Cavé un pozo y...¡NUEVO PERFIL! Continuación. 14

Me inspiraba, ternura, ganas de cuidarla, de protegerla. Y también me excitaba sexualmente como nadie. Entre Victoria y yo había muchísima piel, química, atracción.Era algo que ni ella y yo podíamos explicar. ¡Se vienen los capítulos prohibidos!¡Gracias por la paciencia!

Si, seguí hablando con ella toda la noche, pero había algo que me trababa, que me impedía que me gustara toda esta nueva situación. Me fastidiaba bastante, aunque no tenía un motivo fijo. ¿La edad? ¿Qué me pusiera nerviosa que escribiera con mayúsculas todas las palabras? ¿Qué no estuviera durmiendo para ir a la escuela como correspondía que hicieran las chicas de su edad? ¿Qué muchas veces pusiera “coso” cuando no sabía que decir? Dios, me sacaba de quicio. Lo que acabo de mencionar  a ella  no se lo dije, ni tampoco se lo di a entender, le seguía la charla como si realmente me interesara en que año estaba, como se llamaba, nombre de sus padres, de su hermanita y como si hubiera querido interiorizarla de sobre mi vida, cosa que hice, pero a medias.

Vi su foto de perfil. No me parecía linda, aunque no voy a describírsela ahora. No quise seguir viendo más fotos de ella.

Tampoco me gustaban sus estados, que –Encima De Estar Escritos Así- eran referencia a que claramente había estado bastante enamorada de su ex o por lo menos eso quería aparentar. ¿Por qué me molestaba eso? Que se yo. ¿Acaso todavía no me conocen? No se porque siento el 90% de las cosas.

Como a las seis de la mañana, le dije que me tenía que dormir. Salía en viaje a las tres de la tarde y quería descansar un poco, aparte aún no terminaba de arreglar todo. Ella me dijo que en un ratito más se iba a levantar para irse a la escuela, que le hablara cuando despierte.

Cuando desperté no le hablé. No quería empezar otra conversación con ella, encima había soñado con Agustina, que estábamos juntas otra vez. Que cosa horrible.  Me bañé alrededor del medio día, almorcé, terminé de guardar todas mis cosas y partimos con mamá para la terminal de ómnibus. Justo cuando salía en viaje vi que tenía un mp de Victoria.

“¿Te Olvidaste de Hablarme?” No, solamente te esquivaba porque no me gustas pensé.

-Perdón, con esto del viaje estoy muy colgada. ¿Cómo estás? ¿Cómo has estado en lo que va del día? – Le escribí, sin ganas de leer la respuesta, aparte debía guardar batería para poder ir escuchando música todo el viaje, le dije eso después de que ella intentara sacarme más conversación. Me pidió que le hablara cuando llegara a Rio Negro.

Fui pensando toda la noche mientras viajaba, a ella parecía haberle gustado hablar conmigo, me preguntaba sobre mis cosas, le interesaba o por lo menos eso intentaba demostrar. Nuestros caminos se habían cruzado hacían menos de 24 horas ¿Por qué hacer tanto espamento? Habían muchas cosas en contra, éramos de mundos diferentes. Ella estaba en la flor de la tontera de la secundaria –la edad del pavo con rabia diría mi abuela-, yo, ya pensando y armando mi futuro, con muchas más responsabilidades. Ella, lesbiana confesa a casi todo el mundo. -¿Lo hacía llamar la atención? Yo, una cosa extraña que no sabía que sentía por nadie. Yo, me había transformado en un ser un poco frío o menos demostrativo. Ella, se sentía tierna, agradable. ¿Qué pasa si al final la que la termina lastimando soy yo? ¿No me estoy aventurando mucho para tan poco tiempo? Si. Me quedé dormida, vencida por el sueño, pero antes tomé la decisión de no hablarle más, por las dudas ante cualquier situación.

Le hablé a media mañana para informarle que ya estaba en Rio Negro y que mi “tío” –de cariño- Oscar nos había recibido muy bien, tenía un auto hermoso, la ciudad era divina y quería dormir como un oso porque estaba muy cansada aunque no sabía de que. ¡Que lindo es tener tanto poder de decisión como el mío! Algo –vaya a saber que- me hacía seguir hablándole, quizás era la curiosidad por saber que podía pasar.

Oscar y Marina –la mujer de Oscar- nos recibieron a mamá y a mí como a dos reinas. Su casa, por cierto, era muy hermosa. Dos plantas, comedor amplio, con un juego de sillones negro hermoso  y un televisor enorme que lo coronaba, debajo de este había una chimenea,  en otro ala de la casa había un metegol, computadora, mesa de ping pong y otro televisor, la cocina estaba dividida del comedor por una barra tipo hawaiana, las habitaciones estaban arriba, eran tres. Habían dejado su habitación para nosotras.

Prepararon un exquisito chivo patagónico para el almuerzo y un postre de chocolate. Javier, su hijo de 13 años -pero que medía como alguien de 24, súper alto- también nos recibió con mucha alegría. Instantáneamente pegamos entre todos buena onda –siendo que yo no conocía a nadie y mi mamá hacían varios años que no veía a sus amigos-. Me sentí feliz, tranquila, libre, en familia se podría decir.

Comenzamos a hablar  con Victoria todo el tiempo. Todo el tiempo. Me despertaba con un mensaje de ella y ella se quedaba dormida mientras hablaba conmigo –le dije que normalizara su horario de sueño por la escuela y me prometió que lo haría-. No hablábamos nada en torno a algo sentimental, pero era muy divertido sentir como empezábamos a conocernos. Me seguía cayendo mal su forma de escribir, pero trataba de no prestarle mucha atención, aparte muchas veces lo que escribía se me hacía más importante que eso. Ya no tenía ganas de no hablarle, pero todavía tampoco me gustaba ella.

Ya llevábamos 5 días conversando, llegó el turno de hablar de los exs. Me conto de ella, de Sabrina, su ex novia que vivía muy lejos de ella –en la misma provincia, pero lejos- y que siempre la tuvo a las vueltas, nunca se decidió realmente ella y eso la lastimó mucho. Cuando la leía a veces no podía creer que una chica de 14 años me expresara tan bien sus sentimientos y fuera tan segura de si misma. Era un punto a favor de Victoria, su seguridad, incluso estando herida, porque lo estaba y mucho, afrontaba todo lo que le pasaba.

Sabrina la había lastimado –y según ella, a veces lo seguía haciendo aunque no se adentró mucho en eso-. Yo ya había notado que esa chica seguía sobrevolando el ambiente.

Le conté de ella, de Agustina, de las vueltas, la amistad perdida, el “noviazgo” extraño, las heridas por todo lo que habíamos pasado, lo que tuve que aguantar, también que a pesar de todo, la seguía queriendo  y teniendo como amiga, Agustina seguía en mi vida. Abrí mi corazón. Su respuesta me conmovió:

-Espero Curarte De Todo Eso Alguna Vez, Espero Ser Importante Durante El Mayor Tiempo Posible En Tu Vida.- Ay Dios, si lo hubieras escrito bien sería tan lindo.

-Espero que lo hagas. –Respondí.

Justo ese día, mientras hablábamos de nuestra vida sentimental, como si la hubiera invocado, me llegó un mensaje de Agustina.

-Te extraño, espero que estés pasando un lindo viaje. Te quiero ver a penas llegues. Te amo. –Me quedé leyéndolo veinte minutos seguidos. Nunca nos dejamos de decir te amo, yo la amaba también, pero me pegó mal ese mensaje. O sea, como si la necesitara otra vez conmigo, como si necesitara que me amara como yo siempre quise…no se si me explico.

Dejé de responderle a Victoria y tampoco le respondí a ella, aproveché que iríamos de visita a un lago con un paisaje divino para volver a replantearme mis pensamientos, que tan entremezclados estaban. Seguramente sentir que la necesitaba era algo pasajero, muchas veces me pasaba que extrañaba sus abrazos, andar de la mano con ella, sus besos, encima por esos días de marzo pero hacía un año había empezado todo entre nosotras, de una u otra manera era normal tener un poco de “extrañitis”.

Cuando estuve en el lago, me alejé un poco de las personas con las que veía y me senté en una piedra grande que estaba cerca de la orilla, el lago pasaba con fuerza, era bastante peligroso y se había cobrado varias vidas, por lo que no metí los pies en el agua, aparte hacía un poco de frío. La tranquilidad vino hacia mi y pude comenzar a –por vez número mil- reflexionar un poco sobre mi vida en general.

Llegué a muchos acuerdos conmigo misma, intentaría seguir hablando con Victoria aún con todas mis inseguridades encima, la chica parecía buena, interesada en mi, había revisado mis fotos en facebook y por lo que me dijo, le gustaba Lástima que yo no podía decir lo mismo, aunque todavía faltaba conocernos en persona y todo eso, había algo entre nosotras interesante y quería llegar hasta el fondo de la cuestión.

La primera que debía enterarse de esto, sería Agustina. Aunque ella me dijo expresamente que no quería verme con otra mujer, tenía que contárselo a ella y en lo posible lograr que con Victoria se llevara bien –Todo si yo lograba algo serio, claro-.

También me di cuenta que Agustina todavía me seguía gustando, atrayendo, acomplejando, pero no le di mucha importancia a eso. Con el tiempo y Victoria, se me pasaría –Si todo salía bien, claro-.

Después mi pensamiento se fue para el lado de la facultad, que empezaba en un par de días y ahí me quedé un rato largo, a ustedes me imagino que eso mucho no les interesa así que no me voy a adentrar.

Cuando íbamos camino a casa de Oscar otra vez, me di cuenta que extrañaba un poquito a Victoria –o a mi celular, quizás- quería hablar con ella –o quería hablar con cualquiera-. Así de contradictorios como la oración anterior eran mis pensamientos en ese momento. Cuando llegué, tenía tres mensajes de Victoria y uno de Agustina. Los de la primera me preguntaban porque no le respondía y hasta con un dejo de preocupación, en uno de los mensajes me dijo que me extrañaba y me sobresalté un poco.

El de la segunda, prácticamente me insultaba por no responder. Y me dio tanta rabia que no lo hice, seguí hablando con Victoria, contándole donde había estado y lo bien que la había pasado, ella se entusiasmó mucho y me preguntó detalles, era muy simpática realmente.

