Celda de Castigo (VIII)
Cuento carcelario. Narrado en primera persona por una prisionera. Octava entrega. Fani rememora el día del juicio que la llevó a prisión. Despierta y tiene otra experiencia sexual esposada.
Celda de Castigo (VIII)
Por la mañana Armando se levanta, yo estoy muy dormida, diría que casi en estado semi-inconsciente. Delicadamente, me pone la camiseta y me sube bragas y pantalón. Me despierta el frío metal de las esposas en las muñecas… ¡¡¡Malditas sean!!! Me revuelvo y sigo durmiendo… Él se va, casi no hace ruido, pero sé que se va.
Un rato después viene una guardiana. Una mujer de considerable estatura, pelo rubio rizado y modales severos. Me obliga a levantarme y me lleva a un cuartucho con un par de duchas. Me libera pies y manos y me obliga a desnudarme. Dejo la ropa sucia en un cesto y me ducho. Un minuto de agua templada y jabón áspero… pero vivendo en la celda de castigo eso es una fiesta.
A la salida hay ropa limpia… Me la pongo con cierto gusto pero aun no he acabado cuando ya siento las esposas en mis manos. Me obliga a arrodillarme y me esposa también los pies. Me lleva a la celda… Noto una mirada lasciva en la mujer… me miró de arriba a abajo al entrar y al salir de la ducha, me ha tocado el culo un par de veces… ¿Debo sentir asco? La verdad es que no lo siento, pero tampoco atracción… Paz, Paz fue una gran experiencia, pero Paz fue dulce y cariñosa. Esta mujer es fría y mandona, se cree superior, tiene la llave de las esposas y una porra enorme, ¡¡¡Se sabe superior!!!
Después viene el otro tipo, con un desayuno vomitivo… Al menos tengo media hora para mordisquearlo sin las esposas en las manos.
Al quedarme sola mi mente vuelve al día del juicio…. No sé si estoy dormida o despierta pero me veo de nuevo despertando en aquella celda, me había acostado muy tarde en la madrugada, intentando sentir el máximo de sensaciones callejeras: luces, ruidos de coches, gritos, discusiones, borrachos… ¡¡¡Gente libre!!!
Me trajeron un desayuno horrible. Justo después de devolver la bandeja, una voz gritó:
- Tres minutos de ducha y vístete.
Me pasaron una caja grande pero casi plana. Aproveché la ducha… Me vestí despacio, pero sin pausa. Bragas y sujetador negros de encaje, medias, blusa de color malva, traje gris con pantalón y chaqueta.
Al poner el pantalón me dí cuenta… me sobraban casi dos tallas. ¡¡¡Dios!!! lo que no conseguí en todos mis intentos de dieta, lo ha conseguido la comida vomitiva de la cárcel. Con esa comida no me apetece comer… Creo que he perdido casi diez kilos… !!! He bajado de sesenta, eso seguro!!!
Me calcé los zapatos negros de tacón y me senté en la cama. Sabía que vendrían a por mí sin ninguna amabilidad, no había otra que quedarme allí resignada, esperando…
Me hicieron esperar… Te meten prisa y te hacen esperar… Veinte minutos, media hora… La portezuela se abre…
- Las manos -grita el hombre.
Obedezco, me dejo esposar. Cadena de dos eslabones, firmes, no puedo girar las muñecas.
Abren la puerta…
- Contra la pared, apoya las manos, pie derecho arriba -dice mientras va preparando los grilletes de tobillo.
Me llevan a una antesala… tras la puerta está la sala de juicios. El corazón parece que me va a estallar. Como siempre hay que esperar…
Me hacen pasar… me sientan en una diminuta silla. Una barandilla de madera la rodea, hay que entrar por una portezuela que se cierra tras de mí. Estoy como en un púlpito, un poco elevada sobre la sala. Todo el mundo me ve. Tengo enfrente al tribunal, más elevado que yo… tres jueces, preside una mujer, todos tienen cara severa. Mi abogado y el fiscal están en el nivel inferior, entre tribunal y acusada. En un lateral hay público… no mucho, pero veo una señora bien vestida y maquillada con cara seria… ¡¡¡Mi madre!!!
