Celda de Castigo (IX)
Cuento carcelario. Narrado en primera persona por una prisionera. Novena entrega. Fani sueña con el día en que entró en aquella infame prisión. Al despertar pasa por dos nuevas experiencias sexuales de distinto tipo.
Celda de Castigo (IX)
Duermo, dormito… Noto el cuerpo de Armando desnudo junto al mío. Me rodea con su brazo justo a la altura de los pezones… ¡¡¡Me gusta!!!
Sigo teniendo una mano esposada a la cama… ¡¡¡Eso no me gusta!!!
Mi cabeza, como siempre, viaja al pasado… Vuelvo a estar en los sótanos del juzgado, en una celda colectiva. Entré allí un martes a medio día… a la salida del juicio. Por lo que oí a las demás los traslados eran los viernes a primera hora. Se llevaban a las que ya tenían sentencia. Por la semana iban llegando las cartas. Durante la semana fui viendo las caras de otras chicas al abrir el sobre… caras de decepción, a veces de desesperación, de llanto… Ninguna fue liberada en toda la semana. Nadie osaba preguntar nada a las afectadas… cada una firmaba el recibo y devolvía los papeles a la guardiana. Algunas lo contaban, otras no… diez años, quince años… se repartían años como los caramelos en un cumpleaños.
El jueves a media mañana le tocó a Liliana. La pobre se echó a llorar y se tumbó en su camastro, temblando como un junco al viento… Justo después de comer… justo después de comer me llamaron a mí… Me temblaban las piernas, me temblaban las manos. Al principio no acerté a abrir el sobre después lo destrocé…
Respiré despacio y logré leer… “en el juicio por los delitos de…” Me salto la introducción… busco las palabras clave…
CULPABLE DE TODOS LOS CARGOS
NO HAY ATENUANTES
SE APLICAN LAS PENAS QUE ESTABLECE LA LEY, SIN REDUCCIONES
NO HAY POSIBILIDAD DE CONDICIONAL
TRÁFICO DE ESTUPEFACIENTES: TREINTA Y DOS AÑOS EN EL PENAL
POSESIÓN ILEGAL DE ARMA BLANCA OCULTA: TRES AÑOS EN EL PENAL
Casi me caigo al suelo… No puedo evitar murmurar…
- Treinta cinco años en el penal… tengo veinticinco.
- Saldrás a los sesenta, guapa -dice la oficial con voz atronadora.
Me obliga a firmar, lo hago con mano temblorosa… Arrastro los pies hasta la cama y me dejo caer. Por el camino, todas apartan la mirada… Todas lo han oído… Ninguna quiere decir nada.
Me quedo tumbada todo el día, no ceno. Cuando apagan las luces noto una presencia en la cama… Es un cuerpo humano… Es Liliana…
- Por favor, necesito estar pegada a alguien -dice.
La dejo acurrucarse conmigo… Le hago la cuchara… Estamos vestidas pero sentimos mucho calor. A los cinco minutos estamos abrazadas, desnudas… Pienso en Paz y en que no quería más experiencias lésbicas… A lo mejor es lo que me hace falta. Estoy tentada de acariciar sus pezones, su sexo… Es incluso más pequeña que yo pero esbelta, musculosa… Es un cuerpo perfecto de carne firme con piel de chocolate. Ella empieza a dormir. No me atrevo a hacer nada...
Nos despiertan de mañana. Yo estoy noqueada, me dejo llevar. El desayuno es asqueroso pero todas lo comemos… Sabemos que necesitamos fuerzas.
Inmediatamente después aparecen varias oficiales. Veo la caja de cartón que tintinea al moverla. Van diciendo nombres… Creo que fue la última vez que oí mi nombre en dos años. Gritan ordenando que nos acerquemos con las manos en la nuca. Esposan las manos de la primera chica… usan grilletes con eslabones pero los ponen a la espalda y con las palmas hacia afuera. Siempre me toca la última… ¡¡¡Ayyy!!! Aprietan mucho…
Nos llevan a una sala alargada y mal iluminada. Hay agentes de traslados y veo una gran caja con grilletes y cadenas. En un banco hay varios hombres que visten el mismo uniforme gris. Ya están encadenados de pies y manos.
Una a una nos hacen lo mismo… Empiezan por los pies, el agente se pone de pie tirando de la cadena que conecta los grilletes de tobillo con las esposas, te liberan una mano atrás y te la sujetan por delante, la otra mano y ya estás lista. Difícil caminar, imposible correr, imposible dar una patada o un bofetón. No puedes separar las manos más de diez centímetros, no puedes levantarlas por encima de la cintura. Si te dan un vaso de agua tendrías que doblarte mucho para poder beberlo de pie.
