CASTIGO POR BAJAR LAS CALIFICACIONES (ix)

Conociendo al gigante...

Novena Parte

A eso de las 6h00 llegó Diego con el desayuno, huevos revueltos, jamón, queso de cabra, pan de avena, mantequilla, mermelada de naranja, jugo de moras, café, y leche…

A ver… Dormilones, servicio al cuarto, dijo Diego.

Buenos días Dieguito, dijo Assim estirándose y aun bostezando. Oye… príncipe, que llegó Diego con el banquete… Me dijo.

Hummm… Un rato más, no quiero ir al cole… Respondí.

Jajaja así habrá sido la noche, que no se han siquiera lavado la cara… Dijo Diego jocosamente.

Diego es un hombre muy joven en apariencia, es uno de los menores, en ese entonces, contaría unos 20 años. Pero parecía de menos, fácilmente, pequeño de estatura, muy menudo de contextura, casi que una apariencia infantil. Assím se dio cuenta de que me le quedé mirando y me dijo:

Que no te engañe ese tamañito, ni la poca carne que le cubre los huesos, porque a ese que ves, con apariencia de niñato, toda la carne se le ha ido a la entrepierna jajajaja…

Digo se puso rojo como una manzana, y con las manos en la zona mencionada por Assim, le dijo:

¿Vas a dejar de burlarte de mí? Además… ¿De cuándo acá el burro tiene moral para hablar de las orejas del conejo? Nosotros como que fuimos a la misma proveeduría y nos equiparon igual, si mal no recuerdo.

Con la notoria diferencia que yo mido 1,85 mts y tú 1,55 peque… Jajaja…

Vale, los dejo para que coman, que se enfría, y… Por cierto… Don Aitor dijo que tú realizarías una selección para quedarse este fin de semana, ¿es cierto?

Si… ¿Por qué? ¿Quieres quedarte? ¿No tienes nada que hacer en el pueblo?

Pues… Me gusta la idea, y… No, no tengo nada que hacer allá. Prefiero estar aquí con ustedes.

Bueno, ya veremos.

Genial, me voy entonces…

Al irse Diego, empezamos a desayunar. Y Assim me preguntó:

¿A ti te gusta, o te resulta cómodo que follemos entre todos como lo hicimos en el río amor?

Yo no sabía qué responder, hasta se me atoró un bocado y casi me ahogo…

Assim se reía, y cuando vio que la cosa era en serio, me dio unos golpes en la espalda… Menudo pedazo se te debe haber atorado en la garganta, ¿eh? Dijo riéndose.

Eres un hijo de puta, le respondí, cuando tuve por fin aire como para reclamarle.

Él seguía casi privado de la risa. Joder, dijo, me estoy meando… Ya vuelvo amor… Salió como alma que lleva el diablo a orinar. Completamente desnudo. Mientras, yo aproveché para terminar de desayunar. Dejando espacio para el postre.

Cuando Assim regresó le dije:

En realidad me gusta más estar contigo, que con “todos”. Esto no quiere decir que no me dé morbo la situación, es cierto, me da mucho morbo, pero…

Pero no te gusta eso de que te vean follar y ser follado, ¿correcto? Dijo Assim.

En realidad no tanto, pero no te voy a negar que podría adaptarme. Una cosa es que lo hagamos tú, Nono, y yo, o que de pronto Papá se incluya en el plan, y otra, que se pierda toda esa…

¿Magia? Preguntó Assim.

Sí, yo pensaba decir más bien algo como intimidad.

Assim se rio y dijo: Ghali, no pienses que me estoy burlando, sólo que ese término aquí es tan relativo que está ya en desuso.

Sí, me he dado cuenta.

En eso Nono llamó a Assim. Debo ir a ver qué quiere tu Jid qalbi, que me llame a gritos no es normal. Responde una cosa, antes de irme… ¿Quíen es hubbak para ti aquí?

Jajaja… Pues lo eres tú hayati.

Assim sonreía mientras se vestía apurado, para ir a ver lo que quería Nono. Antes de salir, me dio un beso y agarrando mi verga y mis bolas me dijo:

Quiero todo esto dentro de mí esta noche.

Y lo vas a tener, le respondí.

Assim salió a ver lo que quería Nono, en seguida salí de la cama, para darme un baño, ya era tarde y había que hacer cosas. Yo no estaba de vacaciones.

Cuando termino de asearme, voy al cuarto a vestirme y en eso estaba cuando llegó Ignacio, Nacho para los amigos.

