CASTIGO POR BAJAR LAS CALIFICACIONES (i)
Yo... El típico hijo rebelde, que no quiere ajustarse a los patrones, recibo unas cuántas lecciones sobre cómo asumir responsabilidades.
Hace ya varios años, salí muy mal en el colegio, estaba en el último año, y debido a que no prestaba ni un segundo de atención en clases, salí extremadamente mal. Tanto, que iba a tener que repetir y eso haría un daño enorme a mi ingreso a la universidad, cosa que yo aún no deseaba del todo.
Papá se molestó muchísimo, le echó la culpa a mi mamá, por consentir y alcahuetear todos mis caprichos y sinvergüenzuras, me dio un regaño, que sin pegarme, me hizo llorar.
Ese día fue infernal, Papá y Mamá no paraban de discutir, incluso, durante la cena, Papá lanzó el plato de la mesa al suelo para evitar darle un golpe a Mamá y golpeó la mesa con los puños haciendo que se estremeciera todo lo que estaba encima.
¿Qué mierdas ves? ¿Ya terminaste de comer? ¡Vete a tu cuarto! Me gritó.
Me fui a mi cuarto en silencio, aterrado, por mi culpa Papá estaba molesto, pero… ¿por qué se descargaba con Mamá?
Mañana me lo llevo donde mi padre, dijo Papá a todo pulmón. A mí se me aceleró el corazón de miedo. Me iba a dejar ahí para abandonarme, porque había salido mal, no me atrevía a salir, sólo lloraba.
¿Te volviste loco Maren Etxabarren? ¿Vas a enviar a tu hijo donde ese viejo loco, que no recibe a nadie más que sus obreros, para qué?
¿Qué alternativa ves Anne? ¿Lo mando a la escuela militar? ¿LO MATO? El estar allá lo va a enseñar a ser hombre, cero televisión, cero videojuegos, cero amigos que lo hacen perder tiempo, sabes que lo amo, pero que haya salido tan mal, pero tan mal, que si estuviera corriendo una maratón, llegaría detrás de la ambulancia, no se lo podemos dejar pasar.
Pero es tu hijo, ¿cómo crees que se va a sentir cuando vea que tú, su papá, a quien ama y admira, lo lleva allá y lo abandona a su suerte? ¿Crees que la relación entre ustedes va a ser la misma? ¿Crees que va a ser el mismo una vez que regrese?
Pero… ¿Pero qué locuras hablas Anne? ¿De dónde sacaste esas cosas? Siempre es bueno que los muchachos pasen tiempo con los abuelos, además, así podemos estar nosotros solos durante esos meses. Dijo Papá bajando la voz como para convencerla.
¡Haz lo que te dé la gana! De todos modos, ya decidiste que vas a llevártelo, vas a quitármelo, pero ten algo muy en claro Maren, si le pasa algo a Iñaki, soy capaz de matarte, ¿he sido clara? ¿He sido clara? Volvió a preguntar Mamá alzando la voz.
Sí, sí, sí, ya no jodas más. No es el fin del mundo, pero es por su bien. Y el hecho de estar en el campo, y respirar un poco de aire limpio, capaz que lo hace hasta crecer, está enano para su edad, y eso es porque siempre lo tienes encerrado en casa, no juega al fútbol, no sale a correr, ni siquiera lo dejas que tome clases de natación.
Está bien, llévalo donde tu papá, pero no esperes que yo esté para cuando lo vayas a llevar, eso de despedirme de él me rompería el corazón, no soy buena para las despedidas, si lo vas a hacer, salgan de aquí a media mañana, que ya yo estaré donde Marieta, mañana va a cortarme el cabello.
Eso fue lo último que escuché antes de quedar profundamente dormido.
Recuerdo que al otro día del incidente las notas, Papá me despertó tirándome un bolso sobre la cama y me dijo que me vistiera, que iba a solucionar ese problema de una vez.
A mí se me pasó por la cabeza cualquier idea: Internado, escuela militar, me iba a regalar, todo lo que me pasaba por la cabeza era trágico, era terrible... Yo me vestí, y salí del cuarto, él me dijo que llevara el bolso.
