Catwomans Prey II

Barbara descubre a su pesar que las torturas que va a recibir son el menor de sus males y Supergirl recibe un severo castigo por su dejadez en la captura de Batgirl

Secuela del relato "La caida de Supergirl", aunque ahora es Batgirl la protagonista. El relato es original de Citizen Bane y apareció allá por el año 2000 en la página "BDSM Library" bajo el título de "Catwoman's prey" (La presa de Catwoman) haciendo un juego de palabras, supongo, con la serie de cómics "Birds of prey". A pesar de las evidentes similitudes con la serie anterior, tiene algunas situaciones bastante interesantes. Espero que la disfrutéis al igual que la estoy disfrutando yo.

II

Barbara se resignó a su suerte cuando el Dr. Rancor se despojó de sus pantalones. Riendo, Catwoman se arrodilló junto a la heroína atada y desnuda, apoyando su mano sobre el muslo de Barbara. Inmediatamente un estremecimiento la recorrió de pies a cabeza cuando Catwoman comenzó a deslizar lentamente su mano hacia el sexo de Barbara, que no pudo evitar dejar escapar un gruñido. La droga seguía haciendo su efecto y, cuando Catwoman empezó a manipular su clítoris, lo que sintió fue increíble.

  • Oh… oh… - gimió Barbara moviendo sus caderas, sus jugos fluyendo a chorros.

  • Bueno, doctor. – dijo riendo Catwoman. – ¡Parece que nuestro Batcoño simplemente no puede esperar más para ser follada! ¡Será mejor que se dé prisa!

  • ¡Claro! – dijo el Dr. Rancor riendo mientras se arrodillaba detrás de Barbara y colocaba la polla en la entrada de su húmedo y caliente coño.

  • ¡Aquí, Batcoño! ¡Toma esto! – gruñó mientras la penetraba con una profunda embestida. - ¡Dios, que estrecha! – jadeó. – No tanto como Superputa, por supuesto, pero aun increíblemente estrecha. ¡Oh, no voy a poder esperar para follarme su culo!

Emocionado, el doctor comenzó a bombear con fuerza.

  • ¡Oh! Huh… huh… - gruñó Barbara mientras el Dr. Rancor la follaba con largas y duras estocadas. Se había asustado al oír al doctor, pero ahora estaba absorta en la poderosa sensación que la embargaba al ser follada que no le importaba nada más. Barbara gimió y se retorció locamente, sintiendo que estaba a punto de correrse.

  • ¡Esta zorra es una salvaje! – se rió entre dientes el Dr. Rancor. Sintiéndose también a punto de correrse, aumentó el ritmo de bombeo, enterrándose profundamente en ella y disparando su carga en su interior cuando la chica señaló su orgasmo con fuertes gritos.

  • ¡Oh… oh… - seguía gimiendo Barbara aunque el Dr. Rancor ya se había retirado.

  • Dígame, ¿qué le parece la hija del jefe de policía de la ciudad de Gotham? – preguntó riendo Catwoman.

  • ¡No está nada mal, no está nada mal en absoluto! – dijo riéndose el Dr. Rancor mientras pasaba la mano por la magullada espalda de Barbara.

  • ¿Por qué no se folla también su culo? Apuesto a que no le han dado nunca antes por culo. A menos que yo esté terriblemente equivocada sobre esta jovencita. ¿Lo estoy, señorita? – preguntó Catwoman mientras agarraba a Barbara del pelo.

  • Uh, no… no… - respondió dócilmente Barbara.

  • Vamos, doctor, vamos a prepararte. – dijo entusiasmada Catwoman.

  • No por…  la súplica de Barbara fue interrumpida por Catwoman, quien le apretó las mejillas haciéndole abrir la boca. Inmediatamente, el Dr. Rancor obligó a Barbara a acomodar su blanda polla en su boca.

  • ¡Mmmmm…! – Barbara luchó tratando de evitar la invasión de su boca, frunciendo el ceño ante el desagradable sabor de la polla del doctor, un sabor mezcla de semen y de sus propios jugos. Sin embargo, con la firme presa que Catwoman hacía sobre su mandíbula, todo lo que pudo hacer fue gemir consternada mientras el doctor bombeaba su polla hacia atrás y adelante, consiguiendo que ésta se pusiera pronto dura como una piedra de nuevo.

  • ¡Mírala, Batcoño! – dijo señalando Catwoman a la polla del doctor, ahora cubierta de la saliva de Barbara, mientras éste se retiraba de la boca de la cautiva. - ¡Pronto la tendrás enterrada hasta el fondo en ese pequeño culito tan lindo que tienes!

