Catwoman II

Era hetero y aquella cría me enseñó otra forma de vivir mi sexualidad, otra forma de sentir.

— ¿A qué te refieres con ese “y también”

— Jajaja, me da un poco de corte decirte… —por un momento, adivine un atisbo de duda en aquella cría a la que parecía darle todo lo mismo.

— No seas tonta y cuéntame. Hace nada estabas follándome…

— Bueno si…, es verdad… te lo cuento, pero no pienses nada raro —la curiosidad me roía por dentro.

— Me prometes que si te cuento vas a estar conmigo un rato?

— Depende de lo que se trate… —ya me estaba acojonando un poco la niña.

— Tú lo único que tienes que hacer es mirar —si solo se trataba de mirar, no me pareció nada arriesgado, así que asentí con la cabeza.

— Bueno te cuento… —durante unos segundos permaneció callada intentando encontrar las palabras adecuadas—. Hay unas páginas en internet con cams en las que te puedes registrar dando tu número de cuenta, y…, puedes ganar dinero si los chicos te dan monedas.

— Pero te darán monedas si haces algo… —Era una pregunta de esas que ya conoces la respuesta.

— Si claro… si te desnudas, masturbas etc.

— Pero… ¡te pueden conocer!

— No, eso no, llevo una máscara… es de Catwoman —mi mente no pudo evitar imaginar a aquella preciosa chica con la máscara puesta.

— ¿Quieres verlo? —llegadas a ese punto no creí que la fuera a convencer de que no lo hiciera, y dicho sea de paso… me parecía muy morboso.

Si te apetece… yo no te voy a decir lo contrario. Pero yo no voy a ponerme delante de ninguna cámara para que me vean unos pajilleros.

Después de la piscina me volví a meter en el vestido y posteriormente nos tomamos un nuevo combinado en el porche —el tercero esta vez—, que me llevaba a superar con creces mi límite de tolerancia al alcohol.

Serían las once de la noche y estábamos sentadas en dos hamacas de diseño que había bajo el porche, Naira tan solo llevaba sus braguitas y una camiseta blanca que marcaban sus pezones con total claridad. Yo seguía sintiendo todavía la sensación de estar viviendo en mitad de un sueño, un sueño en que de un momento a otro terminaría despertando.

La noche estaba cerrada y Naira ya se había acomodado a mi lado en la hamaca. Su mano acariciaba la parte de pierna que asomaba bajo la falda. Pasaba sus uñas haciendo surcos en mi piel con delicadeza y sentí la piel erizarse de nuevo.

Intenté separarme de ella sin mucha determinación, un movimiento hecho de forma instintiva, pero que sabes que no te llevara a ningún lugar al que estas deseando llegar.

— Quiero probarte Eva… —acortó los escasos centímetros que nos separaban y, se acercó a susurrarme retirando los mechones de mi rostro. Me quedé inmóvil, de nuevo un latigazo de deseo me fustigó al sentir su aliento cálido y sensual en mi oído.

— Me muero de ganas por probar tu coñito… —mientras el aliento que emanaba de sus palabras resbalaba en mi oído, sentía las yemas de sus dedos recorrer mi muslo interno.

Naira se arrodilló frente a mí. Sus manos se posaron sobre mis rodillas y las abrieron dejando casi al descubierto mis braguitas húmedas. Respire con dificultad, sentía el palpitar de mi coñito acompasándose con los latidos de mi corazón. Abrí las piernas y me recliné hacia atrás. Me dispuse a ser tomada mientras apoyaba las manos en el lado opuesto de la hamaca.

— Mmmm —gemí de gusto infinito al sentir por vez primera la presión desu lengua sobre mis braguitas .

Sus manos sujetaron los muslos mientras su cabeza se perdía entre mis piernas. Cada vez que su lengua presionaba sobre la tela, mi clítoris palpitaba con vigor y un gemido ahogado lo acompañaba.

— Tía, estas empapada, me pone muchísimo sentirte tan mojadita.

Me encontraba frente a ella entregada por completo. Mi coño abierto deseaba regalarle los fluidos vaginales que no dejaban de manar. Mi clítoris ansiaba recibir el regalo de su lengua y mi vagina quería sentir de nuevo las embestidas de sus dedos abriéndose paso en su interior.

Naira se detuvo por unos instantes tortuosos para mirarme. Permaneció en el mismo lugar degustando la imagen que tenía frente a sí. Me observaba con los ojos inyectados en lujuria, mientras, lamia sus dedos anular y corazón con sensual delicadeza.

Sus manos se colaron de nuevo bajo mis piernas… recorrieron la parte externa de mis muslos, y alcanzaron a la delicada tela que recubría mi sexo. Sujetó con ambas manos las braguitas y, tiró de ellas a la vez que yo levantaba el culo para que pudieran salir con facilidad.

Volvió a mirarme degustando la expresión de mi rostro al sentir mi intimidad al desnudo. Volvió a introducir sus dedos en la boca. Una sonrisa lasciva de pícara malicia asomaba de nuevo en su rostro.

— Hazlo, quiero sentirte… —mis palabras entrecortadas apenas eran audibles por el resuello de mí respiración.

Cumplió mis deseos y sus dedos acortaron el espacio que nos separaba… los sentí, resbalaron abriéndose paso entre mis labios vaginales . Los sentí recorrer mi rajita con un leve roce, una suave caricia que apenas aplacaba en una milésima parte mi sed. La necesidad de sentirla con más intensidad, era una tortura que me estaba mortificando.

Movía las caderas intentando sentirla, mi cuerpo dibujaba pequeños círculos imaginarios intentando alcanzar la caricia de sus suaves dedos. Era una dulce tortura que se hizo eterna durante unos segundos infinitos. Tras la agónica espera, se colaron en mi vagina, primero él corazón y acto seguido también el anular lo acompañó. Los sentí resbalar con facilidad, al tiempo que notaba su leve presión abriéndose paso en mis entrañas.

Gemí… arqueé mi cuello hacia atrás cuando su lengua cálida se posó por vez primera en mi clítoris. La sentí…, sentí su aliento, su tacto, su calor. Mi respiración paso de ser regular y tranquila a moverse de forma trabajosa. Mis manos se posaron en su cabeza, y la presione contra mí sexo. Lo hice con firmeza, con el único propósito de aumentar la intensidad del goce que me consumía.

