Cecilio y su caño

Un maduro que trata muy bien a los jóvenes...

CECILIO Y SU CAÑO

Cecilio era un hombre mayos, con un buen pasar económico , muy tranquilo y con algunos gustos a los que los dejaba pasar.

Hacía años, quizá diez años, se acostaba con chicos jóvenes.

Estaba en buenas condiciones físicas. No tenía enfermedades. Mas que algún que otro dolor de huesos y esos achaques propios de la edad. Cosas de viejos se decía el mismo.

Se mantenía caminando y comiendo sano. Y además, teniendo sexo de forma regular, es decir casi todos los días.

Conservaba un cabello abundante. Aún tenía el color de los años jóvenes. Los ojos del hombre mayor eran vivaces de un intenso color de miel. Manos grandes y brazos fuertes. Espalda ancha y una altura que todavía conservaba.

Estaba separado de su mujer hacía años. No la extrañaba para nada y suponía que su mujer tampoco.

En todos estos años había estado y conocido a infinidad de muchachos.  Andaba por las calles, los bares y los lugares nocturnos. No le tenía miedo a las calles. Se había criado en ellas. Había prendido en ellas todo lo que sabía. Fue su escuela. Había conocido lo bueno y todos los vicios habidos y por haber.

Había conocido a las prostitutas en sus años mozos, lo habían amado en rincones oscuros, en autos, en madrugadas heladas y fugaces. También cuando joven había  tenido sus encuentros furtivos con algún que otro putito. Todos habían gozado de su tremendo caño de unos treinta centímetros de longitud.

Está era un poco la vida diaria de Cecilio. Este maduro que viví con el sexo como un prioridad en su vida.

Estaba aquel día saliendo del mercado con unas cuantas bolsas de frutas y verduras.

Perdió la visión un momento y chocó contra la humanidad de dos muchachitos. Dos jóvenes, dos gemelos. Las bolsas fueron al piso. Todo fue rápido y confuso. Los chicos se deshacían en disculpas, mientras recogían las bolsas del suelo y ayudaban a Cecilio.

__¿Usted esta bien señor?__ preguntaba uno

__¡Sí, sí querido!__ respondió el hombre

__¡Somos un desastre, perdón!__ dijo otra vez el joven

__¡Le ayudamos con las bolsas!__ comento el otro

__¡Por favor!¡Está bien, no hay problema!__ dijo Cecilio.

__¡No!¡Insistimos!

__¿Vive lejos usted?

__¡No aquí nomás!

__¡Entonces vamos con usted!

__¡Trátame de tu!__ dijo el hombre sonriendo

__¡Bien te acompañamos!__ y salieron los tres caminando.

__¿Y como te llamas?__ pregunto uno

__Cecilio__ dijo el hombre adulto

__¡Nombre raro!

__De viejo__ dijo sin problemas Cecilio

__¡No. No quise decir eso!

__Yo soy Edu…__ se presentó uno

__Yo soy Ale:..__ dijo el otro.

__¡Aquí es!__ comentó Cecilio y buscó las llaves. Abrió la puerta de calle y notó que os muchachos no se irían y supuso que era lo que andaban buscando. No era solo amabilidad.

__¡No nos quedaremos tranquilo hasta que estés adentro, bien cómodo!!__ dijo Ale

__¡Está bien pasen!__ dijo Cecilio y entraron a la casa.  Fueron acomodando las bolsas por aquí y por allá.

Era cerca del mediodía y el los invitó a almorzar. Los gemelos atentamente aceptaron. Cecilio les cocinó una liviana comida.

Bebieron unos cuantos vinos, a Cecilio le gustaba el buen beber. Charlaban de cosas distintas. Se cruzaban miradas seductoras, sabiendo hacía donde iban.

Los gemelos tenían un marcado rostro vikingo. Eran de sangre evidentemente nórdica. Sus rostros gráciles. Casi de ángeles saliendo del cascarón.

__¿Y has tenido muchas mujeres en tu vida Cecilio?

__¡Sí, claro, algunas…Muy bellas!

__¡Un don Juan!

__Y con chicos__ dijo como al pasar sin darle demasiada importancia.

__¿Chicos?__ preguntó entusiasmado Ale

__¡Pero vamos…Me van a decir que no están aquí porque quieren una buena pija!!__ dijo  fondo y sonriendo Cecilio, tomándose el paquete y estrujándolo.