Nacho ya estaba en sus casi cincuenta, bastante alto, sobre 1,90 de estatura, visiblemente más alto que Assim, piel morena clara, ojos grises, rasgos muy finos pero muy masculinos, sobre todo su mandíbula cuadrada, con una hendidura en el mentón y los pómulos sobresalientes, haciendo juego con los párpados achinados. Su cabello completamente liso, siempre alborotado, espalda muy ancha, abdomen bastante plano y marcado, brazos muy gruesos a juego con sus piernas nalgas y pecho. Todos los muchachos le decían “Papá Oso”, por lo grande de su físico y lo denso de los pelos que lo cubrían. La única parte del cuerpo que no era un matorral era su cara, la barba siempre muy bien dejada al ras, pero siempre con vellos.

Nacho solía jugar a que levantaba a los demás con una mano, se colocaba de rodillas en el suelo, se sentaban sobre sus manos abiertas con las palmas hacia arriba y empezaba a elevarse, ese juego era una de las cosas que más me causaba admiración en él, un hombre enorme, fuerte, y que tuviera la suficiente disposición para jugar como si fuera un niño.

Yo estaba casi terminando de vestirme cuando él me dice:

Hola pequeño, necesito que me acompañes al pueblo, hay que buscar un medicamento, iré encendiendo el camión, te espero.

Salió del cuarto y apuré a terminar de vestirme, sin preguntar nada, me subí en el puesto del copiloto y lo acompañé, después de cinco minutos conduciendo Nacho rompe el silencio sin apartar la vista del camino:

Yo le dije que no se pusiera a hacer esas cosas, yo se lo dije, ¿en qué idioma voy a tener que hablarle?

¿A quién te refieres Nacho?

Al estúpido de Esteban, loco inmaduro, que piensa que uno le dice las cosas porque sí, y entonces, le pasa lo que le pasa.

¿A Esteban? Pero… ¿Qué le pasó?

¿Tú no escuchaste? Sonó un estruendo, le cayeron unas vigas de madera encima, está muy herido, va a tener que guardar cama, y eso significa que ahora vamos a tener que repartirnos las labores, tú estás demasiado enclenque para hacerte cargo de sus tareas, pero ya nos las apañaremos. Tengo que ponerte a tono para que después el patrón no la tome contra nosotros, o contra ti.

Nacho iba hablando, y yo le prestaba la atención que podía, porque estaba embelesado viendo a ese monumento de hombre y el tremendo paquete que marcaba en su entrepierna.

¿Me estás escuchando? Preguntó.

Sí, que tienes que ponerme a tono, pero… ¿Por qué Nono la iba a emprender contra nosotros?

Porque él es así, cuando uno se lesiona, se desquita con los demás. ¿Me estabas viendo el paquete?

Ehhhh… yo… este… Fue lo único que respondí, y me puse colorado de la vergüenza de haber sido descubierto, pero después recordé que mi mirada era muy obvia.

Jajajaja… ¿Vas a apenarte? Pues, tranquilo, que si quieres, puedes agarrar y disfrutar, sin ningún problema. Todavía queda camino por recorrer.

Diciendo esto, soltó el volante del camión, y me dijo, mantenlo en la vía, yo me acerqué y fui maniobrando, él iba soltando el cinturón, desabrochando el pantalón, y en un parpadeo, estaba desnudo hasta las rodillas. Pude ver una verga enorme, de verdad, que le colgaba completamente flácida sobre unas bolas descomunales, la piel de su verga era bastante más oscura que el resto de su cuerpo, casi de un color negro brillante con bastante exceso de prepucio, colgaban unos dos o tres dedos, sus bolas, llenas de pelos también eran de ese negro intenso. Yo me quedé perplejo, anonadado ante semejante animalón, y lo tenía a mi disposición.

Yo creía que la de Assim era imponente, y la de El Greñas también era grande, pero esta ganaba por mucho.

Acércate, es grande, pero no te va a llegar a la ventana para que la mames… Jajaja… Dijo Nacho.

Me acerqué y me acomodé como pude para empezar a comerme ese semejante trozo de carne.

Aprovecha que está dormida, y trata de meterla toda a la boca, vas a sentir como se te llena completamente. Uffffffff… Así mismo… Diossss… ¿Ves que se siente rico y cómo va creciendo?

Humjum, respondí con la boca muy llena. Ahora, pela bien ese plátano, y come la cabeza, ¿ves cómo se babea por ti? Le gusta lo que le haces… Besa esa cabezota, anda. Siiiiii… Asíiii. Que ricooooo quiero cogerte, pero ahorita no es el momento, sigue mamando peque, sigue, que vas bien, aprieta mis bolas, duro, como si las quisieras romper. COÑOOOOOOOOOOOOOOO… Que rico… Prepara la boca para tragar… Ahí te va… Aaaaaaaaaaahhhh… Uuuuuuuuufff… Diossssssss… Eres un excelente mamón, aunque no bajaste más de la cabeza, pero está rico… Me encantó… A ver… Tienes aquí un chorreado… Y limpiando  mi mentón, se llevó el dedo a la boca y se lo chupó.

