Castillos en el aire: perdido en la niebla (1)

Me encontraba sentado al fondo del salón, esperando a que Joaquín llegara (siempre elegimos las mismas clases) y hablando con un grupo de chicas que me preguntaban sobre mis vacaciones, cuando lo vi entrar. Mediría 1.85 m, de piel blanca y cabello castaño claro, casi rubio, de espalda ancha...

CASTILLOS EN EL AIRE

CAPITULO UNO: PERDIDO EN LA NIEBLA

RESUMEN: Esta historia es trágica, está basada en historias personales y otras ficticias. Es una visión entre la discriminación por la identidad sexual y las consecuencias que esta provoca en muchos de nosotros. En este primer capítulo no habrá escenas sexuales, de hecho en toda la serie el sexo no será lo importante. Este es mi primer relato y espero que les agrade.

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-¡Dos unidades de sangre O negativo, rápido!- escuchaba a alguien gritar muy cerca de mí, tan cerca, que lastimaba mis oídos.

Todo estaba oscuro, la cabeza me daba vueltas, y el olor a amoniaco no ayudaba en mucho a tratar de controlar las nauseas que sentía en ese momento. ¿Por qué estoy en movimiento? ¿Dónde estoy? Abrí los ojos, mi vista está borrosa, y lo único que podía distinguir eran las siluetas de varias personas alrededor de mi y las lámparas que avanzaban una tras otra en el techo. “ ¿Qué ha pasado?” pensé, intenté preguntarlo, pero un dolor muy fuerte me inmovilizó la mandíbula. Caí en cuenta que no solo era la mandíbula lo que me dolía, era todo el cuerpo.

Finalmente, nos detenemos. Los extraños se ayudan para moverme a otro lugar, todo el cuerpo me duele, pero me siento tan cansado que no puedo quejarme.

-Necesito las tijeras- pide la voz de una mujer.

¿Tijeras? ¿Para qué necesita unas tijeras? Siento su mano en mi brazo y escucho como corta la tela de las mangas de mi camisa.

¡Hey espera, no seas cabrona, la camisa es nueva!” Solo puedo pensar, pero mi camisa desaparece en cuestión de minutos. Siento en mi piel el aire frío de la sala y como pegan algo en mi pecho y ponen una mascarilla en mi nariz.

Algo en la habitación comienza a sonar. Un beepbeep incesante, pausado pero incesante. ¿Por qué no apagan esa cosa?

Estoy muy cansado, hasta respirar me cuesta, ¿puedo dormir?

-¡Está entrando en shock!

-¡Ritmo cardiaco y presión sanguínea caen!

Las voces se vuelven lejanas, hasta que finalmente dejo de escuchar a esa gente, solo quiero dormir.

TRES MESES ANTES.

Hola, mi nombre es Edgar, tengo 19 años y vivo en la ciudad de Guadalajara, en México. Soy un chico normal, de cuerpo delgado pero fibrado (me encanta hacer deporte, especialmente futbol, baloncesto y natación) mido 1.72 metros de estatura, soy de piel morena y tanto mi cabello como mis ojos son oscuros.

Como dije, soy un chico normal, con una vida normal, una infancia feliz y una adolescencia conflictiva, pero vamos, ¿Quién no ha pasado por muchos conflictos en esa etapa de su vida? Desde siempre me ha gustado hacer amigos, y es que, mi personalidad siempre alegre y mi sonrisa rompen el hielo siempre que conozco a alguien nuevo, o al menos eso es lo que todos me han llegado a decir.

Soy heterosexual, o al menos eso creo, he tenido varias novias, y vamos que perdí la virginidad a los 13 años con una compañera de la secundaria, pero hace dos años vi a la pareja de jotos, que viven frente a mi edificio, besarse frente a su ventana, no estoy seguro, sentí asco pero también, es un poco humillante decirlo, noté una extraña sensación en mi pene, comenzó a pararse y un escalofrío ascendió por mi espalda. Y desde entonces tengo el sueño en que es a mí a quien otro chico besa.  Dejemos esto por el momento.

Tengo tres mejores amigos: Joaquín, Gerardo y Josué. Joaquín mide 1.80 m, no está tan marcado como yo, pero tiene más fuerza, su piel es blanca y sus ojos son color miel. Podría decirse que a él es a quién más confianza le tengo, puedo contarle cualquier cosa y sé que no lo divulgará y me apoyará siempre.

Gerardo es de piel oscura, herencia cubana de su padre, y es de mi estatura. Siempre lleva el cabello muy corto al estilo militar, su sueño siempre fue entrar a la marina, pero a pesar de haber pasado el examen físico, el psicométrico le truncó el sueño. La verdad, cuando se enoja a todos nos atemoriza.

