Cazador Cazado

No sé si os hará reir mucho, porque nunca he sido buena contando chistes, pero si os arranco, aunque sea una sonrisa, estaré contenta, por lo menos sexo no le falta.

CAZADOR CAZADO.

Sé que esta historia os parecerá extraña, pero es real como la vida misma. Me sucedió no hace mucho y se puede decir que me convertí en un cazador cazado, sólo por mi avaricia y porque como dicen por ahí: "Tiran más dos tetas que dos carretas", y ahora me encuentro en esta cárcel contandoos mi historia.

Yo era un simple ladrón. Entraba en las casas cuando la gente dormía para robarles el televisor, la cadena de música; en fin, lo que encontraba, para vender y poder sobrevivir. Sí, es verdad lo que estás pensando, yo mismo me lo he buscado, pero no voy a lamentarme por eso, cuando me metí en esto ya sabía a lo que me exponía, sólo quiero contar la graciosa forma en que ha sucedido, que es lo especial de este caso y lo que quiero contar.

Aquel parecía un día como cualquier otro, bueno, una noche como cualquier otra. Llevaba varios días observando aquel barrio residencial de pequeñas casitas de una o dos plantas. Conocía a la perfección a todos los vecinos de aquella manzana. Por ejemplo, en el número 2 vivía un matrimonio mayor, en el cuatro un matrimonio joven con dos hijos de unos 6 y 4 años, y en el cinco una guapa mujer, de unos 30 años, ella sola. La perdición de cualquier hombre y también la mía. Cuando di una vuelta por esa calle aquella noche, ví que una de las ventanas que daban al patio trasero de la casa de la joven mujer, estaba abierto, así que pensé que aquella era mi ocasión.

Esperé a que apagara las luces y transcurridas un par de horas decidí que era el momento. Llevaba conmigo una gran linterna que me serviría para alumbrarme, y para atizarle un buen golpe a la inquilina si se despertaba. Me acerqué a la ventana abierta y muy sigilosamente entré en la casa. La ventana daba a un pequeño pasillo, y una vez dentro me dirigí al comedor. Enfoqué con la linterna el comedor y observé lo que había. De repente oí un ruido. El pomo de una de las puertas que daba al comedor se movió y me escondí tras la puerta, estaba dispuesto a darle un buen manporrazo a la chica, por lo que alcé mi brazo asiendo fuertemente la linterna, pero al ver aquella hermosa criatura, no pude. Me quedé anonadado. La guapa joven iba casi desnuda, con un camisón semi-transparente bajo el que se adivinaban unos preciosos pechos redondos, pequeños y erectos y un sexo lampiño. La chica parecía ir como hipnotizada. Se giró hacía mí y me asusté, pero enseguida me di cuenta que tenía los ojos cerrados, era sonámbula.

Pero lo sorprendente no terminó ahí. La guapa chica se acercó a mí y se me echó encima buscando mis labios. Ante una ocasión como aquella no quise resistirme y correspondí el beso. La chica se pegó a mí, restregando su cuerpo contra el mío, parecía muy excitada; y como había oído decir que a un sonámbulo hay que seguirle la corriente, lo hice. A fin de cuentas, ¿qué podía perder? Más bien poco, pensé; en cambio, podía ganar un buen polvo. ¡Qué equivocado que estaba!.

Dejé que me desnudara, a la vez que yo le quitaba a ella el escueto camisón que llevaba. Su cuerpo se me mostró perfecto, excitado y caliente. Así que empecé a acariciarla. La tumbé sobre la mullida alfombra del comedor y acaricié toda su piel. Su sexo húmedo, entre sus piernas, parecía llamarme a gritos, por lo que no pude resistirme. Acerqué mi boca a él y empecé a lamerlo. La muchacha empezó a gemir enseguida. Era evidente que se estaba excitando y que deseaba más. Mi boca saboreaba aquel manjar, introducía mi lengua en la dulce vagina, lamía el erecto clítoris; y la chica gemía y gemía sin parar mientras permanecía con los ojos cerrados, como ida o en su propio mundo. Cuando estuvo totalmente excitada me levanté, la observé allí desnuda, sobre la alfombra, tan hermosa y diciendo:

Más, más, más.