__¡Bueno si lo dices así!!__ dijo Edu

__¡Sí yo creo que es asi!¿Y saben qué?

__¿Qué?__ preguntaron los dos

__¡La van a tener!...¡Vamos a ponernos cómodos!!__ lo siguieron y entraron a un cuarto con olor  a limpio. Perfumado. Ordenado.

Los chicos en un furiosos segundo entre risotadas y miradas cómplices quedaron desnudos, mostrando sus pijas y sus culitos primorosos. El rostro de Cecilio se ilumino radiante, perverso.

__¡Que belleza de cuerpos tienen!!

__¿Te gustan?

__¡Pues claro!__ el hombre maduro se fue quitando la ropa. Por fin quedó en calzoncillos sueltos y de color azul oscuro. Los gemelos se acercaron a el. Enigmátizados por aquel macho casi anciano, pero que se veía bello y fuerte y con una serpiente latiendo entre las piernas.

Acariciaron su pecho. Su espalda. Un culo aún fuerte y firme. Duro. Como dura se notaba la espada monumental que las manitos jóvenes tocaron a través de la tela.

__¡Ohhh papi, tienes una serpiente hermosa!!

__¡Es para ustedes cachorros!

__¡Ohh mira como se pone!!__ dice Edu apretando el paquete. Mientras Ale lame suave, la tetilla derecha que en seguida se pone rígida y hace que Cecilio lancé al aire su primer gemido.

El hombre se recuesta a lo largo en la cama amplia. Los gemelos acarician los pechos del maduro. Lamen y chupan. Mientras Las manos van y viene por la serpiente marina que despierta como roca.

Las bolas del macho son gordas, están llenas y abultadas. Los salvajes chicos quitan el calzoncillo. La vara aparece en todo su esplendor. La masajean. Edu baja y se la pone en la boca empezando a succionar. Chupa desaforado. Traga esa herramienta. Ale se le adhiere también y los dos juegan con ese pedazo de carne. Las bocas se apoderan del bocado. Maman y Cecilio se retuerce sintiendo que se le va la vida en aquel encuentro.

Los gemelos son sensuales, calientes. Se apoderan de las bolas y las comen.

__¡Ahhh cachorros, ahhh, si, cómanlo!!__ la poronga es muy larga y las dos bocas se aprovechan de aquel garrote. Lo disfrutan.

Uno de los gemelos se coloca para que Cecilio se hunda entre sus nalgas buscando el anillo palpitante. quiere recibir la lengua del macho que acude presto al lugar y hunde su aguja en forma de lengua. Repasa el agujero. El chico se retuerce al sentir el molusco dentro. La saliva va corriendo y abriendo el paso. Una vez que está lubricado, Cecilio acerca su garrote. De costado atrapa las caderas. Acerca la cabezota de la herramienta. La apoya y el gemelo se relaja, empuja el macho, gime el chico, la cabeza va entrando, vuelve a empujar de forma suave pero firme.

__¡Ohh papi...Es tan grande!¡No pares, dámela, la quiero toda!!!__ gime el glotón. El garrote se va abriendo paso, en tanto el otro chico acaricia la espalda del macho, acaricia las nalgas del macho, alas pellizca, rozando con su propia pija los cachetes fibrosos.

Con un dedo ha empezado a jugar en el orificio de Cecilio. Lo acepta, lo deja, y siente que volcánicamente se va abriendo tanto como el ojete del chico que tiene ensartado y ya lo taladra por completo.

Cecilio golpea con sus bolas las nalgas del chico que gime y lloriquea sintiendo semejante garrote en su cola fogosa y ardiente. Con una mano el macho atrapa la pija del otro joven que lo acariciaba a el, que le mordía la nuca y le chupaba las orejas. El macho masajea la pija del chico. Detiene el impulso, no deja que la meta donde el chico quiere, entonces se corre del lugar. Mete la lengua en el anillo de Cecilio. Este lo recibe.

El tremendo pijón va y viene el culito de Ale. Grita, gime, brama de placer.

