Catwoman´s Prey VI
Donde el plan de Catwoman sigue su curso y Barbara, cada día, se encuentra más y más degradada, lejos de la orgullosa luchadora contra el crimen que una vez fue.
Penúltimo episodio de la serie "Catwoman's Prey" original de Citizen Bane y aparecida en la web "BDSM Library". Que lo disfruteis.
VI
- ¡Ugh… urghh…! – Barbara echó la cabeza hacia atrás y soltó un gruñido. El hombre cuya polla la empalaba medía más de dos metros y pesaba más de cien kilos. Sentado en una silla, la sostenía por la cintura y la hacía moverse arriba y abajo sobre su larga y gruesa verga.
Tras haber chupado las pollas de los dos hermanos, estos se turnaron para follársela. La obscena visión que Barbara presentó mientras la jodían, la forma en que gemía y lloraba, la forma en que su cuerpo se retorcía una y otra vez, contribuyeron a que ninguno de los hombres de la sala pudiese resistirse a la oferte de Catwoman y todos accedieron a unirse a su banda. Y conforme a lo acordado, Barbara estaba jugando y follando con todos ellos.
Habían transcurrido ya más de tres horas desde que Catwoman había abandonado la estancia. Barbara había perdido ya la cuenta de cuantos hombres la habían follado ya, pero era vagamente consciente de que algunos habían perdido su turno y, sin embargo, algunos de los que ya la habían follado estaban listos para una segunda o, incluso, una tercera vez. Sin embargo, con las manos atadas a la espalda, no tenía forma de impedir que la arrojasen por la habitación, como si de una muñeca de trapo se tratase, de forma violenta. Sus pechos fueron golpeados y estrujados, sus pezones pellizcados, su culo azotado y multitud de dedos invadieron sus agujeros.
Después de haber estado tanto tiempo en prisión, aquellos hombres parecían disponer de una energía sexual ilimitada, y el cuerpo joven y atlético de Barbara, parecía volverles locos. Para muchos de ellos, también, Barbara había sido la responsable de su encarcelamiento, por lo que no podían perder la oportunidad de hacérselo pagar.
La obligaron a decir las cosas más humillantes, a llamarse a sí misma zorra y puta, a pedirles que “bombeasen su maldito coño” y a chupar sus propios jugos de las pollas de los hombres después de que se la hubiesen follado, cosa que, por lo general, solo lograba que al tipo se le pusiese de nuevo dura, listo para una segunda follada.
Su cuerpo se hallaba cubierto de sudor, su rostro cubierto de manchas de semen. Sus pechos también se hallaban manchados, pero alguno de los bandidos encontraban desagradable jugar con unos senos manchados de esperma y la obligaron a lamérselos para limpiarlos. El semen también empezaba a rezumar ya de su coño y su culo.
Barbara comenzó a gemir cada vez más y más fuerte a medida que se acercaba, de nuevo, a otro orgasmo. A sus gemidos pronto se unieron los del hombre que, finalmente, se corrió dentro de su coño. Tras correrse, el hombre la arrojó lejos de sí y Barbara fue agarrada, de inmediato, por varios reclusos.
¡Vamos a follárnosla todos juntos! – dijo uno de ellos.
¡Sí, veamos con cuantos puede hacerlo a la vez! – dijo riéndose otro de ellos.
Apuesto a que te va a gustar, ¿no es así, coño?
Barbara no podía contestar. Lo único que pudo hacer fue gemir cuando le quitaron las esposas y la tendieron sobre una pequeña mesa auxiliar. Uno de los hombres, de inmediato, penetró su sexo y otro su culo que, ahora, se hallaba bien lubricado gracias al semen de folladas anteriores. Un tercer hombre se sentó sobre el estómago de la joven y colocó su polla entres las tetas de Barbara, apretándolas alrededor de su miembro y un cuarto hombre insertó su verga en la anhelante boca de la muchacha.
Al ver las manos de Barbara libres, otro tipo cogió la mano izquierda de Batgirl y la colocó sobre su polla comenzando a moverla.
