Castigos por llegar tarde

Las consecuencias de llegar tarde.

María entró a la oficina de su padrastro sabiendo lo que le esperaba. Había llegado tarde tres días seguidos. Su madre, que era bastante permisiva en con su hija de 19 años, estaba trabajando, así que Jaime su padrastro, se hacía responsable de la disciplina.

-¡¿Qué?!- preguntó María de mala manera.

Jaime gruñó, deseando no tener que lidiar con su hijastra. La observó fríamente. No se parecía para nada a su sencilla madre, así que asumía que el cabello negro y sus ojos azules venían de su padre. Su mirada pasó por su entallada blusa blanca y sus jeans de cadera baja. No era tonto, y sabía porqué había llegado tarde: María le gustaba a los chicos, y los chicos le gustaban a María. Cuando se casó con su madre dos años atrás, María lo había observado como un juguete nuevo. Pero recordaba su tipo de cuando era jóven; María era lo que llamaban una "calientapollas".

-¡¿Qué?!- repitió ella.

-¿Dónde estabas? Llegas tarde... de nuevo.- Jaime se reclinó en la silla detrás de su escritorio y le indicó con la mano que se sentara frente a él.

María tomó el asiento que le ofrecía. Odiaba sus sermones.

  • Entiendo como funciona el tiempo, Jaime .- Jaime hizo una mueca cuando ella arrastró su nombre. Lo hacía cuando quería molestarlo. -Sé que llegué tarde. Lo siento. ¿Ya me puedo ir?- Diciendo eso se levantó y caminó hacía la puerta. Sus jeans se bajaron aún más, mostrándole a Jaime su tanga rosa.

  • Siéntate, María,- Jaime se levantó de la silla tratando de esconder la semi-erección que siempre le provocaba María. Se preguntó si el chico de esa noche había sido honrado con la visión de esa tanga. Se aclaró la garganta. -Tu madre se va a enojar, ¿porqué no puedes simplemente llegar a tiempo?-

María se volteó y se miró a su padrastro. Casi suspira observando sus atractivos rasgos; los chicos con los que salía nunca podrían comparársele. Su única defensa ante su abrumador enamoramiento era su conducta irrepetuosa. María usaba sus coqueteos y "mala actitud" como un escudo para engañar a su madre. Su mamá siempre se quejaba de la mala relación entre Jaime y María, y ella así lo prefería. Era más seguro.

Pero esta noche María estaba excepcionalmente frustrada por su atracción hacía Jaime. Esa noche había salido con un chico mayor esperando que fuera mejor, pero la dejó con la misma sensación de vacío que los otros chicos. María sabía que Jaime no se sentía cómodo cerca de ella por sus coqueteos, así que decidió provocarlo.

María se volteó moviendo lentamente sus caderas. Jaime se reclinó en la silla notando su cambio de actitud. No tenía ganas de lidiar con los juegos de su hijastra. Esta noche no sentía que pudiera reaccionar correctamente.

-¿Porqué no puedo llegar a tiempo, papi ?- Sonrió cuando vio la mala cara de su padrastro cuando lo llamó "papi". -Te diré porqué; es porqué me toma taaanto tiempo lograr que Diego se corra. Hago lo más que puedo para que se corra más rápido. Tal vez estoy haciendo algo mal... uso mis manos, y luego mi boca... Lo haré mejor la próxima vez, lo prometo-. María miró a su padrastro con inocencia. Se inclinó dejando que su blusa se bajara un poco, asegurándose de que Jaime pudiera ver su escote.

-No seas vulgar, María. No estoy de humor-. Jaime no pude evitar observar la vista que María le ofrecía, y se dio cuenta de que no usaba sostén. Jaime podía ver parte de los suaves pechos de María, y dejó de preocuparse de su semi-erección; ahora estaba completamente duro. Pasaron los segundos y no podía quitar la vista de los senos de su hijastra; podía distinguir el contorno de sus duros pezones a través de su delgada blusa.