  • ¡No! – gritó Barbara al sentir la cabeza de la polla del Dr. Rancor presionar contra la entrada de su virgen culo. Saboreando su miedo, el doctor demoró el momento de penetrarla para después, sujetándola de las caderas, comenzar a abrirse lentamente camino por su apretado pasaje anal.

  • ¡Oooooooh! Ugh… ugh… - gritó la muchacha agarrándose con fuerza a sus cadenas. Sentía como si todo su cuerpo estuviese a punto de ser partido por la mitad por aquella polla que la llenaba completamente.

El Dr. Rancor siguió empujando hasta que su verga estuvo totalmente enterrada dentro de Barbara, entonces el hombre se quedó unos instantes inmóvil, dejando su palpitante polla dentro del cuerpo de la temblorosa heroína.

  • ¡Ah…! ¡Ah…! ¡Ah…! – comenzó a gemir Barbara cuando, al cabo de unos minutos, el Dr. Rancor empezó a bombear. Sus gemidos fueron rápidamente sofocados cuando Catwoman señaló a uno de sus secuaces que, inmediatamente, introdujo su polla en la boca de la joven.

Entregada a las sensaciones que le proporcionaba su culo, Barbara no se resistió, esta vez, a la invasión de su boca y pronto se encontró chupando, con entusiasmo, la verga del hombre sin dejar de emitir ahogados gemidos.

Riendo, Catwoman volvió lista para salir de la habitación.

  • ¡Bueno, chicos! ¡Estad preparados para cuando os llegue el turno! Recuerden que cada uno de ustedes debe follársela al menos una vez antes de que yo regrese. – dijo ella riendo.

En otra habitación, Supergirl esperaba a Catwoman, encadenada, con las piernas abiertas sujetas a un bastidor de madera de gran tamaño. Cuando la villana entró por fin en la habitación, Supergirl la miró asustada.

  • Por favor, no me castigues… - suplicó Supergirl. - ¡Le prometo que nunca más volveré a desobedecerle!

  • ¡Cállate, puta! – le regañó Catwoman, aunque secretamente se sintió satisfecha ante la falta de autoestima que mostraba Supergirl. - ¡Eres una puta inútil, y ahora vas a pagar por ello!

Diciendo esto, tomó una caja de cuero negro y la abrió delante de Supergirl. La muchacha echó un vistazo a su contenido y vio que estaba llena de agujas de aproximadamente cinco centímetros de largo.

  • ¡Míralas! ¿A que son preciosas? – ronroneó Catwoman. – Están fabricadas con una proporción extra alta de Kriptonita. El ochenta por ciento, para ser exactos. ¡Estoy segura que te encantarán!

  • ¡No! ¡Por favor, por favor…! – suplicó Supergirl.

  • ¡Cállate, puta! – le regañó Catwoman mientras colocaba una mordaza de bola en la boca de Supergirl y la sujetaba alrededor de su cabeza. Luego, sonriendo con maldad, sacó una aguja de la caja.

Horrorizada, Supergirl vio como Catwoman lentamente apuntaba la aguja directamente a uno de sus pechos. Frenética, movió la cabeza de un lado a otro, negándose a lo que iba a suceder, luchando en vano contra sus ataduras.

  • Vamos, prueba una. – le susurró Catwoman mientras que sujetaba el pecho de Supergirl con la mano que le quedaba libre y con la otra empujaba lentamente la aguja sobre él.

  • ¡Hmmmmmmmmmm! – Supergirl sacudía la cabeza y lanzó un grito de agonía, amortiguado bajo la mordaza, mientras la aguja atravesaba su pecho.

Catwoman la empujó hasta introducirla casi un centímetro. Luego tomó otra aguja y repitió la operación. Con Supergirl luchando y gritando todo el tiempo, Catwoman procedió a clavar alrededor de tres docenas de agujas en los senos de la muchacha, que ahora parecían dos alfileteros.

Durante todo este tiempo, Supergirl sufrió una agonía constante que no le permitió percatarse del momento en que las manos de Catwoman abandonaron sus pechos y se trasladaron a su sexo. Todo su cuerpo se contrajo de dolor cuando Catwoman clavó la primera aguja en su rubio coñito, justo al lado de sus anillados labios. Después de que Catwoman hubiese adornado ya su coño con más de diez agujas, Supergirl había dejado ya de gritar. En su lugar, temblaba agónica en silencio, con los ojos entrecerrados, la cara bañada en lágrimas y su frente perlada por una fina capa de sudor frío.

