CECILIA dejo de ser CASTA (2)

Una madura sensual, atractiva, a la que un golpe de la vida, su moral y sus principios la llevaron a la castidad. Logrando reprimirse y controlar sus debilidades, hasta el día que bajo un poco la guardia.

Como ya conté en mi relato anterior (LA CASTA CECILIA) acepte ir a la cena el sábado por la noche, con la intención de respetar los deseos de Cecilia y al terminar la cena, saldría escopetado de la casa con cualquier disculpa. Me había visto en situaciones parecidas muchas veces, pero esta era distinta, por lo de su marido, porque en verdad la veía a ella luchando por sus principios, por su moral, que aunque no los compartiéramos me hacía que la tuviese mucho respeto. Ese fin de semana nos quedaríamos solos Santi y yo. Acorde con el que a las 11 en punto de la noche me llamaría al móvil para darme una excusa de irme de una cena de compromiso, ya que no le dije con quién estaría cenando. Él me dijo que perfecto, que así luego me iría con él y su chica a tomar algo. Después de oírle eso, más ganas tenia de acabar pronto la cena, porque me daba en la nariz, que con su pareja y el, lo pasaríamos muy bien.

El sábado por la tarde, mientras hacía tiempo estaba tirado en uno de los sillones grandes, mientras Santiago y Conchi, se hacían arrumacos, para distraerme y olvidarme de momento de la parejita que tenía a mi lado, me levante fui a por el papel que me había dado la japonesa Madoka y la añadí al Hangouts, enviándole una invitación para que me aceptase. Como no iba mi nombre sabría que lo mismo no me aceptaba, al rato me pito, mire y era ella.

  • Quién eres?

  • Al que le diste un papel con esta dirección.

  • No te creo. Después de tantos días?

  • Créetelo.

  • Seguro? Dime que paso de especial.

  • Quedan todavía marcas en ese culo tan blanco?

  • Jijiji… si eres tú. Que haces? Por qué me escribes ahora?

  • Aquí esperando salir y te he escrito ahora porque me ha apetecido. Tú que haces?

  • Aguantar a los “hombrecitos” que están viendo el futbol.

  • También tu novio? No te creo.

Me hizo una panorámica en vivo y directo de donde estaba, se veía un salón, varias mujeres de su edad y un grupo de tíos pegados a la tv, dando voces por las jugadas que se veían y entre ellos esta Willy.

  • Ya te lo crees?

  • Pues estando tu ahí, estaría haciendo contigo cualquier cosa menos ver futbol.

  • Ah sí? El qué?

  • Espera un momento que una imagen vale más que mil palabras. (Fui a la cocina cogí dos pinzas de tender la ropa y de mi habitación un cinturón los fotografié en dos veces)

  • Cuanto tardas.

  • Va la primera foto que te parece. (Foto del cinturón)

  • Wow.

  • Va la otra (Las dos pinzas de la ropa)

  • WOW!!!!

  • Lo has entendido?

  • Que si lo he entendido? Me tienes chorreando, te vale con eso? Cuando me lo enseñaras en persona.

  • Eso está más complicado, porque está tu novio y no quiero malos rollos ni provocar tensión entre vosotros.

  • Contigo solo quiero una cosa, que es evidente. Que Willy es mi dulce osito y no quiero dejarlo con él.

  • Ya hablaremos. Por qué no le has contado tus “necesidades”?

  • Porque eso una mujer no lo dice. El hombre es el que tiene que descubrirlo. Tú lo descubriste en menos de un día y el en 4 años ni se ha enterado. Y aunque se enterase no le veo capaz, se frustraría mucho, que a todo le da muchas vueltas a la cabeza.

  • Ya seguiremos hablando que ya no puedo seguir más.

Entre esta tonta conversación y el magreo subliminal que se daban Santi y Conchi, mi rabo estaba reventón. Me fui a arreglarme y me vestí de una forma totalmente informal. Antes de salir le recordé a mi compi lo de la llamada. Había comprado unos dulces para llevarlos, porque en otras circunstancias habría comprado algún vino. Abrió la puerta Cecilia y después de saludarla, solo de palabra, nada de dos besos, le di los dulces, ella me dio las gracias y una vez que cerró la puerta paso delante y observe que tal como iba vestida hoy, que iba muy bien. El culo se le notaba perfecto. Llevaba una falda y chaqueta roja, la falda con una cremallera detrás. Medias negras, tacones finos y una blusa negra, con botones delante. La mala suerte que no llevaba ningún botón de más desabrochado, ahora si se le notaban más las tetas, pero la chaqueta impedía que se notaran en su plenitud. Resumiendo, iba muy atractiva pero discreta.

