Catwoman´s prey IV

Donde Barbara reflexiona sobre lo ocurrido en la casa de Madame Duvall y Catwoman busca nuevos socios para llevar a cabo sus planes

Cuarto capítulo de las aventuras de Batgirl y Catwoman aparecido originalmente en la página BDSM Library con el título de "Catwoman's Prey" y escrita por Citizen Bane.

IV

Disgustada, Barbara trató de moverse, pero con las muñecas y los tobillos bien sujetos, y con el grueso collar de cuero que llevaba en el cuello, esto era todo lo que podía hacer. Con todos los invitados mirando con avidez su cuerpo, se sentía tremendamente avergonzada y deseaba bajar la cabeza y ocultar su rostro., pero lo único que podía hacer era bajar la vista y evitar así las miradas. Sus pechos, colgando hacia abajo, parecían más grandes y la curva de su culo, destacada por la posición en la que se hallaba, provocaba muchos comentarios lascivos por parte de los clientes.

El discurso de presentación de Madame Duvall solo empeoró las cosas. Presentaba a Barbara como a una masoquista a la que le gustaba ser utilizada duramente y, preferiblemente, por varios hombres a la vez. Lo peor era que, mientras escuchaba, Barbara se sentía cada vez más y más excitada. Al principio se avergonzó de ello, pero luego, pensando que la máscara protegería su identidad frente a esos hombres, se entregó sin reparos al perverso placer que encontraba en las humillantes palabras de Madame Duvall, con la secreta esperanza de que esas palabras excitasen tanto a los hombres que éstos se abalanzarían sobre ella inmediatamente para manosearla y violarla. Cerró los ojos y su respiración se aceleró al tiempo que Madame Duvall continuaba hablando.

Entonces, madame Duvall dejó de hablar. Sorprendida y frustrada, Barbara abrió los ojos para ver que estaba pasando. Se le cayó el alma a los pies cuando vio a Frank Pattern en la puerta. Realmente no le sorprendía verlo en un lugar como este, ya que se había percatado de que muchos de los hombres más ricos y poderosos de Gotham estaban entre los invitados de Madame. Pero Frank Pattern era alguien a quien ella realmente odiaba y despreciaba y la idea de que éste pudiese convertirse en  su “cliente” simplemente le repugnaba. Pattern sostenía del brazo a otro hombre, y mientras arrastraba a ese hombre hacia el centro de la sala, Barbara vio que ese hombre no era otro que James Gordon, Comisionado de la policía de Gotham y su respetado padre.


Barbara nunca olvidaría el momento en que su rostro se hizo visible bajo la luz de una lámpara colgante. “¡Nooooo!”, gritó, pero la mordaza de anillo que ocupaba su boca solo le permitió emitir un sordo gruñido. Ignorándola, Madame Duvall continuó hablando. Durante todo ese tiempo, Barbara no podía apartar los ojos de su padre. Miraba al envejecido Comisionado entre incrédula y enfadada. Se sentía traicionada y tenía la esperanza de encontrar en el rostro de su padre alguna pista de que era lo que estaba haciendo allí. ¿Venía con frecuencia? ¿Había hecho algo con las otras chicas? ¿Qué era lo que iba a hacer esta noche? ¿Con quién? ¿Con ella? Se horrorizó al pensar en ello. Luego, para completar su humillación, Madame Duvalle contó a los asistentes su fantasía con Batgirl y anunció que le iban a tatuar el símbolo del murciélago. No era más que una puta a la que le gustaba imaginar que era Batgirl y ahora le iban a marcar con el símbolo del murciélago. Ese símbolo que una vez lució con orgullo y que ahora se convertía en un símbolo de esclavitud y depravación.

Barbara comenzó a respirar más y más rápido al pensar en ello.

-¡Se está mojando! – oyó como le susurraba uno de los asistentes a otro de los invitados.

