Cecilia y el placer en tiempos de hambruna

El bebé seguía mamando de su estéril pezón, lo chupaba duro; sentía su boca mordisqueando, absorbiendo y lamiendo con fuerza su pezón, mientras ella se hurgaba el coño. Todo ello en conjunto era muy placentero, y se mantuvo así durante varios minutos

Cecilia es una joven de 1,57 Mts. de altura, de rostro grácil con pecas en los pómulos bajo unos lindos ojos color castaños, de cabello negro ondulado a media espalda –el cual, casi siempre lleva recogido en un moño con ligas o pinzas de cabello–, delgada, un poco por debajo del peso de su talla, más por la situación y déficit alimenticio que lleva, que por su complexión física. Sus pechos no son más que unos duraznos con promesa a ser algo más grandes algún día; con unos pequeños pezones y aureolas marrón tostado, plana de abdomen con la cintura marcada más que nada por la falta de masa, entreviéndose un poco las protuberancias óseas de sus caderas, tal vez lo más resaltante sean sus lindas piernas, que terminan en un culito pequeño pero torneado, quizás no un «Ohh que culo» pero si una retaguardia que despierta el interés en los chicos y viejos verdes que están pendiente de cuanta pavita anda de aquí para allá con shorts cortos en los urbanismos.

Su madre hacía ya más de dos años que la había dejado al cuidado de su hermana mayor y sus abuelos para buscar mejor futuro en otro país y mandarles sustento. Su hermana mayor, buscando también resolver su vida, le monto un muchacho a un tipo, que al saber la noticia se pintó de colores y no apareció más por la urbanización (ni siquiera en las misiones del gobierno o cajitas clap por así decirlo).

El ambiente en casa no era lo mejor, sus abuelos discutían mucho con su hermana, y el abuelo esporádicamente trabajaba como chófer de; taxi, autobuses y camiones, o pernoctaba en colas para gasolina, sin embargo, actualmente estaba más ocioso que ocupado. Su hermana tras la cesárea y recuperarse –aún sin destetar al niño– salió un día y no volvió más (dejando la responsabilidad de Sergio, sobre sus abuelos y ella), no se supo nada de ella, y cuando llamo dijo estar en Colombia y si le podían hacer llegar dinero de algún modo –gritos, insultos y discusiones… Que más decir–. Con el pasar de los días, consideraba que Sergio era más hijo de ella que de su hermana o bisnietos de sus abuelos.

Aquel día estaba sola en casa; fastidiada y con hambre mientras Sergio lloraba en sus brazos, seguramente también por hambre. Sus abuelos habían salido temprano a cobrar las pensiones y hacer tratar de hacer algunas compras, pero ello podría tomarles todo el día. Si no regresaban pronto con algo, tendría que ir de puerta en puerta a pedir una colaboración o fiado con los vecinos para dar de comer algo al bebé –ya su abuela y ella, tenían fama de pedigüeñas–.

Sergio seguía llorando pese a que había intentado calmarlo; cargándolo, meciéndolo, cantándole e incluso haciéndoles morisquetas… Nada, necesitaba distraerlo de algún modo –ya empezaba a dolerle la cabeza–. Estaba en la sala, recostada en la poltrona con el niño en brazos cuando decidió probar a darle pecho, se subió la franela y llevo la boca de este a su pequeña teta. Sergio comenzó a chupar, pero al no sacar leche protestaba y gimoteaba desconsolado en tanto Cecilia le acariciaba la cabecita y arrullaba para tratar de calmarlo.

Aquella sensación la estremeció toda y no pudo evitar dejar escapar unas lágrimas con él. Desde hacía tiempo el niño lo era todo para ella, y como a cualquier persona y sobre todo madre la dejaba muchas veces agotada.

En un momento dado sintió como una sensación de hormigueo; que pululaba en sus pechos y bajaba por su abdomen, y que ambos pezones se empezaban a poner erguidos y duros, mientras un suspiro convertido en gemido escapaba de entre sus labios y miraba con ternura al bebé chupando de su teta. Lo miraba, y sacaba todavía más el pecho tomando grandes bocanadas de aire y exhalándolo suavemente, lo acunaba en tanto su cuerpo se estremecía y contorneaba delicadamente moviendo las caderas y frotándose las piernas la una con la otra –todo aquello la estaba poniendo muy cachonda, quería tocarse y sentir sus cálidos flujos, por lo que decidió masturbarse–, poco a poco su otra mano libre busco el otro pezón –ya estaba firme y sensible al tacto– y acabó frotándolo y halándolo por debajo de la franela al mismo tiempo que dejaba escapar leves gemidos.