Mientras su lengua degustaba mi intimidad, un par de dedos me penetraron de nuevo. Los introdujo en mi vagina y los volvió a extraer para lamer después los fluidos que se habían impregnado en ellos.

Los movimientos de su lengua abriéndose paso entre mis labios vaginales y presionando en círculos mi clítoris me torturaban. Escuchaba el chasquido de sus dedos entrando y saliendo mientras presionaban mis entrañas. Había olvidado quien era y solo existía el aquí y el ahora.

Volví a abrir mis piernas al tiempo que me recostaba sobre la hamaca. Mis dedos desataron con impaciente torpeza varios de los botones del vestido. Extraje de su retiro una de las tetas y la estrujé con gula, pellizqué el pezón y sentí su tacto duro y rugoso a través de las yemas de mis dedos.

Estaba llegando al punto de no retorno, ese momento tan especial en el que nada ni nadie te puede parar, ese instante en el que sientes como tu cuerpo está a punto de abandonarte y explotar. Cuando sonó el móvil… primero se escuchó el sonido de la vibración producida por el teléfono sobre la mesa de madera, después el tono de llamada que se iniciaba suave y, conforme sumaba tonos, aumentaba de intensidad.

— ¡Es mi marido! —me incorporé sobresaltada al tiempo que un sentimiento de ansiedad me acongojaba. Ella se me quedo mirando con una sonrisa en el rostro. Dejé pasar los tonos, necesitaba recuperar el aliento, necesitaba pensar y recuperar la compostura. Su sonrisa era divertida y excitada. Verme a mí con ella, mientras hablaba con mi marido y los restos de su saliva todavía dibujándose en mi sexo, le produciría un morbo lascivo.

No podía coger en ese momento, mi respiración, mis palabras, mi tono de voz me hubiera delatado. Espere a que terminaran los siete tonos y tras unos segundos de tensa espera, volvió a sonar…

— Dime cariño. —la voz me temblaba—. Estaba dándome una ducha y no he llegado a tiempo.

Me excusé con lo primero que se me ocurrió y comencé a contestar a su interrogatorio con frases cortas, intentando como podía disimular mi respiración y mi miedo.

— Si, tienes razón, te iba a llamar nada más llegar al hotel, pero me he liado con las maletas y se me ha pasado por completo.

— ¿Qué tal han cenado?

Comenzó a contarme que se habían peleado y que había tenido que castigarlos —como si aquello fuera una novedad— . Seguí conociendo sus avatares con los niños… me contó lo que había preparado para cenar y lo muy mucho que me echaban todos de menos —Aunque a quién echaban de menos no era a mí, sino a la criada que se ocupaba de todo.

Después de darme las buenas noches los dos peques, y decirme al unísono lo mucho que querían a su mami, mi chico se apodero de nuevo del teléfono y continuó hablando como una cotorra, —no recordaba haber tenido una conversación de más de un minuto con mi marido al teléfono en la vida.

Por lo visto a Naira le pareció de alguna manera morbosa la situación. Estar entre mis piernas mientras hablaba por teléfono con mi marido, unido a la mezcla de nerviosismo y ansiedad que seguro reflejaba mi rostro. Comenzó de nuevo a hacer “travesuras”. Yo le suplicaba con gestos y aspavientos que lo dejara —con la llamada me había sentado “como dios manda” en la hamaca, adoptando una actitud de formalidad que de alguna manera hiciera más creíbles mis palabras.

Sentí como me subían los calores por mi cuerpo cuando sus manos volvieron a resbalar por mis muslos… en esta ocasión estaban cerrados y así los quería mantener. Hacían el recorrido inverso, arañando delicadamente con sus uñas mi piel desnuda. Respiré profundo, perdí la noción de lo que mi chico me decía al otro lado del micrófono. No pude evitar lanzar un respingo cuando intenté retirar la mano que se colaba bajo mi falda.

Disfrutaba con lo que hacía. La expresión de su rostro la delataba. Le producía un morbo increíble verme sufrir, despertar el deseo en mí, tenerme contra las cuerdas, sabiéndome impedida y completamente entregada a su merced.

Retire el teléfono de mi oído y tape el micrófono para suplicarle entre gestos, que parara de una vez.  Al final se iba sospechar y comenzaría a preguntar…

— ¡Estate quieta!, se va a enterar…

Mientras reía, disfrutaba intentando abrir las piernas que yo mantenía cerradas con fuerza. En un momento de descuido, y mientras mantenía a duras penas la compostura de la conversación, consiguió introducir su mano entre mis muslos. Alcanzó de nuevo mi sexo que hacía tiempo anhelaba sus mimos. Lance un respingo involuntario al sentir de nuevo el tacto de sus dedos en mi coñito. En esta ocasión el sí noto algo…

— Nada, se me ha caído el bote de desmaquillarte…

Volví a sentirme derrotada cuando mis piernas cedían en su presión, y mientras mi mano tapaba el micrófono, las suyas volvían a tener “derecho de pernada” bajo la falda. Me recosté un poco con el teléfono en la mano, intentando seguir la conversación que a duras penas mantenía con mi chico.

Era una tortura, una maravillosa tortura que sedaba mi razón y me empujaba sin remedio un camino de perdición. Mi coñito húmedo era acariciado de manera tortuosa por sus hábiles dedos. Suaves dedos que sabían cuándo, cómo y dónde presionar.  Dedos que sabían cómo hacer de mí una autentica zorra en celo.

Mientas mi marido seguía al teléfono hablando sin parar, yo destapaba el micrófono entre suspiro y suspiro. Contestaba con afirmaciones monosilábicas que disimularan lo que realmente estaba pasando. La verdadera realidad era que mi cuerpo y mi alma se encontraban en el lugar más parecido al paraíso en la tierra, un paraíso anteriormente prohibido para mí, y que ahora me abría la puerta de par en par.