Josué es el raro del grupo, mide apenas 1.66 m y es de piel morena, además está algo gordo, se parece al enano de la película del Señor de los Anillos, pues siempre se deja una barba bastante descuidada.

Los cuatro estudiamos en la misma universidad y cursamos el mismo semestre, Joaquín y yo estudiamos relaciones internaciones, Gerardo estudia Derecho y Josué Filosofía.

Creo que son suficientes presentaciones, aunque falta alguien más, de hecho, fue por él que mi vida dio un giro atroz.

Acababa de iniciar el primer día de clases del tercer semestre, la verdad es que me fastidia un poco el primer día. Todo mundo corre, nadie encuentra su salón, no falta el profesor que no asiste a su primera clase, en fin es todo un caos.

Me encontraba sentado al fondo del salón, esperando a que Joaquín llegara (siempre elegimos las mismas clases) y hablando con un grupo de chicas que me preguntaban sobre mis vacaciones, cuando lo vi entrar. Mediría 1.85 m, de piel blanca y cabello castaño claro, casi rubio, de espalda ancha, pero sus ojos llamaron más mi atención, no podía saber realmente de qué color eran, parecían ser de color azul, pero tenían una tonalidad verde también.

-¿Edgar? Oye te estoy hablando.

Salí de mi trance al escuchar la voz de Pam.

-Perdona, creo que me fui a la luna- respondí con una sonrisa en mis labios al mismo tiempo que me di una palmada en la sien izquierda -¿Me decías?

Pam y yo fuimos novios un par de meses antes de salir de vacaciones, pero nunca hubo química entre nosotros y terminamos la relación, pero seguimos siendo muy buenos amigos.

-Te pregunté si ¿vas a ir a la fiesta de bienvenida?- respondió Pam en tono molesto.

-Obvio- respondí después de un pequeño silbido y un guiño de ojo –sabes que nunca me pierdo una fiesta, ¿quieres que sea tu acompañante?- Me inquieté al ver que aquel chico ocupaba el asiento al lado derecho del mío.

-No, ya quedé con las chicas para llegar todas juntas, además no queremos que haya chismes de nosotros,- se quitó un mechón de su cabello castaño de la cara de una forma muy seductora –no quiero que me espantes pretendientes.

Los mirada de aquel chico se posó en mi durante varios segundos, lo que me hizo sentir incómodo y nervioso, no podía resistir más aquella sensación, tenía que salir de ahí.

-Tengo que ver si ya viene Joaquín, no quiero que vuelva a fumar- me excusé de Pam y sus amigas y salí al pasillo con la excusa de buscar a mi amigo, la verdad es que, no soportaba mas esa mirada.

Salí al pasillo en búsqueda de un poco de aire, ¿qué diablos me estaba pasando? ¿Por qué sentía esa inquietud al ver a ese chico?

Pasaron unos minutos, y mi amigo finalmente apareció por el pasillo con su típico caminar despreocupado, con los audífonos en los oídos y volteando a ver el culo de cada chica hermosa con quien se topaba.

Me saludó a lo lejos y al llegar a donde yo estaba, chocamos las manos y me saludó efusivamente.

-¿Qué onda bro?- dijo al quitarse los audífonos y pude notar un olor a tabaco en su ropa.

-Estuviste fumando, otra vez- respondí –y solo son las nueve de la mañana

-¡Qué educado, primero me regañas y no me saludas!- puso cara de indignación.

-Me dijiste que lo dejarías- le di un golpe en el hombro.

-Corrección- dijo entre risas –dije que lo intentaría- me devolvió el golpe, haciéndome retroceder –por cierto, pegas como niña.

Entramos al salón y se sentó detrás de mí, estábamos por salir, cuando la profesora de la clase de economía entró al aula.

La clase la verdad que era aburrida, y pasó sin contratiempos. Pero no todo es miel sobre hojuelas, pues ocurrió algo que nunca en mi vida pude imaginar que me ocurriría. La maestra pidió que para final del semestre tendríamos que entregar una investigación exhaustiva del desarrollo económico de China, y como el tema era complicado, tendríamos que hacerlo con el compañero que estuviese a nuestra izquierda. Voltee discretamente para verle, y nuestras miradas se cruzaron, aunque su cara era de una seriedad absoluta.

-Qué pena- dijo Joaquín a mi oído –te ha tocado con un extraño y a mí con la chula de Fátima, creo que haremos cualquier cosa menos la investigación- y retrocedió con una risita.