Tenemos que esperar un rato sentados en los bancos… se abre la puerta y entra la luz del sol. Salimos al exterior por un callejón. Hay guardias armados apuntándonos y un bus esperando en la calle. La última vez que pisamos la calle todos los desdichados y desdichadas que estábamos allí aquel día. Primero subieron los hombres por la puerta delantera. Después, nosotras por la trasera.
Era un bus cutre como él sólo. Una reja lo dividía en dos… mujeres separadas de hombres. Los asientos eran de madera, con cinturones de cuero enganchados. Dos guardianas nos fueron sentando y abrochando las hebillas. Sobraban asientos, éramos sólo siete víctimas: Lydia, Liliana, cuatro más y yo misma.
Una de las guardianas se bajó.. Ví como enganchaba el a su cinturón arma y se dirigía a la cabina. Cerraron la puerta desde fuera con candados… La guardiana que quedó dentro sólo estaba armada con una porra. Una a una abrió las ventanas… Eran ventanas enrejadas con gruesos barrotes horizontales y cristales correderos.
- Estoy preparando el “aire acondicionado” -dijo-. Si no, nos vamos a asar.
Sacó la porra y siguió hablando, gesticulando con ella… La apuntaba hacia nosotras con forma amenazante.
- Me ha tocado ir dentro del transporte con vosotras. No quiero oíros. No quiero enterarme de que estáis ahí… Hacedme creer que estáis muertas y todo irá bien. Como alguna haga alguna tontería entrará directa a las celdas de castigo. El viaje será largo… si no os portáis mal, a mitad de camino os daré algo de merendar.
Tenía razón… el viaje se hizo interminable desde el principio. El autobús empezó a moverse lentamente por la ciudad. Sentada junto a la ventana enrejada, al menos tenía aire fresco. De nuevo, me sentí morir al ver el bullicio de la ciudad. Gente, coches, atascos… Ciudad Océana era un gran atasco. Ví que la gente torcía la cara al ver pasar nuestro autobús. Nadie nos quería ver… Tal vez temían verse en la misma situación.
Salimos a la carretera… Sabía que el destino era el pueblo portuario de Bahía Pequeña. Eso significaba atravesar toda la isla en diagonal: del noroeste al sureste. Existe una autopista que nos llevaría en un par de horas… Bueno no, con la velocidad de este vehículo serían tres o un poco más.
Pero no, no tomamos la autopista… seguimos una carretera nacional por la costa. Por este camino vamos a tardar mucho más…
Y mucho más… El autobús fue entrando en varias ciudades y pueblos. En la primera parada lo comprendí. Paramos frente a un juzgado y subieron a un infeliz encadenado… Aquel era un autobús con muchas paradas… El destino final debía de ser el infierno.
En otras paradas subieron mujeres. La oficial las iba sentando junto a las ventanas… Si podía evitarlo, no quería dos prisioneras juntas.
Hacia las 14:00 horas nos dio agua en cantimploras de latón (desde la guerra el plástico era muy escaso) y unos bocadillos horribles. Intenté acabarlo pero paré hacia la mitad… Insistí pero mi cuerpo respondió con una arcada. Al menos la guardiana nos dejó la cantimplora el resto del viaje.
Hacía calor… el aire que entraba por la ventana sólo refrescaba un poco cuando el autobús enfilaba la carretera de la costa y aceleraba un poco. La velocidad máxima debía de ser de unos cincuenta o sesenta kilómetros por hora.
Todas nos retorcíamos continuamente… Los grilletes combinados con el calor eran una tortura insufrible. Llevábamos más de cuatro horas así.
Intenté dormitar un poco… no sé muy bien si lo logré… en mi mente se mezclaban sueños, recuerdos, alucinaciones… Creí que iba a llegar muerta a destino, que encontrarían mi cadáver encadenado y amarrado al asiento.
Ya bajaba el sol cuando entramos en Bahía Pequeña. Conocía el lugar… lo había visitado en mejores días. Paramos junto al juzgado y subieron a una chica pequeña, morena, con el pelo muy rizado. Parecía muy joven… apenas mayor de edad… su cara reflejaba un terror mortal. La sentaron a mi lado, porque ya no quedaba sitio en las ventanas.
- Soy Sonia -dijo muy bajito.
- Estefanía o Fani -contesté más bajo todavía.
- Silencio… esto no es la peluquería -rugió la guardiana.
El bus siguió su camino. Enfiló una carretera estrecha entre una montaña y un acantilado. Veía el mar a mi derecha… las olas rompían y a lo lejos se empezaba a ver un espectacular cielo rojo. El sol era una preciosa esfera amarilla hundiéndose en el mar.
