Cavé un pozo y caí. El pozo tiene tu nombre. 15
Esos días junto a Victoria iban a ser fueron completamente inolvidables. Hicimos el amor en todas partes, en la cama, en el jardín, en el pool, en el sillón, en la mesa, en el baño, en la escalera, en el piso. Recorrimos todo, todo, todo. Y eso incluía nuestros cuerpos también.
-Así que te pusiste de novia con la chiquitilla. – Me dijo, entre risas, Juliana. Y agregó, un poco más seria- Me parece más que bien, se nota que te quiere. ¿Y vos? ¿Qué sentís?
Estábamos tiradas panza arriba en el patio de la casa de Juli, lo que nos servía para reflexionar bastante, aparte acabábamos de terminar un trabajo práctico de Filosofía, que debía presentarse de dos. Tanto leer sobre Descartes, Aristóteles y Platón, nos había puesto en un estado de pensamiento profundo, pero aún así no pude responder algo concreto.
-No se. Aunque creo que más que no saber, no quiero aceptar. Pero si, me gusta, me hace bien. No estoy tan profundamente metida como ella por…-iba a contarle un poco de Agustina, pero no me dieron ganas- por que es muy complicado, esto no empieza de un día para el otro, creo, aunque ya llevamos casi dos meses. –Me llegó un mensaje de ella, sonreí. No tenía mucha importancia lo que decía, pero siempre me hacia sonreír.
-Vos decís más de lo que pensas o sentís, pero te entiendo con todo mi corazón. En un principio yo también estaba así, pero ella me sacó el corazón para siempre. Ella me enamoró y no me importo nada. –Mientras decía eso se enderezó y se subió una parte del jean de su pierna izquierda, había en el tobillo dibujada una letra: A.
Solamente una mirada mía sirvió para que ella me explicara su historia con Agustina. –¡Maldito nombre común! ¿De todos los nombres que existen en el universo se tenía que llamar Agustina? De la gran gama de apellidos que existen, ¿Victoria tenía que tener el mismo que el de Agustina? Está bien, esto último no tiene nada que ver, pero que rabia. ¿No les parece?
Me contó de las idas, de las vueltas, la complicación de que sus padres se enteraran, la restricción que le pusieron los padres de Agustina cuando se enteraron de todo, porque ésta era menor, la manera en que la juzgaba todo el mundo, ya que nuestra provincia es muy pequeña y ya se sabe “pueblo chico, infierno grande”, no había persona que no hablara de la sexualidad de Juliana y de todos los problemas familiares y policiales que le trajo. En sus palabras encontré respuestas a varias de mis preguntas, no me afianzaba con Victoria por mucho miedo al que dirán. Mis familiares, amigos, compañeros –de secundaria-, todos eran bastante cerrados con ese tema. El hecho de que fuera tan chiquita también me afectaba un poco. Y ni hablemos de lo que significó la malvada Agustina en mi vida. Okey, la filosofía y tanta reflexión ya no me gustaba así que hice lo posible por desviar el tema.
-Está haciendo un poco de frío, vamos para adentro, voy a irme a casa, así repaso un poco el práctico –Dije, había que defenderlo frente a la clase y no tenía mucha idea aún. Justo en ese momento Victoria me escribió “Te extraño mi vida” y cambié de idea como si el práctico no existiera-. ¿Querés conocer a Victoria? – Pregunté.
-¡Por supuesto! – Exclamó, entusiasmada, Juliana.- Vamos para el centro, tengo que ir a hablar con mi compañero de trabajo para arreglar mis nuevos horarios. –Dicho esto agarro un par de cosas y salimos. Victoria ya estaba en camino a la misma esquina donde la conocí, Juli también vivía lejos del centro por lo que quizás llegábamos al mismo horario que Vico.
No, llegamos después que ella, que ya se estaba preocupando por la demora. A penas me vio se levantó del cantero donde estaba sentada y corrió a mis brazos. Sentir el perfume de su pelo era suficiente para ponerme bien. Hice las presentaciones correspondientes, se cayeron en gracia instantáneamente.
Juli comenzó a contar anécdotas de cuando éramos chicas y Victoria escuchaba atentamente sobre el día en el que me caí de las escaleras de la casa de una amiga o cuando me resbale con las pelotitas que tiran los árboles “paraíso” y caí de la bicicleta cuando veníamos haciendo carreritas o cuando me llevé puesto el portón de una casa y demás cosas sanas que hacía de pequeña.
Caminamos hacia el parque, quedaba cerca. Victoria y yo íbamos de la mano, yo me estaba muriendo de ganas de besarla, pero no lo hacíamos en público todavía.
Cuando llegamos compramos una gaseosa y papas fritas, nos sentamos en un asiento. Victoria me abrazaba por la cintura y apoyaba su cabeza en mi hombro. Si bien con Juli volábamos a temas facultativos, ella siempre participaba con algún comentario simpático. Me alegraba que Victoria le cayera tan bien a la gente cercana a mí que había conocido.
Porque a Cristina y Cami, también se le sumaba Ceci. Y fue porque un día me encontré con un mp en facebook de Cecilia, donde me decía que me había visto en el centro con una chica y que estaba más que segura que era esa “nueva amiga” que tenía yo tenía que me comentaba todas las cosas, quería saber quien era. Y quería la verdad… se la dije.
-Ella es mi novia, Ceci. No me animaba a decírtelo antes porque no sabía como podían salir las cosas, pero la quiero, se que la quiero. Y también quiero que la conozcas.
Cecilia en un momento se sorprendió mucho y me hizo muchas preguntas como “¿Pero a vos te gustaban las chicas o lo descubrís con ella? ¿Te sentís bien con la relación? ¿Qué crees que va a pensar Leo?
Leonardo, en él no me importaba que pudiera pensar pero había un pequeño problema. Y se los contaré aventurándome a mucho tiempo atrás: Cuando mi mamá se recibió de la secundaria. Resulta que ella tenía un grupo de amigas, como casi todo el mundo. Pasaron tantas cosas juntas que incluso 25 años después de haberse recibido no solo seguían siendo amigas, sino que se consideraban hermanas. Sus amigas eran tres: Liliana, Silvia y Jacqueline. Todas tienen hijos e incluso hoy por hoy nietos. El tema es que todos sus hijos son mis primos. Y no importa que la sangre no nos una, son mis primos. Uno de los hijos de Liliana, mi primo Andrés, era el mejor amigo de toda la vida de Leonardo, ya que vivía un departamento más arriba que la familia de mi tía Liliana. ¿A que voy con todo esto? Corría mucho riesgo de que mi mamá se enterara. Y aparte, en la familia de mi tía eran todos súper discriminadores de los homosexuales, las cosas se plantaban mucho más difíciles. He ahí el pequeño problema, eso me tenía preocupadísima.
Pero a Ceci no se lo hice notar. Le respondí que nos juntáramos así la conocía y así fue, también asistió Cristina al encuentro. ¿Está demás decirles que se cayeron bien? No. Y eso que Cecilia es una personita muy cerrada, Victoria le cayó bien de entrada. Que linda era mi novia por Dios, en todo aspecto. Tenía que valorarla más.
Ahí, en el parque, mientras Juliana y Victoria hablaban de vaya a saber que cosa, me di cuenta que no se cumplió en lo más mínimo lo que yo quería desde el momento inicial: Que Agustina fuera la primera en saber todo. Y lo que era peor, estaba siendo la última.
Pero no porque yo quisiera. Era porque se estaba dando una situación muy rara: Nunca, pero nunca, coincidíamos en una juntada Agustina y yo.
Encima, yo había prohibido a todo el mundo hablar de mi nueva relación sin mi presencia. Cada persona cercana a mi se enteraría por mi, por lo que sabía que si por alguna razón no estaba presente en la juntada, el resto de las chicas no dirían nada al respecto. Era muy extraño no coincidir, pero pasaba. Si no era ella la que faltaba, era yo. Y eso que nos veíamos seguido por el tema de que Cris aún no estaba del todo repuesta de su gran pérdida, pero a Agustina no me la cruce por un tiempo largo, por ningún medio y en ningún lado. Mi pequeña estaba muy feliz con eso.
Juliana dijo que se tenía que ir porque su compañero de trabajo la estaba esperando, se despidió de ambas. Nos paramos las tres del banco –Victoria y yo para ir a “nuestro lugar”, un pequeño rincón del parque que estaba lo suficientemente alejado para tener paz pero no tanto como para que nos pasara algo malo-, Juliana comenzó a caminar hacia donde debía ir y yo abracé a Victoria porque no aguantaba mucho más sin hacerlo, justo cuando la abracé me quedé mirando a Juli, que se daba vuelta y me hacía señales con mucho entusiasmo y levantando los dos pulgares, aceptando mi relación con Victoria y a Victoria en si. Yo también le hice una seña a ella, cómplice.
Me agarró de la mano y empezó a contarme su día, mientras nos dirigíamos a nuestro rincón. En un momento dado, pasó por al lado nuestro un chico, que quizás hacía rugby o algún deporte así, porque estaba súper bien formado, de ojos claros y pelo rubio con rasgos muy atractivos. Era hermoso, para que mentirles. Creo que hasta la persona más gay podría fijarse en él, tanto hombres como mujeres. Pero Victoria no se fijó tanto como yo, que me quedé mirándolo sin poder disimularlo –aunque un poquito era para que ella se molestara-, y con una frase me bastó para saber que había logrado mi “objetivo”.
-Andate con él, si querés.-Dijo, muy seria.
-Creía que lo conocía, mi vida. Tranquila. –Dije, mintiendo un chiquitillo y abrazándola y dándole pequeños besos en la mejilla. Ella no decía nada, pero sonreía. La cosa no era tan grave.
-¿Segura? ¿Era necesario mirarlo así? Estas con tu novia.- Por favor, me encantaba cuando se ponía así. Sucedía bastante seguido, ya que era bastante celosa conmigo. Mucho más que yo.
-Segura, hermosa mía. Soy tu novia y te quiero a vos. ¿Sabes?-Dije, poniéndome frente a ella y dándole un beso, frente a un par de personas. Que hiciera eso bastó para que aflojara.
-¿Por qué no sos tan celosa como yo? –Preguntó. Y no supe que responderle. Era cierto lo que decía, yo no era tan celosa como ella. A ella le molestaban ciertas cosas que a mi no, se ofuscaba y me lo hacía notar. No era una loca obsesiva, por supuesto, pero a ella le molestaba que me hablaran diciéndome “Hola, linda” compañeros de la facultad y a mi no me molestaba si alguna amiga le decía mi amor.
La respuesta que tuve en mi cabeza, fue porque quizás en mi interior yo seguía celando a otra persona y con ella tenía más seguridad de que no me cambiaría o dejaría…pero imposible decírselo.
-Porque soy más grande que vos y la gente mayor no siente celos ¿Sabías? Tontita. – Dije, en tono de chiste y besándola otra vez, pero ahora ya ubicadas en nuestro lugar.
Yo me sentaba en el piso, apoyada en una pared y ella se sentaba arriba mío, pero de costado. El lugar era oscuro, como ya dije antes, pero no turbio. Podíamos estar tranquilas y seguras.
Me gustaba cada vez más besarla. Y nuestros besos eran cada vez más apasionados, me gustaba besarla sin lengua porque era muy tierno, pero cuando la atraía más hacia mí y alguna de las dos metía la lengua en la boca de la otra, la cosa se ponía más fuerte. Era increíblemente excitante besar sus labios tan dulces, pero había algo que me frenaba.
¿Agustina? No queridos, tampoco soy tan estúpida. La respetaba muchísimo y si bien no era virgen, yo no quería propasarme –demasiado- con ella, era cuatro años mayor y había tomado la responsabilidad de “cuidarla”, por así decirlo. Ella era la que me daba vía libre para intentar algo más, porque yo siempre estaba con el discurso del respeto hacia ella y toda la cosa que a Victoria mucho no le interesaba.
Un par de días antes a ese, recuerdo que habíamos estado en un baño de una estación de servicio y yo la tenía contra la pared agarrándola fuerte de la cintura, me excité muchísimo con solamente tocar sus labios y me animé a tocar su parte de atrás y acercarla aún más hacia mi. Ella respondió bien, pegándose totalmente. Necesitaba avanzar un poco, los besos ese día se me estaban yendo de las manos y ella no cooperaba en lo más mínimo. Metí mis manos por su espalda y ella tuvo una respiración que me volvió loca, solamente con que ella exhalara aire de cierta manera bastaba para que me pasaran mil cosas.
Baje hacia su cuello y le di pequeños besos. No soporté mas y le saque la mochila, ella me sacó la mía. Y ahí, como siempre mi cabecita aparecía a arruinarme mis momentos felices y dijo “Es una nena, cuidala. Este no es el lugar para una señorita”. ¡Me odiaba tanto a veces! Pero tenía razón. Así que frene todo y le dije que saliéramos, que yo ya me tenía que ir al cumpleaños de Cecilia –cosa que era cierta, me ayudó muchísimo un llamado de Cristina en el momento justo-.
Cuando nos despedimos, me mandó un mensaje diciendo que le había encantado la situación y que con cada beso me quería más. Y que siempre quería un poco más de mi, que la manera en la que le había sacado la mochila le bastaba para ser feliz. Por Dios, solo ella podía decir algo así, la quería, si. La quería.
Detalle: Llegué tarde al cumple de Ceci, cuando Agustina ya se había ido. Cristina me contó –con mucha culpa- que ese día se les escapó frente a Agus y Micaela hablar de Victoria como mi novia, y que no hubo reacción. Ni buena, ni mala. Micaela dijo que esperaba conocerla pronto y que entendía que yo no se lo dijera antes, era una situación muy nueva y seguramente difícil. Si supieras, Mica.
Volviendo al parque, Victoria y yo nos besábamos como siempre, en el medio hablábamos de nuestra vida, enterándonos de cosas nuevas de la otra. Ese día, en ese lugar, escribí: “Victoria y Laura” y lo redondee con un corazón muy deforme –según ella-.
Cuando ya se estaba haciendo tardecito, nos fuimos yendo para su parada –la que quedaba cerca de mi casa, obvio-. Y nos dimos una despedida aún más hermosa que todos los besos que nos habíamos dado antes. Eso si, ella se subía al colectivo y yo ya empezaba con mis estupideces inseguras, que algunas veces hasta incluso me llevaron a tratarla medio mal a ella, que no tenía nada que ver. ¿Ahora la mala era yo? No siempre, pero podía ser.
Igual, mucho no peleábamos. A mi no me gustaba en lo mínimo estar enojada con ella y mucho menos que ella estuviera enojada conmigo. Si alguna vez le decía algo tonto, me retractaba rápidamente. Y ella casi nunca decía algo para hacerme enojar. Nunca habíamos tenido en el tiempo que llevábamos juntas una discusión a los gritos, una pelea hiriente, un encontronazo, nada. Nos llevábamos bien o le buscábamos la vuelta para no estar mal.
Discutíamos un poco sobre el tema del facebook, de la publicidad del noviazgo. Ella no me entendía mucho, pero igual con el tiempo comenzó a aceptar y a hacer las cosas un poco más privadas, no para llamar tanto la atención. De vez en cuando me preguntaba a mi misma si Leonardo tendría idea de esta nueva situación, porque aunque lo nuestro estuviera terminado, a los hombres por alguna extraña razón les pega fuerte en el orgullo que sus “ex mujeres” se vayan con otras mujeres. Y los hombres resentidos son peores que las mujeres. Aunque tenía algo de confianza en Leo.
Dos o tres días después de la tarde del parque tuvimos nuestra primera discusión fuerte. Y fue por culpa mía.
Todo comenzó estando en la facultad, Juliana me puso de pésimo humor porque ella estaba realmente intratable, a todo tenía un comentario negativo y de todos largaba algo mordaz. Como a mi suelen “pegárseme” los estados anímicos de las personas, se me contagió su idiotez instantáneamente. Aunque no solamente fue porque ella estaba cruzada que me crucé yo, en un momento largó un comentario desubicado sobre mi sexualidad –que nadie entendió, ni yo- en el medio de la merienda con los chicos.
-Ubicate conmigo, Juliana. Si hoy no es tu día a mi no me metas. Tampoco a los chicos.-Dije, claramente muy idiota.
Lautaro y Emanuel –Valen no se porque no estaba- bancaron lo que dije, pero intentaron poner paños fríos, porque Juliana intentó responderme y no la dejaron.
Juliana no volvió a dirigirme la palabra en el resto de la tarde, pero no dejó de estar increíblemente insoportable. Algo debió de haberle pasado en su casa, con la mujer de su papá –no era su mamá- seguramente, igual ese día no pensaba averiguarlo.