Mi cuerpo comenzó a fallarme, había llegado al punto en el que ya no podría dar marcha atrás, apague el teléfono, lo hice torpemente, sin saber con certeza si había presionado el botón de off. Las convulsiones y gemidos se apoderaban de todo. Dejé caer el teléfono en la hierba, al tiempo que mis manos se posaban en su cabeza. Presioné hacia mí, hundiendo su rostro en mí sexo. Mis piernas se colocaron a horcajadas sobre sus hombros, las caderas comenzaron a moverse de forma descontrolada, lo hacían siguiendo el ritmo frenético de las embestidas de sus dedos penetrándome.

Aquella chica hizo que me corriera como nunca lo había hecho. Las convulsiones recorrieron cada rincón de mi cuerpo como latigazos de placer. Consiguió tensar cada uno de mis músculos y los suspiros dejaron de ser ahogados para convertirse por unos segundos maravillosos en gemidos descontrolados.—Mientras, el teléfono sonaba bajo la hamaca.

Las dos reímos como crías cuando la calma llegó de nuevo. Con el corazón y el pulso todavía descontrolado intenté mantener de nuevo la compostura y marqué de nuevo el teléfono de mi marido, en uno de los momentos que dejo de sonar…

— Perdona, seguramente me he quedado sin cobertura y se ha colgado.

Esta vez la conversación no se alargó en el tiempo y nos despedimos con el clásico “te quiero”. A Naira le hizo gracia y no pudo dejar de reírse de mis hipócritas palabras.

— Hace un momento no lo querías tanto eh…

— ¡Estás loca!… casi me pilla, por tu culpa

— ¿Te apetece que subamos a la habitación ya?

— Si claro, ya tengo un poco de sueño — la ponía a prueba de nuevo buscando su reacción.

— No tengo sueño precisamente… —no sé por qué, pero era una respuesta que me imaginaba .

— Me apetece jugar… y quiero que seas mi espectadora vip

— Si solo soy espectadora en la sombra… —intenté dar a mis palabras un tono de indiferencia, pero la verdad es que sentía un nudo en el estómago de excitación.

Subimos a su habitación no sin antes recoger los restos de la cena que había quedado —y que si por ella hubiera sido se hubiera quedado allí para los restos.

Una vez en su habitación, comenzó a explicarme lo que hacía para ganarse unos euros…

— Me da un poco de corte decirte… el caso es que hay una forma de ganarse un dinerillo utilizando la cam…

— A ver no te entiendo, explícate bien. En realidad sí que sabía por dónde iban los tiros, pero no entendía muy bien cómo se podía ganar dinero utilizando la “cam”.

— Bueno… hay una página en la que tienes que registrarte y tienes la opción de que la gente te vea desnuda y… bueno ya sabes… parecía dudar un poco. — Si la gente quiere te manda monedas y cuantas más monedas recibes, más dinero te ingresa luego la página.

Y… ¿cuánto tiempo llevas haciéndolo?

— Hace unos meses, desde que cumplí los dieciocho, y pude abrir una cuenta a mi nombre en el banco.

— Y la página… ¿de dónde saca el dinero para pagarte?

Hay cientos de pajilleros que compran monedas, y luego ese dinero me imagino que irá para la web, y estos te dan una parte.

Buf, ¡qué fuerte! ¿Y no tienes miedo que alguien te reconozca?

No, eso no, yo siempre salgo con la cara tapada… ¿quieres ver mi disfraz?

Me parecía una pasada, pero ella estaba decidida a enseñarme y, tras pedirme que me sentara en el sillón que había frente a la cama, cogió del armario una bolsa y se metió en el baño que había en su habitación.

A los dos minutos salió con un disfraz de Catwoman, muy parecido al que llevaba Michelle Pfeiffer en la película de Batman. Llevaba un antifaz que le cubría los ojos y la cabeza y terminaba en dos orejitas puntiagudas. El disfraz se ajustaba a sus voluptuosas curvas como un guante, y no hacía más que resaltar la voluptuosidad de su cuerpo. Lleva una cremallera en la parte delantera que abría el disfraz desde el cuello hasta la parte de abajo, y que a duras penas resistía la presión de sus grandes pechos. Era de cuerpo brillante tipo charol, y reconozco sin lugar a dudas que estaba impresionante con el puesto.

¿Qué te parece? —ella ya sabía la respuesta.

— Estas muy sexi… se tienen que volver todos locos al verte.

— Jajaja, reconozco que tengo bastantes admiradores, pero lo que más me pone es que me veas tú …— me sentía halagada, como si fuera la privilegiada que tiene la suerte de ver una película junto a los actores, días antes de su estreno.

— ¿Enciendo el ordenador a ver que dicen?

— Como quieras… pero no digas que hay nadie aquí contigo.

— Puedes verlo tu si quieres también… solo tiene que abrir la página en el móvil.

Había diferentes chicas en la web, pero rápidamente supe quién sería Naira ya que su Nick era el de Catwoman. Aparecía en una fotografía sobre la cama con el disfraz, en de forma muy insinuante.

Rápidamente el número de personas que estaban visitando su “cam” comenzaron a subir. En un momento, ya había quinientas personas que la saludaban, y no dejaban de poner todo tipo de cochinadas en el chat, en él que interactuaban con ella. Se veía que disfrutaba sabiéndose deseada. No paraba de reír con las ocurrencias de aquella gente, mientras el número de monedas que le daban continuaba subiendo sin tan siquiera haberse quitado nada.

Sentí como el corazón golpeaba contra mi pecho al escucharle decir que —estaba acompañada por una amiga— . Rápidamente comencé a hacerle gestos para que no dijera nada sobre mí, pero ella continúo interactuando con ellos… Querían verme, le preguntaban mi edad y si era “bi”. Le suplicaban que nos lo montásemos las dos, y a cambio de una petición con muchas monedas.

Naira les ponía los dientes largos contándoles que ya habíamos tenido lo nuestro fuera de cámara y, el chat se revolucionaba suplicando  que me presentara al menos.

Entre risas, ella se dirigió a mí que estaba tras la pantalla del ordenador, y me dijo que si me apetecía tenía otro antifaz de Catwoman, ya que por lo visto sus “amigos” estaban deseando conocerme.