Teníamos que escribir nuestros nombres en una hoja de papel para que los equipos de trabajo fueran inamovibles, así que escribí mi nombre, arranqué la hoja y se la pasé a él, con la sonrisa más fingida, creo yo, que pude haber mostrado jamás. Él me arrebató la hoja y escribió su nombre, entregándomela un momento después. Ahí me di cuenta que su nombre era Reynaldo.

Este día estaba de suerte, la maestra dio por terminada la clase al recoger el último papel, no sin antes advertir que quería el primer reporte de la investigación para la siguiente clase, es decir, el miércoles. Habían pasado solo cuarenta minutos y lo mejor fue, que el maestro de sociología, un viejito de 60 años se había reportado enfermo –adoro cuando un maestro da clases a los grupos donde tengo conocidos- y no asistiría, además, el coordinador de la carrera era también el profesor de la clase de metodología de investigación, y por cuestiones de su puesto administrativo tampoco asistiría a clase. Por lo tanto tendría todo el día libre.

-Y bien, ¿qué haremos el día de hoy?- preguntó Joaquín poniendo su mano sobre mi hombro recargando todo su peso en mi.

-Yo iré a dormir- respondí liberándome de él, haciendo que tambaleara mientras caminábamos fuera del aula –la fiesta del sábado en casa de Lucy me ha dejado muerto, y mi padre insistió en ir a San Juan el domingo, o sea, estoy muerto.

Joaquín solo se burló de mi desgracia.

Nos alejábamos del salón cuando una voz detuvo nuestro paso.

-¡Oye espera!

Voltee a ver quién nos llamaba y me quedé helado al ver que era él, Reynaldo.

-¿Qué necesitas?- preguntó Joaquín un tanto borde.

-Necesito hablar con tu amigo, respecto al trabajo de investigación- respondió Reynaldo –es solo un momento- la respuesta en si fue un tanto pasivo-agresiva, este chico se expresaba demasiado bien para evitar un problema mayor, pero dejaba en claro que podía defenderse.

-Está bien Joaquín, espera un momento- le dije a mi amigo distrayendo su atención de Reynaldo, la verdad es que suele ser un poco brusco con las personas a quienes no conoce –tiene razón, la investigación es para el miércoles y tú deberías hablar de lo mismo con Fátima.

El celular de mi amigo comenzó a timbrar, con el ringtone más desagradable que se pudiese escuchar, el mugido de una vaca. Sonido que significaba que su hermana le llamaba (lo eligió únicamente para molestarla)

-¿Y bien?- pregunté sonriendo amablemente aunque la verdad, estaba demasiado nervioso.

-Yo creo que debemos comenzar hoy a trabajar en la investigación ya que no tendremos clase en todo el día, y si nos apuramos, ambos estaremos libres para antes de las 2 de la tarde- me respondió de forma muy seca.

-Por mi está bien- en realidad no lo estaba, yo solo quería encerrarme en mi cuarto, desnudarme para soportar el calor de agosto, prender el televisor y dormir hasta la hora de la comida. -¿En dónde sugieres que trabajemos?

-Propongo ir a alguna de nuestras casas, el internet de la universidad es demasiado lento y la conexión se interrumpe con frecuencia- contestó.

-Pues yo no vivo cerca de aquí, y con el tráfico tardaremos una hora en llegar.

-Entonces vamos a mi casa, vivo a media hora de aquí caminando, eso nos ahorra tiempo y avanzaremos más rápido- su voz actitud seguía siendo cortante y brusca, aun así, algo en él me llamaba la atención.

Joaquín colgó su celular, estaba enojado, una vena saltaba en su frente.

-Bro, tengo que ir a recoger a la idiota de Fernanda- dijo con tono sumamente molesto –resulta que a la señorita se le ocurrió dejar las llaves del coche pegadas al carro y se lo han robado. Maldita maña que no se le quita.

-Mal pedo- solo atiné a responder.

-Ya sé, ¿qué harás tú en este tiempo?

-Pues iré a casa de Reynaldo para iniciar la investigación de Economía- señalé a Reynaldo mientras resumía mi día a lo más aburrido que puede hacer uno, tarea.

-Está bien, avísame cuando acabes y organizamos algo con los chicos, una reta de FIFA o de Halo en mi casa, o vamos al campo a retar a los morritos de la colonia- sugirió mi amigo.

Nos despedimos como era habitual, un choque de manos perfeccionado a través del tiempo que ha durado nuestra amistad. De Reynaldo sin embargo, solo fue un pequeño cabeceo, sin más palabras.

-Bien vámonos- dije al dar el primer paso.

-¿Por qué vamos al estacionamiento?- preguntó Reynaldo, aunque para mi, fue una pregunta un tanto tonta.