Me llamó Victoria, al horario en el que sabía que yo estaba en recreo.
-¿Podemos vernos hoy? –Me preguntó, esperanzada.
-No, estoy un poco cansada. –Dije, medio seca.
-Por favor, no tenes idea como te extraño.-Insistió.
La pensé un poco, yo también la extrañaba. Pero la verdad es que estaba muy embroncada, cruzada, idiota, me había pegado re mal la actitud un poco estúpida de Juliana.
-Está bien. 18:30 en donde siempre. –Peatonal y Libertador-, no te demores.- Respondí.
-No. Te quiero mucho mi vida.
No le respondí más, eran las 17:30. Tenía que aguantar un tiempito más a Juliana con su “insoportabilidad”, supuse que Victoria estaría cerca de su escuela, por ende más cerca del centro y no se demoraría tanto. Se me hizo eterno el paso del tiempo y mientras más corrían los minutos, más insoportable me ponía yo también, pero lo peor de todo es que no tenía una razón aparente.
Victoria ya me estaba esperando cuando llegué, la salude con un abrazo un poco más frio que los habituales y empecé a caminar, silenciosamente y sin rumbo fijo.
-¿Qué te pasa, Lau? ¿Hice algo? –Preguntó Vico, preocupada.
-No tiene nada que ver con vos. Juliana me sacó de las casillas hoy. Se que le debe haber pasado algo, pero se la agarró de una manera estúpida con todos los que la rodeaban, entre ellos yo y la verdad es que me enferma cuando tengo yo que bancarme los efectos del mal humor de los demás.-Dije, largando todo de una.
-No sabes como te entiendo.- Su respuesta tuvo un claro dejo de ironía. Y tenía razón, lo admito. Yo estaba haciendo lo mismo con ella. No dije nada más.
Seguimos caminando por Peatonal, que cuando deja de ser Peatonal, pasa a llamarse 9 de Julio, hacia el sur. No solíamos tomar ese rumbo cuando recién nos veíamos ya que era la calle de su parada y cerca de mi casa, siempre tomábamos por ahí cuando era hora de separarnos.
Mi estado anímico, por alguna extraña razón estaba aplacándose. Quizás fue porque ella se llevó puesto un cartel por intentar hacerme reír, aunque yo intentaba mantenerme en ese estado imbancable. Me recordé mucho a Agustina, como su forma de ser había calado hondo en mi. Más odio me dio.
-Hoy pasó algo en la escuela que quizás te importe. Resulta que Brian, un amigo de un curso superior, me dijo que Karen, otra amiga de ese mismo curso, gusta de mi. Por supuesto que pensé…-Intentó, muy fallidamente, sacarme un tema de conversación.
Y no la dejé terminar.
-Victoria, si estas haciendo esta pendejada para que me den celos porque los otros días te diste cuenta que no soy tan celosa como vos, te digo que me parece cualquiera, porque estas viendo que estoy idiota y salís con eso. Que boludez.-La verdad es que tuve una punzada interesante en el pecho, seguramente de celos. Pero preferí pensar que era una sensación de malestar porque Victoria estaba haciendo esto “apropósito” -según yo-.
-No, Lau…acá tengo…-Dijo, sacando su celular. Así que habían mensajes.
-No, no Victoria. No me interesa. La verdad es que elegiste el peor momento para contarme esto. Ves que estoy re cruzada y me saltas con que hay alguien que gusta de vos. ¿Qué querés que haga? ¿Te aplaudo? ¿Querés irte con ella? –La reacción se me estaba yendo de las manos y Victoria no me decía nada. Ni para frenarme ni para discutirme.
-No es mi culpa que ella guste de mi.- Okey, no debería decir esas cosas cuando estoy por reventar y no se de que sentimiento.
-Ah bueno, mirá ¿Sabes una cosa? Mejor me voy. Tomaré por esta calle –Era doblando hacia la izquierda, para nada cerca a mi casa porque yo vivía hacia la derecha de 9 de Julio.-Vos seguí hasta encontrar la parada que más te guste y dejame en paz, por hoy.
-¿A dónde te vas a ir? –Preguntó, con un hilo de voz.
-No te importa.-Respondí secamente –No me sigas, tampoco. ¿Sabes? Va a ser peor. Chau.
Y giré, sin siquiera darle un beso, por una estupidez. Dejándola sola. Todavía no era de noche, pero si yo me había propuesto cuidarla lo último que tenía que hacer era dejarla sola. ¿No es cierto? Se me quedó mirando un rato, lo note por el rabillo del ojo y después siguió su camino, claramente triste y sin entenderme.
Comencé a caminar rápido, enojada. Y maquinando mi cabeza a doce mil revoluciones por segundo. Pero me di cuenta que mi enojo en el fondo no era con Victoria y ni estaba siquiera vinculado a Juliana.
Se dirigía hacia esa tal Karen ¿Por qué tenía que decirle a Victoria que gustaba de ella? ¿Acaso no se había dado cuenta que ella tenía novia? ¿Qué yo era su novia? Si. No de una manera loca o enferma, pero Victoria era mía. Mi novia. Estaba conmigo. Odiaba la gente así, metida en donde no debe, desubicada. Y me di cuenta, cuando había caminado un cuarto de cuadra que todo lo que me pasó fue por celos. Si, celos. No me quedaban dudas.
Me di cuenta de que la quería mucho más –no solo de lo que pudiera admitir- de lo que yo imaginaba que la quería, lo que yo creía que la quería. Estaba terriblemente celosa y enojada con alguien que quería meterse entre Victoria y yo. Con mi sonrisa. Esa sonrisa era mía…
…Y la había borrado con mi estupidez. Y la estaba dejando ir. Dejé de caminar. Giré sobre mis talones y empecé a correr. Antes de llegar a la esquina, encontré un kiosko y compré sus chocolates favoritos, muchos, no recuerdo cuantos pero no me entraban en las manos. Y seguí, desesperadamente, corriendo hacia ella.
La vi. Había avanzado casi una cuadra, caminaba lentamente. Tenía su celular en la mano ¿Y si Karen justo le había enviado un mensaje? Se me revolvieron las tripas de solo pensarlo. El celular me sonó, era ella por el tono de mensajes que tenía para cuando me llegaba algo suyo.
Pero no contesté, ni lo vi. Corrí más rápido pero intentando no hacer ruido, quería abrazarla por la espalda y sorprenderla, pero cuando estuve a unos siete metros de ella, Vico se dio vuelta muy decididamente, para ir a buscarme. Y me vio correr desesperadamente por ella con chocolates que no me entraban en las manos. Se quedó quieta, se que no se esperaba algo así. Seguí corriendo hasta ella. –Esto es tan real, que me hizo llorar un poquitito al recordarlo, para que lo sepan-.
Me sonrió. Mi sonrisa favorita había aparecido, aunque noté que sus ojitos estaban un poco tristes. No le di tiempo a nada, la abracé con toda mi fuerza, como si necesitara hacer eso para seguir con mi vida.
-Perdoname, perdoname. –Escuche que me dijo. No fue mi intención hacerte mal, yo solamente quería que…
-No, mi vida. Perdoname vos a mi. Te hice lo que no me gusta a mi, que me maltraten cuando nada que ver. Yo, yo, yo…tomá. –Le dí la montaña de chocolate- No se que decir, ni que hacer. Pero quiero pedirte perdón y prometerte que nunca, nunca, nunca en mi vida voy a volver a hacerte algo así. Jamás. Porque es la primera vez que me doy cuenta que lastimarte a vos, es lastimarme a mi. Me dolió esto más de lo que creía que me podía doler, así que no voy a volver a hacerlo. –Creo que nunca en la vida le hablé con tanta sinceridad a alguien. Me hundía en sus ojos, para que me creyera lo que estaba diciéndole, éstos estaban recuperando la alegría que tanto me gustaba, pero lloraban. Al igual que yo, que me sentía muy mal por haberle hecho mal.- Y si, mi amor, me puse increíblemente celosa porque vos sos mi chica, mi novia. Y no quiero perderte, no quiero.-Me aferré más a ella.
-Yo esperaba que vos estuvieras enojada conmigo y no sabía que iba a hacer para que me perdones, pero te juro que no quiero perderte. No quiero que peleemos, vos y yo no estamos hechas para pelear, mi amor. Te quiero tanto, tanto, tanto.- No aguanté más mis ganas de besarla, ella no podía abrazarme porque estaba con las manos ocupadas. Así que delicadamente le saqué todas las cosas de la mano y se las guardé en su mochila. La abracé y la besé, como se lo merecía.
La quería a Victoria. Y con esto me refiero a que la elegía. Quería estar con ella, con nadie más. Mi seguridad de sentimientos, por primera vez en mi existencia, había avanzado. Todavía tenía resabios de viejas situaciones, pero era algo que cada día aumentaba más y más y más. Y todo por ella. Ella misma se había encargado de lograrlo.
Comenzamos a caminar, abrazadas. Generalmente ella me abrazaba a mi, mucho. Pero ahora era yo la que iba aferrada a ella. Me había perdonado y encima se sentía culpable. Por Dios, era perfecta. Tenía que devolverle algo, hacer algo por ella. O hacer algo con ella.
Seguíamos caminando por 9 de Julio, ya estábamos cerca de su parada y de mi casa. Justo pasamos por una plaza, nueva, recién reformada, pero que no era muy visitada aún ya que no era tan popular anteriormente, ni siquiera nosotras habíamos ido todavía, me di cuenta que habían unos baños muy hermosos…quizás. Si, eso pensé hacer.
La tomé de la mano y no le dije una palabra. Decididamente entre con ella hacia el baño, me abrazó por atrás y siguió aún más pegada a mi. Abrí la puerta de uno de los cubículos y entré. Me senté y la senté sobre mi, pero de frente. Nunca nos habíamos puesto así, porque yo siempre la “cuidaba”. Por supuesto que ahora también iba a cuidarla, pero necesitaba avanzar aunque sea un paso más. Aunque tenía miedo porque no sabía que podía querer ella. Intenté con todas mis fuerzas que no se diera cuenta de cómo estaba temblando todo mi ser. Ninguna decía una palabra, pero no hacía falta.
De la horrible primera pelea, surgió algo hermoso.
Comencé a besarla suavemente, a recorrer su boca despacio, sin apuro. Su boca era mágica besando, no se los podría explicar jamás. Creo que cada uno tiene el placer de besar a alguien así una vez en la vida. A mi se me dio.
Las respiraciones de ambas se podían sentir, porque cada vez se incrementaban un poquito más. Comencé a subir la intensidad del beso, metiéndole mi lengua profundamente y un poco más fuerte, le mordí el labio inferior y le solté la boca. Comencé a besar la comisura de sus labios. Ella empezó a moverse sobre la ropa y sobre mí. Le saqué suavemente la mochila y ella hizo lo mismo conmigo.
Tomé impulso y después de sacarle la mochila, seguí con su buzo. Dejándola con una musculosa blanca y negra súper sexy, que nunca le había visto. Luego de mi movimiento, ella hizo lo suyo. Desprendió mi campera y me la sacó. Todo esto sin dejar de mirarme, sin despegar sus ojos de los míos.
Ahora era mi turno, comencé a acariciar su espalda por debajo de la remera. Nunca lo había hecho y fue una de las mejores sensaciones del mundo. Mis manos subían y bajaban por su espalda y ella se movía un poco más rápido. No aguanté mucho más, le saqué suavemente, como si fuera a romperse si me excedía con la fuerza, su remera. Su corpiño era rojo a rayas blancas. Comencé a besarle el cuello, suavemente y después más fuerte. Ella gemía despacio, era todo muy tierno y hermoso. Uno de los mejores momentos de mi vida.
Baje por su cuello hasta casi sus pechos, pero ella no me dejó. Agarró mi remera y un poco más fuerte que yo, me la sacó quedándome con mi corpiño color crema y negro frente a ella. Que ahora me besaba increíblemente, recorriendo cada espacio de mi cuello. Los mejores besos que recibió mi cuello fueron dados por Victoria. Confieso que esa clase de besos no me excitaban tanto, hasta que probé lo que era que ella me besara. Ella. Ella. Ella.
Recorriendo su espalda con mis manos, fácilmente pude desprender su corpiño, pero me daba mucha vergüenza sacárselo. De todas maneras se sobresaltó por lo rápido que se lo había podido desprender, cuando ella estaba tratando y demoraba más que yo, eso le dio un poco de humor a la cosa. Pero cuando pudo desprender el mio, me lo sacó de una y se puso seria otra vez, aunque me dijo que ya después le iba a tener que explicar porque fue que no tuve inconvenientes. Cuando ella me desnudó totalmente de la parte de arriba, yo también le saqué su corpiño y la abracé.
Necesitaba sentirla, sentir su cuerpo con el mío. Y fue una sensación increíble. No se si ella lo sintió alguna vez en sus 14 años, pero yo en aquellos 18 nunca había sentido un abrazo tan hermoso.
-Te quiero, muchísimo. –Le dije. –Mas de lo que imaginé que podía quererte, hermosa mía.
La puse frente a mi otra vez y comencé a recorrer su cuello, bajando hasta sus pechos. Eran más pequeños que los míos, pero venían bien, cada uno tenía un lunar en el mismo lugar que el otro. Ella se aferraba fuerte a mi cabeza con sus brazos y cada vez se movía más rápido.
-Me encanta como lo haces. –Me dijo, entre suspiros agitados, mientras con mi lengua recorría su pecho derecho y pasaba al izquierdo. Dándole pequeñas langueteadas y succionando a veces.
Me subió la cabeza hasta quedar frente a frente otra vez y besó mi boca mientras sus brazos se aferraban a mi cuello, la tomé por la cintura y comencé a besarla fuertemente de nuevo, más excitantemente que nunca. Mis manos bajaron hasta su trasero y la traje más aún hacia mí. Dejando mis manos en la parte de su cuerpo que más me gustaba, apretándolo cada vez más.
-Quiero todo con vos. ¿Lo sabías? –Me dijo, mientras empezaba a recorrerme más abajo del cuello y comenzaba a llegar a mis pechos, pero sin llegar a succionarlos aún.
-Yo también, amor. –Dije, sin darle mucha importancia. Estaba realmente sumergida en otro mundo. Sus besos me estaban llevando a vaya a saber donde.
-En serio. –Insistió mientras su lengua comenzaba a recorrer mis pechos por primera vez, solté un ahh muy fuerte, no pude aguantarlo. En mi interior sentía fuegos artificiales, pero no en la panza precisamente, un poco más abajo. No podía responderle, igual continuó diciéndome que quería todo conmigo.
Me miraba cuando me chupaba, cuando me besaba fuertemente los pechos, primero el izquierdo y después el derecho. Tenía una mirada infernal en ese momento. No era para nada una niñita. Era una mujer. Toda una mujer. Me arrepentía de no haberla conocido antes.
Y con un tono de voz increíblemente excitante, porque ella también estaba terriblemente excitada, poniéndose frente a mi, me dijo.
-Quiero hacer el amor con vos, mi amor. Quiero que vos seas mi primera mujer. Quiero estar con vos. No te preocupes por cuidarme. Y ese discurso de que soy más chica que vos, guardátelo, porque es lo que yo quiero. Cuidame de cosas verdaderamente malas, yo te juro que me muero por estar con vos.
Mi boca se abrió hasta el suelo, me sorprendió muchísimo que me lo dijera así, tan expresamente. Y en contrario a la ultima vez que una mujer me dijo que quería hacer el amor conmigo, no reaccioné mal, no me alteré, no me quise ir. Por supuesto que si, por supuesto que quería que fuera mi mujer, mi mujercita, mi chica, mi todo.
Pero el hecho de querer y mucho estar con ella, no me hacía ignorar otra cosa. Por lo que le respondí, entre besos.
-Si mi amor. Yo también quiero estar con vos, quiero hacerte el amor. Quiero que seas la primera. Y no quiero a nadie más que no seas vos –por primera vez, esto era 100% cierto-. Pero ¿Sabes algo? Vos sos mi princesa, sos mi…no se como definirlo sin ponerme excesivamente cursi. Sos mi nena. Yo te vivo molestando con eso de que quiero cuidarte y es cierto. Es mi deber. Y quiero que la primera vez que hagamos el amor sea inolvidable para vos y en un lugar mejor que este ¿No te parece? –Si seguíamos un poquito más, terminábamos ahí-. Quiero que sea lo más hermoso y cómodo que pueda pasarte, que estes tranquila y segura y acá no lo estamos como yo quiero. Te prometo que no van a pasar muchos días, pero ahora acá no. ¿Sabes, mi amor?