- ¡Menéamela, puta!
Una aturdida Barbara obedeció de inmediato y empezó a masturbarlo. Al ver esto, otro presidiario la tomó de la mano derecha y la obligó a hacerle lo mismo. Riendo y animándose entre ellos, todos comenzaron a joderla a la vez.
En una habitación contigua, Catwoman, el Joker y el Pingüino veían la escena desde detrás de un espejo de dos vías.
¡Guau! ¡Miren eso! – gritó el Pingüino. - ¡Seis tíos a la vez!
¿Te importaría callarte? ¡Estamos tratando de disfrutar del espectáculo! – le reprendió en broma Catwoman.
El Pingüino miró a la mujer y vio que está estaba frotándose la entrepierna por encima de su ajustado uniforme. Siempre había deseado a Catwoman y pensó que, tal vez, ésta era su oportunidad. Con la que él pensaba que era su más seductora sonrisa, extendió la mano y agarró el brazo de Catwoman.
Al principio, la villana le hizo caso, pero cuando el Pingüino comenzó a acariciar su brazo, ella inmediatamente le apartó la mano con el ceño fruncido.
- ¡Ya basta! – dijo enojada Catwoman para luego volver a su ronroneante tono de voz. – Esta noche no, querido. – dijo en broma. – Me duele la cabeza.
Rechazado, el Pingüino se recostó, de nuevo, decepcionado y Catwoman se levantó del sofá con pereza.
- Vamos, muchachos. Vamos a la cama con mamá. – dijo la mujer tomando de la mano a los dos matones de su banda que esperaban, de pie, tras el sofá y tirando de ellos hacia la salida. – Buenas noches, señores. – dijo volviéndose hacia el Joker y el Pingüino. – Disfrutad del espectáculo.
El Pingüino, enojado y humillado, sólo contestó con un gruñido.
El cuerpo de Barbara se sacudió cuando el hombre que la montaba desde atrás embistió con fuerza su polla contra su coño. Estaba a cuatro patas, todavía sobre la mesita auxiliar. Otro hombre se estaba corriendo en su boca. Cuando éste se retiró, los brazos de Barbara se doblaron haciendo que la mujer se derrumbase, sobre la mesa, con un gemido. El hombre que la follaba la sujetó de las caderas y comenzó a bombear aun más fuerte, consiguiendo que el cuerpo de Barbara se moviese hacia delante y atrás al compás que le marcaba la polla del hombre. Los pechos y la cara de Barbara se frotaban contra la superficie de la mesita dejando rastros de semen sobre ella.
Finalmente, con un gruñido, el matón, penetrándola profundamente, eyaculó en el sexo de la muchacha. Agarrándola después del pelo, la obligó a lamer todo el semen que cubría la mesita y sus alrededores. Casi delirando, después de la maratoniana sesión de sexo, Barbara obedeció automáticamente y se esforzó por levantarse. Temblaba y apenas podía mantener el equilibrio aun apoyando las manos sobre la mesita.
- ¡Vamos, puta! – Perdiendo la paciencia, el hombre le propino un azote en el culo, que estaba ya enrojecido a causa de todos los latigazos recibidos esa noche.
Ya casi había amanecido. Todos los presentes en la sala se la habían follado al menos tres veces cada uno y, ahora, se hallaban tendidos en el suelo descansando. Miraban a Batcoño, que estaba hecha un desastre total. El pelo lo tenía pegado a la cara a causa del semen y el sudor, y casi cada centímetro de su cuerpo tenía manchas secas de lefa. Pero ni siquiera toda esa cantidad de semen seco podía ocultar los moretones de su piel, especialmente la de sus pechos. Sus labios vaginales estaban enrojecidos e hinchados, y algunos mechones de vello púbico habían sido arrancados por algunos chicos que deseaban llevarse un recuerdo de la noche en que se tiraron a una Batgirl sin sentido.
