CASUALIDADES (4a)

Al final el amigo mío y de mi hermano nos lía.

En fin, así las cosas solamente quedaba fijar el día D y la hora H. Y que fuera cuanto antes o no fuera. Y este día y hora fue ayer a las 6 de la tarde. Acordamos llevar puestos calcetos negros para hacerle el gusto a Iván, zapatillas deportivas curradas por petición de Andrés, y puestos a pedir, boxers blancos de algodón para complacerme a mí. Todo ello durante al menos 4 días. Y así hicimos.

Andrés estaba en su despacho desde media hora antes. Iván y yo quedamos en la puerta. Llegó puntual. Nos dimos la mano y me dijo: "¡Qué ganas, tío!" Yo sonreí algo nervioso. Entramos al portal y subimos en el ascensor. Al momento él me buscó el paquete y yo correspondí sobándoselo también. El cabrón estaba empalmado ya y se notaba el bulto en el vaquero, a la izquierda como diestro que era.

Llegamos al despacho, abrí la puerta y entramos a la zona común y de ahí al pasillo. A la izquierda el despacho de Andrés estaba cerrado. Yo me dirigí al mío, abrí la puerta y entré. Iván abrió la puerta de Andrés y entró, dejando entornado según acordamos.

Todo estaba en silencio. Nadie dijo nada. Solamente pude oír el sonido de las bocas morreándose con ganas a modo de saludo. Después el sonido de la cazadora de Iván al desprenderse de ella. La hebilla del pantalón. Las rodillas contra la tarima y roce de cuerpos. Después una zapatilla cayendo, otra. La respiración.

Ya me había sacado la polla y mientras me pajeaba no pude aguantar más la curiosidad. Salí de mi despacho y me asomé ligeramente a la rendija de la puerta. Todo según lo planeado. Andrés tumbado en el sofá, los pies en un brazo, una zapa quitada, calcetines negros. Iván también, arrodillado a sus pies, lamiendo el calceto izquierdo al mismo tiempo que olía o se follaba la zapa izquierda. Mientras, Andrés se pajeaba con la zapatilla de Iván en la mano, a veces metiendo su pollón dentro, a veces subiéndola en dirección a la cabeza.

Me volví a mi despacho y seguí pajeándome como un mono, más rápidamente de lo que suelo. Aunque quería que aquello se prolongara (soy de los que se pegan pajotes de horas) sabía que aquí no iba a aguantar tanto.

Unos minutos después entró Iván. Con un pie descalzo, el pantalón abierto, la polla en la mano y una zapatilla y calceto en la otra. Yo ya estaba sentado en mi sofá, pajeándome. En seguida me di cuenta de que la zapa que llevaba en la mano era la de Andrés, y por tanto, también el calceto. Las soltó en el sofá. Se sentó a mi lado y empezamos a meternos las lenguas hasta la campanilla. Cogió la zapa y la llevó a mi nariz. El olor me resultaba muy familiar, nunca mejor dicho, y superexcitante. Mientras con la otra mano me agarraba la polla y empezaba a pajearla.

Fue en ese momento cuando noté cómo la puerta se entreabría levemente (tenemos que engrasar las bisagras... o mejor no). Ese sonido me puso la polla a mil. Iván lo notó y la apretó más fuerte.

Después de esto, Iván se dirigió a mis pies, levantó el izquierdo, me fue desbrochando lentamente el cordón, aflojó las lengüetas, acercando la nariz para no perderse nada de su olor, y finalmente la sacó. Debo decir que son las zapatillas del gimnasio, bastante curradas y apestosas. Pude, pudimos notar cómo el olor de mis zapas inundaba toda la habitación y seguramente salía al pasillo.

En ese momento Iván decidió comparar el olor de las dos zapas, llevándolas alternativamente a la nariz. Yo a mi vez decidí añadir un toque más fresco y juvenil al ambiente del despacho sacando directamente la zapa que llevaba puesta Iván, aprovechando que llevaba los cordones metidos por dentro. Uff, la mezcla era bastante cargante y excitante, olor a sexo y a macho. Después de esto Iván decidió volver de nuevo al despacho de Andrés. Llevándose, eso sí, mi zapa y mi calceto. Yo mientras tanto me puse más cómodo quitándome el pantalón, y pasado un momento decidí salir de nuevo al pasillo, esta vez en calzoncillos.

El olor de las zapas de los tres se había extendido por todo. Con sigilo me acerqué de nuevo a la puerta y pude entrever esta vez cómo Iván estaba de rodillas haciéndole ya sin más preámbulos una mamada a Andrés, tumbado en la misma posición de antes, pero ya desnudo por completo. Esta vez Iván se estaba estimulando oliendo el slip blanco de Andrés. Mientras, Andrés tenía cogida mi zapa llevándosela cada tanto hacia la zona de la cara. En la otra mano tenía la de Iván. Debían estar apestados ahí dentro. Pero lo que más morbo me daba era saber que estaban cachondisimos oliendo mi zapatilla.