Todo esto era con besos y caricias de por medio. Yo me tiré un poquito sobre la pared –que estaba increíblemente fría- y ella se acomodó en mi pecho. Aceptó mi idea porque quería lo mismo que yo. Comenzamos a besarnos suavemente y cuando estábamos por volver de nuevo al ruedo caliente, se esuchó una voz.
-El baño está por cerrar. ¿Hay alguien?
Hasta el día de hoy las caras de sorpresa que hicimos me dan risa. Yo hablé.
-S..si. Ahí salgo. –Victoria se reía de nervios y me ponía también nerviosa a mi. Igual, era la voz de un hombre por lo que dudaba que llegara a entrar.
Creo que tardamos tres micro segundos en vestirnos y salir de ahí. Pero no éramos las mismas que habíamos entrado. En realidad yo no era la misma. Ese día, empecé a enamorarme de Victoria. O por lo menos a darme cuenta de lo esencial de su presencia para mi. Ella lo tenía todo. Todo para hacerme feliz y me estaba dando cuenta de eso. Y un día, Laura empezó a abrir los ojos.
Salimos y después de despedirnos del sereno que nos esperaba a que saliéramos –y nos miró con cara sospechosa-me abrazó desde atrás y poniéndose en puntitas de pie hasta llegar a mis oídos, me dijo que era feliz conmigo. ¿Qué más podía pedir?
Ya era tarde, muy tarde. O por lo menos tarde para que mi chica llegara a su casa, así que caminamos hasta el punto donde nos separábamos siempre, cuando llegamos y nos sentamos a esperar su colectivo, le dije:
-Mi amor, perdón por mi reacción de hoy. En serio, pero fue por celos.
No me dejó de terminar porque me plantó un beso.
-La tarde de hoy ha sido una da de las mejores de mi vida. Conocerte así es algo que no tiene parecido a otra cosa y no importan las peleas si siempre nos vamos a reconciliar de esa manera ¿No te parece? Me dijo, besándome después. Pero yo no quedé conforme.
-Amor, dejame terminar. Si, tengo celos por vos. Pero…¿Quién es Karen? Me molestó mucho eso. ¿Qué hiciste vos? No me cambies por nadie, yo no quiero perderte. -¿Quién de ustedes me hubiera imaginado decirle eso a alguien que no fuera la malvada innombrable? Parecía una nenita chiquita.
Ella se rió de lo que dije y yo me puse seria. Por lo que dejó instantemente de reír.
-Le dije que se ubicara, que yo tenía novia y que te amaba. Es más, le mostré esta foto. –Sacó su celular y nos vi a ella y a mi, abrazadas- y le dije que esa eras vos y que ya hacían casi dos meses que estábamos juntas y que no quería hacer nada malo. Aparte me enojé un poco porque ella sabe que estoy con vos. Por eso me envió un mensaje pidiéndome disculpas, que no le respondí. Yo te quiero a vos, tonta. ¿Todavía no te das cuenta? –Y me cerró la boca con un beso. Que me dejó tranquila y me dio seguridad.
Notamos que al otro día cumplíamos dos meses y nos pusimos muy felices, también nos asombramos de lo rápido que pasaba el tiempo. Algo había que hacer para festejar.
No pudimos besarnos mucho tiempo –nunca eran suficientes, así nos diéramos un millón de besos, íbamos a querer más- porque su colectivo pasó relativamente rápido. Y ella se fue.
Me quedé mirando como su micro se alejaba de mi y por primera vez, desde que la conocía, era mi novia, la extrañé a penas se fue. No después de un rato, no después de no saber de ella por un par de horas porque su mamá le había sacado el celular para que estudiara, no después de no verla por tres días. La extrañe en cuanto ella se alejó un metro de mi cuerpo. Necesitaba su voz, su ternura, sus besos.
Tal vez la cosa era un poquito más grave de lo que yo creía. Encima de todo no podía dejar de pensarla, dejar de pensar en todo lo que había pasado. Era como si Victoria hubiese entrado en el cerebro y en el corazón y fuera echando a todo lo que en algún momento ocupó un espacio, para ocuparlo ella. Y yo se lo estaba dando, más que feliz.
Yo llegaba en cinco minutos a mi casa, ya que estaba muy cerca de donde nos despedíamos siempre, así que no tardé mucho en avisarle que ya estaba bien y que por favor me avisara cuando llegara, también le di gracias por aparecer en mi vida y le dije que ella no tenía idea lo mucho que me estaba cambiando.
Y era cierto, creo que si hubiera sido cualquier otra persona a la que le hablé como a ella cuando peleamos –bah, peleé yo sola- no me hubiera devuelto, a lo sumo pediría disculpas, pero jamás de los jamases me devolvería corriendo por alguien…ella lo logró. Intercambiamos un par de mensajes, hasta que llegó uno que me desestabilizó totalmente.
“Laura, mirá, no se como decirte esto, pero me parece que te tenes que hacer cargo de las cosas que haces. Hoy me enamoraste ¿Sabes? Y vas a tener que lidiar con eso el resto de tu vida. Vas a tener que lidiar con el hecho de que te amo. TE AMO, LAURA. Y te juro que no quiero pelear nunca con vos, no quiero perderte. Perdón por decírtelo por mensaje, mi amor. Chau, me voy a dormir.”
Ella siempre iba un paso más adelante que yo. La quería y estaba enamorándome de ella, claramente. Pero ¿Amarla? Era quizás un paso muy arriesgado o muy rápido de su parte y quien sabe si de verdad lo sentía. Seguramente algo fuerte por mi había pero… ¿De verdad estaba totalmente enamorada? ¿Qué se suponía que debía responderle? Encima me encantó la forma sutil de decírmelo, casi me da un patatus cuando lo comencé a leer.
Le respondí que yo también la amaba. Y es que aunque todavía no fuera del todo cierto en mi, porque yo no estaba profundamente enamorada aún, sabía que podía en un futuro sentirlo y me aventuré a la situación por lo menos hasta que sea de verdad, para que ella no se quedara mal. No podía responderle que no la amaba, era demasiado cruel. También me di cuenta que no podía hacer algo que le doliera. Jamás. Y si llegaba a hacerlo, no pasaban ni diez minutos antes de que estuviera pidiéndole perdón.
Me acosté rápidamente, mientras me seguía mensajeando melosamente con mi novia –que lindo es escribir “mi novia” refiriéndome a ella- hasta que se quedó dormida, al otro día debía ir a la escuela.
Me dormí pensando en todo lo que había pasado esa tarde, en lo feliz que era, en que me había gustado más que cualquier otra cosa sexual que yo hubiera hecho antes y eso que todavía no habíamos hecho lo más importante y también recordando lo tonta que fui al negar o al intentar tantas veces postergar mi elección por ella. Esa noche me acosté con algo seguro: La quería a Victoria. A nadie más.
Al otro día me desperté con un mensaje de mi prima mayor, Silvina. Quería hablar urgentemente conmigo. Tuve miedo, podría haberme visto. Pero no, en el final del mensaje me aclaraba “es por el favor de siempre” y entonces me di cuenta.
Si era lo que yo creía, me alegraba la vida. Ojalá así sea, pensé y salí esa misma mañana hasta la casa de Sil, para no hacerme ilusiones previas y para no ilusionar a Victoria. ¿De que les estoy hablando? Ahora les explico.
Silvina y Sergio, mis primos mayores, se toman vacaciones en cualquier fecha del año porque tienen trabajos donde a veces ellos pueden elegir cuando parar y si no pueden elegir, tratan siempre de coincidir ambos. Y sus hijos, Ignacio y Tomás no faltan jamás al colegio, así tienen faltas disponibles para cuando sus papás decidan vacacionar.
La cuestión aquí es que Silvina es hija única y la familia de Sergio –padres, hermanos y primos- vive en Colombia. La mamá de Silvina –mi tía- estaba un poco enferma como para quedarse sola y el papa –mi tío- ha fallecido hace tiempo. Por ende, no tenían a nadie familiar y de confianza para que les cuidara su casa. En realidad si, yo.
Silvina y Sergio son por lejos mis primos favoritos y se que yo soy su favorita también. Es muy divertido como estoy ligeramente vinculada a su historia.
Cuando nací, Silvi fue una de las primeras personas en conocerme y tenerme en brazos. Una de las cosas que dijo fue que a ella le encantaría tener un hijo pronto, pero que si seguía soltera jamás en la vida encontraría a nadie y nunca armaría su familia –tenia 21 años en ese momento, no era tan grande pero bueno-. Empezó a pedir un novio, un chico o alguien para casarse. La cuestión es que esa misma noche, en un cumpleaños, conoció a Sergio. El flechazo fue mutuo a primera vista. No se separaron jamás. Y una de las primeras personas de la familia a la cual conoció Ser, fui yo “la milagrosa bebé”, según Silvina.
Igual, cuando yo tenía cinco años, hubo una pequeña fisura en la pareja. Se separaron. Cuestión que se volvieron a ver en el casamiento de un pariente de Silvina y mío. Y que, justamente, el hermano del novio –nuestro pariente- era el mejor amigo de Sergio, por lo que también estuvo invitado.
Silvina –cuenta la leyenda, que es real- estaba hermosa esa noche y al momento del baile, eligió al hermano de la novia para bailar, no a Sergio. Pero no contaba con algo, él me tenía a mí de aliada. Y estuvo toda la noche dándome monedas de $0.50 para que yo fuera a interrumpirle el baile a Silvina y a decirle que volviera con Sergio, que Sergio la estaba esperando, que Sergio la quería mucho. Supongo que el chico al cual le corté la movida debe odiarme hasta el día de hoy, porque después de muchas moneditas, Silvina aceptó, bailó con él, se reconciliaron, volvieron y al año se casaron. Si, técnicamente fue gracias a mí.
Se fueron a vivir juntos. Y yo fui su conejillo de indias para aprender a ser papás. Fui la protegida de ambos –en parte aún lo soy-. Se tuvieron que armar de valor para decirme, a mis siete años, que Silvina estaba embarazada de su primer bebe. Mis celos y berrinches es un tema que quizás podemos tratar otro día, ahora no. Igual hoy por hoy amo mucho a mis sobrinos.
¿A que voy contándoles todo esto? A que soy la persona a la que más confianza le tienen para dejarles su preciosa casa. Él es abogado y ella arquitecta, la parte “rica” de la familia, ya que gracias a Dios les va recontra bien.
Su casa es preciosa, de dos plantas, cuatro habitaciones, tres baños, uno de ellos con una especie de jacuzzi muy genial, una cama matrimonial inmensa, televisores que parecen una pantalla de cine, la heladera siempre llena de comida para mi –cuando se van compran mis cosas favoritas- una mesa de pingpong, un placard repleto de juegos de mesa, un patio enorme…¡y hasta un pool en el sótano! Entre otras cosas más. No hay nada que me guste más que quedarme cuidando la casa de mis primos.
Mi prima ya me había hecho el chiste, era hora de que fuera verdad.
Toqué el timbre y por el balcón del primer piso, se asomó Silvina para ver quien era. Me hizo una seña y bajó rápidamente para abrirme.
-¡Lauri! ¡Que genial que hayas venido rápido! ¿Cómo estas, bella? –Preguntó, con una sonrisa grande en su rostro por verme. Me abrió la puerta y me invitó a pasar al amplio vestíbulo de su casa, que estaba lleno de bolsos y ropa. Tan desastroso como cuando uno se está preparando para irse de vacaciones.
-Bien Sil, ¿Te ayudo en algo? ¿Para que me necesitabas? –Pregunté, mientras me acercaba a la gran mesa de roble que estaba poblada de remeritas de Tomás e Ignacio.
-Si chinita, necesito que te quedes en casa por esta semana. Esta tarde-noche salimos para Chile de vacaciones. Mil perdones por no haberte avisado antes, pero nos dimos cuenta el sábado que podíamos escaparnos. Así que es de urgencia.-Todo esto me lo decía mientras intentaba clasificar su ropa, se estaba llevando como para tres meses, pero no le dije nada, ella era así-. ¿Podes? Decime que si, porque no tengo a nadie mas. Y ya sabes las reglas, mientras no sean más de diez y sean de tu extrema confianza, podes traer a quien quieras con vos –siempre me hacía el mismo chiste-, a tus amigas, compañeras, un amante secreto, un perro, un lobo. Lo que quieras, vos sabes que esta es tu casa. Eso sí, la próxima vez te llevamos con nosotros.
Sonreí, porque sabía que lo que me decía Silvina era cierto. Si era de mi confianza, yo podía llevar a quien quisiera a dormir conmigo. No pasó medio segundo que yo ya había elegido a Victoria. ¿Quién sospecharía de mi “amiga”?
Le envié un mensaje a ella, preguntándole si quería quedarse a dormir toda la semana conmigo en la casa de mi prima –ella ya sabía que de vez en cuando me dejaban encargada, ya le había contado esa parte de mi vida-. Se puso exultantemente feliz. Y me dijo que no me garantizaba la semana, ya que seguramente su mamá iba a poner el grito en el cielo, aparte estábamos en época de clases y ella no tenía una excusa firme para salir una semana. Pero me aseguró que haría todo lo posible por quedarse el mayor tiempo posible, primero hablaría todo con su papá y después le diría a mi suegra.
El condimiento especial en todo esto era algo que yo ya les anticipé: Ese día, martes 25 de junio, cumplíamos dos meses, que lindo festejo íbamos a tener.
Me llegó una respuesta un poco desmotivadora, pero aceptable ya que ella había tenido que mentir con que estaban haciendo una importante monografía para la escuela y se quedaría varios días en la casa de una compañera, trabajando. Odiaba que mintiera, con toda mi alma. Así que le dije que por lo menos diera la dirección de la casa de mi prima, que supieran que iba a estar ahí. Aunque eso me trajera problemas si algo llegara a salir mal en algún momento, como era un muy buen barrio residencial, se quedarían tranquilos de que su hija no andaba en lugares oscuros.
Me dijo que no le dio la exacta, sino una cercana. Pero que el hecho de saber que ella estaría por ahí había facilitado que dieran el permiso. Eso si, solo por tres días y dos noches máximo. Y más vale que no faltara a la escuela. Yo la quería todos los días, pero bueno. Quedamos en que ella venía directamente esa noche, ahí comenzaron mis nervios pero los disimulé bien. Aparte tampoco fue un ataque horrible, era ansiedad porque ya quería que llegara ese momento –cosa contraria a mis ataques comunes, que generalmente quieren detener el tiempo y que nada pase-. No, esta vez tenía una tranquilidad interior porque sabía que sería hermoso, pasara lo que pasara y saliera como nos saliera. Pero quería estar solamente con ella en ese mismo instante.
Silvina me invitó a comer y yo la ayudé a terminar de arreglar las cosas. El tiempo no pasaba más, cada minuto duraba una hora y cada hora un día. Victoria estaba en el mismo estado que yo, preparando sus cosas para quedarse conmigo y con muchas ganas de que llegue el momento. Por suerte yo tenía ropa mía en casa de Silvina y también soy casi del mismo talle que ella, así que también podía usar cosas suyas con todo el permiso.
Le avisé a mi mamá todo el plan y le pareció súper bien, invitaría a mi tía –la mamá de Sil- para que se quede con ella, así no pasaba tantas noches sola. Me pidió que la tuviera informada de todo y que fuera por mis cosas de la facu en algún momento.
Sergio, Silvina, Tomi y Nacho estaban alborotados y yo estaba en cualquiera, en una nube de felicidad impinchable. Igual les ayudaba en todo lo que podía, hasta que al fin estuvieron listos y a las 18:30 partieron hacia el aeropuerto. Me despidieron, abrazaron y prometieron traerme cosas de recuerdo del viaje.
-Te dejo el auto, por si querés salir a pasear por ahí.-Me dijo Sergio giñándome un ojo, aunque sabía que todavía yo no había aprendido a manejar, lo decía más bien para que se lo cuidara ya que para él era un hijo más.- Tenes la comida donde ya sabes, te dejamos como para veinte años así que come o nos vas a hacer enojar.-La primera vez que me quedé no comí nada de lo que me dejaron, recibí un lindo reto.- Y plata en la mesada de la cocina por si tenes alguna urgencia o querés comprarte algo, lo que sea. El viernes viene Elisa a limpiar, a las 08:30, acordate de eso. Cerrá todo y poné alarma. Te queremos, Lau. Cuidate y cuidanos la casita.