-¿Ves algo que te gusta, papi?- María podría ver el deseo en los ojos de su padrastro. Él nunca se permitía verla así, y ella lo estaba disfrutando. Su conchita se contraía por el deseo. Estaba desesperada por subir a su habitación y aliviar su pasión con sus dedos, recordando la mirada de Jaime. Se alejó del escritorio y le dio la espalda a Jaime, caminando hacia la puerta. -Esa misma cara puso Diego cuando metió su mano bajo mis jeans- le dijo tentadoramente. -Buenas noches, Jaime-.

Cuando extendía la mano hacia la perilla, se sintió empujada hacía la puerta. Podía sentir el cuerpo de Jaime contra el suyo, su verga contra su espalda baja. La voz de su padrastro era más profunda cuando le dijo al oído: -No me digas Jaime, dime papi. Estoy harto de jueguitos, María. Sólo dime papi.-

La respiración de María empezó a acelerarse mientras Jaime se presionaba contra ella. ¿Qué estaba haciendo? -¿Qué crees que haces, papi ? ¡Suéltame!-. Agitó su trasero en un intento para eljarlo, per sin querer lo frotó contra la verga dura de Jaime. Él empujó hacia ella, gimiendo mientras frotaba su verga contra las nalgas de María. Ella comenzaba a preocuparse; sus juegos nunca llegaban tan lejos, ni siquiera con Diego. Lo provocaba, pero nunca lo dejaba tocarla. Pero con cada movimiento de Jaime, María se resistía menos. Le gustaba la sensación de esa verga en su culito.

Cuando Jaime sintió que María se relajaba un poco, movió su mano libre por su abdomen bajo la blusa, poniendo su mano suavemente sobre su pecho. Lo apretó suavemente. -¿Terminaste de provocarme, María?- Jaime esperó una respuesta que nunca llegó. Al mismo tiempo, empujó fuertemente su verga con el culo de María, mientras su mano apretaba firmemente su teta. Después retorció su pezón entre sus dedos y preguntó de nuevo -María, ¿seguirás provocando a tu papi?-

María no podía creer como reaccionaba su cuerpo al tacto de padrastro, podía sentir su tanga húmeda de excitación. ¿Qué quería que le dijera? Volteó ligeramente para ver la cara de Jaime. Sus rasgos, normalmente tranquilos, estaban tensos mientras la observaba. Su mano seguía trabajando su pezón mientras movía lentamente las caderas, ahora frotando suavemente su verga dura contra su firme traser cubierto por los jeans.

-Ya no te... Ya no te voy a provocar más... Lo siento...- Su voz se quebraba mientras lamía sus labios, mirando a su padrastro sobre su hombro. Él le soltó las muñecas y ella pensó, decepcionada, que la iba a dejar ir. No quería que se alejara, pero podía ver que Jaime recuperaba el sentido, y se alejaba lentamente de ella. María recargó la cabeza en la puerta, tratando de calmar su respiración mientras lidiaba con su decepción. Se regañó a si misma: no debía sentir eso por el esposo de su madre de cualquier manera.

Jaime observó el cuerpo de María contra la puerta, soltó sus muñecas y dio un paso atrás, separando su verga de su trasero. Podía sentir el deseo y mirar a María no ayudaba a disminuirlo. Entonces decidió que no le importaba. Su verga comenzaba a dolerle y ella era una provocadora; quería cogerse a su hijastra más de lo que nunca había deseado cogerse a nadie más. La vio enderezarse y decidió rapidamente que todavía no terminaba con ella.

-¡¿A dónde vas?!- le gritó y le complació ver que ella dejaba de moverse. Puso las dos manos en su cintura, y las subió para tomar sus tetas. Su pequeña blusa blanca le estrbaba y se la quitó rápidamente. Siguió acariciando sus firmes tetas. -Ya no vas a llegar tarde de nuevo... ¿Sabes por qué?- le susurró al oído, besando su cuello y mordiendo su oreja.

-¿Porqué?- preguntó María, sintiendo sus rodillas flaquear mientras su padrastro la manoseaba.