Un funcionario lee mi nombre y los cargos, la presidenta del tribunal ordena:
- Oficial quítele las esposas.
El hombre obedece… comienza la comedia. Es costumbre hacer notar la presunción de inocencia de una forma peculiar: al empezar te liberan las manos. Tú sigues ahí en medio. con los pies encadenados y en una especie de picota, te dan ganas de salir corriendo aunque sabes que no llegarías lejos. No creo ni que pudiera salir del banquillo… parezco el muñeco del pim-pam-pum… Pero te sueltan las manos para creerse ellos mismos que parten de tu inocencia. Recuerdo lo que me dijo el abogado:
- El público no verá las cadenas en los pies. En el momento en que el presidente ordene que te engrilleten de nuevo es que ya no cree en tu inocencia.
Empezó el juicio. Alegato del fiscal: “es evidente que traía la droga y que sabía lo que hacía, la navaja era para atacar a la policía cuando estuvieran despistados”. Mi abogado: “soy tonta del culo y nunca pensé que mi novio me iba a engañar, no sabía lo que transportaba, la navaja era una simple herramienta que siempre llevaba encima”, no lo hizo mal, parece convincente, no me importa quedar de tonta si puedo salir a la calle…
Testimonios… Acusación siempre primero. Pasan los policías que me detuvieron. Relatan como el perro marcó la maleta, sin muchas ganas, les hizo dudar… me llevan a comisaría, registran todo, al aparecer el paquete me inmovilizan por precaución, encuentran la navaja, la añaden a las pruebas… el análisis no deja dudas, es pura al 100%, el paquete había sido rociado con sustancias inhibidoras del olor, casi confunde a los perros.
Yo, realmente, no tenía testigos. Mi abogado propuso llamar a una ex-compañera de estudios para que declare que siempre fui buena gente, que confiaba en todo el mundo, que los chicos me engañaban con facilidad… Mientras declara, veo las caras de los jueces, duras, inexpresivas, son avezados jugadores de póker. Le toca preguntar al fiscal… empieza suave, respetuoso… cuando se confía se lanza al cuello: “¿No es cierto que mientras estudiaban ustedes dos, Estefanía fue sancionada por copiar en un examen?” Sí, era cierto… ¿Cómo lo sabe? Ha hecho los deberes… no es relevante, tan irrelevante como el testimonio de mi amiga, pero me sienta como un dardo en la barriga. ¿Qué pensarán los jueces? Sigue con saña: “¿Cierto que todos sus amigos aquí, incluso su familia, veían mal la relación con el joven colombiano?”... Estoy a punto de explotar, me gustaría bajar al parquet y abofetearlo… Tengo que aguantar, falta mi declaración y debo hacerlo bien.
- Descanso de cinco minutos - dice la presidenta tras la declaración de mi amiga.
Todos se levantan y van saliendo de la sala… Yo debo quedarme… acompañada sólo por el oficial que me trajo a la sala y me vigila. La presidenta se levanta y dice algo antes de salir:
- Oficial, ponga las esposas a la acusada.
¡¡¡Dios!!!, ¡¡¡No!!!, ¿Ya soy culpable? Un volcán de sentimientos negativos me subieron por el cuerpo en ese momento. El oficial se acercó despacio con los grilletes en la mano. Le ofrecí las manos, con resignación, sabiendo que no me quedaba otra.
Que te esposen nunca es agradable, pero esta vez ha sido la peor de todas. Al sentir los brazaletes de acero cerrarse firmemente alrededor de mis muñecas, he sentido un terrible dolor en el pecho. No puedo evitar romper a llorar, como una magdalena, no puedo llorar mucho, no puedo declarar llorando. El oficial tiene un momento humano y me deja un pañuelo. Intento respirar despacio y me siento. Veo entrar a mi madre la primera, no llora, su cara es la que ponía cuando me castigaba de pequeña. Me mira fijamente…
Mi abogado pregunta… lo de antes… yo no sabía lo que traía, confiaba en él. Veo caras de incredulidad en toda la sala.
