Cavé un pozo y...¡NUEVO PERFIL! Continuación.

"-Quiero que me hagas el amor. Esta noche quiero, desesperadamente, ser tu mujer. No me importa nada más que estar con vos. –Me besaba y mordía fuertemente mientras decía eso, pero lo cierto es que nunca debió haberlo dicho."...Con un poco de demora y en perfil nuevo... acá esta la parte 11!

Fue un gran alivio que Cristina nos dijera a penas llegamos al hospital que en el medio de toda la desesperación por el mensaje que recibió y aparte porque ya estaba durmiendo por lo que su cerebro no funcionaba como debía, había leído mal. El fallecido no era Esteban, sino Matías, un tercero que venía conduciendo la moto del hermano de Ceci. No dejaba de ser una tragedia, pero por lo menos no nos tocaba tan de cerca.

Contrariamente a la confusión de Cris, Esteban fue el que la sacó más barata, estaba solo con una quebradura en su brazo derecho y fue el que le pudo explicar todo el accidente a la policía.

Estaban en un cumpleaños y de repente Esteban comenzó a sentirse mal, mareado, porque hacían dos días que no dormía, quería irse a descansar. Matías, un vecino y amigo de la infancia del hermano de mi amiga, dijo que el los llevaba, ya que vivía a tres casas de Esteban y éste no quería manejar, como no era tanta la distancia ni se cruzaban vías peligrosas, aceptó. Matías no parecía ebrio… pero lo estaba o tal vez no sabía manejar bien una moto.

Anduvieron media cuadra y se estrelló de lleno contra la parte de atrás de un auto estacionado, había acelerado como un loco y no pudo contener el rodado. Se incrustó y falleció en el acto. Esteban, por su parte, se dio cuenta de que la situación no iba a salir bien desde que Matías encendió la moto. Trató de frenarlo pero fue en vano.

El viajaba en la parte de atrás y alcanzó a saltar, perdió el equilibrio y cayó en una acequia, por eso su quebradura en el brazo. Trato de hacer saltar conjuntamente a Ceci pero a ella la cosa no le salió bien, cuando trató de bajarse cayó mal y se fracturó una pierna, el costado derecho de su cuerpo golpeó contra el sifón de la acequia donde había caído Esteban, el golpe había sido tan fuerte que la hizo quedar inconsciente.

Y ahora estaba sedada, tenía inmovilizada la pierna y le estaban haciendo varios estudios por el golpe en las costillas, su vida en un momento corrió riesgo por que no lograban estabilizarla, pero fueron solo minutos, ya estaba bien. Solo había que esperar como evolucionaba. Esteban había quedado en observación y a pesar de no haber perdido la conciencia no le darían el alta hasta el otro día. Él se quería ir para poder despedir a su amigo, estaba realmente muy triste.

En el hospital estábamos: Adriana y Héctor, padres de los chicos. Dani, Cristi, Agustina, Guillermina, Janet –que estaba desesperada por saber como evolucionaba su mejor amiga- amigos de Esteban que fueron los que los auxiliaron ya que no estaban muy lejos cuando sucedió todo, un par de familiares de los hermanos accidentados y la desconsolada familia de Matías, que en las últimas horas de la madrugada se llevaron el cuerpo para darle el último adiós.

Agustina y yo no estuvimos solas en ningún momento, no hablamos tampoco de lo que había pasado entre nosotras porque la prioridad era saber de Ceci, reinaba mucho la angustia en el aire como para ponerse a charlar de eso.

Nos sentamos todas en el patio que estaba saliendo del área de terapia intensiva, cada una contaba como se fue enterando. Agustina se limitó a decir que a penas leímos el mensaje de Cris donde decía que había fallecido Esteban salimos volando, yo estuve de acuerdo.

La noche climatológicamente hablando estaba muy hermosa, no hacía frío porque ya estábamos en mitades de septiembre, pero tampoco estaba tan caliente. Charlamos entre todas sobre muchas cosas sin importancia, trivialidades.   Intentábamos despejarnos y distraernos, hasta más o menos el amanecer estuvimos así.

Entramos a la sala porque ya no había tema que no hubiéramos tocado, cada una se sentó en alguna de las típicas sillas de hospitales y ahí comenzó a bajar el sueño. Le informé a Adriana que íbamos a estar cerca,  aunque nos viera dormir debía despertarnos ante cualquier situación, me dijo que así lo haría.

Me senté al lado de Agustina, no habíamos estado solas desde que llegamos, la miré y sonreí. Me miró seria, preocupada. Se recostó en mi hombro, dispuesta a dormir. No pasaron cinco minutos que yo tenía mi cabeza recostada sobre la suya, me dormí profunda e incómodamente.

A las 10 de la mañana aproximadamente, tres horas después. Adriana tocó mi hombro.

-Laura, me han acompañado bastante, vayan a descansar. En un rato llegan mis hermanos y no me quedaré sola. Las invito a desayunar y después partan. Vuelvan en la tarde, si quieren.

-Esta bien, Adriana. Pero cualquier cosa que surja nos avisa, por favor.

Cuando desperté no estaba apoyada en la cabeza de Agustina, sino que miraba hacia el lado opuesto a ella, pero la tenía agarrada de la mano, en que momento pasó eso no lo sé, pero así estábamos.

La desperté y le dije lo que me había pedido Adriana. Agus solamente hizo un gesto afirmativo, me soltó de la mano y se fue al baño a higienizarse. Me quedé mirando como se iba rápidamente, con un poco de bronca de que fuera así…tan cambiante conmigo.

Me levanté a los minutos y me dirigí también hacia el baño a lavarme la cara, un tío de Cecilia tenía pasta de dientes, fue muy útil pero tuve que utilizar un dedo como cepillo.

Ella hablaba por teléfono con su papá para que la fuera a buscar, cuando cortó me dijo:

-Me voy ya, mi papá está a un par de cuadras. Nos vemos.

Me besó en la mejilla y se fue a despedirse de las demás. Así, tan fría como siempre.

Recordé que en horas de la siesta llegaba mi mamá, quería estar en casa y aunque sea un poco descansada.  Apuré mi paso para irme, no me quedé a desayunar. Me despedí de todos y volé hacia mi hogar, arreglamos con las chicas volver a las 17:00.

Cuando llegué noté que estaba todo ordenado, solamente la cama desarreglada, un poco de sangre en la mesa y algo de ropa tirada por ahí pero nada más. No tarde ni quince minutos en dejar todo impecable y me fui a recostar…a los tres minutos ya dormía profundamente.

Me despertó el timbre que sonaba insistentemente, corrí hacia la puerta y allí estaba mi mamá! Llena de bolsas y bolsos. Como la había extrañado. Aunque –como todas las madres- sea muy insoportable a veces, la amo como a nadie y me ponía muy contenta tenerla conmigo otra vez.

Le ayudé con sus cosas, me traía regalos –algo obvio, sino no entraba a casa- fotos de la bebé, saludos de mis familiares y mucha ropa sucia. La deje que me contara todo lo que había  vivido en estos días, venía realmente muy contenta y me habló de mis tíos, de mis primos, habían aprovechado que había una parte de la familia y bautizaron a la bebé, muy tierno y lindo todo. Cuando mi mamá me invitó al asado de bienvenida, que habían armado mis tíos que se habían quedado, para los viajeros, le conté del accidente de Cecilia y de lo preocupados que estábamos todos. No quería bajarle su ánimo porque venía muy contenta, pero la realidad es que no estaba de humor y menos con energía suficiente.

Se preocupó muchísimo y me dijo que pediría comida para las dos, ya que no tenía ganas de cocinar y no quería dejarme sola. Valoré mucho que hiciera eso, después de comer me fui a acostar a su cama y ella se recostó a ver televisión conmigo, le pedí que me despertara  a las 16. No pasaron muchos minutos para que yo me volviera a dormir, eran aproximadamente las 13:00. Cuando volví a abrir los ojos parecía que había atardecido o por lo menos no eran las cuatro de la tarde, miré la hora de mi celular y vi que eran las 18:30, bastante más tarde de lo que habíamos quedado con las chicas. Tenía tres llamadas perdidas de Cris.

Tenía la cabeza ambombada, mi humor no era el mejor cuando se me daban vuelta los horarios, es más odiaba que eso pasara porque mi cuerpo no entendía que era lo que me sucedía entonces complotaba para que yo me pusiera de mal humor. Mi mamá me dijo que le daba pena despertarme porque presentía que yo estaba muy cansada y a mi nunca se me ocurrió poner la alarma, así que era más que obvio que no iba a llegar a horario.