Dicho esto, se fueron. Yo tenía que ir a buscar a Victoria en Peatonal y Libertador a las ocho. Quedaba a veinte minutos de distancia, así que tenía tiempo para ordenar un poquito el desastre que habían dejado, bañarme y cambiarme.
Quedamos –la casa y yo- relucientes. Así que las 19:30 partí a buscar a mi novia. Llegué antes que ella, me senté en el cantero donde generalmente nos sentábamos cuando una tenía que esperar a la otra, pero la vi caminar rápidamente hacia donde yo estaba, así que rápidamente me levanté para que me viera. Me vio y aceleró más el paso.
La abracé sin decirle nada, durante un rato largo. La extrañaba mucho.
-¿Cómo estas, hermosa? –Dije, dándole un beso en la mejilla y tomando su mano. ¡Felices dos meses, mi amor!
-¡Felices dos meses, mi vida! Increíble que ya haya pasado tanto tiempo. Estoy mejor que nunca en mi vida. ¿Vos, amor? –Respondió y preguntó.
-Excelente. Y nerviosa, pero es un nerviosismo especial y más bonito que todos mis otros nervios.-Dije, sonriéndole. Tomó mas fuerte mi mano.
Se sorprendió bastante cuando estuvimos frente a la casa de mi prima.
-Me dijiste que era grande y linda, pero no imaginaba que tanto. Quiero que nuestra casa sea así ¿Sabes?
-Va a ser mejor, mi amor. Te lo prometo. –Dije, mientras abría la puerta del portón y la invitaba a pasar. Cruzamos el hermoso jardín de entrada y llegamos a la puerta, abrí y entró rapidísimo. Dejando rápidamente su pesada mochila en un costado de la puerta y corriendo hacia adentro.
-¡Esto es hermoso! –Dijo, recorriendo el comedor, la cocina, la sala de juegos de los chicos, la sala de estar. Hasta el baño le parecía increíble. –Y es que lo era, realmente-. Comenzó a subir las escaleras de mármol negro que llevaban hacia las habitaciones como una niña chiquita muy ilusionada con algo. Hasta que me vió parada mirándola, sonriéndole pero con mis ojos le decía “¿Y yo?”.
Bajó rápidamente y se abalanzó sobre mi, subiéndose como un koala, mientras yo la agarraba de donde a mi me gustaba y comenzaba a besarme apasionadamente.
-Vos y yo, sin interrupciones ni nada por tres días. Y te juro que voy a intentar que sean mas, mi amor.-Me dijo, mientras me recorría la boca de una manera que ya me estaba excitando.
La baje y la tomé de la mano. Subimos las escaleras y la abracé otra vez, ahí empecé a besarla. No se como llegamos hasta la habitación de mis primos, pero la iba llevando con besos hasta la cama. No se fijó en nada, no le prestó atención a nada más que a mí.
Me tiré sobre el acolchado e hice que ella quedara encima mío, nunca habíamos estado así y el solo hecho de tenerla de esa manera ya me estaba excitando. Comencé a besarla profundamente, cada vez más intenso era todo. Quería demorar aunque sea un poquito, aunque se me hacía muy difícil.
Le saqué la campera negra que tenía puesta y quedó con un pullover gris –hacía un poco de frío ese día-. Ella me hizo sentarme en la cama y se sentó sobre mi, con mucha suavidad me sacó mi buzo y me dejó con una musculosa celeste que era medio de pijama, me la había puesto después de bañarme.- Nos seguíamos besando, en el medio de eso. Ella me dijo, por primera vez mirándome a los ojos.
-Te amo, mi amor.-Fue un susurro y me llenó el corazón de alegría. Nunca había sentido nada igual.
-Te amo, hermosa.-Le dije, mientras le besaba el cuello. No podía mentirle a los ojos. Aunque ¿Le mentiría si le decía que la amaba en ese momento? No creo.
Le daba pequeños besos con la lengua en el cuello, hacía que mi lengua lo recorriera, lo explorara, lo marcara para siempre con mi nombre. Le subí su pullover y abajo había una remera manga larga violeta. Sonreí.
-No te puedo terminar de desvestir. –Dije en su oído.
-Y todavía te falta.-Me respondió, mientras ella misma se sacaba la remera y me mostraba que quedaba una remera mangas cortas. Lo sexy que se vió desvistiéndose para mi no se los podría describir. Pero era increíble como se transformaba en una mujer. En mi mujer.
Me sacó la remera y yo quedé en ropa interior en la parte de arriba. Me besaba el cuello y murmuraba que me amaba. Llegó al borde del corpiño y yo la volví a subir a mi boca. Mis brazos estaban aferrados a su cintura y solo se despegaban cuando tenía que desvestirla, de lo contrario me aferraba como si fuera a escaparse.
Nos besamos por un intervalo de cinco minutos, hasta que le saqué la remera y ella quedó igual que yo, pero me apuré y rápidamente le desprendí y saque el corpiño, sin ninguna clase de vergüenza. Comencé a recorrerla enteramente con mi lengua, la comisura de sus labios, sus orejas, su cuello, sus pechos, el izquierdo, el derecho, sus brazos. Me encantaba su reacción cuando la chupaba. Me miraba con unos ojos desconocidos para mi, eran una mezcla de amor, lujuria, deseo. Todo.
Me sacó el corpiño e hizo lo mismo que yo. Hasta ahí ese procedimiento lo conocíamos, era hora de avanzar. De hacerle el amor a mi amor.
La volteé y acosté quedando yo sobre ella. Comencé a besarle la boca y bajé por su pera, su cuello nuevamente, el centro de sus pechos, y bajé por su vientre plano, recorriéndolo todo, hasta que llegué hasta el botón de su pantalón, que desprendí con toda dulzura y comencé a bajarle el ajustado jean.
Quedó con una pequeña tanga negra, casi no dejaba lugar a la imaginación. Que me dejó perpleja, porque creía que yo ni con 18 años tenía ropa interior tan sexy como esa. Pero no era el momento para interrumpir con alguna pregunta tonta. No supe que hacer y me quedé mirando su intimidad. Ella actuó rápido y me puso en la misma posición en la que estaba hacía un ratito e hizo exactamente lo mismo que yo. Comenzó a besarme, pasando por todas las partes desnudas de mi cuerpo, hasta llegar al botón de mi jean, que desprendió mirándome, en llamas. Y me sacó el pantalón, yo tenía un bóxer militar de mujer, bastante sexy pero no tanto como lo de ella. Para nada.
-¿Queres guerra, mi vida? – Me dijo, con todo el doble sentido posible.
-Con vos quiero todo. –Le dije, mirándola profundamente. Se deslizó hacia mi y me besó. Yo bajé mis manos hasta su cola, por Dios, que cosa hermosa tocarla, sentirla sin ropa. La masajee, acaricié, apreté. Ella comenzó a medio cabalgarme por la excitación que tenía y yo ya podía notar su humedad sobre mi, aún a través de la tela.
En un momento frenó sus besos y quedando muy cerca de mi boca, me dijo, con cara de preocupación.
-Mi amor, no tengo idea que tengo que hacer. ¿Cómo seguimos?
La verdad es que yo tampoco tenía la mucha idea de cómo darle placer. Pero estaba totalmente dispuesta a aprender.
-Yo tampoco se, mi amor. Descubramos juntas. –Dicho esto, me dejé devestir totalmente por ella. Dejando al descubierto mi parte íntima totalmente depilada y preparada para la situación. Cuando terminó de desnudarme, hice rápidamente lo mismo con ella. Su pubis no tenía ni un vello, nada. Era bastante pequeñita por lo que podía ver.
La subí sobre mi otra vez, pero como si estuviera montándome. La sensación de tenerla sobre mi totalmente desnuda es algo que no tiene descripción, valor, explicación. Es de otro mundo. Creo que en ese momento me morí y estuve en el cielo o algo así. Comenzó a moverse sobre mi pubis para lubricarse y con el roce excitarse –aún mas- yo también acompañaba con movimientos, que también me excitaban muchísimo.
Ella empezó a hacer unas caras muy sexys, estaba empezando a gozar realmente. Se refregaba cada vez más fuerte y más rápido, yo ya sentía su líquido correr por mi piel. Gemíamos de placer las dos. Yo le apretaba su trasero y le decía que fuera aún más rápido. Ella seguía cabalgándome más fuerte y en un momento el rítmo de las dos era increíblemente enérgico, como si estuviéramos por acabar, en especial ella que era la que más sentía en ese momento. Aunque yo estaba totalmente mojada también, me estaba por reventar.
El haber lubricado tanto, me hizo saber que ya era hora de avanzar más. La acosté y comencé a besarla, sin subirme sobre ella, de costado y con mi mano izquierda comencé a masajearle sus pechos…y a bajar. Bajé hasta su pubis y comencé a acariciarlo, se había refregado tanto que estaba súper mojado. Puse la mano en forma de C y empecé a hacerla encajar en su vagina. Lentamente, primero un dedo. Ella reaccionó sorprendiéndose, pero aceptándolo y moviéndose, cuando vi la oportunidad metí el segundo, sin querer le raspé pero no hizo más que una mueca de dolor y me dejó seguir, bombee más. Ella ya no me miraba, solo se movía rápidamente, mientras mi mano acompañaba su movimiento. Tenía los ojos cerrados y empezó a gemir más fuerte.
-Si mi amor, así por favor. No pares mi vida, no dejes de hacerlo. Hay por Dios. Su mano aferró mi mano y aún me daba más impulso. Metí el tercer dedo. Y lo hice aún más fuerte. Yo también gozaba con ella, gozaba verla así. Ya tenía casi toda mi mano en su interior, entraba bastante aunque era muy estrecha, supe que para empezar solo serían tres dedos. Seguí dándole fuerte, cada vez más. Incrementando la velocidad, mientras ella ya gritaba que siguiera, que no parara y con su otra mano, con la que me tenía abrazada, me arañaba el cuello. Yo estaba enceguecida. No podía parar de darle, de hacerle el amor.
-Me encanta esto, me encanta que me hagas tuya. Me encanta. Soy tuya mi amor, soy tu…y se desvanecieron sus palabras porque estaba llegando al orgasmo. Se aferró con toda la fuerza del mundo a mi, que chupaba desesperadamente sus pechos y ella seguía moviéndose frenéticamente conmigo en su interior. Hasta que comenzaron los espasmos y llegó hasta el punto final, llenando mi mano de sus jugos. Cuando terminó, saque mi mano y la chupe entera, tragándome todo lo que venía de ella. Era salado y riquísimo.
Ni se recuperó de lo que acaba de hacerle, casi no tenía aire pero me volteo en la cama y se puso ella a dominar la situación.
Me besó desenfrenadamente y empezó a bajar por mi cuerpo. Ella iba a empezar todo de otra forma. Me besaba un pecho y me miraba, me besaba el vientre y me miraba. Cuando llegó a mi pubis no paraba de mirarme con esa cara de fiera sexual que jamás en la vida pensé que podía tener. Comenzó a recorrerlo por encima, con su lengua, de la manera mas lenta que pudo. Lo marcó también con su nombre. Es más, con su lengua hizo una V.
Bajó hasta llegar al centro de mi intimidad y allí metió rápidamente su lengua. Y comenzó a chuparme como jamás imaginé que una chica podía llegar a hacérmelo. Con pasión, fiereza, yo me movía hacia delante de manera inevitable y le apretaba la cabeza lo más que podía hacia mi, me estaba por morir. Tomó un ritmo rapidísimo de una. Metía la lengua completamente y jugueteaba con mi clítoris, con mis labios, con mi interior. No quedó espacio que no fuera recorrido por ella. Jamás en la vida me la habían chupado tan bien. Queda horrible escrito así. Pero fue el mejor sexo oral de mi vida. Intenté durar lo máximo posible. Pero ella agarró y se enderezó, ya me tenía al punto que quería.
Comenzó introduciendo dos dedos y bombeándome con toda la fuerza y pasión mientras subía hasta mis pechos, besándolos desesperadamente. Yo me movía delirantemente, sin control de ninguna naturaleza, nunca en la vida me habían hecho sentir tantas cosas. Ni una mujer, ni un hombre.
-¿Te gusta? ¿Te gusta lo que te hace tu mujer? –Me dijo en el oído, con esa voz de…lo que ustedes imaginan pero yo jamás sería capaz de decirle.
-Me encanta. Me encanta, mi amor. Soy tuya. Seguí, por favor, seguí no pares nunca de hacérmelo.- Introdujo otros dos dedos más –sus dedos eran un poco más chicos que los míos, ya que su mano era más fina-. Tenía cuatro de sus cinco dedos metidos en mi interior y no paraba de darme y yo no paraba de recibirla. Hasta que empecé a moverme demasiado rápido y acabé totalmente. Hizo lo mismo que yo, se tomó todos mis jugos.
Se acercó a mí, mientras yo seguía respirando agitadamente por lo que acababa de pasar. La tome fuertemente en mis brazos. La abracé, me abrazó y así nos quedamos, lo más unidas que podíamos estar, después de hacernos el amor por primera vez. Entrelazadas a mas no poder. Sin decir ni una palabra. Muertas de cansancio. Pero dispuestas a seguir.
-Te amo. Te amo. Te amo. Te amo. –Nos decíamos mutuamente. Sin poder dejar de repetirlo.
Paramos veinte minutos a besarnos y descansar para después volver a hacerlo, casi de la misma manera…unas siete veces más, durando más o menos. Estábamos aprendiendo muy rápido como era eso de darle placer a una mujer siendo mujer.
Cuando se hicieron las doce de la noche, nos agarró un hambre feroz. Habíamos hecho mucho ejercicio y sin comer nada. Se puso mi pijama sin ropa interior. Yo me puse corpiño, una remera grande, de color verde, que ella había traído y que hasta inclusive a mi me quedaba suelta y un pantalón de fútbol mío que vaya a saber porque lo tenía en la casa de Sil. Así vestidas bajamos hasta la cocina, a ver que había.
-Lo único que se cocinar son fideos y me encantaría hacértelos, mi amor. ¿Habrá? –Me dijo, mientras me daba la mano para bajar las escaleras.- Son mi especialidad, de verdad. Y más ricos me salen con tuco.
-¡Me súper gustan los fideos con tuco, princesa! ¡Quiero que me cocines!- Dije, yendo rápidamente hacia la cocina y buscando todos los ingredientes necesarios. Habían fideos frescos, salsa, carne molida, sal aceite. Todo se lo dejé preparado en la mesa y me senté en la barra a mirar como me cocinaba con esmero. Cuando paraba un ratito se acercaba a mi para besarme y a veces se nos iba la mano. Yo ya había perdido toda vergüenza con ella. Y sabía que ella de verdad me elegía para estar así. Si quería cuidarla tenía otros aspectos. Ella era mi novia y ahora, mi mujer.
-¿Queres algo? ¿Qué prenda la tele? ¿Qué ponga la mesa? ¿Qué te de masajitos? –Quiero serte útil.-Dije, poniéndome detrás de ella y tomándola por la cintura y apoyándola. Mis brazos entrelazaron su cintura. No podía soltarla.
Se dio vuelta, pensé que me iba a retar por distraerla, pero no.
-Que te quedes conmigo para siempre.-Me dijo, mientras con sus brazos entrelazaba mi cuello. No pude evitar besarla.
-Si nuestros hijos son soportables, me quedo. Si no, nos vemos. –Dije, en chiste.- Mentira, amor, con vos hasta el final.
-Si se parecen a vos en el carácter vamos perdidas. Si son como yo van a ser un amor y nunca vas a poder alejarte de nosotros, nosotras en realidad porque vamos a tener una nena.- En algo tenía razón yo era más chinchuda que ella. Pero tendríamos un varón.
-Vamos a tener un varón y se va a llamar Samuel. ¿Sabes? ¿O querés dejar de ser la única mujer de la que esté enamorada? – Le dije. –Me molesta que tengas razón, si tienen mi carácter vamos muertas. Igual soy muy tierna cuando quiero. Y vos lo sabés más que nadie. En serio, a vos te demuestro más cariño que a nadie.
Y así seguimos hablando, besándonos, proyectando un futuro juntas y festejando los dos meses de noviazgo. Puse la mesa, prendí el televisor, preparé un jugo de naranja natural y cené junto a ella, totalmente pegada a su lado. Ella me besaba la mejilla, el cuello, se me subía encima. Hasta que nos pusimos decididamente a comer. La verdad era que estábamos re empalagosas pero bueno, no molestábamos a nadie. Los fideos, exquisitos. No quedó nada.
