Catwoman final

El fin de semana llega a su fin... pero ninguna de las dos esperábamos ese final.

Catwoman final

Desperté al día siguiente a  las nueve de la mañana. Me levanté sin hacer ruido y dejé que Naira continuara con sueño placentero. Me puse el pijama cortito de verano que me había traído, y salí de la habitación a hurtadillas. Antes de cerrar la puerta la observé… mis pupilas se habían acostumbrado a la penumbra y disfruté una vez más de la voluptuosidad de su cuerpo desnudo abrazado a la almohada. Por un instante, me asaltó la tentación de acercarme a ella, y procurarle el despertar más dulce y húmedo de su vida, pero mi lado racional y sensato se había levantado con fuerzas aquel día, y salí de la habitación cerrando la puerta tras de mí.

Lo primero que hice antes de desayunar fue recoger todos los restos de la cena que la noche anterior, habían quedado en el porche —estaba segura que si por ella fuera, se quedarían ahí todo el fin de semana hasta que lo recogiera su mami — Después de que todo quedara impoluto, me puse a preparar un desayuno con café con leche, zumo y tostadas. Al husmear en los cajones vi un bote de Cola Cao, así que imaginé que seguramente ese sería el desayuno favorito de Naira.

Llamé a casa aprovechando que estaba sola para saber que tal habían dormido los peques, y tras las correspondientes quejas, preguntas y sugerencias, me despedí con un nuevo “te quiero” y me puse a desayunar en el porche junto a la piscina.

No llevaría ni diez minutos desayunando, cuando apareció con los pelos alborotados y cara de sueño. Iba vestida únicamente con una camiseta grande y unas braguitas blancas de lino.

— ¡Tía, es sábado!Los sábados no me levanto nunca antes de las doce. Llevas una hora haciendo ruidos.

— Me imagino que habrás hecho la cama… —me sentía como la madre pesada que todos los días regaña a su hija de la misma manera, y cree que en alguna ocasión esta le hará caso.

—Joder tía, pareces mi madre… ya la haremos… ¿Qué más te da? Luego vamos a deshacerla de nuevo. —juventud divino tesoro…

— Dejar la cama sin hacer es de guarras —ahora sí que hablaba como una madre.

— Mas de guarras es lo que hicimos ayer las dos, y por eso no dices nada —utilizó su clásica sonrisa mezcla de lascivia y picardía que siempre me desarmaba. En esta ocasión consiguió subirme los colores.

Sus palabras me trasladaron a la noche anterior… y su recuerdo se apoderó de mí embriagando mis sentidos. No podía creerme haber hecho lo que hice, solo de pensarlo, el corazón comenzaba a palpitar queriéndose salir del pecho. Rezaba para que nadie me pudiera haber reconocido. Pero a pesar de saber que lo vivido en su habitación había sido una auténtica locura, puedo asegurar que había sido la experiencia más morbosa y erótica de mí vida.

Desayunamos junto a la piscina y escuché el plan que me tenía preparado. Había pensado que fuéramos de compras al centro comercial “La Vaguada” Pasaríamos el día allí, ya que Naira tenía previsto hacerme un regalo…

Recogimos el desayuno y subimos a la habitación a cambiarnos. A pesar de haber tenido intimidad entre las dos para dar y tomar, necesitaba un poco de espacio para mí. Me cambié en la habitación de su hermano que estaba justo al lado. Me hice un recogido en el pelo y me puse un vestido fluido estampado con escote palabra de honor y falda media. Era junio y hacía calor en Madrid, por lo que me decidí por unas sandalias cómodas, ya que estaba segura que íbamos a “patear”.

Aún no había terminado de pintarme cuando apareció en la habitación metiéndome prisa. Llevaba el pelo suelto y un top de tirantes blanco que dejaba al descubierto el ombligo y contraía sus preciosas tetas, también un pantaloncito vaquero súper corto, de esos que dejan parte del cachete al aire, y las típicas zapatillas juveniles blancas. Hay que reconocer que no teníamos el mismo gusto vistiendo, pero a pesar de todo me parecía que estaba guapísima.

—Estas guapísima Eva… vas a ser la tía más sexi del centro comercial —parece ser que ya me había convertido en su tía “molona” que va con ella de compras.

— Tu también lo estas —lo dije mientras le daba un repaso con la mirada, sin poder evitar detenerme y admirar sus preciosas tetas, que se mantenían a raya bajo la apretada tela del top.

Naira me miró entonces con su típica sonrisa de niña mala y…

— Me apetece ser un poco mala… ¿te gustaría que jugásemos a una cosita que he pensado? —una vez más conseguía que mi corazón se acelerara…

— Depende… miedo me das…

— Había pensado en que fuéramos un poco traviesas… que te parece si… nos llevamos el lush vibrador puesto un rato cada una… será divertido y morboso llevarlo por ahí.

— ¡Estás loca! ¿Llevar eso puesto por ahí? Póntelo tú si quieres…

— Venga me lo pongo yo y tú tienes el mando… la única condición es que no puedes ponerlo más alto del nivel 1 —parecía un buen trato así que acepté.

Naira soltó el botón y cremallera del pantalón, cogió el aparatito infernal, y tras humedecerlo con la boca, se lo acomodó en su coñito subiendo después la cremallera. Luego me dio el mando que lo activaba e hizo que le diera una descarga para probar su eficacia.

Las dos salimos cuando vimos el taxi que había pedido en la puerta. Subimos a la parte trasera, y nos encaminamos al centro comercial para pasar un día de compras en buena compañía.

Tranquilamente podíamos hacernos pasar por madre e hija o por tía y sobrina. A pesar de eso… cuando pensaba en nuestra relación, no podía evitar cierta sensación nerviosa de culpabilidad en el estómago. Era como si el resto del mundo fueran conocedores de lo nuestro, y sus miradas inquisitivas se iban a clavar en nosotras, descubriendo nuestro secreto y castigarnos por ello.