Decidí volver a mi despacho y un minuto después Iván estaba también de vuelta. Se había traído los calzoncillos de Andrés con intención de comparar su olor con el mío. Al verlo entrar con ellos me desprendí también de los míos y se los ofrecí, enganchándolos en mi polla. No tardó en acercarse a por ellos, y mientras los olía me ofreció los de mi hermano. Los acepté gustoso. Me los llevé a mi cara en un primer momento para olerlos y después más detenidamente buscar los puntos de concentración de aromas: la zona entre ingles y huevos, manchada de amarillo del roce, la zona delantera izquierda, donde descansaba el capullo con sus gotas de orina y precum, y la zona de culo y perineo, bastante rozada. Para entonces Iván ya tenía la boca llena de polla, de mi polla. En el pasillo se oía algún que otro crujido de articulaciones y el chasquido típico del capullo entrando y saliendo de un prepucio bien lubricado de saliva.

Seguimos así un ratito. La situación era explosiva y le pedí a Iván que parara y me diera polla para comer. Acabó de quitarse el calzoncillo y yo lo cogí junto con el de Andrés para olerlos antes de empezar a comerme la polla de Iván, que pese a ser más pequeña que las nuestras era muy proporcionada y gustosa. Seguimos un poco hasta que Iván se volvió al despacho de mi hermano llevándose esta vez mis calzoncillos, así como la zapatilla de Andrés y dejándome el calceto y los calzoncillos de mi hermano.

Me deleité unos minutos más con su aroma dándole caña a mi polla y decidí salir a explorar de nuevo. Cuando miré al interior del despacho, Iván seguía mamando la polla de Andrés, mientras él tenía mis calzoncillos en la mano, y con la otra mano acariciaba el culo de nuestro amigo, llamando con sus dedos húmedos a la entrada.

Me percaté de que Iván tenía un condón abierto en la otra mano. La visión era muy excitante. Con gran maestría sacó el condón de su funda, se lo puso en la boca y con la boca lo colocó en el pollón de mi hermano.

El niño sabía lo que hacía. Se llevó la mano de Andrés a la boca y escupió en ella. Esto sirvió como lubricante y al poco Iván estaba sentado encima, apuntando con el cipote de mi hermano a su agujero. No tardó en entrarle hasta los huevos, empezando un frenético metesaca que no podía acabar sino en un corridón de antología. Tuve que dejar de tocarme o me hubiera corrido también en cero coma... Cuando acabó empujó a Iván hacia arriba para sacársela porque éste seguía cabalgando insaciable. Se zafó de él, y en ese momento decidí volver a mi despacho.

Un minuto después entró Iván. Al parecer seguía con ganas de más polla, su culo era insaciable, porque empezó de nuevo a comer polla y pronto me enseñó un condón, lo abrió y me lo puso con la misma técnica que acababa de ver. Como estaba lubricado y dilatado por el pollón de Andrés, sin más se me subió encima directo a clavarse mi polla enfundada. En ese momento se oyó abrirse la puerta del otro despacho, mientras Iván y yo empezábamos a cabalgar desbocados hacia el orgasmo. Iván llevaba en todo momento las riendas de la situación y cuando vió que mi corrida era inminente aceleró también el ritmo de batida de su mano y tras vaciar torrentes de lefa caliente en su interior, medio minuto después estaban lloviendo a su vez ríos de su lefa caliente como lava ardiendo sobre mi pecho y mi cara.

Segundos después se oyó el portazo de la puerta exterior. Ufff. Fue alucinante. Aún no me he recuperado. Tardamos unos minutos en recuperar el aliento. Iván me dijo: "Ya se ha ido", yo asentí. "Estaba cachondísimo, pero un poco avergonzado. Se ha vestido corriendo." Yo dije: "Normal, a mí también me pasa." Dice: "No te rayes. Esto no ha pasado, jaja. Ha sido un sueño." Qué cabrón.

Nos vestimos y nos preparamos para salir. Me dí cuenta de que me faltaba el calcetín y los calzoncillos. Decidí ir a su despacho a ver si los había dejado, pero no estaban. Así que tuve que usar los suyos. Sí estaba, eso sí en la papelera el condón de Andrés. Con la excusa de eliminar pruebas lo lié en papel y me lo eché al bolsillo de la cazadora para tirarlo. Pero, hoy, un día después aún no lo he tirado... No sé qué hacer con él. ¿?