Yo le dije: ¿Y mi mamá?
Tu mamá no está, así que te vienes conmigo.
Yo nunca lo vi tan molesto. Me daba miedo.
¿Sabe que vas a llevarme a un sitio solitario para matarme? Le pregunté.
¿Te volviste loco? ¿De dónde diablos sacas tanta mierda? ¿Matarte? ¡Yo soy tu papá! Definitivamente, tienes que irte donde tu aitona. No vas a pasar un día más aquí encerrado viendo culebrones…
¿Matarte? ¿Es en serio? Que locura… Decía poniéndose las manos sobre las sienes y caminando de un lado al otro de la habitación, como león enjaulado.
Sí, dijo respirando profundo, y buscando bajar la voz, tal vez porque sabía que yo estaba asustado, o porque él mismo se asustó de la actitud que estaba tomando; ella sabe que te vas a ir donde mi papá, y sabe que vas a estar bien, por esas locuras que te inventas es que reprobaste, loco… Vamos, que el trecho es largo y no quiero llegar de madrugada.
Salimos del apartamento, bajamos, fuimos al estacionamiento, nos montamos en el carro y salimos. Paramos en una panadería a desayunar. Croissants rellenos, jugo, y café.
Comimos, compró algo para el camino, unos panes grandes semi dulces, él siempre ha sabido lo que me encantan, una gaseosa de cola de las grandes, unas latas de esa bebida energizante de las de color azul, un encendedor, y seguimos.
Él no me decía ni media palabra, por lo menos que yo entendiera. Sólo emitía murmullos.
Cuando ya íbamos algo avanzados, me dijo:
Vas a estar donde tu abuelo, durante todas las vacaciones, vas a ver lo que es ganarse las cosas con trabajo y sacrificio, nada de televisión, nada de Atari, nada de nada... Te vas a levantar cuando él te diga, y vas a hacer lo que él te ordene, sin protestar, todo lo que él te diga, a ver si aprendes a hacer las cosas sin que se te mande, vas a mantener tu cuarto limpio y ordenado siempre, no esperes a que él te tenga que mandar a hacer las cosas, porque no te va a gustar la consecuencia, y lo peor, es que va a decirte que eso es culpa tuya, porque por culpa tuya, estarás allá, sin amigos, y sin las comodidades que tienes en casa, por no haber puesto atención en clases cuando era el momento oportuno, y por haber mentido en casa, a nosotros, a tus padres, que te amamos, esto es por tu bien, así no te parezca cierto.
Eso no ayudaba en lo más mínimo a que tuviera otra visión de lo que iba a suceder, el miedo me dominaba.
Luego me miró y me dijo:
Espero que no me odies por eso.
Yo seguía en silencio. Me estaba llevando a la finca de Nono, ese sitio que para mí era horrible, lleno de zancudos, animales, lejos de mi mamá, lejos de mis amigos, lejos de todo.
Nono es un hombre de poco conversar, pasa la mayor parte del tiempo solo, con sus vacas y sus gallinas, sembrando y cosechando, y cuando se desocupa, si piensas que vas a tener unos minutos de plática con él, olvídate, porque va a leer un periódico, o un libro, mientras se fuma un tabaco con una taza de café y listo, se va a la cama.
Al día siguiente, a las 3h00, empieza su día, por lo que él se acuesta a más tarde las 19h00, no tiene fines de semana, ni vacaciones, todos los días la misma aburrida y detestable rutina.
Desde que murió la Nona, él se refugió en la finca, no salía en absoluto, mis tíos: Eder, Markel y Papá iban de vez en cuando a ver cómo estaba, pero a lo más, duraban unos tres días, porque salían peleados de esa casa, el viejo era un mar de amargura, por lo que me había enterado. Mis tías: Naiara y Alaia, desde hace mucho que ni se acercaban.
