Casualidades de la vida

De como una simple compañera de trabajo se hace complice de aventuras fuera del noviazgo-matrimonio

Casualidades de la vida, por proyecto laboral, me mandaban 2 días fuera de la ciudad, teniendo que hacer noche en un hotel, que a pesar de no ser mucho de mi agrado, posteriormente, le encontraría todo el encanto que le faltaba al inicio.

Resulta que me mandaban a un cliente a Bilbao, 2 días de marrones constantes sin tiempo a mucho ocio pensaba yo, reuniones, más reuniones, y luego a pringar con informes y resolver incidencias que llueven de todos los lados. En eso, en medio de una reunión, algo aburrido por mi parte, me acuerdo de ti y hago uso del whatsapp, ya que era lo único con lo que me podía distraer un poco.

Después de unos primeros mensajes cordiales y respectivos cotilleos, te pico un poco diciéndote que estoy más cerca de ti de lo que pudieran pensar, entrando en un jugo de intriga por no saber de qué iba la cosa. Pero al final te ayudo diciéndote dónde estoy y el porqué de mi viaje. Tras algún que otro reproche por tu parte, te acabas alegrando de que me encuentre tan cerca (a la par que tan lejos) aunque te hubiera gustado haberlo sabido antes para organizarte un poco (u organizarnos) para poder coincidir y vernos aunque sea un ratejo.

Pero no hay mal que por bien no venga, y que las tretas mujer-hombre-mujer no tengan solución. Pese a tus iniciales negativas a poder sacar un poco de tiempo en la tarde-noche de hoy ya que tenías tus quehaceres con tu pequeñin y tu marido, accedes a desviarte de tu ruta hacia casa y quedar conmigo para vernos y tomar algo y así poder compartir un momento en esta ciudad tan oscura.

Termino escabulléndome antes de lo previsto de la pesadumbre de reuniones y me decido poner rumbo a la zona donde me habías indicado. Cuando llego allí estas tú, deslumbrante como acostumbras cual mujer cuidadosa en su vestimenta laboral. Esa camiseta que te arropaba dejaba entrever un escote muy apetecible por mi parte, cosa que bien sabias explotar y en esta ocasión no iba ser menos.

Tras un buen rato de conversación, decides poner fin a la “cita” ya que en casa te esperaban ansiosos, pero más ansia tenía yo por descubrirte de esas telas ceñidas que te acompañaban. Como estábamos un poco retirados del hotel, te pido si me podías acercar, pese a que no te pillaba en tu camino, y que yo no me conozco del todo esta ciudad. Llegados al hotel, me confesaste que no sabías el porqué de mi desagrado con el hotel, si estaba bastante chulo y moderno, con lo que rápido te invité a subir a la habitación para que lo comprobases tu misma. La curiosidad te corría por dentro, que decidiste aceptar mi invitación ya que sería subir, comprobar y luego continuar tu marcha ya que te quedaba camino. Pero no iba ser así de fácil. Ya en el ascensor, íbamos un poco justos ya que se llenó de gente, cosa que aproveche para acercarme un poco a ti por detrás y oler profundamente tu perfume y acercar tu cadera hacia a mí. Diste un sobresalto, pero no te moviste, incluso te gustó.

Llegados a la puerta de la habitación, un sudor frio recorría mi cuerpo, síntoma de si avanzar o no en mi treta. Una vez dentro, no había vuelta atrás, estaba decidido a atacar. Después de enseñarte la habitación seguías sin entender mi disgusto con el hotel. El motivo no era el hotel en sí, que la verdad estaba muy chulo, sino disponer de esa habitación, con cama King size y jacuzzi en el baño, estando yo solo sin nadie que me acompañara. Acto seguido me volví a acercar a ti por la espalda, pero ya con otras intenciones. Te separé el pelo de la nuca y beso a beso fui llegando hasta tu oreja, para susurrarte al oído “todo esto, si gustases, lo podríamos disfrutar de buen gusto y pasárnoslo muy bien, disfrutando de un buen placer….” Acto seguido, te giraste y nos fundimos en un apasionado beso con el que empezamos a entrar en calor, bajando yo mis manos hasta tus caderas y apoderándome de tu culito apetecible. Subiendo más tarde poco a poco hasta llegar a acariciar cada uno de tus pechos por encima de la ropa. Entre tanto tú no te quedabas quieta y te hiciste hueco entre nuestros cuerpos hasta llegar a mi entrepierna, la cual ya estaba algo incomoda dentro de la ropa que me acompañaba.