Gregorio iba vestido como siempre. Nos saludamos y me guiño un ojo. Creo que era el que estaba más nerviosos, porque a Cecilia más que nerviosa la vi preocupada porque todo estuviera bien. Mis nervios eran nulos, porque ya estaba pensando en marcharme. Me ofrecieron tomar alcohol y por consideración con Gregorio dije que prefería también cerveza sin alcohol. Según trascurría la cena cada vez tenía más calor, a Cecilia le pasaba lo mismo y quiso bajar la temperatura, su marido decía que no, que estaba destemplado. Diciéndole a su mujer, “Pero Ceci quítate la chaqueta y estarás menos agobiada” algo que me pareció normal, lo que no era normal la cara de furia que le ponía Cecilia. Gregorio para justificar esa cara, me contaba que es que había insistido que se pusiera esa ropa, que fue uno de los últimos regalos que le hizo antes de pasarle y toco la silla de ruedas. Aun así seguía sin entender.

Ya estábamos en el segundo plato y Gregorio le pidió a Cecilia que le ayudase y salieron del comedor. Los oía hablar en voz baja, así que una vez mas no me quise perder nada, me levante sin hacer nada de ruido me acerque lo más posible, sin que notaran mi presencia. Gregorio le decía que se quitara la chaqueta y que se desabrochara dos botones. Ella le respondía en voz baja pero con intensidad, que era un enfermo, que como podía ser así. Incluso parecía al borde del llanto. Su marido zanjo la discusión, “mira lo que te digo, me tienes harto, que pase de tener una mujer ardiente a tener una monja de clausura, o haces lo que te he dicho o me voy a la cama sin más” me fui rápido a mi sitio y ya estaba deseando la llamada de mi amigo para poder marcharme.

Apareció Gregorio se disculpó diciéndome que había en cosas que necesitaba ayuda y yo como es lógico le dije que no pasaba nada. Cecilia trajo unos flanes como postre y eso que no habían acabado el segundo plato. Eran su especialidad, unos flanes de café y su marido me narraba como los hacia y lo bien que le salían. Me fije que traía unos botones de su blusa desabrochados, pero la verdad que no se veía nada, no sé si con algún movimiento se vería algo. Antes de sentarse se puso colorada cuando dijo que el calor la sofocaba y se quitó la chaqueta y comprendí lo de su enfado. Era una blusa con demasiadas trasparencias. Le quedaba ajustada y ahora si se le notaban a la perfección el volumen de su pecho. En ese momento a Gregorio solo le faltó relamerse. Se dirigió a mí, “¿Has visto que preciosidad de mujer tengo? Cuantas cabezas se han vuelto a mirarla, tenía que ir quitándole los moscones” estaba muy lanzado y su mujer le interrumpió con voz seria, aunque trataba de no ser muy hiriente, “vale Gregorio, tampoco te pases, que a nuestro invitado todo eso le dará igual y no es necesario” el ambiente empezaba a enrarecerse.

Acabamos de cenar y tomamos una bebida espirituosa sin alcohol. Dejaba pasar el tiempo, que pasaba muy lento y en espera de la llamada libertadora. Me sentía violento, no sabía que decir, Cecilia estaba sentada de tal forma, que solo le faltaba cruzar los brazos para que no se le viera nada. Por eso su marido le pedía cosas, para que se moviera y se viera todo más. Me fije que la falda le quedaba un poco justa y estaba claro que estaba metiendo tripa, todo muy incómodo para ella. Que no es que tuviese mucha tripa, pero me hacía gracia. “Os quiero pedir un favor a los dos, (ella y yo nos quedamos mirando con temor a su marido) que bailéis, que me deis ese gusto. Que nosotros éramos muy bailarines y ella desde el accidente dichoso no volvió a bailar, venga hacerlo por mí”, me quede callado, porque sabía que lo que dijera sentaría mal a alguno de los dos. Fue ella la que contesto, “¿Qué dices? Ya ni me acuerdo de bailar, además en casa no es lo mismo, no hay espacio” y raudo y veloz le replico su marido, “Si en esta casa no hay sitio, ya me contaras” y era verdad, porque con eso de su movilidad, había en ese salón unos espacios bien amplios.

Me hizo un rápido test de lo que bailaba. Se lo dije desde el principio que bailaba pero que no era ninguna genialidad y el después de decirme que eso daba igual, me aconsejo que me apuntara a algún sitio para bailar y le dije que sí, porque me gustaría, pero aun hoy en día es una asignatura pendiente. Pero a lo que íbamos, el tío lo tenía todo preparado y calculado, dejo el salón en penumbra, solo con la luz de unas velas colocadas estratégicamente y si yo miraba alucinado, su mujer más. Se fue para el equipo de música, por cierto un equipo con bastantes años. Nos colocamos los dos en el sitio más amplio y desde donde Gregorio no se perdería nada del baile. Nos dijo que para empezar que mejor que un poco de salsa. Empezó a sonar la música y nos costó casi toda la primera canción en entrar en onda. Se notaba que ella bailaba de vicio, se movía con una soltura increíble y eso que decía que se le había olvidado. Bailamos tres canciones y en la última hubo demasiados roces, algo que me “perjudicaba” mucho. Luego vino bachata, que el contacto fue más intenso y lo siguiente fue reggaetón, donde mi rabo se volvió loco, loco.