En otros aspectos, es un hombre muy trabajador, de hecho, llegó muy pequeño al país, con sus tres hermanos y sus dos hermanas, no conocí a las tías de mi Papá porque ellas eran las mayores, y habían muerto cuando yo nací. Nono había pasado a ser el hermano del medio, por lo tanto, después de la muerte de Ainhoa y Dorleta, quedaban Asier, Aitor (Nono) e Iñigo.
No supe en qué momento, me quedé dormido, capaz el silencio, y los rezongos que escuchaba mascullar a Papá habían logrado ese efecto.
Papá me despertó después, ya estaba casi de noche, estábamos poniendo gasolina. Bájate, hay que estirar las piernas y ver si nos prestan un baño, imagino que tienes ganas de orinar.
Ya estaba más resignado, no tenía cómo devolverme a casa, salvo por los medios de Papá, y eso no iba a pasar. Él estaba resteado a llevarme donde Nono. Iba a tener que hacer de tripas corazón y procurar ser el nieto consentido, el niño perfecto, el que no se hace rogar para hacer las cosas…
Me bajé, esperé por él, estaba en medio de la nada, no tenía idea de dónde estaba, y tenía miedo de que me dejara ahí botado.
Pidió el baño prestado y el bombero le dijo que debía pedir la llave en la oficina, pero que él no iría al baño público, sino al de adentro, ese estaba más limpio.
Papá me tomó de la mano y me llevó a la tienda, pidió el baño, y le dijeron que sí era el de afuera, no había problema, pero si quería usar el de adentro, tenía que comprar algo.
Él compró un brazo de cigarrillos, dos gaseosas de cola, galletas surtidas, y un paquete de biscochos tostados.
Le dieron la llave y le dijeron dónde era.
Entramos los dos, y él me dijo:
¿Tienes ganas de orinar u orino yo primero?
¡Tú!, fue lo que le respondí.
Él se puso a orinar, delante de mí, y no era nada particular, eso pasaba con cierta frecuencia en casa, sobre todo cuando tienes un solo baño, en ocasiones, yo estaba sentado en la poceta y él entraba orinándose y lo hacía en el lavamanos.
Papá no es un hombre alto, escasamente mide 1,70 mtrs. Yo heredé eso de él, aunque sí muy cuidadoso con su alimentación, con eso de ejercitarse a diario, iba todos los días al gimnasio, y yo le insistía en que me llevara con él, pero nunca accedía, decía que después de completar el desarrollo, porque después me pasaba como a él, empezó a hacer pesas desde muy joven y se pasmó, según su versión de los hechos. Aunque él solía ponerse a hacer flexiones, planchas, abdominales, sentadillas, incluso, me decía que me trepara a su espalda, para hacerlas con peso. Debo admitir que esto lo disfrutaba mucho. Sobre todo cuando hacía las flexiones y planchas, en esos momentos yo me acostaba encima de él, tratando de mantener el balance, para que él pudiera ejercitarse.
Rasgos que me encantan de él… Sus brazos, sus pectorales bastante voluminosos, y su mandíbula cuadrada, siempre cubierta con una barba bien cuidada, su nariz, perfectamente perfilada, pero de un tamaño que la hace imponente, no es exageradamente velludo, de hecho, los vellos le cubren los pectorales, bastante negros y densos, haciéndolos parecer una alfombra muy tupida, los cuales rematan en unas tetillas rosa intenso, donde no crece ni un solo pelo, dejando el abdomen sólo con una línea fina de vellos negros, que se pierden bajo su ombligo, y forman un matorral de pelos en su pubis, los brazos son de muy poco vello, pero los antebrazos compensan, igual que el pantalón de pelos, de la cintura hacia abajo, se extiende un sinfín de vellos que cubren sus nalgas, y llegan hasta los dedos de los pies, porque hasta el empeine se cubre de vellos.
Más de una vez lo vi desnudo, completamente, incluso, ese tema era normal en casa, solíamos comer desnudos, salir del baño desnudos luego de ducharnos, compartir la ducha, sobre todo cuando la casa estaba “libre de estrógeno”, porque con Mamá en casa, lo más desnudos que andábamos era con ropa interior.