Para la semana, ya sabía mucho sobre ella. Iba a una escuela técnica, mañana y tarde, estaba en tercer año, no le gustaba mucho estudiar para ser sinceros. De todas formas,  la notaba muy inteligente, tenía buenas respuestas, buen sentido del humor, conocimiento sobre otras cosas que están muy por encima del conocimiento académico. Amaba a su papá más que a nada en el mundo y mucho más que a su mamá, con la que no congeniaba para nada, ninguno de los dos sabía nada fehacientemente de su sexualidad, pero lo sospechaban porque ella lo hacía público en facebook y ese universo es muy pequeño. Su papá, Antonio, la consentía en todo, absolutamente todo. Y su mamá, Ana, en nada, era bastante estricta con ella aunque no lograba ponerle los puntos a Victoria porque siempre estaba su papá en la defensa. Le tenía rencor a su mamá porque había engañado a Antonio, cuando el la amaba con locura. Siguieron juntos solamente para intentar rearmar la familia, pero ella creía que no se querían como antes, ninguno de los dos. Tenía una hermana más pequeña, Nahir. Con la que tampoco se llevaba muy bien, pero eso era porque ella fue hija única durante cuatro años y la pequeña llegó a romperle el reinado. La quería mucho de todas maneras.

Como todos con los que convivía me veían tanto con el celular, todo el tiempo –y muchas veces sonriéndole, cuando ella decía algo que me gustaba-, todos decían que en algo andaba, mi tío –para ese momento ya lo consideraba así, sin comillas- fue certero.

-¿Me decís que estas soltera? No creo que te dure mucho, Laura. Estás todo el tiempo detrás del celular, alguien te quiere levantar. Alguien anda por ahí. ¿No es cierto? –Indagaba.

-No tío –decía entre risas- no pasa nada, son amigos. –Jamás develaría algo gay, jamás, por el momento-.

-Yo te aseguro que vos no vas a durar mucho tiempo soltera. Algo pasa por ahí, pícara.

Yo me defendía en la medida de lo posible, pero nadie me creía, incluso mi mamá estaba empezando a sospechar que en algo andaba. Y era cierto. Pero nadie se imaginaba en que, nadie.

¿Qué más supe de ella ese día? Que no era virgen. Con 14 años no era virgen. Leer eso me dio una punzada extraña en la panza, no me gustó en lo más mínimo ¿Celos? Quizás. Nuestra proximidad ya era bastante clara. Estábamos empezando “algo” –aunque yo seguía diciéndome interiormente que había algo de ella que no me gustaba, creo que buscaba una excusa- y…saber que ella ya había estado con alguien era inesperado ¿Qué me decía de su persona? Pregunté detalles, por supuesto.

-Con Una Mujer No He Estado, Pero Con Un Hombre Si –que difícil es escribir así, por favor- Estuve Siete Meses De Novia Con Un Ex Compañero De La Escuela, Agustín. El Me Dejó, Eso Me Sirvió Para Descubrir Que Me Gustaban Las Chicas, Mi Primer “Novia” Fue Sabrina, Pero No Logramos Nada.

La pequeña ya había tenido relaciones. Guau. Yo le conté de Leo, que perdí mi virginidad a los 16 -3 años después que ella, que la perdió a los 13. Dios.- y de mi cercanía con Agustina, que nunca llegaron a nada concreto. Ella no había tenido algo así con una chica, nunca. En mi digamos que podría considerarse “normal” no ser virgen. ¿Pero y en ella? ¿Era una rápida cualquiera? ¿Simplemente se le dio antes que a las demás? ¿Los jóvenes de hoy en día ya no distinguen el mal del bien?

Eso de que no fuera virgen me bloqueó bastante para seguir hablándole, por lo que cuando salíamos de excursión con mis “familiares”  volvía a hacer eso de no me llevar el celular, para tardar en responder. Me decía que no le gustaba que demorara y entonces yo ponía la excusa de que era porque me iba sin el teléfono, para desconectarme totalmente.

La verdad es que  no sabía que hacer. ¿Seguir o bloquearla y listo, acá no pasó nada? Mi pacto conmigo misma tuvo un par de momentos de debilidad aunque seguí, por supuesto, pero con menos ánimos.

El día octavo no tuve un mensaje de ella al despertar y si una solicitud de amistad. Me sorprendí.

Victoria Avellaneda quiere ser tu amiga en facebook.

¿Qué había pasado? Me metí a su perfil, me había eliminado y luego me volvió a agregar. ¿Cómo era eso? ¿Acaso tenía las mismas inseguridades que yo? La acepté, aunque con muchas más molestias hacia ella que antes. Me llego al minuto un mensaje.

“La Estúpida De Mi Ex Novia Tiene Mi Contraseña Y Estuvo Leyendo Que Ahora Estoy Empezando Algo Con Vos –Ahí me enteré fehacientemente que ella ya consideraba estar empezando algo conmigo- Y Te Eliminó, Ya Cambié La Contraseña Y Le Dije Que No Me Moleste, Ella Ya Paso En Mi Vida”.

No me gustó saber que alguien había estado leyendo nuestras conversaciones y no le respondí. Me fui sin el celular a seguir conociendo Rio Negro. ¡Por cierto! Ya quedaban un día para volver a mi provincia, las vacaciones habían sido increíbles. Conocí ciudades hermosas, casino, diques, ríos, montañas, parques, clubes, shoppings, personas geniales, almuerzos, cenas. –Lo único malo fue que no pudimos llegar hasta Bariloche porque estábamos muy lejos, pero en algún momento iremos-.

Le respondí a Victoria recién en la noche -después de un mensaje insistidor de ella- que estaba todo bien pero claramente yo no era “la misma”. O sea, no le seguía la conversación, no le preguntaba por su día, ni le daba detalles del mío. Notaba que ella intentaba remarla, pero yo estaba bastante dura. Así seguí durante los días siguientes, aunque muchas veces quería estar bien, quería hablarle bien, mi orgullo fue más fuerte y no lo hice ¿Qué tanto le importaba que yo me enojara? Por el momento parecía no haberse dado cuenta al todo, solo la remaba para seguirme hablando.

En la tarde del 31 de marzo, partíamos. Hice un video mostrando toda la casa, a Marina, Javier, Oscar, al gato gordo y rubio que estuvo durmiendo todo el tiempo que estuvimos ahí, el auto, todo. Para que Victoria conozca pensé, pero me retracté al momento, seguía “enojada”. Para recordar cuando extrañe, mejor así.

Nos hicieron un almuerzo de despedida, exquisito, nos regalaron dulces caseros, una remera a cada una que decía “Patagonia –Argentina”, llaveros, un montón de recuerditos de Rio Negro básicamente. Fueron días hermosos, lloramos un poco en la terminal y prometimos volver pronto, la verdad es que aún no lo hemos hecho y ellos no han podido venir a visitarnos, pero la promesa está latente. ¡Los extraño tanto!

Desde que me subí al colectivo de vuelta, comencé a sentir polillas peludas arrancándose pedazos entre ellas en la panza. Una sensación horrible, de nerviosismo total ¿Con que iba a encontrarme al llegar? ¡Iba a conocerla en persona! ¡Y no me gustaba por lo que vi en fotos! ¿Cómo sería su voz? ¿Su altura? ¿Me iba a besar o que? La verdad es que ya habíamos hablado de besarnos, de que había que ocultarse para hacerlo, en plan de “chiste”, pero ahora se acercaba la realidad ¿Qué haríamos? Quería que pasara el tiempo rápido, pero a la vez no quería llegar nunca.

Victoria me envió un mensaje esa noche, lo leí en una de las estaciones de servicio donde agarré señal. Me movilizó algo sentimental, por primera vez.

-Se que desde que te dije que Sabrina estuvo en mi facebook estás enojada conmigo –Todo bien escrito, eso me atraía bastante. ¿Lo que me frenaba con ella era que escribía mal? No, pero definitivamente me gustaba escribiendo así. ¿Me gustaba?- Lo entiendo, yo también lo estaría, pero por favor ¿Podemos hablar bien, otra vez? Es raro lo que  siento ¿Te extraño? ¿Te quiero? No lo sé todavía. Pero lo que si se es que me encanta que hablarte, contarte de mi y que me cuentes de vos. ¿Me das la oportunidad de seguir? Aparte, ya estás camino hacía aquí, no queda nada para conocernos. No se que más decir, solo quiero que me hables bien. No te enojes con Victoria :C. –Siempre hablaba en tercera persona de ella misma cuando quería dar ternura y sacar algo en su provecho.

Me quedé mirando ese mensaje y sonriendo. Sonriendo como estúpida, para más datos. Que bien como escribía, como ya me conocía, llevábamos diez días hablándonos, todo el tiempo, desde la mañana hasta la noche, incluso un día pasamos veinticuatro horas de corrido hablando. Y yo le importaba, no quería confundirme ni confundirse, pero el tema es que yo le importaba. ¿Y ella a mi? Algo. Si, algo. No pude volver a fingirme distante pero le aclaré que si,  que realmente me había molestado que ella no me avisara de nada, que yo le había abierto sentimientos de mi vida que no tenía porque saber Sabrina,  entre otras cosas.  También le dije que me gustaba como escribía ahora, que no cambiara. No lo hizo.

Dejó de poner estados para Sabrina, aunque dudaba de que la hubiera olvidado o algo así, pero que lo dejara de hacer me ponía contenta.

Después de eso, aunque quise, no pude seguir hablando con ella porque perdí la señal –que distinto a cuando venía en viaje, que la evité apropósito-.

No pensé nada esa noche, no quise hacerlo tampoco, pusieron una buena película en el colectivo y me dormí hasta casi llegar a mi ciudad, que todo se diera como se tenía que dar aunque me moría de los nervios.

El lunes primero de abril a las once de la mañana, llegué a mi provincia. A las catorce, entraba a la facultad. No conocía absolutamente a  nadie, ninguno de mis compañeros había elegido abogacía –Si, eso elegí, aunque me consuma la vida- no sabía ni donde cursaba, ni que días, ni a que hora, ni que había que hacer, ni nada, porque los días en los que me fui de viaje eran los de adaptación, por lo que estaba perdida en la tribu. Encima, yo había entrado por el promedio del secundario, nunca hice el cursillo, que es donde uno se hace sus primeros “amigos”, así que era imposible estar más al horno. No tenía la más mínima idea de nada. Había dejado todo preparado antes de salir de casa, o sea que era solo almorzar y partir, de todas maneras vivía –y vivo- bastante lejos de la facultad, así que debía hacer todo rápido.

Al llegar a mi hogar, lo primero que quise ver fue a mis perros, los había extrañado mucho. Mi tía Mariela se había quedado encargada de que ellos comieran y también de limpiar mi casa, por lo que todo estaba bajo control, nos devolvió las llaves y nos dijo que nos esperaban esa noche a cenar, para recibirnos y para que entreguemos los regalos que mis familiares ya daban por asumido que les llevábamos. Aceptamos la invitación y se fue.

