Catarsis colectiva (Nikos y Kostas)

Nikos y Kostas son amigos desde la adolescencia; ambos pasan casi todo el tiempo juntos y sus respectivas parejas, Kara y Melinda son también íntimas amigas. Un hecho casual pondrá sus relaciones en entredicho, y la crisis económica griega les forzará además a buscar un estilo alternativo de vida.

Con la repentina llegada de una galopante crisis económica a Grecia, a partir de 2009, la mentalidad acomodaticia de muchas personas, que hasta entonces se dejaban mecer plácidamente por un sistema corrupto y viciado desde sus mismos cimientos, comenzó a cambiar tímidamente. El sufrido pueblo griego, que hasta entonces había soportado todo tipo de engaños y corruptelas por parte de sus impresentables servidores públicos, dijo ¡basta!. Y actuó en consecuencia: comenzaron destruyendo los parquímetros y negándose a pagar los peajes de las autopistas, cuyos réditos iban a parar, según demostró una concienzuda investigación periodística, a los voraces bolsillos de la élite política local, en lugar de a las arcas del estado griego; después, conforme el fantasma de la crisis económica se iba materializando con su formidable capacidad destructiva a cuestas ante los ojos aún incrédulos de la ciudadanía, comenzaron las huelgas, primero sectoriales y luego generales, las manifestaciones masivas en la Plaza Syntagma contra el actual sistema político-económico que ha llevado al país a la ruina, y, finalmente, a la insumisión absoluta al poder político; incluyendo el impago de todo tipo de impuestos y la desobediencia civil ante un régimen que muchos griegos ya no reconocen como moralmente capacitado para exigirles nada en absoluto.

En medio de este torbellino social, que no tiene visos de mejorar de forma inmediata, muchas personas decidieron efectuar también un balance de su propia vida y, descontentos con lo que veían, realizar los cambios necesarios para acomodarla a la nueva mentalidad en curso. Estos cambios resultaron dolorosos pero también, en la mayoría de los casos, liberadores; una suerte de catarsis colectiva que está llevando a muchos griegos a experimentar un tipo de “biografía alternativa” que les diferencia no sólo de sus padres y abuelos por el marchamo revolucionario de muchos de esos cambios, sino que también a nivel mundial pueden considerarse en la vanguardia del pensamiento progresista, a pesar de vivir en un país pobre y deprimido de la periferia europea. Muchos de estos jóvenes eligieron Atenas y más en concreto el contracultural barrio de Exarchia para iniciar una nueva vida, muy diferente a la que habían dejado atrás, y sin ningún tipo de lamentaciones. Algunas de estas historias podrían ser como las que se narran a continuación…

NIKOS Y KOSTAS

Nikos y Kostas son un ejemplo paradigmático de esta mentalidad de cambio revolucionario en las relaciones humanas. Ambos eran amigos desde sus tiempos del instituto en el barrio de Thisio; completamente desideologizados, compartían su amor por los perros (Nikos poseía un Golden Retriever llamado Justin, mientras que Kostas se había decidido por un hermoso ejemplar de Pastor Belga conocido como Korbo).

Siendo aún muy jóvenes, en una ocasión en que visitaron el Planetario Eugénides con sus compañeros de clase de secundaria, conocieron de forma casual a dos chicas de su edad, Kara y Melinda, que se encontraban en la misma tesitura que ellos, en vista cultural con su grupo de estudios. Nikos congenió rápidamente con la hermosa Kara, una belleza morena de profundos ojos oscuros y sonrisa permanente, y Kostas no perdió el tiempo por sus parte con la dulce Melinda, a quien todo el mundo conocía simplemente como Meli. Fue el suyo un noviazgo compartido, puesto que los cuatro iban siempre juntos a todas partes, e incluso cuando no podían verse por compromisos personales, no había duda posible de que en cuanto les resultara humanamente posible Kara y Meli estarían juntas en algún sitio, y era bastante probable que Nikos y Kostas también compartiesen su tiempo libre a la menor oportunidad.

Por supuesto que esta anómala situación daba lugar a frecuentes quejas y conflictos, sobre todo por parte de ellas; se quejaban de falta de intimidad, de carencia absoluta de romanticismo en la relación (al fin y al cabo, es difícil ponerse cariñoso con alguien cuando te sabes observado por tu mejor amigo y su novia) y de la inexistencia de barreras en aquella extraña relación a cuatro que no terminaba de convencerlas. Sin embargo, replicaban ellos, ellas eran igualmente culpables de esta situación, puesto que al ir juntas a todas partes también ponían su granito de arena en este complicado puzzle de sentimientos y lealtades. Y como no les faltaba razón al decir esto, optaban por callarse y hacer como si nada pasara. Pero como nunca estaban realmente a solas, pues también era frecuente que hicieran el amor en la misma habitación al mismo tiempo, sin llegar a mayores intimidades por una especie de pudor ancestral, ninguno de los cuatro conocía realmente a su pareja lo suficiente como para desarrollar ese tipo de vínculo emocional que une a las personas de por vida como un pegamento espiritual invisible.

Para la época de su 27 cumpleaños, Nikos había encontrado un envidiable puesto de trabajo en el sector financiero ateniense, mientras que Kostas, que nunca había gustado demasiado del estudio, llevaba varios años trabajando a tiempo completo como fontanero y electricista en el Pireo. Por su parte, Kara se había convertido en una brillante periodista de moda, mientras que Meli trabajaba lavando cabezas y depilando a las clientas en la peluquería propiedad de su madre de la céntrica calle Kidathinaion. Fue en este momento cuando ambas parejas se pusieron de acuerdo para casarse (Nikos y Kara) o marcharse a vivir juntos sin trámite alguno (Kostas y Meli).

La luna de miel de Nikos y Kara en Thailandia hubiera resultado inolvidable para los recién casados si no hubiera sido por las constantes llamadas de Nikos a Kostas para comentarle en directo las anécdotas más banales de su viaje. Entonces se dio cuenta de que realmente no podía vivir sin su amigo, aunque no comprendía aún la razón. Fue en ese momento cuando algo en el interior de él se quebró, y la primera alarma, que resonaba en su interior como un eco lejano pero insistente, le llevó por primera vez en su vida a cuestionar los motivos y los valores que le habían guiado durante buena parte de su vida. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Porqué sentía de pronto ese vértigo inexplicable en medio de su viaje de novios, cuando se supone que una pareja que inicia su vida en común está más unida y acaramelada que nunca? El no se sentía así en absoluto en su interior, aunque procuraba disimularlo cuando su recién estrenada esposa se encontraba delante.

  • Tal vez el problema radique en que nos conocemos mejor que bien y llevamos juntos desde hace demasiados años; como nunca le he sido infiel, y además ella me mataría si lo intentara, no ha habido otra mujer en mi vida desde la adolescencia. Ella ha sido la única mujer de mi vida, de hecho. Creo que la chispa está un poco apagada por el tiempo transcurrido, pero en cuanto tengamos un hijo, y no tardará mucho en caer, las cosas serán diferentes y ese sentimiento tan hermoso de plenitud regresará a nuestra vida…seguro que sí.