Sonriendo, Jaime bajó su mano derecha hacia el abdomen de María, apretándola firmenemente contra su cuerpo. -Porque yo te daré más de lo que Diego te está dando.- Y con eso, Jaime introdujo su mano en los jeans de María. Ella gimió sorprendida mientras los dedos de Jaime se metían bajo su tanga. En cuando llegaron a su destino, Jaime soltó un gemido de placer: su pequeña hijastra estaba empapada. -Dime que te gustan más los dedos de tu papi que los de tu novio... Te encantan.- Para enfatizar sus palabras, metió dos dedos hasta el tope en el coñito mojado de María. Estaba tan estrecha... Escuchó su suave gemido mientras movía sus dedos dentro de lla y frotaba su verga contra su culo. -Dilo- le recordó rudamente.

María cerró sus ojos, abrumada por la sensación y movió sus caderas intentando que los dedos de Jaime llegaran más adentro. -¡Si! Me gustan, me encantan tus dedos, papi. Por favor, no los saques, no pares...- María sintió un tercer dedo entrar en ella. Detrás de sus gemidos y los de Jaime, podía escuchar el sonido distintivo de los dedos de su padrastro moviéndose dentro de su coño.

Jaime quitó su mano del duro pezón de María para desabrocharse los pantalones. Estaba a punto de correrse y no quería hacerlo como un adolescente en su pantalones. En cuando el aire frío tocó su verga, apretó los dientes. Estaba tan cerca... Siguió penetrando cos su dedos a su hijastra mientras se desabrochaba el pantalón y se lo bajaba. Quería marcarla con su semen, excitado ante el pensamiento de correrse en su dulce culo mientras restregaba su verga entre sus nalgas.

María agitó sus caderas haciendo que sus jeans se bajaran más. Su espalda estaba arqueada para darle mejor acceso a su trasero a su padrastro, y sabía que también iba a correrese pronto. Sintió vergüenza por un momento ante el pensamient de ser tocada así por su padrastro, pero en seguida la vergüenza fue sustituída por una lujuria total cuando Jaime puso su otra mano entres sus piernas para acariciar su clítoris, mientras metía tres dedos empapados en su coño.

Gimiendo fuertemente, Jaime frotaba su verga entre las nalgas de María mientras ambas manos trabajaban para hacer que se corriera. La sintió tensarse, así que metió más los dedos, haciéndo que se corriera, -Córrete para papi, María. Córrete sobre mis dedos, ¡AHORA!-

Gimiendo, casi gritando, María cerró los ojos y sintió los músculos de su abdomen contraerse. Arqueando su espalda, recargó su cabeza en el hombro de Jaime, gritando de placer. Jaime mordió su hombro mientras dejaba que su verga explotara sobre el firme trasero de ella. Gimiendo, empujó sus caderas restregando su verga contra sus suaves nalgas.

María sintió su corrida contra su espalda baja, mientras el último espasmo agitaba su cuerpo. El único sonido en la oficina, era la respiración agitada de padrastro e hijastra. La leche de Jaime escurría por la espalda de María. Se alejó de su hijastra, su respiración agitada. La observó mientras se agachaba a recoger su blusay se limpiaba. Mientras ella recuperaba el ritmo de su respiración, él se acercó y pasó la blusa sucia por su espalda y trasero, limpiando su corrida. Cuando terminó, caminó hacia su escritorio subiéndose el cierre. Se sentó tranquilamente, acomodándose el cabello, en tanto la veía acomodarse el pantalón de espaldas a él.

-Ya te puedes ir a tu habitación- le dijo. -Sé que no volverás a llegar tarde-.

María puso su mano sobre la perilla de la puerta, tapándose los senos desnudos con su blusa sucia. Mientras salía al pasillo, escuchó la vozde Jaime.

-Ten en cuenta que de ahora en adelante, yo me haré cargo de la disciplina. La siguiente vez que rompas una regla, ya sabes lo que sucederá... Y la próxima vez, no seré tan suave. ¿Entendido?-

Un estremecimiento de miedo mezclado con excitación recorrió el cuerpo de María desde su estómago hasta su clítoris.

-Si, papi- dijo antes de echarse a correr a darse una ducha.