Celda de Castigo (I)
Cuento carcelario. Narrado en primera persona por una prisionera. Primera entrega.
Celda de Castigo (I)
Pitido ensordecedor, molesto… Suena el timbre… Es el despertador. Son las siete. No quiero despertar, no quiero levantarme… La cama es dura y estrecha pero al menos estoy caliente bajo las sábanas. Me retuerzo, posición fetal… el pitido sigue sonando.
De mala gana, dormida y bostezando pero me levanto… Sé que si no vendrán a hacerlo a la fuerza y será peor. El resto de chicas del barracón van haciendo lo mismo. Se forman dos colas de chicas en bragas, algunas llevan camiseta otras con los pechos al aire. Eso lo podemos elegir, dormir con o sin una áspera camiseta blanca de asas.
M0314159265, ése es mi número. Por si se me olvida lo llevo siempre encima. Una molesta gargantilla de cuero, con el número grabado. Está peor rematada que el collar de un perro. Te lo ponen al detenerte (te dicen que es el número de expediente) y lo remachan para que no puedas quitártelo. Si te condenan debes llevarlo siempre… bueno, hasta fin de sentencia. Es como un tatuaje, una letra escarlata… Y algo que borra tu nombre, yo aquí soy 265 (dos-seis-cinco), así me llaman las guardianas.
Hoy toca ducha a la cola de las pares. Tienen suerte… recibirán durante un minuto un chorro de agua templada (dicen que caliente pero es mentira) y llegarán media hora más tarde al taller. Sí, mañana me tocará a mí, pero el día me cuesta más cuando no hay ducha.
La cola avanza lentamente… La de las pares, mucho más lento. El olor a sudor es insoportable. También huele a vagina, muchas nos consolamos por las noches, no nos queda mucho más. Llega mi turno, tiro la puta braga en el cesto, la guardiana me da otra limpia.
- Talla “M” -dice la cabrona-. Yo la cojo y me la pongo rápidamente.
- Cuando llegaste usabas la talla grande te viene bien la dieta de la cárcel -sigue con sorna-. Con que ganas la golpeaba hasta que la sangre le tapara la cara. No contesto, pienso en la basura de comida que nos dan.
- Hoy dormiste con las tetas al aire -sigue-. Diosss!!! Hoy sí que está insoportable. Desde hace unos días no puedo evitar toquetearme los pezones en la oscuridad hasta que me duermo. En ese momento me siento un poco libre. Nunca duermo del tirón… un rato después me despierto y al verme encerrada en un barracón mal ventilado cierro los ojos y me toco hasta que me corro y duermo otra vez.
Afortunadamente, la guardiana no sigue hablando. Me pongo la camiseta y el pantalón corto. Más bien es un bañador de hombre. Es verano y mi sensación es de calor horrible y humedad extrema durante 24 horas. En invierno, la sensación es de frío y también de humedad extrema, menos mal que en esos meses tenemos pantalón de chándal largo y sudadera.
Todo amarillo… toda la ropa es amarilla, hasta las chanclas cutres que llevamos en los pies son de ese color. Bueno, las bragas y la camiseta de dormir son blancas. Pero todo lo demás, color canario… Será para vernos desde lejos si alguna logra escapar. Escapar… tendría que tener superpoderes.
Al salir del vestidor, pasamos una a una al comedor, se sirve el desayuno, las pares vendrán después. Están pasando lentamente por las duchas.
Puedo elegir: leche fría o caliente, cacao inmundo (negro, muy dulce) o un café que podría servir de matarratas. La leche fría es lo menos malo. Las galletas son la única opción sólida y parecen hechas para perros.
Llegamos al taller. Son alrededor de las ocho. Toca lo de siempre, coser prendas y calzado. Pincharse mil veces. Bajar el ritmo cuando las guardianas no te ven. Verlas pasear por entre nosotras, con el pecho hinchado, la porra y las esposas en el cinturón, muchas veces jugando con ellas y mirándote con cara de desafío.
La administración carcelaria hace grandes negocios, desde la gran guerra no existe automatización, hay poco comercio mundial, ya no se cose masivamente en Asia. Las cárceles son los nuevos centros de explotación. De ocho a tres todos los días. Después, nos dan una bazofia para comer y nos dejan toda la tarde tiradas en el patio. Hasta las ocho que hay bazofia para cenar. Tras la cena, caminito a los barracones para dormir. Cierran los barracones por la noche y dentro de cada uno queda una guardiana.
A la nuestra le llaman “Amarga”... Se dice que se llama “Margarita” o “Marga”... Hoy le ha dado por los comentarios simpáticos… Siempre nos recuerda que cuatro horas de taller son pocas, que ahora hay pocos encargos… si aumentan pondrán horas por la tarde.