Si Kara era consciente de esta situación, nunca lo manifestó de forma abierta y siempre se mostró durante el transcurso del viaje cercana e ilusionada, más hermosa que nunca con ese bronceado tropical tan favorecedor que lucía como recuerdo de su paso por las playas tailandesas. Su nueva vida de casados comenzó en un vistoso piso recién construido de tres habitaciones con jardín interior y piscina; se encontraba en una urbanización de nuevo cuño sita en la calle Afaias, en el barrio periférico de Galatsi. Pero como no podía ser de otra forma, conociendo los antecedentes del caso, su apacible existencia conyugal se vio alterada apenas dos meses después cuando Kostas y Meli se instalaron finalmente en el piso de al lado, puerta con puerta, tal como habían planeado desde un principio. Hay que decir que mientras la boda de Nikos y Kara fue multitudinaria y su relación ampliamente aprobada y bendecida por las respectivas familias de ambos, Kostas pasó en cambio por la humillante situación de ser echado con cajas destempladas de la casa de sus futuros suegros cuando les planteó la posibilidad de marcharse a vivir con su hija sin pasar por la vicaría; si bien, de todos modos, a la familia Doxiadis nunca les había acabado de gustar aquel “chapucillas de tres al cuarto”, tal y como le definía el padre policía de Meli. A pesar de todo, ella abandonó poco después la casa de sus amados padres en Keratsini para iniciar una nueva vida al lado de su gran amor, sin ningún tipo de remordimientos. Sus padres dejaron de hablarla durante una temporada, pero cuando un año más tarde Meli les llamó para comunicar que estaba embarazada las tornas cambiaron de tal manera que su lloroso padre no tuvo reparo alguno en celebrar la noticia invitando a la feliz pareja a su casa de campo en Kamari, muy cerca de Agios Athanasios, y hasta marcarse un sirtaki con su yerno virtual mientras degustaban un apetitoso entrante de dolmades y una fasolada bien regada con ouzo local y un Retsina Kourtakis de la mejor cosecha disponible. La ocasión no merecía menos que eso.

Las dos parejitas se veían a todas horas; paseando a los perros, haciendo la compra, saliendo juntos a tomar una copa al centro los fines de semana, y, en verano, también solían pasar las vacaciones juntos los cuatro en la playa de Fiscardo, en la isla de Cefalonia, un lugar que asociaban a los momentos más felices de su relación. Sin embargo, cuando Meli anunció un buen día que estaba embarazada, un pequeño pinchazo de envidia insana recorrió el espinazo de Kara; ella también deseaba ardientemente ser madre, pero, en su opinión, la cada vez más escasa frecuencia de relaciones sexuales con Nikos y su propia ansiedad por convertirse en madre parecían amenazar seriamente sus posibilidades de aumentar la familia en un futuro próximo. Cuando aquella noche mencionó el tema de pasada a su marido, un estresado Nikos se mostró poco impresionado con sus argumentos:

  • No pasa nada, cariño, eso ocurre en todas las parejas, supongo que son ciclos de deseo. Nosotros también hemos tenido nuestros momentos de lujuria desenfrenada ¿no es cierto?

Kara quiso ocultar su nerviosismo encendiendo un cigarrillo, pero no pudo por menos de responder:

  • Eso fue hace muchos años, Nikos. No sé que nos pasa, pero quizá deberíamos consultar a un especialista que…

  • ¡De eso, nada! Nosotros no necesitamos especialistas en sexo, lo que necesitamos son unas vacaciones que me quiten este estrés acumulado por la responsabilidad de mi cargo. Ahora tengo que tomar muchas decisiones importantes en mi empresa, ya no es como antes, amor…

  • Sí, lo sé. Pero no creo que eso te impida hacer el amor a tu mujer de vez en cuando, ¿no crees? Hace casi un mes que no…

Nikos se incorporó de repente y se quedó mirándola de manera retadora.

  • Bueno, eso tiene fácil solución entonces…¡vamos a hacerlo ahora mismo!

Kara frunció el ceño sin dar crédito a lo que estaba escuchando de labios de su pareja; ¿le estaba proponiendo acaso que echaran un polvo descomunal con la misma frialdad y premeditación con que compraba y vendía las acciones de su cartera de clientes en la Bolsa de Atenas? No era posible que estuviera sucediendo eso después de tan sólo un año de casados…pero apenas le había dado tiempo a apoyar el cigarrillo en el cenicero de la mesa baja del salón y ofrecer una galleta salada al voraz Justin, que la atrapó al vuelo, cuando un desinhibido Nikos se acercó a la vanguardista cadena musical de Bang and Olufsen y eligió el CD situado en la pista nº 6. Al instante sonaron los primeros compases de “Pothé“, una pegadiza y sensual canción a cargo del sex-symbol local Kostas Martakis. En otros tiempos Nikos se había sentido celoso de su vecino, el guapísimo Yiorgos, por quien todas las chicas parecían perder la cabeza, y que según Kara tenía un aire innegable al propio Martakis que le hacía irresistible, pero hacía tiempo que no había vuelto a sentir celos de nadie, ni siquiera aunque Kara intentara provocarle abiertamente, algo que no ocurría, por otra parte, desde que se habían casado. La elección de “Pothé” no era tampoco gratuita: Nikos sabía de sobra que era la canción favorita de Kara, y que todos sus sentidos parecían cobrar vida de nuevo en cuanto sonaban los primeros compases de la canción. Y así pareció ocurrir también en esta ocasión, pues fue escuchar la voz acaramelada del bello Martakis y levantarse a bailar al son de la música; pero no estaba sola, Nikos aprovechó la magia del momento para quitarse la elegante corbata en tono añil y la camisa blanca inmaculada del trabajo y dejar a la vista su bien trabajado torso en incontables horas de gimnasio. Nikos estaba especialmente orgulloso de esta parte de su cuerpo, y procuraba exponerla en público a la menor ocasión. No pasó mucho tiempo hasta que sus pantalones de franela volaron en dirección al sofá y pudo lucir en todo su esplendor con unos calzoncillos de marca que le sentaban mejor que bien, en opinión de su esposa. Kara también se fue deshaciendo del vaporoso vestido blanco que llevaba puesto y siguió contoneándose al ritmo de la música masajeándose los pechos y enlazando sus brazos en torno a los musculados hombros de Nikos. En ese momento ella se sintió íntimamente húmeda y deseosa de ser follada por un buen semental después de tanto tiempo de sequía, pero las señales que le enviaba su marido no parecían coincidir con las que ella emitía, porque cuando ella levantó la cabeza para besarle los labios con ansia incontenible se encontró con un Nikos ensimismado, con los ojos cerrados, como concentrado en la resolución de un logaritmo interno en vez de centrarse en la sensual melodía que les rodeaba por todas partes, y en la voluptuosa mujer que tenía delante. La estaba tocando el culo, sin duda, pero no había calor en el roce de sus dedos, y por la expresión de su rostro cuando se decidió a abrir los ojos diríase que regresaba de un sueño lúcido o que había estado memorizando el poemario completo de Konstantinos Kavafis. Pero lo peor es que mientras ella estaba muy cachonda y con ganas de ser traspasada por un rabo en condiciones, cuando se dispuso a palpar el de su marido éste se encontraba flácido y sin ofrecer señal alguna de vida inteligente. Frustrada en lo más profundo, se dio media vuelta ante la mirada impasible de Nikos, que no hizo nada por detenerla; incapaz de serenarse, se puso encima el vestido de cualquier manera, fue a la cocina a buscar la correa del perro y se marchó con él sin mediar palabra alguna, pero cerrando la puerta del modo más estridente posible para dejar claro su rotundo desagrado.