-¡Buen día, nenita! –En un principio odiaba que le dijera así, pero a mi me daba ternura, después de un tiempo se acostumbró- Ya estoy acá…con ganas de conocerte de una vez, aunque me muero de nervios. ¿Vos, como estás? –Le envié, antes de entrar a bañarme para partir a mi primer día universitario.

-Hasta que al fin das señales de vida, te extrañaba mucho. Quiero verte ya, abrazarte, conocerte. ¿Cuándo querés? Yo puedo cuando vos me digas. –Respondió.

Pensé que no había dormido muy bien en el colectivo en viaje, más el stress de empezar la facultad…más que quería hablar primero con Agustina y contarle de ella, más que me acobardé un poco -no había juntado el suficiente coraje- y me hizo responderle:

-Che, voy a estar increíblemente cansada hoy y la verdad es que quiero disfrutar estar con vos. ¿Te parece que nos juntemos mañana? ¡Prometo estar con toda la pila! Perdón. De todas maneras, te traigo algo, así que más vale que no te enojes conmigo. –Esperaba, de verdad, que no se enojara y me entendiera.

-Me parece bien, re bien. Es más, te iba a decir que mejor mañana porque sabía que ibas a estar cansadita y te quiero aprovechar. Ah si, que me traes? –Me gustaba que no fuera histérica, que no hiciera las cosas difíciles.

-Algo, mañana te lo doy, vas a tener que esperar. ¿Dónde te parece que nos juntemos? –Pregunté.

-Decime ¡Dale! Aunque yo quiero una cosa, nada más. En Libertador San Martín y Peatonal me parece bien. ¿A vos?

Me gustaba también cuando se hacía la misteriosa y quería decir algo referido hacia mí, como pareja.

-¿Y se puede saber que quiere la pequeña? Si, ahí te veo.

-Ya mañana vas a ver que quiero, mañana te lo voy a decir. De todas maneras, más vale que lo que me hayas traído sea lindo.

Algo me decía que si le iba a gustar, era un caracolito que decía “Victoria”, no se como demonios se lo habían grabado, pero era muy hermoso. Encima tenía tintes de color violeta, su favorito. No le anticipé nada. Sería una sorpresa, recuerdo que cuando lo vi me nació traerlo para ella y llevábamos solamente cuatro o cinco días hablando y en ese momento quería dejar de hacerlo, pero el pequeñín me llamó y se lo compré. Por algo había sido.

Seguí hablando con Victoria, pero cuando estaba camino a la facultad, le envié un mensaje a Agustina –y se me removieron varias partes del cuerpo al hacerlo- por supuesto que a Vico no le conté nada, por las dudas que se preste a confusiones, lo que si le avisé que mi celular estaba por morir sin batería que no se preocupe si no le respondía.

-Agus, ya estoy camino a la facultad. ¡Quiero y necesito verte a la salida! Vos, a que hora salís? ¿Te parece que nos juntemos? Avisame, por favor. –Rogaba que no se acordara que no le respondí cuando estuve en viaje, no pasó.

Me respondió a los cinco minutos.

-Si Lau, yo también quiero verte! ¿Qué me trajiste? Nada -Ahí reaccione que a Agus no le había traído ni una piedra. Bueno, le daría uno de los llaveros-. ¿Dónde nos juntamos? ¿Te parece venir a mi facultad y nos tomamos algo? Salgo a las 17:00.

-Si, dale. Estoy averiguando y me parece que yo también salgo a las 17:00, supongo que llegaré a las 18:00, esperame ahí. Yo te busco. ¡Nos vemos!

Envié el mensaje y el teléfono se quedó sin batería. No había tenido tiempo de cargarlo mientras estuve en casa, por lo que claramente me iba a quedar desconectada.

Comencé a recorrer la facultad totalmente extraviada, menos mal que desde el centro de estudiantes habían colocado carteles de ubicación para los ingresantes, donde indicaban horarios, días, aulas y todo lo necesario para no estar perdido. Corrí hacia mi curso luego de informarme que en el primer semestre, solamente cursaba lunes y miércoles de 14 a 19:30 ¡Genial! No parecía mucho. –Nunca me di cuenta que me había equivocado de cartel cuando miré por primera vez, no salía a las 17:00, salía a las 19:30. Lo vi muy tarde. O por lo menos, tarde para avisarle a Agustina que salía dos horas después de lo prometido. No lo noté en lo más mínimo, mala mía.

Llegué a un aula gigante, que estaba repleta de estudiantes colmados de ilusiones, entusiasmo y alegría y también algunos que se notaba que no era la primera vez que estaban cursando. Todos hablaban mucho, a los gritos. Los bancos de adelante estaban ocupados, no había llegado tarde, pero tampoco lo suficientemente temprano para agarrar los mejores, camine intentando divisar aunque sea alguien conocido, sin éxito. Me senté casi al final a anotar en el cuaderno toda la info que había recopilado en el centro de estudiantes, para no perderla. Una chica sentada a mi izquierda me miró muy atentamente en varias oportunidades, pero no le di importancia.

La chica de la izquierda no dejaba de mirarme, como si buscara en mi a alguien conocido. Ya tenía su grupo armado, hablaba con ellos, pero me miraba cada tres minutos.

Llegó el profesor, Derecho Privado I, una clase fantástica para ser sinceros. Estuve atenta todo el tiempo, la clase se me pasó volando. Cuando me paré para ir al buffet a comprar algo para merendar, la chica me siguió intensamente con la mirada, hasta que me perdí de su vista, que miedo.

Pasó la otra clase, también igual de interesante, Introducción al Derecho, no me perdí  de ningún detalle. La chica seguía observándome con atención, hasta que cuando el profesor terminó de dar su clase, cuando yo me estaba parando para ir a conocer un poco la facu, me habló.

-Disculpame que te moleste, por esas casualidades de la vida ¿Tu apellido no es Márquez?

-Si…si. –Dije, devolviéndome hacia su banco, con cierto interés.

-No me reconoces ¿No es cierto? –Dijo la “desconocida”, que tenía labios como si recién hubiera besado a alguien, húmedos y de color bordó, ojos castaño claro, remarcados con un fuerte delineado negro, pelo castaño oscuro con el costado rapado, se veía muy rockera, aparte estaba toda vestida de negro. Sentí que conocía esa cara, esos ojos. Me aventuré.

-¿¡Juliana?! –Pregunté.

-¡Si, Lauri! ¡Soy yo! ¿¡Que estás haciendo acá!?¡Que alegría verte después de tanto tiempo! –Me dijo, estirando sus brazos hacia mi.

No le respondí, atravesé los bancos que nos separaban y la abracé fuertemente, cuando la solté, le pegué un golpecillo suave en el costado de pelo rapado. Estaba muy contenta, el primer día encontré en la facultad a una amiga de mi infancia que creía perdida, hacían más o menos ocho años que no la veía. Ella vivía cerca de casa, nos juntábamos todo el tiempo con la “barra” de amigos, pero el tiempo, las circunstancias, que unos se fueran del barrio –su caso- entre otras cosas, hicieron que casi no volviera a saber de ninguno. Juliana, era mi mejor amiga para ser más precisos. No se como dejé pasar tanto tiempo sin saber de ella, pero lo importante era que el destino nos volvía a cruzar.

-Acá estamos, empezando abogacía. ¡No conozco a nadie! Así que me pone muy feliz verte, Juli, en serio. ¡Que alegría! –Exclamé - ¿Por qué te desapareciste? ¿Qué ha sido de tu vida?

Juliana se puso un poco seria y me dijo.

-Ya vamos a tener tiempo para que te cuente un poco que pasó por mi vida. –Luego, volvió a sonreír- Olvidate negra, de ahora en más estás en mi grupo.-Hizo un gesto como de reacción- ¡Te presento a los chicos!

Los muchachos estaban saliendo del curso en dirección al buffet, habían frenado en la puerta del curso para esperar a Juliana, que era la única mujer del grupo.

-¡Pibes! –Dijo, tenía una tonada bonaerense muy divertida, se ve que no había estado en la provincia- Les presento a una hermana de mi vida, que tenía perdida y que acabo de recuperar, Laura. – Todos sonrieron y me saludaron afectuosamente-. Ellos son –dijo, señalando uno a uno- Lautaro, Emanuel y Valentín.

Lautaro era atractivo, me llamó un poco la atención. Era rubio, ojos celeste cielo, tenía una sonrisa muy compradora y un mechón de pelo blanco que caía sobre su jopo rubio. El si era de Buenos Aires, pero de una localidad pequeña, vivía desde hacía poco en mi ciudad, extrañaba y viajaba mucho a visitar a sus padres. El más simpático de los tres, siempre tenía un chiste a mano o algo gracioso para decir. No se lo veía como un estudiante aplicado, pero me cayó bastante bien.

Emanuel, era un gigantón de dos metros, moreno, serio, pelo peinado en cresta y permanentemente engominado, parecía un patovica de boliche. Lo que mejor me cayó de él es que decía las cosas más insólitas con toda la seriedad del mundo, casi nunca sonreía. Adorable.

Y por último, Valen. El más “careta” de todos. Rubio, flaco, alto, ojos café y claramente  un chico de plata. De Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de la gran ciudad. Hablaba de una manera un poco recalcitrante, en el sentido de que lo hacía parecer muy  “agrandado”, de la alta sociedad. Se lo veía muy señorito inglés en el vestir y andar. Pero la primera impresión, no decía mucho de lo que verdad era. Se cuidaba en sus formas, cierto, pero era súper humilde, bueno, generoso, educado, chistoso de vez en cuando. De entrada, fue el que mejor me cayó de los tres. Supe que seríamos amigos después de un par de conversaciones y no me equivoqué, hasta el día de hoy lo somos.

Fuimos al buffet a conversar un poco y a conocernos. Bah, ellos ya se conocían, a que me conocieran a mi. La pasé muy bien, me sentí contenta y agradecida de haber encontrado gente tan genial en tan poco tiempo. Pensé que vagaría en solitario mucho más y no fue así.

Valen compró una chocolatada grande y facturas para todos, por ser el primer día. Brindamos y nos prometimos por lo menos intentar rendir juntos y recibirnos por lo menos el mismo año.

Vi en el buffet que habían gomitas frutales y quise comprar para todos, realmente me habían recibido muy bien y quería colaborar con algo en la merienda, pero cuando me revisé los bolsillos, mochila, billetera, campera, me di cuenta que no tenía plata. Me la había olvidado porque salí a las apuradas de casa. Lo primero que pensé fue: No voy a poder ir a juntarme con Agustina, no tengo como avisarle, no me acuerdo su número. Si no le aviso ya, va a matarme.