Se dio cuenta de cómo los ojos de su padre vagaban por todo su cuerpo y quiso pedirle que se detuviera. En ese momento una mano la sujetó de la cadera y sintió un pinchazo en la espalda, justo encima de su culo. “Así que ahora me están tatuando”, pensó. “Soy Babs, el Batcoño, la Batputa…”

No pudo evitar temblar de excitación cuando uno de los asistentes se acercó, tomó unos de sus pezones y comenzó a juguetear con él. Abrió los ojos y comprobó que, por suerte, no era su padre. Pero ahora se daba cuenta de que, sin lugar a dudas, había ira y desprecio en los ojos del Comisionado. “Está claro”, pensó mientras su mente se abandonaba cada vez más a las sensaciones que le provocaba su cuerpo, “Señor Comisionado, tu hija es una puta barata y tú eres un viejo verde amigo de ese idiota de Frank Pattern…”

Luego, su peor pesadilla se hizo realidad. Como un poseso, el Comisionado dio un paso hacia delante y se bajó la cremallera del pantalón. Barbara miraba horrorizada el pene semierecto de su padre justo frente a ella y como, a través de la mordaza de anillo, lo introducía en su boca.

  • ¡Hmmmmmmm! – protestó Barbara, pero las palabras no le salían. En lugar de ello, los movimientos de su lengua parecían excitar aun más a su padre y su polla se puso más y más dura. Varios pares de manos recorrían ahora su cuerpo, manoseando sus tetas e introduciendo algún dedo en su caliente y húmedo coño. Abandonada a su propia excitación, Barbara comenzó a trabajar la polla de su padre con la lengua. Tiempo después, el Comisionado respondió a sus caricias y comenzó a bombear su polla de adelante a atrás en la boca de Barbara. En cuestión de segundos se corrió inundando de caliente semen el fondo de su garganta.

  • ¡Puta! – le oyó murmurar en voz baja Barbara mientras se afanaba en tragar hasta la última gota de semen.

Enseguida, tras correrse, el Comisionado retiró la polla de la boca de Barbara, se subió la cremallera y salió casi corriendo de la habitación. Parecía que Frank Pattern iba a ser el siguiente, pero, maldiciendo, el alcalde salió corriendo tras el Comisionado Gordon. Barbara quería llorar. Su propio padre la había llamado puta, y eso después de que se hubiera tragado su semen. Pero de nuevo su mente se perdió en los dedos que follaban su coño y en el dedo que sondeaba su culo.

  • ¡Huuugh! ¡Huugh! – gruñó tratando de llamarse puta a sí misma.

Dos de los asistentes comenzaron a azotarla, alternando sus golpes sobre sus nalgas.

  • ¡Urrrrgh! – gimió deseando que la golpeasen con más fuerza.

Cuando finalmente uno de ellos le asestó un golpe particularmente fuerte, Barbara se estremeció de placer y se corrió.


Catwoman se hallaba tendida en un sofá cuando dos de sus secuaces trajeron a Barbara frente a ella. La joven gateaba a cuatro patas, guiada por una correa sujeta a su cuello.

  • Bueeeno… ¿Te divertiste anoche, mi Batcoño? – ronroneó Catwoman. – Acabo de terminar de ver la grabación que me ha dado Madame Duvall. ¡Dios, jamás imagine que el Comisionado fuese un chico tan travieso! ¿Cómo te sentiste al tragar el semen de papá? Podrían ser tus pequeños hermanos y hermanas, ya sabes. – dijo riendo.

Barbara no pudo soportarlo más y trató de abalanzarse sobre la mujer, pero se lo impidió la correa.

  • ¿Cómo pudiste hacerme eso? – gritó tratando locamente de liberarse. - ¡Me has mentido! ¡Me has engañado! – Barbara gritaba mientras las lágrimas rodaban sobre sus mejillas. - ¡Todo es culpa tuya! ¡Por tu culpa!

  • ¡Creo que estás olvidando quien es aquí la jefa, puta! – Le recriminó Catwoman mientras sujetaba a Barbara por la barbilla. – Yo no obligué a tu padre a hacer lo que hizo, pero si eso es lo que quieres, puedo tratar de establecer una “relación” más estrecha entre ustedes dos. – dijo amenazadoramente.

  • ¡Oh, no, por favor! – rogó Barbara.

  • ¡Ahora escúchame, coño! – continuó diciendo la villana. – Hoy seré amable para demostrarte que puedo ser comprensiva a veces. Pero si vuelves a desobedecerme una vez más, emitiré esta grabación a través de la TV de Gotham y me aseguraré de que el Comisionado sepa quién es en realidad esa pequeña puta. ¿Ha quedado claro?