Una vez en el taxi, comenzó a hacer de las suyas… me acarició el muslo. La miré con cara de “tú estás loca” y aparte su mano con fuerza. No tardó mucho en volver a posar su mano en él mismo lugar, volví a retirarla mientras le hacía gestos para que parara de una vez. Hubo un tercer intento, pero en esta ocasión se me terminó la paciencia… apreté el mando del vibrador y le metí un “zurriagazo” que la pilló desprevenida, provocando que se tensara sobre el asiento mientras reía por lo “bajini”.

Me sorprendí de mi misma por la reciente capacidad persuasiva que había adquirido con el aparatito, y tras unos minutos de viaje, llegamos al centro comercial.

¡Qué putón eres! Habíamos quedado que solo al uno…

Si estas siendo mala… como comprenderás, tengo que tomar mis medidas disciplinarias.

Luego lo vas a llevar tu un rato y te vas a enterar…

No, no… que yo recuerde ese no era el trato.

Las dos entramos en La Vaguada. Ella era la que conocía el lugar, así que me dejé arrastrar de tienda en tienda. Me comentó que tenía pensado comprarse algo para la fiesta de fin de curso, y le gustaría que yo la aconsejara. Uno de los motivos por los que me hubiera gustado tener nenas, era por tener la posibilidad de ir de tiendas con ellas y aconsejarnos la una a la otra, así que me encantó la idea.

Entramos en varias tiendas en las que habitualmente compraba, pero nada de lo que se probaba era de mi agrado. En mi opinión la fiesta de fin de curso es un acontecimiento importante y como tal, el vestido tiene que ir acorde al momento. Naira estaba un poco agobiada, no estaba acostumbrada a comprar ese tipo de ropa, y según ella se veía tetona y ridícula.

¡Odio estas tetonas!… con todos los vestidos me siento ridícula.

¡Pero qué dices! Eres preciosa… muchas matarían por tener esas tetas. Te lo aseguro —yo la primera.

¿A ti te gustan?

No, no me gustan… ¡me encantan! Eres preciosa, de verdad, y tienes un cuerpazo. Vamos a dar una vuelta a ver si encuentro lo que estoy pensando —me recordaba a mí y a mis inseguridades hace unos años, y me despertaba ternura y cariño.

A partir de ese momento se dejó guiar. Al fin encontramos una tienda que se ajustaba a lo que quería para ella. Los artículos parecían un poco más caros, pero la calidad y el estilo no tenían nada que ver. Nos atendió una dependienta muy amable que dio por hecho que éramos tía y sobrina, ya que Naira cada vez que se refería a mí, lo hacía como tía o tita.

Una vez elegimos varios, los metimos en le cambiador y comenzó el típico pase de modelos que vemos en las pelis. Esa escena en la que la persona que se encuentra fuera asiente o niega con la cabeza, mientras la chica entra y sale del cambiador con los diferentes modelos.

Entre todos los que vimos hubo uno que me encantó. La hice volver a probárselo para comprobar que ese era el adecuado, y me quedé fuera esperando que apareciera de nuevo. Estaba espectacular y arrebatadoramente sexi. Era un vestido negro, ajustado sin mangas y con la faldita corta de tul, llevaba un cinturón de seda y la composición de la parte alta encima de los pechos era de encaje. A demás, al ser ajustado, le hacía menos pecho del que tenía.

—Sin lugar a dudas este.

No dijo nada, tras mirarse varias veces en el espejo grande del vestidor, y dar un par de vueltas sobre sí misma, sonrió, y con cara de triunfo entro de nuevo al cambiador.

Salimos de la tienda contentas y con la sensación de habernos quitado un peso de encima. Naira se acercó a mí y me plantó un beso en la cara mientras me susurraba al oído un “gracias”. Las dos nos encaminamos entonces a comprar mi regalo…

Me llevó a una conocida tienda de lencería y me dijo que eligiera el conjunto que más me gustara. Quería que siempre que lo llevara puesto me acordara de ese día, pero sobre todo quería que me acordara de ella y del fin de semana que habíamos vivido juntas.

Elegí un conjunto de braguitas y sujetador a juego súper sexi. Eran unas braguitas negras de encaje con dos tiras a cada lado, y un sujetador a juego también de encaje, con apertura central y doble tirante.

Mi imagen se reflejaba en el espejo con el conjunto nuevo. Mi cuerpo ya no era el de una cría, pero yo me veía sexi y seductora. Me sentía bien conmigo misma y pensaba que estaba en la mejor edad en la que una mujer puede encontrarse. De repente la cortina se abrió ligeramente y apareció la cabeza de Naira colándose en el pequeño habitáculo…

— Mmmmm… tita, estas para comer. ¿Me dejas pasar?

— ¡Que haces loca! Que nos van a ver…

— Joooo… tengo ganas de ti… déjame pasar.

— Si no te sales, voy a tener que tomar medidas drásticas señorita… —mis palabras iban acompañadas con la imagen del mando del vibrador en la mano, y una sonrisa maliciosa.

— Joooo… no sé si ha sido una buena idea lo del lush.

Sonreí divertida para mis adentros y terminé de cambiarme sin acosadoras que asaltaran mi intimidad. A la hora de pagar Naira se puso delante e insistió que ese era su regalo. Después salimos de la tienda y nos encaminamos a comer al restaurante “Tagliatella” que está en el mismo centro comercial.

La comida estaba buenísima, habíamos “pateado” varias veces el centro comercial y las dos habíamos hecho hambre. Aunque tardaron un poco en servirnos, agradecimos estar sentadas disfrutando de unos momentos de relax.