Después de comer, limpió y lavó todo. Yo me fui hasta la sala de estar a ver la televisión mientras ella hacía todo eso, así iba buscando alguna película linda y acomodando todo.
El enorme sillón se volvía una enorme cama, y ahí me acosté entre muchos almohadones. Abajo, en un pequeño compartimiento habían sábanas y un acolchado, armé la cama, me acosté y me puse a buscar alguna peli. Encontré una interesante y me puse a verla. Ya la estaba empezando a extrañar, cuando apareció. –Se había perdido-. Le había dado frío en los pies, por lo que se metió rápido en la “cama”.
Yo quedé un poco más arriba y ella se acostó en mi pecho, de costado. De repente, no se como, la tenía sobre mi, besándome desesperadamente. De repente, yo le estaba sacando la remera y chupándole sus pechos. De repente, estábamos haciendo el amor otra vez.
La recorrí entera, ya estaba conociendo cada milímetro de su cuerpo a la perfección. Tenía un lunar en el lado derecho de la pelvis, me gustaba darle besos ahí. Comencé a bajar por su pecho, su panza, su pubis. Mi lengua se introdujo en su húmeda cavidad, recorriéndola como dueña del lugar, pegaba lengüeteadas como si fuera el helado más rico del mundo, aunque estaba hirviendo. Absorbía su clítoris y ella se movía cada vez más rápido.
-Dale, dale, dale así. Dale así. Por favor seguí. Más, más, más. No dejes de chuparme entera. –Decía entre gritos y gemidos.
Y yo obedecía, no dejaba de tragarla. Estaba totalmente enfrascada en ella. Que me apretaba la cabeza hasta casi sin dejarme respirar.
Seguí así un rato largo, hasta que se vino, en mi boca. No tuve problemas en despacio irle sacando todo, bebiéndome todo lo que dejara. Hasta la última gota.
Después, ella me hizo exactamente lo mismo. Sin piedad, su lengua ya era grata compañera de mi interior. Dios ¿Cómo aprendió a hacer eso tan rápido? No se, quizás había nacido con esa virtud.
Pasamos un rato largo así, hasta que al fin nos pusimos a ver una peli. Pero yo me quedé dormida. Ella me despertó y dijo que nos fuéramos a la cama porque estaba cansadita. Entre besos, le dije que si. Como según ella no se podía mover, la cargué en mi espalda hasta la cama. Pasamos por el baño –ahí vio el jacuzzi y casi se muere-, para lavarnos ambas dos los dientes.
Volvió a subirse en mi espalda y la cargue hasta la cama. Y ahí la tiré con fuerza, la hizo rebotar. Me agarró y en venganza me tiró a la cama fuertemente. Reímos porque nuestra violencia la verdad era que no servía mucho, éramos un poco débiles las dos. Nos acostamos, le advertí que odiaba mucho el contacto físico cuando dormía con alguien. Jamás había podido dormir pegada a otra persona, que si de repente la corría no se enojara. Y que ni se le ocurriera faltar a la escuela. Me hizo acordar que antes de cenar yo la había obligado a preparar todo, así que solo tenía que levantarse, bañarse e irse. Yo iba a acompañarla hasta la parada del colectivo, así que también tenía que despertarme temprano.
Cuando apagamos la luz, no pasaron tres minutos que yo ya estaba abrazándola por la espalda. Sorprendiéndome incluso a mi.
-No se que tenés vos, pero no lo tiene nadie más. No puedo estar lejos. Te jodes.-Le dije, mientras me aferraba fuerte.
-Si no lo hacías vos, lo hacía yo aunque me mandaras abajo. Te amo mi reina. Te amo.-Y si no tuviera que ir a la escuela mañana, estaría encima tuyo haciéndote el amor.-Dijo, pegándose de manera excitante hacia mi. Sabía que lo hacía para que le dijera que faltara, pero no. Era importante que asistiera a clase.
En la madrugada, se empezó a mover mucho en la cama, me despertó pero lo disimulé. Se levantó y se fue al baño que estaba en la habitación de mis primos, hizo un poco de ruido y escuché como exageradamente hacía ruido, se estaba lavando los dientes, como si quisiera despertarme. Entendí todo en seguida. Cuando ella se volvió a acostar, me levanté yo. Fui hasta el baño, lavé mi cara, dientes y me volví a acostar. La abracé desde atrás.
Ella puso su espalda bien cerca de mi pecho, pegada a más no poder a mi, y empezó a moverse. Mi mano derecha, que estaba en sus pechos por fuera, se introdujo dentro de la remera, dándole pequeños masajes. Mi boca empezó a besar su cuello y su espalda suavemente mientras ella se movía un poquito más. Mi mano comenzó a bajar lentamente hasta encontrarme con su interior. Le corrí su tanga –así se acostó a dormir- y empecé a tocarla, estaba un poco húmeda, pero no tanto, así que comencé a darle pequeños masajitos en el pubis y en sus labios mayores, hasta poder ingresar con comodidad. Ella ya gemía y se movía al rítmo de mi mano, hasta que al fin lubricó como yo quería y le metí dos dedos de una. La sensación de humedad y estrechez era muy excitante, no podía dejar de meter y sacar mis dedos mientras ella se movía más salvajemente, comenzó a gritar que no parara, que ya llegaba. Le di bastante fuerte durante varios minutos y ella llevaba el rítmo, hasta que cuando estuvo por acabar, rápidamente hice el cambiazo –menos de tres segundos tardé, tuve que casi saltarle por encima- y puse mi boca donde antes había estado mi mano, lamiendo ferozmente su cavidad mientras ella saltaba violentamente, sin control y me apretaba la cabeza con fuerza, hasta que acabó bastante en mi boca. Obviamente con mucho cuidado y mirándola, parar que me viera a sus pies, tome todo lo que venía de ella. En ningún momento la desvestí al todo, estaba desesperada por tenerla.
Ella se quedó mirándome, exhausta, feliz, enamorada. Y me levantó hasta su boca, yo la besé para que sintiera todo lo que ella misma acababa de largar. Ahora le tocaba a ella mandar sobre mi.
Me sacó la remera y el pantalón de una manera muy sexy, dejándome desnuda para poder actuar como ella quisiera. Empezó a besarme de costado, la boca, el cuello. Mientras que con su mano derecha iba bajando hacia mi, que ya estaba muy mojada y me metió tres dedos de una. Me sorprendí y lo recibí muy bien. Moviéndome despacio primero e incrementando la velocidad cada vez un poco más, pero me dejaba hacer por ella. La velocidad que a ella le antojara, los dedos que ella qusiera, que me recorriera a su gusto. Yo era de ella. Y empezó a darme más fuerte, yo ya por supuesto había perdido el control. Se prendió de mi pecho izquierdo, con fuerza, seguramente iba a dejarme marcada. Yo le suplicaba que no parara, que no dejara de hacerme suya y no lo hizo hasta que yo no acabe en su mano. Sentía como inundaba sus dedos con mis flujos, que ella se bebió mientras me dirigía esa misma mirada que yo le había hecho hacía un ratito.
La traje hacia mi y la bese bien en la boca, pero suavemente, con todo el amor del mundo. Nos dábamos besos tiernos, suavecitos, sin lengua, súper adorables.
-Buen día, mi amor.-Me dijo en voz baja, con la sonrisa más linda del mundo, en el medio de uno de los besos.
-Amor, no ha amanecido. –Se notaba por el ventanal del balcón que aún seguía de noche- La alarma no ha sonado ¿Qué hora es? -Pregunté, fingiendo tener mucho sueño.
-Las cuatro y media de la mañana. –Dijo, mirando su celular.- Es que me desperté y te sentí y no pude evitarte. No puedo. –La miré significativamente.- Bueno mi amor, me encanta hacer el amor con vos, pero se que me tengo que ir a dormir para a la escuela. Te amo, mucho. –Me beso, se acurrucó en mi pecho y se dispuso a dormir hasta que sonara la alarma.
-Te amo, princesa linda. Gracias por estar en mi vida. –Dije, apretándola contra mi.
Y así nos quedamos dormidas las dos horas que teníamos todavía para dormir. Se que si no la hubiera mirado con mi cara de “sos terrible eh” hubiéramos seguido, pero no quería que faltara porque tenía que presentar un plano, era importante.
Me desperté un ratito antes de que sonara la alarma porque necesitaba ir al baño. La vi dormir. Sonreía, tranquila. Que linda era durmiendo. Le di un pequeño beso en la frente, la tape mejor y baje a prepararnos el desayuno. Todavía faltaba media hora para que despierte.
Había leche chocolatada y galletas de frutilla, genial. Ambas amábamos eso. Prendí la televisión en volumen bajo hasta que ella se levantara y puse la mesa. Yo odiaba todo lo que tuviera que ver con la cocina y levantarme temprano. Si hubiera sido por otra persona –o incluso por mi- tenía la certeza que me hubiera quedado dormida hasta que la alarma sonara y que se preparara el desayuno quien quiera. Pero ahora las cosas eran distintas, me nacía del corazón hacer todo por ella. Cuando estaba por servir y subir para ver como estaba, ví que bajaba alocadamente las escaleras.
-¡Mi amor! ¡Creía que te habías ido y me habías dejado sola! –Acababa de despertar, tenía una remera gastada, el pelo revuelto y esa tanga tan alborotadora y aún así se veía despampanante. Me abrazó y le latía rápido el corazón.
-Amor, estoy acá. Bajé a prepararte el desayuno así te podes bañar con más tiempo.-Le dije. –Apurate porque va a hacerse tarde.
-Veni a bañarte conmigo. –Dijo, pícara.-Mientras me tomaba de la mano y me llevaba para arriba.
-Me parece una muy buena idea, pero no cuando falta una hora para que entres a la escuela. Porque yo no te suelto más si me entro a bañar con vos. –Dije, besándole el cuello.- Anda vos y báñate rápido, pero no te preocupes que juntas nos vamos bañar.
Aceptó aunque con carita rebelde, subió a bañarse y yo subí atrás de ella a buscar la camisa de su uniforme para planchársela porque me dijo que estaba arrugada –en su escuela no usan guardapolvo, aunque es pública- Y eso hice mientras ella se bañaba, pero no aguanté no estar cerca suyo y más cuando estaba desnuda mientras el agua caía por su cuerpo, no podía perderme de eso.
Abrí la puerta del baño, se estaba bañando en la ducha que no me dejaba divisar su cuerpo del todo porque era como un pequeño cubículo que tapaba desde debajo de los hombros hasta casi las rodillas con un vidrio que impedía ver hacia el otro lado. Estaba de espaldas a mí y no me había escuchado porque en su celular sonaba una canción de David Bisbal, Hasta el final y la estaba cantando con mucho entusiasmo.
-¿A quien vas a amar hasta el final? –Le pregunté mientras me ponía frente a ella pero sin entrar a la ducha.
No se asustó ni nada. Me agarró de la remera y me tiró hacia la ducha con ella. Siguió cantando conjuntamente con la canción, de una manera muy sexy y tierna, bien pegada a mi. Miraba mis ojos y mi boca, mientras cantó.
-Te voy a amar hasta el final, te voy a querer hasta la eternidad. Te voy a cuidar, nadie te va a lastimar. Yo juro que te voy a amar hasta el final. A vos, mi reina. Gracias por hacerme feliz. Y me abrazó mientras yo estaba mojándome, vestida. No pude decirle nada.
Me sacó la remera y el pantalón, dejándome desnuda otra vez. No teníamos mucho tiempo y el desayuno se enfriaba, por lo que tuvimos que atarnos prácticamente para no hacer nada. Yo le lave la cabeza y ella me lavó la mía, con mucho amor. Nos abrazábamos y besábamos abajo del agua, jugábamos a llenarnos de espuma la cara y fingir que era una barba, pero no pudimos demorarnos porque de verdad iba a hacérsele muy tarde. Salimos y nos secamos, yo tuve que poner a secar en el balcón mi pijama. Me puse el corpiño y un buzo encima, de abajo un culotte rosado y un pantalón de joggin negro de Silvina, esa mañana buscaría más ropa en mi casa.
Bajé a servir el desayuno y ella bajó minutos después vestida con la camisa y campera del uniforme, el pelo peinado pero mojado, el pantalón de jean oscuro y los zapatos en la mano. La rete porque andaba descalza. Me dijo que mientras ella se calzaba le acomodara las cosas de la escuela en su mochila, ya se empezaba a desesperar por la hora.
Cuando busqué entre sus cuadernos los que no pertenecían a ese día para sacarlos de la mochila, revise las carátulas de todos para seleccionar los que si correspondían. En la primer carátula, vi “S y V”. No dije nada. En la secunda “Sabrina y Victoria para siempre”. No dije nada, pero me molestó. Y en la tercera “Te amo Sabrina, para siempre.” Me dolió. Me dolió mucho ver eso. Sabía que era viejo, ya estaba escrito desde incluso antes de conocerme, pero no pude decir nada. Ella se dio cuenta sola.
-Ya se que viste. Permitime arreglarlo de una vez. En el que decía “S y V”, lo tachó por una “L” muy grande. En el segundo, tachó el Sabrina y puso Laura. Y en el tercero, directamente arrancó la hoja. Sorprendiéndome.
-No era necesario que hicieras eso, amor. Yo entiendo que hubo alguien antes que yo. –Dije, dentro de todo tranquila. Sabía que Sabrina seguía a veces apareciendo en facebook con sus me gusta o comentarios, pero más sabía que Victoria me elegía a mi, eso me daba una tranquilidad que nunca había tenido. Por eso no le hice ningún escándalo, aunque por supuesto que me puse celosa y que eso de “te amo” no me simpatizó nada.
-Pero es que no fue ni real, con vos aprendí lo que es amar. Sos la primera, en serio. Puedo haber estado enamorada antes, pero con vos todo es distinto. –Dijo, abrazándome y besándome.-Voy a tener que hacerle alguna clase de carátula al cuaderno, pero que diga “Laura, te amo mi amor.”
Sonreí y la invité a que nos sentemos a desayunar, eso hicimos mientras veíamos las noticias. Parecíamos un matrimonio y me gustaba mucho. Le gustó como le había preparado todo.
Terminamos y a ella solo le quedaba secarse el pelo, le facilité el secador y en cinco minutos ya estuvo lista, aunque le quedó húmedo. Le presté un gorrito que solía usar, me dijo que nunca más me lo devolvería. Salimos, ella en dirección de la escuela y yo para mi casa. Nos encontraríamos a la hora de almorzar y nos mantendríamos en contacto permanentemente. La mañana se me pasó súper lento, pero en el medio me mandaba mensajes con ella. Estábamos felices, ya éramos cada una la mujer de la otra. Fue todo mucho mejor que lo que yo había pensado. Y todavía no habíamos terminado su paso por casa de Sil.
En mi casa busqué ropa y útiles de la facultad, pero ya había decidido no ir ese miércoles, tomé los apuntes solo para que mi mamá no sospechara. Prefería quedarme con Victoria, le diría que falte a gimnasia esa tarde y se quedara conmigo.
Cuando se aproximaba el medio día, me fui de mi verdadera casa hasta mi casa provisoria a esperarla. Me mandó un mensaje de que ya estaba en camino, seguramente yo llegaba antes que ella.
Y así fue. Llegué, acomodé lo que estaba fuera de lugar. Chequeé que todo estuviera en orden y me puse a pensar que le haría de comer a mi novia.
-¿Te gustan las hamburguesas amor, cierto? Son fáciles de hacer, tengo los ingredientes y son geniales hechas por mi. Mentira, pero quiero comer hamburguesas. ¿Queres? Avisame.
No pasó ni un minuto que ella ya estaba exigiéndome que le hiciera hamburguesas y que no volviera a preguntarle por sus gustos, porque sabía que yo conocía todos. Mentira, aparte tenía gustos raros. ¿A que persona normal no le gusta el chocolate blanco? ¡Quien sabe si la pecadora también odiaba las hamburguesas!
Llegó, la abracé como si hicieran años que no la veía. Pasó y se empezó a desvestir en el vestíbulo, estaba muy incómoda en el uniforme de la escuela.
-Señorita, no me provoque que estoy cocinando.- Dije, mientras daba vuelta la carne.- Vaya a cambiarse arriba.
Me obedeció guiñándome el ojo y me dijo que no quería que mis hamburguesas salieran mal por su culpa. Bajó relativamente rápido, ya vestida con su pijama, que constaba de una remera gastada roja y un pantalón chiquito gris oscuro, pero que siempre se sacaba porque no le gustaba dormir muy vestida. Yo aún no me sacaba la ropa que tenía puesta desde la mañana.