Me quería apartar ya, irme a sentar y tranquilizarme, Gregorio que era muy zorro se debió de dar cuenta, porque cambio rápido de música poniendo baladas. Dudamos los dos, pero ante el ánimo de él, nos pusimos a bailar. Me agarre a su cintura y ella en vez de pasar sus manos por mi cuelo, las colocó de tal manera, que le muy borde me clavaba los codos. Era la primera vez que una mujer bailaba así conmigo. Estaba claro que está en plan autodefensa. De juntarnos y rozarnos imposible. Tampoco intente nada, estaba dispuesto a cumplir con lo dicho, pero reconozco que ese ambiente, su olor, su respiración, me tenían salido. En la semi oscuridad y estando embebidos con la música, Gregorio corto ese momento dulce diciendo, “Jaja, así me hacía a mi cuando nos conocimos, codos, codos y más codos. De verdad Cecilia eso a los 16 años de antes podía estar bien pero hoy… menuda ridiculez, baila tranquila, relájate, con lo que te gusta bailar” y ella se dejó llevar, paso sus brazos por detrás de mi cuello, quedamos más pegados por la parte de arriba, porque me hizo gracia como echaba el culo para atrás para que no hubiera contacto.

Hasta que nos fuimos relajando con esa música tan suave y no sé cómo al final, nuestros cuerpos están pegados. Y paso lo inevitable, el rabo se puso en marcha y ella lo tenía que notar perfectamente. Estaba muy atento a su respiración, a si había algún cambio, pero o se controlaba muy bien o es que no le afectaba la situación como a mí. Hasta que moví un poco mis caderas, un movimiento apenas imperceptible para que lo viera Gregorio, pero si para que ella lo notara. De tal manera que como quien no quiere la cosa, mi rabo se rozase más en ella. Note una leve alteración en ella. Que poco a poco se fue haciendo más patente, porque notaba la tensión de sus manos en mi cuello. A mí se me estaba escapando la situación de las manos. Lentamente mis manos fueron bajando más, pasando su cintura para acariciar suavemente su culo. Gregorio que demostraba ser muy listo, dijo que se iba al aseo. Al quedarnos solos, mis movimientos fueron más provocativos y descarados, ella no me rechazaba y cuando más descaraos eran mi tocamientos, ella con voz suave y débil me dijo al oído, “por favor hazlo por mí, VETE, que todo esto es una locura además de inmoral y antinatural, por favor”

Sabía que su “suplica” era verdadera pero también sabía que su fortaleza cada vez estaba más a mínimos. Por lo que le dije, “está bien si de verdad quiere que esto no vaya a más y que se acabe, suéltame y me marcho” ella no quitaba sus brazos del cuello y trataba de convencerme para convencerse ella misma diciéndome, “es que es lo mejor, todo lo demás es un grandísimo disparate del que luego nos arrepentiremos todos, seamos sensatos”, en el punto que estábamos me dije que se acabaron las tonterías. Mi respuesta a ella fue, “mira lo que te digo, si quieres me cortas y si no, que sepas que te voy a bajar la cremallera de tu falda” no respondió y el que calla otorga.

No quise hacerlo en plan rudo, fui bajando la cremallera que no era muy grande. La falda quedo suelta, me despegue de ella, para dejar que la gravedad hiciera lo siguiente. La falda cayó al suelo. No lo vi, pero mis manos lo palparon, llevaba medias y liguero, me eche para atrás y la mire, que morbazo de mujer, todo el conjunto era negro. Le pregunte, “¿También te lo ha hecho poner tu marido?” ella movió la cabeza afirmando, no le salían las palabras. Le dije que tenía buen gusto y entonces apoyo su cabeza en mi hombro. No oímos a su marido y cuando ella se dio cuenta de su presencia, se echó a llorar y salió corriendo. Me quede cortado y ya no iba a esperar la llamada, me marcharía sin perder tiempo, pero Gregorio me dijo que esperase un momento y salió a buscar a su mujer.

Él se encontró con el problema de la puerta, esa habitación que luego supe que era la de matrimonio, no tenía preparada la entrada para poder pasar con una silla de ruedas. Ya que a él le habían habilitado una a la que se le podía añadir un baño. Por eso podía oírle a él lo que le decía a su mujer, el alma se me caía a los pies, se me corto el calentón.