  • ¡Oh, no, por favor!  ¡No hagas eso! – suplicó Barbara colocándose de nuevo a cuatro patas. - ¡Por favor, haré todo lo que me pidas! ¡Por favor, no dejes que mi padre lo sepa!

  • Bueno, eso dependerá de si eres o no una buena chica… - ronroneó Catwoman mientras se ponía en pie.

  • ¡Por favor! ¡Lo seré! ¡Seré una buena chica! ¡Haré todo lo que me digas! – suplicó desesperadamente Barbara.

  • Bien, entonces hay algo que me gustaría que hicieses…


  • Estamos perdiendo el tiempo aquí. – dijo enfadado el Pingüino. - ¡Sugiero que nos vayamos ya! ¡Sé que ella nos ha mentido!

  • Bueno, ya que estamos aquí, - respondió el Joker, sonriendo como siempre hacía - ¿por qué no, al menos, averiguamos que se propone?

Los dos villanos estaban sentados en una sala finamente decorada en el interior de la guarida de Catwoman.

  • ¡Bueno, caballeros! ¡Lamento haberos hecho esperar! – ronroneó Catwoman apareciendo en la puerta llevando una correa en la mano. – Nuestra invitada de honor necesitaba un poco de preparación… y de persuasión también.

  • ¿Y dónde está la Batchica? ¡Dijiste que la habías capturado! – refunfuñó el Pingüino.

  • ¡Bueno, aquí está señores! – dijo Catwoman terminando de entrar en la habitación tirando de la correa. - Les presento a… ¡Batgirl!

  • ¡Y una mierda! ¡De ninguna manera! – exclamó el Pingüino.

La correa de la que tiraba Catwoman estaba unida a un collar de cuero que llevaba una mujer que gateaba tras ella. La muchacha tenía puesta una máscara de Batgirl, pero aparte de ello, estaba totalmente desnuda. La mujer miraba asustada a los dos hombres.

  • Bien, ¿por qué no le dices a los dos caballeros aquí presentes quien eres, puta? – dijo Catwoman.

  • Yo… yo soy Batcoño. – contestó mansamente Barbara. – Yo… yo antes solía ser Batgirl, p… pero ahora solo me llamo Batcoño porque eso es… eso es lo que realmente soy… - aunque había practicado el discurso un sinfín de veces, ayudada por el látigo de Catwoman, Barbara no pudo evitar sonrojarse mientras lo decía.

  • Bueno, bueno, bueno… esto es muy interesante… - murmuró el Joker mientras caminaba alrededor de Barbara inspeccionándola detenidamente.

  • ¡Batcoño! ¡Hahahahaha! ¡Me gusta! – exclamó el Pingüino mientras daba saltitos de alegría. - ¿De verdad es ella?

  • ¡Por supuesto que lo es! – Contestó Catwoman.- ¿Tenemos entonces un trato?

  • Hmmmm… Así que si te ayudamos con tu gran plan, ¿tú nos las prestas? – preguntó el Joker mientras estudiaba el tatuaje que adornaba la espalda de Barbara.

– Eso es.

  • De acuerdo, pero será mejor que no estés tratando de hacernos ninguna jugarreta. ¡Por tu bien espero que esta puta sea la verdadera Batgirl!

  • ¡Por supuesto que lo es! Te lo demostraré pronto. – contestó Catwoman.

  • Esta bien, tienes mi palabra entonces. ¿Qué te parece a ti, Pingüino?

  • ¡Claro! ¡Empecemos a jugar con Batcoño! ¡Jajajajaja, Batcoño! – contestó impaciente el Pingüino mientras recorría con sus manos el cuerpo de Barbara.

  • ¡Perfecto! Entonces es toda vuestra esta noche. – dijo alegremente Catwoman mientras le entregaba al Joker la correa.

  • ¡Bieeen! ¡Probemos los juguetes que hemos traído! – exclamó el Pingüino mientras el Joker acariciaba suavemente el rostro de Barbara.

  • Bien, bien, bien… Todavía me cuesta creerlo. ¡Bien hecho, Catwoman! – dijo.

