Cautiva de él.

Miro el reloj, las nueve de la mañana, me aproximo a la recepción del hotel, en este momento, debes estar entrando en tu oficina.

Miro el reloj, las nueve de la mañana, me aproximo a la recepción del hotel, en este momento, debes estar entrando en tu oficina. Sonrío, siempre se me escapa una sonrisa cuando pienso en mi Amo.

Cojo la tarjeta de la habitación, estoy muy emocionada y debo reconocer que también muy nerviosa, vamos a cumplir una de nuestras fantasías, durante un par de días, me alojaré en el hotel que se encuentra en la misma calle de tu oficina, iras a trabajar, pero, cuando lo desees vendrás,  a usarme,   humillarme, azotarme, en definitiva, a lo que desees, pues para eso soy tu perra y obedezco tus ordenes.

Llego, al que será mi hogar durante dos días, me gusta, la habitación es acogedora y limpia. Estoy expectante, pues no sé en qué momento aparecerás, solo con pensar en eso, ya comienzo a excitarme. Quieres que mientras este en la habitación permanezca solo con un pequeño camisón blanco de encaje, así, estaré fácilmente accesible para ti.

La mañana va pasando, son las once, estoy tan ansiosa porque llegues, que cada minuto que pasa sin ti, es como una tortura, dulce tortura que seguro tendrá su recompensa según te vea. Decido relajarme y tumbarme un rato en la cama, las cortinas se hayan descorridas y permiten que el sol entre en la habitación, dándome de lleno y  ofreciéndome, una agradable sensación de calor, por todo mi cuerpo.

Con las prisas, cuando salí de casa solo desayune un café, por lo que mis tripas, ya vacías, comienzan a rugir. Empiezo a acariciarme mi ruidosa tripa, para así consolarla un poco. Mi piel es muy suave, tiene un tacto agradable y una vez que comienzas a acariciarla, cuesta dejar de hacerlo. Con las caricias mis pezones comienzan a endurecerse y a ellos me dirijo, juguetona, bajando los finos tirantes de mi escaso vestuario, haciendo círculos con un dedo alrededor de ellos, me llevo un dedo a la boca lo chupo y me lo deslizo nuevamente por mis pezones, para después pellizcarlos. En ese momento oigo abrirse la puerta y salgo disparada hacia ella.

¡Mi Señor! Exclamo, sin poder contener la emoción, allí estas tu, guapísimo, perfecto, elegante, exactamente igual que siempre, y me sonríes, lo que más me gusta en este mundo es verte feliz, haría cualquier cosa, por verte sonreír. Me agarras fuerte del pelo y me dices hola preciosa, mientras me das un beso en los labios. Te separas de mí y me miras complacido, te gusta lo que ves.

Me ordenas con voz autoritaria, que me ponga de rodillas, obedezco al instante, bajando la mirada en señal de sumisión, empiezas a dar vueltas alrededor de mí, no sé si es porque estas pensando que hacer conmigo, o simplemente porque disfrutas teniéndome así. Pasan los segundo y mi coño se va humedeciendo, como a ti te gusta, que este muy mojada… me quitas el camisón.

¡Acaríciate puta! Escucho de tus labios, bajo la mano a mi coñito y comienzo a hacerlo despacio, tímida,  me da vergüenza acariciarme, lo sabes, sabes que es una de las cosas que más vergüenza me dan, pero a la vez me hace ponerme muy caliente, y eso también lo sabes, poco a poco la zorra que llevo dentro va ganando y me acaricio cada vez más caliente, hago círculos alrededor de mi clítoris con un dedo y con la otra mano meto dos dedos dentro de mi coño, y empiezo a meterlos y sacarlos cada vez más fuerte, estoy a punto de correrme cuando me pegas un tortazo en cara ¡Quien te ha dicho que te corras puta calentorra! Me empujas, me haces poner a cuatro patas en el suelo, pues según dices soy una perra tan sucia, tan húmeda, que voy a poner la cama perdida.

Acaricias mi culo con rudeza, te encanta mi culo respingón, lo agarras con las manos y sueltas algún que otro azote y a mí se me escapa algún que otro gemido, oigo desabrocharse tu pantalón. No puedo más, necesito esa polla que me vuelve loca dentro de mí, haría cualquier cosa porque me hicieras el honor de follarme, ¡Plas! Otro azote resuena en la habitación, acto seguido noto tu miembro, cerca de la entrada de mi coño y de repente me la clavas sin compasión, noto algún dolor por la brusquedad, pero sobre todo placer y más cuando comienzas a envestirme, fuerte una y otra vez, mi cuerpo ya se ha amoldado a tu miembro, que me hace sentir un placer maravilloso.

Estoy enloqueciendo, disfrutando de tu polla dentro de mí, cuando me la sacas y noto un vacio en mi cuerpo, me pellizcas fuertemente los pezones y dices con esa voz que pones cuando estás muy excitado, que es la voz más sensual que mis oídos nunca han escuchado y hace subir mi excitación al máximo: ¡Gírate puta! Así lo hago, coges tu polla, la pones entre mis tetas, y te las follas, estas muy caliente, ya te oigo jadear y veo salir el semen de tu miembro, sonrío, y tú sonríes, mientras con tu pene extiendes el semen sobre mis tetas.

Te levantas, mientras te abrochas de nuevo el pantalón, me miras me llevas a la cama y sacas unas esposas con las que me atas al cabecero, así te quiero preciosa, quietecita, hasta que vuelva. Te aproximas a la puerta de salida mientras me dices: se buena en mi ausencia y te ríes.