Llegamos a una rotonda junto a la costa… Seguimos el camino más estrecho. Un cartel advertía claramente de que era el camino del centro penitenciario.
Llegamos al principio del puente… Un control de guardias fuertemente armados comprobó las credenciales del autobús.
Al cruzar el puente todas miramos al crepúsculo y suspiramos lentamente… Sí, aquel era el puente de los suspiros de la era post tercera gran guerra. Al otro lado un cartel lo dejaba claro: “Colonia penal de Isla Maldita”.
Llegamos ante una valla, comprobaron credenciales otra vez y dejaron entrar al vehículo. Aparcamos delante de un pabellón casi derruido. Era el módulo de ingresos.
Bajaron a los hombres primero. La oficial fue soltando los cinturones… Nos tocó bajar. Fuimos una a una pasando por un extraño vestíbulo. Nos quitaron los grilletes...por fin y nos obligaron a dejar toda la ropa en un cesto… Cuando llegué yo apestaba porque ya estaba lleno de ropa sucia.
Un minuto de ducha templada.. un lujo y un uniforme amarillo que vestir. No me lo creía cuando nos dieron a elegir:
- ¿Una pañoleta amarilla o te rapamos el pelo mañana?
- Mejor pelo corto -dije, siempre lo había llevado corto, además evitaría parásitos.
Dormimos en una especie de barracón sobre colchones… casi amontonadas. Al día siguiente nos despertaron y fueron llamando… por número, nada de nombres.
Te asignaban un pabellón y te llevaban a él… esposada, claro. Sonia y yo fuimos las últimas.
- Vosotras vais a delitos graves -dijeron.
Miré a la chiquilla que tenía al lado.
- Maté a una zorra que se acostaba con mi novio… perpetua -dijo, mientras la esposaban.
Luego fui yo… Antes de llegar a mi pabellón y a mi destino en el taller me raparon el pelo.
Pensé que lo iban a dejar corto… no raparme al uno con una máquina de corte militar. La verdad es que es cómodo… cada dos meses me vuelven a rapar.
Y a partir de ese día: morir en vida, camastro, taller, patio… morir en vida. Bueno, en el patio puedes hablar con otra gente. Me llamó la atención la cantidad de parejas de chicas que pasan la tarde acurrucadas, abrazadas, besándose cuando no las ven. Las guardianas permiten que se achuchen pero no el sexo… Eso sólo lo pueden hacer los domingos, cuando pasamos el día entero en el patio y con los barracones abiertos.
Intenté encontrar a Paz… descubrí que estaba en el pabellón de servicios. Ellas son las privilegiadas que trabajan en cocina, limpieza… mucho más llevadero. Según los rumores las que están allí es porque son amantes de alguna guardiana… Se dice que por las noches les cobran los favores.
Paz no habló mucho conmigo… más bien fue cortante, no quería líos con su “novia”.
- Yo lo haría si pudiera liarme con un hombre -le dije a Sonia.
- Aquí todas nos volvemos bolleras… No hay hombres… y acabas haciendo lo que sea por abrazarte a alguien -me dice mientras se levanta para ir a buscar a Liliana… sí, se pasan la tarde abrazadas en un rincón. Y sí… en ese momento siento una terrible envidia.
En ese momento despierto… Mejor dicho me despierta Armando. Lo hace suavemente… Oigo como suelta las esposas de la cama.
- Levántate o nos pillarán aquí -dice suavemente.
Me levanto y le ofrezco las manos juntas, de una de ellas aun cuelgan las esposas. En vez de esposarme la otra mano dice:
- Ponte braga y pantalón.
Obedezco… Él coge el grillete libre y yo ya me doy por esposada. No lo hace… cierra el grillete y lo usa como un asa. Me lleva sujeta sólo por una mano. Visto de lejos parecería que vamos de la mano.
Llegamos a la celda… puerta abierta, candado abierto colgado de la argolla. Entro… camiseta sobre la cama, los grilletes de tobillo al lado.
- Ponte la camiseta -dice.
Obedezco… tengo las esposas colgando de una mano pero puedo… Me vuelvo y pregunto futilmente:
- ¿Ahora me vas a esposar?
Él me besa… me mete la lengua hasta el fondo… ¡¡¡Ahhhh!!! “CLICK”... siento el grillete en la mano izquierda. ¿Ha querido engañarme o me ha dado un beso para compensar? Él coge los grilletes de tobillo…. Vuelvo a ponerme tonta…
- No, por favor, no….