Era la típica mesita cuadrada con mantel y Naira aprovechaba para hacer de las suyas… se había descalzado de su zapatilla y jugaba a meter la pierna entre mis muslos. Le encantaba ver mi cara de escandalizada y reía sin parar. En uno de esos momentos en los que su pierna se alargaba e intentaba colarse entre mis muslos con descaro, le solté una descarga… no fue una descarga al uno, ni al dos, ni al tres… le di a máxima potencia y lo aguanté así durante unos segundos, mientras, la miraba y degustaba mi dulce venganza. Naira, que no se lo esperaba, soltó una exclamación y dio un bote en la silla moviendo todo lo que se encontraba a su alcance. Las dos reímos cuando las mesas de al lado se nos quedaban mirando.

— Si no eres una niña buena, tomaré las medidas correspondientes… —era la expresión que siempre utilizaba mi profe de octavo de EGB.

Que mala eres… habíamos quedado al uno… y eso ha tenido que ser a tope —ha tenido no, ha sido.

— Ahora nos metemos en el baño y lo llevas tu…

—De eso nada guapa. Hoy soy yo la que tengo el poder. —puso cara de circunstancias, pero no protesto por la cuenta que le traía.

Nos quedamos en el restaurante hasta más de las cuatro y después nos dirigimos a Zara. Antes de volver quería comprar algún “trapito” ya que donde yo vivo no tengo la oportunidad.

Elegí una chaqueta, pantalón y blusa blanca formales para el trabajo, y me lo probé. Naira esperaba fuera del cambiador, por si necesitara un cambio de talla. Y cuando ya me lo había probado y estaba a punto de salir… entro ella corriendo la cortina tras de sí.

— ¿Qué haces?¡Sal de aquí! —se lo dije divertida, mientras le enseñaba de modo amenazante el mando del vibrador.

—Tengo muchas ganas de ti… me muero por darte un beso —yo también me moría por sentir sus labios, pero tenía que ser la única cuerda en ese momento.

Se acercó a mí y me beso… sus labios se fundieron  con los míos, su lengua comenzó a abrazarse a la mía iniciando un baile de húmeda sensualidad. Sentía sus manos ansiosas aferrarse a mi culo y magrearlo a través de la fina tela del vestido.

Sus labios se despegaron de mi boca y se desplazaron a mi cuello que mordisqueó y lamió con la avidez propia de una desesperada. Por un momento recobré el sentido al escuchar la discusión entre una madre y su hija el cambiador de enfrente…

—Naira, para ya… ¿estás loca? —pero ella no escuchaba… sus sentidos están anulados y tan solo se deja llevar por sus estímulos sexuales.

Sus besos, el roce de su cuerpo, su ansiedad y sus caricias estaban a punto de hacerme perder el sentido de la realidad, y la mujer sensata y razonable que aún vivía en mí no podía permitírselo. Activé una descarga del vibrador que inmediatamente la hizo gemir y apretar mi culo con fuerza,  pero que no consiguió su objetivo. Una segunda descarga consiguió activarla más y me atrajo hacia ella a la vez que se recostaba en la pared del cambiador.

Mi respiración era dificultosa y mi cuerpo hacía tiempo que se había activado. Sus manos subían hasta la altura de mis pechos y bajaron con facilidad el vestido palabra de honor arrastrando consigo el sujetador. Sujetó con ambas manos mis senos tersos y duros. Sus manos los comprimían y acercó su boca para mordisquearlos y estirar del pezón con delicadeza. Sentía la acometida de la sangre endureciéndolo y tensando el pezón. Estaba tan sensible, que tuve que ahogar un grito cuando sentí el roce de sus dientes presionándolo.

—Vale ya Naira, por favor… es una locura… no sigas —mis palabras entre resuellos eran una autentica súplica. Palabras desesperadas que intentaban hacerla entrar en razón, pero lejos de cumplir su cometido parecían activarla más.

Sus manos buscaron mi culo y presionaron hacia ella. Lo magreaban con total impunidad. Se colaban bajo la fina tela del vestido y recorrían mis muslos. Una de sus manos tiró de mi tanguita y la bajó torpemente a la altura de mis rodillas. No tarde en sentir el roce de sus dedos en mi sexo. Primer contacto que me activó haciendo que todo mi cuerpo se arqueara y gimiera para mis adentros.

—Que zorra eres… dices que no y lo estas deseando. Tienes el coño empapado —Sus palabras en mi oído me excitaban y me torturaban por igual.

Siento sus dedos penetrándome y resbalar en mí intimidad. Siento su roce y su presión. Mi cuerpo se retuerce y busca aferrarse a ella. Levanto torpemente su top y arrastro con él su sujetador hacia arriba. Sus preciosas tetas blancas y suaves se desparraman ante mi rostro. Mis labios acortan el espacio que no separa y succionan su pezón, mientras, mi lengua lo recorre y juega con él. Movida por la lujuria, agarro su teta izquierda y la presiono, la presiono con dulzura y esta se amolda a mi mano, siento su peso, su suavidad, su tersura, su calor…

Quiero  gemir, quiero dejarme ir y gritar de puro éxtasis pero no puedo… en el exterior se sigue escuchando la discusión de la niña con su madre, el murmullo de personas hablando, pasando, entrando y saliendo. Escucho el sonido de conversaciones y ruidos a un metro escaso de distancia, pero no atiendo. Mi mente y mi cuerpo han perdido el sentido de la realidad y me dejo llevar por el expreso con destino al éxtasis.

En la imagen del gran espejo se reflejan dos mujeres buscándose. Recorriéndose con las manos. Explorando cada rincón de sus cuerpos. Devorándose a besos. Mi cuerpo presiona su cuerpo contra la pared del cambiador. Suelto con ansiedad el botón de sus pantaloncitos. Me siento  incapaz de soltar uno a uno los botones de su cremallera, tiro con fuerza y suelto varios botones. Mi mano se cuela entonces entre su braguita y su piel. Tropieza con el vibrador y lo extraigo de su intimidad para que sean mis dedos los que ocupen su lugar. Naira gime y coloco mi otra mano en su boca para acallarla.