Hice las hamburguesas con carne, tomate, lechuga, jamón, queso, huevo frito –se me desarmó, pero la intención es lo que vale- y todos los aderezos. Freí un par de papas, para acompañar el almuerzo. Había en el freezer una coca-cola, la sacó y nos sentamos a comer. Casi reventamos.
-Confieso que no quiero que vayas a gimnasia.-Dije, un poco avergonzada. –Esta ya es la segunda noche y quiero aprovecharte todo lo que pueda, estas oportunidades no se dan mucho. Yo planeo faltar a la facultad, por supuesto vos hacé lo que…
-No pensaba ir a gimnasia.-Dijo, interrumpiéndome- Por supuesto que quiero quedarme con vos, aparte voy casi siempre. Una vez que falte no está mal. Y menos si es para quedarme con vos, mi vida.
Me puse feliz, terminamos de almorzar y nos fuimos a la pieza de mi prima, yo quería ponerme el pijama. Después conoció las hermosas habitaciones de Tomi e Igna, que estaban decoradas una con todo lo que se pudiera de River Plate –un genio desde chico mi sobrino Tomás- y el otro con todo de autos, había salido pistero el más grande. Eran preciosas sus habitaciones y cada uno hasta tenía su propia mini habitación para la ropa. Mis primos también tenían, pero la de ellos era más grande.
También conoció la oficina de Sergio, la biblioteca y la habitación de invitados. Hacía frío para salir al patio pero lo vio por el ventanal del piso de arriba. Enorme y hermoso, por supuesto.
Cuando íbamos bajando las escaleras para ir hacia la habitación de juegos, a disfrutar de la play station me di cuenta que hacía mucho que no nos besábamos, así que en el descanso la apreté contra la pared y empecé a besarla.
-Te extraño mucho y eso que te tengo al lado. –Le dije.
Ella me tomó del cuello y me llevó a rozarla más, le metí la lengua hasta el fondo y por supuesto que noté que eso no iba a tener otro final más que ella y yo haciéndolo otra vez. Y me fascinó la idea.
Comencé a bajar mis manos hasta su cola y la masajeaba con placer, por dentro del pantalón, pudiendo tocarla con total libertad ya que también tenía una tanga, ahora de color blanco. Ella me subió la remera y se prendió a mis pechos, amaba jugar con ellos, llenarlos de saliva y morderlos a su antojo. Mis manos tocaban los suyos y no pude aguantar mucho, le subí su remera y chupe lo que ella tenía.
Me puse de rodillas ante Victoria, le bajé el pantalón y le saqué la ropa interior, subí su pierna izquierda en mi hombro y comencé a chuparla profundamente. Ella se movía al compás de mi lengua gimiéndome. Estar en esa posición era mucho más placentero para ella porque podía recorrer mas todos sus labios, su clítoris, su todo, como siempre me apretaba la cabeza contra ella, hasta casi hacerme asfixiar. Sus gritos ya eran incontrolables, al igual que los movimientos que hacia con toda fiereza, pegándome incluso en la boca. Hasta que acabó, después de varios minutos de estar en esa posición. Sus piernas quedaron temblando esa vez.
Me acosté en la escalera, quedando mi cuerpo en diagonal. Ella se ubicó abajo y después de desvestirme la parte de abajo, empezó a lamerme despacito, como un perrito tomando agua, pero de vez en cuando que quedaba metida adentro mío haciendo cosas súper excitantes, que me hacían gritar de placer sin poder dominarme. Ella me estaba dominando a su gusto, a veces lo hacía más rápido, otras más lento, dirigiendo ella como yo estaba enloqueciendo.
Subió lentamente, mientras seguía besándome el pubis, el vientre hasta que llegó a mis pechos. Mi interior nunca quedó vacío, porque mientras ella iba subiendo su mano se colocó en el lugar perfecto. Haciéndome suya otra vez. Me daba muy fuerte, arañando dentro de mi ser, movía sus dedos en forma circular o hacía de las suyas, introduciendo dedos cuando yo no me lo esperaba o sacándolos cuando yo no quería. Me encantaba como me dirigía, estar bajo su poder. Después de un rato, quiso que acabe… y eso hice.
Nos quedamos tendidas en la escalera. Había sido increíble, largo y totalmente delirante.
-Acabamos de hacer el amor en las escaleras de la casa de mi prima. Nunca me lo hubiera imaginado en la vida. –Dije, totalmente feliz y sin aire.
-Todavía quedan partes de la casa por conocer ¿Cierto? –Dijo, con una carita súper pícara. Yo ya sabía a que se refería con ese “conocer”.
-Obvio, mi amor. –Respondí.
Nos pusimos de nuevo la ropa, aunque según ella era inútil porque si de repente tenía ganitas de hacerme el amor me tendría que desvestir, era mucho más conveniente ya andar desvestidas. Pero no, a mi no me gustaba andar desnuda y aparte, prefería que ella me desvistiera.
Llegamos hasta la habitación de juegos y nos enfrascamos en la Play Station, está bien que éramos como una pareja de recién casados que no podían dejar de enfrascarse en tener sexo, pero también nos gustaba mucho el simple hecho de estar conviviendo con la otra. Y lo aprovechamos a full, jugando la mitad de la tarde al PES 2013. Eso si, cuando una perdía debía hacerle quince minutos de sexo oral a la otra y si perdía dos veces seguidas, cuando le tocara recibir, no podía llegar a acabar. Muchas veces perdí a propósito para hacérselo y otras veces hice hasta lo imposible por ganar, esa tarde fue increíble.
Cuando ya habíamos pasado unas cinco horas jugando a la play y chupándonos, decidimos ir arriba a descansar un poco. Ella estaba un poco -bastante- agotada porque había andado mucho en la escuela y quería dormir aunque sea un poquito antes de cenar, estuve de acuerdo, yo también estaba andando desde temprano.
Eran como las siete de la tarde, dormiríamos hasta las diez. Ella se acomodó más rápido que yo, que siempre tengo que ir al baño antes de dormir. Cuando volví, ya estaba con los ojitos cerrados, acurrucada y acostada hacia dentro de la cama, quedando su carita muy cerca de donde yo me iba a acostar. Me provocó tanta ternura que no pude evitar darle un beso en la frente. Entreabrió sus ojos.
-Te amo mi amor, gracias por ser mi vida entera.-Y volvió a cerrarlos.
Me quedé mirándola, profundamente. Pensando bastantes cosas, todas dirigidas a ella. Quise decírselas, pero salían las ideas rápidamente y entremezclaban mucho. La frase que le alcancé a decir, abarcaba todo. A ustedes si les hago un pequeño resumen:
“Victoria, yo no te amo. Perdón pero me di cuenta que no te amo. Amarte es algo que hacia vos queda chico, mi amor. Yo no se como podría explicarte todo lo que siento. Me estoy dando cuenta en este mismo instante, vida. Estoy perdidamente enamorada de vos. Si y como me gusta admitirlo. Estoy enamorada de vos. Estoy terriblemente enamorada de vos. Te pienso todo el día. Te necesito, te extraño cuando te vas y también cuando estás y no puedo tocarte. Y ahora, con todo esto de convivir juntas, creo que me volví adicta a vos. A tus besos, tus manos, tu cuerpo, tu pelo, tus miradas, tus celos, tú forma de ser y tu forma de hacerme el amor. Nunca en la vida imaginé que alguien que conocí por facebook o por el destino, quien sabe, me diera vuelta el mundo así. Me pusiste enteramente de cabeza, pero lograste ponerme mentalmente en orden. Porque antes de vos yo era insegura, tonta, frágil, un poco mala y egoísta y te juro que estoy cambiando. Te juro que estoy intentando ser mejor por vos. Recién me doy cuenta de esto, estoy cayendo y reaccionando ahora, Victoria. Quizás te desilusione saber que mi proceso de enamoramiento fue más lento que el tuyo, pero quiero que sepas que va a ser para siempre. No quiero a nadie que no seas vos, no quiero otros brazos, otros besos. Y tenes que estar muy orgullosa, porque capaz que tampoco lo sabes, pero fue por vos que me enamoré. Vos me enamoraste a mi, te tomaste el trabajo de hacerlo…y lo lograste con creces. Ojalá nunca cambies mi amor, sos un ser especial. Ojalá nada nos separe. Ojalá me pueda casar con vos, darte hijos de alguna manera. Formar el resto de mi vida con vos. Porque me rescataste, no tenes idea como me rescataste. Sos mi vida, mis ojos, mi cielo. No me lastimes, porque creo que si vos llegaras a lastimarme, me mataría sin anestesia. Te estoy dando mi corazón, está en tus manos, princesa…
… Te amo, te amo, te amo con mi universo entero. Quedate conmigo para siempre.” – La última frase fue la que solamente le dije. Y ella ya no me escuchaba, se había quedado fundida por el cansancio. No importaba, lo que yo acababa de descubrir bastaba para cambiar mi vida y para intentar hacer todo lo posible por cambiar la de ella. ¡Que hermoso era admitir, por primera vez en mi vida, que estaba enamorada de alguien! ¡Me enamoré de Victoria! Aunque en realidad, la frase debería ser: ¡Victoria me enamoró!
Me acosté a su lado, molestándola lo menos posible, pero intentando tenerla cerca. Puse la alarma de mi celular y me acomodé, a los cinco minutos su brazo ya me estaba rodeando. Quizás si me había escuchado o era solo un alto reflejo
Sonó la alarma cuando ya nos había despertado el hambre y nos estábamos lavando los dientes y cara, juntas. Hicimos un poquito de desastre con la crema de afeitar de mi primo, la vaciamos entre nosotras. Tenía muchas más, pero se la repondría porque no tenía como justificar la ausencia de ese frasco.
Después de esos juegos, bajamos a ver que podíamos cenar.
-¿Y si pedimos algo? No tengo ganas de cocinar, amor. –Le dije, muy mañosamente.
-No seas vaga, revisemos que hay en la heladera.-Dijo y avanzó hasta el refrigerador. Comezó a buscarlo.-Milanesas ¿Queres?
-¿Las haces vos o las hago yo? –Pregunté.
-Obviamente vos. –Dijo, buscando aceite, sal y todo lo necesario. Creo que solamente esa personita podía hacerme cocinar a mi y aunque no tuve mucha idea, salieron bien.
Terminamos de comer y ella se fue a explorar el placard de juegos. Sacó el ajedrez con mucho entusiasmo.
-Decime que sabes jugar.-Dijo, desafiante.
-Soy la mejor, mamita.-No era para nada cierto, mi papá me había enseñado los movimientos y un par de movidas, pero nada más. Si ella tenía un poquito más de instrucción que yo, podía ganarme.
Y la tenía y lo hizo. Jamás pensé que fuera tan buena estratega, me ganó tres veces seguidas y ahí decidí que ya era hora de dejar de jugar al ajedrez. Lo guardé cuando me hizo el cuarto jaque, ella se burló de mi y se puso a ver televisión, mientras esperaba que yo terminara de acomodar lo que ella había desordenado para sacar el juego.
Cuando volví, no le presté atención, me había “ofendido” por sus burlas. Me senté en una de las sillas, pero no a su lado, sino al otro lado de la mesa. Ella se me quedó mirando, sonriendo.
-Que mala perdedora resultaste ser. –Dijo, con una sonrisa.
-Si, lo soy, aparte vos hacías trampa. No podes ser tan linda, mirarme, hablarme y distraerme. Fue tu culpa. –Dije, mirando hacia el piso, un poco tentada por esa excusa tan chiquilina que le había dado.
Largó la carcajada, apagó el televisor, caminó hacia donde yo estaba, con un gran esfuerzo corrió la mesa y se sentó sobre mi, que seguía mirando el piso.
-¿Te distraje? –Dijo, con esa voz que tanto me gustaba.
-Si.-Dije, ofendida y sin levantar la cabeza.
-¿Qué te distrajo?
-Tu voz, tu forma de mirarme, tus manos, tu cuerpo, como se te hace el pelo hacia adelante cuando agachás la cabeza. Todo de vos. –Dije, pero ahora mirándola a los ojos.- Y vos no te distrajiste.
-Si que me distraje, pero se jugar mi amor y eso es muy distinto. ¿No te parece? –Dijo, hablándome en mi oído.- Como vos hace un rato en la play, me ganabas todo el tiempo o te dejabas ganar para poder chuparme. Y bien que me dejaste sin acabar varias veces porque había perdido. No te gustaría que yo me vengue ahora ¿No?
-Por supuesto que no. –Dije. Besándola en la boca de una vez. Me mataba tenerla así.
Empecé a recorrerle la espalda con mis manos y rápidamente le saqué la remera. Como estaba subida en mi, tenía sus pechos al alcance de mi boca me prendí de ellos rápidamente, con mis manos los apretaba y masajeaba, mientras sus brazos me apretaban fuertemente hacia ella. Hasta que me tiró para atrás y me sacó la remera, para poder chuparme ella de la misma manera que yo lo había hecho hasta hacia un ratito. Metí mis manos por el borde de su pantalón, quería sacárselo rápidamente. Ella se paró de encima de mí y se desvistió de manera rápida, también me sacó mi ropa. Se volvió a montar rápidamente sobre mi, deslizándose sobre mi monte de venus para excitarse más. Le encantaba hacer eso. Puso sus piernas en la silla donde yo estaba sentada, haciendo un movimiento con mucha elongación, se resfregaba cada vez más rápido, el solo roce iba a hacerle acabar. Yo solamente acompañaba sus movimientos y lamía su cuello, orejas y pechos. Como quería tener más protagonismo, me paré y la puse en la mesa, acostándola y dejando su interior a mi disposición. Primero lo lamí, estaba totalmente excitada y sus piernas se cruzaron en mi cuello empujándome cada vez más adentro, cuando ya no pudo más y en el medio de gemidos de placer, se vino en mi boca nuevamente. Que rico era tomarme todo lo de ella.
La alcé y la puse frente a mi, besándola brutalmente para que ella probara de lo suyo. Se sentó en la silla y me hizo sentarme sobre ella. Para que pudiera refregarme en su monte. Era una sensación totalmente exaltadora, no imaginaba que podía llegar a exitarme el hecho de solamente rozar mi piel desnuda sobre su piel desnuda. Increíble. Me hizo el amor exactamente de la misma manera que yo a ella. Me subí a la mesa y con mis piernas aferré su cuello hacia mi, aunque cuando se notaba que yo estaba por acabar, menguo la velocidad, pero como mi cuerpo no podía parar de moverse frenéticamente tuvo que recuperarla, se bebió absolutamente todo, de esa manera que a mi tanto me gustaba que era con todo el amor del mundo y dirigiéndome miradas de…bueno, ustedes saben.
Cuando terminamos nos fuimos a la cama, entre besos y arrumacos. Ya eran mas de las doce de la noche.
-Mañana no hay nada importante en la escuela, te lo juro mi amor. ¿Puedo faltar? Ya vi a mi papá ayer –se había ido a asegurar que asistiera a clase- se que no va a volver a ir mañana y ante cualquier cosa Virginia –su mejor amiga, con la cual supuestamente estaba haciendo la monografía- no va a ir a la escuela, yo se lo pedí hoy y me dijo que me iba a hacer el aguante a cambio de que le hiciera todos los deberes que den mañana. Si, no me mires con esa cara, tengo planeado todo para faltar. Dejame hacerlo mi amor. –Dijo, mientras se subía sobre mi en la cama- Mañana en la tarde ya tengo que volver a casa y no quiero desperdiciar tiempo con vos, mi amor.
No fui muy difícil, le dije que se quedara conmigo mañana y que aprovecháramos la noche que se nos venía. Y por supuesto que hizo hicimos.
No paramos de hacer el amor hasta entrado casi el amanecer. Varíabamos en la forma, en los movimientos, en cuando empezaba a hacerlo una, nos tomábamos pequeños descansos, gritábamos, gemíamos, nos arañábamos la espalda, nos abrazábamos fuerte intentando estar lo máximo posible cerca una de la otra, como si quisiéramos fundirnos y ser una sola persona. Recorríamos nuestros cuerpos enteramente, con caricias, con besos. Me encaba besar su espalda, sus piernas, su vientre, recorrerla de norte a sur, de sur a norte. Pasar mi lengua también por toda su piel. Le hice un chupón en el pecho izquierdo y ella me hizo uno en el pecho derecho. Cuando acabábamos teníamos nuestra parte tierna, ella se subía sobre mi y empezaba a besarme con mucha, mucha suavidad. Su pelo caía sobre nosotras y ella se lo despejaba de una manera que me encantaba, era increíblemente hermosa esa mujer. Y era mía. Mia. Mia, una y otra vez.