Recuerdo claro que cuando tenía menos edad, y hablaba de esto con mis compañeros de escuela, provocaba reacciones varias, unos se escandalizaban, otros se emocionaban, pero a ninguno le era indiferente mi relación con Papá. De hecho, muchos hacían alusión a Papá refiriéndose a él como Pan, el dios sátiro de la fertilidad y de la sexualidad masculina. Apodo que se ganó cuando lo vieron más de una vez en bañador, cuando iban a las fiestas de piscina en casa, o cuando Papá iba a algún club donde la hubiere.
También, gracias a la política de puertas abiertas, alguna vez en que me levantaba a la cocina a beber algo de agua durante la madrugada, llegué a ver a mis padres en plena acción, cosa que le comentaba a Papá al día siguiente, y él sin tapujos me explicaba mientras se reía, pero siempre me decía que esas eran cosas de adultos, que las hacen los hombres con las mujeres, que a veces entre hombres, a veces entre mujeres, pero que todo era parte de la sexualidad humana y nada de eso era motivo de escándalo, según él, “los que se escandalizan y buscan criticar y censurar las preferencias sexuales de los demás, son los que no las practican, esos viven en frustración”.
Hubo incluso una ocasión en que Mamá tuvo que irse de viaje a otra ciudad por cuestiones de trabajo, era necesario que fuera a realizar una auditoría en la sede de esa ciudad de la empresa, en la cual demoró unos días más de lo estimado, casi dos semanas.
Al cuarto día, Papá casi que caminaba por las paredes, desesperado, ávido de sexo, y esa noche me levanté a beber agua y escuché unos gemidos en el cuarto de mis padres, y a Papá diciendo: Así… Rómpele el culo, uuuffff…
Papá se estaba jalando la verga, acostado encima de la cama, completamente desnudo, con las piernas abiertas mientras veía una porno con la luz apagada, yo me acomodé donde no me viera directamente, y veía cómo su mano derecha estaba cerca de su culo, y con movimiento de vaivén, mientras que con la izquierda se masturbaba, en eso Papá voltea hacia la puerta, y creo que hizo contacto visual conmigo, porque me miraba, se mordía los labios, gemía, y se retorcía, el cabrón estaba excitado sabiendo que su hijo lo espiaba entre las sombras.
Lo vi levantar en un momento sus glúteos, dejando la espalda recta, sin despegar la cabeza de la almohada, y que botaba un mar de líquido blanco que le pringaba la barba y él recibía en la boca los disparos que iban cayéndole, saboreaba, tragaba, y volvía a recibir, sin dejar de mirarme y sonreír. En ese instante, corrí a mi cuarto, y me hice el dormido.
Pero esa vez, en esa situación inusual, los dos en un baño público, mientras el orinaba, apoyando sendas manos sobre sus caderas, noté que se había recortado los pelos de la verga y se había afeitado las bolas, lo cual me causó intriga, porque Papá siempre andaba bastante peludo, salvo los pelos de las bolas que siempre los rebajaba, pero no los rasuraba, o por lo menos eso era lo habitual.
Él orinaba tranquilo, pero se dio cuenta de que lo miraba fijamente, y una vez que terminó de orinar, me dijo a la vez que lo campaneaba orgulloso:
¿Se ve mejor así o peludo?
Yo me sonrojé, y él se bajó los pantalones y los slips a nivel de las rodillas.
Me vio y debe haber notado que estaba colorado de la pena, y me dijo como para romper el hielo:
Toca, sin pena, se siente suave.
Yo toqué sus bolas y su verga, aproximadamente unos dieciocho centímetros, semi-flácida, pero ya iba agarrando calibre sentí su calor, estaba caliente y vi como crecía rápido al contacto, sentí su temperatura que aumentaba y cómo se iba poniendo más grande y dura, sus venas, toda su polla se iba transformando, mucho más grande y gruesa, incluso, algo de sus meaos cayeron en mi mano y creo que por instinto, lamí donde se había depositado la gota, palpé sus bolas, grandes, redondas, hermosas, colgaban pesadas, parecía mentira que estuviera pasando eso, su verga iba creciendo, casi sin detenerse, vi que se extendía formando una curva hacia arriba, en total, son unos veintidós centímetros en toda su magnitud, con la cabeza haciendo una línea recta perfectamente paralela con su ombligo, y su prepucio se retraía por sí solo, dejando a la vista un capullo rosado, con forma de fresa bastante grande y suculenta, a la vez que por la punta expulsaba una especie de sustancia viscosa, transparente, a mí se me iba abriendo la mandíbula y los ojos ante ese espectáculo, agarré ese garrote y mi mano no cerraba completa...