Y no es que Nikos no quisiera complacerla, es que no podía hacerlo. Ignoraba el motivo de esta transitoria disfunción eréctil, pero no había duda de que estaba afectando a la solidez de su matrimonio, que hasta entonces había considerado a prueba de bombas. Desanimado por su precoz impotencia, que amenazaba con arruinar del todo su vida sexual, se encaminó al dormitorio principal y se dejó caer en la cama de matrimonio con pesadez letárgica.

  • Si sigo así, quizá nunca podamos tener hijos, tal vez incluso Kara se busque un amante, y eso sería demasiado humillante para mí. Mientras que Kostas y Meli, en cambio, ahí les tienes, tan felices y en camino de ser padres a las primeras de cambio…

Como si se tratara de una premonición, no habrían pasado dos minutos desde que tomara forma en su mente aquel pensamiento, cuando escuchó el inconfundible sonido de dos personas haciendo el amor de manera salvaje en la casa de al lado.

  • Joder, estos dos no paran de darle al molinillo ni estando ella preñada. Claro, que solo debe estar de dos meses a lo sumo…¡Que pibe, se la está follando por todas partes!…hace bien, al menos que uno de los dos disfrute.

Nikos intentó adormilarse, pero los constantes jadeos de la pareja, los grititos intermitentes de placer de Meli y los insultos de Kostas a su pareja, que al parecer formaban parte íntegra de su forma de expresión sexual le impedían concentrarse lo suficiente. Pero fue cuando Nikos creyó escuchar los pollazos de Kostas chocando contra lo que él sospechaba podría muy bien ser el culo de Meli, y el sonoro ruido de sus huevos al chocar contra los cachetes de su trasero cuando Nikos descubrió alterado que su propio miembro, que él creía desahuciado, comenzaba a dar señales de vida…¡y de que manera!. Después de veintitrés días de secano, el mástil pugnaba por volver a la vida, y en pocos minutos había conseguido una erección del quince sin el menor esfuerzo por su parte. Y, lo que es más, venía acompañada de un deseo arrollador que no parecía tener un origen claro pero que le estaba consumiendo por dentro sin posibilidad de tregua:

  • Si al menos Kara estuviera aquí ahora, podría comprobar que sigo siendo un hombre todavía…

Pero él sabía que no era probable que su mujer regresara tan pronto cuando estaba cabreada, y más aún si se había llevado el perro con ella. Es muy posible que hubiera cogido el coche y se hubiera acercado hasta casa de sus padres o de su hermana Larissa, que siempre había sido su paño de lágrimas en ausencia de su amiga del alma Melinda. Quizá por ello optó por comenzar a masturbarse rítmicamente, concentrándose en los difusos sonidos que llegaban de la habitación contigua. Cuántas veces habían hecho el amor los cuatro juntos en la misma habitación de la casa de alguno de sus padres, en ausencia de estos, por supuesto, y eso era algo que les excitaba mucho, pero nunca habían llegado a mirarse realmente durante el acto; cada uno iba a lo suyo, y, sin embargo, aquella proximidad de su amigo, aquella inocente promiscuidad le había proporcionado las mayores erecciones de su vida.

  • La verdad es que los mejores polvos de mi vida han sido con ellos delante – reconoció Nikos para sí mismo mientras se aplicaba en la gozosa tarea de concederse un rato de autoplacer, algo que no sucedía desde su lejana adolescencia, y que echaba mucho de menos.

Su imaginación se disparó como por arte de magia y se empeñó en recorrer minuciosamente los rincones más recónditos del cuerpo de su buen amigo. Nikos no entendía porque estaba pensando en Kostas mientras se pajeaba, y lo achacó al hecho de tenerle tan cerca en ese momento, pero lo cierto es que si bien fantaseaba que su buen amigo se follaba a Meli de forma brutal, otras veces su caprichosa imaginación le llevaba a fantasear que el insaciable Kostas se tiraba a su mujer, sí, a la propia Kara, aun cuando ésta se negaba a ello y gritaba desesperada pidiendo clemencia, pero él la obligaba a ello, y en el punto de mayor excitación no sólo se la follaba sino que además Nikos se complacía en comerle la boca a su amigo y en empujarle el culo mientras se follaba a la zorra de su mujer. A estas alturas del guión se encontraba tan sumamente excitado que un súbito estremecimiento que recorrió todo su cuerpo de cabeza a pies le anunció que el momento de correrse estaba próximo, y aunque redujo abruptamente la velocidad de su mano, casi de inmediato un chorro inmenso de leche caliente cubrió sin piedad todo su cuerpo y le provocó el mayor orgasmo que había tenido en muchos, muchos años.

  • Creo que voy a tener que repetir esto mas a menudo. Tal vez sea el momento de darle un vuelco a mi recatada vida sexual…-se dijo a sí mismo como forma de consolarse, pero en su interior sentía que algo muy dentro de él luchaba por manifestarse y aún no sabía a ciencia cierta de que se trataba.

Y si su vida íntima pareció encontrar un aliciente en la masturbación selectiva, su vida profesional estaba a punto de sufrir un cambio radical que debía conducirle a la mayor crisis de su vida. Apenas habían transcurrido dos semanas desde la noche de autos, cuando en su empresa le comunicaron que prescindían de sus servicios como “broker”; la razón esgrimida era harto conocida: debido a la rampante crisis económica helena la mayor parte de sus clientes en cartera o bien se habían arruinado o bien habían optado por retirarse hábilmente del volátil mercado de valores en espera de tiempos mejores. La noticia, no por esperada dejó de afectar menos al inseguro Nikos, que había depositado durante años toda su autoestima en el indudable estatus que le ofrecía su bien remunerado empleo, que además le proporcionaba una imagen pública de joven tiburón de las finanzas con la que se identificaba completamente.