Tranquilamente podía pedirles plata a los chicos, se que me prestarían pero sería: Para ir desde mi facultad hasta el centro, desde ahí más para ir hacia la facultad de Agus –ya que no había un colectivo directo- luego para no quedar como tan pobre frente a ella –O sea, como para invitarla a tomar algo- y después para ir desde allí al centro y uno más para volver hacia mi casa. Les puedo jurar que me ponía más nerviosa pedirle plata a Agustina que a gente que acababa de conocer. Encima, aún no tenía la credencial universitaria para que me cobraran el pasaje escolar, por lo que debía abonar el común, que bastante caro era. Mi caradurez no daba para tanto. ¿Qué se supone que iba a hacer? No tenía como comunicarme con Agus.

Y lo peor, todavía quedaba una materia más hasta las siete y media. A todo esto, aún no me había dado cuenta que Agustina ya me estaba esperando. Confundí las 17:00 con las 07:00 de la tarde, terrible.

Me quedé intranquila. Juliana me preguntó si me pasaba algo y le dije que no tenía plata para volver a casa –debía tomar dos colectivos-. Me prestó, fingí calmar mis nervios, pero todavía no sabía que hacer con Agus.

Cuando se hicieron las siete de la tarde, no aguanté más la aburrida clase de filosofía y me fui hacia mi casa a prender el celular, la computadora o lo que me quedara más cercano para hablar con Agustina. Me despedí de todos hasta el miércoles y volé, creo que literalmente. Ninguno de los dos colectivos cooperaron para llegar temprano y demoré aproximadamente una hora en llegar, corrí desde la parada del colectivo hasta mi casa. Cuando vi que mi mamá no me había dejado las llaves atrás de la puerta como siempre, pensé que alguien estaba jugando con mi supervivencia. Mamá no salía del trabajo hasta las 21:30. No tenía plata para ir en colectivo, así que con todas mis fuerzas corrí las diez cuadras que separaban mi casa de su trabajo, cuando llegué –súper alborotada- ví el reloj: Nueve menos veinte, a parte de las llaves, pedí plata y pude tomarme colectivo hacia mi casa. Llegué: Nueve y diez. ¿Linda fecha para morir un primero de abril? Si, hermosa. Andá comprando una parcela en el cementerio, Laura. Pensé.

La verdad, es que tenía mucho miedo de prender el celular, así que solo lo puse a cargar. Encendí la pc y le envié un mensaje:

-Agustina, creo que hubiera sido imposible que me pasaran tantas cosas malas esta tarde. Espero que no me hayas esperado mucho, chinita. Quiero verte pronto, te extraño!

Nunca esperé que su respuesta fuera tan violenta.

-Te  podes ir a la puta que te parió, Laura. Tres horas te esperé. Tres y ni un puto mensaje tuyo. ¿Pero quien te crees que sos, pendeja? Te llame, te envié mensajes. ¿Te crees que estoy para volver a perder el tiempo con vos? Ya fue, morite.

Tal vez, si esto hubiera sido en pleno  2012 –Que aunque no lo conté con profundidad, me pasaron un par de cosas así, con esos dichos y arrebatos por parte de ella- yo lo hubiera aceptado, tolerado e incluso hubiera tratado de revertir la situación. Pero no, esta vez no. ¡Que odio me hizo dar! ¿Acaso no leía que no pude? ¿Qué no lo hice apropósito? ¿Era necesaria tanta desubicación de su parte? Está bien, seguro me esperó tres horas y ella odiaba eso, pero tampoco es para tanto, para no entenderme, si las cosas hubieran sido al revés, yo por supuesto que me hubiera enojado, pero la hubiera comprendido. ¿Por qué faltar el respeto? Que pendeja. ¿Yo me había enamorado de alguien así en algún momento? No lo creo.

No pensé en que le respondía lo que le respondí por Victoria, ella no tenía nada que ver todavía en mi vida. No estaba aferrada a ella, ni enamorada, ni nada, pero fui cruel como pocas veces, como si Agustina no me importara en lo más mínimo. Me saqué tanto de quicio, que le puse cosas que mejor no repetir aquí. Nada, absolutamente nada, que tuviera que ver con nuestra relación, todo tenía que ver con lo mala persona que ella era conmigo. Me respondió en pocas palabras algo que quería decir mucho.

-De ahora en más, si querés morirte. No me interesa.

No le respondí más. Me dio bronca y tristeza, me fui a acostar. Prendí mi celular, Victoria sabia que iba a estar desparecida pero igual me extrañaba. Le conté todo lo que había pasado esa tarde, todo. Le dije que no le había contado en un principio que veía a Agus porque no había estado en los planes, había surgido todo de repente –mentí un poquitillo- y le dije también que cada día que pasaba, por una razón u otra, me decepcionaba más de Agustina.

Ella me respondió intentando calmarme, bajarme a tierra, haciéndome entrar en razón que no era necesario amargarme, que si no hice nada con mala intención, nada tiene que volver a mi con mala intención, que se sentía muy hippie diciendo todas esas cosas, pero que no quería que me sintiera mal. Creo que fue lo mejor que alguien pudo decirme en un pseudo ataque de ira. Me calmé bastante, incluso hasta de los nervios por verla al otro día. Le pregunté por ella, por su día y sus cosas. Me interesaba, de verdad. Aunque internamente, seguía pensando en Agustina y en esas actitudes, que fueron las que me hicieron ser quien era ahora. Un poco más fría, insegura, torpe, cruel. También, que aunque peleáramos de la forma que sea, nunca se alejaría de mi vida. Esa era una firme convicción que no se borraba en mi.

Estaba tan enrabiada con todo –Menos con Victoria, para aclarar- que no quise ir a la cena familiar. Mi mamá no había podido dormir nada en el día y encima ella no dormía en los viajes de larga distancia, así que estaba fundida, por lo que pedimos a la familia que pasara el evento para el otro día que, de paso cañazo, coincidía con el cumpleaños de Gabriel, mi primo. Mi tía Mariela estuvo de acuerdo y nos invitó a almorzar en el club que prácticamente le pertenecía a toda mi tribu, irían todos porque el día 2 de abril era feriado por la Guerra de Malvinas. –Que a pesar de ese horrible suceso, siguen siendo ARGENTINAS-.

Me simpatizaba la idea de primero estar con mi familia y después irme a ver con Victoria. ¿Qué me iba a deparar el destino con ella? Todavía no lo sabía, pero hubiera estado muy bueno saberlo con anticipación.

Me quedé acostada, solamente charlando con ella, contándole pormenores de mi día, mi encuentro con Juliana, lo bien que me habían caído Lauti, Ema y Valen, las dos clases que estuvieron geniales y la que me aburrió, todo. Ella, que había perdido el tablero de dibujo en el colectivo porque se quedó dormida y ahora su mamá estaba insoportable, pero su papá le dijo que mañana le compraría otro mejor porque sabía que “su nena” no lo había perdido apropósito, así que estaba contenta por eso, entre otras cosas.

-Ya es hora de que me vaya dormir si mañana quiero estar despierta en la escuela. ¡Mañana te voy a conocer, Laura! ¡Que nervios! Descansá mucho, soña conmigo aunque no me conozcas. Besos! –Me dijo, como a las dos de la mañana, me gustaba que se quisiera ir a dormir temprano y que le importara el estudio.

Me despedí de ella, no tan tierna como Vico pero siempre educada y buena, como para caerle bien.

A pesar de toda mi ansiedad me dormí, dentro de todo, rápidamente. Al otro día, mi mamá me despertaba insistentemente para ir al club, nos habíamos quedado dormidas y nos estaban esperando todos. El día de conocer a Victoria había llegado. ¿Había llegado?

Nos cambiamos rápidamente, pasamos por una carnicería para comprar algo para aportar al asado y partimos para el club. Llegamos cuando ya estaban poniendo los tableros y caballetes, necesitábamos como cuatro para entrar todos.

Como nos despertamos tarde no le compramos nada al cumpleañero ni llevamos los regalos que traíamos del sur, solo alcanzamos a sacar una caja con dulces caseros para compartir con los demás, fueron muy bien recibidos. Eso si, a Gabriel le regalamos $200, para no quedar mal.

Mis tías estaban a full preparando las ensaladas –siempre hay una gran variedad-, tíos enfocados en la parrilla, abuelos mañoseando a los primitos chicos, que corrían con una pelota por todo el club. Gabriel, Maia, Katherina y yo –los primos más grandes- estábamos sin hacer nada, lo que no duró mucho porque mi tía Mariela en un segundo nos consiguió una tarea: Traer las sillas plásticas que estaban en la otra punta del club, así ya nos íbamos ubicando.

Gabriel, competitivo en todo lo que se le imagine, tuvo una idea:

-Carreritas, el que traiga más sillas y de manera más rápida, gana algo. ¿Un helado? ¿Les parece? Laura y yo, contra ustedes dos.-Siempre fui, soy y seré su favorita.

Las demás, aún tan competitivas como el, aceptamos rápidamente y corrimos hacia las sillas, que estaban apiladas de a once o doce. Nos organizamos parar agarrarlas con Gabo y empezamos la carrera, Maia y Kathe nos daban mucha competencia, pero le sacábamos una ventaja interesante. De repente, mis manos tuvieron un acto reflejo que hasta el día de hoy no comprendo, no se si fue por el peso de las sillas o si algo en el momento me asustó o vaya a saber que, pero mis hermosas extremidades soltaron las sillas como si de repente quemaran y todo el peso cayó sobre mi pié derecho, fue realmente muy doloroso. Y lo exclamé en un grito que escuchó todo el club.

Gabriel soltó conjuntamente conmigo –pero sin golpearse, por supuesto- Maia y Kathe siguieron y se declararon triunfantes porque creían que mi golpe no había sido para tanto, pero lo era. No podía mover el pie, lo sentía quebrado. Las lágrimas agolparon mis ojos instantáneamente mi tio Guillermo –médico, por suerte- corrió hacia mi y me revisó el piecito herido.

-Esto no es grave, no seas llorona. –Me dijo, con una sonrisa tranquilizadora- La próxima vez tene un poco más de cuidado, Laura. Anda a sentarte y no te muevas mucho en el día, se te va a hinchar como una empanada y probablemente no lo puedas mover ni calzarte hasta mañana, pero seguramente vas a amanecer bien. –Todo esto lo decía mientras me ayudaba a pararme y me llevaba hasta donde estaba el resto de mi familia, donde me esperaba Gabriel totalmente enojado por haber perdido, aunque se preocupó mucho por mí.

Cuando me acomodé en el lugar que me preparó mi abuela –la única que no me retó por mi torpeza- me di cuenta que no iba a poder ir a conocer a Victoria y debía pasar la cita para otro día, para el día miércoles, por supuesto. En parte me ponía un poco más tranquila posponerlo, me daría más coraje a mi misma, todavía no me sentía totalmente preparada para tenerla frente a mi.