Él me miraba, veía lo curioso que era su hijo, y lo que le inspiraba hacerle, estaba disfrutando tanto como yo de ese momento, ahora que lo veo en retrospectiva, pero en un ramalazo de cordura, asumiendo el tiempo que llevábamos encerrados en ese baño, apartó suavemente mi mano, se subió el pantalón y me dijo:
Eso es perfectamente normal, que se ponga duro y crezca por el roce, ya llegará el momento en que se te ponga así de grande. Anda, orina, que se nos hizo la noche en el camino y aún queda por delante.
Oriné, con cierta dificultad, porque el momento me había excitado de tal manera que andaba con el asta despierta, nos lavamos como pudimos las manos, y salimos.
Nos metimos en el carro y seguimos camino. Él me abrazó y me dijo que si quería acomodarme a dormir un rato. Yo le dije que no. Que no tenía sueño.
Seguimos en la carretera, luego veíamos unas luces como de pueblo a lo lejos, le pregunté: ¿Ya vamos a llegar donde el Nono?
No... Todavía falta rodar. ¿Tienes sueño?
Un poco...
Déjame acomodar el asiento...
Recostó el espaldar de mi asiento casi horizontal, y me dijo que me acomodara y durmiera tranquilo. Entre lo que vi y palpé no era que podía dormir mucho. Y estaba pensando en cómo haría para volver a ver así a Papá.
Llegamos a un punto de la vía donde Papá se detuvo, y me dijo que se estaba orinando otra vez.
Se bajó, se puso del lado del pasajero, viendo hacia delante, y yo lo veía orinar. Eso me gustó. Él se lo sacudía y me miraba sonriendo. Yo tenía los vidrios arriba. Me hizo señas de que bajara, y salí del carro, me dijo que aprovechara de orinar. Pero él estaba todavía con su verga colgando...
Yo oriné, me costó, pero lo logré, en realidad estaba hipnotizado con lo que veía. Ese rabo duro, apuntando hacia el cielo, con ese olor... Incluso llegué a lamer mis labios. Y él se reía.
Tranquilo papi, me dijo, todo eso es normal, que sientas curiosidad, es perfectamente normal. Pero aún falta para llegar donde tu Nono. Poco, pero falta.
Él sacó un cigarrillo y lo encendió. Se guardó la polla y me dijo:
Termino de fumar y seguimos.
Yo esperé junto a él a que fumara.
Después nos subimos al carro y reanudamos.
Como pude, me dormí, y al rato me despertó Papá.
Llegamos... Despierta...
Todavía es de noche... Le dije.
Él me bajó del carro y entramos a la casa, Nono estaba despierto. Mi aitona estaría en sus casi 60, unos 55 años, Papá, unos 38. Digamos que mi nacimiento fue su regalo de cumpleaños número 20. Actualmente, tengo 43. Todo ocurrió hace 25 años.
Yo abrí los ojos y grité: ¡NONO!
Mi Nono me agarró, me cargó, me dio besos en el cuello, y le dijo a Papá: ¡Coño! ¿Cómo lo estás alimentando? ¿Con plomo? Pesa este muchacho...
Él se puso de rodillas y me vio a los ojos: Estás hermoso papito, Dios te bendiga. Vamos, ustedes deben venir cansados, y con hambre, voy a hacer algo de cenar y mientras, vayan poniendo las cosas en su sitio y aseándose. Ya los llamo para comer.
Fuimos al cuarto, dejamos mi bolso, y un morral de Papá en el cuarto, nos encueramos y nos fuimos a bañar.