Barbara yacía en el suelo, con las piernas abiertas y los ojos cerrados, jadeando. Se sentía como una completa puta. Desde su captura, sin importar lo que hiciese, siempre se consoló pensando que, hiciese lo que hiciese, lo hacía bajo los efectos de la droga potenciadora que le suministraba Catwoman, y que su lascivo comportamiento era resultado del condicionamiento causado por la droga. Se nutría de la esperanza de poder escapar algún día y dejar todo aquello atrás. Sin duda necesitaría un poco de descanso para curar sus cicatrices, pero luego se pondría de nuevo la Batmáscara y le haría pagar a Catwoman lo que había hecho con ella.
Pero el encuentro con su padre había minado toda su confianza. Le había hecho pensar que las cosas habían ido ya demasiado lejos y que, quizás, ya no había vuelta atrás. Vuelta atrás, ¿hacia dónde quería volver? Su padre había resultado ser un hipócrita y ella ya no estaba segura de querer seguir protegiendo a gente como él. Su Batmáscara era ahora más un fetiche que la ayudaba a excitarse que el símbolo de la luchadora contra el crimen del que una vez se sintió tan orgullosa.
Y esta noche se la ha follado alguno de los criminales más famosos de Gotham, muchos de los cuales habían sido anteriormente detenidos por ella. Aún más, se corrió una y otra vez, esperando ansiosa al próximo hombre que la tomase. Incluso ahora, en lo único que podía pensar era en lo desesperadamente que necesitaba correrse y, a pesar de su cansancio, poco a poco comenzó a mover una mano sobre su muslo en dirección a su sexo mientras que con la otra agarraba sus pechos cubiertos de semen.
- ¡Mirad a la puta! ¡Está tratando de masturbarse! – gritó riéndose uno de los hombres. Sus palabras resonaron en la mente de Barbara. A medida que los hombres a su alrededor comenzaban a carcajearse, mirándola incrédulos, empezó, como en un sueño, a frotar su coño intentando correrse una vez más.
Después de la gran gang-bang de Batcoño, Catwoman notó un cierto cambio en la joven. No es que se hubiese convertido en un juguete sexual siempre dispuesto. Todavía notaba que se sentía humillada y avergonzada por lo que hacía y por lo que había hecho, incluso, a veces, necesitaba amenazarla un poco para que obedeciese. Pero una vez que Barbara tenía una polla en ella, se abandonaba al placer de una forma que Catwoman no había visto nunca con anterioridad. A Catwoman no le costaba nada lograr que la joven se llamase a sí misma “puta” o “coño” y cuando a veces, sin ningún motivo, la azotaba, la muchacha se lo agradecía por propinarle el castigo que merecía por ser una puta.
Antes, Barbara había sido una esclava involuntaria traicionada por su cuerpo. Ahora, la muchacha parecía haberse convertido en una sumisa real. A veces, Catwoman se lamentaba de haber perdido a la vieja Batgirl. La excitaba ver como luchaba y se debatía, la excitaba ver como se rompía. “Bueno, nada es perfecto”, pensó para sí misma. “Al menos mantiene a los chicos contentos”.
¡Adivina quién va a ser tu primer cliente, Batcoño! – dijo una entusiasmada Catwoman a Barbara mientras la preparaba para su primera noche de trabajo en la casa de Madame Duvall.
¿Q… quién? – preguntó Barbara dócilmente, sin atreverse a imaginar quien podría ser.
¿Te suena de algo el nombre de Dominic Beary? – preguntó bromeando Catwoman.
S… sí, lo conozco… No… quiero decir tu puta, tu puta lo conocía. – respondió una abatida Barbara. Dominic Beary era uno de los socios de Bruce Wayne y, también, había sido uno de sus muchos pretendientes. A ella no le había gustado en absoluto y él pronto la abandonó para ir tras los pasos de una famosa modelo. “Después de tantas flores y regalos”, pensó Barbara, “al fin podrá tenerme”. Ya nada podía sorprenderla, pensaba la joven. Tal vez llegara, finalmente, a “conocer” a todos los hombres ricos y famosos de Gotham en el club de Madame Duvall.