Cuando se lo dije, primero que nada, se preocupó por mi estado, después si se puso un poco triste porque ella quería conocerme lo más rápido posible, así se le iban los nervios que la hacían poner tontita –le puso azúcar en vez de sal a su comida y se confundió dos veces de curso en su escuela, todo por estar pensando en mi y en conocerme-. Después, por supuesto, se burló de mi.

-Mañana y por ninguna razón se suspende, ni llueva, truene o granice. ¿Okey? –Dije.

-Más te vale, la que me viene posponiendo sos vos. ¿Te has dado cuenta? Aunque yo te espero hasta que te sientas bien para verme, en serio. No voy a enojarme, pero si pasan tres años y no te veo, preparate para charlar con mis abogados.

Me encantaban esas respuestas, le ponía un humor muy lindo a todo y a su vez me tiraba ciertos palitos, sin contar que a veces hasta sabía lo que quería solamente por mi forma de hablar. Tenía muchas ganas de conocerla, no tenía la valentía pero, en serio, quería verla personalmente.

Me preguntó por el estado de mi pie, le mandó saludos a su futuro primo –ella tenía la seguridad que así sería, obviamente los saludos no fueron enviados, tendría que dar muchas explicaciones ¿No creen?- y charlamos de otras cosas, en especial de el día miércoles 3 de abril. Día en el que iba a conocerla y algo interiormente me decía que nada iba a impedir que eso suceda, de mañana no pasaba. De mañana no pasaba.

Con las últimas horas de la tarde, llegamos de vuelta a casa. Los días en familia son siempre muy hermosos y ahora que hablaba con ella, algo aún más especial tenían mis días. Todavía no sabía definir que.

¿Pero para que voy a mentirles? Aquí va una confesión: No dejé de tener siempre primero a  Agustina en la cabeza, siempre. Me despertaba, Agustina. Hablaba con Victoria, comparación con Agustina. Si Vico me decía algo tierno, pensaba ¿Por qué Agustina nunca me dijo algo así? Me dormía, Agustina otra vez. Ni siquiera después de la pelea pude aflojar con ese sentimiento estúpido.

Es cierto que en el viaje me había despejado muchísimo y casi no la había tenido en cuenta a Agus pero en el fondo, Victoria no pasaba en mi cabeza de un simple pasatiempo momentáneo que muchas veces me hacía querer intentar algo con ella y dejar definitivamente –remárquese esta palabra- atrás a Agustina, pero no lograba avanzar más en mi sentir, yo no le decía nada de estar juntas, nada excesivamente tierno. Y todo era porque mi forma de ser se había moldeado demasiado a la de Agustina. No me resignaba a soltarla.

Seguramente ustedes leen todo esto y se confunden porque tal vez creían que así de rápido Victoria me haría cambiar de pensar, me haría olvidarla, dejarla ir y no. Tal vez, quizás, se dio a entender eso. Pero no, la verdad que nada más lejos de la realidad. Victoria era una simple distracción que de vez en cuando me hacía bien, nada más. Y no podía hacer nada para que eso cambiara, solamente ver que pasaba cuando lo conociera, pero mis expectativas no eran las mejores.

No se que fue lo que pasó que reactivó a Agustina muchísimo en mi cabeza, porque yo venía bastante estabilizada, desapegada, por lo menos para el velorio el papá de Cristi e inclusive los días posteriores, yo era otra persona. Pero tuve una recaída fuerte. Muy fuerte.

Ahora, luego de este momento breve de franqueza, que seguramente más de uno no comprenderá, continuo con los hechos. No dije todo esto expresamente en otro momento del relato, porque quizás era mejor que se enteren de una, digamos. Así me libraba de explicar que cada vez que decía que no pasaba nada con Agustina, mentía. Como cada vez que me trataba de convencer en que ya estaba enganchándome con Victoria, mentía.

Obviamente que ella no sabía de mi confusión eterna. Seguíamos hablando, mucho, de cosas triviales, me enteré que amaba con toda su alma a Katy Perry, que vivía bastante lejos de mi casa, del centro en si, que iba a faltar a taller para verme, que se pondría una camisa rosada, un pantalón celeste claro y unas zapatillas blancas, así la podía reconocer. Yo todavía no tenía la menor idea de cómo me iba a vestir. Cuando me despedí, me dijo algo fuerte.

-Laura, así salga todo bien o todo mal. Estoy más que segura que ya te quiero. Quizás es muy arriesgado de mi parte, pero te quiero. Me voy a dormir, que descanses. Y no pienso leer que me vas a responder porque me voy a morir de vergüenza.

La verdad es que no sabía que decirle. Era muy chica como para saber si quería o no a alguien, pero la notaba tan segura, que quizás no me mentía, solo exageraba. Porque es cierto, cuando hablas todo el tiempo con alguien, con quien pegas onda, por lo menos una relación de afinidad tenés, pero quizás ella lo sentía como querer. O tal vez tenía sus propias razones para quererme y yo no las sabía. Soy tan adorable que todo el mundo me quiere, la entiendo.

Esos y otros pensamientos igual de estúpidos tuve, hasta que después, pasando la hora de ese mensaje, respondí algo muy incoherente de mi parte y que juro que en ese momento, no sentía.

-Si, es rarísimo. Pero no te enrosques tanto, yo también te quiero, nenita. Espero verte mañana, me muero por conocerte. Un beso, chinita.

Que mujer estúpida era –soy-, pero bueno. Me dormí lo más rápido que estuvo a mi alcance, sintiéndome mal por mentirle. ¿Quién sabe si ella no me mentía a mi? No. Ella no lo hacía, Laura. Quizás se confundía entre querer o apreciar, pero no mentía.

Desperté después de una pesadilla que ya no recuerdo bien, pero era bastante horrible y estaba vinculada a Victoria. Tenía un mensaje de ella, era muy feliz al saber que yo también la quería. Pobrecilla.

-Hoy te veo – Le dije, cambiándole de tema.- Estoy entre nerviosa, ansiosa y feliz.

-Tranquila, vas a ver que te voy a caer bien. –Me respondió.

No paramos de hablar un segundo, entre las dos intentábamos calmarnos, nos decíamos que si por alguna razón una no le gustaba a la otra, salía corriendo y después nos borrábamos de donde pudiéramos hacerlo para no saber nada nunca más y nunca le contaríamos a nadie lo que habíamos vivido. –Ahí me di cuenta que todavía nadie, nadie, nadie sabía de ella-. Por supuesto todo era en chiste, pero más vale prevenir que lamentar.

Le di mi número y ella me dio el de ella, por las dudas que el facebook desde el celular no anduviera bien y debiéramos llamarnos.

Cuando almorzaba, me di cuenta que estaba temblando de los nervios. Me faltaba un poco el aire –aunque eso es algo muy normal en mi, tengo asma-, de todas maneras esta vez era un poco más de lo habitual, tuve que darme varios pafs y hasta inclusive guarde uno en la mochila por las dudas.

Me fui a bañar. Ya totalmente alterada, temblaba como una gelatina, dudaba poder disimular mucho mi estado patético, así que me tomé un pequeño calmante. No funcionó al todo, pero aflojaron los temblores.

Cuando salí del baño busqué mi mejor ropa. Un jean nuevo, azul verdoso, zapatillas nuevas, verde oscuras y una remera negra con detalles en blanco y verde, me peiné con el alisador de pelo, así aparentaba tenerlo planchado y me maquillé suavemente. Me embebí en perfume ciel morado –mi favorito- y salí hacia la facultad –Por supuesto, llevaba peine, maquillaje y perfume en la mochila-. Esta vez no me olvidé la plata.

Todavía no podía caminar bien a causa del golpe del día anterior, así que me costaba movilizarme rápidamente como mi adrenalina ameritaba, lo que se me hacía una tortura. Había podido calzarme, pero caminaba cojeando. Era cómico, porque generalmente mis estados nerviosos me hacían caminar en cámara lenta, pero esta vez estaba aceleradísima, quería llegar a la facultad rápido.

Llegue como con una hora de retraso. Llegué cuando la clase ya iba por mucho más de la mitad. Menos mal que mis nuevos compañeros me habían guardado lugar. Tarde aproximadamente cuatro minutos en llegar hasta mi banco, maldita lesión.

Al salir al recreo, me preguntaron que me había pasado y les conté la trágica y divertida anécdota con Gabriel y las sillas. Fuimos a tomar algo al buffet –demoramos por mi culpa, me dolía bastante- pedimos unas gaseosas y papas fritas. Yo no podía digerir ni comer nada, intentaba mostrarme normal pero se me notaba como temblaba mi cuerpo. Lautaro notó mi estado extraño, no pude justificarlo así que me intenté calmar a la fuerza de disimulados pellizcos en la pierna. A veces funciona.

No presté atención en ninguna de las clases. Juliana me preguntó que me pasaba ese día, la verdad es que me inspiraba mucha, mucha, mucha confianza para  contarle. Pero todavía no era el momento. Seguramente a futuro lo haría.

Habíamos arreglado en vernos a las 18:00. A las 16:30  no pude aguantar más mis nervios y -llevando solamente una hora en la facultad- me levanté de mi asiento, me despedí de todos y me fui. Seguramente pensaron que era una rarita, ya me encargaría de limpiar mi imagen, otro día.

Fui al baño, me arreglé. Me gustaba, estaba linda. Me veía bien. Salí del baño y comencé a caminar lentamente por la facultad, calmándome a mi misma, todo saldría bien ¿Qué iba a salir de todo esto? Quería saberlo lo más pronto posible. Dí muchas vueltas por ahí, el complejo universitario era bastante grande, conocí mucho esa tarde. Lugares que por supuesto en ese momento no me interesaban en lo más mínimo.

Victoria había dejado de hablarme porque estaba en planes de prepararse, supongo que con el mismo ataque nervioso que yo.

Cuando me di cuenta de la hora, eran las 17:20. Maldición, llegaría muy sobre la hora o hasta quizás tarde, mi facultad quedaba demasiado lejos. Lentamente, fui hacia la parada del colectivo –que encima demoró bastante en llegar- cuando estuve arriba, pensé: Ya estamos Laura, seamos valientes por el amor de Dios, hay cosas peores en la vida. Dejá de tiritar. Me di una dosis de paf.

Sin embargo, nada sirvió para amansarme, seguía igual. El colectivo pasaría justo por el lugar donde habíamos arreglado vernos, así que me bajaría un par de cuadras después, para poder tener la ventaja de haberla visto primero y en el caso de que realmente no fuera de mi gusto podría irme y si te he visto no me acuerdo –Que pensamiento tan horrible, pero seguramente varios de ustedes en algún momento de su vida lo tuvo-.