Pero llegó el momento de cordura y frenaste la situación, poniendo fin a lo tórrido del momento por tener que marcharte, ya que se te hacía tarde y camino te quedaba por recorrer hasta llegar a casa sin levantar mucha sospecha. Nos despedimos fugazmente y te marchaste no sin antes comentar que si hubiese sido otra la situación buen uso le habríamos dado a todos los encantos de la habitación.

Tras tu marcha, me quede con un calentón de campeonato y me decidí a darme un baño de placer en mi soledad, poniendo el jacuzzi a punto para un momento de relax. Antes de zambullirme en el agua espumoso con las sales de baño que lo acompañaban, me acordé de esas caricias que nos dedicamos y mi amigo ya estaba mirándome en pie de guerra, con lo que no tuve otra que aliviar esa emoción con una buena masturbación pensando en lo que podríamos haber llegado hacer y no hicimos, pero con el buen recuerdo de tus besos y caricias.

Después de ese dulce baño, me tumbe en la cama bien desnudo ya que me apetecía tener esa libertad de movimientos en la cama.

Tanto fue el placer, que me quedé dormido rápidamente. Fue un sueño profundo el cual no podría molestar ni el peor de los terremotos.

Pensando que estaba en el mejor de los sueños, me encontraba yo a medio tapar con las sabanas cuando unos labios empezaron a recorrer mi torso y mi cuello. Luego fueron bajando poco a poco hasta ir haciendo separar las sabanas de mi cuerpo e ir descubriendo mi cuerpo por completo. Cuando estaban llegando esos besos a mi abdomen abrí mis ojos y pude ver la figura de una mujer en la penumbra que en ese momento la habitación. Pensaba que era un dulce sueño, pero no, la propia realidad se apoderó de mí. En ese momento mi amigo comenzó a recobrar la vida y la mirada de la mujer se tornó hacia la mía. Mirada pícara y juguetona a la vez. Y ahí fue cuando la identifique. Sí eras tú, no sé como pero te las apañaste para entrar en la habitación y ser la compañera de mi cama. En ese momento fue cuando te empecé a recorrer con la mirada y poder observarte plácidamente. El conjunto picardías que llevabas de camiseta transparente y tanga hacía la mejor de las delicias que podía tener, un buen despertar. En eso empezaste a recorrer con tu lengua mi pene, primero por el glande y recorriéndolo entero hasta llegar a los testículos, introduciéndolo uno a uno en tu húmeda boca. Subiste de nuevo y te introducías el pene poco a poco en la boca, combinándola con una mirada cómplice y sensual. Fue una de las mejores mamanas que me realizaron y un gran disfrute para los dos. Rápido te empecé a acariciar el pelo y con mi otra mano comencé a entrar en acción. No me iba a quedar parado ante tremenda situación.

Mi mano se adueñó de tus nalgas, una a una, hasta llegar a tu intimidad, tu fruto estaba muy mojado y precisaba de una buena atención. Tú no parabas de jugar y con un rápido movimiento te despojaste de tu camiseta y quedándote únicamente en tanga, colocaste mi miembro entre tus pechos para deleitarme con una sublime cubana. Tanto placer no lo resistí y una gran cantidad de semen empezó a salir de mi interior cubriéndote el pecho, cosa que no dejaste escapar y pasaste a probarlo con tu lengua. Te lo pasabas con las manos por tus pechos, introduciendo posteriormente algún dedo en tu boca e incluso llegando a compartirlo conmigo con uno de tus dulces besos.

Nos tendimos de nuevo en la cama y abrazados quedamos descansando un momento, momento en el cual me confesaste tus tretas para introducirte en la habitación del placer. Te fuiste de casa pronto, muy pronto alegando cosas del proyecto, pero tu intención eran otras, ¡y que intenciones! Llegaste a la recepción del hotel y te las ingeniaste para que el chico de turno te facilitara una copia de la llave de la habitación para así poderte mover a tus anchas.