Para Catwoman, ver a la torturada superheroína le resultaba una visión exquisita. La villana no pudo contener el deseo de inclinarse para lamer las lágrimas que bajaban por las mejillas de la muchacha.

  • Escucha, puta. Sé que lo que te voy a decir va a decepcionarte. – ronroneó Catwoman. – Pero esta noche no vas a disfrutar de tu gang-bang diaria. En su lugar, pasaras la noche aquí con estas preciosas agujas. ¡Esto es lo que pasa cuando me desobedeces! Espero que cuando mis hombres vengan a recogerte mañana empieces a comportarte otra vez como una buena chica.

Tras decir esto, Catwoman se marchó dejando a la superheroína sumida en el dolor y la oscuridad.


Cuando Catwoman regresó a la sala donde se encontraba Batgirl, el último de sus secuaces había terminado ya con Barbara. El efecto de la droga finalmente iba desapareciendo, pero en esos momentos, Barbara había ya perdido la cuenta del número de sus orgasmos. Ahora, colgaba agotada de sus muñecas, jadeando, con las mejillas cubiertas de semen. Semen que también resbalaba por su barbilla cayendo sobre sus pechos y que también rezumaba de su coño y su culo. Aturdida, lanzó una mirada hacia Catwoman cuando la oyó entrar.

  • Bien, ¿cómo se ha portado nuestro Batcoño? ¿Se la han follado ya todos? ¡Estupendo! Ahora a lavar a esa sucia puta y llevadla luego a su celda.

Barbara estaba demasiado cansada como para resistirse y luchar cuando, finalmente, la desataron y la llevaron a asear. Después, la llevaron a una celda, situada en un nivel diferente, donde le colocaron un collar de cuero así como unas muñequera y unas tobilleras del mismo material. Una vez lista, la obligaron a colocarse a cuatro patas y colocaron ante ella un recipiente con arroz y otro con agua.

  • ¡Come, puta! – le dijo uno de los guardias. – Esta es tu cena. ¡Y no se te ocurra usar las manos! – agregó.

El resto de los guardias se echó a reír.

Barbara miró el plato de arroz y sintió ganas de llorar. Desde que la capturaron no había ingerido nada a excepción del semen de sus captores y, ahora, se encontraba cansada y hambrienta. Pero comer como un perro delante de sus captores, para ella, resultaba demasiado humillante, incluso después de que, en las últimas horas, todos ellos la hubiesen usado y abusado de ella.

Al verla dudar, el hombre que había hablado antes, se echó a reír y preguntó:

  • ¿Qué, no te gusta el arroz blanco? Permíteme que le añada un poco de condimento.

Diciendo esto, el hombre se bajo la cremallera, se sacó la verga y comenzó a masturbarse.

  • ¡Oh, no! – gritó Barbara girando la cabeza para no mirar lo que el hombre hacía. Pero los otros guardias la obligaron a mirar como el hombre se corría y derramaba su lefa sobre el recipiente de arroz.

  • ¡Ahora, puta, a comer! – dijo riéndose.

  • No… ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! – las protestas de Barbara quedaron rápidamente sofocadas cuando otro de los guardias levantó el látigo que llevaba en una mano y dejó caer pesadamente sobre el desprotegido culo de la muchacha. El dolor que el látigo le produjo al lastimar sus anteriores heridas la hizo saltar y gritar.

  • ¡Oh… oh…! ¡Ah! ¡Paren, por favor…! ¡Por favor! ¡Ah…! – suplicó Barbara echándose, finalmente, a llorar.

  • Por favor… - volvió a suplicar. – Lo haré… ¡Me lo comeré! ¡Por favor! ¡No me peguéis más!

Y mientras los hombres miraban y aplaudían, la derrotada luchadora contra el crimen bajaba la cabeza y empezó a lamer el agua y a comer el arroz manchado de semen que había en los cuencos. Cuando por fin terminó de comer la dejaron descansar. Los guardias esposaron juntos sus tobillos y muñecas y encadenaron su cuello con una correa a la celda.

  • ¡Descansa un poco, puta! – dijo uno de los guardias. - ¡Mañana tienes por delante un día muy ajetreado!

  • ¡Buenos días, putita mía! ¿Has descansado bien? – saludó Catwoman a Barbara mientras ésta era llevada a la sala tirada de la correa. Al ver a su torturadora, Barbara no pudo reprimir su ira y la fulminó con la mirada.