— Tía, hay casi mil al otro lado que están deseando conocerte… Tengo un antifaz igual que el mío si quieres…

No contesté, sentía el efecto embriagador y narcótico de los cubatas en mi cuerpo. Reconozco que una mezcla de congoja y morbo se apoderaban de mí en esos momentos . Ella se levantó y fue al armario de donde hacia un rato había sacado el disfraz, y puso sobre la cama un antifaz similar al suyo.

— Ya se lo he dicho, ahora depende de vosotros que la animéis…

En ese momento, cientos de mensajes que apenas daba tiempo a leer se apilaban en el chat. Todos y cada uno de ellos pedían que me presentara o que simplemente saludara a la cámara. Naira les contó que tenía 40 años y que me había “escapado” a Madrid para pasar el fin de semana con ella. También les contó que estaba casada, y que era mi primera vez con una chica. El chat comenzó a echar chispas, y en pocos minutos había más de dos mil personas al otro lado de la pantalla.

Cada vez que les contaba algún detalle sobre mí, el interés y el morbo que despertaba se hacía mayor, y los comentarios en el chat se sucedían mezclándose con el ruido de las monedas cayendo sin parar.

—¡Venga tía! Salúdalos que solo quieren conocerte.

Todo mi ser estaba bajo el embrujo de una sensación ansiedad morbosa. Sentía el corazón golpear contra mi pecho. Mi respiración cada vez se tornaba más y más dificultosa. Miraba a Naira, me invitaba a unirme a ella. Yo seguía sentada en el sillón frente a su cama. La respiración acelerándose por segundos. Negaba con la cabeza y reía al unísono de forma nerviosa, cómo una niña a punto de hacer una travesura.

Ella disfrutaba sabiéndose deseada por más de dos mil personas. Imaginarlos en ese instante frente a su pantalla deseando follarla, le produciría un morbo increíble. Morbo que se multiplicaba al verme a mí frente a ella en la misma habitación. Sentía que su excitación aumentaba por minutos. En un momento de la interacción se incorporó, abrió de nuevo el armario, y volvió con algo en la mano.

En sus manos llevaba un aparatito de color rosa en forma de huevo con un rabito de unos 10 cm. Lo conectó y acto y seguido comenzó a hacer un ruidito a la vez que se encendía una lucecita en el extremo. Se lo introdujo en la boca y mientras me miraba comenzó a lamerlo.

— ¿No lo habías visto nunca? Es un vibrador… ¡es una pasada! —Me hablaba como si estuviéramos solas en aquella habitación Te lo tienes que meter, y cuando aportan monedas vibra… cuantas más monedas aportan, la vibración es más intensa. Luego si quieres lo probamos las dos. —Mientras hablaba, yo le hacía gestos con la mano de que eso no era para mí.

Naira abrió la cremallera delantera del traje, cremallera ancha y plateada que recorría en línea recta la parte frontal desde el cuello hasta la parte trasera del culo. Al pasar a la altura de sus grandes tetas, estas presionaron intentando salir quedando una parte al descubierto. La cremallera siguió bajando hasta que dejó parte de su sexo depilado a la vista. Aún no lo había introducido cuando ya se escuchaba el ruidito de continuas vibraciones.

Lo lamió por última vez para lubricarlo y su coño lo recibió por la parte más ancha. El rabito quedaba fuera y se iluminaba cada vez que vibraba. Acto seguido se volvió a subir la cremallera hasta la altura del ombligo y comenzó la fiesta…

Cada vez que alguien aportaba monedas, el aparatito vibraba y ella gemía retorciéndose sobre si misma de gusto. —¿Sería posible que eso fuera real o simplemente era parte del juego para que la gente aportara más monedas?

Si la aportación era pequeña la vibración parecía no notarse apenas, pero cuando la aportación era grande… Naira gemía y se retorcía como una perrita en celo de puro placer.

Las aportaciones seguían y las monedas se acumulaban en su cuenta. A veces ella intentaba hacer que parasen para decir algo, pero en cuanto hacía el gesto con la mano suplicándoles un segundo de respiro, la cadencia de las vibraciones aumentaba en tiempo e intensidad, como si eso les produjera un morbo añadido a los espectadores.

Mi ansiedad inicial se estaba convirtiendo en pura excitación morbosa. La visión de aquella chica voluptuosa y sensual, aquella chica enfundada en aquel disfraz de cuero brillante que realzaba sus valles, montañas y páramos, realzaba todos y cada uno de los rincones de su cuerpo que me moría por recorrer, habían conseguido ponerme tan cachonda, que, si alguien me rozaba, explotaría de gusto.

Se sentó en la cama, lo hizo con las piernas abiertas y colocándose frente a mí. Abrió la cremallera hasta que sus dos preciosas tetas quedaron al descubierto. Introdujo su mano muy despacio por la apertura hasta alcanzar su sexo. El sonido de las monedas cayendo continuaba, cada nuevo sonido iba acompañado de una nueva sacudida de placer, sacudidas que la estremecían y la obligaba a aferrarse a la cubierta de la cama.

Naira me miraba, lo hacía mientras gemía. Emitía pequeños sonidos guturales cada vez que una descarga la alcanzaba. Cada gemido iba acompañado con un movimiento instintivo del cuello, este se arqueaba moviéndose hacia delante y hacia atrás.

Sus dedos comenzaron a moverse con mayor rapidez acompasados con el sonido de la vibración que aumentaba en intensidad, vibración que mantenía su sexo en un estado de excitación constante. Comenzó a gemir con fuerza, su cuerpo cayó sobre la cama y sus piernas se cerraron, Naira quedo hecha un ovillo mientras el éxtasis la alcanzaba, y los espasmos la hacían convulsionar con pequeñas sacudidas que se fueron apagando una vez que se hubo derramado..

No era difícil adivinar la mezcla de excitación y ansiedad nerviosa que dibujaba mi rostro. Cuando los últimos latigazos de placer la hubieron abandonado, sonrió, liberó entonces de su coñito húmedo el huevo vibrador y se lo acercó a su boca para lamerlo con delicadeza. Acto seguido volvió a mirarme y me lo entregó para que yo también la probara. No dije nada, tan solo lo recibí y comencé a lamerlo con la lengua para después introducirlo en la boca y succionarlo muy despacio. Degusté su sabor salado como si fuera el mejor de los manjares y la miré… utilice entonces ese lenguaje sin palabras que solo las miradas conocen, para decirle “soy tuya”.

