Catarata

La chiquita de la casa decide hacer de las suyas con los amigos de su hermano cuando éste tiene que salir por un rato. Y decide que los cinco se masturben sobre ella hasta formarle encima una cascada de semen.

Mi nombre es Romina y tengo ahora 19 años. Esto que voy a contarles sucedió hace 2 años atrás, en mi casa, acá en Buenos Aires. Mi hermano se llama Patricio y tenía en ese entonces 19 años. Mis padres se habían ido de viaje a Europa, por lo cual en la casa sólo estábamos él y yo.

Él era estudiante en la universidad, estaba en primer año. Un día vino con sus cinco de sus compañeros, porque tenían que hacer un trabajo para la facultad. Cuando vinieron sus amigos aquella tarde, yo los miraba a distancia con curiosidad. Los escuchaba hablar, ya que mientras yo miraba tele en el comedor, ellos estaban en la cocina. Hablaban de fútbol y de mujeres. Todavía no me había dado a conocer, no me habían visto. Yo mido 1,59 metros, peso 54 kilos, mi piel es de tez blanca, mi pelo lacio negro y mis ojos azules. Para aquella edad ya tenía formado el cuerpo que tengo ahora, el cual me deja conforme. Lo que más me gusta de mi cuerpo son mis pechos. Mis medidas son ahora las mismas que hace 2 años. No cambiaron en nada. Son exactamente 104-62-88. Los chicos más grandes siempre me llamaron la atención, me gustan mucho los hombres, y me gusta seducirlos y calentarlos. Reconozco que soy de la clase de mujer que le gusta calentar a los hombres. Cuando sucedió esto era casi verano, fines de noviembre, y hacía bastante calor. Yo tenía puesto una remera muy corta y ajustada, que dejaba mi ombligo al aire, y marcaba mucho mis grandes pechos. También vestía una pollera bastante corta y apretada. Entonces decidí entrar en escena. Entré a la cocina, abrí la heladera y me serví un vaso de agua. Noté que cuando apenas entré, ellos dejaron de hablar.

  • Hola - dije secamente sin mirarlos, como sin darles importante, y mirándolos tan solo de reojo.

    • Todos contestaron mi saludo y me miraban como idiotas. Rápidamente yo volví al comedor y seguí viendo la tele. Luego escuché comentarios como el siguiente:
      • Che, ¿cuántos años tiene tu hermana? - Tiene 17. ¿Por? - contestó la voz de mi hermano. - Está buenísima. Muy linda, de verdad.
  • Sí, es verdad, está buena - agregó otro de los amigos de mi hermano.

    • Más o menos a la hora después, sonó el teléfono. Mi hermano tenía que irse por un instante hasta la casa de mi abuela, que vive a dos cuadras. Tenía que ir a buscar unos papeles porque mi abuela se iba y después no podría ir a buscarlos. Les dijo a sus amigos que lo esperaran, que en 10 o 15 minutos estaba de vuelta y seguían.
      • No hagan nada con mi hermana, pajeros - les dijo entre risas, en chiste.
    • Sus amigos se rieron y apenas se fue mi hermano, se acercaron al comedor. La verdad que ninguno era feo, eran lindos chicos. Me gustaban, y me encantaba su actitud de pajeros. Se sentaron a mirar la tele conmigo, sin decir nada, y mirándose entre ellos. Yo sabía que estaban haciendo gestos entre ellos. -
  • En el programa que estábamos mirando, había una mujer en bikini, con unos generosos pechos casi al desnudo.