  • Hmmm… Me gustan las chicas difíciles como tú. – ronroneó Catwoman. – Es más, disfruto mucho quebrándolas.

Barbara reprimió con fuerza sus ganas de replicar. Todavía estaba muy débil para defenderse y lo único que podía hacer era esperar a que se le presentara una oportunidad. Estaba decidida, eso sí, a no dejar que Catwoman ganase hoy.

Catwoman, por su parte, casi se echó a reír al ver la expresión del rostro de Barbara.

  • ¡Vamos, chicos, preparad a la puta!

A su orden, sus hombres inmediatamente agarraron a Barbara y sujetaron juntas sus esposadas manos a la cadena que colgaba del techo. Antes de izarla, Catwoman se acercó a ella con su jeringa. Recordando su flagelación del día anterior, Barbara trató de que no se notase la preocupación en la cara. Sin embargo, hoy, aparte de la droga intensificadora de sensaciones, Catwoman le inyectó una segunda droga.

Tras ello, los hombres izaron a Barbara hasta que sus pies dejaron de tocar el suelo. Su mente, desesperada, se preguntaba cuál sería esa segunda droga. ¿Ayudaría a que el dolor fuese aun peor que el del día anterior? ¿Podría soportarlo?

  • No te preocupes, putita mía. – Ronroneó Catwoman – La segunda droga no es otro potenciador. Es una sustancia algo mucho más interesante. Puedes sentirla, ¿verdad? ¿No crees que hace un poco de calor aquí?

Ahora que Catwoman lo mencionaba, Barbara podía sentir como el ambiente en la habitación se ponía cada vez más y más caliente. No, no era la habitación. Era ella. Era ella la que se estaba poniendo muy caliente, muy cachonda. “¡La droga era un afrodisíaco!”, pensó horrorizada.

  • ¿Qué me has hecho? ¡Malvada! – gritó Barbara en señal de conmoción e indignación.

Al oír eso, Catwoman sólo rió. Estaba segura de que pronto la recién inventada droga, el afrodisíaco más potente conocido, haría efecto sobre Barbara y estaría tan caliente que sería incapaz de controlarse a sí misma.

De hecho, Barbara ya estaba teniendo dificultades para mantenerse quieta. Su cara se había ruborizado, su boca estaba seca pero, sin embargo, a cada segundo que pasaba, su sexo estaba más y más húmedo. Sus pezones estaban ahora duros como piedras, pidiendo que alguien los atendiese. Lo que es más, bajo el efecto de la droga potenciadora, cada estímulo la excitaba insoportablemente. Estímulos como la sensación áspera de las esposas rozando sus muñecas o su peso tirando de sus brazos.

  • Ugh… ugh… - gruñía Barbara mientras trataba con dificultad de autocontrolarse.

  • Hmmm… Creo que la zorra ya está lista… - ronroneó Catwoman mientras levantaba la fusta.

  • ¡Aaaaaah…! – gritó Barbara cuando la fusta golpeó sus pechos. Para su sorpresa, Catwoman no la golpeaba con tanta fuerza como el día anterior, y aunque todavía le dolía, el dolor no era la agonía que se había apoderado ayer de ella. En su lugar, Barbara se vio invadida por una extraña mezcla de dolor y placer. Al tiempo que Catwoman continuaba con los azotes, los Barbara sintió como si sus pechos se hubiesen incendiado, estaba tan caliente que deseaba suplicar a los guardias, a cualquiera de ellos o a todos ellos a la vez, para que viniesen, la agarrasen y la tomasen. Pero aun era capaz de reprimir sus gritos y gemidos.

  • Creo que estamos listas para la siguiente fase. – dijo de repente Catwoman dejando los azotes y tomando a Barbara por sorpresa. - ¡Traed a la otra puta!

Nadie dijo nada mientras esperaban. El único sonido que Barbara oía en la sala era su propio jadear. De alguna manera, en su delirio, sus jadeos se habían convertido en el sonido más sexy del mundo. Casi inconscientemente, cerró los ojos y trató de juntar sus encadenadas piernas.

  • ¡Deja de hacer eso, pequeña zorra! – Catwoman se echó a reír. – Tengo algo mejor para ti. ¡Mira!

Barbara abrió los ojos y vio s Supergirl de pie ante ella, totalmente desnuda y con la cabeza baja.

  • ¡Buenos días, Superputa! – saludó alegremente Catwoman.

  • Buenos días, Señora. – contestó dócilmente la superheroína.