Recogió el antifaz de la cama y me lo puso ella misma mientras me hablaba al oído…

— ¿Te presentamos en sociedad? —no contesté, ella sabía que mi silencio le daba la respuesta que necesitaba—. Están deseando conocerte, les vas a encantar, ya lo veras…

Hay veces en la vida que sabes que estas cometiendo una locura. Sabes que caminas por un acantilado y que estas a punto de precipitarte al vacío, pero no puedes dar marcha atrás. Conoces las consecuencias. Conoces el castigo. La razón te aconseja y te persuade, pero tu corazón es inmune. Sabes que una vez que atravieses la línea estarás perdida, y a pesar de todo… lo haces.

Una vez me hubo ajustado el antifaz, me levanté y ambas nos colocamos frente a la cam, Naira se colocó tras de mi como queriendo enseñarme a todos, y darme el protagonismo que se merecía. Rápidamente el chat comenzó a llenarse de multitud de peticiones y halagos. Preguntaban mi edad y de donde era. Preguntaba todo tipo de guarradas y nos pedían que hiciéramos una propuesta —una propuesta debía alcanzar un número determinado de monedas y, a cambio las dos haríamos lo que ellos pedían.

— A ver… relajaros, que me la vas a asustar. ¿Qué os parece mi amiga? ¿Mejor o peor de lo que esperabais? —Tal y como se refería a mí, parecía que me conocían y que habían hablado en alguna ocasión de la posibilidad de que pudiera estar allí.

Me sentí como el cordero incauto y tierno que está a punto de ser devorado por una manada de lobos ávidos de sangre fresca. Un cervatillo tembloroso en mitad de un campo.  Sabe que tiene que huir. Sabe que de lo contrario será sacrificado por decenas de carnívoros, pero es incapaz de dar un paso, y se queda inmóvil a la espera de su final.

La primera propuesta fue un beso… Naira la hizo y no sé cuántas monedas debían de dar para cumplirlas. Rápidamente el tono de las monedas cayendo comenzó a escucharse en los altavoces del portátil. No tardó mucho en alcanzar el tope de la propuesta, por lo que imaginé que la cuantía de lo pedido no había sido muy grande. Ella se situó tras de mí y me hablo con dulzura al oído para evitar que la escucharan…

—¿Te atreves a darme un beso?

No respondí, tan solo me giré levemente a la izquierda para poder alcanzar sus labios, mi boca se abrió sin pedir permiso a la razón, y tras un breve instante ambas nos habíamos unido en un cálido beso. Esta vez nuestras lenguas se fundieron sin preámbulos, lo hicieron con ansia, practicando ese íntimo baile húmedo y sensual que solo ellas conocen. Entonces mis manos rodeaban su cuerpo, sintiendo por vez primera el tacto resbaladizo, suave y profundamente morboso del látex de su disfraz.

La pantalla del ordenador reflejaba nuestra imagen de cuerpo entero. En ella, dos mujeres fundían sus bocas en una sola y se devoraban con ansia. Naira se giró ligeramente para colocarme de espaldas a la cámara, un movimiento realizado de una forma inapreciable y que yo apenas alcancé a interpretar. Sentí entonces el tacto de sus manos en mi trasero a través del fino vestido, y mientras me lo  magreaba, arrastraba la tela de la falda hacia arriba, dejando parte de mi culito al descubierto… el chat echaba chispas. Los mensajes se sucedían, y ya preparaban una nueva propuesta.

— ¿Os ha gustado? —Naira era la perfecta maestra de ceremonias. Jugaba con ellos, pero sobretodo jugaba con el morbo como le venía en gana.

—¿Que os apetecería ahora?

Las peticiones se sucedían y ambas las leíamos como podíamos. Ella conocía el funcionamiento, sabía que no debía dar todo lo que pedían, conocía de sobra como mantener la tensión sexual en la sala, sabía que el único secreto era dosificar el aporte de morbo que debía dar en cada momento.

— ¿Queréis que me chupe las tetas? Estaba entrando en una espiral de difícil salida. Sabía perfectamente que no quedaría ahí y que cada vez pedirían más… Pero mi cuerpo no reaccionaba a mis miedos, había perdido el sentido de la realidad, había perdido el sentido del aquí y del ahora, y continuaba cumpliendo peticiones como una sonámbula .

Sus dos voluptuosas tetas hace tiempo que se mantenían fuera del vestido, y permanecían provocadoras y hermosas, asomadas a la ventana triangular que dejaba la apertura de la cremallera. Eran blanquísimas y en su piel se dibujaba el cambio de tono provocado por las líneas del bikini. Las aureolas del pezón eran rosáceas y tenían un diámetro proporcional a los pechos.

Me situé frente a ella, la miré, seguía nerviosa y las dudas me hicieron demorarme. Mi mano temblorosa sujetó su pecho izquierdo y lo estrujó, lo hice con suma suavidad, sintiendo el peso grávido y la calidez del tacto suave de aquel pecho generoso que se amoldaba a mí caricia. Lo volví a mirar y seguidamente mis labios acortaron los pocos centímetros que nos separaban y lo lamí con delicadeza. Mi mano derecha lo mantenía presionado a la vez que lo alzaba ofreciéndoselo a mi boca sedienta. Mis labios atraparon el pezón y lo succionaron. Una vez dentro, mi lengua lo saboreó con gula, degustando su tacto, deleitándose con el cambio de tamaño y tersura.

Naira suspiro al sentir el roce, gimió ahogadamente al sentir el vacío generado entre la rugosa y sensible piel del pezón y la boca. Durante unos segundos su cabeza se reclinó hacia atrás y se dejó llevar por la intensidad del momento. Su respiración, que hasta el momento había sido pausada, se hizo más dificultosa. Mi mano libre sujetó el otro pecho y lo mamé también.

¿Que habéis pensado ahora? —Se dirigió a ellos mientras yo seguía mamando de ella, lo hizo con cierta dificultad, dificultad provocada por la respiración acelerada.