  • Venga Cecilia no te pongas así, sabes que cuando te veo llorar me hundo. Ven sal y hablemos. (Oí como se levantaba pero no salía, solo se le veía a él)

  • Esto no es normal. Somos unos enfermos.

  • Te lo he dicho durante muchos años, no sería normal si yo no te lo permitiera, solo quiero que tengas lo que necesitas, seguro que si fuera al contrario tu harías lo mismo.

  • Es que es una infidelidad.

  • No es eso, porque yo lo consiento, es un acuerdo entre tú y yo. Se que si yo no estuviera, si estuvierais solos hubieras sucumbido. Ven acércate más por favor.

  • ¿PERO QUE HACES GREGORIO?

  • Ves estas totalmente mojada, ¿Hace cuando no estabas así? No seas tonta. Espabila, se va a ir y perderás o perderemos esta oportunidad.

Sonó mi móvil e hice todo el paripé para que me oyeran, que entendieran que me tenía que ir a causa de esa llamada. Vino Gregorio y me pregunto si es que me marchaba, le conté una milonga y su cara se entristeció. Para que no se sintiera tan mal, le dije que otra vez saldría mejor. Me volvió a decir que me esperara y salió a la entrada y en voz alta le dijo a su mujer que me tenía que marchar, para que saliera a despedirse y yo le dije que no hacía falta que lo entendía. Como no venía Gregorio me dijo, “Con esto no te pido nada, solo que te acerques a despedirte de ella, sin ningún compromiso para que no se sienta tan mal” acepte y me acerque a la habitación de la que salía luz. Justo cuando llegaba apareció ella en la misma puerta de la habitación, llevaba los tacones y por lo que vi las medias también, pero se había puesto una bata corta. Pero nada de escandalosa. Se veía que había llorado, sus ojos estaban enrojecidos y quise calmarla.

  • Venga mujer que ya no vas a pasar ningún mal rato, que me han llamado y me tengo que ir. Una sonrisita para mí. (Acaricie su cara mientras se lo decía y puso una sonrisa de compromiso)

  • Perdóname si te he hecho creer algo que no debía, perdóname. (Compungida y arrepentida)

  • Nada que perdonar no seas tonta. Ya paso. Ahora hablarlo con tranquilidad, sin sobresaltos y no seas muy dura con él y sobre todo, no le digas que es un enfermo, que de verdad esto ocurre más de lo que puedas pensar. Y ale ya me marcho, que me han llamado y me tengo que ir.

  • O es una excusa o que te está esperando una chaval más joven y espectacular, ¿Qué será? Pero nada aprovecha la noche y disfruta.

  • Me voy pero te resolveré las dudas, ha sido un amigo quien me ha llamado porque se lo pedí yo, no sé si la noche se me dará bien, pero no te cambiaba a ti por ninguna chaval aunque fuera más joven. (Ahora me sonrió de manera orgullosa)

Le dije adiós y me acerque a darle dos besos de despedida, el primero fue normal en una mejilla y en el segundo, no sé qué nos pasó, pero nos veamos directamente en los labios y luego paso de ser un beso a un auténtico morreo. Nos metimos hacia dentro de la habitación y ella con el pie le dio a la puerta que se cerró. Parecía que estábamos peleándonos y no simplemente nos desnudábamos el uno al otro con ansiedad, aunque ella poco tenía que quitar. Cuando desabroche su sujetador francamente quede muy sorprendido al ver esas dos tetas. Tenía unas aureolas marrón claro, pero grandísimas y las tetas aunque caídas, algo normal por su volumen, eran un apetitoso manjar. El coño estaba lleno de vello, recortado pero intenso. Mientras ella desabrochaba mi cinturón, que le costó y mientras me decía, “Perdón es falta de practica” yo le tocaba el clítoris, que estaba duro y se notaba perfectamente, no me fue nada difícil encontrarlo, por lo que mis dedos le daban el placer que ansiaba. Tenía razón su marido, empezó como con suspiros fuertes, cortos, profundos y sonoros. Lo único que salía de su boca y cada vez con el tono más alto era, “madre mía, madre mía, buffff, que ganas, no te pares, sigue, sigue, despacito, rápido, para, más despacito” estaba en bucle.

Ya desnudos los dos, fuimos para la cama, quise comerle el coño y me dijo que no, que primero se la metiera, que eso ya se lo hacía de vez en cuando su marido, que necesitaba que se la metiera. No iba a ser tan sencillo ni tan rápido, estaba tumbada boca arriba, de lado en la cama, levante sus piernas y las puse sobre mis hombros, agarre mi rabo y le hice el pincel, se lo pasaba desde abajo hasta el clítoris, cuando llegaba a este, lo apretaba durante unos segundos sobre su clítoris y se trasformo, su marido se había quedado corto. Me miro y con furia me dijo, “¿Qué pasa no sabes usar eso que tienes en la mano? JODER MÉTELA ¡¡YA!!” me gustaba más esta Cecilia que la modosita. Ahora le metía unos milímetros el capullo y se enervaba, que cara más bonita que ponía, se mordía los labios y me insultaba, pero nada de un insulto suave no, desde cabrón, hijo de puta, que si mucha polla pero un maricón, todo lo que le salía por su boca.