Incapaz de mantenerse en pie, resbala por la pared y termina sentándose sobre un banco alargado que hay en el cambiador. Mi cuerpo sigue sus movimientos y termino frente a ella sobre sus rodillas. Mis dedos no han dejado de sentir su cálida humedad y ahora se mueven en círculos presionando su clítoris. Mis tetas han quedado a la altura de su cara, las mordisquea y lame mientras sus dedos no dejan de penetrarme…

Una frente a la otra. Nos miramos. Una es el reflejo de la otra. Veo mi deseo en ella y ella lo ve en mí. Estoy apunto, y sé que ella también. Tapo su boca y ella hace lo mismo. Mis dedos se mueven más rápido, aumentando la cadencia y ella me imita. Llego al punto de no retorno y siento como mi cuerpo me abandona. Siento que me derramo sobre ella mientras mis gemidos y sollozos son ahogados por la presión de su mano sobre mi boca. Al momento es ella la que se corre, su coñito comienza a palpitar y varios latigazos recorren su cuerpo. Se tensa y se retuerce. Pequeñas convulsiones la obligan a hundir  su rostro entre mis tetas para acallar su grito.

Permanecemos durante unos instantes sentadas, una sobre la otra. El espejo escupe la imagen de dos mujeres extenuadas. Una sentada en el banco y la otra sobre sus rodillas. Las dos semidesnudas con las prendas a medio quitar, la respiración desatada y los cuerpos devastados por la intensidad  de lo vivido.

—Te voy a matar… estás loca y vas a conseguir volverme loca a mí…

— Lo estabas deseando… reconócelo —señoría, vuelvo a confesarme culpable de desear cada molécula de esa cría.

— ¡Qué vergüenza al salir! —murmuré mientras las dos nos adecentábamos y nos colocábamos la ropa en su sitio.

Las dos salimos un poco abochornadas. Coincidimos en la salida del cambiador con madre e hija que hacía nada escuchábamos discutir. La madre se quedó observándonos, nos dedicaba una mirada inquisitiva, pero en el rostro de la hija asomaba una sonrisa divertida.

Pagamos, y con los calores todavía en el cuerpo salimos de Zara. Nos tomamos una cañita refrescante en uno de los bares del centro comercial, y volvimos a pedir un taxi.

Llegaríamos a eso de las siete y media a su casa. Aun teníamos tiempo de darnos un baño. Lo agradecimos ya que el día estaba especialmente pegajoso. Después del baño fresquito en la piscina, las dos subimos a darnos una ducha y  cambiarnos. Naira pidió comida del chino esta vez —es un auténtico misterio que con tanta comida basura los jóvenes no estén redondos…

Cenamos en el porche y nos tomamos unos combinados mientras recordábamos entre risas la experiencia en el probador, pero sobre todo nos divertía la cara de la señora cuando nos vio salir de allí. Naira hizo que me conmoviera cuando a la vez que me besaba dulcemente en los labios, me dijo que había sido el mejor fin de semana de su vida.

— Me encantaría volver a verte Eva… dime que mañana no va a ser el último día que nos veamos —había sinceridad y tristeza en sus palabras.

—No lo sé peque… me encantaría volver a verte, pero todo es muy complicado.

—Estaría toda la vida a tu lado… —dicen que la magia del primer amor, es por nuestra ignorancia de que pueda tener fin.

Aquella noche subimos a la habitación y no hubo  disfraces, no hubo juguetes, ni cams… la sensualidad y el erotismo se apoderaron del momento. En esta ocasión fui yo la que la guie por el nuevo mundo que acababa de descubrir.

Nos desnudamos la una a la otra con parsimonia, lo hicimos mientras nos besábamos, poco a poco las prendas iban cayendo mientras las manos se afanaban en acariciar cada recodo de piel con delicadeza. En la penumbra de aquella habitación de adolescente, nuestros cuerpos desnudos cayeron sobre la cama, y la una exploró a la otra y la otra hizo lo propio con la una.

Besos infinitos, caricias electrizantes y decenas de gemidos lo impregnaron todo. Saboree sus fluidos y ella los míos. Mis jadeos atraparon sus jadeos. Nos corrimos varias veces y cada vez con mayor intensidad. Y cuando el sueño nos golpeó, caímos dormidas la una entrelazada con la otra.

Abrí los ojos y miré el reloj. Eran las tres de la mañana y no sabía si había escuchado un ruido o tan solo había sido un sueño. Durante unos instantes permanecí expectante pero no alcancé a escuchar nada más. Mi cuerpo desnudo se acercó al de Naira que dormía haciendo la “cucharita” y la abracé. Volví a cerrar los ojos y el sueño me volvió a acurrucar en su regazo instantes después.

Me cuesta horrores definir como se pasa de cero a mil, como puedes pasar de la placidez absoluta al mayor de los terrores, pero eso fue lo que pasó… de repente, la habitación se iluminó, y sin tan siquiera poder distinguir si era cierto o una pesadilla, dos hombres entraron en ella. Vestían de negro y ambos llevaban un pasamontañas del mismo color que solo dejaba ver ojos y boca. Uno de ellos portaba una pistola, y se encontraba bajo el quicio de la puerta apuntándonos con ella.

Las dos saltamos de la cama intentando sujetar  las sábanas para cubrir la desnudez. Naira gritó y se aferró a mí con tanta fuerza que me marco sus uñas en mi piel. Las dos temblábamos de puro pánico y de repente el enmascarado habló con su compañero que entraba justo en ese instante…

— ¡Maldito idiota!... lo único que tenías que hacer era asegurarte que no habría nadie —en sus palabras creí adivinar cierto acento del este .

—Me dijo que no iban a estar… esta tiene que ser la hija que no ha ido con ellos.

—Y ahora… ¿Qué hacemos con ellas? —sentí las manos de Naira presionar en mi brazo al escuchar esas palabras.

En ese momento el que no llevaba pistola se dirigió al que parecía llevar la voz cantante…

— Espera un momento… a esta pareja de zorras yo las he visto        antes… ¡joder! ¡Las vi el viernes en una cam para guarrillas —al escuchar sus palabras mi corazón dio un golpe en el pecho y Naira se acercó más a mí.