Siguió manejando unos minutos más, con los pantalones por las rodillas, cuando me dice:

Voy a mear. Se detiene a un lado de la carretera, y me pregunta si no tengo ganas, porque aún falta camino. Pero que baje por su lado.

Bajé y me paré junto a él, parados uno junto al otro parecía yo su bastón. Retrajo completamente su prepucio y comenzó a orinar, yo hice lo mismo, después de que habíamos aliviado las vejigas, me dijo:

Creo que me quedó algo todavía, ¿te animas a probar? Anda, rapidito… Y me hizo un guiño con picardía, me puse de rodillas frente a él, y chupé la cabeza morada de esa verga tan deliciosa, eso… lame bien, que no queden residuos mi peque… Cuando terminé le dije:

¿Seguimos?

Pero tú no te has corrido, y aún estás empalmado. A ver… Y me cargó para ponerme en el asiento del conductor, ahí me dio una mamada espectacular, descapuyó mi verga por completo y comenzó a lamer la cabeza… Hummm… Que rico, saladito… Y lubricas bastante peque… Así siguió mamando, me comía las bolas, me levantó las piernas, acostándome sobre el asiento, y lamía mi culito, metiendo su lengua bien adentro, dejándolo bien lleno de saliva, al tiempo que iba metiendo dos dedos. Diosssss… Que rico deslizan mis dedos en tu culo peque… Y volvía a la carga a mamar mi verga, con la mano libre, iba estrujando mis tetillas y pellizcando mis pezones, de ponto, siento un corrientazo desde los pies hasta la cabeza, señal inequívoca de que me iba a correr. Tomé su cabeza con mis manos y lo dejé bien pegado a la pata de mi verga, para descargar todo en su boca caliente, Nacho tragaba con gusto, con glotonería, después de que acabé, me lamió la verga para dejarla bien limpia, y volvió a lamer mi culo… Quiero cogerte, necesito darte verga, quiero ver cuánto de estos 26 te caben. Pero no es el momento, decía Nacho mientras se terminaba de acomodar la ropa. Hazte hacia el otro lado, que ya llevamos bastante demora peque.

Reanudamos la marcha, y llegamos al pueblo, en lo que nos detuvimos me dijo:

Voy y vuelvo, no demoro.

Pasaba el rato y no volvía, decidí abrir la ventanilla del camión para que entrara brisa, junto al camión pasó un hombre alto, como de la estatura de Nacho, y me dijo:

¿Es el camión de Don Aitor Etxabarren?

¿Quién pregunta?

Soy Marino, yo trabajaba con él, Tú debes ser el hijo de Maren, eres igual a tu papá cuando tenía tu edad. Yo le llevo unos 15 años a Maren. No acababa de decir eso cuando Nacho sale de la farmacia, lo ve y se acerca rápidamente al camión, sin saludarlo, se sube, y enciende el motor.

¡Hala! Ya ni saludas Nacho, está bien… Te va bien lamiendo las suelas del patrón, ¿no?

Aquí no se te ha perdido nada Marino, retírate, y no te acerques, recuerda que no te fuiste en buena lid que se diga.

Y si no, ¿qué? Dijo Marino bordeando el camión por el frente y dando golpes a la tapa del motor. ¿Y si no me aparto qué? ¿Me vas a matar? ¿Vas a aplastarme la cabeza como lo hiciste con los demás? ¿O te has ablandado tanto que ahora andas con armas de fuego? ¿Quién te enseñó a defenderte? ¡Soquete! Eras muy acuerpado, sí, enorme, pero no sabías usar los puños… ¡Yo, yo te enseñé! ¿Y ahora vienes a darte aires de chulo? No te equivoques Ignacio Utirria, no te equivoques conmigo.

Nacho permanecía dentro del camión, oyendo lo que decía Marino, respiraba lento y pausado. Como si la cosa no fuera con él, sólo lo seguía con la mirada. Marino volvió a mi ventanilla y me dijo: Míralo, no se mueve porque sabe que es cierto, no puede hacerme nada, es un elefante blanco, no sirve de nada, pobre mequetrefe. No es capaz ni de bajarse a darme unos puñetazos porque sabe que tengo la razón. Ahora sí chaval, perdona lo malo, pero tenía que decirle eso al joputa que tienes al lado. Me largo…

Una vez que se alejó lo suficiente, Nacho puso a andar el motor, condujo en silencio unos 30 minutos. Luego se detuvo, se bajó, y pegó un grito. Luego de unos minutos más, subió y dijo:

Peque, hay momentos en la vida de un hombre, donde “hacer nada”,  es la tarea más difícil imaginable. En verdad, perdón por el mal momento. Y me abrazó fuerte, muy fuerte a decir verdad.