Me acerque a besarla y me mordió salvajemente el labio, tirando de él, que puta que era. Cuando me soltó le pregunte, “¿Por qué no abrimos la puerta y dejamos que nos escuche o que nos vea?” fue como echarle un jarro de agua fría. Ella me miro y me dijo, “Además de que me daría mucha vergüenza, es que no puede entrar y si dejamos la puerta abierta me oirá todo el vecindario y no veas todo lo que se puede comentar o no has visto la puerta” me fije más y estaba como acolchada. Le dije que me dejara a mí y fui a abrir la puerta, Gregorio estaba en el pasillo, me miraba como un niño pequeño. Pasé de largo y me fui a la entrada donde había visto una butaca pequeña, color mostaza. La cogí y la metí en la habitación, la coloqué en un ángulo de la cama, para que tuviera buena visión. Él no sabía para que lo hacía.

Me acerque a él y le dije que se agarrara a mi cuelo, una vez que lo hizo le garre en brazos, lo metí en la habitación lo senté en esa butaca. Cerré la puerta y entonces me di cuenta de que Cecilia se había acostado bien en la cama y que se había tapado con la sábana, su cara era de vergüenza total. Gregorio dijo, “Ahora que no te den las vergüenzas, con lo puta que has sido siempre en la cama y fíjate además la suerte que has tenido, menudo cuerpo que tiene y ya no digo nada de la polla, que es más que una polla, vamos puta diviértete y diviértenos” Cecilia me revuelta le dijo, “Gregorio no seas vulgar, no me digas esas cosas” y él le respondió, “Te diré lo que quiera porque es la verdad y no me digas vulgar, que tú tienes una lengua muy sucia cuando te pones cachonda, ya verás cómo se ponen y todo lo que dice” no quise decirle que ya había visto y oído algo.

Todo había cambiado, mi compromiso con ella de portarme bien había finiquitado, agarre la sabana y tire con fuerza. Se quedo desnuda y no sabía qué hacer. Estaba como una niña a la que han pillado en un renuncio. Apretaba sus labios, la presencia de su marido la turbaba. Esta vez cuando me metí entre sus piernas para comerle el coño, no me dijo nada, se dejó, la note tensa, la miraba y seguía igual, hasta que note como todo su cuerpo se relajaba, giro la cabeza para el lado contrario de donde estaba su marido y sus caderas empezaron a tener vida, un movimiento tranquilo. Sin mover su cabeza y al aumentar sus movimientos y su respiración, aunque esta ultima la contenía, estiro un brazo poniendo la mano sobre mi cabeza y me apretaba contra ella. Quería que se pusiera igual de cachonda que antes, cuando “perdió” los papeles y se soltó del todo. Me estaba costando más, metía mis dedos a la misma vez que mi lengua martilleaba su clítoris y aproveche para acariciar la entrada de su culo, no protestaba y se dejaba hacer. No como otras que ponían todos los impedimentos del mundo cuando tocabas su ano.

Ahora levantaba más las caderas, lo hacía de forma ostensible, como también puso la otra mano sobre mi cabeza y me la apretaba con las dos manos, dejo de tener la cabeza girada, ahora me miraba con deseo, empezó a gemir más fuerte. Me pare de golpe y ella me miro con una rabia inusitada, diciendo, “No, no, no, NOOOO” así me gustaba más, verla así de rabiosa. Ahora acerque mi boca y sacaba mi lengua y le daba con la punta en el clítoris, haciéndola “rabiar” más y de pronto pegue bien mi boca, atrapando su clítoris con mis labios, lo absorbí un poco y con la punta de mi lengua, lamí todo su capucho, hasta que me llene de su corrida, una corrida desaforada, con gritos suaves y se notaba que bastante contenidos, porque eran como bocanadas.

Antes de que se pudiera recuperar de semejante corrida, me puse un condón, me tumbe boca arriba, pero a lo ancho de la cama y le dije que me follara, le cortaba porque sabía que su marido la vería desde atrás perfectamente y le tuve que decir “¡VAMOS!” y se desbloqueó, abrió sus piernas y se colocó encima de mí, agarro mi rabo, lo coloco en la entrada de su coño y se fue sentando sobre el muy despacio y decía, “Si que es grande, como la noto, como me llena, madre mía” estaba tan mojada que se lo podía haber metido de una vez, pero no, bajaba se lo metía un poco, se echaba hacia delante y se lo sacaba, la muy zorra le estaba dando una exhibición a su marido, no me cabía duda, hasta que por fin se quedó sentada sobre mi sin moverse. Apoyo sus manos sobre mi pecho y abrió los ojos que había tenido cerrados todo el tiempo. Me miro intensamente e inicio un movimiento prácticamente solo de su pelvis y notaba como su coño me atrapaba, sentía lago raro pero delicioso. Su cara dejaba ver algo que parecía una sonrisa pero no lo era, se la veía preciosa, nada de esa cara de tristeza que era habitual en ella.