Comunicarle a Kara que estaba en paro, si bien con millonaria indemnización de por medio, fue el trago mas duro que tuvo que vencer en todo este proceso. Peor incluso era decírselo a su propia familia, y a la de Kara después. ¿Con que cara mirarían a partir de entonces a un fracasado como él, sobre todo si tardaba mucho en encontrar trabajo y tuviera que ser mantenido con el discreto sueldo de su esposa? No, eso no sucedería nunca, pensó de inmediato, no lo consentiría, buscaría un trabajo prestigioso dentro del sector de la banca o de los servicios financieros y retomaría su estilo de vida habitual. Todo el mundo volvería a respetarlo. No tardaría ni dos meses en encontrar algo mejor que la mierda que había dejado atrás, se autoconvenció con una facilidad pasmosa.

Algunos días mas tarde, mientras su esposa y Melinda se encontraban pasando la noche de viernes en la despedida de soltera de una amiga común, Nikos se entretuvo viendo un partido de fútbol por televisión y bebiendo unos vasos de ouzo con Kostas en el salón de su casa tras entrenar juntos en el gimnasio del barrio; fue quizás en ese momento, recién terminado el partido con la inmerecida derrota de su equipo cuando, influido sin duda por los efluvios etílicos, se derrumbó por completo y dejó entrever a su amigo por vez primera su fragilidad interna, su miedo al futuro, su asqueroso clasismo, que le llevaba a sentirse superior a su propio “hermano del alma”, como definió poéticamente a Kostas, por el hecho de ser un humilde fontanero, y finalmente, en un acceso de sinceridad impropio de él, acabó confesándole sus problemas sexuales, que estaban a punto de destruir su bien asentado matrimonio.

Kostas, sentado a su lado en el sofá, le escuchaba con calma y mantenía la cabeza de Nikos apoyada en su pecho mientras le pasaba la mano por el hombro. Nunca habían tenido una intimidad tan grande, por mucho que se hubieran duchado juntos en el gimnasio muchas veces o que hubieran compartido ratos de sexo en la misma habitación con sus respectivas compañeras, y de pronto sintió esta cercanía como especialmente agradable y deseable. No podía expresarlo con palabras, pero se sentía bien, relajado en compañía de su mejor amigo, escuchando las lastimosas quejas y escandalosas confesiones que brotaban de su boca. No había nada sexual quizá en todo ello, se repitió mentalmente, pero sin duda era una sensación atípica que nunca había sentido con otros hombres, y mucho menos aún con Melinda. No sabía como explicarlo.

Nikos se empeñó en apurar hasta el final su vaso de ouzo, y tras dejarlo torpemente sobre la mesita del salón, procedió a inventariar ante su amigo su inapetente vida sexual de los últimos meses.

  • Es una vergüenza, ya nunca follo con Kara. Lo que es más – soltó una risita tonta de adolescente, impropia del hombretón en que se había convertido - muchas veces me pajeo pensando en que te estás follando a mi mujer…

Kostas miró hacia otro lado, completamente abochornado. No le gustaba el rumbo de la conversación, pero también sabía que su amigo le necesitaba mas que nunca en esos difíciles momentos de su vida.

  • Sabes que yo nunca haría algo así. No estoy interesado en ella, y tampoco quiero ver como te humillas diciendo estas cosas. Seguro que Kara no está al tanto de esto…

Nikos le devolvió una sonrisa forzada y algo torva que mostraba claros indicios de su intoxicación etílica.

  • Hay tantas cosas que ella no sabe de mí…- se limitó a sugerir mientras se ponía en pie a duras penas, apoyándose en el hombro de su amigo.

  • ¿A que te refieres? …bueno, casi prefiero no saberlo.

Nikos se dirigió como un autómata hasta la cadena de música y pulso varias teclas con precisión meridiana teniendo en cuenta su lamentable estado. Al instante, los primeros compases de “Pothé” comenzaron a sonar a un volumen algo mas alto de lo aconsejable a esas horas de la noche.

  • No sabía que te gustara Kostas Martakis… – había un doble sentido en la forma en que se expresó que Nikos captó al instante.

  • En realidad a quien le gusta es a mi mujer…pero esta noche no quiero estar triste, aunque sea un puto impotente y un cornudo imaginario…

Kostas pensó que si seguía por esa senda de autodestrucción tal vez no tardaría mucho en llegar el día en que lo fuera también en la realidad. Se levantó tambaleante por el súbito efecto del alcohol en su sangre e intentó obligar a su amigo a sentarse, pero éste no le hacía el menor caso, y en cambio, inició un rudimentario intento de “striptease” al son de la música, despojándose sin gracia de la camisa primero y luego de los pantalones, que quedaron caídos por cualquier parte, hasta quedar en gayumbos delante de su soliviantado amigo. Nikos percibió dolorosamente en su embriaguez que el hecho mismo de exhibirse semidesnudo ante Kostas le estaba provocando una erección impresionante. Su amigo se dio cuenta de inmediato, e inevitablemente le llevó a pensar si no se habría inventado toda la historia de su impotencia para causar pena.

  • Para ser impotente yo te veo muy bien dotado, Nikos – dejó caer Kostas en tono agrio.

Ahora Nikos se sintió un pelín avergonzado, como un niño pequeño al que sus padres pillan cometiendo una travesura cuando debería estar haciendo sus deberes.

  • La verdad, Kostas – confesó un tambaleante Nikos pretendiendo moverse al compás de la música - es que el que me pones así eres tú…

Esto era más de lo que Kostas estaba dispuesto a escuchar; no sólo se ponía cachondo pensando en que se follaba a su santa esposa sino que además, aprovechándose de su borrachera compartida, quería que le desvirgara también a él. Antes de que pudiera reaccionar, Nikos se le abalanzó encima, y dado que era un hombre muy fuerte y corpulento, le sintió encima como si le hubiera caído un saco de patatas.

  • Vamos a bailar, Kostas. ¿Nunca has bailado con otro hombre? …Bueno, yo tampoco, no te preocupes, pero contigo…sí me apetece hacerlo…

Nikos intentó entonces aferrarse a la cintura de Kostas, como si quisiera bailar agarrado con él, lo que resultaba a todas luces ridículo, porque el ritmo de la canción era demasiado rápido para ello, y además su amigo, aunque tan bebido como él, aún conservaba la suficiente lucidez como para darse cuenta de que su “hermano del alma” estaba haciendo el más espantoso de los ridículos. A duras penas consiguió quitarse las manos de su pegajoso compañero de encima, acercarse con él a cuestas hasta la cadena de música y apagar el contacto, y, lo más difícil de todo, arrastrar aquella masa de músculos hasta su habitación, donde le dejó caer sin muchos miramientos en la cama de matrimonio. Fue sólo entonces cuando se percató realmente del enorme tamaño del bulto que sobresalía del calzoncillo de su amigo y se sintió tentado por un momento de lanzarse a por él y devorarlo, sin ninguna razón especial, simplemente por el placer inmenso que suponía que debería sentir en una situación tan morbosa. Repasó en silencio la geografía humana de su amigo de toda la vida, y se dio cuenta al momento hasta que punto le deseaba y la enorme red de mentiras en que se había escudado durante gran parte de su vida para no enfrentar un hecho que ahora veía absolutamente nítido: él deseaba poseer carnalmente a Nikos desde hacía muchos años, y ahora que por fin se le ponía a tiro, él se ponía en plan moralista y rechazaba sus avances; claro, que ambos estaban borrachos, y cabía la posibilidad de que al día siguiente Nikos le echase en cara lo ocurrido la noche anterior, e incluso que no quisiera saber nunca más de él, pero ese era un riesgo que estaba dispuesto a correr.