-Pues para pasar por mi coche, llegaremos más rápido a tu casa y así comenzaremos antes.

Entramos a mi tsuru 2002 blanco, el coche que me costó trabajar como mesero 3 meses y como repartidor de pizza otros tres. No era un vehículo del año, pero no estaba tan mal tratado como muchos podrían pensar. Maneje unas cuadras y llegamos a su casa, una construcción de un solo piso, con una gran ventana en lo que imaginé sería la sala. Estaba descolorida, lo que antes fue azul ahora era una mezcla extraña de blanco y restos de azul, un jardín seco y mal cuidado en el estacionamiento.

Pasamos del fresco aire acondicionado de mi coche, a un calor insoportable del interior de su casa, el cual solo era apaciguado por ventiladores dispuestos a lo largo de la sala, uno en el techo y dos de pedestal.

Todo estaba perfectamente ordenado y limpio, al menos la sala-comedor y la cocina lo estaba, pasamos a un pequeño estudio, en realidad, era un dormitorio acondicionado de esa forma, había papeles revueltos sobre un escritorio negro, en el piso, en las repisas donde además había libros, sobre el monitor de la computadora, en realidad, el lugar era un caos.

-Disculpa el desorden, pero no dejo que la sirvienta entre a este lugar.

-Pierde cuidado- respondí –mi cuarto está peor- reí para romper la tensión y el hielo.

-Espero no te moleste si me quito la playera, pero el calor aquí es insoportable- me dijo de la nada al momento en que se quitaba la playera y la dejaba sobre la silla giratoria frente al ordenador –puedes hacer lo mismo, por mi no hay problema.

No tenía un cuerpo en particular especial, sin embargo los pectorales y los brazos si los tenía marcados, el vientre era plano y una línea de vellos, rasurados días atrás, crecía desde el centro de su pecho, cruzaba por su vientre y desaparecía debajo de los vaqueros y la goma de la ropa interior.

-Así estoy bien, no te preocupes- respondí, aunque la verdad, me sentía abochornado y mi corazón latía con fuerza –mejor dime ¿por dónde empezamos?, ya que no he traído mi laptop.

-Tú trabajarás en el ordenador y yo en mi portátil- dijo mientras salía de la habitación y al poco tiempo volvió con su computadora en la mano.

Trabajamos durante un tiempo compartiendo información y haciendo individualmente un archivo en el procesador de texto, al que él podía acceder al tener la red compartida. Pero cuando encontré un pdf que contenía demasiada información le hable para que leyera el archivo. Se acercó a mí desde atrás, se recargó en el respaldo de la silla y pegó su pecho a mi espalda, mientras su cabeza quedó justo al lado de la mía. Podía sentir el calor que emanaba de él, aun cuando yo tenía la camisa puesta, el aroma a mora azul de su aliento después de comer goma de mascar, y su respiración sobre mi cuello.

-¿Puedes copiar los primeros dos párrafos?- me preguntó volteando a verme, alejándose lo suficiente para que yo pudiese girar la cabeza y verle a la cara, pero aun estaba demasiado cerca.

-No- mi voz me jugó una mala pasada entrecortándose por mi nerviosismo, por lo que tuve que aclararla –no, es un archivo protegido- respondí viendo sus ojos.

-Malo, malo, pásame el link y lo transcribo yo- ordenó, su aliento llegaba directamente a mi nariz, y mi bochorno junto al nerviosismo crecían, al grado que un pequeño e imperceptible temblor se apoderaba de mi mano y en mis pantalones mi verga comenzó a crecer, pausadamente.

Me dio una palmada en el hombro y regresó a su ordenador portátil. Me sentí aliviado de poder resistir esa necesidad de besarle.

-Disculpa, ¿tendrás algo de beber?- tenía sed, pero necesitaba algo para aclarar mi garganta.

-Claro, lo siento, soy un mal anfitrión, no te he ofrecido nada- respondió levantándose –tengo agua y cerveza.

¿Alcohol en una situación así? Me pregunté, podría relajarme, pero terminaría dejándome llevar.

-La cerveza está bien- respondí con una sonrisa de oreja a oreja –sirve que se calma un poco la sensación de calor.


Espero les guste cómo va la historia, apenas es la introducción, más adelante ocurrirán cosas que nadie espera que sucedan y que, sin embargo, terminan siendo parte de lo mismo. Estoy abierto a críticas (constructivas sería lo mejor) y a sus comentarios.

Y finalmente, este primer capítulo está dedicado a Rofacale y Hector Richvoldsen porque gracias a sus relatos me he animado a publicar este.