— ¿De qué hablas?

— Joder si… estas dos tías estuvieron montándoselo el otro día con una cam. La jovencita es la hija de los dueños de la casa, y la mayor es una tía casada que ha venido a montárselo con ella.

— Fue una pasada. La jovencita de las tetas gordas es una cachonda.  Estuvo convenciendo a la madurita hasta que al final se lo montaron las dos. Me parece que dijo que la madurita estaba casada…

En ese momento los dos volvieron el rostro para mirarnos. Tras sus palabras intenté tapar mi alianza, pero ya se habían dado cuenta de mi secreto. Teníamos a uno de los miles de pajilleros frente a nosotras, y me sentía la mujer más vulnerable del mundo.

—Así que les gusta jugar y que las vean… pero me parece que estas dos zorritas tienen más que esconder que nosotros.

Mi cabeza no dejaba de pensar. Sabía que habían venido a robar, también sabía que serían de alguna banda organizada del este y que solían ser muy violentos… pocos ladrones de poca monta entran a una casa a robar en España con la pistola en la mano.

— Por favor… no os hemos visto la cara. Coged lo que hayáis venido a robar y dejadnos. Os prometo que no diremos nada de vosotros —no se bien si era un razonamiento o una súplica.

—Tú cállate zorra y habla cuando se te pregunte. Me imagino que tu marido no sabe nada de que estas aquí de bollera con una cría… y me imagino que tus papas se enfadarían mucho, si supieran que andas montándotelo con maduritas en la cam… —su lógica era aplastante. Comencé a sentir miedo de verdad, no solo por nuestras vidas, sino también por la consecuencia de sus palabras.

Nos encontrábamos frente a ellos en la cama. Las dos intentábamos cubrir nuestra desnudez con la sabana mientras ellos nos observaban. Naira sollozaba y se aferraba a mi brazo con fuerza. Cada vez que ellos hablaban sentía sus dedos presionar con más intensidad sobre mi brazo.

Quise volver a suplicar buscando un atisbo de piedad pero me cortó…

—Vosotras zorritas ricachonas vivís en vuestras mansiones sin saber lo dura que es la vida del pobre. Yo se algo de vosotras que no queréis que se sepa… pero también soy una tumba con las personas que se portan bien conmigo… —pareció pensarlo un momento y continuó.

Como parece que os gusta montar numeritos delante de la cam… vamos a montar uno privado para mi colega y para mí. Pero quiero que sea de verdad, quiero que seáis vosotras las que me lo pidáis por favor…

— ¡Estás loco! Vete a lo que has venido y déjanos en paz —intenté dar a mis palabras el tono más enérgico y firme posible, pero sabía que mi posición en la negociación era muy difícil.

— A ver cómo te lo explico para que me entendáis… tú y tu amiguita la de las tetas gordas, nos vais a montar un numerito aquí mismo para mi colega y para mi… vais a acercaos a nosotros y nos vais a pedir permiso para montároslo. Y si no lo hacéis… me voy a encargar personalmente de que, tanto tu maridito, como tus papis se enteren de vuestro rollito bollero. ¿Ha quedado claro?

Las dos sabíamos que estábamos perdidas, volví a abrir la boca intentando suplicar pero sabía que era inútil.  Mi única esperanza era que una vez terminado, se conformaran y se marcharan sin más.

— ¿Cómo sabemos que después nos dejareis en paz?

— Si sois buenas… y nos la ponéis tan dura como la otra noche a mi colega, os doy mi palabra que nos vamos.

Miré a Naira, ahora parecía más tranquila. Nos hacían chantaje pero no nos amenazaban con hacernos daño. Su mayor miedo era que nos pudieran hacer algo, y ahora seguramente las palabras de aquel encapuchado parecerían un mal menor.

Las dos nos miramos. Acerqué mis labios a su oído y le susurré…

— Tenemos que hacerlo bonita... no tenemos otra opción. Pensaremos que estamos solas las dos. Concéntrate en mí y yo lo hare en ti. Con suerte después de un rato se habrán ido .

Nada más terminar mis palabras la fina tela de la sabana se desprendió de nuestras manos, mis labios se acercaron a los de ella y nos fundimos en un beso cargado de ternura.

—A ver chicas… no tengáis tanta prisa. Todavía os falta pedirnos permiso a nosotros aquí delante.

Las dos nos levantamos entonces por el mismo lado de la cama y, nuestros cuerpos desnudos se presentaron frente a ellos. Naira se situó a mi lado, buscando la seguridad de mi presencia. Fui yo la que habló…

— ¿Nos dais permiso…?

Tu no… quiero que me lo diga la jovencita.

Tras unos segundos tortuosos de duda, fue Naira la que contestó…

¿Nos dejáis tocarnos?

— Así me gusta…dime guapa… ¿estas mojadita? —a la vez que preguntaba aquel indeseable madreaba uno de los pechos de Naira. Ella hizo ademan de apartarse, pero el levanto la pistola ligeramente a modo de amenaza, y Naira se mantuvo inmóvil mientras la sobaba.

— ¡Tus tetas son un espectáculo! Me quedaría a vivir entre ellas.

— Dime guapa… ¿estas mojadita? Vamos a ver… —en esemomento introdujo sus dedos anular y corazón en la boca y tras impregnarlos de saliva, los pasó con suavidad por la rajita de Naira— ella dio un respingo al sentir el roce invasivo en lo más íntimo de su ser.

— Mmmm… pues sí que parece que está apunto y calentita. Vamos a ver la madurita…

Mientras los dedos de su mano derecha acariciaban el sexo húmedo de mi joven amiga. Aquel tipo repetía la misma acción con los dedos de su mano izquierda. Los impregnaba con saliva para después invadir mi intimidad. Se abrieron paso entre los pliegues de mi coño y terminaron acariciando con una leve presión mi clítoris.