Se desconcertó cuando empecé a dar una vuelta a nuestros cuerpos de 180º donde ella no quería y si mostraba resistencia, quería que ahora estuviera de cara a su marido, que se miraran los dos. Poco a poco se dejó llevar y quedamos como yo quería, lo único que ella ahora tenía más agachada la cabeza y solo me miraba a mí. Atrape con mi boca uno de sus pezones y me encantaba como se endurecía aún más en mi boca y provocaba que ella se moviera iniciando una cabalgada suave. Pero no lograba sacarla de si, como antes. Le di un pequeño azote para decirle, “Venga demuéstrale a tu marido que no se te ha olvidado, que sigues siendo una cachonda y dale las gracias por ser tan generoso” ella me oía y aumentaba su cabalgada, era cada vez más bonito ver sus tetas con su balanceo, deje de comérselas, para que Gregorio tuviera una visión mucho mejor. Ella ahora si le miraba, es mas no le quitaba la mirada. Pero seguía demasiado tranquila para lo visto al principio.

El cambio se produjo cuando Gregorio le hablo, “venga Cecilia demuéstrale lo puta que es una madurita como tú, demuéstrale que tu si sabes follar y no esas jovencitas que hay por ahí, vamos olvídate si quieres de que estoy aquí, olvídate y goza todo lo que puedas que te lo mereces” me follaba con violencia, con ansia, era cachondísima. Ahora si estaba “rabiosa” y empezaba a gemir fuerte y sin contenerse, “Cómeme las tetas, destrózamelas. ¿Te gusta verme así? No quería serte infiel no quería hacerte un cornudo ¿Lo sabes, verdad? ¿Te gusta cómo me folla este cabrón, te gusta cómo te hace cornudo?” todo lo decía a voces deprisa y sin esperar contestación, su marido al que yo no veía le contestaba, “Me encanta verte así, no me importa ser tu cornudo, te quiero, no pares, vacíate con el placer que tú sabes” y ella le decía que no dejara de mirarla a los ojos, “Perdón Gregorio, este cabronazo me hizo hacerle una paja, es un grandísimo cabronazo” su marido le decía que se olvidase que disfrutase y ella le pregunto, “¿Amor quieres un beso blanco como los de antes?” y él dijo “¡SI! No lo dudes, sabes lo que me gustan” para mi hablaban en clave, pero me daba igual, seguía follándola con ganas.

Ahora la que se paró en seco fue ella, se quitó puso a cuatro patas y no me hizo falta saber más. La folle en esa posición y aproveche para tocar su culo, metí un par de dedos y ella dijo, “Si ya te lo digo, menudo cabrón que es, si quiere follarme también el culo, que peligro que tiene” y su marido le dijo, “¿Y te extraña? Con ese culazo que tienes?” estaba claro que no sería yo el primero. Ella me dijo que no me corriese que esperase a que ella me dijese y empezó a chillar a su marido, “Mírame, mírame, miiiiirame, ME COOOOORRO, TE QUIERO MI AMOR, AAAHHHHHHH” fue algo exagerado, inaudito y como cimbreaba su culo de una lado para otro, algo increíble. Se quito, me quito el condón y se puso a hacerme una mamada exagerada, al poco la avise de que en cualquier momento me correría, por si quería quitarse y fue Gregorio el que hablo, “No te preocupes por eso, que a mi puta le gusta ordeñara con la boca y te va a dejar sequito” su boca era como una ventosa, me saco hasta la última gota de corrida.

Se levanto, se fue para su marido y se fundieron en un impresionante y larguísimo beso. Cuando acabaron de besarse, él dijo, “cuanto lo echaba de menos” ese comentario hacia su mujer me hizo pensar que no era la primera vez o que antes de su accidente habían tenido una relación más abierta. Gregorio se dio cuenta de mi cara y me dijo, “No te sorprendas, los besos blancos nos gustaban mucho, cuando yo me corría en su boca, nos lo dábamos, la única diferencia que esta vez lo blanco era de otro, pero esos besos son únicos” ahí fue cuando me entere de lo que era un beso blanco, no de la primera vez que veía algo así. Porque no sabía que alguien los denominara con ese nombre. Era curioso una vez que terminamos y se enfrió un poco el momento, Cecilia recuperaba su situación de esposa, madre, mujer formal, como esa habitación no estaba provista de baño tuve que salir de la habitación.