El chat echaba chispas, casi tres mil personas se encontraban viéndonos y yo me sentí como si estuviera en un sueño, ese tipo de sueño en el que sabes que no es real, pero del que te resulta imposible despertar.

— ¿Queréis que le quite las braguitas? —Concretamente la petición era “braguitas fuera”. — Os reconozco que yo también quiero saber si están mojaditas…

Me acerque a ella al oído para suplicarle…, —eso no por favor—. Naira sonrío con picardía he hizo caso omiso a mis palabras, se volvió a situar tras de mi frente a la cámara. Introdujo sus manos bajo mi falda, rápidamente la sentí la frescura tersura de sus dedos serpentear con dirección ascendente por mis muslos. Lo hizo despacio, sus manos se movían degustando mis curvas, una forma tortuosa de recorrerme que no termino hasta que llegaron a su destino. Sus dedos se colaron entre mi piel y el fino hilo de mis braguitas de encaje, comenzó a tirar de ellas con ambas manos a la vez. Intenté impedirlo, juro que intenté que no prosiguiera. Posé mis manos sobre las suyas a la vez que presionaba en sentido inverso al de sus manos, pero ya no era posible, mi voluntad era débil y mis braguitas caían al suelo arrugadas. Naira las recogió, mientras yo levantaba las piernas de forma alterna para que pudiera sacarlas, y acto seguido se las acercó al rostro…

— Chicos, teníais que ver como esta… está chorreando y huele a pecado.

Me sentía profundamente avergonzada, me turbaba sentir tanta humedad, tanto deseo, tanto placer infinito. Mi respiración, mi piel, mi cuerpo y mi alma se encontraban perdidos en el éxtasis total y no me veía con fuerzas de dar marcha atrás.

Tal y como imaginaba las peticiones continuaban llegando y de la misma forma que llegaban, el tono de las mismas aumentaba en atrevimiento. La miré…. Él antifaz ocultaba el miedo de mi rostro, miedo a que todo pudiera descontrolarse, miedo a no poder decir no. Sabía que, si ella no marcaba los límites, yo no iba a poder hacerlo —tal y como me temía, la siguiente propuesta… “tetas fuera”

Miré a Naira, lo hice mientras movía la cabeza a ambos lados negando con la mayor rotundidad de la que era capaz. Situé ambas manos en cruz sobre el vestido. Lo hice de una forma instintiva, intentando tapar unos pechos que seguían ocultos tras la fina tela.

—Tened compasión de ella chicos, es vergonzosa. Quizás si la intentamos convencer entre todos…

Hizo que me sentara sobre el bordillo de la cama y acto seguido era ella la que se sentaba tras de mí. Sentí la presión de sus pechos desnudos en mi espalda, sus manos me rodearon con ternura y comenzó a susurrarme al oído.

—Me pones muchísimo Eva… me encanta tu cuello, los lóbulos de tus orejas, tus pechitos… —mientras hablaba sentía el aliento de sus palabras acariciar mi oído, la sensación de placer se expandía como un reguero por cada uno de mis rincones, y su lengua lamía cada uno de los lugares que mencionaba, dejando un camino de saliva.

Sus labios comenzaron a devorar mi cuello. Le siguieron los dientes que se clavaron en el sensible y delicado espacio bajo la oreja. Lo hizo como un vampiro que absorbe la sangre de la incauta virgen de piel blanca que ha caído bajo su embrujo. Mi cuerpo no tardó a reaccionar… toda mi piel se erizó, y un nuevo gemido ahogado emanó de mi boca.

Sus manos no permanecían pasivas ante el banquete, comenzaron a masajear mis pechos, al no llevar sujetador se encontraban desnudos baja la fina tela del vestido abotonado. Sentía las tetas muy duras, tersas y extremadamente sensibles. Sentía el roce de la fina tela sobre mis pezones puntiagudos y por un instante miré a la pantalla.

Era sorprendente como los comentarios se sucedían en el chat a una velocidad de vértigo, pero lo más sorprendente era verme a mí misma allí… me encontraba sentada en el bordillo de la cama, tenía las piernas abiertas como los pétalos de una flor a la llegada de la primavera y tan siquiera me había percatado de ello. Tan solo una pequeña parte de falda cumplía la función de cubrir la desnudez de mis piernas. No era consciente de mis actos y me encaminaba por un sendero sin retorno. Mi rostro estaba congestionado, y mi cuello se ladeaba ofreciéndose en bandeja a mi joven amante.

Sus manos no se contentaron con magrear mis pechos a través del vestido… soltaron uno de los botones, a este primer botón le siguió un segundo, y ahora sí, su mano alcanzó el túnel directo que le llevaba a mis sensibles pechos. Sentí el contraste de temperatura de sus dedos tibios colándose entre la tela y acariciar mi pecho izquierdo. Instintivamente mi mano se posó en la suya para evitar que siguiera, pero hizo caso omiso a mi resistencia, y me pellizcó el pezón con delicadeza. Tuve que ahogar un grito, mis manos se clavaron en su muñeca, y me removí de gusto mientras le suplicaba que parara…

—No por favor, no sigas… vale por favor Naira…, —Mis palabras entrecortadas apenas eran audibles por el efecto de la respiración que cada vez se me hacía más trabajosa.

Prosiguió acariciando mi pecho con dulzura mientras sus dientes rasgaban mi cuello. La ansiedad por tenerme me provocó una marca rojiza en la piel. Por un instante dejó de torturarme para soltar un tercer botón que dejaba ambos pechos casi al descubierto. Mientras, el sonido del resuello entrecortado se mezclaba con el de las monedas golpeando.

Cuando deslizó mi vestido bajo los hombros y dejó mis pechos completamente desnudos frente a la “cam, ya había perdido el sentido de la realidad, y mi mente se encontraba entregada a los estímulos que embriagaban mis sentidos como un potente narcótico.

Me encontraba semidesnuda frente miles de pajilleros meneándosela. En la pantalla del ordenador se reflejaba a una cría sobándome las tetas y devorándome el cuello. La mujer que aparecía en la imagen se parecía a mí. Tenía mi pelo, mis ojos, mis pechos, mi desnudez… pero esa no era yo. Era alguien que había cruzado muchas líneas rojas, y ya no volvería a ser la misma.