Lo mejor es el papel que te pasan a fin de mes… dice que te han pagado una tremenda mierda por tu trabajo de todo el mes. Dinero que va a una cuenta controlada por el estado y que puedes retirar cuando salgas… Bueno, eso dicen yo aun no lo sé.
Media mañana, el sudor es insoportable… Hay que pedir permiso para beber agua. Acabo la pieza con la que estoy. Levanto la mano y pido permiso. Amarga me deja de mala gana… Voy a la fuente que está en la esquina del taller. Aprieto el pedal, sale el chorro… bebo sin parar… mi cuerpo pide agua, agua y más agua…
- Deja ya de beber, sigue trabajando, puta -me grita Amarga-.
Me doy la vuelta, quiero gritarle que puta lo será ella, también quiero aguantarme. No sé cómo, mi boca llena de agua comienza a escupir un chorro que le da de lleno en su cara de zapato viejo.
Me quedo paralizada, sé que la he cagado… miro al suelo, levanto las manos delante de la cara como un boxeador en guardia. Veo como Amarga se seca la cara, después coge la porra y se dirige hacia mí.
- ¡¡¡Alto!!! - suena fuerte a mi izquierda, miro y veo venir a la jefa del taller. Es una mujer alta y fuerte, no sé su nombre. Para todas es “la Nazi”.
- Marga, guarda eso. 265, manos en la nuca, mirando a la pared -continúa la “Nazi”.
Obedezco… Oigo sus pasos firmes, Amarga se echa atrás. Noto un golpe de algo metálico en mi muñeca derecha. Sí, son las esposas. Noto como aprieta el grillete de acero, para justo cuando empieza a molestar, si siguiera un poco (sólo un diente más) me cortaría la circulación. Noto una mano firme en mi muñeca izquierda. Me agarra con su mano izquierda… con la derecha sujeta las esposas. Con fuerza tira de mi mano esposada… la lleva a la espalda, justo sobre mis riñones. Ahora tira de la otra mano, la izquierda, la lleva también a la espalda. Noto como el segundo grillete se aprieta sobre mi muñeca izquierda.
Me suelta un momento, yo intento no mover ni un músculo. Si me muevo puedo apretar las esposas todavía más y hacerme daño. Me ha sujetado las manos a la espalda con las palmas hacia afuera. No es una postura dolorosa pero sí incómoda. Con los grilletes apretados no puedo girar las muñecas. Son esposas de bisagra, apenas permiten movimiento. Las palmas hacia afuera es la postura que aconsejan a policías y guardias de prisiones para lograr que la víctima tenga su libertad restringida al máximo. Podrían ponerme las llaves en una mano y no podría soltarme. Realmente, con las esposas de bisagra, es muy difícil soltarse si el policía coloca los orificios de las llaves hacia arriba (lejos de las manos).
Esposas de bisagra
Las palmas aquí no están del todo hacia afuera.
El tiempo parece haberse detenido, al menos ralentizado. Los segundos pasan como los lentos pasos de un gigante. Oigo como la Nazi saca una llave y noto que hurga en las esposas. Sé lo que está haciendo, acaba de aplicar el doble cierre (como la doble vuelta de una cerradura), eso aparte de aumentar la seguridad, fija los grilletes en esa posición, ya no se pueden apretar más.
Me siento un poco aliviada, aunque enseguida noto cómo la guardia me agarra firmemente el brazo derecho a la altura del codo. Me llevaba zarandeándome fuera del taller. Su mano la noto firme como una argolla metálica, no me sientoa capaz de resistirme en absoluto. Me saca una cabeza (no es difícil para las que vivimos midiendo metro cincuenta y cinco) y ahora mismo me parece dotada de la fuerza de un superhéroe (o supervillano, no sé muy bien, llevo casi dos años de condena y todavía no sé si debo considerarme malvada o excesivamente inocente).
Para información general: el grillete es la pieza que aprisiona cada mano, las esposas el conjunto. Pueden ser de cadena (figura) o de bisagra (hay otros tipos, pero esos dos son los principales). Cada grillete tiene un arco dentado que funciona como una brida, se aprieta contra los dientes del cuerpo (trinquete) y se puede apretar más, no aflojar (sin la llave). Al bloquearla (o aplicar doble cierre) el trinquete se inmoviliza, no se puede apretar más. Es curioso el funcionamiento… Si no hay una muñeca en medio el arco da la vuelta completa, esto permite no tener que abrirlas y aplicarlas más fácilmente. Un oficial experimentado lo hace con apenas un toque sobre la muñeca del prisionero. Si se aprietan lo bastante, la muñeca no puede girar. Es curioso que con apenas dos dientes del trinquete, es muy difícil escurrir la mano, incluso para manos muy pequeñas.
CONTINUARÁ...