  • Sé que un buen amigo le arroparía en su cama y se marcharía a su casa - pensó Kostas desolado mientras palpaba con delectación insana la silueta del pene de Nikos por encima de sus calzones - pero no puedo perderme este momento, no puedo aunque el mundo se me caiga encima con todos sus habitantes dentro. He esperado demasiados años a que sucediera algo así, y ahora no puedo desaprovecharlo por un detalle sin importancia. Además, la gente cuando está cocida suele ser inusualmente sincera…conozco a Nikos y sé que todas las barbaridades que ha dicho son ciertas.

Con sumo cuidado fue bajando lentamente la ropa interior de su amigo, y una vez en su poder aspiró su aroma a macho lentamente; nunca había estado antes con otra hombre, pero sólo había sido por su leal compromiso con Meli y porque ningún otro chico a sus ojos podía compararse a Nikos en ningún sentido, no porque no le apeteciera intentarlo. Según se iba quedando dormido, la excitación de Nikos fue disminuyendo de intensidad hasta que su polla quedó en estado morcillón. Kostas se tomó su tiempo para desvestirse y tumbarse al lado de su amigo, ambos desnudos. Ni siquiera hacía falta que hicieran el amor, concluyó en un alarde de lirismo, bastaba con estar juntos y disfrutar de su hermoso cuerpo desnudo por primera vez en su vida. Si les gustaba la experiencia tal vez podrían culminar la jugada en otra ocasión más adelante. En ese momento cayó en la cuenta por un instante de que estaba comprometido con una mujer y que iba a ser padre de una preciosa criatura, por lo que su ánimo se enfrió de pronto completamente.

  • No puedo hacerlo, Meli no me lo perdonaría, y tampoco mi hijo se merece esto…

Kostas besó dulcemente en los labios a un Nikos profundamente dormido y se tumbó a su lado, abrazado tiernamente a su cintura y apoyando la cabeza en su hombro. En ese momento se sintió el hombre más feliz del mundo, y no podía ocultarse por más tiempo la verdad íntima de que esto era lo que realmente habría hecho con su vida si no estuviera tan mal visto por la conservadora sociedad griega y por su convencional familia en particular. No tardó mucho tiempo en quedar él también profundamente dormido, en un estado de paz y armonía como hacía muchos años que no había vuelto a sentir.

Serían las cuatro de la mañana cuando unas achispadas Meli y Kara volvieron a casa entre bromas y chistes subidos de tono y comparando sin pudor alguno los formidables miembros viriles de los strippers que habían actuado aquella noche ante aquel grupo de hembras veinteañeras en celo con los de sus propios compañeros sentimentales. Se despidieron entre risitas cómplices en el rellano de la escalera, y Kara fue la primera de las dos en entrar a casa, puesto que Meli no terminaba de encontrar las llaves en el bolso. Aunque había bebido más de lo habitual, tal vez para olvidar sus dilemas internos durante un rato, la extrañó sobremanera que un hombre tan cuadriculado y meticuloso en sus cosas como era Nikos se hubiera dejado la luz del salón encendida. Al ver la ropa de su marido tirada de cualquier manera por encima de los muebles, empezó a sospechar si el muy cabrón no se la estaría pegando con alguna guarrindonga, o, lo que era peor aún, que llevado por el inicio de depresión causado por su reciente pérdida del empleo y su creciente inapetencia sexual hubiera contratado los servicios de una prostituta, dispuesto a comprobar en primera persona si lo suyo era un problema físico o tal vez se trataba de algún bloqueo mental relacionado en cierto modo con ella misma. Pero Kara no estaba preparada para encontrarse con aquella impensable escena que le pareció casi de ciencia ficción. Fría y determinada como era por naturaleza, consiguió ahogar nada más nacer el grito que pugnaba por salir de su garganta. Desorientada y sintiéndose morir por dentro se encerró en el baño principal y puso la cabeza bajo el grifo, incapaz de reaccionar y mucho menos de metabolizar los quince segundos más impactantes de su vida adulta. Absorta como estaba en la foto fija de su marido abrazado tiernamente a su mejor amigo en la cama matrimonial, donde en otros tiempos habían disfrutado de mas que razonables sesiones de sexo conyugal, olvidó que su amiga debía estar en casa bastante asustada por la inesperada ausencia de su marido a tan avanzadas horas de la madrugada.

  • Meli no debe enterarse de esto en su estado. No importa lo que yo decida con respecto a mi matrimonio, ella no debe saber nada de lo ocurrido esta noche. Gracias a Dios que dentro de lo malo ha sido en mi casa y no en la suya, de lo contrario no sé que hubiera ocurrido…

Unos golpes secos en la puerta de entrada la sacaron de sus apresuradas cavilaciones. “Joder, es ella - pensó de inmediato - está preocupada y no ha podido esperarse a mañana. ¿Y ahora que hago yo con este pastel?…Fingiendo una seguridad de la que carecía en aquellos momentos se apresuró a abrir la puerta intentando hacer el menor ruido posible.

Meli estaba hecha un manojo de nervios, y se coló en el recibidor con la agilidad de una gata sin darle tiempo a su vecina a bloquear su acceso.

  • No te lo vas a creer… - Meli estaba visiblemente preocupada y movía las manos haciendo toda clase de aspavientos impropios de ella.

  • ¿Qué pasa ahora, Meli? Por favor, son las cuatro de la mañana y estoy cansada. No creo que sea tan urgente como para que no puedas esperar a contármelo en otro momento…

  • Es importante, Kara…Kostas no ha regresado a casa… y quería saber si Nikos sabe algo de él. Ya sabes que Nikos no sale nunca de picos pardos, y menos aún desde que estamos esperando el niño. No quiero pensar que le haya pasado algo mientras conducía de vuelta a casa…

  • No creo, mujer, ya te hubieran avisado. A lo mejor ha ido a visitar a tus cuñados, se le ha hecho tarde y se ha quedado a dormir allí…

  • No sé que pensar…pero bueno, me habría mandado un mensaje de móvil o algo. Esto es tan impropio de él, estoy aterrada - en efecto, estaba temblando como una colegiala. Kara le tendió su mano, pero cometió un desliz fatal porque ella misma tenía el pulso tan alterado y estaba tan pálida que su amiga no pudo por menos que darse cuenta de que le estaba ocultando información.