Cuando el colectivo finalmente se estaba acercando hacia el lugar, mi panza era un revoltijo de cosas horribles, mis piernas no se podían quedar quietas y mis manos las pellizcaban, sin éxitos. Manojo de nervios me quedaba muy chico.

En ese momento, sucedió algo bastante feo. Observé hacia la esquina y allí había una chica con un teléfono en su oído. Justo en ese momento, tuve una llamada de Victoria Avellaneda. La chica, estaba vestida de zapatillas blancas, pantalón celeste claro y una camisa rosada con rojo. No voy a entrar en descripciones para no herir susceptibilidades, pero era la última chica en la que me fijaría. Dios, muy fea. Extremadamente muy fea. Quizás era súper buena, pero no. En realidad no es que era un monstro, pero no era mi tipo. ¿Acaso yo tenía un tipo de gusto? No se, pero la cuestión es que no me atraía en lo más mínimo. ¡No!   ¿Qué se suponía que iba a hacer?. No quería existir en ese momento. Por supuesto, no atendí la insistente llamada.

No quería bajarme del colectivo, pero me bajé y caminando aún más lento que antes, prácticamente arrastrándome llegué hacia Libertador y Peatonal. Maldiciendo a Julieta, a mi misma por caer en estas cosas, jurándome nunca más conocer a alguien por internet y pensando que le diría a Victoria, no me gustaba. Lo siento.

Cuando llegué a la esquina, la chica en cuestión no estaba. Okey, quizás me había visto mirarla desde el colectivo, me reconoció  y mi expresión horrorosa la ahuyentó, mejor. Miré hacia todos lados, no había nadie con la descripción de ropa que yo tenía que buscar. A todo esto Victoria me seguía llamando. Yo tenía una pelota de playa en la panza, quería vomitar o algo así. Era un rejunte de sentimientos tan raros y nunca sentidos, que no sabía que hacer con ellos.

Como no atendía, me envió un mensaje.

-Lau, perdón. Se que son las 18:00, pero recién estoy saliendo de mi casa porque mi mamá no me quería dar plata y tuve que esperar a mi papá. Esperame, por favor. Quería que me atiendas para conocer tu voz, tonta.

Me volvió el alma al cuerpo y sonreí como imbécil, en tranquilidad. La chica no era Victoria. –Esto que les cuento, es 100% real, fue una situación bastante fea en el momento y las cosas feas no terminaron ahí, todavía faltaba una más-. De todas maneras me tendría que haber dado cuenta que la mujercita no se parecía ni en sombras a la foto de perfil de Vico, los nervios me jugaron una mala pasada.

Me hice la enojada y le dije que la esperaría en otro lado, que me iba a recorrer un poco el centro, por supuesto que no estaba enojada en lo más mínimo, es más estaba feliz de que ella no fuera quien yo creía.

Me fui a recorrer el centro, las galerías, la peatonal, no veía absolutamente nada interesante porque no estaba enfocada en eso, pero ¿Qué más da? era lo único que podía hacer, no pensaba quedarme sentada a esperarla. Eso sería mil veces peor.

En mi ciudad, hay una pequeña galería que tiene forma de U, por ende, tiene dos entradas. Uno entra por una puerta, hace el recorrido y sale por la otra. Justo cuando iba a entrar por el lado izquierdo, vi a Agustina, Micaela y David –novio de Mica- que giraban por el final de esa parte de la galería, para encaminar a salir por el lado derecho.

El corazón me dio un vuelco, se paró, se salió de lugar, empezó a latir más fuerte, más despacio. Todo, en esos segundos en los que la ví.

Me quedé frenada en la entrada de la galería, queriendo escapar rápidamente de ahí. Pero no, mejor intentaba ver si todavía su rabia le duraba. Aparte, me di cuenta de una cosa: El 4 de abril, era –y es- su cumpleaños, no estaba bueno que estuviéramos distanciadas, que diferencia con el año anterior ¿No? Así que me dirigí a entrar por el lado derecho, así me los cruzaba de frente “como quien no quiere la cosa” –En ese momento me olvidé de Victoria, de la juntada con ella, de todo-.

Micaela fue la primera en verme y corrió hacia mi, no me veían desde antes del viaje y como casi todas habíamos empezado la facultad –Cristina por obvias razones, no-  estábamos con nuestras cosas, no nos habíamos juntado con todo el grupo. Me dijo que me extrañaba, preguntó del viaje, presentó formalmente a David –recién comenzaban-, Agustina había seguido de largo como si no me hubiera visto. Intenté ignorar su actitud y me acerque a ella. La abracé amistosamente por atrás. La solté rápidamente cuando sus uñas se enterraron en mis brazos.

-¿Qué hacés? ¡Loca! –Me alteré, en plena galería - ¡Te estoy abrazando, nada más! ¿Qué te pasa? Ya me banqué que ni siquiera me dejes explicarte lo que paso, esto si que no ¿Tan mal te va a poner que me demorara? ¡Fue sin querer, Agustina! Me vas a perder si seguís así. –Lo último lo dije, pensando en que ella creía que hiciera lo que hiciera, me tenía asegurada. Cosa que yo le daba a entender siempre. Pero eso podía terminar, esa misma tarde.

Micaela corrió a nuestro encuentro. Se puso de mi lado, le pegó un par de gritos. Agustina solo dijo, con una extraña tranquilidad:

  • No quiero hablar con Laura por ahora, estoy enojada. Que lo entienda.- Y siguió mirando ropa como si nada pasara.

Mica, David y yo la miramos seguir su camino. Micaela, como hermana mayor, empezó a decir que era una estúpida, que no le diera bola, que estaba medio depresiva porque cumplía años y que siempre le pasaba lo mismo. Yo la conocía mucho, sabía que en parte era cierto de lo que decía Mica. Así que no le di importancia, aparte no había reaccionado a los gritos –cosa rara- solo me clavó las uñas dejándome una linda marquita. Casi nada.

Me despedí solamente de Micaela y David, luego de eso me fui rápidamente –esto es un decir, no podía caminar tan ligero-, a ella no le dije ni chau. Cuando salí de la galería, le conté a Victoria que me acaba de cruzar con Agustina y lo que acababa de pasar, que estaba muy idiota, que en ese momento la odiaba, que no me importaba que fuera su cumpleaños al otro día,  no iba a ir, entre otras cosas más. Algunas ciertas, otras exageradas.

Me respondió:

-No te amargues, Laura. Estoy a  tres cuadras de llegar a donde quedamos. Te prometo que te cambio el humor. Eso si, estoy temblando como una gelatina.

Yo estaba a dos cuadras de la esquina acordada, comencé a temblar de nervios y a caminar muy despacito. Justo cuando atravesaba –después de algo así como quince minutos- la última esquina antes de llegar a Libertador y Peatonal, me encontré con una amiga de la escuela, Celeste, que no veía desde la fiesta de egresados –no era mi compañera de curso-. Le pedí por favor que me acompañara hasta la esquina porque me daba un poco de vergüenza caminar sola y rengueando. –Mentira, buscaba distraerme hasta en el último minuto-.Aunque su parada de colectivo quedaba para el otro lado, aceptó.

Celes comenzó a hablarme de su vida, de su novio, de un montón de cosas que por supuesto a mi no me importaban. Cuando estábamos llegando a la esquina, vi a Victoria por primera vez en mi vida. La vi. Venía enfrascada en su celular, seguramente intentaba llamarme para saber donde estaba. No, no me quería llamar. Me había enviado un mensaje que decía “Ya estoy. Y vos?” Justó me llegó cuando cruzamos miradas por primera vez, sonreí.

Me despedí de Celeste casi sin prestarle atención. Victoria me había obnubilado todos los sentidos. ¡Queridos lectores, sépanlo! Victoria era terriblemente, terriblemente, pero súper ultra …hermosa.No tanto como Agustina Dijo en el momento mi vocecita boicoteadora.

Cuando Celeste dio media vuelta para irse y Vico se quedó parada a unos metros de mi, no supe que hacer. Tendría que haber visto más fotos de ella, definitivamente la que tenía de perfil no la favorecía tanto. ¡Por Dios!

-Hola.-Me dijo, mientras me besaba en la mejilla, se la notaba muy tensa- ¿Sos vos? –Oh Dios, que linda es su voz.

-S..si. Soy yo- Creo que tardé veinticuatro años en decir eso. No podía ni hablar, no era lo que me había imaginado. Para nada. Me sentía incluso inferior, tanto en belleza como en actitudes, ella se notaba bastante más desenvuelta.

Y en ese momento, me pasó algo terrible. Me dio un ataque de nervios pero de los graves. Baje mi cabeza, sin poder mirarla aunque lo quisiera, me falló la respiración y crucé los brazos como si estuviera enojada, así empecé a caminar hacia las calles un poco menos céntricas, mientras Victoria se reía y me trataba de mirar a los ojos, haciendo toda clase de movimientos alrededor mío.

-¿Qué te pasa, Laura? –Decía, tentada- ¿No te gusté? ¿O que? – Yo reía estúpidamente sin poder hacer un comentario. La estaba pasando muy mal con ese ataque de nervios, encima también quedaba como una imbécil frente a una nena de 14 años ante la cual me había mostrado como la re canchera de la vida ¿Por qué no me tragó la tierra en ese instante? Encima, para colmo de los colmos, caminaba como una lisiada en recuperación, lo que obviamente le provocaba muchas más risas.

Yo no hablaba nada y ella ya no sabía que decirme para o hacerme para que reaccionara. Hasta que en un momento, cuando ya nos habíamos alejado bastante del microcentro, me abrazó.

-Tonta, calmate. –Ahí comprobé que definitivamente ella estaba más calmada que yo. Nunca entendí porque tuve esa crisis. Igual, su abrazo me sosegó el 90% de mis nervios. Al principio ella me abrazaba a mi, mientras mis brazos seguían cruzados sobre mi pecho, luego me solté y la abracé bien. Sentí su perfume, riquísimo e indescriptible. Solo lo he sentido en ella, creo que tiene que ver con el olor de su piel o como le queda en esta. Suave, dulce, embriagador, no podía dejar de sentirlo. La abracé con fuerzas. Ella era una cabeza más baja que yo, su cabeza encajaba perfectamente en mi pecho. Que hermoso abrazo. Tal vez en el momento no lo sentí tan tierno porque no me vinculaba  nada muy fuerte, pero seguramente percibí que era uno de los más lindos abrazos que me habían dado en mi vida.

-Ya estoy mejor. –Dije, con una sonrisa y mirándola detenidamente por primera vez. Linda, muy linda.

-Me alegro entonces. ¿A dónde vamos ahora? Estamos caminando sin rumbo por tu culpa. –Dijo, con una hermosa sonrisa. Que bien sonreía.