Ehhh… Ajam… Naaaachooo… Aaaaireee… era lo que yo le decía.

Él me soltó poco a poco y se rio. Vamos, me dijo, que ya Esteban debe estar muriendo del dolor.

Regresamos a la finca a ayudar a los demás. En el camino no cruzamos palabras, al llegar le pregunté a Nacho:

¿Le vas a decir a Nono lo del hombre ese? ¿Marino es que se llama?

Sí, pero a su momento. Tú no hables al respecto, ¿vale? Porque no quiero problemas.

Está bien, le respondí.

Nos apeamos del camión, y fuimos a donde estaban los muchachos y Nono, ¿por qué demoraron tanto? Preguntó Nono. Esteban está desesperado del dolor, y no hay nada que darle, trae acá.

¿Tiene fractura? Pregunté.

Afortunadamente, no, dijo Jacobo, lo que tiene es la necedad que lo domina, es demasiado terco. Va a parecer una gata ladrona en una semana, con moretones por todos lados. Pero hay peligro de que se recupere pronto.

Todos reímos, incluso Esteban, que soltaba quejidos del dolor cuando se reía.

Esteban era un hombre joven, unos 20 años, cuando mucho, muy blanco, tanto que se ponía rojo fácilmente haciendo algún esfuerzo, riéndose, o al exponerse al sol, sin un solo pelo en todo el cuerpo, salvo el cabello, negro, ondulado, que le caía sobre los hombros, unas cejas super pobladas, mentón alargado, casi que dando a la cara una forma ovoide, Todos le decían El Panda, porque salvo el cabello, brazos y piernas, no tenía vellos en ninguna otra parte del cuerpo, y los que tenía eran bastante negros y densos además de ser el “gordito” del grupo, su estatura no era muy elevada, aproximadamente 1,70 mtrs. Sus ojos azul cobalto si eran resaltantes, un azul muy intenso, hermosos, con unas pestañas pobladas y rizadas, una hermosura de hombre, hasta tierno se veía.

Al caer la noche, se quedaron algunos de guardia, haciendo turnos para cuidar a Esteban, y otros se fueron a descansar. Cenamos, y nos fuimos a las habitaciones, cuando de pronto Nacho me llama:

Peque… Con los pulgares metidos en los bolsillos de sus vaqueros, y los dedos índice apuntando hacia la entrepierna que se veía más abultada de lo normal, me hizo señas con la cabeza de que me acercara y fui donde estaba. Habla con Assim, para pasar la noche los tres peque, me dijo.

Vale, yo le digo y te aviso.

Voy a estar cerca, no más abre la cortina del cuarto, para saber que es positiva la respuesta.

Está bien.

Fui a la habitación, Assim no había llegado aún, estaba hablando con Nono en su despacho fui donde estaban y dije:

Con permiso Nono, ¿puedo robarte a Assim un momento? Prometo que seré breve.

Está bien, dijo Nono, pero donde yo los vea.

Bien, dije yo.

Dime, habibi, ¿qué le sucede a qalbi hermoso?

Hob, quiero proponerte algo, o más bien, comunicarte una propuesta…

Hummm… ¿Quién y cuándo?

Nacho, hoy.

Está bien, veo que has bajado un poco las barreras, pero eso no va a ser fácil. Por lo menos para ti mi pequeño majnun, sigo en lo que estoy, aproximadamente en una hora estaremos juntos los tres, por cierto, ya sabía que te agradaría que estuviera Nacho, pero… ¿quieres que Diego también esté?

Claro, ¿por qué no?

Excelente habibi, ahora sí, ve y dile a Nacho que en una hora aproximadamente, cuando todos se retiren a dormir. Me dio un beso en los labios y me fui al tiempo que él entraba nuevamente en el despacho de Nono y cerraba la puerta.

Al salir de la casa, y sentarme en el escalón de entrada, llegó Nacho.

Dime, ¿hablaste con Assim? Preguntó.

Sí, me dijo que estaba de acuerdo, que aproximadamente en una hora, creo que están decidiendo quienes son los que se van a quedar para el fin de semana, según él, Diego y tú están ya seleccionados.

Ufffff… Excelente, entonces iré a asearme concienzudamente, para más tarde llegar a la habitación.

Se agachó, me tomó las mejillas, me dio un beso en la frente y me dijo:

Vas a ver lo mucho que vamos a gozar los tres.

Nacho se fue a asear, yo fui a hacer lo mismo, pero en el baño de la casa, no en el que usaban los peones, aunque ese me llamaba la atención, pero ya caída la noche no.