Los oí hablar y esta vez no quise saber de qué, porque imaginaba que sería por lo pasado y no eran las mismas circunstancias que otras veces. Al volver a la habitación, no sabía si seguiríamos si no seguiríamos o que pasaría. Al entrar ella estaba con la bata puesta, tapando su desnudez aunque al ser corta, se veían bastante bien sus muslos enfundados todavía en sus medias. Yo estaba enfundado en una toalla, atada a mi cintura. Cecilia me dijo que le acompañara que me daría otra toalla más grande que esa era muy pequeña y era verdad. Cuando estábamos en el baño y en voz baja me dijo, “A Gregorio le hubiera gustado estar en la cama, para tocarnos besarnos, ha sido una pena no haberlo adivinado” sonreí y le replique, “Que zorra que eres, no me digas que no, sé que me estas pidiendo que sigamos y que sea de esa manera, ¿A que sí?” Ella me devolvió la sonrisa acompañada de un beso con lengua. Y mientras íbamos para la habitación, le dije al oído que esta vez seria su preciado culo, giro su cabeza y me dijo, “Lo sabía” le di un azote que sonó.

Ahora quedamos Gregorio sentado en el butacón, Cecilia sentada en el borde de la cama mirando a su marido y yo recostado sobre el cabecero de la cama y próximo a Cecilia. Mientras teníamos una conversación intrascendental los tres, más el marido y yo, acariciaba el brazo de su mujer por encima de la bata de seda o raso, no sabría decir. Seguí así un rato hasta que con un dedo tocaba uno de sus pechos y llegaba al pezón, que se lo acariciaba tranquilamente. Esta vez ella no decía nada, simplemente se dejaba hacer. Hasta que fui bajando la bata por ese lado quedando al aire todo el hombro y prácticamente el pecho de ese lado. La reacción de ella, fue dejarse caer sobre mi torso. Ahora mis dedos tocaban con total libertad ese pezón, sin nada que se interpusiera. Cecilia era distinta a otras mujeres, no ronroneaba para nada, directamente su respiración se aceleraba de forma espectacular.

Poco a poco ante la atenta mirada de su marido, fui quitándole la bata y en ese momento era como si le estuviera dedicando a su marido lo que ocurría, le miraba obscenamente. Empecé a tocarle todo el cuerpo a acariciárselo y cuando llegué a su coño, se colocó de tal manera que su marido la podía ver prácticamente despatarrada. Mis dedos cada vez estaban más mojadas y ella le decía a su marido, “JODER, es como si me conociera de toda la vida, como si conociera mi cuerpo al detalle, que tío más bárbaro” se giró de golpe y me comió la boca desenfrenadamente, era una autentica loba y había colocado su coño sobre una de mis piernas, moviéndose de arriba abajo, apretando y empapándome el muslo. Me gustan las mujeres en plan salvaje, pero porque sale de su cuerpo, nada fingido. Miro a su marido, me agarro el rabo y le dijo, “ves que prodigio, como esta de duro otra vez y ¿Sabes que quiere desflorar mi culito?”

Gregorio con risa excitada dijo, “Venga Cecilia que ya los tienes bien desflorado que no había día que te lo desflorara?” Y ella muy cachonda, apretando demasiado mi rabo le decía a su marido, “Entre lo que lleva sin usar y con esto que tengo en la mano, será como la primera vez, que tú no la tenías así, perdona que te diga” y ya quise pasar a la jodienda que se dice. Le pregunte como si se me acabara de ocurrir a Gregorio, “¿No te apetecería más estar aquí en la cama con nosotros?” y con voz más cachonda dijo, “Coño eso no se pregunta, pues claro” me levante y fui por él, haciéndome una broma al verme todo empalmado, “Eh pero cuidado que a mí no me va ese palo, jaja” nos reímos y lo deje en donde había estado yo sentado. Quise que Cecilia se colocara de espaldas y follarme su culo ya, pero me dijo que así no, que me sentara de cara a su marido y que la dejara a ella. También le dije si no era mejor ponerse algún lubricante o alguna crema, me miro con mucho vicio diciéndome, “Vamos a intentarlo sin nada, que me gusta notarlo” y su marido añadió, “Que es muy puta, que le gusta que le caigan las lágrimas y con eso que tienes entre las piernas, como lo va a disfrutar, ¿Verdad que si puta?” ella solo le respondió, “Eres un bocazas so cornudo” como disfrutaban os dos diciéndose de todo, supongo que antes en su intimidad seria así, para ellos lo más normal.