Me tomé mi tiempo para bañarme y que se me pasara el malestar general, me puse ropa cómoda porque supuse que nos quedaríamos toda la noche otra vez y me fui, antes de llegar al hospital me compré una bebida energética y una cafiaspirina. Santo Remedio. Mi humor y energía mejoraron bastante, así que le llamé a Cristina para decirle que estaba en camino y le expliqué los motivos de mi demora.

Cuando llegué estaban casi los mismos de la madrugada y mañana, si había un poquito más de gente porque las noticias comienzan a circular, pero las caras eran todas conocidas.

Las chicas ya estaban todas, me esperaban a mi dispuestas a pasar otra noche más velando por la salud de nuestra amiga, la cual estaba exactamente igual que en la mañana, ni evolución ni retroceso.

Nos acomodamos donde habíamos estado la noche anterior, Daniela había tenido la brillante idea de traer cartas así que el tiempo pasaba rápido. Noté que Agustina estaba por demás intranquila y claramente se estaba mensajeando con alguien, como casi no me había hablado desde que llegué, decidí no preguntar. ¿Por qué siempre tenía que estar tan pendiente de su estado de ánimo?

Cuando se hizo la hora de la cena, pedimos entre mis amigas dos pizzas y nos dispusimos a comerla en el patio interno del hospital, en el momento en el que llegaron y nos estábamos acomodando para comer, el celular de Agustina sonó y ella se fue de la ronda que habíamos hecho para atenderlo, se dirigió adentro del hospital sin decirnos una palabra. Yo me quedé mirándola, algo estaba tramando o por lo menos algo pasaba.

Pasaron 20 minutos y no volvía, ya habíamos terminado de comer la primer pizza y a la segunda le quedaba la mitad. Cristina miró hacia dentro del hospital y me dijo:

-Andá a buscarla, si no viene ya se queda sin comer.–Agarró una servilleta y una porción.

No me simpatizaba la idea de tener que ir yo -porque como ya les conté- no me había hablando más que para saludarme y la verdad es que me enfermaban esas cosas. Estaba evitándome para no mencionar lo que había pasado en mi casa. Era tan obvia.

Cuando entré le pregunté a Adriana si no la había visto y me indicó que había entrado al baño que estaba a unos metros de nosotras. Le dejé la porción a Adriana y hacia allá fui. Cuando entré descubrí que hablaba en voz baja desde uno de los cubículos, algo estaba escondiendo, en ese momento reía…después de reir dijo una de las cosas que mas me dolió en la vida que compartía con ella:

-Olvidate, recién termino de hablar con Chano –Uno de sus amigos de la noche- y el nos busca por tu casa- Hoy es la fecha, Yami! Y encima cae sábado! Tenemos que salir a romper el boliche! Ya perdí la noche de anoche, esta tiene que ser genial.

Fue como una piña en el corazón. No, peor, una piña en la espalda. Porque la del corazón uno puede ver que se aproxima. Eso que dijo no, no me lo esperaba en lo más mínimo de ella ¿Qué carajo había pasado con una de mis mejores amigas? Porque esto no iba desde el plano sentimental, porque sacando el hecho de que casi hacemos el amor. Si “perdimos la noche” fue porque una de las nuestras estaba internada y accidentada en el hospital! ¿Cómo podía tener tan pocos códigos? ¿Se iba a ir a bailar mientras todas las demás velábamos por Cecilia?

Yamila seguramente la había convencido o alguno de sus “salientes”. Creía conocerla lo suficiente como para saber que eso de ella no había salido. La odiaba, en ese momento simplemente la odiaba. Salí rápido del baño y no escuché nada más, al salir me crucé con la madre de Ceci y no le dije nada, solamente caminé en dirección opuesta de donde estaban mis amigas, no quería hablar con nadie, encontré otro patio, bastante parecido al otro, pero este estaba medio vacío. Vi que había un banco de plaza y ahí me recosté. Las lágrimas, por supuesto, fueron inevitables.

Tenía un rejunte de sentimientos y ninguno era lindo. Tristeza, odio, decepción –el más fuerte, bronca, ira, todos y entremezclados. Creía que no podía haber algo peor que lo que había dicho. Aunque lo había, les aseguro que lo había.

Lloré como una nena chiquita lastimada y abandonada. De todas maneras, nunca me dije “Si, estoy enamorada de alguien que me está tirando en un pozo, pozo que por ella empecé a cavar” porque no era lo suficientemente valiente para aceptar de que estaba enamorada de Agustina y que por eso me dolía tanto.

¿Por qué tuve que entrar y escucharlo? ¿Por qué no aparecí  en otro momento? ¿Era necesario decepcionarme así para saber que no me amaba como yo a ella?  Que todo esto tenía que tener final…porque siempre eran una montaña rusa sus sentimientos, siempre tenía sus inseguridades que me vivía diciendo y que ustedes ya conocen, un día me quería y al otro día parecía ser un cero a la izquierda en su vida. No podía seguir esto así. No quería seguir perdiendo. Quería que todo terminara, había entendido la señal del universo. Agustina no iba a ser para mi.

En ese momento, me di cuenta que no era necesario buscarle un final a nuestra “relación”, llegaría solo. ¿Por qué? Porque si nos veíamos todos los días y no logramos querernos con la misma intensidad, no quería imaginarme el día que nos separáramos. Hasta corría riesgo de perderse nuestra amistad, la genuina, la que existía antes de que se embarrara la cancha, como siempre pasa cuando la secundaria termina y para eso faltaban nada más y nada menos que tres meses y un par de días.

En octubre comenzaban una serie de eventos que nos indicaban el final, el viaje de egresados era el primero, pasábamos por la misa, el acto de colación, las últimas mesas de exámenes y terminaba todo el 21 de diciembre con la Fiesta de Egresados, que veníamos preparando desde el inicio del 2012. Después de eso, la inevitable separación.

Suponía que sí, íbamos a vernos porque compartimos el mismo grupo de amigas que puede considerarse “central”, las que casi son familia, pero no sería lo mismo que tenerla al lado todo el tiempo. Aparte habíamos elegido carreras distintas, nuestras facultades están a 3 kilómetros de distancia, no es mucho, pero lo que quiero decir es que no vamos a estar en el mismo establecimiento educativo. Ni contar que la facultad demanda tiempo de vida y también la incluso la vida social. Era imposible que Agustina y yo prosperáramos. Por ella, por mi y por el tiempo que corría cada vez más rápido.

Me quedé tranquila con esa revelación que me había dado yo misma. Se terminaba definitivamente y se lo iba a comunicar el día de la fiesta, oficialmente el 21 de diciembre iba a terminar nuestro “””noviazgo””” –que cuando ella tenía ganas lo consideraba así-. Pero no iba a intentar otro acercamiento como el que tuvimos, por las dudas de que sucediera otra tragedia.

También pensé que si ella me quería hablar de la noche que compartimos en mi casa, sería yo la que iba a frenar todo y le diría que fue un error. Haría de cuenta que no me importó, que fue algo sin importancia. Que no creyera que yo quería otra vez algo similar. No.

Sabía que me estaba engañando a mi misma y que me dolía muchísimo todo esto, que no quería que terminara así, que me hubiera encantado ser su novia de verdad y ser feliz al lado de ella, pero era forzar algo que por muchas razones estaba destinado a no ser. Simplemente eso, no ser. No existir.

Si me iba a dar un tiempo de despedida y quería disfrutarlo, a pesar de odiarla con todo mi ser en ese momento, sabía que el enojo duraría un par de días –aunque no se me iría muy fácilmente, el golpe fue duro- pero tenía la certeza de que con el tiempo mi odio se ablandaría, y quería disfrutar con ella todo lo lindo e inolvidable que se nos venía. A pesar de mi dolor y decepción internos, quería tener un buen recuerdo de esa gran confusión que fue Agustina en mi vida, por eso no terminé todo inmediatamente. Un poco tonto, si. Pero bueno ¿Quién no fue tonto cuando quiso a alguien?

Las lagrimas se frenaron y dejaron de salir por suerte, había pasado una hora y media, reflexioné muchas cosas más, pero creo que un buen resumen es el que les acabo de hacer. Un poco más fortalecida y sabiendo que seguramente ella ya se había ido a bailar, me dirigí hacia el hospital.

Antes de llegar hasta donde estaban las chicas me lavé la cara y me aseguré de que no se notara mucho que había llorado tan ridículamente y sin una explicación razonable. Cuando lo logré, las busqué, no se habían movido del lugar donde las dejé cuando me fui, había un aire de malestar.