-Te amo, te amo, te amo. ¿Sabías que te amo? – Le dije, entre medio de esos besos tiernos.
-Me encanta saberlo, amor. Gracias por esto. Nunca en la vida voy a olvidarte.
-No quiero que me olvides, no quiero que estes sin mi…
Y ahí le hice un juramento que jamás pensé que se lo haría.
-Te juro que jamás en la vida voy a estar con otra mujer. Si por alguna razón nos separamos, no me atrevería a estar con otra chica después que vos. Mi cuerpo y mi ser son tuyos, amor. Te juro por mi vida que nunca va a haber nadie que me haga olvidarte, nadie.-Todo esto se lo murmuraba y ella me miraba, emocionada.- Te juro que vos sos la persona que más quiero, nunca tengas duda de…-me di cuenta que las lágrimas salían de sus ojos- Amor ¿Por qué lloras? No quiero hacerte llorar.
-Porque jamás en la vida pensé que me dirías eso, que me querías igual que yo a vos. Porque siempre tuve el miedo de quererte más y esto me da una paz que necesitaba, en serio. Perdón por decírtelo recién ahora, pero creía que nunca te ibas a enamorar de mi. Algo me hacía pensar eso, pero esto me hace más feliz que nada y te amo. Te amo. Gracias. Y me besó aún más.
Aunque yo me quedé muy sorprendida por sus palabras, lo disimulé. En realidad, más que sorpresa era culpa lo que sentía. Ella había estado insegura pero no por sus sentimientos, por los míos, por no haberle demostrado antes las cosas como debía, como se las merecía. Tenía que hacer las cosas bien con ella, para siempre.
La seguí besando y por supuesto que nos dejamos llevar por la increíble atracción que teníamos y volvimos a hacer el amor. Les miento si les cuento la cantidad de veces que lo hicimos esa noche, ahí verdaderamente explotamos de placer, nada en el mundo habría podido separarnos. Por algo Dios había hecho que esperara, porque tenía que venir ella a enseñarme todo y a que también yo le enseñe. Creo que esa noche nos recibimos en expertas del sexo lésbico. Todo lo que yo les he contado que habíamos hecho en las horas y días anteriores, se llevó en práctica en esa cama. Les contaría absolutamente todo, pero hay partes extremadamente privadas y creo que ya saben bastante. ¿No es cierto? Aparte ¿Qué queda para los relatos que siguen?
Cuando estaba amaneciendo empezamos a cantarnos una canción de J-Alvarez, juntos al amanecer, pero adaptada para nosotras. “Y ver el sol saliendo, juntas al amanecer, mientras la brisa acaricia tu pelo, yo te haré mi mujer”. Y si que lo hicimos esa noche.
Nos quedamos dormidas como a las ocho de la mañana, abrazadas. Yo hice algo que hasta el día de hoy me da un poco de risa, me prendí de su pecho como un bebe y me quedé así, dormida. Por supuesto que se le hizo molesto después de un par de horas y se corrió, para abrazarme.
Nos despertamos cerca del medio día, muy sucias pero muy felices. Fuimos al baño y nos lavamos la cara y los dientes, quedamos de acuerdo que esa tarde estrenaríamos el hermoso jacuzzi.
Bajamos, cuando me puse a pensar que iba a hacerle de comer, me dije “es el último almuerzo juntas por ahora, ella se tiene que ir hoy” y no pude soportarlo. No, no quería que se fuera, no esa noche. Una noche más. La miré, estaba dejando su ropa sucia en uno de los sillones y después buscó en su mochila una remera limpia para ponerse. Me acerque a ella y la abracé por atrás, las palabras salieron solas.
-Mi amor, no te vayas. Por favor, tenemos que aprovechar aunque sea una noche más esto. No quiero que te vayas. Una noche más. –Parecía una súplica-. Te ruego que te quedes, si querés yo hablo con tus papás o hago lo que sea, pero por favor dame la seguridad que te quedás conmigo.
Se zafó de mis brazos lo suficiente para darse vuelta y quedar frente a mi.
-¡Por supuesto que quiero quedarme, mi amor! Voy a hablar ya mismo con mi papá. Es más, hasta había estado pensado que decirle incluso porque se que no quiero irme hoy, no puedo irme. Dejame intentar, cruzá los dedos para que me deje.
Y eso hice. Ella agarró su teléfono y fue hacia el vestíbulo de la casa. Cuando volvió, sonreía. Le habían dado permiso para una noche más. Se me subió arriba y me besó, estaba feliz.
-Lo que si le dije que como lo extrañaba mucho iba a visitarlo esta tarde. Fue una buena estrategia, porque di a entender que no me quería quedar más tiempo. Lo que hizo que me dejara, si le hubiera dicho que quería quedarme, me hubiera llevado de la orejita hasta mi casa. Me dijo que hoy le llamó a Virginia por que se enteró que no fuimos a la escuela y ella le dijo que nos habíamos quedado dormidas, voy a tener que hacerle todos los deberes pero vale la pena, me está haciendo el aguante de una manera genial.-Me dijo, mientras yo empezaba a hacer unos panchitos –hot dogs en ciertos países- para ambas –Si, nada elaborado comimos, yo ya les había contado que odio cocinar ¿Cierto?-.
Estuve muy de acuerdo con su estrategia, pero no me gustaba que le mintiera a sus padres porque si llegaban a descubrirla perderían su confianza en ella y más si se enteraban que era por una mujer cuatro años mayor que ella, entraría totalmente con el pie izquierdo en su vida familiar. Pero igual nada me importaba, solamente volverla a tener desnuda bailando sobre mi.
-¿A que hora te vas y a que hora volvés, amor?- Pregunté.
-Me esperan en la siesta, antes de que mi papá se vaya de nuevo a trabajar. Voy a volver temprano, aunque también tengo que ver a mi mamá. Quizás vuelva a las 20 o 21. Les voy a pedir un poco de plata así le repones las cosas extras que le sacaste a tus primos. ¿Te parece?
-No te preocupes mi amor, de eso me encargo yo. No es importante para ellos. -La verdad es que no era nada lo que habíamos gastado, porque generalmente yo invitaba a dos o tres amigas y consumíamos mucho más, obviamente todo con permiso y por exigencia de mis primos porque tampoco les gustaba que me quede sola.
Cuando estuvimos comiendo e incluso después de comer, nos pusimos a hablar de cosas profundas, porque, como ya dije, no todo era sexo. De religión –era atea- política –no estaba muy interiorizada, pero le interesaba- cosas fantasmales, reencarnación, la vida, la muerte, economía argentina –que suele ser desastrosa-, el papa Francisco, Maradona, la reina Máxima, San Martin, Perón y un par de personajes más pasaron por nuestra conversación. En temas religiosos chocábamos mucho, porque ella no podía fundamentar su ateísmo y yo intentaba que tirara para el cristianismo. No lo logré, por supuesto, aunque no iba a obligarla ni nada por el estilo, pero por ahí está bueno intentar que la persona que querés crea en lo mismo que vos.
Cuando nos dimos cuenta de que llevábamos mucho tiempo hablando, eran las cuatro de la tarde. Nos vestimos volando, la acompañé hasta el centro a la parada de su colectivo y se fue, dejando un par de cosas para asegurarse la vuelta.
En el tiempo en el que ella se fue aproveché para poner las sábanas a lavar, al igual que su ropa y mi ropa y ordené todo lo que estuviera desordenado, dejando la casa hecha un espejito, después me puse a jugar a la play, las horas hasta que ella volvió se me hicieron eternas, hasta me puse a estudiar porque me moría del aburrimiento. Nos seguíamos mensajeando de todas maneras.
Eran las nueve y media y todavía no llegaba, empecé a preocuparme, hasta que al fin me llegó el mensaje “Estoy en camino, mi amor. Perdón por la demora pero tuve que intentar estar el mayor tiempo posible en casa, esperame con algo rico. Te amo, mi reina”. Ella era mi princesa y yo su reina, media extraña la familia real eh. Corrí a la parada a buscarla, demoró bastante, pero la vi llegar, se había cambiado la ropa y se veía muy sexy con un pantalón ajustado negro y una campera de cuero o cuerina –ni idea- roja, al igual que sus zapatillas. Me encantaba como se veía, no aparentaba 14 años de ninguna manera. A veces hasta parecía mayor que yo. Por como estaba vestida vi que muchos hombres la miraban, si supieran lo inalcanzable que era para ellos. Estaba…orgullosa, si, orgullosa de que ella fuera mi novia.
Llegó hasta mi y me rodeo el cuello con sus brazos.
-¡Te extrañe mucho! Tenemos que casarnos rápido así nos vamos a vivir juntas, porque si no, no voy a poder estar sin vos.-Dijo, agarrándome de la mano y empezando a caminar hacia la casa de mi prima.
La verdad que si, tenía que seguir con ella y no necesariamente casarme, pero como me gustaba la idea de convivir en un futuro. Era increíble lo bien que nos llevábamos, ni una pelea, ni un grito, ni un malentendido. Y yo la verdad es que por naturaleza soy bastante pendenciera y mala, pero ella me frenaba en seguida, había aprendido a manejarme como nadie nunca aprendió.
Si bien se había podido quedar una noche más, era definitivamente la última, al otro día al atardecer ya tenía que estar en casa. Encima sus papás exigían un diez en un trabajo que nunca existió. Lo único bueno de esto es que el papá se había enterado que al otro día no habría clases porque debían pintar y desinfectar la escuela. Podía faltar con tranquilidad.
Cenamos arroz con carne molida –tuve que buscar la receta por internet, por ende no estuvo muy rico, pero la intención es lo que vale-. Conversamos mucho otra vez. Nos tiramos al sillón a besarnos y por supuesto que terminamos haciéndolo, ya estaba pasando mucho tiempo sin recorrerla entera.
Recordé que Victoria aún no conocía el subsuelo y tampoco el pool, es más ni siquiera se lo había mencionado, por ende le sorprendió muchísimo. Al subsuelo hay dos entradas, una por dentro de la casa y otra por fuera –que es la más grande, por ahí entro el billar-, como seguía haciendo mucho frío para salir entramos por dentro. En la cocina hay una inocente puerta que nadie diría que conduce a la “man cave” de mi primo, prendí la luz antes de abrir la puerta y bajamos. Es increíble ese lugar, el bulín de Sergio y Silvina.
Estaba el pool, una mini bodega, una pared que hacía las veces de barra de tragos, otro sofá-cama exactamente igual al del living, un televisor, películas, una mini heladerita con comida –definitivamente son la parte rica de la familia- y cacharros viejos que se ve que no sabían donde poner.
No dejaba de asombrarse por todo lo que veía –igual que yo la primera vez que entré-.
-En esto si que no me ganas ¿Jugamos? –Desafié. Tenía horas, horas y horas de jugar contra toda mi familia en ese mismo pool, lo conocía de memoria.
-Yo no estaría tan segura.-Dijo, agarrando el taco con firmeza y seguridad, por un momento tuve miedo, hasta que vi –cuando le cedí a ella la posibilidad de partir las bolas- que agarraba el palo de la misma manera que mi sobrino más chico, que agrandada era a veces. La amaba.
Por supuesto que no sabía como jugar y en un rato yo ya tenía todas adentro mientras ella había metido una y porque yo le ayude.
-¿Por qué mejor no me enseñas a jugar? ¿Cómo tengo que hacer? –Dijo, con esa carita tan típica que yo conocía tanto, me estaba provocando. Se acostó en el paño del pool mientras intentaba introducir sin éxito la bola blanca. Yo estaba sentada frente a ese hermoso espectáculo que me brindaba, podía hasta verle como se le marcaba la tanga –las amaba- en el pantalón. ¿Cuánto tiempo alguien puede aguantar algo así, viniendo de la persona más sexy del mundo?
Me paré y la apoye, agarrando conjuntamente con ella el taco y hablándole despacio en su oído, mientras ella ponía su trasero bien pegado a mi cuerpo.
-Esto se hace así mi amor. –Dije, tocando suavemente la bola blanca y introduciéndola en una de las buchacas sin ninguna dificultad. Mi mano izquierda empezó a meterse debajo de su remera, suavemente y a acariciar su pecho izquierdo. Mi boca le besaba el cuello, ya no podía aguantar mucho más así que la voltee para que se pusiera frente a mi. Le saqué la remera y el corpiño con fuerza, la tire de espaldas sobre el pool y empecé a recorrer sus pechos con mi boca, con mi lengua, con mis manos, no de manera muy tierna esta vez. Era todo más pasional. Yo estaba de pie y ella me aferraba con sus piernas aún más hacia ella. Le arranque el pantalón después de masajearla un poco por arriba de la ropa. Y ahí hice de las mías, intercambiando dedos por lengua, lengua por dedos. Mientras ella enloquecía de placer.
-Dale, dale, dale. Así. Cojeme así, cojeme así. No pares por favor, no pares. Ayyyyyyyyy Dios mio.- Decía entre jadeos que me daban aún más impulso para darle más fuerte, enterraba mis dedos en ella y los dejaba ahí un rato o los hacía girar, llegué a meterle cuatro dedos y aunque le dolió un poco, después de un rato se dilató y me dejó actuar a mi gusto. Esta vez era yo la que tenía el poder sobre ella, ni siquiera sus movimientos impulsivos con las piernas. No, yo. Acabó literalmente a chorros y yo hice tan bien mi trabajo de chuparla que no quedó absolutamente nada en el paño del pool, mi lengua no permitió que una gota rebalsara más de lo que debía, estuve varios minutos “trabajando” en su interior incansablemente.
Le había dado más duro que nunca esa vez, así que quedó temblando bastante cansada. Verla completamente desnuda sobre el pool, con las piernas abiertas y su interior totalmente enrojecido por la movida que acababa de tener, me hicieron dar ganas de hacérselo otra vez. Y fue bastante parecido al primero, solamente que esta vez me la traje un poco más al borde, por las dudas de que alguna gotita intrusa cayera donde no debe. Gritó y gimió fuertísimo, sin control, mientras se movía sin parar y me apretaba contra ella cuando la chupaba. Como me ponía que lo hiciera.
Se lo hice dos veces seguidas de una manera bastante fuerte y terminó rendida. Pero no tanto como para no darme venganza. Ella me llevó de la mano hasta el sillón y me tiró ahí violentamente, tirándose en seguida sobre mi.
-Así que crees que vos tenés el control sobre mi. ¿Queres ver como yo lo tengo sobre vos?
Y me lo hizo con la misma –o más- potencia que yo. Haciéndome gritar hasta el cansancio, suplicándole que no dejara de cojerme como lo estaba haciendo. Me había excitado tanto con lo anterior y con esto, que logro meter la palma de su mano entera en mi interior, porque yo estaba totalmente dilatada. Igual me dolió muchísimo, pero fue hasta que me acostumbré. Después pudo bombearme a su gusto y sin piedad. Me encantaba cuando se ponía enteramente en mi vagina, con lengua y manos. Hacía lo que quería y era increíble. Realmente me devolvió con creces lo que yo le había hecho.
Por supuesto que no lo hicimos solamente esas veces que les cuento, había que aprovechar la noche a full. De vez en cuando nos poníamos a ver televisión, comíamos lo que había en la heladera y hasta incluso ella intentaba jugar otra vez al pool, pero de una manera u otra volvíamos a estar juntas, a amarnos como nunca en la vida nadie nos había amado antes. Había algo divertido, yo me vestía cada vez que terminábamos y ella me desvestía cuantas veces hubiera tenido que hacerlo. Victoria se quedaba desnuda, haciéndome las cosas mas fácil.
Vi el reloj y eran las siete de la mañana. ¡Por Dios como volaba el tiempo cuando estaba con ella! Estábamos recontra sucias y muy cansadas, pero no nos dio el cuerpo para hacer el famoso baño de jacuzzi que veníamos planeando casi desde que llegamos. Quedamos tiradas rendidas en la cama, abrazadas, creo que no pasaron ni diez minutos que ya estábamos dormidas.
Dormimos sin alarma, pero igual nos despertamos “temprano”, como si supiéramos que teníamos que aprovechar el tiempo: A las once.
-¿A que hora tenes que irte, mi amor? –Dije, con tristeza, esta vez no habría posibilidades de que se quede más tiempo conmigo. Y en parte estaba muy bien, era chica para estar tanto lejos de su casa, pero como me hubiera gustado tenerla conmigo ahí toda la semana. De todas maneras, esos días fueron completamente inolvidables.