—Mira, estas zorras están babeando —lo dijo mientras mirada a su acompañante que había sacado el móvil y había empezado a grabar la escena.

No pude evitar gemir mientras cerraba los ojos al sentir sus dedos asaltando impunemente mi dulce intimidad. Durante unos segundos se mantuvo frente a nosotras demostrando su poder. Éramos dos mujeres a dos manos y su intimidad tomada al asalto. Se mantuvo orgulloso degustando  la imagen de dos chicas luchado contra su propio deseo. Luchando contra la incompresible humedad de sus cuerpos. Mi respiración era cada vez más dificultosa y la de Naira… también.

¿Cómo era posible que sintiera deseo? ¿Cómo era posible que mi coño se humedeciera con aquel contacto? Quería sentir asco. Quería odiar la situación y a quienes nos habían llevado a ella, pero la razón no iba de la mano del deseo, y mi cuerpo me traicionaba de una forma incomprensible.

Tras unos segundos de dulce tortura, apartó sus dedos y se los metió en la boca saboreándolos. Primero los dedos de la mano derecha y después los de la mano izquierda.

— Mmmm… esto es néctar de dioses… ahora sí que podéis empezar el espectáculo.

Nos dio un cachete a cada una en el culo y nos hizo señas para que volviéramos a la cama. Naira se quedó sentada en mitad de lecho y yo me coloqué de rodillas frente a ella. Acaricié delicadamente su rostro con mis manos a la vez que retiraba los mechones de los ojos. Mis labios se posaban en los suyos y nuestras bocas se fundieron en un cálido beso.  Mi lengua pidió permiso para aparearse con la suya, y las dos se unieron en un baile lento y sensual.

Mientras nos besábamos sobre su cama mis manos comenzaron a recorrer su piel desnuda, escalando montículos, colinas y montañas, para seguido descender por sinuosos valles. Las yemas de mis dedos recorrían su piel, erizando todo a su paso. Extrajo su lengua y la succioné dentro de mi boca abrigándola con mis labios, saboreando su dulzura. Bebí de su boca hasta que sacie mi sed, después me acercarme a su oído y le susurré…

—Solo estamos las dos bonita. Tú y yo… nadie más. No los mires, no pienses en ellos, solo déjate llevar por mí.

Las dos nos abrazamos con dulzura y mis labios comenzaron a besar su cuello. Necesitaba saborearla. Necesitaba volver a sentir su presencia y calor. Necesitaba degustar su olor y sabor. Naira se recostó sobre la cama y yo me situé sobre ella mientras entrelazábamos las piernas. Comencé a mover mis caderas muy despacio, haciendo que mi coñito se restregara contra su muslo. Un leve movimiento de pelvis que me hiciera sentir el contacto y presión de mi clítoris sobre su pierna.

Durante breves instantes mi mente conseguía evadirse del lugar y solo estábamos las dos. Pero es difícil borrar tus miedos con dos encapuchados armados a dos metros de nosotras.

Mis ojos buscaron a nuestros captores y los vi por un instante… los dos estaban con su miembro en la mano apuntando hacia nosotras. Habían extraído sus pollas duras y majestuosas y se pajeaban frente a la cama. Movían su mano arriba y abajo disfrutando con el espectáculo.  Me animó la idea de que, una vez hubieran descargado, una vez que sus instintos más primitivos se hubieran apaciguado, se irían… marcharían por donde habían venido y todo quedaría como un mal sueño.

Me costaba reconocer que me excitaba… a pesar del miedo, a pesar de la indignación y la rabia, sentirme observada me ponía, sentir las miradas lascivas de aquellos horribles hombres sobre nosotras era aterrador, pero también terriblemente morboso.

Me encontraba a horcajadas sobre ella y su mano se colaba por debajo para alcanzar mi coño. Había mojado sus muslos con mis fluidos y ahora eran sus dedos los que se impregnaban de mí. Sentí la invasión de sus dedos y gemí… me deje llevar y comencé a respirar azarosamente mientras movía mi culo en pompa al compás de sus falanges. Sabía que eso les excitaría… tenía la esperanza de que la imagen los volvería locos, terminarían derramándose como perros y se marcharían sin más…

Observé a Naira, la imagen de su rostro reflejaba el miedo pero también la excitación y el éxtasis, una amalgama de sensaciones encontradas difícil de explicar. Sus ojos permanecían cerrados. El aire circulaba con dificultad hinchando y deshinchando su sus pecho aumentando la cadencia, mientras,  su boca entreabierta emitía sin cesar pequeños sonidos ahogados.

Hice que se pusiera de medio lado y ella abrió los ojos, entrelacé mis piernas con las suyas, y ambos coñitos quedaron expuestos el uno frente al otro. Me agarré a sus muslos y me uní a ella. Sentí como el pálpito, calor y humedad de su sexo se fusionaba con el mío. Las dos comenzamos a movernos buscando en ese contacto, codiciando la presión y el roce embriagador de la una sobre la otra.

Al principio fue pura parsimonia y sensualidad, me encantaba sentirla, notar como mi humedad se fundía con la suya, como su calor era mi calor y como sus latidos eran los míos. Era una sensación adictiva… cuanto más sentía la fricción de su sexo más lo necesitaba, y cuanto mayor era el goce más intensa se hacía la fricción.

Diferentes sonidos se fundían en uno dentro de la habitación. Nuestros cuerpos y fluidos  uniéndose, los gemidos ahogados y el ruidito constante y repetitivo de sus manos pajeando sus pollas. Por un momento uno de ellos habló…

— Joder con la madurita… el otro día parecía la modosa… y es un zorrón.

Agarre su mano y tiré de ella hacia mí para ayudarme a empujar, ella hizo lo mismo y las dos nos concentramos en la otra. Movíamos nuestras caderas y nuestros coñitos se fundían una y mil veces en un beso húmedo. Ellos estaban tras nosotras y sabía que vernos haciendo la tijera los haría jadear. Sabía que la imagen de nuestros cuerpos frotándose y moviéndose de forma sinuosa los llevaría al final.