-Agustina se fue a bailar. Pensé que te habías ido con ella. –Me dijo secamente Cristina- Pero te conozco lo suficiente como para saber que no lo harías.-Después de decir eso, sonrió.

-Jamás. Me enojé tanto que quería estar sola. Pero ya me siento mejor.

-Que mina imbécil ¿Cómo se va a ir con la otra estúpida de Yamila? ¿Y si pasa algo grave le tenemos que llamar y ella llega borracha o como es la cosa? –Dijo Janet, visiblemente enojada.

Siguieron diciendo cosas en su contra, estaban realmente muy embroncadas, por lo que preferí no decirle a nadie lo que había escuchado en el baño, las cosas ya estaban lo suficientemente caldeadas como para que yo agregara eso. Si admito que me uní a la queja general y largué un par de comentarios.

Las horas pasaban y había que hacer algo para no morir de aburrimiento, caminábamos, jugábamos a las cartas, charlábamos, inventábamos juegos, preguntábamos por Cecilia constantemente, leíamos, entre otras cosas. Cuando se hicieron las cuatro y media de la mañana decidimos recostarnos en los bancos del hospital o donde tuviéramos espacio disponible para dormir “cómodas”. Me costó pero logré conciliar el sueño, la noche estaba hermosa como para dormir bajo ella.

Como a las ocho y media de la mañana nos despertó a los gritos Janet.

-¡Cecilia ya está consiente! –Dijo, eufórica y salió corriendo para adentro del hospital.

No hizo falta que lo dijera dos veces, saltamos todas atrás de ella con una sonrisa en la cara, entramos en tropel hacia la sala de espera de terapia intensiva, donde estaban Héctor y Esteban, al que ya le habían dado el alta y un par más de familiares. Adriana había entrado a verla. Parecía que todo estaba bien, esperábamos ansiosamente noticas desde adentro.

Una enfermera salió a hablar con Héctor y nosotras no nos corrimos de su lado, como si fuéramos parte de la familia escuchábamos atentamente sus palabras.

-La paciente ha evolucionado más que favorablemente, el único inconveniente que tiene es el de la fractura de la pierna, pero en las costillas no hemos encontrado una lesión importante, solamente un traumatismo leve, en las próximas horas será trasladada a sala común y…-refiriéndose directamente a mi grupo- mañana podrá recibir visitas normalmente.

Nos pusimos todos muy contentos, entre nosotras nos abrazamos y también le demostramos nuestro afecto a Héctor. Estábamos muy cansadas, así que esperaríamos a que Adriana saliera de terapia para informarle que ya nos íbamos. Cuando salió nos agradeció y exigió que nos quedáramos a desayunar, por supuesto que esta vez no se negó ninguna. Había que festejar.

Mientras desayunábamos en el bar del hospital, Adriana nos dijo que Ceci  estaba impaciente por vernos y que no la “bajemos” de ningún plan, iba a aguantar la semana que le quedaba internada más la rehabilitación de su pierna, pero para octubre ya iba a estar con todas las pilas para empezar con los preparativos de nuestro viaje, la fiesta y todo lo demás. Reímos ante la gracia de que pensara primero en eso antes que en su salud, también por lo feliz que nos hacía que ella ya estuviera despierta y mucho mejor.

Después de desayunar, Adriana nos dijo que directamente volviéramos al otro día por la tarde en horario de visita, sería mejor. Aparte teníamos que descansar, no habíamos dormido nada ese fin de semana y el lunes debíamos ir a la escuela. Con mis amigas es como que compartimos madres, genial.

Volví a casa, muy feliz de saber que Cecilia estaba en buenas condiciones. Mi mamá compartió mi sentimiento, la quería mucho. Me conecté un rato en facebook, habían fotos subidas de la noche del sábado, salía etiquetada Agustina, también Yamila y un par de chicos. Preferí no mirar más desconectarme e irme a dormir. Recordar su “traición” hizo  que mi felicidad se apagara un poco.

Dormí tanto y tan profundo que me desperté al otro día para ir a la escuela. Creo que fueron más de 12 horas de sueño, pero me hicieron quedar como nueva. No estaba malhumorada, si mal predispuesta por lo que se venía, aunque conservaba mi tranquilidad. Por supuesto que no quería ver a Agustina ni en figuritas pero esto tenía algo “bueno”, no me subía al ring sola como generalmente sucedía, esta vez tenía varias personas molestas que jugaban para mi.

Me preparé para ir a la escuela, la mañana estaba un poco fresca, el invierno estaba a días de irse, menos de una semana, pero parecía que le estaba costando bastante dejarnos.

Cuando llegué, el curso era una revolución, le estaban preparando un desayuno a Ceci que se lo llevaría el padre de una compañera conjuntamente con una cartulina escrita por todos, hasta la preceptora estaba colaborando con nosotros. La unión que demostramos en ese momento me hizo sentir que tenía el mejor curso, también me di cuenta lo mucho que los iba a extrañar.

Eso si…nadie, absolutamente nadie le dirigía la palabra a Agustina. Éramos pocos, nos conocíamos mucho y las noticias se corrían rápido. Todos debían saber lo que pasó el sábado en la noche. Que se fuera y prefiriera la fiesta antes que saber como evolucionaba una de sus mejores amigas, era sedición. El vacío que todos le hacían era terrible, hasta me dio un poco de pena verla sola en el final del curso sin que nadie le hablara. Pero no iba a aminorar mi molestia.

Mientras caminaba hacia nuestro banco me di cuenta de que Janet estaba sola y necesitaría alguien que le hiciera el aguante esa mañana, de paso escapaba de la gran incomodidad que sería decirle “Buen día” a Agustina. Si, de eso me quería escapar, porque era –y soy- tan endeble que con eso podría hacerme hablarle como si nada y…no! Esta vez no tenía que ser así.

Janet aceptó encantada. Necesitaba sentirse acompañada y a la vez le encantaba saber que esto era una pequeña venganza para la malvada Agustina. Yo también hice de cuenta que no existía, como estaban haciendo todos mis compañeros, no la incluían para nada, ni siquiera para que hiciera una intervención monetaria. Vi que se intentó ir a sentar con Guillermina y ella le puso de excusa de que no tenía espacio –en parte era cierto, Guille nadaba en libros-. Daniela y Cristina no se daban vuelta ni para pedirle la hora. Creo que se dio cuenta de su error, porque cuando ya empezábamos la jornada de clases, se acostó sobre la mesa y levantó la cabeza solamente cuando lo ameritaba. Se pasó toda esa mañana –imagino que interminable para ella- durmiendo.

Cuando sonó el timbre final, salió rápidamente, sin mirar ni despedirse de nadie. Caminaba rápidamente como queriendo escapar de todos no. Yo me alineé a Cristina, Daniela y Janet, que caminaban mucho más despacio por la galería del patio. Cuando salimos de la escuela, la busqué con la mirada, no la encontré por el camino que solíamos recorrer hasta el centro de rehabilitación, era imposible que se hubiera fugado tan rápido.

Hasta que la encontré, estaba en las paradas de colectivos contrarias a la dirección que solíamos tomar, justo en ese momento le hizo seña a uno que no tomaba jamás y se fue. Cristina había visto la misma secuencia que yo y me miró extrañada, pero no opinó nada. Nuestra rabia seguía siendo más fuerte.

Antes de despedirnos, quedamos de acuerdo en dirigirnos al hospital a las 15:00 para la visita,   le llevaríamos una especie de bandera que hicimos con un trapo que encontramos en dirección y un aerosol que decía “Fuerza, enana” (Así le decíamos cariñosamente a Ceci) entre otras cosillas.

Cristina y Daniela se fueron juntas porque debían hacer un trabajo, como Janet vivía a mucha distancia de la escuela la invité a comer a casa, ya que yo estaba cerca del hospital. Aceptó. No hablamos en ningún momento de Agustina ni de lo sucedido, tanto el sábado como esa mañana.

Cristina me llamó a las 14:50 para decirme que ya estaban en la esquina del hospital y me preguntaba donde estábamos nosotras: A una cuadra. Nos juntamos en la esquina, esperamos a Guille y cuando llegó, entramos. Jamás esperé verla ahí.

Tenía puesto el guardapolvo todavía, hablaba animadamente con la madre de Ceci, cuando nos miró. Sonrió –que linda es cuando sonríe-. Se acercó a nosotras.

-Perdón. Perdón también por venir sola, pero me sentía en deuda y mal. Fue una estupidez lo que le hice, pero intenté arreglarlo, le traje regalitos en nombre de todas y también algo para ustedes.