-A las seis ya me quieren en casa, mi vida.-Repitió ella, mientras recolectaba todas sus cosas que estaban esparcidas por el suelo.- Amor, por esas casualidades. ¿Dónde está el resto de mi ropa?
-Ah si, está en el patio colgada porque la lave ayer, mi amor. –Respondí.
-Me doy cuenta que todavía no conozco el patio. ¡Vamos! –Dijo, mientras me empujaba prácticamente hacia afuera. Yo sabía que pretendía diciéndome eso.
El patio de la casa era casi tan espectacular como el resto: Pileta –vacía, estábamos en junio-, parrillero, un pequeño quincho que estaba lleno de juguetes de mis sobrinos, un gran jardín, una hamaca –donde nos sentamos a charlar un poco- y cuatro sillas para sentarse a tomar sol. Me senté en una y ella se sentó sobre mi, tirándome hacia atrás ¿Cuánto tiempo estuvimos para hacer el amor? Dos segundos, éramos increíbles. Encima a plena luz del día y con la posible mirada de algún vecino que nos estuviera observando mientras nos besábamos, acariciábamos, chupábamos y dedeábamos.
Y además hicimos algo nuevo, yo me acosté con mi cabeza hacia el norte y ella con su cabeza hacia el sur, sobre mi. Chupándonos las dos a la vez sin descanso, íntegramente, hasta acabar juntas. Era entre una tortura y algo completamente genial. Porque no podía gritar ya que debía darle placer a ella y a su vez ella me mataba de placer a mi sin poder gemir, cuando me desesperaba por gritar le apretaba fuerte sus nalgas y de vez en cuando le pegaba un cachetón en ellas. Fue una especie de 69, pero tenía forma de número 11. Ya que estábamos una sobre la otra.
Hasta el día de hoy, nadie del barrio de mi prima comunicó haber visto esa situación. Por ende, creo que nadie tuvo el placer de observarnos.
Entramos entre besos y abrazos a la casa, una vez más había sido increíble tener relaciones con ella. Ella me dijo que haría unas pizzas para comer, que no tenía mucha experiencia pero que quería volver a cocinarme. Las hizo, salieron buenas pero el almuerzo fue un poco triste, ninguna quería separarse de la otra y cada vez quedaba menos tiempo juntas.
-Voy a volver, mi amor. Mañana no creo que me dejen, pero el sábado si vengo a almorzar con vos y me quedo en la tardecita. ¿Cuándo llega tu prima al final?
-Me avisaron ayer que se vienen el domingo en la tarde-noche porque se habían olvidado que la semana que viene es la de exámenes en el cole de los chicos, que avisaron cuando estaban arriba del avión. Silvina se enojó, así que recortó las vacaciones. –Victoria se reía.
-Espero que nuestros hijos no nos hagan eso, porque seguramente su mamá Laura que es tan estudiosa va a enojarse.-Me dijo.
-¡Por supuesto que si! Y su mamá Victoria no va a hacer nada por impedir que yo les exija que estudien, estudien y estudien. ¿No es cierto?
-No amor, por supuesto que no. – Dijo. Era muy lindo visualizar un futuro juntas.
-¿Te has dado cuenta lo sucias que estamos? ¿No te parece que ya es hora de ir a bañarnos juntas? – No quiero ser muy didáctica para explicarles, pero la verdad es que estábamos hechas un desastre.
Le pareció una idea genial, subimos hasta el baño, sabíamos que sería la última posibilidad de estar juntas por lo menos ese día, íbamos a aprovecharla. Yo me puse a preparar el aparato, que en realidad era una bañera cuadrada y glamourosa pero no se si específicamente un jacuzzi, digamos que si.
Cuando estuvo listo, la desvestí, me desvistió, nos metimos en el agua calentita, yo me senté y ella rápidamente se sentó sobre mi. La sensaciones se multiplicaban un 100% al estar en contacto con el agua, a mi me llegaba a la mitad de los pechos y a ella, al estar sobre mi, y ganar un poco de altura, debajo de los suyos.
Le chupe sus pechos como ya estaba acostumbrada a hacer, sin descanso, pasando del izquierdo al derecho y ella me abrazaba apretándome fuerte contra su cuerpo. Ya había empezado a cabalgar como le gustaba hacer por lo que el agua se movía bastante, haciéndome las cosas más lindas pero más complicaditas.
Me agarró la cabeza y me puso hacia atrás, suavemente, me hizo cerrar los ojos y de repente sentí como chupaba mi vagina en el agua. Es inexplicable lo que se siente, de otro mundo. Quería apretarla contra mi para que se introduzca aún más, pero no lo hice porque podía ahogarla, ese placer no duró mucho porque no se puede hacer demasiado abajo del agua. ¡Pero que cosa tan linda fue! Se lo hice yo a ella de la misma manera, no podía no sentir eso.
-Intentemos las dos a la vez. –Me dijo, se ve que le había gustado lo que había pasado en el patio, pero chuparnos las dos al mismo tiempo abajo del agua era un poco trágico.
Así que probamos hacer “la tijera” que es cuando las piernas de una cruzan por el cuerpo de la otra, entrelazando nuestras partes íntimas. Les mentiría si les digo que no nos dio placer hacer eso, porque yo sentía como mi interior se mojaba por sentirla a ella de manera tan real, tan cerca. Pero nos morimos de risa ya que no podíamos tenernos firmes porque el agua nos hacia ahogarnos y si bien estuvimos un rato largo moviéndonos en esa posición porque realmente se sentía muy bien. Probamos con otra cosa.
Ella se sentó sobre mi mano, haciendo un equilibrio increíble con sus piernas mientras tres de mis dedos le daban bastante fuerte, se movía rapidísimo, como mi a mi me gustaba, arqueando su espalda como la gata salvaje que era cuando teníamos sexo. Besándome el cuello, la boca. De repente sentí que dos de sus dedos estaban en mi interior. La posición era bastante incomoda para ella, pero ni me lo hacía sentir o saber. Estaba gozando a morir y yo también empecé a gozar con ella, sin control, nos movíamos tan fuerte que el agua comenzó a salirse.
-Dale, dale, como te gusta que te de eh. No pares, no pares nunca. No pares. –Le decía en el oído, mientras ella gritaba de placer también.
A veces metía más dedos y ella ya ni se daba cuenta, lo mismo me pasaba a mi, estábamos tan lubricadas y se nos había expandido nuestra cavidad que podríamos habernos metido hasta una botella creo.
Seguimos dándonos, disfrutando a pleno de la última vez que estaríamos ese día, sin descanso y sin cansancio. Debemos haber acabado unas cinco veces cada una y era genial cuando podíamos decidir que la otra acabe o no, según como hacíamos nuestros movimientos.
Paramos suavemente de movernos cuando acabamos las dos a la vez. Nos seguíamos besando con todo el amor del mundo, pero ahora la cosa era más tiernita. Yo la tenía aferrada de esa cintura tan hermosa que tenía y ella estaba prendida a mi cuello. Nos separábamos dos segundos solo para sonreírnos, para darnos cuenta que éramos muy felices, muy felices, recontra felices juntas.
-Mi amor, no nos hemos bañado. –Dije, entre risas y destapando el pseudo-jacuzzi para cambiar el agua, ella no se separó de mi en ningún momento.
-Ya es hora de que nos limpiemos de una vez, tenemos un perfume a sexo terrible eh.-Dijo, entre risas. Y era totalmente cierto, incluso la casa estaba impregnada de nuestro olor.
Cambiamos el agua, ella solamente se bajó de mi para lavarse profundamente sus partes íntimas, mientras que yo hice lo mismo. Después volvió a sentarse sobre mi para que mutuamente nos lavemos la cabeza, con mucho amor. La enjaboné entera, ella a mi y nos fuimos a enjuagar en la ducha y nos volvimos a meter donde habíamos estado antes. Entre besos y abrazos, la cosa era más tierna que nunca.
-Desde ayer que me mirás de una forma diferente. –Me dijo, entre medio de besos- Y me encanta. No se, tus ojos brillan mucho más que antes.-Se que la debo haber mirado de alguna manera extraña- Y no pidas que te explique que te estoy queriendo decir, solamente que me gusta mucho más como me miras desde ayer. Te amo, mi amor.
-Siempre te he mirado igual, mi amor. –Dije, pero con mucha inseguridad. No era cierto, en el principio la miraba como un juego, una experiencia nueva, una venganza contra ustedes saben quien, nada más. Pero ahora mi mirada hacia ella había cambiado. La respetaba, cuidaba, quería, amaba. Esa chica era mi vida. Si, seguramente la miraba de una manera distinta y ella se dio cuenta.
-Sabes que no es cierto, pero no me importa. Creo que te brillan de una manera muy linda los ojos y me transmiten mucha paz. Soy feliz con vos, mi amor. Te amo. –No se lo dije, pero a ella los ojitos también le brillaban más desde hacían un par de días. Estábamos perdidamente enamoradas la una de la otra.- Sos el amor de mi vida. Y hace poco que estas conmigo, pero me basta para saber que por lo menos hasta hoy nunca he amado como te amo a vos, nadie movió mi vida y mi corazón como vos lo hiciste. –Sus palabras me iban a desmayar de alegría.
-Vos también mi amor, te juro por mi vida que sos el amor de mi vida. Sos el amor de mi existencia. Te amo. –Beso- Te amo –beso- te amo.
Por primera vez ella no iba un sentimiento más adelante que yo, también sentía lo mismo. Victoria era el amor de mi vida, por la misma razón que ella tenía. Yo hasta mis 18 años jamás en la vida había amado y necesitado tanto a alguien como a ella. Por primera vez no estaba metida en un pozo, no existía tal pozo. Estaba en una planicie, en paz, caminando de la mano con la mujer de mi vida. Con la chica de mi vida. No podía creer como siendo tan pequeña podía darme tanto, como nadie. Era feliz, completamente feliz.
Pero se tuvo que ir, hasta lloré un poquito cuando se subió al colectivo y la vi partir hacia su casa, ella también estaba triste. Esos días junto a Victoria iban a ser –fueron, en realidad- completamente inolvidables. Hicimos el amor en todas partes, en la cama, en el patio, en el pool, en el sillón, en la mesa, en el baño, en la escalera, en el piso. Recorrimos todo, todo, todo. Y eso incluía nuestros cuerpos también.
Lo más hermoso de esto es que ella seguía siendo mi novia y podíamos volver a repetirlo. Estaba tan feliz que no podía creerlo. Nos hicimos completamente inseparables, no pasábamos dos minutos sin mensajearnos y extrañarnos.
Volví a la casa y dejé todo, absolutamente todo ventilado y limpio. Al otro día iba la empleada semanal de mis primos, le diría que yo me había encargado de todo, prefería limpiar antes de explicar porque había ese aroma tan fuerte. Me quedé hasta tarde refregando, ordenando, lavando y aireando la casa, hasta el subsuelo. Quedó todo impecable y con el permiso de mi mujercita –que también estaba fundida- me fui a dormir.
Al otro día, hice pasar a la muchachita a que vea que estaba todo perfecto, que no se hiciera problema por limpiar y que seguramente mis primos le pagarían los viáticos por tener que venir a hacer nada. Se fue, contenta porque tenía otros planes para esa mañana.
Vi que en mi celular habían muchos mensajes de mis amigas, reclamando por mi desaparición. Encima estaba Cami en la provincia, así que sería genial juntarnos. Propuse que vinieran a dormir del viernes hasta el sábado y todas estuvieron de acuerdo. Tenía muchas cosas para contarles. Micaela aceptó la propuesta encantada, pero Agustina no. La conocía, si estaba enojada conmigo no iba a estar bajo el mismo techo que yo, mejor.
Le conté a Victoria que venían todas a dormir por esa noche y me dijo que tenía que reconocerme que se moría por estar conmigo y que se alegraba de que Agustina no hubiera aceptado ir. También que en la tarde nos iría a visitar.
Las chicas conocían la casa de mis primos así que se ubicaron rápidamente en los sillones, como si estuvieran en mi casa, mientras Cristina buscaba una peli para ver. Eso si, mientras cenábamos les tuve que contar –sin mucho detalle, por supuesto,- lo hermoso que había sido estar con Vico, en todos los aspectos. Después de ver la peli nos pasamos la noche jugando juegos de mesa, mis amigas son –bueno, yo también- ultra tramposas, así que fue cómico y terrible. Me envié mensajes todo el tiempo que pude con mi amor, la extrañaba mucho.
Un rato después de almorzar, apareció. La única que no la conocía físicamente era Micaela, también le cayó bien. Jugamos juegos de mesa, vimos otra película, conversamos, reímos. Hasta que en la tarde-noche se fueron mis amigas y nos dejaron solas.
Estaba todo muy limpio y pulcro como para hacer el amor por ahí y dejarlo hecho un desastre como hicimos casi toda esa semana, así que nos acostamos en el piso del vestíbulo, cerca de la entrada, donde no había alfombra, para hacer el amor tranquilamente. Pusimos alta la calefacción y si bien fue un poco incómodo, ni se notó. Eso si, solamente lo hicimos una vez, para sacarnos las ganas y nada más. Después de eso y un par de charlas más –sobre todo, hablamos de lo bien que le caían mis amigas y que quería que yo conociera las suyas-.Se volvió a ir. Dejándome siempre esa sensación de vacío que solamente se podía llenar con su presencia, pero el saber que me amaba tanto como yo a ella me dejaba tranquila.
El día domingo vinieron mi mamá y mi tía –que se sorprendieron de lo limpio que estaba todo, impecable- a preparar el almuerzo y esperar a los viajeros. Tengo que admitir que aunque estuve con el amor de mi vida, extrañaba mucho a mi vieja linda. Llegaron los dueños de casa a media tarde, me felicitaron por haber hecho bien mi trabajo, me pegaron un reto por no haber gastado la plata que me dejaron, se pusieron contentos de que hubiera comido bien y me dieron los regalos que traían.
Estuvimos un rato con ellos, nos contaron sus anécdotas en Chile, mostraron fotos, recuerditos, entre otras cosas y después nos fuimos para que se quedaran solos en su casa.
Cuando me acosté en la noche del domingo en mi casa, me puse a reflexionar cosas sobre ella. Como la quería, como la amaba, como la extrañaba en ese momento. ¡Que feliz era de tener a la chica más linda del mundo conmigo! ¡Que enamorada estaba! Tan enamorada –me di cuenta- que si Agustina hubiera ido hacia mi desnuda, dispuesta a estar conmigo de la misma manera que mi novia. Le hubiera dicho ¡Llegaste tan tarde! Y hubiera corrido a buscar a Victoria, el amor de mi vida.
¡Todavía quedaba tanto por sentir con ella!
HAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAASTA AQUÍ LLEGA LA PARTE 15. ¡GRACIAS POR HABERLA LEIDO HASTA EL FINAL! SUS COMENTARIOS SON BIEN RECIBIDOS! Y ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO ESTA ENTREGA TAN ESPECIAL. ¡QUIZÁS A PARTIR DE AHORA VENGAN CON MENOS DEMORA! UN ABRAZO Y HASTA LA PARTE 16!
Respuestas especiales, quiero asegurarme que vieron la respuesta que hice en los comentarios:
FERNANDA:
Heeey, que precioso tu comentario, me fascinó ♥ No se si lo vas a ver ahora pero seguramente haré alguna mención en el cap 15 para vos -aquí está- Lo lei como 15 veces de lo mucho que me gustó ;) Gracias, hermosa! Ahora...dudo que por estos días publique, estoy con muchísimos exámenes y no me dejan concentrarme en escribir como quiero y cuando eso no sucede termino escribiendo cualquier verdura con errores... la espera será compensada! Lo prometo! -¡Ya pasaron los examenes, estoy libre! Aparte, todo el tiempo estoy recordando cosas para escribir...es algo que cada vez me gusta más, aunque no pueda hacerlo con frecuencia. Un abrazo, grande, grande. Y espero que te siga gustando y sigas aportando tan linda onda.
Piensodemasiado: Te estabas demorando mucho en aparecer Así que te pareces a Victoria? No me pasas tu número de celular? Jajaja, chiste :) No he borrado ningun comentario, primero porque todos son siempre buenos o lindos y segundo porque no se hacerlo D: así que si recibo uno malo no se que va a pasar (? ¡Podes escribirme lo que quieras, siempre! No es necesario que te cuides :) Y si, Victoria va a sorprender, mucho, mucho, muchísimo! Solo queda esperar ;) Un abrazo y un beso de agradecimiento por tus hermosos comentarios :)
Ahora si ¡Hasta la próxima!