  • ¡Tú también estás temblando! ¡Y mírate la cara! - Meli encendió la luz del techo del recibidor dispuesta a confirmar sus sospechas - ¡Dios mío, parece que hayas visto un fantasma! ¡Pareces un cadáver andante! ¿Qué está pasando aquí, Kara?

  • Nada, nada, creo que me ha dado una bajada de tensión. Tal vez yo también esté embarazada después de todo - la forzada sonrisa de Kara traslucía a las claras que estaba mintiendo o por lo menos desinformando hábilmente a Melinda.

Las sospechas de Melinda de que ocurría algo en esa casa aumentaron cuando se fijó en que la cazadora de Kostas seguía colgada en el perchero del pasillo. Temiéndose que estuviera gravemente enfermo o algo peor salió disparada como una centella hacia el comedor para quedar en estado de shock al ver lo que parecía ropa de hombre, aunque más bien de Nikos que de su marido, desperdigada por todas partes. Kara salió tras ella gritando que se detuviera y que su marido tampoco estaba en casa aquella noche, pero la extraña insistencia de su amiga y su propio instinto femenino la llevaron de cabeza hacia la débilmente iluminada habitación de matrimonio. Y allí donde Kara había conseguido vencer su natural impulso a gritar y enfurecerse, Meli quedó en un estado de shock tan absoluto que sufrió una lipotimia de inmediato. Kara esperó a que se reanimara y la obligó a bajar al parquecillo de enfrente de su urbanización para airearse y hablar a solas; Kara eligió un banco lo más alejado posible de la calle y se sentaron abrazadas en una forzada postura, completamente exhaustas. Allí Melinda pasó primero por una crisis de llanto, después por una fase de negación de lo que había visto, y finalmente por un ataque de histeria en toda regla que la dejó literalmente afónica. Fue poco después de perder la voz a consecuencia de sus gritos desgarradores que empezó a sentir agudos dolores en el vientre, como cuando le bajaba la regla de mala manera, y veinte minutos mas tarde, retorcida de dolor, llegó al servicio de urgencias del hospital más próximo en un vehículo conducido por su amiga y vecina.

Las consecuencias inmediatas de aquella noche de frustrado placer homoerótico fueron demoledoras para ellos. Melinda perdió el niño que esperaban y se negó a dejar entrar a un desesperado Kostas en la habitación del hospital; ni siquiera llegó a acceder a la planta en que se encontraba ingresada, porque apenas le vieron salir del ascensor fue expulsado a patadas por el padre y los hermanos de su novia ante la mirada atónita y escandalizada del personal médico del centro. Kara se sintió íntimamente estafada y herida en su amor propio de una forma en que no lo habría sido quizá si le hubiera sorprendido con otra mujer. No aceptó sus disculpas de que estaba borracho y no recordaba nada de lo ocurrido, mas bien pensó que aquella relación a tres bandas debía venir de muy lejos, y se sintió estúpida e infantil por no haber detectado a tiempo los ahora evidentes síntomas de bisexualidad de su marido:

  • Claro, por eso siempre estaban juntos, si hasta en la luna de miel se pasó mas tiempo hablando con su amigo por el móvil que disfrutando de nuestra mutua compañía. Ahora lo entiendo todo, por eso estos últimos meses ya no quería hacer el amor conmigo, estaba completamente enviciado con el buenorro de Kostas y ya no se le levanta con una mujer. En definitiva, todos los hombres guapos son medio maricones.

Nikos no entendía nada de lo que estaba pasando, y menos aún la razón por la que al día siguiente Kara hizo las maletas sin dirigirle la palabra mientras él hundía sus penas en el sofá tapándose la cabeza con las manos como un avestruz. Dos semanas después recibió una copia de la demanda de divorcio que había presentado su mujer alegando diferencias irreconciliables y crueldad mental. Como si fuera el hijo que ya nunca tendrían juntos, se llevó con ella a traición a Justin, y se negó de forma diáfana y rotunda a compartir la custodia con él, alegando que durante los cuatro años de vida del animal, debido a los compromisos profesionales de su aún esposo, se había ocupado del mantenimiento y bienestar del can durante el 75% del tiempo que vivieron juntos. Peor aún lo tuvo Kostas. No es ya tan solo que Meli se negara a hablar con él y mucho menos a verle en persona, pese a los mensajes desesperados que le dejaba en el contestador del móvil negando que hubiera tenido sexo con su mejor amigo (lo cual era cierto), sino que además tuvo que sufrir en primera persona dos intentos de agresión por parte de los correosos familiares de su exnovia, y, poco después, en vista de que siendo experto en artes marciales iba a resultar difícil lincharle hasta dejarle medio muerto en cualquier esquina, procedieron a aprovechar su momentánea ausencia del piso de casado para secuestrar a su adorado perro y destrozar por completo a golpes todo el mobiliario. Como fin de fiesta, decidieron dejar sendas pintadas, en un tono rosáceo de lo mas llamativo, justo en las puertas de entrada de las casas de Nikos y Kostas con la grosera leyenda:

SOMOS VECINOS Y MARICONES, ENGAÑAMOS A NUESTRAS MUJERES PORQUE NOS ENCANTA DARNOS POR EL CULO.

Kostas no podía creer que un simple equívoco pudiera conllevar tantas desgracias acumuladas. Por otra parte, como ambos inmuebles habían sido pagados al 50% por cada una de las partes de la pareja, no pasó mucho tiempo hasta que tuvieron que poner en venta los pisos; por otra parte, casi resultó un alivio abandonar el barrio, porque en la urbanización se habían convertido en la comidilla y el hazmerreír de todos los vecinos, y en objeto de todo tipo de murmuraciones y risas de soslayo al pasar a su lado. La situación era tan insoportable que el habitualmente calmo Kostas tuvo que pedir una baja por depresión en su trabajo, y Nikos optó por gastarse parte de los ahorros de su despido en poner tierra de por medio y hacer el viaje que siempre había deseado a la India, donde esperaba, con suerte, recuperar el equilibrio perdido. Ambos amigos no habían vuelto a verse ni a hablar desde que despertaran aquel sábado por la mañana de su descomunal resaca y se encontraran de pronto en el ojo del huracán sin sospecharlo siquiera. Pretendían tal vez demostrar a sus hasta entonces parejas o tal vez a sí mismos que aquello no había ocurrido, y, si por un casual habían consumado una relación física, se habría tratado de una equivocación achacable a los engañosos efluvios etílicos, de un malentendido sin importancia, de un desliz imperdonable pero nunca repetible, y en ningún caso de una relación amorosa que procediera de muy antiguo, como se empeñaban sus vengativas exparejas en hacer creer a todo el que les preguntara al respecto.