Sacó del bolsillo del guardapolvo 5 tarjetitas que decían “Perdoname” con un perrito súper tierno, y nos dio una a cada una acompañada de un bombón, como para no adorarla. Todas sonreímos y nos abrazamos en comunidad. También nos disculpamos por haber sido tan crueles esa mañana, tal vez lo mejor habría sido hablar las cosas, ya que somos un grupo, tal vez tendríamos que haberle dicho que si se iba no iba a estar todo bien, pero bueno, las cosas se habían dado así y ella estaba realmente arrepentida.

A mi me costaba fingir que todo estaba perdonado, lo que escuché me dolía todavía y me dolía solamente a mi, porque nadie sabía, no la dejé mal enfrente de nadie aún pudiendo hacerlo. Por ende fui “natural”,  le hablé solo para agradecer el gesto. Recordé que el final estaba cerca y llegaría solo ¿Por qué arruinarlo?

Después de que aceptáramos una a una las disculpas de Agustina -incluida yo- y de saludar a los papás de nuestra amiga, entramos a verla. En patota, contentas, nerviosas y ruidosas.

Parecía haber bajado unos cinco kilos, la pierna estaba inmovilizada y tenía una molestia en el costado que no la dejaba moverse como quería, pero su esencia estaba intacta. Amó cada uno de nuestros regalos, los que le llegaron en la mañana de parte de todos, los que llegaron solamente con Agustina y los que le traíamos nosotras, nos contó como seguía todo ahora en más: Una semana más internada y un mes de rehabilitación, podía faltar dos semanas a la escuela, pero nos afirmó que solamente usaría una semana, no quería perderse nada del último año. Tenía tanta fuerza, se le notaban tanto sus ganas de estar bien, que supe que lo iba a cumplir como ella decía. ¡Que alegría para todos!

Hablamos, reímos, jugamos a las cartas, hasta que vino la enfermera a pedirnos que nos retiráramos porque el horario de visita estaba por terminar y habían familiares que también querían ver a Cecilia, ya nos habíamos quedado más de una hora. Resignadas y prometiendo todos los días volver, salimos.

Daniela, Cristina y Guillermina podían tomarse el mismo colectivo hacia sus hogares, a Janet la estaba esperando su mamá en la puerta para ir a casa. Agustina y yo nos quedábamos solas.

Fue rapidísimo, en cinco minutos todas habían partido. Yo no pude fingir en ningún momento que todo estaba del todo bien, me hacía sentir distante. No quería ni rozarla, ni mirarla, evitaba hablarle, era muy obvio que conmigo las cosas no estaban tan optimas.

Ella parecía dispuesta a solucionar todo y yo parecía dispuesta a desmayarme. Quería escapar de ese momento.

-Sabes que tenemos que hablar…-Me encaró de repente mientras caminábamos hacia la salida.

-N..no, no es necesario. – La interrumpí y tartamudee- E..esta todo bien, ya fue. Ya está…

Ahora ella me interrumpió a mí.

-No, no está nada, porque te vi el sábado cuando me escuchaste hablar y te quiero pedir disculpas. Todas se enojaron pero ninguna recordó que era el sábado era el cumpleaños de Yamila –Es cierto, recién en ese momento me di cuenta, debo haber hecho cara de sorprendida- Si,  era su cumpleaños y estaba un poco triste porque sabía que no se despegarían de Cecilia y no lo festejaría con ninguna, me dio tanta pena que dije algo estúpido para que ella se sintiera mejor y para que supiera que yo la acompañaba. Yo se que no perdí tiempo ni estando con vos esa noche y menos acompañando a mi amiga, pero eso que pasó…

¡No! No de nuevo iba a quedar yo como la pobrecita lastimada que sufría por ella y que se había ilusionado por la cercanía de esa noche. Yo la interrumpí ahora.

-¿Eso es lo que te preocupa? Si, lo escuché. Si, me enoje obviamente y reconozco que tanto porque te referías a Cecilia como por la parte que me tocó, porque para mi fue hermoso lo que pasó…-Ella empezó a interrumpirme- Dejame terminar de hablar, por favor. Pero aunque fue hermoso, si querés referirte a eso, porque te conozco y se que querés decir algo al respecto, te digo yo primero que no quiero que vuelva a pasar. No es bueno para nosotras, para nuestra amistad y para todas esas cosas que venís pregonando desde hace tiempo.

Su cara de sorprendida no me la esperé pero ahí estaba. Esta vez ella no estaba ganando. Esta vez yo era un poco más fría. Me sentí feliz por mi valentía y también por mi manera convincente de mentir, por supuesto que no estaba de acuerdo en lo más mínimo de lo que estaba diciendo.

-No…no esperaba que me dijeras eso. Pero es algo de lo que yo quería hablarte…-Dijo, confusa. El golpe había sido certero.

-Dejemos de arruinar nuestra amist…

-Esto sigue siendo un noviazgo, tranquila. –Me dijo, tomando mi mano.

La odiaba, definitivamente estaba creando en mi interior un sentimiento tan parecido al odio, que seguramente era. Cuando yo me ponía distante ella era hermosa, cuando yo intentaba ser tierna con ella, se ponía distante ¿Por qué hacía las cosas tan difíciles y porque le gustaba hacerlo? ¿Yo me merecía eso? Si, seguramente.

-No se por cuanto tiempo más…-Murmuré y me solté. Pegué un suspiro tan profundo que duró más de cinco segundos.

-¿Qué dijiste?

Sabía que me había escuchado perfectamente, pero quería saber si yo tenía el valor de volver a repetirlo. Y no lo tuve.

-Lo que seguramente escuchaste, ahora me voy a casa, tengo cosas que hacer. Por mi parte queda todo más que bien y lo que pasó la otra vez no se repite nunca más.

Giré sobre mis talones y me fui, dejándola sola, con la palabra en la boca, sin posibilidad de responder, indefensa. Ella no me vio, pero se me dibujó la sonrisa más sincera en mi rostro por lo menos en el último tiempo, algo bastante cruel de mi parte. Pero ¡Que importaba! ¡Por primera vez triunfaba yo y que bien se sentía! Era como si me hubiera sacado una mochila de encima, como si fuera libre. Demasiado para tan poco, pero tampoco importaba.

Y las cosas quedaron así entre nosotras. No mal, pero tampoco tan bien como para volver a intentar desnudarnos una frente a la otra. Yo me enfríe bastante y ella se que se sentía culpable de eso por la dichosa frasecita. A pesar de que su orgullo había quedado bastante herido después de esa conversación en el hospital –que jamás se volvió a repetir- en el fondo me conocía tanto que sabía que mis palabras eran porque lo escuché fue demasiado cruel, demasiado frío. Y se arrepentía, mucho.

El 21 de septiembre celebramos la llegada de la primavera, día del estudiante y también los 6 meses con Agustina. Las primeras dos cosas si fueron festejadas, la tercera no. Creo que no.

La escuela organiza año a año la “estudiantina” que es la visita total del cuerpo de alumnos a una granja, comíamos asado, tomábamos mate, jugábamos a las cartas o al futbol, merendamos y partimos a casa cuando terminaba. Cada curso se buscaba su rincón en el lugar y ahí pasábamos todo el día. Se organizaban juegos, campeonatos, se ponía música, lo mejor para divertirse sanamente.

Cecilia no fue, ese día justamente le daban el alta y no podía pasar de estar en un hospital internada a irse de camping con sus compañeros. Agustina fue solamente en la mañana, ya que no le permitían desde el Centro almorzar en otro lugar que no fuera allí.

En un momento, nos quedamos solas, me recosté –amistosamente, claro- sobre su regazo. Comenzó a acariciar mi pelo.

-Medio año…-susurró.

Se había acordado. La miré profundamente a los ojos y repetí lo que había dicho.

-Te amo. –Dijo- ¿Me vas a perdonar lo que pasó?

-También te amo y no porque no hay nada que perdonar. –Mentí, claro que lo había, pero como no creía ser capaz de perdonarla, no tenía importancia. De todas maneras, como no había nadie en nuestros alrededores le di un pequeño beso en sus labios-.

-Es amistoso-Me justifiqué.

Ella sin decir nada me agarró de la cara y me dio un pico pero un poco más largo. Yo no entendía nada, esa reacción no era muy propia de ella, pero no me dejé llevar.

-Basta, estamos rodeadas de compañeros, profesores, preceptores, basta. –Dije. Últimamente cortaba todas las situaciones tiernas entre nosotras.