Sujetaba una de mis tetitas por su base mientras presionaba el pezón endurecido. La sangre amotinada había hecho que se hinchara y se encontraba extremadamente sensible a la presión que sus dedos. Esta vez no pude ahogar el gemido al sentir la mezcla de dolor y placer cuando lo pellizco con fuerza.

Ahora era la otra mano la que se encaminaba bajo la tela de la falda y me acariciaba el muslo interno. Mi mano salió al paso de la suya y la sujetó intentando que no alcanzara su destino. Por un momento cedió en su empeño y continuó acariciando los muslos, muslos cuya piel no dejaba de erizarse cada vez que sus dientes se clavaban en mi yugular.

—Vale Naira… no puedo seguir, esto está mal… —era mi última suplica, mi última bala desesperada, mi último intento de no caer en el abismo.

Lejos de hacerla desistir, mis suplicas consiguieron el efecto contrario y le dieron más alas. Consiguieron aumentar la intensidad de sus caricias y besos, y a la vez, la cadencia de su respiración y su ansia.

Su mano, esta vez sí, alcanzó mi cálido rincón de placer…

No pude evitar clamar por la impresión y el gusto maravilloso de su tacto en mí. Lo hice de una forma desesperada. Sentir el roce de sus suaves dedos en mi sensible y empapado coño, me hizo temblar de gusto. Gemí a la vez que sujetaba su mano, no sé si para apartarla o para que permaneciera anclada allí para los restos.

— Ahhh… —Mi cuerpo reacciono tensándose a la vez que instintivamente abría las piernas.

— Me encanta sentirte tan mojada y cachonda… sé que te pone muy perra saber que miles de tíos se te quieren follar ahora mismo —sus palabras en mi oído eran delicia y tortura por igual.

Naira no perdía el tiempo y terminó de despojarme de la pequeña parte del vestido que todavía cubría mi desnudez, y este queda arremolinado y arrugado alrededor de mi cintura.

Sus suaves manos masajeaban mi tetita, mi pezón erecto y sensible se deslizaba entre sus dedos corazón y anular. Lo atrapaban para luego soltarlo. Había cerrado los ojos y mi respiración era un continuo resuello agitado. Los dedos de su otra mano habían comenzado a hundirse en lo más profundo de mi ser. Después estos mismos dedos salían de mí y entraban en mi boca. Yo los lamía y succionaba obediente a los deseos de mi ama.

—Ves cómo te pone que te vean puta…ves como en el fondo eres una zorrilla y lo estas deseando, —el aliento de sus palabras resbalaba en mi oído, palabras ofensivas que lejos de herirme despertaba mi instinto animal, un instinto primitivo e irracional, que me derretían y me desarmaba por completo.

Pero no estaba satisfecha, tenerme frente a la cámara entregada como la más cerda e indecente de las actrices porno, no la contentaba todavía… alargó su mano para recoger el “lush” vibrador. El vibrador había quedado instantes antes sobre la cama, ese aparatito rosa que todavía conservaba sus fluidos impregnados sobre sobre su superficie. Lo acercó y me lo introdujo en la boca. Sumisa y obediente lo lamí, mis labios los abrazaron y terminé de saborear el salado gusto del fruto de su deseo.

—Ahora zorrita vas a tocar el cielo con las manos… —una vez más, sus palabras vuelven a acariciar mi oído. De una forma incomprensible esas referencias vulgares me excitaban, reconozco que me ponían como una moto y me hacían desear ser una zorra de verdad.

Naira extrajo el vibrador de la boca y lo acercó a mi sexo… lo siento posarse en mi rincón de placer, y en el mismo instante que ello sucede, comienzan a escucharse el ruido de decenas de monedas cayendo. Como la calma sigue a la tempestad, el tortuoso movimiento vibratorio sigue a cada chasquido de moneda. Al posarse sobre mi clítoris, mi cuerpo se retuerce con un espasmo involuntario, y lanzo un grito desconsolado que en no puedo silenciar.

Recorre mi coño explorando cada rincón. Siento como se abre paso entre mis labios vaginales y tras una leve presión, me penetra sin pedir permiso. Mí vagina lo abraza y se adapta a él con suma facilidad.  En el mismo instante que se instala en su nuevo hogar, comienza la fiesta…  siento el tortuoso movimiento de diferentes intensidades que aquel aparatito del demonio emite. Vibraciones que se convierten en corrientes eléctricas que se inician en la pelvis, y se trasladan a la velocidad de la luz por cada cada rincón de mi cuerpo. Comienzo a emitir pequeños gruñidos ininteligibles que son acompañados con un pequeño espasmo involuntario. Lo siento en mis entrañas. Mi cuerpo se estremece y se retuerce una y otra vez. Lo hace al compás furibundo del crepitar de monedas y su maravillosa consecuencia.

Naira me sujeta, tengo la boca entreabierta y exhalo el aire con dificultad. La siento seca y pastosa. Mis manos se aferran a la sabana y la sujeto con fuerza. Clavo mis dedos en ella, mientras, miles de pervertidos al otro lado de la pantalla me castigan con continuos latigazos convertidos en vibraciones.

Nunca en la vida había experimentado algo semejante. Siento que mi cuerpo y mi mente no responden a mis deseos, se comportan de forma autónoma y permanecen agitándose en una orgía de espasmos y gemidos.

Sabe que estoy a punto, sabe que mi cuerpo quiere abandonarme. Sus dedos presionan mi puntito de placer. Me contraigo sobre mi misma quedando durante un breve lapso inmóvil. Mis gemidos se detienen y mi cuerpo comienza a tener pequeños espasmos incontrolados. Se inicia entonces una lenta y tortuosa cuenta atrás que explotará al alcanzar el cero. En ese momento me derramo sin remedio en un éxtasis absoluto. Durante unos segundos todo mi cuerpo convulsiona y mis jadeos se convierten en gritos desesperados. Varios chorritos de líquido diluido salen de mis entrañas derramandose por el suelo y cama. El éxtasis más absoluto se apodera de mi por unos instantes y, tras la maravillosa tormenta llega la calma.