Cecilia se colocó de rodillas, agarro el rabo se echó un poco para adelante y coloco el rabo en la entrada de su culo. Note la primera presión y un ligero uf de ella. Movía muy suavemente su culo, hasta que note que el capullo se encajó y esta vez el UF fue por parte de los dos, porque a mí me dolió también. Pero a ella parecía que eso no la iba a frenar. Se lo fue metiendo y ya había menos uf y más aaahhh, menuda zorra, sabía bien lo que se hacía, le iba diciendo a su marido, “Gregorio es indescriptible, como se siente esto dentro, que buenos recuerdos cari, me la va a sacar por la boca” y su marido mirando con los ojos desorbitados a su mujer, le decía, “En la vida hubieras pensado tener algo semejante, pero bien que te adaptas puta y eso que decías que no querías, pero no veo nada” y ella le pedía tranquilidad que ahora lo vería.

Una vez que se lo había clavado todo, se dejó medio caer hacia delante y suspiro profundamente, nos pedía un respiro. Aunque no estaba dispuesto a darle ningún respiro, por mi posición tenía mis manos apoyadas hacia atrás para aguantar mi cuerpo incorporado. Lo que no evitaba que moviera mi cintura empujando hacia arriba, ella solo decía “Serás cabrón, al final me la sacaras por la boca, que bruto que eres, pero no pares” y seguí dándola bien dado hasta que ella empezó a gemir a pleno pulmón y se incorporó para dejarse caer sobre mí, así ahora su marido tendría una visión perfecta de cómo me follaba su culo y de cómo chorreaba su coño. Ella ahora apoyaba sus brazos y se impulsaba también, dándome ella las embestidas a mí, era una empotradora total. A su marido no lo podía ver, porque el cuerpo de ella me lo impedía. Cecilia le pregunto, “¿Amor así me querías ver, te gusta?” y el no contesto y ella dijo que se alegraba, por lo que deduje que algo había señalado el para que ella dijese eso.

A continuación ella volvió a hablar para decirle, “No te lo pienses, decídete” sentí como se movía la cama y al rato comprendí todo, Gregorio estaba comiéndole el coño a su mujer y está ya ni gemía, ni nada, BERREABA, AULLABA y estiro una mano que notaba como la movía, imagino que acariciando su cabeza o apretándola contra ella. En algún momento note algún lengüetazo que claramente se veía que era involuntario, pero tan mojada estaba que me tenía empapado todo mis huevos. Hubo un silencio contenido por parte de ella hasta que exploto en un grandísimo orgasmo que fue acompañado de otros, que barbaridad de mujer y que bien debía usar la lengua su marido. Hasta que ya no me pude aguantar más y aunque me había corrido ya una vez en la noche, volví a correrme como si llevara un año sin hacerlo, porque notaba como salían varios chorretones que llenaban su culo.

Al terminar fui otra vez al baño y Gregorio le dijo a su mujer que me acompañara, ella muy servicial se vino y quiso asearme, le dije que no hacía falta y me confeso, “¿Por qué crees que mi marido ha dicho que te acompañe? Para nosotros era como un rito, después de hacerlo por detrás, le acompañaba al baño, le lavaba y le hacia una mamada, así que supongo que quiere que siga con el ritual” y al acabar de decirme eso, empezó a hacerme una mamada inconcebible y se metía el rabo en la boca hasta que consiguió ponerlo bien duro otra vez, lo lamia por fuera, se comía mis huevos, hasta que después de ver como se me salían los ojos por el placer que me daba, se metió el rabo hasta la garganta y ni una arcada. Era toda una fiera. De pronto y sin esperármelo, empezó a acariciar mi culo con un dedo y paro de mamarme el rabo, para ponerse gel en una mano, volvió a mamármela y siguio con las caricias haciendo círculos en la entrada de mi ano.

Cuando quise darme cuenta empezó la mamada en plan bestial, dando un placer exagerado y metió el dedo un poco en mi culo, me tenía tan caliente tan apunto que no fui capaz de decir nada de nada, solo pude apretar su cabeza contra mí y llenarle la boca con mi corrida. Se lo trago todo y me dijo, “¿Sorprendido? Jeje, aunque eres un buen amante, muy buen amante, todavía una madura como yo te puede dar alguna sorpresa y enseñarte algo más” no me cabía duda de ello y nos fuimos a donde su marido. Esta vez el beso que se dieron fue más suave. Creo que para que sintiera que lo había hecho sin necesidad de explicitarlo.

Gregorio me pidió que lo pusiera en su silla, que estaba cansado y quería irse a la cama, me termine de vestir e hice lo que me pidió, lo acompañamos a su habitación, me despedí de él y me dijo que me esperase, que ahora me acompañaba Cecilia. Me salí de la habitación y como a los 15 minutos salió ella. En la misma puerta y antes de abrirla no quiso que la besara y me dijo algo preocupada, “Bueno ahora veremos la resaca de todo esto, que toca bajar a la tierra y poner los pies en el suelo” me fui con un sabor agridulce por esa despedida, pero podía comprenderla.