Deslizando su cuerpo un poco más en el respaldo de la poltrona, se relajó por varios minutos, sintiendo; ternura y placer, amor y deseo, pudor y morbo, en tanto Sergio chupaba su pezón. Cerró los ojos y se fue entregando al placer mientras abanicaba sus piernas –abriéndolas y cerrándolas– a la vez que metía, sacaba, metía, sacaba, una y otra vez dos dedos en su boca; lamiéndolos, chupándolos, llenándolos de saliva, abrazándolos con su lengua de un lado al entrar y del otro al salir –sentía que el vientre le bullía y que miles de burbujas estallaban dentro–, por lo que bajo la mano ensalivada y se acarició una de las piernas rozando la entrepierna bajo del short -las piernas le temblaron de la excitación y sintió un grato escalofrío recorriendo su cuerpo-, muy despacio metió la mano bajo del short y poso la mano sobre su vagina; suavemente se frotó la raja de arriba abajo varias veces, sintiendo el calor que emanaba de su sexo. De manera lenta, pero profunda fue introduciéndose cuatro dedos en la vagina –entrando y saliendo–, percatándose de lo húmeda que la tenía, podía sentir como sus paredes suaves y babosas por los cálidos flujos, se amoldaban a sus dedos –era algo extraordinario–, su concha estaba cada vez más mojada y caliente.

Cerro las piernas y como pudo se despojó del short, para luego continuar refregándose la cuchara en un mete saca de cuatro dedos; rascándose la raja de arriba a abajo; haciendo círculos sobre el clítoris con dedos llenos de sus flujos; dejando escapar suaves y eróticos gemidos de placer, antes de volver a repetir todo; adentro, afuera, rascar, frotar, adentro, afuera, rascar, frotar, una, otra, otra, otra y otra vez.

El bebé seguía mamando de su estéril pezón, lo chupaba duro; sentía su boca mordisqueando, absorbiendo y lamiendo con fuerza su pezón, mientras ella se hurgaba el coño. Todo ello en conjunto era muy placentero, y se mantuvo así durante varios minutos en los cuales arqueaba la espalda contorneando las caderas adelante y atrás sin detenerse –gimiendo más y más a cada instante– acompañando él mete saca en un ritmo pausado pero continuo. Aquella sensación seguía y seguía excitándole mucho; seguía moviéndose; seguía mojándose; seguía gimiendo, le gustaban todas esas sensaciones; su otro pezón se veía como un pico de montaña de lo empinado y duro que estaba; su culo y cuchara se contraían y dilataban muscularmente, era tan rico, tan rico, tan rico, que se había olvidado que era él bebe y no un muchacho quien chupaba aún su teta –se retorcía toda en tanto gemía del placer que estaba teniendo–, al mismo tiempo que seguía manoseándose y halándose el vello púbico del clítoris y bajo vientre, o dándose palmadas sobre la raja cada vez más mojada, sintiendo cada vez más cerca un orgasmo que prometía ser demoledor. Así que continúo frotándose el clítoris y dándose cachetadas en la cuchara con moderada violencia.

Luego, sintiendo las cercanías del placer supremo, se metió los dedos en el coño y se los llevó posteriormente a la boca, saboreando sus salinos fluidos corporales –Sí que estaban ricos…– tenían un sabor tan estimulante y cachondo, que lo repitió; cuatro, cinco o seis veces más antes de seguir masturbándose. Cerró los ojos y se masturbó sin reservas -como tanto le gustaba-, frotándose ansiosa y morbosamente el clítoris; izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo, círculos, círculos, círculos, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo, círculos, círculos, círculos.

En tal estado de excitación y sin poder reprimirse más; comenzó a convulsionar respirando entrecortadamente –empezó a gemir… Empezó a gritar– en tanto sentía; su vagina, su vientre, su culo y todo su cuerpo rendirse ante un orgasmo que avanzaba atropellando sus sentidos.

Justo antes de que explotar en una sacudida tremenda, sintió un resonar de placer tremendo dentro de su cuerpo, cuál si fuesen fuertes campanas, su cuerpo temblaba al mismo tiempo que lascivos gemidos escapaban de entre sus labios, cuando finalmente en un violento orgasmo se le engurruñaron los dedos de los pies, y se mordía el labio inferior a la vez que se le arqueaba el cuerpo, expulsando; uno, dos, tres y cuatro chorros de flujos vaginales en tanto se abofeteaba el coño con violenta rapidez una y otra vez; mojando su mano, sus muslos, la poltrona y el piso entre fuertes gemidos y gritos de placer hasta caer rendida entre los espasmos y hormigueos que recorrían todo su cuerpo.

Agotada y relajada cayó en un estupor que la dejo inmóvil por más tiempo del que hubiese pensado, pues pasarían alrededor 45 minutos antes de que despertara con el bebé también dormido en su pecho. Aun sus abuelos no regresaban y quizás faltaban todavía un par de horas para ello. Se levantó con cuidado y llevo al niño hasta su cuarto, limpio someramente la sala con un coleto húmedo y se fue a lavar y poner ropa de calle… Sergio despertaría en un rato, y sería mejor buscarle algo con que menguarle el hambre y de ser posible algo para ella también.

P.D.: Como tengo tiempo sin escribir, decidí retomar con un tema que me agrada mucho como la Autosatisfacción. Igualmente probé hacer un relato relativamente corto (si puedo decirlo en relación con mis otros relatos) y sin guion vocal del personaje (y escribirlo enteramente desde tercera persona). Lo hice con la intención de llevar la protagonista por otras sendas (categorías), pero no prometo nada en fechas breves, me ha costado mucho conseguir motivación y tiempo. Espero haya sido de su entero agrado.  =*