Me suelta y caigo sobre la cama desnuda y desmadejada con la respiración todavía entrecortada y los restos de los espasmos recorriendo mí cuerpo. Naira se tumba a mi lado y siento como la calidez de su cuerpo me envuelve. Todavía me cuesta respirar. Estoy volviendo a la realidad y necesito que apague la cámara. Me acerco a su oído y le susurro…

— Apaga eso por favor .—por un instante el miedo y el remordimiento se apoderan de mí. He vuelto al aquí. He vuelto al ahora, y me avergüenzo de mis actos…

En esta ocasión, Naira me obedece… les despide con un rápido “hasta la próxima chicos”. La cámara se apaga, y con ella el sonido que nos ha estado acompañando.

— ¿Qué tal has estado? —me susurra al oído con su sonrisa `encantadora, mientras juega a estirar y soltar uno de los pezones.

— Ha sido una pasada, no sabía que pudiera existir algo así… creo que me he meado de gusto. —realmente era la primera vez que me ocurría algo semejante, y me sentía bastante avergonzada por ello.

No te preocupes, es algo normal, a mí me pasa muchas veces cuando utilizo el lush vibrador. Lo que has hecho se llama “squirting” —lo soltó con un aire de divertida suficiencia, como si eso fuera lo más normal y habitual del mundo, como si todas las mujeres del planeta tierra se mearan de gusto una vez al día.

— Ah, perdone usted que no sepa que mearse de gusto se llame así… yo lo llamo mearse de gusto, y es la primera vez que me pasa.

Ella sonrió, pero su mente ya estaba maquinando alguna nueva cochinada que me sacara de mi zona de confort.

Estábamos sobre la cama. Fue escurriéndose hacia abajo a la vez que me miraba con su sonrisa de mala. Al llegar a los dedos de los pies comenzó a lamerlos. La aparte entre risas porque las cosquillas me superan, pero ella siguió subiendo mientras su lengua dejaba surcos de humedad en mi muslo interno, y se situaba frente a mi coñito que se encontraba con la sensibilidad a flor de piel. Abrió mis piernas para dejar mí sexo abierto como una flor, seguidamente sentí resbalar sobre él un fino chorro de aire cálido que salía de su boca, acto seguido su lengua pasó de refilón por mi clítoris, y repitió la acción varias veces torturándome con su parsimonia y cadencia. Continuó escalando mi cuerpo hasta llegar a la altura de mi rostro, una vez frente a mí, comenzó a moverse en círculos haciendo que sus pechos masajearan los míos y sintiera toda la presión de su peso sobre mí. Se movía en círculos mientras me miraba. Sentía la dulce caricia de sus pezones erectos rozar los míos. La maravillosa presión de aquellas tetas enormes sobre las mías, y debo reconocer que era una sensación fascinante.

Prosiguió su movimiento de escalada y pasó por encima mío para situarse a horcajadas sobre mi rostro. Su coño quedaba a la altura de mi boca Un coñito que babeaba y que yo me moría por degustar. Bajó la cremallera del disfraz hasta el tope situado tras del culo, y su rajita de muñeca Barbie se presentó frente a mis labios. Mi lengua salió entonces a su encuentro y tras abrirse paso entre los pliegues de su rajita. Rozó levemente su clítoris... Ella gimió al sentir ese primer contacto y al tiempo que lo hacía, sujetó primero mis manos, para luego entrelazar los dedos, a la vez que se inclinaba hacia delante para apoyarse en la cama.

El movimiento de sus caderas era lento, un leve balanceo hacia delante, para después retroceder hacia atrás lo andado, mientras, yo mantenía mi lengua erguida a mitad de camino de su movimiento de péndulo. Naira emitía un sonido monótono, un “Um” acompasado con el lento y tortuoso el movimiento de su pelvis.

Conforme pasaban los segundos, sus movimientos se hacían más acuciosos y desesperados. Su coñito empapado en fluidos se acercaba a mi boca intentando sentir con mayor intensidad la presión de mi lengua. En la habitación se mezclaban sus gruñidos y gemidos, con el sonido de mi lengua relamiendo su cálida humedad.

Sus manos presionaron las mías con fuerza. Sentía sus dedos apretando la parte trasera de mi palma. Sus movimientos ahora sí se hicieron descontrolados. Su culo se movía arriba y debajo de forma vertiginosa. Frotaba su coño contra mi boca como si ese fuera el único remedio para aplacar el fuego que la consumía.

Naira se detuvo y su cuerpo se tensó… durante un breve instante, permaneció inmóvil mientras su coñito palpitaba en mi boca. Tras esa fugaz espera, una tregua que parecía estar cargando todo el deseo que estaba a punto de liberar, estalló en un delirio total, sus caderas presionaron con fuerza varias veces mientras frotaba su sexo contra mi boca, y el sonido de sus gemidos se mezclaba con el ruidito de su coñito babeante fundiéndose con mis labios

Permaneció sin decir nada a horcajadas sobre mi rostro, mientras, mi lengua allegaba los restos de sus fluidos vaginales y los degustaba con deleite. Su respiración continuó acelerada durante unos momentos, pero ella soltó mis manos para colocarse junto a mí y abrazarme.

— Ha sido muy fuerte tía… ¿te ha gustado a ti también?

— Claro, ¿no se ha notado? —me imagino que a todas nos gusta que nos lo digan.

—Tía, me encantaría que fueras de Madrid, te iba a estar follando todos los días.

—Eso quisieras tu… tu solo quieres pervertirme . —señoría, confieso que yo también lo deseo en ese momento.

—Claro que te iba a pervertir… serias mi putita. — ¿por qué me gustaba tanto escucharlo de su boca?

Mañana iremos al centro comercial si te apetece… quiero comprarte un regalo por haber venido.

— Vale como quieras, pero no me tienes que comprar nada. Seremos como la tía y su sobrina de compras.

— Eres una tía un poco guarrilla, jejeje

— Y tu un putón de sobrina, jajaja

Tras un tiempo de charla, Morfeo vino a nuestro encuentro y caímos en un sueño profundo, las dos dormimos desnudas y abrazadas. A nuestro alrededor bragas, vestidos y disfraces quedaban desparramados por el suelo, y frente a nosotras un fin de semana intenso que no había hecho más que empezar.