  • Sí, sí, pensábamos que estabas de broma. – se hizo eco el Pingüino mientras abría una caja. – Pero por si acaso decías la verdad, habíamos traído algunos regalos de bienvenida para la Batchica… oh, lo siento, quiero decir Batcoño. ¡Oh, mira, ahora mismo estoy desenvolviendo uno! ¡Hahahaha!

Barbara ya se esperaba lo peor cuando Catwoman le dijo que iba a ser el entretenimiento de sus dos archienemigos. La villana la había amenazado suficientemente con hacer pública la cinta y con darle una buena tanda de latigazos tras inyectarle la droga potenciadora, así que se dejaba hacer obedientemente mientras el Joker jugaba con sus pechos.

  • Miren esto, ¿qué les parece? – preguntó triunfalmente el Pingüino sosteniendo en las manos lo que parecían ser una freno y una fusta. La brida estaba elegantemente hecha con cuero negro y plata fina. Barbara quedó conmocionada y sintió un fuerte sentimiento de repulsión al darse cuenta de lo que era y de cómo iba a ser utilizada. - ¡Vamos, vamos a ponérsela!

Con la ayuda del Joker y de Catwoman, el Pingüino le colocó el freno a Barbara quien hizo una mueca cuando tuvo el incómodo bocado colocado en su boca.

  • El toque final. – dijo riendo entre dientes el Pingüino mientras sacaba dos pinzas de metal del bolsillo. Cada una de ellas poseía una campanita colgando de ellas y Barbara vio horrorizada como pellizcaban sus erectos pezones, arrancándole un gemido de dolor.

  • ¡Dios, Dios, está preciosa, ¿verdad que sí? – ronroneó Catwoman y el Pingüino rió entre dientes. Originalmente había querido usar esos objetos con Catwoman cuando la vio por primera vez, hace ya muchos años. Pero bueno, el uso que le daba ahora tampoco estaba mal, pensó, o tal vez incluso sea mejor. Iba amontar a la Batchica y, ¿quién sabe? Quizás algún día también podría usar el freno con la gata. El pingüino sonrió al pensar en ello.

  • ¡Mírate, Batcoño! – dijo Catwoman mientras sostenía la erguida cabeza de Barbara frente a un gran espejo presente en la habitación. La muchacha podía sentir como su sexo se humedecía más y más mientras contemplaba su imagen en el espejo. La brida y las pinzas de sus pezones hacían juego con su batmáscara.

  • Hmmm… - dijo el Joker con una amplia sonrisa. – Se ve muy sexy. ¡Bien hecho, Pingüino!

  • Bueno, entonces es hora de que deje a los niños disfrutar de sus nuevos juguetes. – dijo Catwoman mientras salía de la habitación.

  • Espera, espera, ¿no te quedas con nosotros? – preguntó esperanzado el Pingüino.

  • No, gracias. Otro día quizás. – ronroneó Catwoman.

El Pingüino gruño decepcionado, pero enseguida volvió a animarse al ver a Barbara.

  • ¡Está bien, Batpony, vamos a jugar! – gritó empujando a Barbara obligándola a ponerse a cuatro patas. Luego se sentó sobre ella y sujetó las riendas unidas a la brida.

El bajo y gordo Pingüino era increíblemente pesado y Barbara sintió como si se le fuese a romper la espalda.

  • ¡Vamos! ¡Arre! ¡Arre! – dijo impaciente el villano y Barbara trabajosamente comenzó a gatear.

No contento con su esfuerzo, El Pingüino levantó la fusta y golpeó con ella el culo de la joven. Dejando escapar un ahogado grito, Barbara trató desesperadamente de moverse más rápido.

  • ¡Hahahaha! ¡Mírame, hahahahaha! – rió el Pingüino mientras cabalgaba a Barbara por toda la habitación, con las campanitas de los pezones de la joven tintineando, tirando de las riendas todo el rato y sin dejar de golpearla con la fusta.

Barbara dio la vuelta a la sala unas cuatro veces antes de que el Pingüino se sintiese satisfecho. Tan pronto el hombre bajó de ella, la muchacha se desplomó exhausta en el suelo.