Si, seguíamos teniendo situaciones así. Inexplicables de parte de las dos pero no podíamos frenarlas. De todas maneras, no nos volvíamos a encontrar de la misma manera que antes. Eso me dejaba un poco tranquila. Por el momento seguía teniendo fuerza de voluntad, porque no faltaron momentos donde quería besarla a morir. Pero me pude frenar, siempre. No quiero detenerme en contarlos porque esto se haría bastante más largo.

En mitades de octubre, comenzó el principio del fin. Tanto escolar como de la linda historia que veníamos teniendo, con sus altibajos y con el aceptado hecho de que ella nunca formalizaría conmigo ni dejaría sus “inseguridades” por mi, ni el gusto por la  fiesta, ni nada básicamente.

El final, también, de mi aceptación de su manera tan fría de ser, pero solamente cuando yo le expresaba mi cariño. Porque si yo me volvía fría, ella se acercaba a mi. Por lo que ella me estaba amoldando a una forma nueva de ser. Mi carácter se estaba haciendo menos demostrativo y yo más seria, más tranquila. Me encantaba, por que no admitirlo. Dejé de llorar por todo lo que me lastimaba y venía de su parte, comencé a directamente ocultármelo para no sentir nada, para intentar dejar de sentir. De vez en cuando nos besábamos o abrazábamos, pero en un minuto la una volvía a la otra a la “normalidad” y hasta a veces nos pedíamos perdón. Si alguien me hubiera preguntado ¿Pero, porque seguía pasando? No hubiera sabido responderle.

Cecilia se recuperó a pasos agigantados, entonces comenzamos con el plan “Viaje de egresados con las muchachas”. Como ninguna se podía ir a Bariloche –Un poco de explicación: Bariloche es el punto de paisaje y fiesta para los egresados más importante del país. El lugar más hermoso, pero también el más caro. No me parecía que mis viejos gastaran algo así como 15.000 pesos en un viaje de 12 días. Me sigo arrepintiendo de no haber ido.- Bueno, como al final de mi grupo no iba a ir ninguna porque nos dominaba la escasez, decidimos hacernos una escapadita todas a la cabaña que tiene Cristina en un campo hermoso y alejado de la ciudad. Llevaríamos alcohol, juegos de mesa, comida, películas, equipo de música, no se necesitaba de mucho más para ser feliz.

La fecha de partida era el miércoles 24 de octubre, coincidente con la fecha de los compañeros que se iban a Bariloche, como eran más de la mitad no correría la falta, genial. Eso sí, nostras el lunes ya estábamos de vuelta en el curso. Podría ser altamente peligroso 7 mujeres prácticamente solas en el medio de la nada. Y no por los delincuentes, por nosotras mismas.

El lunes de la semana de partida, Agustina llegó con una noticia que nos amargó un poco el viaje. Sobre todo a mi, debo admitir.

-Desde el centro me tienen terminantemente prohibido almorzar en otro lugar que no sea ahí, por lo menos entre semana. Hablé con mis viejos, porque ellos pueden pedirme un permiso especial, pero como no han notado un progreso real–es cierto, Agustina seguía bastante delgada y le costaba mucho comer con normalidad- no quieren, estoy re molesta. No hay vuelta atrás. De todas maneras, como armé un escándalo terrible en mi casa, el viernes en la tardecita me lleva mi papá, después me vengo con ustedes. Algo es algo, no?

Un embole realmente, un gran embole. Pero en parte era para cuidarla y ella merecía escarmientos de ese tipo para que por lo menos eso le diera conciencia de que tenía que cambiar un poco, intentar salir de ese calvario que es la anorexia pero con algo de voluntad de su parte. No era la primera vez que se perdía de cosas interesantes por el Centro, por ella en realidad, desde el Centro solo querían cuidarla y curarla. Con la cabeza gacha y bastante tristes, aceptamos que ella fuera solamente por tres días.

El martes decidimos salir a bailar todo el grupo de viajeras, volveríamos a la casa de Cristina y desde ahí partiríamos a nuestro destino.  Me aseguré que Agustina dijera realmente que no iba a salir –No salía con ella, si ella estaba en la noche yo no. Por esa estupidez me perdí de muchas salidas inolvidables que vivieron mis amigas, pero bueno, insisto en que uno se vuelve más estúpido de lo normal cuando quiere a alguien en exceso-. Y no, no fue, no recuerdo la razón pero no quiso salir.

Obviamente recurrimos a Yamila para tener una buena noche de manera segura. Ella dispuso que saliéramos desde su casa, podíamos previar ahí incluso. Buen gesto el de Yamila, aún sabiendo que viajábamos todas a un lugar donde podría estar invitada porque nos conocía bien a casi todas y no lo estaba, se ofrecía como anfitriona para nuestra noche de despedida. O quizás le importaba más salir que la razón por la que salíamos. No se, desde hacía un tiempo que Yamila no me caía igual de bien que antes. Supongo que desde que presentó a Tonchi con Agustina –aunque básicamente ella no tenía nada que ver- o el hecho de que saliera tanto con ella, no sé. Me daba mala espina.

Salimos. La pasamos increíble. Ya veo porque Agus prefirió salir…-No, mentira, eso nunca va a tener justificativo-. Me embriagué un poco, baile con varios chicos, me besé con uno que quiso intimar rápido pero mis amigas vinieron al rescate. A todas nos fue bastante bien esa noche. Ni decir que la música fue genial…nada de electrónica! (Odiamos la electrónica en los boliches con mi grupo, preferimos el cuarteto, cumbia, reggeton, reconozcan que es aburrido bailar electrónica. Los obligo a hacerlo)

Cuando salimos estaba un poco mareada, pero Cristina estaba destruida. Había tomado muchísimo y el alcohol había producido verdaderos estragos en ella. Vomitaba como si hubieran abierto un surtidor en su interior –un asco, cierto?- Tuvimos que esperar para llamar a su mamá para que nos buscara, era iba a ser un poco fuerte ver así a su hija y seguramente nos aseguraría un reto y tal vez la prohibición de llevar alcohol a la cabaña –aunque la mayoría iba escondido-, la cuestión es que teníamos miedo de que la viera así. Decidimos quedarnos por lo menos una hora sentadas fuera del boliche hasta que Cristina por lo menos pudiera tenerse en pie.

Janet, Daniela, Guillermina y Cecilia se quedaron más bien lejos de todo el espectáculo bochornoso. Entre Yamila y yo le teníamos el pelo y todo eso, pasada media hora ya se sentía mejor, bastante mejor. Solamente le dolía la cabeza como si le hubieran pegado muchas patadas, según sus propias palabras. Cuando se pudo parar comenzamos a caminar hacia el parque, quedaba a muy pocas cuadras. De todas maneras, demoramos algo así como 20 minutos.

Mientras caminábamos con Cristina apoyada en nuestros hombros –ya estaba consiente, bastante- Yamila dijo, como al pasar…

-La noche estuvo genial, pero extrañé mucho a Agustina, es raro salir sin ella. Es imprescindible salir con ella.

Cristina me miró rápidamente como diciendo “¿Qué le vas a responder ante esto, te pusiste celosa”? No podía articular palabras pero sabía con certeza que ese era su pensamiento.

-Ah…-dije, restándole importancia, pero no iba a quedar mi duda ahí- Y porqué es imprescindible?

Yamila rió, como dudando si debía contar lo que seguía o no.

-Bueno, vos sos su mejor amiga y Cristina está ebria ¿Por qué no contarlo? Agustina es mi compañera de juerga, eso es sabido. Pero además, es mi “repelente anti bichos”-Cuando terminó de hablar, rió con fuerza.

Cristina la miraba con atención y rápidamente me dirigía miradas a mi, para saber que iba a responder. La borrachera le impedía disimular su interés más que especial en mi reacción.

Yo reí también, no entendía nada, pero me aventuraba que era algo malo. Así que mi risa no era muy franca.

-Y que es lo que querés decir con eso?

-Cuando se me acerca un hombre feo, lo rechazo besando a Agustina. Finge ser mi novia siempre, todas las noches que salimos. Todo empezó estando ebrias y ahora es una costumbre. Nos sirve bastante, los hombres al segundo beso no intentan más con nosotras, aunque siempre están los babosos, morbosos e insoportables.– Y aunque se la notaba molesta en la última frase que dijo, rió. –Nos ven tan lindas e inalcanzables…

Cristina volvió a mirarme, lo sentí y hasta sentí que fue con pena, porque ella ya se estaba recuperando y entendía bien lo que pasaba, pero yo no la miré a ella. Perdí mi mirada en el piso. Dejé de escucharla. Suficiente. No tengo idea que decía, mis oídos se cerraron y mi corazón también.