Kostas pasó una temporada realmente mal, pues incluso su propia familia, cuando tuvo conocimiento de los hechos, se puso en su contra y todos en bloque, excepto su madre, se negaron a dirigirle la palabra y le culparon con gruesas palabras de lo que calificaron “el aborto imperdonable de su hijo provocado por su mala cabeza y sus repugnantes vicios”. Completamente solo, no tuvo mas remedio que empezar de cero; en cuanto recibió el alta médica, cuatro meses después, se encontró además con la desagradable sorpresa de que sus superiores le rescindieron el contrato en cuanto tuvieron ocasión legal de hacerlo, lo que terminó de hundirle aún más en la miseria.

  • Si al menos Nikos estuviera a mi lado como siempre - solía pensar en sus horas de mayor desesperación, paseando solo durante horas por el parque nacional del monte Parnés, el pulmón verde situado a las afueras de Atenas - Dios mío, como le echo de menos en estos momentos. Si esas brujas supieran como le amo y lo que hubiera deseado realmente hacer el amor con él, se morirían de envidia las muy cretinas.

Pero los meses pasaban y Nikos no daba señales de vida. Le llamó un par de veces al móvil, en los momentos en que se encontraba más hundido, pero siempre aparecía como apagado o fuera de cobertura. En un momento dado llegó a autoconvencerse de que Nikos le culpaba a él de lo sucedido y que nunca más volvería a verle.

Mientras tanto, según pasaban los meses, un aislado Kostas sin oficio ni beneficio tuvo que hacer frente a muchas facturas sin pagar y a una nueva vida que le sabía tan amarga como la hiel. Aconsejado por su primo Milos, alquiló un pequeño apartamento en la calle Dervenion, situada a los pies de la bucólica colina Strefi, en pleno centro del alternativo barrio de Exarchia, corazón de la contracultura local, y trasladó hasta allí los escasos enseres que había podido salvar de la “razzia” de sus antiguos familiares políticos en su antigua casa. Por lo demás, esa era una época de su vida que ahora pretendía olvidar por completo. Otro cambio importante en su vida, influido sin duda por el ejemplo de su militante primo fue inmiscuirse en la política nacional por primera vez en su vida. No había manifestación de protesta contra el estado de cosas actual en el país y contra su corrupto sistema político-social que no contara con su presencia visible en primera línea de batalla. Y nunca mejor dicho, porque, aunque él personalmente no apoyaba la violencia y se identificaba más con los movimientos de protesta pacíficos de España e Israel, mas de una vez acabó herido como consecuencia de la brutalidad policial inherente a ese tipo de situaciones en el país helénico. Y fue precisamente con motivo de la cuarta huelga general consecutiva de 2011, a finales de junio, cuando fue herido accidentalmente en la frente con una pelota de goma, o algún objeto contundente, que ocurrió lo inesperado. Tras retirarse de la protesta y ser ayudado por su primo y un amigo de éste a llegar hasta un hospital, donde no le apreciaron signos de gravedad, regresó a casa algo aturdido y con la cabeza vendada, por lo que nada más llegar se tumbó en la cama vestido, tras haberse descalzado. Sintió que sonaba el móvil un par de veces, pero no le hizo el menor caso. No fue hasta un par de días más tarde que reparó en que tenía un par de llamadas perdidas de un número que no le sonaba de nada; no estaba en su agenda y tampoco correspondía a nadie a quien él hubiera llamado previamente. No le dio mayor importancia, y decidió hacer caso omiso a su existencia. Un par de horas más tarde, mientras se preparaba una deliciosa moussaka con keftedes rellenos de carne picada sintió de nuevo el fastidioso timbre del teléfono. De nuevo el extraño número; estuvo tentado de no contestar, porque tenía que estar muy pendiente de la cocción de la moussaka, pero le venció la curiosidad y descolgó el teléfono.

  • Sí, diga…

  • ¿Kostas?

  • Sí, soy yo…¿Quién eres?

Una risa estruendosa y abierta sonó al otro lado del teléfono

  • ¿Qué pasa? ¿Ya no reconoces a tu mejor amigo, o qué?

  • ¡Nikos! ¡No puedo creerlo! No te puedes imaginar como te he echado de menos…¿Cómo estás?

  • Bueno, ahora estoy bien, pero me ha costado encontrar el rumbo. Ella - obvió pronunciar su nombre - me ha dejado esquilmado, y menos mal que no hemos tenido hijos…pero estoy contento de iniciar una nueva vida sin obligaciones preestablecidas y sin que nadie me diga lo que tengo que hacer.

Kostas sonrió complacido al escuchar decirle esto. Estaba entusiasmado por el simple hecho de escuchar su voz.

  • Me has quitado las palabras de la boca. Yo también estoy ahora en ese proceso de autodescubrimiento de mi verdadero yo. Creo que el de antes no era enteramente yo, te lo digo como lo pienso. Doy gracias por haberme dado cuenta a tiempo, aunque haya sido a hostias.

  • Veo que compartimos el mismo punto de vista. Oye, ¿estás en Atenas?

  • No me he movido de aquí en todo este tiempo…

  • ¿Y te gustaría que nos viéramos? Hace tanto que no sé nada de ti…

  • Por supuesto que sí, que cosas tienes. Mi casa es tu casa para lo que quieras.

  • ¿Para lo que quiera? ¿Estás seguro de eso? - la voz de Nikos le sonó extrañamente ambigua y con un desconocido toque sensual.

  • Completamente. Nunca he estado mas seguro de nada en toda mi vida.

Nikos había regresado de la India tres días antes de esta última llamada. Una semana después, una vez que se aclimató de nuevo a la realidad griega después de tan larga ausencia, quedaron de nuevo en verse en el apartamento de Kostas. Ambos estaban nerviosos e impacientes ante tan esperado reencuentro.

No hizo falta que disimularan su estado de ánimo y el nerviosismo que les envolvía. Nada más traspasar el umbral del apartamento de Kostas ambos amigos se fundieron en un interminable abrazo. Era como si hiciera mil años que no se veían y ambos sintieron un cosquilleo interno al sentir el roce de sus cálidos brazos que creían haber enterrado en la memoria. Era la misma agitación que siente un adolescente en su primera cita o un acertante del máximo premio en la Lotería. Se miraron profundamente a los ojos y ahí estaba escrito todo lo que sentían el uno por el otro, no hacía falta palabras. Lo que necesitaban ahora era hechos, no palabras huecas. Y sin tiempo que perder, se fundieron en un beso cósmico, que les dejó exhaustos pero con ganas de lanzarse a la piscina de inmediato.

  • Ellas van diciendo por ahí que hacemos esto todo el tiempo - comentó Nikos en susurros besándole el cuello y el lóbulo de la oreja con ternura incontenible - ¿y sabes lo que te digo?… Vamos a darle la razón a esas lobas…

  • Sí, creo que ya es hora de que se cumpla la profecía de esas vengativas “chicas-tapadera”. ¡Sexo gay a todas horas, como ellas aseguran! Ahora van a tener una ración de su propia medicina… - decidió Kostas procediendo a desabrocharle la camisa.