__¡Edu ven aquí, ponte en mi lengua quiero chuparte!!!__ pide el macho sediento. Así es que Edu se coloca de tal forma que la lengua del macho salvaje se hunda en su culito ardiente. Para abrirlo, para prepararlo, quiere que reciba su ración de pija, no lo dejará con ganas.

Pasado un buen rato de chupadas, saca el vergón del interior de Ale. El morcillón apunta hacia arriba. Apunta al techo. Está bañado en jugos. Así es que Edu se sienta lentamente tragando la poronga. Grita de dolor. Es muy grande, pero su culito traga, come, aquella enorme tripa.

__¡Ahhh papi me rompes todo, que morcilla tienes, ohhh, es hermosa!!

__¡Tu colita es hermosa cachorro!!__ dice casi perdido el macho que se mete todo dentro del canal. Cabalga el chico. Salta sobre Cecilio. Ale se acerca y hace que el macho se coma la pija. No tiene problemas el hombre y chupa la pija de Ale, que en unos minutos riega el pecho del macho, lo llena de jugos. También Edu al rozar su manija sobre el vientre de Cecilio acaba largamente regando al macho vicioso.

Unas embestidas mas y el macho maduro llenará el ojete del chico, apenas siente los chicotazos, Edu sale del lugar y tomando la manguera enorme la mete en la boca y Ale su hermano lo ayuda, los dos se beben el néctar del macho caliente.

Luego besan al macho, le comen los labios, el macho los chupa, los bebes, intercambian su propia leche. Los tres están pegajosos. Desparramados en la cama.

__¡Eres un toro salvaje Cecilio!

__¿Te parece?

__¡Tu tronco es estupendo!__ adora Edu

__¡Ustedes chicos son estupendos!__ se besan entre los tres. Cecilio besa los pechos de los jóvenes. Los acaricia. Su monstruo duerme, pero el siente que aún palpita. Está muy caliente. El es así. Un macho abrasado por el fuego del deseo.

Ale y Edu besan las tetillas de Cecilio. Las caricias van y vienen.

__¡Debo orinar!__ dice el maduro macho. Se levanta de la cama. Se dirige l baño. Cundo llega, siente tras de si l chico y antes de que hable, Ale agarra su morcilla.

__¡Me encanta ayudar a los machos!

__¡Ohh eres un diablo cachorro, siii!!__ el chorro sale entrecortado. La morcilla cabecea tratando de levantarse. Al fin termina de salir el chorro. El chico sacude aquella serpiente. Cecilio gira el cuello y besa al gemelo.

Cuando llegan a la cama el macho se coloca en cuatro patas. Saca su culo y se los ofrece a los gemelos que empiezan a meter la lengua, escarbando, chupando, besando, lamiendo, cargando de saliva el agujero, sus pijas empiezan a levantarse. Meten un dedo y luego otro. Gime el macho.

Se entrega a las caricias sintiendo que su animal puede levantarse en cualquier momento. Ya entra en el Ale, lo toma de las caderas y lo serrucha profundamente. Se aferra al garrote que crece, que se vuelve un monstruo entre las piernas de aquel macho maduro.

Descarga en el ojete, lo llena de leche, toma entonces su lugar el hermano. Acierta rápidamente, bombea como loco, taladra. Va y viene mientras Cecilio goza como buen macho de la enculada, su garrote ya esta endurecido. Salta sin ton ni son. Edu se toma de las caderas, mientras Ale se prende por debajo de la manguera de Cecilio. La besa, disfrutándola. La come, mientras el hermano serrucha al viejo macho que se contorsiona, apresado por detrás, empernado, y por delante la boca de  Ale tragando el enorme reptil que se menea.

Edu larga chorros de leche. Llena otra vez el hoyo del macho que se relame, siente que sus cachorros lo han colmado. Siente como chorrea los jugos que le han dado.

Ahora cae de espaldas y los gemelos se tragan el sable que esta ardiendo. El palo se lo golpean en las mejillas, lo adoran, lo besan y cada se lo meterá en sus ojetes, para gozar de aquella venenosa serpiente una vez mas.

Así estarán hasta bien entrada la noche.-