      • Yo tengo mejores pechos que esos - dije para el asombro de los jóvenes. - Estoy de acuerdo con vos, sí que sí - contestó uno de ellos. - ¿Te gusto? - le pregunté. - Obvio. Sos una diosa - replicó él.
    • Acto seguido me acerqué a él y empezamos a besarnos apasionadamente. Los otros cuatro no lo podían creer, estaban asombrados. Me senté sobre sus rodillas, y él me tomó de la cintura. Yo le tocaba el bulto, y sentía cómo se agrandaba rápidamente. Él empezó a besarme por el cuello, mientras me pedía que le hiciera una paja. Así lo hice. Abrí el cierre de su pantalón (era un jean), y le agarré la verga con mi pequeña mano. Empecé a frotarle la pija sin pausa, mientras nos besábamos. Los otros no lo podían creer. Estaban muy calientes también, hasta que uno de ellos se acercó a nosotros y me puso su palo en la boca. Empecé a chupársela y otro también se acercó y puso su pene en mi otra mano, y me amasaba mis grandes tetas con sus dos manos bien abiertas. La situación quedó así: le estaba haciendo la paja a dos de ellos, uno con cada mano. Tenía otra pija en la boca sin parar de chupar, y los otros dos estaban haciéndose una paja mirándonos. De pronto me levanté, y les dije: -
    • Miren, en 10 minutos vuelve mi hermano, o sea que no tenemos nada de tiempo. Me hubiese gustado que tuviéramos más, pero se dio así. Les propongo algo para terminar rápido con esto. - Pónganse los 5 formando un círculo y háganse la paja. Yo voy a estar arrodillada esperando que acaben y me llenen toda de leche - agregué.
    • Sin perder instante, formaron un redondel adelante mío y empezaron a masturbarse. Lo hacían de una manera rápida, violenta, acariciándome la cara y el pelo.
      • Miren que tienen que acabar todos más o menos a la vez. Pónganse de acuerdo - les dije mientras daba ocasionales lengüetazos a sus penes.
    • Cada tanto también les daba una mano. A los pocos segundos, los dos primeros se vinieron. Uno lo hacía por el lado derecho de mi cara, y el otro derramaba su carga sobre el lado izquierdo. Los otros seguían la escena con fascinación. En poco tiempo mi lado derecho de la cara, estaba con una especie de pomada blanca, me había dejado la mejilla derecha llena de leche. El de la izquierda, lo hizo entre mi ojo izquierdo y la nariz. La cantidad era mayor que la del primero, y pronto su descarga empezó a descender por mi mejilla izquierda hasta doblar por mi barbilla. Yo sacaba la lengua intentando atrapar algo de aquel hermoso líquido masculino. Los dos que habían acabado, se hicieron a un costado. En menos de un minuto, otros dos más explotaban en una oleada de semen. Ambos lo hicieron sobre mi boca, la cual no daba abasto a la hora de tragar toda esa marejada de leche. Pude tragarme sólo una parte, el resto rebalsaba por las comisuras de mi boca, ahora tenía el paladar, la lengua, y mis labios llenos de esperma. Me sentía la mujer más afortunada y feliz del mundo. Esos dos también se hicieron a un costado, y sólo quedaba uno por terminar. Los demás se subieron los pantalones y se sentaron en el sofá a mirar.
      • Ahora vas a ver lo que es bueno - me dijo el restante mientras estaba por acabarme en la carita.
    • Justo cuando terminó de decir esas palabras, acabó. Un primer disparo de semen dio sobre mi pómulo izquierdo, cruzando mi cara en forma diagonal. Yo seguía con mi boca abierta al tope, y justo el segundo disparo, entró en mi boca. Sentí como un golpe de tan fuerte que venía. Lentamente saboreé el gusto de su leche, mientras él seguía haciendo un desastre con mi rostro. Sin duda alguna, fue el que más cantidad me entregó.
      • Mirá cómo te dejé, diosa. Estás llena de leche - dijo él.
    • Se subió los pantalones y se sentó con los demás, justo cuando sentimos el ruido de la puerta de entrada cerrarse. Mi hermano había vuelto. Yo no había llegado ni a limpiarme, y velozmente salí corriendo y me encerré en mi habitación. Imagínense si mi hermano me veía así, irreconocible bajo un mar de semen. Ja.
      • Ya volví, loco - dijo mi hermano sin sospechar nada, y con los papeles en mano. - Se portó bien mi hermana - agregó. - No sé, ni la vimos. No apareció
  • contestó uno. - Mejor. Je - dijo mi hermano - Igual no les hubiera dado bola, es muy chica todavía - siguió diciendo Patricio.

    • "¿Demasiado chica?", me pregunté a mí misma en mi habitación, desde donde escuchaba todo tras la puerta.
      • Mirá como quedó "la demasiada chica" - me dije en voz alta a mi misma, mirándome al espejo.
    • No dejé pasar la oportunidad, y me saqué una foto así, cubierta en esperma de cinco calientes hombres, para después excitarme mirando esa foto de mí misma bañada en semen.