  • ¿Has aprendido ya la lección? – preguntó burlonamente Catwoman mientras colocaba su mano sobre el coño de Supergirl y comenzaba a acariciarlo suavemente.

  • S… sí, Señora. – respondió la muchacha.

  • Así que ahora vas a hacer todo lo que yo te diga, ¿no es cierto?

  • S… sí, Señora. – respondió de nuevo Supergirl. Diminutas marcas eran aun visibles en sus pechos, recordándole vívidamente el suplicio de la pasada noche y las consecuencias de disgustar a Catwoman.

  • Bien. – dijo Catwoman empezando a manipular el clítoris de Supergirl. – ¡Ahora ve allí y fóllate al Batcoño!

  • ¿Q… qué…? ¡Ah! – gimió Supergirl mientras su clítoris alcanzaba su máxima longitud bajo las hábiles manos de Catwoman.

A pesar de que casi deliraba a causa del deseo, a Barbara la noqueó lo que veía. ¡Supergirl tenía una polla!

  • ¡Oh, Dios mío! ¡Su… Supergirl! – exclamó Barbara haciendo que Supergirl bajara avergonzada la cabeza.

  • ¡Ya me has oído, puta! – dijo severamente Catwoman. - ¡Vamos, fóllate a esa puta de Barbara Gordon!

  • ¡Oh, por favor! – suplicó Supergirl. La pobre muchacha quería huir, pero con Catwoman jugando con su clítoris, lo único que podía hacer era quedarse inmóvil temblando de excitación. Haber perdido la noche anterior su gang-bang diaria había hecho que Supergirl estuviese ahora tan caliente como un volcán.

  • ¡Oh, oh, sí, sí! – gimió Supergirl cerrando los ojos. Sin poder evitarlo, se dejó llevar por los secuaces de Catwoman hasta donde estaba colgada Barbara, esposando juntas las muñecas de las dos superheroínas, frente a frente.

  • Oh… No… No… - protestó Barbara colgando cara a cara con Supergirl. La sensación de Supergirl respirando sobre su cuello se le hacía casi insoportable y Barbara se obligó a volver la cara hacia otro lado para evitar besar a Supergirl.

Pero Barbara luchaba en una batalla que nunca podría ganar. A una orden de Catwoman, sus secuaces separaron los muslos de Barbara y, lentamente, la hicieron descender sobre la polla de Supergirl.

  • ¡Ah! ¡Ahhhhh…! – gritaron al unísono las dos luchadoras contra el crimen cuando la polla de Supergirl entraba en Barbara. Para empeorar la situación, los matones sujetaron los tobillos de Barbara juntos a la espalda de Supergirl, por lo que ahora, las piernas de Batgirl, rodeaban la cintura de Supergirl, que temblaba violentamente por la excitación.

  • Oh… Batgirl… oh… po… por favor… Lo… Lo siento… - gimoteaba incoherentemente Supergirl.

  • ¡Oh, Supergirl! ¡Por… por favor! No… no… - respondió jadeante Barbara.

  • ¡Vamos chicas, no seáis tímidas! – ronroneó Catwoman riendo mientras observaba como las dos muchachas luchaban inútilmente contra sus deseos.

  • ¡Vamos! – jaleó de nuevo levantando el látigo y dejándolo caer sobre la espalda de Barbara.

  • ¡Ahhhh! – gritó Batgirl echando su cuerpo hacia delante. Ya todo estaba perdido. La sensación de su coño moviéndose arriba y abajo sobe el gigantesco clítoris-polla de Supergirl era demasiado para ella, y como Catwoman continuaba azotándola, apretó con fuerza sus piernas alrededor del cuerpo de Supergirl aumentando el ritmo de bombeo.

  • ¡Ah! ¡Ah! ¡Aaaaaah! – gemía en voz alta Barbara mientras la polla de Supergirl la follaba.

  • ¡Oh, Batgirl! ¡Ahhhh! – se unió Supergirl a los gemidos comenzando a empujar con sus caderas.

Poco tiempo después, con un coro de aplausos por parte de los asistentes al espectáculo, las dos superheroínas se entregaban a un apasionado y profundo beso, explorándose las bocas con sus lenguas la una a la otra, mientras frotaban sus pechos entre ellas.

En cuestión de segundos, Barbara se corrió violentamente, retorciéndose de forma salvaje y provocando que, por su parte, Supergirl también alcanzase el orgasmo.

  • ¡Aaaaaaah…! – gritó Supergirl cuando inundó el sexo de Barbara con sus jugos.