Se me ocurrió que podíamos ir a una plaza que no quedaba muy lejos y que no era muy visitada por nadie. Estaríamos solas y tranquilas. Me di cuenta que quería besarla. A ver que se sentía.

Ella comenzó a caminar más rápido, para burlarse de mi por mi andar tan patético. En un principio me enojé, pero después me sirvió para observarla detenidamente.

Después del abrazo tranquilizador, vi su carita. Era muy angelical y la coronaba una sonrisa divina, hermosa, dulce y atrapante. Sus labios tenían forma de corazón –finos en los costados, un poco más gruesos en el centro, como si todo el tiempo estuviera haciendo “piquito”, pero no tanto, casi imperceptible es esto- su boca era pequeña, sus dientes estaban todos alineados de manera perfecta, armoniosa. Sus ojos, rasgados, achinaditos –un poco más que los míos, pero como les digo, no exageren cuando la imaginen- eso si, cuando sonreía  mucho, casi se desaparecían, de color oscuro. En ese momento no los vi con mucha definición, pero después noté que eran de color nuez. Su nariz era muy perfectita, muy bien formada. Sus mejillas y pómulos eran firmes y un poquitito redondeados, lo que provocaba que su sonrisa fuera muy tierna. Su cara en si era muy, muy linda, te inspiraba ternura. Su pelo era largo, largo, largo –me encantó eso- hasta su cintura, castaño oscuro y desmechado de una manera que lo hacía ver ondeado. Un mechón de jopo caía sobre su ojo izquierdo. Era un poquito –muy poquito- más morena que yo de piel, como si hubiera pasado un verano en la playa.

Caminaba como desfilando, como queriendo llevarse el mundo por delante, pero aparte de “queriendo”, como si realmente se lo estuviera llevando. Era petisita, chaparrita, enanita, como le digan ustedes –o por lo menos en comparación conmigo- y sin embargo se le notaba una actitud en su forma de caminar que la hacía parecer una modelo, alta, esbelta. Amé desde el comienzo su forma de andar,  muy característica.

Y aquí va algo muy interesante e inesperado por mi, su cuerpo. –Porque definitivamente, de actitud me recontra gustaba. Julieta tenía razón, no era una “niñita de 14”, pero todo tiene que estar complementado- La observé detalladamente mientras ella caminaba a tres o cuatro pasos de mi. Era delgada pero con un cuerpo muy bien formado y cuando digo muy, quiero decir “mega bien formado”. Tenía mejor cuerpo que el mio, lo admito. Su espalda era muy femenina, muy sexy, muy de guitarra. Sus piernas, firmes, parecían trabajadas de gimnasio. Sus brazos, delicados. Sus manos finas y femeninas. Sus pechos estaban floreciendo bastante. Su cintura fina, de esas que da gusto agarrarlas mientras estás besando a una chica. Pero, lo que realmente resaltaba en Victoria –que siempre, siempre, siempre le hacían alguna referencia a eso- era su parte de atrás. ¡Por Dios! Era de otro mundo, grande, firme, carnoso, voluptuoso, pero no exagerado.  A ver ¿Como explicarlo?: Perfecto. Porque no se veía como esos que son enormes pero desproporcionados con el resto del cuerpo. Este era enorme pero encajaba a la perfección en su dueña, algo nunca visto por mi realmente. Me quedé literalmente mirando ese lindo espectáculo con la boca abierta, justo en el momento en el que ella se daba vuelta a verme.

-¿Te gusté? ¿Cierto? –Preguntó, riendo al descubrirme observándola tan libidinosamente.

-La verdad es que si. –le dije y tomando coraje, me adelanté hacia donde estaba. La abracé por detrás y le di un beso en la mejilla, que ella recibió muy contenta. La solté y la tome de la mano por primera vez. Fue una sensación muy linda, desde el comienzo.

Comenzamos a hablar de muchas cosas, con Victoria me pasaba que volaba de un tema a otro, podía hablar de cualquier cosa. Sentía como si la hubiera conocido de toda la vida y ella sentía lo mismo conmigo. Reíamos mucho, de cosas tontas. Me sentía muy cómoda. Aunque muchas veces el fantasma de Agustina rondaba por mi cabeza. Solamente para amargarme un poco lo bien que me sentía con Vico.

Llegamos a la plaza y extrañamente, estaba muy iluminada…y llena de gente. Yo quería un poco de intimidad y se lo dije.

-Vení, sigamos caminando. Vamos a otro lado ¿Queres que te confiese algo? Desde hace un par de cuadras que me muero por darte un beso.

-Me leíste la mente. –Me dijo, tomando más fuerte mi mano.

Las ganas de besarla se aumentaban en mi. Era como una atracción muy extraña que me hacía sentir Victoria. Nunca en la vida imaginé que alguien que conocí por internet y gracias a alguien que ni siquiera era mi amiga, me provocaría tantas cosas y en tan poco tiempo. Era una conexión que me parecía que no tenía que ver con nosotras, era algo que provenía de lo que le llaman destino, me parece.

Tomamos por una calle en la cual los árboles tapaban las farolas de luz en un par de casas. Era ahora o nunca. Cuando pasamos por la primer casa, que tenía una larga pared antes de llegar a la puerta. Frené, la abracé y me fui apoyando en la pared. La tenía tomada de la cintura y ella subió sus brazos a mi cuello.

-¿Queres hacer algo? –Me dijo, mirándome a los ojos.

¿Por qué no lo haces vos, mejor? –Le respondí, desafiante y quedando a centímetros de su hermosa boca.

No fue necesario repetírselo dos veces. Nuestro primer beso lo arrancó ella. Que bien besaba por Dios. Si bien no sentía algo amoroso fuerte, me encantó. La tomé por la cintura fuertemente hacia mi mientras nuestras bocas se entendían –bastante bien-. Sus labios eran magníficos besando, se entrelazaban en los mios, jugaban, me estaba comiendo la boca literalmente y  yo me dejaba. Noté que se había puesto en puntas de pie para llegar bien hasta mi boca, así que baje un poco más mi cabeza. Se sentían nuestros suspiros en el medio. El gusto de su boca era el de un chicle de fruta, que hasta el día de hoy me recuerda a ella. El beso era perfecto, inigualable. De repente me di cuenta que nos estábamos apretando mucho una contra la otra, que ya había pasado mucho tiempo y que era una nenita a la cual debía respetar. Así que lentamente, me fui separando de ella y con una sonrisa en la cara, le dije:

-Me parece que para ser el primer beso nos estamos desubicando. Encima sos menor, esto no puede ser.

-Perdón, me deje llevar por vos. –Me dijo, con picardía.

-¿Por mi? La que me acaba de comer fuiste vos. –Dije, mientras empezaba a caminar hacia la plaza nuevamente- y me encantó. –La miré a los ojos. –Me encanto, Victoria.

-A mi más. –Me dijo y mientras me daba la mano otra vez y empezaba a caminar junto conmigo.

La abracé, sentía que quería tenerla cerca, muy cerca. Pero en el momento en que la acercaba a mi, pensé: Bese a otra mujer que no es Agustina. Y de ahí, surgieron un montón de otros pensamientos, que traté de que ella no notara.

Al final, pasamos de la plaza y nos fuimos hacia una plazoleta –que descubrimos después de vagar como dos horas- en la que no había nadie y se veía muy tranquila. Ella me compró una gaseosa y unas galletas porque yo estaba famélica. No me dejó pagar, se me adelantó.

Nos sentamos en un banco. La bese otra vez, muchas veces más. ¿Qué decirles? Me volví adicta a sus besos con uno solo. Y se ve que a ella le pasó lo mismo. Era muy chistoso cuando pasaba alguien por cerca nuestro y queríamos ocultar nuestra verdadera proximidad, yo fingía que lloraba en su hombro y que ella me calmaba. La gente nos miraba de manera rara, porque ella estaba  sentada sobre mi, pero bueno.  ¿Qué importaban los demás?

Noté que cada vez que la terminaba de besar o cuando me separaba un poco para verla bien ella me sonreía, era como un tick, cuando la miraba mientras me besaba a veces, sonreía. Me fascinaba esa sonrisa porque era mucho más especial a todas las otras que hacía –cuando decía algo gracioso, cuando me quería hacer burla por algo u otras más- Esa sonrisa era especial, era hasta de enamorada diría yo muy aventuradamente. Esa sonrisa, me sirvió para ponerle un apodo: Sonrisa. –Guarda con mi originalidad-.

Intentaba con todas mis fuerzas, no sobrepasarme sexualmente con ella. Primero: Porque era el primer día. Segundo: Porque era menor de edad, quería cuidarla. Eso me inspiraba, ternura, ganas de cuidarla, de protegerla de todo mal. Y también me excitaba sexualmente como nadie.

-Me gustás mucho más de lo que creía que me ibas a gustar. –Le dije, sin meditarlo. Y ahí fue la primera vez que me pasó eso. Le decía cosas que salían desde mi, pero que yo sentía que no pasaban primero por el cerebro. Las decía sin pensar, como si el corazón –que claramente no tiene nada que ver cuando uno siente algo o no, porque todo va en la cabeza, pero no importa- me lo dictara y la boca lo dijera

-Vos me pareces más perfecta de lo que creía. –Dijo. Me sorprendí de gustarle, de atraerle, de que me eligiera. Era, de verdad, muy hermosa –por dentro y fuera- para alguien como yo.

-No soy perfecta, ya te vas a dar cuenta. Ahora conocemos lo mejor de nosotras, pero…

-Pero mejor no arruinar este momento.-Dijo, poniendo su dedo índice sobre mi boca- Por supuesto que vamos a pelear y todo eso. Lo importante es estar juntas, en las buenas y en las malas, que seguro van a venir.

Me dejó sin habla con esa respuesta. De verdad. Lo único que pude hacer fue besarla, porque no tenía contestación, me sorprendía siempre.

Así pasamos la tarde, entre besos, risas, chistes, juegos, disimulaciones. Fue hermoso, como si ya nos hubiéramos conocido de antes. Se estaba haciendo tarde. La acompañé hacia la parada de su colectivo, que casualmente quedaba casi en la esquina de mi casa –obviamente teníamos que recorrer muchas cuadras, pero nos gustaba caminar estando juntas-. Tardamos mucho en llegar porque cada dos segundos parábamos a besarnos. Yo la abrazaba de una manera en la que ella quedaba en mi pecho pero mirando al frente. La llenaba de besos en la mejilla. Descubrí que su piel era súper suave.

Nos dimos una despedida bastante larga y excitante. Nuestras lenguas recorrieron bastante la boca de la otra. Fue un beso largo, que ninguna quería terminar. Entre Victoria y yo había muchísima piel, química, atracción. Era algo que ni ella y yo podíamos explicar. Volvía a pensar que era una niña, tenía que esperar.