Pregunta el fiscal… siento terror. Sabe que los negocios legales de Jorge fracasaron. ¿De qué habíamos vivido el último año? Seguimos viviendo bien… tenía datos de compras, viajes… ¿Seguro que no sospechaba nada?, ¿Para qué llevaba la navaja? Si la llevaba siempre, llevaba años cometiendo un delito y más al viajar con ella. ¿Hubiera atacado a los agentes de no estar esposada?...
Después de media hora en que me sentí como un saco de boxeo, se sintió satisfecho. Llegaron los alegatos finales: mi abogado pide absolución, el fiscal pide pena máxima por los dos delitos.
La presidenta da por concluida la sesión. Informa de que estaré retenida en los calabozos del juzgado hasta que se emita la sentencia. Me la comunicarán por escrito, si procede seré liberada de inmediato… si procede lo contrario seré trasladada cuanto antes al penal de Isla Maldita, la pena comenzará a contar el día siguiente al ingreso en el penal.
La gente abandona la sala. El oficial me pide esperar. Veo salir a mi madre sin quitarme la mirada de fuego de encima…
Me sacan de la sala… Me cuesta levantarme, me cuesta andar… El tipo tira de los grilletes para obligarme, no con mucha fuerza pero suficiente. Me lleva a calabozos de nuevo.
Una oficial, mujer, me lleva tras una cortina. Me quita todos los grilletes y me pide que me desnude y deje la ropa de nuevo en la misma caja. Al acabar me tengo que poner otra vez el infame uniforme azul.
Me esposan las manos y me llevan a una especie de celda grande. Veo varias mujeres dentro.
- Ahí dormirás hasta saber la sentencia -dice la mujer.
La puerta es una reja doble. Tengo que entrar. Cierran. Me quitan las esposas y se abre la segunda reja… corredera. Entro y la reja se cierra tras de mí.
Es una habitación alargada con unos ventanucos al fondo. Hay camastros en los laterales. También taburetes y pequeñas mesas. Tengo que ir al baño. Una chica me señaló unas cortinas en la pared del fondo. La conocía… Liliana.
El baño era infecto. La comida también… Y allí todas dábamos vueltas y vueltas en las camas, toda la noche. No había manera de controlar los pensamientos. Encerradas en un agujero y pendientes de conocer la condena…
La comida en la celda de castigo me despierta… Comida horrorosa, una hora sin esposas, algo bueno tiene. Por la tarde me quedo en la cama, deseando que llegue Armando con la cena. Eso es lo peor de la celda de castigo… lo lento que pasa el tiempo… prefiero pincharme mil veces cosiendo en el taller.
Al fin llega la cena… En cuanto me quita las esposas, yo me desnudo de cintura para arriba. Él me da la bandeja con cara molesta…
- No, no podemos seguir haciendo esto, no está bien -dice, y se va.
Empiezo a comer chafada… ¿Qué le pasa a este hombre?, ¿Lucha con su conciencia cada noche? Hasta ahora ha ganado el sexo, a ver qué pasa después. La comida está bien… Me trae otra comida, algo me aprecia…
Pasa una hora entera. Vuelve… Devuelvo la bandeja y espero…
- Las manos -dice con dureza.
Obedezco y siento una vez más las esposas… Sigo con el pecho al aire, me la estoy jugando. Cierra la portezuela. Oigo pasos… ¡¡¡Se va!!! ¡¡¡No!!! ¡¡¡Noooooo!!!
Estoy sollozando cuando se abre la puerta… Ha vuelto silenciosamente. Con gran delicadeza me pone de rodillas sobre la cama y retira los grilletes de los tobillos.
- Es que fui a buscar la llave -dice.
No sé si sus remordimientos son reales o juega conmigo pero me siento totalmente suya. Estoy muy cachonda y haré lo que me pida.
- Ven, vamos a una cama más cómoda -me dice.