Sentía que me faltaba el aire, que se me cerraban los ojos, que me habían pegado fuerte en el pecho. Pero iba a disimularlo como fuera. Fingí un mareo repentino, no podía estar de pie.  Me senté, solamente Cristina –a pesar de su estado- sabía que era de verdad lo que me pasaba. Apoyó su mano en mi rodilla, mientras yo me hacía chiquitita en el suelo. No dijo nada, pero con eso bastó para saber que me daba sus fuerzas. Ella sabía todo.

-Yo…yo un día las…ví y…-hablaba en pausa a Yami justo le había sonado el teléfono y se alejó, era uno de sus chicos preguntándole que hacía después del boliche, ella aceptó irse con él-.

Las chicas se habían acercado para ver que me pasaba, Cristina se recompuso mucho más y les explico que me había mareado pero que estaba bien, aunque aguantarme las lágrimas había hecho que vomitara, lo excusó como efecto de los tragos. Se que tenía los ojos perdidos, parecía peor que Cristina solamente por haber escuchado un par de frases. Los efectos que  pueden tener las palabras sobre las personas enamoradas es terrible.

Yamila vino a despedirse, nos deseó un buen viaje y se subió a un auto extraño que salió a toda velocidad. La insulté terriblemente en  mi interior mientras se alejaba. Aunque ella no sabía nada, no tenía nada que ver. La culpable de todo esto era la infeliz de Agustina, la puta de Agustina. Si, eso pensé, por primera vez utilizaba ese adjetivo sobre ella y me dolió muchísimo.

Las chicas estaban alrededor mío, sin saber que me pasaba pero presintiendo que no era algo bueno.

-Lau, Cris ya está bien…llamamos a su mamá? –Me preguntó Ceci, tocó mi frente. Yo tiritaba, no lloraba en lo más mínimo, pero a mi cuerpo no dejaban de pasarle cosas raras. –Me parece que tenés un poco de fiebre…

No, no tenía fiebre, ni estaba borracha, ni me sentía mal físicamente. Simplemente me acababan de romper el corazón. Como nunca nadie lo había hecho. Lo habían quebrado en muchos pedacitos. Ella, la persona que yo más quería. Me destruyó, nunca en la vida iba a volver a querer igual. ¿Por qué si yo la quise mucho y bien me pagaba así? Yo acepté todo, sus infiernos, sus cielos –pocos, pero estaban- sus crisis, sus llantos, su falta de decisión, su falta de interés a veces y casi sin recriminarle nada. Me había traicionado, porque nuestro pacto era no estar con otras mujeres. ¿Cómo iba a salir de esto? Las mariposas pro Agustina se desintegraron una a una, no nacieron nunca más.

-Si, llamá. –Dije, sin despegar la mirada del suelo.

No tenía ganas ni de respirar. Con hombres, está bien. Hasta lo aceptaba a veces y lo bancaba bastante. Pero ¿Y nuestra promesa? ¿Y nuestra relación? ¿Por qué no quería dejarme si no iba a darme nada bueno? ¿Qué es realmente lo que quería? ¿Quién era Agustina? ¿En que momento pasó a ser una de las personas que más me habían herido en toda mi vida? ¿Por qué permití que todo se convirtiera en esto? Porque nunca fui capaz de darle el freno que necesitaba. Sentía que seguía siendo incapaz. Me odiaba mucho a mi también. Por no ser fuerte, nunca.

La madre de Cris nos vino a buscar, nos llevó hasta su casa y ahí nos quedamos. El equipaje ya estaba esperándonos para partir junto a nosotras  al medio día. Yo era una sombra, no estaba ni en pausa, ni entera, ni a pedazos. No quería hablar. Tenía odio, frustración, bronca, desdicha, todos los sentimientos tristes. Todas se lo atribuyeron a un mal efecto del alcohol.  Excepto Cris, pero ella sabía como tratarme en esos casos. Se sentó al lado mío en silencio y con eso me bastó. Había querido decirme algo cuando estaba ebria, que las había visto...preferí que no me contara nada.

No lloraba y me moría por hacerlo. Podía poner cualquier excusa para llorar, pero no lo lograba. Algo en mi interior me lo impedía. Quería escaparme, correr, gritar, pegarle fuerte a algo que me lastimara físicamente para que el dolor se propagara un poco. Yo, toda mi vida sostuve y sostendré que el dolor sentimental por un amor fallido es el menos leve de todos los dolores que corren internamente por una persona –perder un hijo, un padre, un hermano, un amigo, me parecen terriblemente más fuertes que un amor- yo, en ese momento estaba quebrada en ochenta y cuatro pedazos.  No corrí, ni lloré, ni me fugué, nada. Solamente me acosté y me intenté dormir lo más rápido posible. Esta vez, sin pensar en Agustina.

Antes de poder conciliar el sueño, me propuse no arruinar el viaje por ninguna razón. Ni con mis amigas ni con ella. Eso sí, la evitaría como si fuera la malaria. En lo posible no hablarle. En lo posible, que pasara algo para que no fuera.

Pero fue. Ya llevábamos dos días en el hermoso lugar que era la casa de campo de Cristi. Era una casa bastante grande, siete habitaciones, un comedor, una cocina, tres baños –solo dos con duchas- una despensa, sala de estar y garaje. La familia de Cristina es particularmente numerosa entre primos y tios, veranean todos en el mismo lugar, por ende se aseguraban de tener espacio para todos y a veces les quedaba chico, habían un par de habitaciones con camas literas para cuando llegaban amigos de la familia, mesas y tablones para un ejército, platos y vasos a morirse, cuatro televisores, era para que la habitaran más o menos 30 personas, más o menos el tamaño de una familia con muchos integrantes.

Cada una podía tener su habitación, sin embargo elegimos dormir de dos en dos, por las dudas de que quisiéramos compañía. No estábamos totalmente solas porque había una casa lindera de una familia que cuidaba permanentemente la cabaña de los Oviedo –familia de Cristina- pero la inmensidad del campo daba un poco de “miedito”. De todas maneras, la elección duró muy poco: en las madrugadas estabamos todas en el mismo cuarto.

El primer día lo dedicamos a pasear por los cerros que habían al pie de la casa, recolectamos piedras, metimos los pies en el río que atravesaba todo el pueblo y también el patio del lugar, charlamos mucho, nos tiramos al piso a reflexionar de nuestro futuro y de lo cercano que estaba el final de la etapa que tantas alegrías nos había traído. Jane y Dani lagrimearon un poco, yo traté…pero no pude.

Los demás días fueron así, no habíamos tomado mucho más de lo necesario. Jugábamos a monopoly, uno, tutifrutti, carrera demente o de mente, no recuerdo como era. Entre otros más. Vimos películas de terror que nos pusieron los pelos de punta, reímos más. Me distraje mucho y lo disfruté de verdad. Cuando recordábamos anécdotas viejas era feliz de verdad. Mi sonrisa, sin ella no estaba presente, era real.

-Agustina ya está en camino. –Dijo Cristina el viernes en la tarde- Me pide que le indique bien a su papá como llegar. Tengo que acercarme hasta la municipalidad del pueblo porque si no, no voy a tener buena señal. ¿Alguien me acompaña?

Daniela se ofreció. Yo fingí un dolor de cabeza y me acosté a dormir, quería ocultarme. En realidad me moría de los nervios. Literalmente, me temblaba todo el cuerpo. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? No me nacía acercarme, ni hablarle, ni nada… ¿Qué hacía, Dios?

Sentí su voz. Me faltó el aire. Fingí que dormía pero todo me salió mal. Daniela abrió la puerta de la habitación donde yo me había “ocultado” y dijo:

-Esta va a ser tu pieza, con Laura. Aunque estamos durmiendo todas juntas. Después te fijás que querés hacer.

La verdad es que no esperé que se arrojara sobre mí para despertarme. Me dolió, mucho. Se que si no me hubiera enterado lo de Yamila me hubiera puesto feliz. Ahora no y por primera vez no me salía expresar lo contrario a lo que sentía. Estaba tan herida con ella que no quería que me tocara de ninguna manera.

-Llegué! Despertate! –Dijo, haciéndome cosquillas.

-¡Agustina! Duermo! –Dije, de mala manera.

-Pero llegué yo. Dejá de dormir.

Oculté mi cabeza contra las almohadas. Le dije que se fuera y me dejara descansar, me dolía la cabeza. Ya después iba a ir a saludarla. Se sorprendió mucho de mi reacción, pero se fue a seguir conociendo el lugar. Yo aparecí para la cena.

