cuerpo se mezclaba con el suyo, no dejábamos de jadear, hasta que note como una segunda polla estaba intentando entrar poquito a poco en mi coño, deje de trotar sobre Julio para facilitarle las cosas a la otra polla, una vez dentro de mi las dos pollas empezamos a movernos muy lentamente los tres, y llegue a mi tercer orgasmo, luego apareció frente a mi el otro chico, abrí la boca y me la metió hasta la garganta de un solo envite, la apreté fuerte con mis labios para no dejarla salir, con una mano acariciaba sus huevos y masturbaba el tronco de detrás. Poco tarde en notar como su leche volvía a manar directamente en mi garganta, succione la poca leche que le quedaba, y no deje que sacara la polla de mi boca hasta haberla dejado bien seca, tras haberlo dejado exhausto se retiro y se tumbo en la cama.

Durante ese tiempo no deje de estar ensartada por los otros dos, mi marido la sacó al poco rato y me la metió en el culo, que ya estaba bien cedido, tras unas pocas envestidas sentí como su calido semen invadía mi interior, tras correrse la sacó, y me la acerco a la boca, para que limpiara los últimos restos de leche que quedaban en ella, mientras notaba como su leche empezaba a resbalárseme por los muslos.

De nuevo nos quedamos Julio y yo solos, y esta vez no estaba dispuesta a quedarme sin la leche de Julio, intentaba trotar rápido sobre su miembro, pero era incapaz, ya estaba agotada.

Al notar que yo apenas me movía ya, Julio se levanto y me ayudo a levantarme, y me tumbo en la cama boca arriba y me dijo:

– Ahora descansa, ya me ocuparé yo de hacer todo el trabajo.

Se colocó de pie frente a la cama, me cogió por la cintura y me arrastró hasta el borde de la cama, separó mis muslos y colocó cada uno al lado de su cintura, cogió su miembro con la mano y empezó a acariciarlo sobre mi vulva, hasta que la metió de golpe, luego la sacó y la acerco a mi culo, que ya estaba bien abierto y lubricado, y también me embistió, y la volvió a sacar, iba pasando de un agujero a otro, hasta que ya se quedo en mi coño, entraba y salía con fuerza, notaba como sus huevos chocaban contra mis nalgas, daba grititos de placer, hasta que no aguante más y me corrí por cuarta vez, al notar que me corría Julio la sacó y se sentó en mi estomago colocando su miembro entre mis pechos, apreté mis tetas contra su polla y empezó a follarmelas, yo encorvaba el cuello y lamía su capullo cada vez que sobresalía de ellas y me dijo.

– así, así, chúpamela bien.

Quiero que me llenes la boca con tu leche, te voy a mamar toda. – Le contesté.

Y me contestó. – Tranquila que te vas a hartar.

Y como comprobé luego no me mintió.

El primer chorro salió con tanta fuerza que se me metió por la nariz, el siguiente entre el cuello y los pechos. Yo estaba ansiosa porque descargara aquel manjar en mi boca y al fin llegó, acercó su polla a mi cara. La leche no paraba de manar, me cubrió la cara, y llenó mi boca, no daba abasto para tragar tanta leche, aquello parecía que no tenía fin.

Al fina acabo y relamí cada gota de semen que quedaba por mi cuerpo Julio y el otro chico se vistieron y se fueron, y mi marido y yo nos quedamos un rato hasta que recupere las fuerzas.

Cuando las recuperé, me vestí, y mi marido y yo nos dimos un gran beso y le susurre al oído.

— Esto tenemos que volver a repetirlo cuanto antes