Giré mi cabeza para mirarlos, mi rostro era la viva imagen de la lujuria. Los observe con mirada lasciva y ellos comenzaron a tensarse. El ritmo de sus manos aumentó y sus cuerpos comenzaron a convulsionar. Primero fue el que parecía el jefe y le siguió el otro, tras lanzar una serie de gruñidos se derramaron y varios chorretones de semen salieron despedidos-

Por un momento nos detuvimos. Creí que eso nos debía de liberar y ambas nos quedamos con nuestro coños pegados.

—Joder que rico… ¿Quién os ha dicho que paréis? Esto no ha terminado. —por desgracia sus palabras me devolvieron a la realidad. Mis esperanzas de que el espectáculo les hubiera bastado se esfumaron.

Me volví a colocar a horcajadas sobre Naira y mis labios abrazaron su pezón. Mis dientes lo sujetaron con delicadeza y tiré de él hasta estirarlo, seguidamente lo solté y este volvió a su sitio. Mi lengua dejaba surcos de humedad en sus aureolas, notaba como la tersura y la dureza aumentaba con cada estimulación. Naira gemía, me observaba con el rostro extasiado, y su boca entreabierta se afanaba  en exhalar aire con dificultad.

Seguí subiendo hasta colocarme a horcajadas sobre su rostro. Mi coño húmedo llamó a su puerta y esperó impaciente su llegada. No se hizo esperar, su lengua asomó y comenzó a recorrer mi rajita, abriéndose paso entre mis labios vaginales. Sentí su cálido roce y gemí de gusto. Sus manos se aferraron a mis muslos y tiraron de mí. Sentía su cálido aliento en mi coñito abierto y sus labios succionaban mi clítoris que ya estaba hinchado y receptivo. Movía mis caderas sobre su boca de forma sinuosa,  mientras, mis manos pellizcaban mis pezones y estrujaban mis pechos que hace tiempo se habían endurecido..

La imagen que tenían ante ellos terminó por hacerles perder el control y la paciencia. Mi corazón dio un vuelco cuando fui consciente de que habían decidido unirse a la fiesta… había mantenido la esperanza de que marcharan. Era una posibilidad remota pero me aferraba a ella como un clavo ardiendo. Ahora estaba claro que iban a aprovechar su posición de fuerza. Y nuestro secreto era nuestra debilidad…

— Grábalo todo, estas zorras necesitan un poco de carne… mientras pronunciaba sus palabras, el que parecía el jefe se había acercado a la cama y pasaba su mano por la cara interna del muslo de Naira. Ella estaba tumbada boca arriba y yo me situé a su lado para que notara mi presencia.

— Habíais dicho que os iríais. Hemos hecho lo que nos habéis pedido… —sabía que nada que dijera cambiaria las cosas, pero tenía que intentarlo.

— No te quejes mamita que os vamos a poner la guinda al pastel…

En ese momento el encapuchado volvió a humedecerse los dedos y los pasó por la rajita de Naira, lo hizo varias veces hasta que terminó por introducirlos en sus entrañas. Ella gimió y sujetó con fuerza mis manos mientras su húmeda vagina era profanada.

— Joder… ¡está empapado!—mientras lo decía extraía los dedos impregnados en finos hilos de fluidos y se los mostraba a su colega que seguía grabando.

Me acerque a mi amiga para susurrarle al oído e intentar que se concentrara en mi presencia.

A pesar de haberse corrido ya una vez, mantenía su polla erguida como un mástil. El glande asomaba majestuoso y decenas de venas hinchadas lo recorrían. Después de extraer sus dedos, agarró a Naira por los muslos, la acercó a la orilla de la cama y comenzó a refrotar su glande por su tierna rajita arriba y abajo, disfrutando de ello con su tortuosa parsimonia.

Tras unos instantes de angustiosa espera, aquel cerdo lanzó una embestida seca y posesiva ensartando su polla en el coñito de Naira. Ella gimió y su cuerpo se estremeció al sentir su entrada. El lanzó un gruñido y volvió a la carga con nuevas y potentes embestidas, que chocaban contra su ingle y resonaban en la habitación.

Sus fuertes manos agarraban las piernas de mi amiga con fuerza, mientras, los músculos se tensaban con nada movimiento de vaivén. Uno… dos…tres... su polla entraba y salía, y cada vez que sus cuerpos colisionaban, las tetas de Naira sufrían un movimiento de balanceo.

Vi como el otro encapuchado apoyaba en la repisa el móvil con el que grababa la escena, y se acercaba al otro lado de la cama frente a su amigo. Su polla también estaba erguida y desafiante, y era más grande y gorda todavía que la de su amigo. Clavó sus ojos en mí y me obligó a acercarme.

—A ver… la madurita que ya lo está deseando, que venga aquí. Voy a darte lo tuyo…

Obedecí sumisa y me situé frente a él y su polla. Yo estaba recostada sobre la cama. Él se mantenía de pie frente a mí, y sus manos sujetaron mi cabeza mientras la empujaban con dirección a su miembro. Intenté no hacerlo y en un primer momento mi cuello ofreció resistencia… era una resistencia simbólica, ya que sabía que no podíamos decidir nada que no fueran sus órdenes. Sus manos guiadas por el ansia y el deseo tiraron con más fuerza y su tremenda polla entró en mi boca…

Sentí su sabor, el salado gusto a semen que había quedado impregnado en la corrida anterior. El mantenía sus dos manos sobre mi cabeza y la movía a su ritmo. Su miembro entraba hasta el fondo de mi garganta para después salir por completo. Yo la sentía entrar y salir, y casi me ahogaba.