Era tal la urgencia del momento que las ropas quedaron desparramadas por cualquier sitio como si de nuevo hubieran abusado del traicionero “ouzo”, y, una vez desnudos, se entregaron a los mas variados juegos sexuales con una ligereza envidiable. Kostas comprobó de nuevo que el tamaño de la polla de Nikos sobrepasaba lo que él, en su ignorancia, consideraba el tamaño standard, y se sentía desesperado por llevarse a la boca aquel pedazo de carne tan apetitoso como difícil de catar. Esta vez no había nada ni nadie en el mundo, a no ser un improbable terremoto, que le impidiera consumar su mayor deseo desde hacía muchos años. Se llevó el pepino de su amigo a la boca con un hambre atrasada que le hizo atragantarse en mas de una ocasión, aprendió a lamer el capullo con la parsimonia que corresponde, centrándose con mimo en el frenillo y dejando para el final la base de los huevos, a los que dedicó unos minutos de vértigo con un tembloroso Nikos rugiendo de placer. Después cambiaron las tornas, se tumbaron sobre la modesta cama de Kostas, y fue el turno de Nikos de otorgar placer oral al bien dotado nabo de su “hermano del alma”. Joder, cuanto había deseado este momento. Llevaba meses soñando que llegara este día, pero hasta hacía poco no se había sentido preparado para dar el paso definitivo. Repasó con delicadeza el sonrosado capullo y las abultadas venas del mástil de Kostas, y se fundieron después en un inesperado abrazo. Fuera casual o forzado por alguna de las partes, lo cierto es que el fibrado cuerpo de Kostas quedó por encima del mas musculado de Nikos, lo que aprovechó para levantarle los pesados muslos y lamerle con detenimiento el virginal esfínter. Todo esto era nuevo para ambos, y ambos asumían con gusto y sin prejuicios esta bisoñez impropia de sus casi 30 años.

El ano de Nikos tardó un buen rato en dilatar, pero cuando lo hizo ya nada pudo detener a los dedos de Kostas, que hurgaron en su interior intentando allanar el camino y hacer hueco para que su voluminoso miembro encajase a la perfección entre las prietas paredes de su amante. Cuando consideró que podía proceder a penetrar sin causarle daño alguno, se sorprendió al comprobar que su erección seguía tan firme como al principio y no había necesidad de avivarla por ningún método adicional. Hizo ademán de buscar un preservativo, que en cualquier otra circunstancia hubiera sido lo suyo, pero Nikos le detuvo en seco:

  • No hace falta, Kostas. Sé que esto que hago es políticamente incorrecto, pero te conozco desde hace tantos años, te conozco tan bien, que sé que no hace falta. Me juego el cuello a que no has estado con nadie en todo este tiempo. Y, además, te quiero tanto, que quiero dejar claro que esto para mí es más que un polvo cualquiera.

Una sonrisa ilusionada iluminó el hermoso rostro de su amante. No podía creer que la suerte le sonriera de esa manera después de una temporada tan terrible y oscura.

  • Llevas razón, nunca he estado con otro hombre. Tampoco con otras mujeres, aparte de Meli. Tal vez porque siempre he soñado con estar contigo como estamos ahora.

  • No pierdas el tiempo hablando. No veo el momento de sentirte dentro de mí…

Kostas sonrió complacido y se empeñó a fondo en proporcionar a su pareja el placer que se merecía. La penetración fue lenta al principio, hasta que Nikos se adaptó al tamaño de su miembro. Una vez consiguió introducirlo entero se movió lentamente dentro de él, para ir aumentando la velocidad progresivamente.

  • Quiero sentir como chocan tus huevos contra mi culo, Kostas. Concédeme ese favor… - suplicó un sudoroso Nikos mientras se la machacaba con fuerza. Estaba recordando el sonido tan particular que hacían los cojones de su amigo al golpear el culo de su por entonces novia Melinda.

Y Kostas no quiso decepcionar a su viejo - nuevo amor. Le propinó una serie continuada de ensartadas hasta que en efecto sus huevos impactaron contra los pronunciados cachetes del culo de Nikos. Después, enfebrecido hasta la locura, le volteó y le penetró salvajemente de lado, para concluir por ponerle a cuatro patas y culminar la follada corriéndose fuera del culo, algo con lo que Nikos estaba en desacuerdo. Fue sentir un chorro de leche espesa sobre la superficie virgen de su culo, y pedirle a gritos:

  • ¡Termina dentro! ¡Termina de correrte dentro, Kostas!

Kostas se encontraba aún en pleno orgasmo cuando apretó el capullo contra el ano de Nikos y empujó con fuerza hacia adentro. Como resultado, un nuevo chorro de leche salió disparado hacia el interior del recto, y él sintió una oleada de placer devastador como nunca en su largo historial de presunto heterosexual había sentido. Cuando terminaron las contracciones se venció rendido sobre la espalda de su amigo y sólo atinó a decir:

  • Si llego a saber que ser homosexual es esto, me hubiera hecho gay desde el primer día…

Ambos estallaron en carcajadas con la ocurrencia, y después Kostas ayudó a Nikos a correrse chupándole los pezones y lamiéndole los huevos y la base del pene mientras se masturbaba. La corrida de Nikos sobre su abdomen resultó antológica. Ambos se fundieron en un sentido beso, y bastó con mirarse a los ojos para comprender que lo suyo no era un rollo pasajero, sino algo mucho mas profundo e importante, algo que nunca habían sentido con sus parejas femeninas anteriormente, por mucha voluntad que le pusieran al asunto. O se siente o no se siente, no hay término medio.

Dos días después, un emocionado Nikos se trasladó al apartamento de su amigo. Puesto que ambos habían sido prácticamente abandonados a su suerte por sus familias respectivas, no había mucho que perder en juego, pero ellos se sintieron fieles a sí mismos por primera vez en sus vidas. Mientras buscaban trabajo en el convulso mercado de trabajo griego, ambos se ganaban la vida intercambiando conocimientos en un popular mercado de trueque cercano a la Avda. Akadamias. Kostas hacía pequeños trabajos de fontanería a los vecinos del barrio y Nikos impartía unas muy solicitadas clases de inglés para estudiantes de secundaria y de economía a estudiantes universitarios, a cambio de comida, ropa, trabajos de mantenimiento del hogar o unos simples pero efectivos abonos mensuales en el gimnasio de la calle Eresou.

Y a partir de entonces nunca mas echaron de menos su privilegiada situación económica anterior o su socialmente aceptada vida sentimental; las posibles ventajas que pudiera conllevar este tipo de vida convencional quedaban anuladas al venir acompañadas de demasiadas mentiras y concesiones de cara a la galería, y de indigestas piedras de molino imposibles de tragar.

FIN