Y así fue. En las semanas siguientes sus clientes incluyeron al rector de la Universidad de Gotham, a un juez que, también, era amigo del comisionado y a otro amigo y socio de Bruce Wayne. Casi le sorprendió de que estos hombres, tan diferentes entre sí, compartiesen la fantasía de ser un villano que capturaba a Batgirl y ver como este juego de rol sacaba de ellos su faceta más perversa.
Tampoco se sorprendió Barbara cuando un día, Catwoman, le anunció que su cliente de esa noche sería Frank Pattern. De hecho sintió una especie de perverso placer ante la idea de que, finalmente, sería usada por aquel hombre que tanto la asqueaba. Aquella tarde la pasó fantaseando con lo que aquel hombre haría con ella. Incluso imaginó que le revelaba su identidad, de tal forma que el hombre se burlaría de ella y la castigaría por cada una de las veces que ella, en el pasado, había entorpecido sus actividades.
Catwoman rió cuando descubrió a Barbara masturbándose en su celda y le prometió un castigo más tarde por haber sido una niña tan traviesa. Después, compartió un pequeño secreto con ella.
- Esta noche vamos a secuestrar al alcalde. Pero no te preocupes, puta. – agregó riendo Catwoman. – Esperaremos a que haya terminado contigo.
El comisionado Gordon miró fijamente la polaroid que descansaba sobre su escritorio. La nota que la acompañaba decía, simplemente, que su hija Barbara había sido secuestrada y que, si quería verla de vuelta, tendría que darle a sus secuestradores toda la información sobre las medidas de seguridad del alcalde.
En vista del caos actual en el que se encontraba la ciudad, Frank Pattern había solicitado para sí la máxima protección posible. Ahora tenía a todo un equipo de guardaespaldas y sus itinerarios estaban bien establecidos. En privado, el Comisionado despreciaba al alcalde por cobarde y le echaba en cara el malgastar con él unos recursos preciosos, pero después de lo sucedido en casa de Madame Duvall, se sentía cada vez con menos fuerzas para plantarle cara a Pattern.
A medida que el recuerdo de aquella noche acudía a su mente, el Comisionado deseó con todas sus fuerzas que los secuestradores de su hija tuviesen éxito en todo aquello que planeasen hacerle al alcalde. Inmediatamente, James Gordon se maldijo por haber tenido esa idea. “Estoy haciendo esto por mi hija”, se dijo mientras descolgaba el teléfono y marcaba el número de la nota.
Contrariamente a lo que pensaba Catwoman, Joe no estaba realmente contento. Habían transcurrido ya cuatro semanas desde que había accedido a unirse a Catwoman, pero aun sentía que él y el resto de los exreclusos eran tratados como extraños. Es cierto que hicieron algunos trabajos junto a los secuaces de Catwoman y consiguieron parte del botín tal y como les había prometido Catwoman, pero tenía la sensación de que la villana no confiaba en ellos.
Podía follarse a Batcoño, eso era cierto, pero cada vez que lo hacía debía esperar a que antes la muchacha se pusiese la máscara mientras que los secuaces de Catwoman se jactaban de conocer la verdadera identidad de Batgirl. Además, esos mismos secuaces actuaban como si fuesen los jefes cuando no eran más que un montón de chicos guapos para el disfrute de Catwoman, no como ellos, los expresos, que eran unos verdaderos profesionales.
Y Catwoman… Catwoman les había prometido revelarles la verdadera identidad de Batgirl, pero seguía negándose a revelarla. “¡Mierda!”, pensó Joe. En realidad tampoco es que le importase quien era Batgirl. Aunque Catwoman les había ordenado que no se le podía hacer ningún daño que fuese permanente a Batcoño, él estaba seguro de que, si realmente se lo proponía, podría hacer que la propia Batcoño le revelase su identidad. Lo que no le gustaba era el sentirse desairado. Por eso, cuando el Pingüino se acercó en secreto a él, rápidamente accedió a lo que éste le propuso.