  • ¿Ya estás cansada? ¡Si no hemos hecho más que empezar! – dijo el Joker mientras quitaba el freno de la cabeza de Barbara pero le dejaba puesta las pinzas de los pezones. – Nunca pensaste que harías algo como esto con nosotros, ¿verdad? Pues yo tampoco. – dijo en su habitual tono demasiado amable. – Sé que en realidad nunca hemos sido amigos pero siempre hay una primera vez para todo, ¿verdad? Y para que veas lo generoso que soy, tengo un regalo para ti, Batcoño. ¿Quieres verlo?

  • S… sí, señor, p… por favor. – respondió obedientemente Barbara, aun jadeando.

  • ¡Mira, si tenemos aquí a una buena chica! – dijo riendo el Joker. - ¡Ya sabía yo que eras una buena chica desde el día en que te conocí! ¡Esto es genial! ¡Ven aquí! – dijo llevando a Barbara hasta un rincón de la habitación. Había una caja muy bien envuelta en el suelo.

Tal y como le había instruido el Joker, Barbara desenvolvió el paquete y lo abrió. Dentro de la caja había un caballito de madera, exactamente igual que cualquier pony de madera para una niña, pintado de colores brillantes, pero lo suficientemente grande como para que se pudiese sentar un adulto. En medio de la silla de montar había dos salientes metálicos en forma de polla, algo más corto y delgado el trasero.

  • Es interesante el que tengamos ideas semejantes, ¿no crees? – dijo sonriendo el Joker. – Vamos nena, ¡pruébalo!

Barbara miró horrorizada las dos pollas metálicas.

  • ¿Puedo… puedo prepararlas primero, p… por favor? – preguntó sumisa.

  • ¡Bueno, eres la invitada! – respondió riéndose el Joker.

Viendo a los dos hombres riéndose, Barbara, ruborizada, bajó la cabeza y comenzó a lamer las dos pollas metálicas hasta que creyó que estaban lo suficientemente lubricados. Luego, se sentó a horcajadas sobre el pony de madera y, con la cabeza gacha de vergüenza, lentamente se sentó sobre los dos consoladores. Se dio cuenta entonces del tamaño que tenían. El que iba destinado a su coño entró sin problemas, pero el destinado a su culo era mayor que el que Catwoman generalmente usaba con ella. Mientras el dildo dilataba su culo, gruñó molesta. Tras lo que le pareció una eternidad, finalmente se las arregló para conseguir que ambos dildos entrasen hasta el final.

  • ¡Vamos, cabalga! – insistió el Joker.

“Oh, Dios”, pensó Barbara mientras a regañadientes comenzaba a moverse ligeramente sobre el pony.

  • ¡Oh, vamos! – comentó impaciente el Pingüino. - ¿No has montado antes sobre un caballo de madera? ¿Acaso quieres que te enseñe?

  • ¡Oh, no, por favor! – contestó Barbara y, tímidamente, extendió las manos para sujetar las dos asas situadas en la cabeza del pony para comenzar a balancearse, poco a poco, como si fuese una niña en su pony de madera. Tan pronto como empezó a hacerlo, se percató del truco en el diseño del pony. Los dos dildos estaban colocados de tal manera que, mientras se mecía, estos entraban y salían alternándose de ella, provocando en su sexo una increíble sensación.

  • ¡Sí, más rápido! ¡Más rápido! – la jaleó el Pingüino. Para animarla, levantó de nuevo la fusta y comenzó a azotar la espalda de Barbara.

  • ¡Ahg…! – gritó la muchacha al sentir la mordedura de la fusta y aumentó, cada vez más, la velocidad de balanceo a medida que caían los golpes. El efecto combinado de los dildos y los azotes fue demasiado para ella y se corrió en segundos. Pero los hombres aun no estaban satisfechos.

El Joker tomó la fusta de manos del Pingüino y comenzó también a azotarla, por lo que Barbara se vio obligada a continuar balanceándose. Cerrando los ojos gimió en voz alta al tiempo que las campanitas de sus pezones tintineaban alegremente.

Se volvió a correr tres veces más hasta que los hombres, finalmente, se dieron por satisfechos. Cuando el Joker dejó de azotarla, Barbara se desplomó sobre el pony abrazando su cabeza como una niña abrazando a su juguete favorito, jadeando, agotada, con sus muslos empapados de sus propios jugos.