Tras tus explicaciones yo ya estaba empezando a coger ánimo de juerga, y fui yo el que empecé a moverme. Mis labios se apoderaron del lóbulo de tu oreja y diciéndote lo mala que habías sido, empecé a comerte el cuello, bajando poco a poco hasta llegar a tu pecho. Primero uno y luego otro, mmm que delicia, tus pezones estaban poniéndose duros como piedras, lo cual aproveché para succionarlos delicadamente. Esos botoncitos no se podían dejar escapar y jugaba hábilmente con mi lengua. Tu cuerpo se retorcía de placer, pidiéndome en instantes que parase. Mi intención no era esa, ni mucho menos, sino todo lo contrario. Seguí bajando por tu vientre poco a poco hasta llegar a tu pubis, bien rasuradito, y con un dulce olor a mujer. Empezabas a mojarte, cosa que aproveche ansioso. Mi lengua inició un recorrido por toda tu rajita, un manjar que no se podía dejar de atender. Introduje mi lengua en tu vagina y detecté un calor y sabor de ricura. Nos excitamos de sobremanera, cosa que me hizo apoderarme de tu clítoris con mis labios hasta casi hacerlo separar de ti, pero no, movimientos rápidos y precisos y con la ayuda de mis dedos provocaron en ti una explosión de placer que nunca había visto, empapaste toda mi boca con tus fluidos los cuales no dejé escapar.

Pasé a compartir contigo tu sabor y el beso nos llevó a lo siguiente. Me pediste con ansia que te penetrase, que te llenase el interior de ti con mi miembro totalmente erecto, cosa que obedecí y rápido me dispuse a realizar. Quería jugar un poco más y hacia movimientos alrededor de tu entrada con mi pene, haciéndote enloquecer un poco y torturando a la vez. Torturas que rápido se olvidaron cuando me fui adentrando dentro de ti poco a poco hasta tenerla totalmente introducida. Nos quedamos unos instantes quietos y mirándonos, hasta que comencé un suave y lento movimiento, dentro fuera, mmm, hasta que me giraste y te pusiste encima de mí apoderándote de la situación. Era el momento en que empezaste a cabalgarme y moverte de arriba abajo, tus pechos se movían al compás de tus movimientos, mis manos se hicieron con ellos y no paraba de masajearlos. Cada vez tus movimientos se aceleraron más hasta que un nuevo orgasmo salió de ti. Frenaste un poco tus movimientos, momento que aproveche para ser yo el que inicié el ritmo. Te tumbé boca abajo en la cama, pasando a penetrarte desde atrás con facilidad. Primero con tus piernas juntas, pasando a abrirlas poco a poco para facilitarme los movimientos. De repente, fuiste subiendo un poquito el culito cosa que aproveche para colocarnos en modo perrito. Me mirabas con cara de placer y diciéndome que no dejara de moverme y penetrarte.

Te hice caso, y continué con movimientos rápidos, mezclándolos con caricias por tu espada y pechos. No sin olvidarme de tu culito. Masajeaba las nalgas a la par que continuábamos con nuestros movimientos. En uno de esos movimientos, empecé a jugar con mi dedo pulgar en la entrada de tu culito, primero diste un respingo, pero después favorecías los movimientos. Me aproveche de los fluidos vaginales para mojar mi dedo y poder así lubricar tu entrada. Todos estos efectos iban dando tus frutos y te propicie una doble penetración la cual te resultó placentera, ya que pasaste a apoyar la cabeza en la almohada para ahogar tus gemidos. Después de unos instantes de juegos, coloque la cabeza del pene en la entrada de tu culito para así cambiar de juego. Costó un poco al inicio pero logramos introducirlo por completo. Al principio un poco de molestia pero el placer se volvió rápido a apoderar de los dos. Yo llenado tu culo con mi pene a la par que tú te tocabas y masturbabas tu jugosa vagina.

Aceleramos los dos hasta llegar al máximo placer. Saque mi pene de tu interior y termine de eyacular en tu espalada y culo ya que caímos los dos sobre la cama.

Exhaustos de placer, tras recobrar un poco el aliento, vimos el reloj, ¡las 8:30 de la mañana! Íbamos un poco mal de tiempo pero decidimos darnos una ducha relajante antes de salir los dos a nuestros respectivos lugares de trabajo. Nos duchamos junto y rápido nos animamos los dos, dando lugar a nuevas caricias y juegos, pero paramos nuestros impulsos sino de allí no saldríamos en todo el días.

Nos vestimos y arreglamos y salimos juntos de la habitación. Nos despedimos en el hall del hotel ya que yo tendría que apañar el check out y tú tenías camino de coche hasta llegar a tu oficina.

Lo disfrutamos como enanos y el recuerdo de esos días de viaje de trabajo me estuvo rondando varios días por la cabeza. Lo comentamos posteriormente varias veces, no importándonos volverlo a repetir.

(*)Cualquier aporte, sugerencia o cualquier cosa, encantados de recibiros en mi mail discretoplacer80@gmail.com