CASUALIDADES (3a)
Mi hermano y yo tenemos amigos en común
Así pues, como os decía, acabé mis estudios de Derecho y empecé a trabajar en un bufete-gestoría. Allí estuve un tiempo. Casualidades de la vida, Andrés empezó a trabajar allí también cuando acabó la carrera. Nos iba bien, pero pasado un tiempo decidimos establecernos por nuestra cuenta. Buscamos un piso por la zona de la Corredera que ya había estado adaptado a oficina, antiguo, eso sí pero grande y bien situado. La oficina tiene tres despachos, uno grande central donde están los puestos de los administrativos y recepción (que echan media jornada de mañana) y a un lado un pasillo desde el que se accede a un despacho para cada uno de nosotros, frente por frente, iguales y al baño que está entre los despachos, y en el otro flanco una pequeña cocina resto del piso original y un archivo al otro lado.
Por lo demás, ambos vivimos con nuestras parejas hace tiempo pero ninguno de los cuatro somos celosos, no sé si me explico. Así que, los dos aceptamos de forma tácita que, esporádicamente, en ausencia del otro, por las tardes, siempre sabiendo que el otro estará fuera, usemos nuestro despacho a modo de picadero con chicos que contactamos en redes sociales. Para estar más cómodos tenemos en cada uno de nuestros despachos, junto a la puerta, un sofá y un sillón con una mesita baja. Ambos sabemos que eso funciona así y respetamos nuestro espacio. De igual modo que cuando compartíamos piso, nos las arreglamos para turnarnos más o menos regularmente para quedarnos solos en el despacho. Hasta ahora ha funcionado bastante bien así.
Desde hace ya algún tiempo vengo quedando con un chaval muy guapete de unos 25 años (Iván se llama), bastante morboso y también algo cerdo como yo. Contactamos a través del chat de irc-hispano por un anuncio que el ponía buscando alguien que le diera calcetos usados, que era su fetiche. Al principio quedamos en baños públicos para intercambiar. Poco a poco cogimos confianza y lo llevé a mi despacho en varias ocasiones para echar buenos ratos. Hablando en alguna ocasión en que estábamos cachondos le saqué la confesión de que él se aficionó a los calcetos cogiéndole a su hermano mayor los suyos para pajearse. Que le daba mucho morbo. Yo le confesé que también había hecho lo mismo.
Poco a poco fuimos sincerándonos y nos contamos algunas experiencias que teníamos en común (casualidades de la vida), aunque yo tenía más experiencia por mi edad, él no se quedaba atrás. Al final acabé contándole que mi hermano era mi compañero de bufete, que también era gay y que sospechaba que también compartía algunos gustos con nosotros. Le conté la vez que lo había espiado follándose las zapas cuando éramos jovencitos. A él esto le puso muy burro, una de las veces me pidió que le dejara entrar en el despacho de Andrés para frotar la polla con su asiento y pajearse sentado en él.
En otra ocasión me pidió si podría conseguirle algunos calcetos suyos, que le daría mucho morbo. Por complacerlo, arriesgué mi integridad y en una ocasión en que estuve en su casa le pillé unos (negros de hilo, unos de los que más le gustan) de la cesta de la ropa sucia y se los di a él en una de nuestras citas. Se puso burrísimo. Mientras reservaba uno de los calcetos para que no se contaminara y conservara el aroma original, porque le daba morbo compararlo directamente con el de los míos puestos en mis pies... Mientras hacía esto utilizaba el otro para pajearse o que lo pajeara yo con la polla dentro. Al mismo tiempo yo metí la polla en uno de los suyos para pajearme o que él me pajeara con él puesto, mientras olía el otro en su pie. Así estuvimos un buen rato hasta que acabamos corriéndonos. Fue un polvazo bastante excitante para los dos. Bien es cierto que después de cometer este acto (como otros similares), incestuoso de pensamiento, tuve un gran sentimiento de culpa. Me consuelo siempre diciéndome que el pensamiento es libre y no delinque. Aunque si peque...