Para mi sorpresa él los deja caer en el suelo. Me besa y al tiempo me baja un poco pantalón y braga… Se pone de rodillas…. ¡¡¡¡Ahhhh!!! Me está chupando… suave… húmedo… ¡¡¡Ahhh!!! “CLICK, CLICK”... Pendejo, me ha distraído para encadenarme. ¡¡¡AAhhh!!! Sigue chupando… sigue… Me vengo de los grilletes clavándole las uñas en la cabeza… No puedo tirarle del pelo, demasiado corto…
Me corro enseguida… Llevaba dos años con el chichi seco y ahora está haciendo horas extras. Se va, lentamente, pero se va… Me subo braga y pantalón y me tumbo en la cama.
El desayuno llega conmigo en plena laxitud. Me levanto. ¡¡¡No está el tipo joven!!! Es la chica… la que me llevó a la ducha.
- Ahora soy yo la guardiana de día -dice.
Bueno, vale… hace lo mismo, me suelta, me da la bandeja. ¡¡¡Ehhh!!! Este desayuno está mejor que de costumbre… ¿Querrá algo esta tía? Al retirar la bandeja no hace nada especial… me vuelve a poner las esposas y me deja allí.
Con la comida se repite la historia… Es comida de guardias. Al retirar la bandeja, yo ofrezco las manos pero veo que ella no coge las esposas.
- ¿Quieres estar toda la tarde encadenada o prefieres las manos libres? -pregunta.
- Libres… -contesto con algo de miedo.
- Siéntate en la cama -dice.
Ahora sí que me entra miedo… pero obedezco. Ella abre la puerta, deja fuera su cinturón, la porra y las esposas de bisagra. Todo en una mesita junto a la bandeja. Se sienta a mi lado. Me cuenta que es muy aburrido estar allí sola toda la tarde que podemos charlar. Me pregunta mi nombre, ¿Cuál fue mi delito?, ¿Por qué me castigaron? Por algún detalle que comenta deduzco que ya lo sabe… leyó el expediente. Sonríe mucho y cada vez me acerca más la cara.
- Espera… -dice.
Me soltó el pie derecho y amarró ese grillete al pie de la cama. Se fue deprisa y volvió deprisa… con una botella de vino y dos vasos. Diosss….. hace tanto que no lo pruebo. Me dejo ligar si compartimos la botella.
Y la compartimos… me contó cosas de ella. Alejandra, treinta y siete años… siempre les echo de menos. Quiso ser policía desde pequeñita. Fue terror de maleantes pero ya no está para muchas noches de vigilancia y persecuciones corriendo… se divorció hace siete.
Por fin pasó lo que esperaba… Empezó a besarme con lengua… suave… húmedo… Pensé que me iba a dar asco, no es desagradable. Cuando me doy cuenta no tengo camiseta y me dejo caer sobre ella… Me besa los pezones…
Suelta el grillete de la cama y me quita toda la ropa. Vuelve a engancharlo… ¡¡¡Ni un segundo libre!!! Se desnuda. ¡¡¡Ehhh!!! Lleva la llave de los grilletes colgada de una cadena. Me tumba sobre la cama. Me abre las piernas… mete su cabeza en medio… ¡¡¡AAAAhhhh!!! Lengua húmeda… me chupa suave… Da gusto que te chupe un hombre pero una mujer chupa como nadie… ¡¡¡AAAAhhhh!!!! Sigue, sigue, sigue… ¡¡¡AAAAhhhh!!!!
Aguanto lo que puedo pero me corro rápido… ¡¡¡Chillo sin pudor!!! ¿Finjo? Tal vez, un poco… esto de las chicas no me llena igual.
Se tumba junto a mí… le manoseo las tetas… ella sonrié. Le meto mano… la toqueteo… está muy húmeda.
Ahora ella se tumba con las piernas abiertas… Uff… creo que me toca chupar a mí. No puede ser peor que una polla… Aparto un poco el pelo… chupo… sabor salado… sigo… intento no pensar… chupo despacio, cada vez más húmedo… veo que ella se retuerce, alucina, chilla… Sigo, sigo…. ella acaba retorciéndose y chillando en lo que debe ser un gran orgasmo.
Me abraza con sus largos brazos.. Por momentos pensé en intentar robarle la llave, encadenarla a la cama, vestir su uniforme… Fútiles pensamientos: mide alrededor de metro setenta, es fuerte y fibrosa no podría dominarla de ninguna forma. Su ropa me quedaría varias tallas más larga. Al intentar salir me descubrirían… Me dejo querer… rendida entre la calidez de su cuerpo y la del alcohol. Nos quedamos allí en la cama, desnudas, ella rodeándome…
CONTINUARÁ...