Así que no me lo pensé dos veces. Si quería más, iba a darle más. Me quité los pantalones, dejando libre mi erecta verga, hice que la muchacha acercara su boca a mi sexo, y empezó a lamerlo y chuparlo con verdadera devoción.

Aquello era un sueño hecho realidad; iba a robar a una casa y terminaba beneficiándome a la dueña, sin tener que forzarla a nada.

Me sentía en la gloria, sintiendo aquella boca caliente y húmeda alrededor de mi polla, sintiendo como la lengua descendía y ascendía por el tronco, y la femenina boca succionaba mi glande. Apunto de correrme, hice que la muchacha sacará su boca de mi pene. Me senté de nuevo en la alfombra, la puse sobre mí, y sentí el roce su sexo contra el mío, lo que me hizo estremecer. Estaba caliente como una tea aquella belleza, y yo más lanzado que una moto. Guié mi erecto mástil hacía su húmeda vagina y muy despacio la hice descender sobre él. Sentir aquel sexo caliente me llevó hasta el séptimo cielo. La muchacha me rodeó el cuello con sus brazos (para estar sonámbula, se desenvolvía con mucha soltura), y empezó a cabalgarme como una experta amazona. Era una delicia sentir aquellos pechos femeninos rozando mi torso. Llevé mis manos hasta sus nalgas y se las acaricié. Tenía un culito perfecto, ni grande ni pequeño, redondito y suave. Aventuré a meterle un dedo en el estrecho agujerito trasero, y la muchacha suspiró y empezó a cabalgarme más rápidamente al sentirlo, mientras gritaba:

-¡Ah, síiii, mi amor, dame así!

En pocos segundos noté como sus músculos vaginales se contraían alrededor de mi verga corriéndose entre gritos y gemidos de placer.

No podía creérmelo, me estaba follando a una sonámbula que encima estaba disfrutando de aquel polvo. Era el sueño de cualquier hombre.

Cuando terminó de convulsionarse, decidí que era el momento de dar un paso más. La hice poner de rodillas, mostrándome su lindo culito, con la cabeza apoyada en el sofá. Una vez en esa posición, empecé a acariciarle el sexo con mucha suavidad, introduje un par de dedos y los mojé con sus jugos, mientras con mi lengua lamía su agujerito trasero y trataba de abrírselo, aunque enseguida me di cuenta que no iba a ser aquella la primera vez que alguien la enculara. Una vez tuvo el ano mojadito de mi saliva, acerqué los dedos húmedos de sus jugos y empecé a introducírselos muy despacio. La muchacha musitó en señal de aprobación lo que me animó a seguir. Acerqué mi erecta verga a aquel agujerito y muy lentamente comencé a penetrarla. La chica sólo emitía grititos de aprobación, mientras yo sentía como aquel estrecho agujero me recibía sin apenas esfuerzo. Cuando la tuve totalmente dentro empecé un lento movimiento de vaivén, mientras mi inesperada amante empujaba hacía a mí, lo que hizo que la tomara por las caderas y acelerara mis movimientos. Aquello fue el novamás, la muchacha empujaba hacía mí, yo hacía ella y el placer empezaba a concentrarse en mi sexo y extenderse por mi cuerpo, y cuando la chica empezó a gritar de placer, convulsionándose y empujando aún con más fuerza hacía mí, ya no pude resistir más y mi sexo explotó en una catarata de semen que llenó aquel preciosos culito.

Tras eso, dejé a la chica acostada sobre la alfombra, mientras yo, sentado de espalda a ella, descansaba y me fumaba un cigarrillo.

Al rato me levanté, me vestí y empecé a buscar la linterna. La busqué por todas partes, sobre la mesa, sobre el sofá, y estaba mirando debajo del sofá cuando sentí un fuerte golpe sobre mi cabeza y una voz femenina que decía:

¿Buscas esto?.

Caí al suelo medio aturdido y con la vista nublada, pero pude ver a la muchacha, que parecía estar bien despierta, cogiendo el teléfono. Marcó un número, mientras decía:

Hay que ver las cosas que tiene que hacer una mujer para que no la roben.

Me quedé tan sorprendido ante aquella confesión, la muy puta, había estado fingiendo sólo para lograr que no la robara.

¡Policía! – oí que decía - ¡Quisiera denunciar un intento de robo!

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR, y autora TR de TR)

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