Habían cocinado pizzas. Agustina estaba muy contenta y entusiasmada, se notaba que había paseado entre la tierra porque tenía la ropa un poco sucia, cuando ella estaba contenta y entusiasmada con algo generalmente yo lo aprovechaba en mi beneficio, esta vez no me nació ni siquiera sentarme cerca de ella.

Hicimos un brindis, por nosotras y nuestra amistad que debía ser eterna. Cenamos. De vez en cuando Agustina y yo cruzábamos palabras en el medio de la conversación que teníamos entre todas. Pero de preferencia yo no le dirigía ni una mirada, inclusive cuando ella hablaba yo desviaba la vista en cualquier dirección. Tomamos un poco de cerveza y fernet. Reímos. Fue una cena inolvidable. No quería que terminara y duró hasta aproximadamente las tres de la mañana.

Cristina interrumpió la conversación para decir:

-Les preparé algo. No, no es material así que no se ilusionen. Pero es un pequeño homenaje a nuestra amistad. Dicho esto, fue hacia el televisor y le puso play a un video que traía en un pen-drive.

Yo internamente quería llorar pero no lo lograba, el video logró que lo hiciera. Y con creces.

Eran fotos nuestras, con algunas de pequeñas, con otras ya entradas en la secundaria. Fotos en clases, en estudiantinas, juntadas, bailes, cumpleaños, salidas, campamentos, la presentación de la campera, momentos únicos e irrepetibles. Los mejores  que podía haber vivido estaban en ese video. Fotos que no sabía de su existencia, fotos que amaba con toda mi vida. Todo esto acompañado de  canciones ideales para los videos de despedida “Brillante sobre el mic – Fito Paez” (Se los recomiendo si quieren hacer un video de este tipo, todos terminan llorando, también se la conoce como “Recuerdos que no voy a olvidar” ) “The Scientist – Coldplay” “Amigos – Enanitos verdes” –también la recomiendo, esa te rompe el corazón- “Juntos a la Par – Pappo” y un par de canciones más. El video me había recordado tantas cosas, cuánto las quería a todas –Incluyéndola- Tanto habíamos pasado en seis años, a mis otros compañeros también los quería mucho. Empecé a llorar. No quería que la escuela terminara. En el fondo no quería que nada terminara.

Cuando sonaron los últimos acordes de la última canción, Cristina prendió la luz. Todas llorábamos como niñas chiquitas. Nos abrazamos en grupo y lloramos cinco minutos más. Había sido un golpe muy bajo. Cristina secó sus lágrimas y dijo que no esperaba que lloráramos tanto, que nos amaba, que nunca nos íbamos a separar, entre otras cosas. Todas hablaron, inclusive yo. Aunque fui bastante escueta porque las lágrimas no me dejaban hablar, bastante patético fui. Decidí irme al patio un ratito, sola. Me senté en uno de los bancos de cemento preparados para los asados campestres.

Ahí si que lloré. Por todo, por lo bueno y lo malo. Por lo que se iba, por el futuro. Por la facultad ¿Había elegido bien la carrera? Estaba creciendo, en parte no quería y en parte me moría de miedo de decepcionar a alguien ¿Y si el año que viene era un año perdido?. Ninguna de mis amigas iba a estudiar lo mismo que yo. Iba a estar sola contra ese mounstro desconocido que es la universidad. Lloraba, lloraba por Agustina obviamente, pero eso ustedes ya se lo imaginarán.

Lloraba haciendo ruido, de una manera horrible y no podía frenarme, creo que nunca habían salido tantas lágrimas de mis ojos hasta ese momento de mi vida. Encima, la noche estaba hermosa, las estrellas parecían a metros de mi, iluminaban el cielo y hasta casi parecía de día. Era un espectáculo hermoso. Que crueldad, yo sufría tanto y el cielo me regalaba una de las mejores noches que jamás hubiera visto. Lloraba porque sabía que quizás nunca volvería a ese lugar donde estaba ahora, porque no quería que llegara la fiesta de Egresados y no volver a ver a ninguno de mis compañeros, profesores, preceptores. En ese momento, con 17 años, eso me parecía el fin del mundo.

No sentí sus pasos, solamente que me envolvía en un abrazo que no me transmitía nada. Y eso me dolió aún más que todo. Ella ya no lloraba. Me había seguido hasta donde estaba.

-Algo te está pasando. Y estoy más que segura que es conmigo. Reís con todas y conmigo no. Le hablás a todas y a mi no. Abrazaste a todas después del video y a mi un golpecito en la espalda. ¿Qué pasa? ¿Hice algo? –La segunda pregunta la hizo con miedo. Como si algo le dijera que yo me había enterado de su traición. Me soltó al ver que yo no había reaccionado ante su abrazo

No me nacía ninguna palabra hacia ella. Ninguna, ni siquiera “No”. Me quedé sentada mirando el piso. Ella volvió a abrazarme e intentaba refugiar su cabeza en mi pecho. Me sobresalté ante ese contacto.

-No me toques. No quiero tener a nadie cerca. ¿Podés irte?- Mi voz estaba ronca y desconocida.

-Decime que te pasa y me voy.- Dijo, desafiante.

-Tengo muchas cosas en la cabeza. No sos el centro del universo. ¿Cuándo vas a entender eso? –Si que era el centro, si que lo era o por lo menos el centro de mis tristezas en ese momento. A pesar de todas las excusas que me ponía a mi misma. Mi pena más grande era por ella. No podía mirarla a los ojos porque tenía la certeza de que me dolería. Y ya no quería más dolor.

-Me preocupás. Las chicas me dijeron que estás un poco apagada y no saben porque, por mi parte solamente quiero saber si te pasa algo. Si no me querés decir está bien. Lo acepto. Y si no soy el motivo de tu estado, mejor.- Se levantó y encaminó hacia adentro. Yo me tiré sobre la mesa a seguir llorando. Cristina había vuelto a comportarse como una hermana al no revelar nada.

Me enderecé y me volteé, ella estaba a unos metros.

-Agustina…-dije, en voz baja pero ella me escuchó.

-¿Qué pasa? –Dijo, devolviéndose rápidamente y hasta con algo de ilusión.

-En un rato más voy a entrar. Quiero dormir sola. Si? Dormí con las chicas. La cama en la que me viste hoy acostada me gustó desde que entré y no quiero correrme de ahí.

Me miró profundamente, en silencio, intentando saber que me pasaba y asegurándose de que sí tenía algo que ver con ella aún cuando yo le dije que no. No era muy difícil descubrir mi mentira de todas maneras, si la única a la que no podía ni siquiera mirar era a ella.

-Está bien, voy a dormir en la habitación principal con las chicas. No te preocupes. –Dio media vuelta y se fue. Creo, no tengo la certeza, que lloraba nuevamente.

Una hora después, entré, todas ya dormían. Eran aproximadamente las cinco de la mañana. Tenía la cabeza abombada y cansada después de dos horas llorando como una Magdalena, pero me sentía bastante más libre. Dormí tranquilamente a penas puse la cabeza en la almohada.

Cuando desperté era mucho más del medio día. Las chicas estaban terminando de comer.

-¡Hasta que despertó la bella durmiente! –Exclamó Guillermina.

No tenía nada de bella en ese momento. Mis ojos estaban hinchados y parecía descendiente de asiáticos. Por cierto, mis ojos son lo que más me gusta de mí. Verdes oscuro, casualmente mi color favorito, aunque en el sol se ponen verde claro, ahí me caen mal. Mentira, los amo siempre.

El pelo, castaño y largo hasta la mitad de la espalda, siempre acostado en forma de jopo hacia el costado izquierdo de mi cuerpo, se había enmarañado y parecía una leona. Terrible.

Mi aspecto era serio, triste, daba un poco de pena. Me senté dispuesta a almorzar. Fideos con queso, típico de gente que no se quiere esforzar en cocinar. La cabeza me rebotaba para todas partes y esta vez yo no participé de la charla en la mesa ni en la sobremesa.

Vimos una película que me pareció tonta y aburrida. Estaba realmente muy negativa, Daniela propuso salir a dar las últimas caminatas por el hermoso lugar donde estábamos, al otro día ya partíamos a la ciudad. Eso hicimos, hasta nos metimos en el río. Fue imposible no pasarla bien. Tomamos mucho sol, comimos, jugamos a las cartas, tomamos, bromeábamos entre nosotras. Y así de rápido llegamos a la noche.