Con Agustina las cosas habían ido muy lento, con ella iban demasiado rápido.

Cuando terminamos de despedirnos, le pregunté la hora.

-Las doce y cuarto, ¿Por? – Me dijo.

Había besado a Victoria el día del cumpleaños de Agustina. Cuando se cumplía el aniversario de nuestro primer beso. Como podían cambiar las cosas de un año para otro.

Cuando se subió al colectivo, lo primero que pensé fue: “Como me hubiera gustado que sea Agustina, que ella hubiera sido así conmigo”. Y me odié. ¿Lo peor? No pude dejar de pensar en Agustina todo el tiempo, hasta llegué a paranoiquear con que le había sido infiel. ¿Pueden creer hasta donde llegaba mi estupidez?

Decidí no ir al cumpleaños de Agus. El horno no estaba para bollos y sabía que ella no me recibiría bien. Le deseé un feliz cumple por mensaje, que nunca respondió. Le hable a Victoria para verla, nos juntamos otra vez. Fue todo tan hermoso como el primer día. Y noté que mientras estaba con ella, no pensaba en nadie más, no quería a nadie más. El tema era cuando no estaba conmigo, ahí pensaba en muchas cosas y todas se vinculaban a estar con Agustina. Mejor ni contarles. Me odiarían.

Ese día, nos sacamos nuestra primer foto juntas. Ambas la pusimos de perfil de facebook, a la misma foto. Victoria ponía estados de que desde hacía unos días había vuelto a ser feliz. ¿Qué, antes Barney no te quería? Perdón, a veces notaba que por facebook era un poco agrandada y me burlaba –no de mala intención, claro- de ella.

Después de un par de días exitosos en los que seguíamos viendo con Vico, convoqué a una reunión especial a la que solo debían acudir Cristi y Cami para contarles sobre la susodicha. A las demás les diría con el correr del tiempo. Se enojaron por no haberles contado antes y es que a una se le había muerto el papá hacían menos de dos meses y la otra vivía en otra provincia. Sin contar que no sabía que tan estable iba a ser mi relación con Victoria, aunque veníamos muy, muy, muy bien. Ambas quisieron conocerla inmediatamente. Lo hicieron: Les cayó en gracia. Genial. Serían buenas amigas. Victoria era muy especial, sociable, encantadora.

Juliana me sacó la ficha de una. Pero de una, sin que yo le anticipara nada. Solamente, que me iba a juntar con una amiga cada vez que salía de la facultad –se nos había hecho costumbre, aunque yo no me retiraba antes para que ella no tuviera excusas para faltar a la escuela -.

-Acá entre nos, con toda confianza.-Me dijo un día mientras estábamos solas, estudiando en su casa y yo le dije que me iba a juntar con ella-  ¿Vos tenes algo fuera de la amistad con esa chica Victoria, no? –Cuando empecé a hablar para decirle que absolutamente nada que ver, me adivinó el pensamiento- Y no, no me interrumpas amiga.  Si he tenido tantos problemas en mi vida desde que soy adolescente, es porque soy lesbiana. Y se identificar ciertas cosas. Primero: Las dos tienen la misma foto de perfil. Segundo: Victoria pone estados un poco melosos para las iniciales L.M. ¿Te suenan, Laura Márquez? Tercero: Ninguna amiga tiene agendada a otra como Sonrisita ¿Me estas engrupiendo? Cuarto:…-Y ahí la interrumpí.

-¡Esta bien! ¡Esta bien! Tenés razón. Estoy saliendo con Victoria. ¿Es muy notorio?

-Por tu parte no tanto, pero no basta más que meterse al facebook que le pone me gusta a todas tus cosas y comenta todos tus estados y darse cuenta que entre ustedes pasa algo. Esta provincia es muy, muy, muy chica, Lau. Si no querés que se enteren, vas para atrás-. Pero…-dijo, con una sonrisa en el rostro.- ¿Te gusta? ¿Qué onda?

No se si es porque trataba de esconder que es lo que verdaderamente sentía a todo el mundo –inclusive a mi misma- pero desestimé muchísimo la relación.

-Estoy experimentando, Juli. Por el momento nada más. Creo que ella va más rápido que yo, pero no siento nada muy fuerte la verdad.

Julianna claramente se decepcionó por mi respuesta.

-Está bien, pero dame detalles. –Se los di, me aconsejó. Me dijo que no jugara con sus sentimientos, que si no la quería tanto como ella a mi, que le aclarara las cosas pero que no la lastime. Le pedí que me contara de su vida lésbica, lo hizo. Realmente la pasó muy mal con sus parejas, su familia, bastante complicado, hasta se tuvo que ir de la provincia.

Me fui de la casa de Juliana, me había dejado pensando en muchas cosas.

Le pedí a Victoria que nos viéramos, como siempre. Ella demoró un poco, pero llegó. Desde que la vi bajarse del colectivo que la noté un poco triste. ¿Qué había pasado con mi sonri…su sonrisa?  Nos fuimos hasta “nuestra” plaza. Le pregunté.

-Sabrina. Estuvo molestándome por mensajes de texto, diciendo que todavía me amaba, que sabía que estaba con alguien mas y que yo la había traicionado, cuando aclaramos haber terminado. Ella me dejó, ella me lastimó. Encima…-se quebró, fue mas fuerte que yo. No pude verla llorar. Dios mio, me movilizaba mucho más de lo que creía, pero no me animaba aceptarlo. La abracé con fuerzas y la senté sobre mi. Se secó las lágrimas con sus manos- encima, me dijo que si estaba con alguien mayor que yo, porque estuvo averiguando en tu facebook sobre vos, era obvio que ese alguien me iba a lastimar, que no me iba a querer más que para jugar, que no me iba a valorar, que me ibas a…

-No Victoria, no. No dejes que ella te lastime otra vez, hermosa. –Dije, las palabras salían solas. Como si alguien me hubiera abierto el corazón y de este estuvieran brotando sin control. Le dí un pequeño beso en sus labios-  Yo te prometo que te voy a curar de eso, así como vos me estas curando a mi. Tal vez vos no te das cuenta, ni yo, pero me haces bien, muy bien. Y las dos juntas estamos muy bien ¿Vos te has dado cuenta de eso? ¿De lo bien que nos llevamos? ¿Qué nunca discutimos? ¿Qué cuando estamos juntas es para reir, conocernos, comer y besarnos? –Eso si que era cierto. Agarré su barbilla y la hice mirarme- Victoria, no tenes idea la cantidad de inseguridades que tengo en mi vida, pero por alguna extraña razón, siempre quiero verte, siempre quiero estar con vos. No voy a jugar con tus sentimientos, nena. –Tal vez aún no pensaba en ella tanto, pero no iba a permitir que nadie, nadie, nadie la lastime. Verla así, fue más fuerte que cualquier cosa. No, no iba a jugar con ella. No iba a experimentar un carajo con ella-. La bese con toda la pasión que pude. Con todo el amor que pude.

-Por favor, no dejes que alguien que no me conoce, te llene la cabeza en contra de nosotras. Ya está, te perdió. Su turno ya pasó. Listo…ahora estoy yo. –Y eso se lo dije con mucha, mucha convicción. No estaba meditando ninguna de mis palabras. Ninguna. Y no me importaba.- Ahora estamos vos y yo.

Ella sonrió de verdad, por primera vez. Lo note. Lo supe.

-¿Esa sonrisa es mía? –Le pregunté, mientras le daba pequeños besos en la boca. Por favor, lo único que quería era verla sonreír.

-Por supuesto. Espero que sea para siempre. Yo sabía que solamente vos podías ponerme bien otra vez.

Le tomé la cara y la atraje hacia mi, le comí la boca pero de manera tierna. Metía mi lengua despacio en su boca, besaba su labio superior, después el inferior, la comisura de sus labios.

-Te quiero mucho, muchísimo. Con todo el corazón. -Y no le respondí, solamente la seguí besando. Después de un par de minutos, me salieron cuatro palabras sin siquiera pensarlas.

-¿Queres ser mi novia? –Tuve mucho miedo de la respuesta, para serles sincera. Y cuando terminé de formular la pregunta, me pregunté a mi misma si había hecho lo correcto. Si. Definiivamente si. No importaba la velocidad de la relación, si no todo lo que estábamos viviendo, nuestra complicidad, nuestra forma de entendernos, sus besos, sus abrazos, su forma de siempre ponerme de buen humor así tuviera parva de cosas para estudiar -incluso cuando la facultad recién estaba empezando-, su preocupación por mi, sus ganas de conocer todo sobre mi. Que nunca peleáramos, pero no era porque recién nos conocíamos, era porque simplemente no podíamos. Si discutíamos a veces, pero si no era ella, era yo la que volvía a hablarle a la otra a los cinco minutos. Éramos dos mujeres, pero encajábamos perfecto. No importaba el tiempo, importaba ella. Por lo menos me di cuenta, que mientras que estábamos juntas no había nada superior, nada que me interesara más. Y día tras día, la pensaba más, la necesitaba más. Me enroscaba más. Tuve miedo, si. Inseguridades, también. Pero quedaban chica en comparación a lo que sentía hacia ella, legítimamente, por primera vez.

-Me alegrás la vida, mi amor. Si. Quiero ser tu novia. –En ese momento me sentí feliz. No se puede agregar nada más. Nunca nadie me había movilizado tanto al decirme “mi amor”. Me encantaba serlo.

Entonces, desde el 25 de abril desde el 2013. Victoria y yo, comenzábamos a ser…novias. Pero novias de verdad, de tiempo completo, con todo incluido, con un futuro juntas por compartir, con pasión, amor, sexualidad, con todo.

Me di cuenta que quería que esa chica que fuera mi mujer, cuando supe que esa chica…quería hacerme su mujer.

HAAAAAASTA AQUÍ LLEGA LA PARTE 14! LINDO EPISODIO, EH? PREPARENSE…PORQUE A PARTIR DEL 15 VIENEN LOS PROHIBIDOS PARA MENORES. LA COSA SE PONE…FUERTE. ME DA UN POCO DE VERGÜENZA ESCRIBIRLO, LO ADMITO. ¡PERO CADA VEZ LO DISFRUTO MAS! ¿QUE LES PARECIÓ VICTORIA? ¿QUE ESPERAN QUE PASARÁ? SUS COMENTARIOS SON SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE BIEN RECIBIDOS! CUANDO A VECES NO TENGO GANAS DE ESCRIBIR, ME SIRVEN DE IMPULSO. ¡UN ABRAZO Y HASTA LA PARTE 15!

Una especial dedicatoria a: Piensodemasiado. No se si te he agradecido alguna vez tus hermosos comentarios, pues acá va... ¡MIL GRACIAS! :D