Obedezco y lo sigo… Aun llevo esposas en las manos, no sé si me las quitará… Al cabroncete le debe gustar tener controlada a la chica, yo voy como un cordero. Ahora él agarra las esposas por la cadena y me lleva como a una prisionera. Sí, soy su prisionera, pienso que no debería pero me encanta ser su prisionera. Tira con suavidad, de vez en cuando usa la otra mano sobre mi hombro para hacer más patente que manda él. Llegamos al vestíbulo de la zona de castigo… ya lo conozco. Me lleva al despacho, hay una puerta al fondo que no había visto. Detrás hay una habitación con cama y baño… parecería el cuarto de un hotel barato… de apenas una estrella, comparado con las celdas sería de categoría especial.
- Aquí puede descansar el oficial de guardia -dice.
Me siento en la cama… Extiendo mis manos haciendo pucheros, ¿Me soltará? ¡¡¡Ummmhhh!!! Me hunde la lengua en la boca… húmedo… suave… sin prisa… Me chupa los pezones, me manosea… ¡¡¡Me encanta!!!
Sus manos bajan, desata el cordón del pantalón… Me levanta suavemente… Me baja pantalón y bragas. Esposada no puedo resistirme mucho. No quiero resistirme… ¿Me toca ser su prisionera? Prefiero ser prisionera de él que de cualquier otro.
Me vuelve a sentar… se arrodilla y empieza… empieza a chupar… lento, suave, húmedo ¡¡¡AAAhhhh!!! Me estremezco, levanto las manos, doy tirones, siento dolor en las muñecas… ¡¡¡AAAhhhh!!!
Sigue, sigue, sigue… ¡¡¡AAAhhhh!!! Toco su pelo… muy corto, corte militar, lo araño un poco…
Él para justo cuando estaba a punto de correrme. No sé si agradecerlo o protestar, respiro descansando pero esto tiene que seguir. Veo que él se desnuda. Viene hacia la cama. Se tumba… su miembro erecto aparece levantado como un palo clavado en el suelo.
- El otro día querías estar encima… ahora puedes -dice.
Me gusta la propuesta… Si la chica está encima la chica manda. Me sitúo sobre él… con cuidado, logro introducir su pene en mi vagina. Es difícil, no puedo separar las manos. Me apoyo en su barriga. Él pone duro el abdomen y eso levanta un poco su miembro… lo noto duro dentro de mí… Comienzo el trabajo… ariiba, abajo… Sí… sí… ¡¡¡Ahora mando yo!!! Sí… sí… ¡¡¡AAAhhhh!!! ¡¡¡AAAhhhh!!! Llevo unos cinco o seis minutos… ¡¡¡AAAhhh!!! ¡¡¡AAAhhhh!!! Me corro loca de placer… ¡¡¡Ufff!!! He tardado poco… Sí, claro, me comió el coño antes y ya empecé estando a cien…
Él no eyaculó… imagino que quiere terminar. Me tumbo a su lado, mirando al techo. Él se levanta… coge algo… vuelve a la cama, se tumba sobre mí… me besa, besa mis pechos… Lleva mis manos tras mi cabeza. Hurga en las esposas… siento libre la mano izquierda. ¡¡¡Me va a soltar!!! Oigo click… ¡¡¡No!!! Tiro de la mano derecha… me ha esposado a la cama.
Así tumbada en la cama, con una mano unida al cabecero, me besa en los labios, en los pechos… Noto su mano en la vulva… Noto el pene detrás… Lo guía hacia dentro… ¡¡¡AAAhhhh!!! Me penetra… primero suave… no tengo el coño para mucha guerra ahora. Va poco a poco cada vez más rápido, cada vez más fuerte, cada vez más duro… ¡¡¡AAAhhhh!!! ¡¡¡Voy a morrir!!! Pero de gusto… ¡¡¡AAAhhhh!!! Sigue, sigue… me escuece un poco pero me gusta mucho más… sigue… sigue… Lo noto está ahí… está ahí… Acaba de descargar el líquido dentro de mí… lo noto… mojado… caliente…
Él sale de mí y se pone de lado en la cama, me abraza por la espalda… Yo me giro y descanso. Es la primera vez que me hacen la cuchara esposada a la cama. Tendré que dormir así… los dos dormimos...
CONTINUARÁ...