Tiró de mi pelo hacia atrás y mis ojos se enfrentaron a los suyos. La mirada que se adivinaba bajo el pasamontañas estaba cargada de una obscena lascivia, y en ese instante introdujo sus dedos anular y corazón en mi boca. Los lamí humedeciéndolos con mi saliva durante unos instantes. Hizo que me diera la vuelta, quedándome con el culito en pompa frente a él, instantes después sentí sus dedos invadir mi vagina.

El otro cerdo había pensado lo mismo y también situaba a Naira a cuatro frente a él. Observé a mi amiga, en su rostro se dibujaba  una amalgama de sensaciones encontradas. Pude ver la ansiedad y el miedo, pero también se vislumbraba el deseo y la excitación.

— Ahora vas a saber que es una polla de verdad… —mientras hablaba, hacía dibujos con su glande en la entrada de mi vagina.

Su mano sujetaba mis caderas, y me disponía a ser tomada al asalto, observé a Naira que tenía su mirada anclada en la mía. Sus manos se aferraban con fuerza las sábanas y sus preciosas tetas colgaban como fruta madura.

Fue ella la primera de las dos en ser embestida… lanzó un gemido mientras las tetas se bamboleaban como péndulos cuando aquel cerdo la penetró. Seguido fui yo la que lo sentí invadirme hasta el fondo de mi ser, aquel miembro enorme entró en mí y noté como mi vagina se contraía. A la primera acometida le siguieron otras muchas, su cuerpo chocaba contra mi culo en pompa y el sonido se mezclaba con los sonidos y chasquidos de Naira y el otro encapuchado.

Me penetraba una y otra vez. Tiraba de mi pelo hacia sí obligándome a levantar la vista. Lo sentía entrar en mis entrañas presionando y abriéndose paso entre las paredes de mi vagina. Era un movimiento gradual y constante, una dulce tortura que me atrapaba y también reconozco que me excitaba…

Lo sentía a él pero solo la miraba a ella, a pesar de que mi cuerpo estaba siendo tomado por otro, en mi mente solo estaba Naira, y sabía también que en su mente era yo quien estaba. Ella gemía, al principio un gemido ahogado difícil de interpretar, pero con forme aumentaba la intensidad de las acometidas, el sonido de sus gemidos aumentaba en intensidad y cadencia.

Las manos de aquel tipo se aferraban con fuerza a mi culo y las embestidas se hacían cada vez más secas y violentas. Sabía que estaba a punto e intuí que a su jefe le pasaba igual. Escuché varios gruñidos y tras varios golpes secos aquel hombre se derramó centro de mi…durante unos segundos se mantuvo dentro hasta que se lanzó un “joder que bueno” y salió de mí, noté como un fino hilo de cálido semen salía de mi vagina y recorría mi muslo interno.

Seguido fue el otro el que se corrió tras varias embestidas violentas que hicieron caer a Naira sobre la cama. Quedamos las dos desnudas una frente a la otra, las dos profanadas con su semen viscoso que se derramaba… parecía ser que en este momento si se habían quedado saciados… pero esta vez la casualidad pareció aliarse con nosotras. Un sonido de sirena comenzó a escucharse en la lejanía. Al oírlo ellos comenzaron a vestirse con rapidez y tras recoger la pistola que habían dejado sobre el armario salieron de forma apresurada.

— Ha sido un placer putitas… ya sabéis que los dos tenemos cosas que ocultar… espero que seáis listas —fueron sus últimas palabras antes de escapar.

Me situé junto a Naira, las dos nos mantuvimos abrazadas con el corazón todavía acelerado. Las dos sabíamos que no podíamos decir nada de lo sucedido porque quedaría al descubierto nuestro secreto. Además ellos lo habían grabado todo, no quería que ese video viera la luz… serían demasiadas cosas que explicar y yo no tenía las respuestas.

Haríamos la cama y dejaríamos todo como si allí no hubiera habido nadie durante el robo, luego llamaríamos a la Policía alertando del robo y yo llegaría cuando los policías estuvieran haciendo la inspección ocular, haciéndome pasar por un familiar que acude por la llamada de su sobrina.

Primero nos duchamos y recogimos todo lo que podría haber dado una pista de lo que en aquella habitación había pasado. Las dos sabíamos que era una apuesta arriesgada. “La mentira tiene las patas muy cortas” y cualquier fallo nos dejaría en una situación comprometida.

Estábamos recogiendo todo por la habitación cuando lo vimos… sobre la repisa se encontraba el móvil que seguía grabando del segundo encapuchado…

— ¡No lo toques! Antes hay que ponerse unos guantes y borrar el video, después haremos como si se les cayó en el momento de la huida. De esa forma no podrán relacionarlo con nosotras .

Así lo hicimos… el móvil lo dejamos en el jardín por donde habían huido, seguido llamamos a la policía, y me situé de manera discreta una calle más arriba. No tardaron ni 10 minutos en llegar los vehículos policiales y cuando pasó un tiempo prudencial entré en la casa haciéndome pasar por su tía. No les costó mucho trabajo encontrar el móvil, nos dijeron que gracias a él había muchísimas posibilidades de localizarlos.

Cuando la policía se hubo marchado nos abrazamos durante una eternidad y nuestros labios se fundieron en un beso infinito. Me hizo prometerle que no sería la última vez y yo se lo prometí… había sido el fin de semana más increíble de mi vida y a pesar de todo lo ocurrido, mi mente, mi cuerpo y mi alma me pedían a gritos volver a verla.

—Para mí esto ha sido increíble Naira… a pesar de que todas las alarmas me digan que no está bien… me va a ser difícil no caer en tu tentación.

—Para mí también, nunca había sentido con nadie lo que he sentido contigo…

—Tienes dieciocho años… eso no es algo muy extraño. ¿No crees?

Volvimos a abrazarnos y nuestras bocas se fundieron en un nuevo beso. Entré en mi coche e inicie el camino de regreso a mi vida real. Conducía por la autovía de vuelta a mi hogar y en mi mente se agolpaban los recuerdos de aquellos días, y sabía con certeza que siempre quedarían en mi memoria.