Como era la última cena habíamos dejado lo mejor para el final: Una petaca de Whisky, vodka, cerveza, frizzé, etc. Y de cena: Asado. Todo se prestaba para ser genial y así lo fue. La cena de la noche anterior había sido la emotiva, esta era la alegre. Todo era festejo. Yo seguía evitando a Agustina que estaba muy cargosa realmente y con unos tragos de más era totalmente peor. Me abrazaba, me hablaba mucho y de cosas que a mi no me interesaban, quería caminar conmigo de la mano y yo fingía calambres, ahora me da un poco de risa. Pero así fue.

La convivencia esos días había sido realmente buena, éramos unas viciosas de los juegos de mesa –como ya se habrán dado cuenta- y podíamos estar horas y horas así. Mientras se complementara con comida y algunas excursiones, todo marchaba bien.

Ya llevábamos cinco horas jugando al Estanciero –juego parecido al Monopoly pero versión Argentina- y no se resolvía nada, seguían tomando y ya por lo menos Daniela y Cecilia estaban ebrias. Agustina, Cris y Guille estaban alegres y yo no había tomado mucho. Fingía cada vez que llegaba un vaso hacia mi, pero la realidad era que estaba totalmente sobria.

Perdí primera, me quedé en bancarrota. Y si bien el juego se veía muy interesante y peleado, comencé a dormirme sobre la mesa. Cristina me invitó a que fuera a la habitación que estaba usando para dormir tranquilamente. Me despedí de todas y me fui a acostar. Dormí.

Me desperté al rato, sobresaltada por gritos de pelea. Las chicas estando borrachas se habían desconocido y Janet había revoleado el juego por todas partes. Pensé que se venía una gran discución, pero en cuando llegué al comedor vi que estaban todas muertas de risa en el piso intentando buscar las fichas. Las quería tanto.

Les dije que ya se fueran a dormir y fueron muy obedientes todas. Todas, excepto Agustina. Ya estaba muy borracha. Cuando las ubiqué a las demás en su respectiva cama, me dirigí hacia mi habitación y  cruzando un pasillo, la vi. Estaba tomando vodka con algo de jugo y miraba por la ventana, quien sabe en que pensaría. Quien sabe si yo me crucé por alguno de esos pensamientos, aunque ya no importaba. O por lo menos estaba intentando convencerme a mi misma que no importaba.

No le pregunté si se acostaría o no, directamente enfilé hacia mi habitación. Yo era la única que estaba durmiendo totalmente sola y en parte lo hacía porque, aquí entre nos, Daniela roncaba demasiado y me resultaba insoportable. Prefería dormir en la habitación de enfrente que con sus terribles ruidos. Me acosté con la espalda hacia arriba y rápidamente me relajé, cuando comencé a dormirme sucedió lo inesperado.

Agustina entró rápidamente al cuarto. Se tiró sobre mi y comenzó a besarme de una manera entre exitante, desesperada y tierna el cuello e intentaba tocarme por todas partes. Quise asegurarme de que no fuera un sueño y no, no lo era. Ella estaba sobre mi y yo no entendía mucho que pasaba, me voltee con fuerza y la separé de mi, pero no gané por mucho tiempo, se arrojó encima de mí y comenzó a besarme con fuerza. Intenté, juro que intenté resistirme, pero no pude, me dejé llevar por sus besos que no eran para nada tiernos, eran violentos, me mordía. Se separó de mi y se sacó la remera, con fuerza.

Luego de eso, me sacó la musculosa que yo tenía de pijama y comenzó a besarme el cuello con tanta fuerza que seguramente me iba a dejar marcada. Ahí comencé a notar que ella realmente no estaba en sus cabales, estaba ebria en exceso y vaya a saber que se había cruzado por su cabeza. De todas maneras, yo me seguía dejando llevar, gemía ante sus besos y le desprendí el corpiño. Besé sus pechos desnudos, acaricié su espalda, ella comenzó a tocarme en mis partes íntimas sobre el pantalón. Yo ya estaba enloquecida de excitación, en parte me encantaba lo que estaba haciendo. Me estaba volviendo loca. Era una fiera salvaje. Me mordía, rasguñaba, quería sacarme la ropa con prepotencia. No la imaginaba así.

Me desnudó de la mitad para arriba y recorrió todo lo que pudo con su boca. Yo comencé a tocarla desesperadamente por arriba del pantalón. De repente ella se soltó de mi, se dirigió a mi boca y mirándome como nunca en su vida lo había hecho, dijo:

-Quiero que me hagas el amor. Esta noche quiero, desesperadamente, ser tu mujer. No me importa nada más que estar con vos. –Me besaba y mordía fuertemente mientras decía eso, pero lo cierto es que nunca debió haberlo dicho.

Fueron esas las palabras que me hicieron caer en la realidad. Estoy segura que si se hubiera quedado callada, yo hubiera seguido. Me trajeron todos los recuerdos malos. Me hicieron saber que ella hacía todo esto porque estaba ebria, antojada de tener sexo y seguramente tenía curiosidad en hacerlo con una mujer. Nada más. Yo sí le haría el amor y sabía que si pasaba me enamoraría irremediablemente de ella. No había vuelta atrás ni siquiera en nuestra amistad si pasaba. Aparte, ella no estaba ni siquiera siendo tierna. No me gustaba, no. Y lo peor y más decisivo, recordé lo de Yamila.

-No, Agustina…No. –Comencé a decir, suavemente. Ella no me escuchaba en lo más mínimo. Y me besaba hasta ferozmente. Levanté la voz.

-AGUSTINA SOLTAME AHORA! –Lo dije con tanta fuerza y con tanta bronca, que se corrió inmediantamente y se puso su remera a la velocidad de la luz. Yo me cubrí con una sábana- No quiero esto ni ahora ni nunca. Basta, andá a dormir estás borracha y no tengo porque aguantar estas cosas.

Ella rió de la manera más burlesca y horrible que alguna vez le haya escuchado.

-Estas cosas…pero si te morís por estar en la cama conmigo, patética. ¿Ahora te crees mil? ¿Porque? Se que querés que tengamos sexo, siempre lo supe, no te hagas la difícil. – Y me intentó besar pero le corrí la cara. Acababa de decirme patética, pero trataba de besarme. Que rechazo me provocó en ese momento.

-Se lo que pasó con Yamila. No quiero volver a hablarte, a tocarte, a besarte. No dije nada porque no quería arruinar el viaje, pero si te volves a acercar a mi de la forma que sea voy a hacerte daño. Lo se, porque tengo muchas ganas de lastimarte. Dejame en paz, sola, libre…¡DEJAME! –Grité.

Ella se quedó de piedra. Que yo supiera lo de Yamila era algo fuerte. No supo que decir, así que lloró. Se encogió en la cama y lloró. Esa escena era realmente patética, hasta la noté actuada.

-Me das un poco de lástima, Agustina. Y ya que no te vas y me dejás en paz, me voy yo. No me hables, fingí que no existo.  Lo que pasó es imperdonable. –Y abrí la puerta para salir.

-Pero…y nuestra amistad? –Dijo, con un hilo de voz. Siempre con esa preocupación estúpida de perderla. La habíamos aniquilado ¿A quien engañar?

-Mirá, dejame pensar, por el momento para mí estás muerta.

Dicho esto cerré fuertemente la puerta y la dejé llorando. Admito que en ese momento no sentí absolutamente nada hacia ella por eso fui cruel. Pero cuando me acosté en otra de las habitaciones, lloré por última vez por esa maldita y horrorosa historia, mi fallido amor con Agustina. Ahí, en el medio de las últimas lágrimas decidí como sería mi venganza.

HAAAAAAASTA AQUI LLEGA LA PARTE 11! AAAAAAAAAMIGOS, TANTO TIEMPO! PASARON MUCHAS COSAS: TRABAJO, ESTUDIO, ROTURA DE PC, PERDIDA DE MAIL Y CONTRASEÑAS, HASTA TUVE QUE HACERME OTRO PERFIL, TODO COMPLOTÓ PARA QUE ME PERDIERA ESTE TIEMPO…ESPERO QUE LES GUSTE ESTA PARTE 11…NO ESTÁ PULIDA PORQUE ESTOY DESESPERADA POR SUBIR, ASÍ NO SE OLVIDAN DE MI. PERO VENDRÁN MEJORES! UN ABRAZO Y ESTA HISTORIA SIGUE! :D

¡GRACIAS POR SUS HERMOSOS COMENTARIOS! Lucía, quiero saber porque me amás jajajaja :D me siento privilegiada.